XVI
Después de todo, aún seguimos siendo adolescentes. No del todo normales gracias a nuestros talentos, pero seguimos siendo jóvenes. Me imagino cómo hubiera sido mi vida si tan solo ni yo ni ellos hubiésemos tenido nuestros dones. Me refiero a haber coincidido todos juntos en la misma clase y haber sido amigos igualmente, solamente siendo eso: nosotros. Sin talentos y sin Junko ni desesperación. Durante poco más de un año fuimos normales, dentro de lo que cabe. Todos éramos tan felices disfrutando de la compañía de todos... que jamás imaginamos que nos encontraríamos metidos en semejante problema.
No puedo dejar de dar vueltas en mi cama. Al final termino con las sábanas enrolladas por todo mi cuerpo. Caigo de la cama en un intento de liberarme. No paro de pensar en lo que nos espera en unas pocas horas.
"¡Se supone que tendría que estar descansando!" Sin embargo, no puedo.
La misma sensación de peligro que ya sentía hace varios días es la misma que no me deja conciliar el sueño ahora mismo. ¿Por qué?
Me froto frenéticamente la cara con agua fría en el baño. Me es imposible tranquilizarme ni por un segundo. ¡Incluso me tiemblan las manos y piernas! Aprieto mis dientes con ansiedad. ¿Qué se supone que debería hacer? No puedo simplemente quedarme en la cama sin hacer nada, al fin y al cabo, el cansancio no va a venir ni por asomo a este paso. Igual dar un paseo por todo el recinto me venga bien. Despedirme de la escuela que ha sido mi hogar durante poco más de un mes... ¡Qué digo! Esta escuela ha sido mi hogar durante mucho más de un mes. Lo ha sido desde hace años ya...
¿Años? ¿Cuánto tiempo ha pasado? Cuando desperté me contaron que habíamos estado en la simulación durante unos días, pero... ¿cuán fiable es lo que me dijeron? ¿Cómo podían saberlo? Supongo que se guiarían de las claras evidencias. Si hubiéramos estado -por poner un ejemplo- una semana, probablemente habríamos muerto todos por deshidratación. Supongo que esa es la única prueba que necesitábamos para asegurarnos de que nada más habían pasado unos días. ¿Pero es en realidad así? Siento como si una eternidad hubiese transcurrido.
Veo tan lejanos aquellos días en Pico de Esperanza... ¿De verdad que hace tan solo un par de meses seguíamos siendo Restos de Desesperación? Eso me suena algo tan no sé, ¿improbable? ¿Por qué?, si todo apunta a eso. Aquí hay gato encerrado.
El frío suelo me arranca algún que otro espasmo al sentirlo contra la desnudez de mis pies. Cada pared de cada pasillo... ¿Será la última vez que vuelva a ver este edificio? Una sensación de añoranza vuelve a mí al pensarlo. Pensar que ese pasado está tan cerca y tan lejos de mí a la vez es triste. Quiero regresar hasta ese tiempo en el que era feliz de verdad junto con los demás. No quiero esto. ¿Por qué Junko hizo algo así? Esa duda está tan presente en mi cabeza que creo que lo primero que pregunte a alguien del exterior sea eso. Uh..., todo esto me trae dolor de cabeza.
Visito por seguramente última vez la clase en la que forjamos tantos bonitos recuerdos. Decenas de imágenes inolvidables pasan como sombras que aparecen y se desvanecen con el paso de unos pocos segundos. Recuerdo todo. Incluso recuerdo el sitio que ocupábamos cada uno. Yo, Kaede, Gonta y Kirumi éramos del tipo de personas que se preocupaban de dar una buena impresión, así que desde el primer día nos sentamos en las primeras filas. Otros como Maki, Ryoma, Korekiyo y Himiko solían sentarse en las filas traseras para pasar desapercibidos -la maga especialmente para poder dormir sin ser descubierta-. El resto solían estar en los sitios del medio, sin importarles mucho la posición en la que estuvieran. También me acuerdo de la atención que cada uno solía poner en cada clase. Por ejemplo, Maki a pesar de estar atrás siempre se enteraba de todo, al contrario que Gonta, que no entendía ni la mitad de los conceptos dados.
En un pasado acudir a las lecciones era algo opcional, pero después de que el director Naegi fuera nombrado como tal, eso cambió y se obligó a todos los alumnos a acudir a sus respectivas clases para forjar lazos de amistad con sus compañeros.
