VIII
Ha pasado una semana ya. La investigación avanza más rápido gracias a que ya conocemos todo el terreno y hay más sitios por donde buscar. Hemos recalculado el tiempo que nos llevará escapar y creemos que exactamente dos semanas. Tampoco ha cambiado mucho, unos días tan solo. Aunque poco es mejor que nada.
Siento que la mejora de mi salud mental ha incrementado favorablemente. Me siento como antes de la desesperación: energética e inderrumbable. Todo esto me ha ayudado a sobrellevar la única preocupación que tengo -a parte de la inquietud por saber el estado de mi familia y amigos-: Rantaro. Decidí que la manera de evitar pensar en él durante todo lo que nos quedara de tiempo por aquí sería sencillo. Si hago como si no estuviera finalmente me lo creeré. Si me imagino que somos dieciséis aquí y no diecisiete; si le elimino y hago como si nunca hubiera existido, desaparecerá de mi mente. Todo lo relacionado con él, como que me gusta -y que se lo confesé-, que su muerte favoreció mi locura, que a pesar de todo somos (o éramos) amigos, ya no es nada para mí. Eso es. Rantaro Amami no existe. No es nada en mi vida. No tiene nada que ver conmigo y no tendrá que hacerlo. Yo, Catherine, junto con Suichi, Maki, Kaito, Kaede, Himiko, Keebo, Angie, Kiyo, Ryoma, Kirumi, Tenko, Gonta, Kokichi, Tsumugi y Miu somos los dieciséis alumnos definitivos de aquí. Ni uno más, ni uno menos. No hay ningún superviviente definitivo, ni un decimoséptimo estudiante de nuestra clase. Fin.
[...]
Otro día más me espera. Me levanto y me preparo, lista para desayunar. Decido que la mañana la pasaré leyendo en la biblioteca un libro que no pude terminar el día pasado. Durante el resto de la tarde puedo encontrar dos llaves y una clave. Estoy agotada y aunque aún tengo tiempo para seguir buscando un poco más, me rindo: estoy como para sentarme y no levantarme más. Subo a mi habitación para darme un merecido baño reparador.
En el baño reviso la hora y establezco mis planes para el resto de la tarde. Me fijo en que la encargada de preparar la cena de hoy es Tenko. Será entretenido ayudarla. Además, a Tenko no se le da muy bien cocinar. Me sumerjo en la bañera y me relajo durante bastante tiempo mientras planeo algo para pasarlo bien. Muy, muy bien.
Al estar vestida y lista de nuevo para cumplir con el cometido que me he autoestablecido, voy hacia la cocina. Como supuse, la maestra del Neo-Aikido se encuentra en la isla de cocina. Parece abrumada.
-¡Tenko! -le llamo tocando su hombro para que se percate de mi presencia.
-¡Kyaaaaah! -grita esta dando un bote en su sitio.
-¡Perdón! -me disculpo inmediatamente-. He pensado que podría ayudarte.
La morena duda durante un momento. Es orgullosa y al pedir ayuda es seguro que la timidez le pueda.
-Cla... claro. -Se toca el mentón pensativa-. Estaba pensando..., ¿qué hacemos para cenar?
-¡...! -Me quedo observándola con los ojos muy abiertos y las cejas arqueadas. ¿Ni siquiera sabía qué cocinar? Parece que soy su salvadora.
Me masajeo la sien en busca de una respuesta. Algo que no hayamos comido últimamente... Ah, ¡ya sé!
-¿Qué tal pizza? No es rápido de preparar, pero aún tenemos bastante tiempo hasta la hora de cenar. ¡Dime qué te parece!
-Umm... Pues me parece bien, pero... no creo que lo hagamos sin que yo queme la cocina... -acepta insegura.
-¡Que no! Ya verás que todo saldrá bien. -Pienso una manera en la que podamos aprovechar el talento de Tenko-. De hecho, tu puedes hacer la mejor pizza del mundo. ¡Con tus movimientos de Neo-Aikido!
-¿...en serio?
-¡Sí! Por ejemplo..., si haces la masa con tu fuerza seguro que quedará sin un solo grumo. ¡Y la salsa de tomate la puedes hacer a puñetazos!
-¡Sííííííí! -exclama ella con los ojos resplandecientes-. No sabía que cocinando se pudiera aporrear cosas. ¡Eso es lo que más me gusta!
Nos ponemos a ello. En realidad, Tenko lo exageraba. Sabe seguir los pasos a la perfección, por lo que veo. Y combinados con sus movimientos de lucha, estoy segura de que saldrán unas pizzas deliciosas.
Para todos los que somos -y esta vez sí que tengo que contar a cierta persona- harán falta un montón de pizzas. Teniendo en cuenta todo lo que tragan algunos como Miu, calculo que serán unas ocho o nueve e incluso diez pizzas para asegurarnos bien.
Llega el momento de hacer la salsa. Mientras las masas reposan, sacamos todos los ingredientes que usaremos.
-He tenido una idea. ¡Te va a encantar!
-¿Ah, sí? -inquiere con curiosidad-. ¡Dispara!