Me pregunto qué habrá sido del director Naegi. Él no era ese tipo de director aburrido y tan estándar. Era joven y desprendía allá por donde pasaba alegría y esperanza. ¿Cómo alguien tan joven terminó siendo el director de la escuela más prodigiosa de todo el país? Y no solo él. La subdirectora Kirigiri también parecía muy joven, al igual que casi todos los profesores. Es bastante sospechoso, pero quizás tan solo eran prodigios y por eso tuvieron tanto éxito en tan poco tiempo. ¡Claro, todos eran estudiantes definitivos también! Cuando fui admitida en la escuela y me llamaron al despacho del director para acabar de tramitar un papeleo, pude ver una foto en el escritorio. Una foto que me provocó melancolía sin explicación. Era la foto de una de las clases que existieron antes del desastre, aunque no sé cuál. En ella se podía ver al director Naegi de adolescente con los que serían sus compañeros de clase. También estaba la subdirectora Kirigiri, las profesoras Asahina, Fukawa, Naegi -hermana del director-, el profesor Hagakure y el inspector Togami. El resto de personas que aparecían en aquella foto no me resultaban conocidas. Qué raro, ¿no?
En fin, tan solo me resulta una clase parecida a la nuestra. Con un montón de adolescentes prodigio que pasan su día a día en el salón de clases. ¿Por qué el resto de chicos que aparecen en la foto no han terminado trabajando en la escuela como los seis restantes? ¿Qué ha sido de ellos?
Terminando mi recorrido en el pasillo con parada en mi habitación, que dejará de serlo en unas horas, me quedo clavada en un sitio en concreto. La puerta de cierto chico que me vuelve majara. Aunque he caminado durante al menos una hora, me siento igual de inquieta que antes. No creo que vaya a dormir así que ¿por qué no quedarme con él? No creo que esté dormido, de hecho, no creo que nadie esté durmiendo en condiciones y me sorprende que no me haya encontrado a nadie que haya buscado llevar a cabo el mismo objetivo que yo, calmar mis latidos.
Con el pecho a punto de estallar, presiono el botón del timbre -que con la conmoción de la situación, olvidé presionar para sacar a todos de sus habitaciones ayer-. Al principio no oigo nada. Vuelvo a presionarlo. No es que hayan pasado más de unos segundo, pero la paciencia no es uno de mis punto fuertes. Lo presionó tres veces más hasta que la puerta se abre y me deja ver a un Rantaro somnoliento. Sus aires de sueño se marchan al verme con una expresión ansiosa. ¿De verdad estaba dormido?
-¿Pasó algo? -inquiere pasándose una mano por el pelo.
-No podía dormir. -Cruzo mis piernas y las froto con nerviosismo.
-¿Tienes miedo?
-¿Qué?
Intento ser lo más valiente que me permite mi personalidad, pero sí. Estoy aterrada de lo que nos espera cuando se alce el sol.
-¿P-puedo... quedarme contigo? -inquiero con pena.
-Ven, anda. -Agarra delicadamente mi mano y me atrae a él. Aparte mi flequillo y besa mi frente.
Me deja pasar hacia el interior de su habitación. Ahora que ha prendido las luces puedo verlo todo mucho mejor. Su habitación está decorada de colores principalmente oscuros con un diseño de cuadros blancos y negros por el suelo y un gris -que tira más bien a negro- que empapa el resto de la habitación. Y una simple cama contra la pared con un edredón de cuadros también.
Tomo lugar en el borde de la cama ya deshecha y abrazo mis rodillas. Rantaro toma una silla y se sienta -del revés- frente a mí. Sus ojos son indescifrables. Pareciera como que quiere ver a través de mí, algo a lo que ya estoy más que acostumbrada.
-Es por lo que tenemos que hacer, ¿verdad?
-Sí... Me da miedo que algo malo nos pueda pasar. -Desvío mi cabeza en otra dirección, como si así también pudiese desviar mis preocupaciones.
-¿A quiénes te refieres con "nosotros"? -Enarca una ceja y posa su cabeza en una de sus manos, que ahora se encuentran sin anillos adornándolas.
-A ti, a mí, a Miu y al resto de la clase. -Aparece un nudo en mi garganta.
Mientras esté viva no dejaré que nada le pase a nadie, pero eso no me cohibe de mis emociones. De ser humana.
-¿Cómo puedes estar tan tranquilo? Por lo que puedo ver estabas incluso durmiendo. -Ahora miro sus ojos de nuevo. Sigue con su misma serenidad. Me contempla con ternura.
-Porque confío en todos nosotros, Catherine. Confío en que estando todos unidos podremos afrontar lo que sea, por muy hostil que sea lo que nos espere -dice sonriendo dulce.
Me limito a sonreír tristemente y hundo mi cabeza entre mis piernas. Trato de asimilar todo lo que nos está pasando. Es en vano. Ya lo llevo intentando desde que desperté del mundo virtual. Esta situación es tan típica de libros que cuando sucede de verdad -y especialmente a uno mismo- no puedes creértelo.
Cuando lees un libro e imaginas la historia siendo tú el protagonista, te convences de que lo aceptarías todo mil veces mejor y afrontarías todos los peligros de cara. La realidad es completamente contraria, pues los autores de libros hacen eso a propósito para que los más inteligentes descubran una de las ingenuidades más graves del ser humano: el ego que incluso aquellos con poco amor propio esconden en el fondo de sus sentimientos. Ellos perfectamente podrían dar un giro de trescientos sesenta grados a la historia si hiciesen que el protagonista fuera heroico desde el principio y fuese alguien fuerte. Entonces no sería tan entretenido el libro, ¿no? Lo que buscan las personas al leer es algo que de verdad les dé intriga, y si se topan con algo así, ¿por qué no se entretienen?
Porque se encuentran una versión de ellos mismos, igual de aburrida y básica. Es así siempre. Y esa es la magia de los escritores. Fin.
-Iré al baño. -Me pongo en pie y voy.
El baño es igual al mío, sin nada destacable. Hago mis necesidades y vuelvo a lavar mi cara con agua fría. Mis ojeras ya son más que visibles.
"Con lo bien que estaba durmiendo estos días."
Regreso con Rantaro, que está utilizando su teléfono.
-¿Qué tanto miras?
-Observaba viejas fotos. Sobre todo unas nuestras que tengo almacenadas en una carpeta. Ven -me invita a acomodarme a su lado.
Nos tumbamos en la cama y me doy cuenta de un detalle muy importante. Uno que me hace enrojecer hasta las pestañas: Rantaro está vestido solamente con unos pantalones cómodos. Estoy acariciando su torso. ¡Su torso!
-Ay... -gimoteo suavemente al advertir también a mis manos sobre sus pectorales. Me sonríe con una picardía enmascarada de inocencia.
Antes de normalizar esto, observo y disfruto un poco su cuerpo, que parece forjado por los dioses. Un abdomen bien colocado y un torso muy logrado. Mi boca se hace agua al imaginar escenas algo inadecuadas.
Apretando los labios, me posiciono en su pecho y pasa un brazo por mis hombros.
-Mira, esta fue la primera foto que saqué de todas las que tengo de la escuela. -En la pantalla aparezco yo con una expresión de sorpresa sin salir del todo horrenda.
Se me viene a la memoria el momento exacto del suceso. Rantaro me llamó por mi nombre y al darme la vuelta me sacó una foto con ese teléfono.
Pasa otra foto. Esa es la foto de grupo que nos hizo nuestra tutora. En ella salimos todos juntos sonriendo. En el centro están Kaede y Suichi. Él y yo salimos posando de igual manera a un lado. Acordamos hacerlo así. Pasaron unos días desde que nos conocimos y ya éramos amigos... Nosotros tuvimos la especial suerte de que eso ocurriera junto con Kaede y Suichi y con Himiko y Tenko. Sigue otra. En ella aparece Kokichi corriendo con las gafas de Miu en los ojos. Ella le persigue con un semblante asesino. Río al recordar que ese día Miu no mostró su lado vulnerable en ningún momento.
-Ni siquiera tú pudiste calmarla. Esas gafas son sagradas para ella. -Los dos nos reímos.
Desliza su dedo, otra foto con momentos que añoro aparece. En ella aparezco enseñando anatomía a Suichi para ayudarle a resolver un caso. Kaede está a su lado con una sonrisa agradable y tomando apuntes junto a él. En el fondo se puede ver a Kiyo con una expresión de horror mientras Kaito se parte de la risa.
Es como si reviviendo todos estos momentos, cortos pero significativos, consiguiese reunir el valor del que carezco. Me siento suficiente para ayudar a todos sin dudarlo.
La siguiente foto es una que hace que casi se me salga el corazón. Aparecemos en ella Rantaro y yo. Él está besándome la mejilla y yo salgo con un sonrojo de todo menos poco notable. Coloca un mechón detrás de mi oreja y besa mi cabeza.
-Si volvemos a perder la memoria no dejes de insistirme por si se me ocurre rechazarte por querer protegerte -me susurra risueño.
-Dalo por hecho -respondo burlonamente-. Todavía te queda mucho por aguantar de mí.
Al pasar a la siguiente foto, no puedo evitar reírme fuertemente. Tanto que Rantaro me tapa la boca para no despertar a los demás, si es que están dormidos. Somos Miu y yo y... ¡ella me está tocando los pechos! Mi cara está entera de color rojo y ella tiene su expresión vacilante de siempre.
"¡Madre mía!"
La siguiente foto la paso yo. En ella salgo sonriendo pacíficamente mientras poso para un retrato de Angie. Por detrás de la peliblanca se puede ver a Tenko observando curiosa y eufóricamente a Himiko sacar un conejo de su sombrero de bruja.
Seguimos contemplando las fotos y compartiendo risas y sonrisas hasta que siento como el cansancio al final viene a mí. Y así es cómo me duermo por última vez en esta escuela, en estos pasillos... y en los brazos de Rantaro. Ya me siento preparada para todos los peligros que se nos vengan. Yo siempre apoyaré a mis compañeros. Siempre.
Mientras esté viva.
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