-¿Qué tal si... yo te le lanzo los tomates y tú los machacas a golpes? Pondremos unos boles en el suelo para que caigan ahí los restos. ¡Lo haremos varias veces, hasta que quede hecho papilla!
-¡Me encanta! ¡Venga, venga, venga! -Da saltitos mientras aplaude adorablemente.
Por desgracia, mi plan no es hacer salsa de tomate. Bueno, sí, me refiero a que no solo es lo único que tengo planeado. Me da pena jugársela a Tenko tan mezquinamente, pero estoy segura de que lo pasaremos bien
Como propuse, lanzo tomates hacia Tenko para que los golpee fuertemente y caigan en alguno de los boles. Trago pesadamente. Como no se tome bien mi bromita, saldré mal parada de esta.
Añadimos la salsa y el resto de ingredientes a la masa y las vamos introduciendo en el horno progresivamente. Como tenía pensado, hay restos de tomate y salsa de sobra. Perfectos para lo que tengo planeado. Cuando la última pizza es sacada del horno, ya dan casi las diez. Estoy segura de que los demás ya están en el comedor esperando e impacientes. La hora de la cena ronda sobre las nueve y media.
-Pues las servimos ya, ¿no? -inquiere ella. Pobrecita, no sabe lo que se viene ahora.
-Sí, pero antes nos merecemos un descanso. ¡Hemos trabajado muy duro! -Me acerco hacia una de las encimeras en la que están los boles con las sobras de tomate.
-Pero ¿y los demás?
-Que esperen. Además, solo va a ser un momento. ¡Ven! -Y ella, sin esperar nada perverso por mi parte, viene.
Pongo en marcha mi plan. Mientras ella aún está en camino, me doy la vuelta y hundo una mano dentro del pringue. Rescato un trozo aplastado de tomate.
-¿Qué haces? -inquiere ella.
Después de murmurar un "esto" me doy la vuelta bruscamente y lanzo ese trozo en dirección a su cara. Rápidamente atrapo otros dos trozos, esta vez con mis dos manos y los lanzo de nuevo. Así un par de veces más.
-¡¡Catherine!! -me grita-. ¡Te vas a cagar en las bragas! -Y corre hacia mí.
Yo cojo todo lo que puedo de los restos, los acumulo en mi camiseta usándola como un saco y también corro. Varios tomates -algunos ni siquiera usados- aterrizan en mi cuerpo sin demora.
-¡Eso no vale! ¡Estás usando tomates enteros! ¡Están duros! -me quejo yo.
-¡Es una pena! -se regocija con suficiencia mientras sigue arrojándomelos sin piedad.
Yo no me quedo atrás y lanzo todo lo que tengo hasta que me quedo sin "munición". Tenko se acerca veloz hasta mí. Es hora de poner en marcha la segunda parte de mi plan.
Voy todo lo rápido que puedo hasta la salida. Una vez en el comedor, todos nos miran extrañados mientras Tenko me llena de tomate la cara y ropa. Ha sacado la carretilla con el montón de tomates como si hubiera adivinado mi plan. ¿Lo habrá averiguado? No, no creo. Tenko no es tan perspicaz. Igualmente, eso no tiene importancia. Es hora de hacer funcionar la fase dos.
-¡Tenko, a por ellos! -Después de decir esto, ella parece comprender por fin el objetivo de todo esto y asiente con una sonrisa. Voy corriendo hacia el carro cuando veo que apunta hacia Korekiyo.
Las dos lanzamos y lanzamos sin descanso tomates hacia nuestros compañeros mientras estos se quejan, aún incrédulos de lo que estamos haciendo.
-¡Mi maquillaje, cerdas! -Cuando Miu dice eso justamente acierto en una de sus mejillas.
Estoy segura de haber marcado a todos con tomate -menos a alguien, obviamente, aunque de eso ya se encarga Tenko- y tras unos dos minutos, los demás ya piden venganza.
-¡¡A por ellas!! -vocifera Kokichi apuntándonos con un dedo acusador.
-¡Corre, Tenko! -Le cojo de la mano para salir pitando hacia el pasillo.
Es hora de la fase tres. Estoy guiando a Tenko hasta la entrada principal. Lo que quiero hacer es ir hasta afuera. Los demás nos persiguen llamándonos a gritos. Salimos por la puerta y vamos por uno de los caminos que no he escogido tan al azar. Decido ese camino por un motivo en específico. Es el camino que nos conduce hasta el laboratorio de cierta inventora y hasta otro lugar.
-¿Adónde vamos, Catherine? -me pregunta como si no estuviera haciendo ningún esfuerzo. Por el contrario, yo ya estoy sudando. Eso es cosa de la diferencia entre nuestros fondos físicos.
-¡Tengo el lugar perfecto! -jadeo.
Lo acepta asintiendo una única vez. Seguimos corriendo hasta que ya veo el agua iluminada por varios focos submarinos.
-¡A la piscina! -Y señalo el rectángulo azulado.
-¡¿Qué?! -me grita ella. Como no me apetece que se pare, tiro de ella con más fuerza.
-Tápate la nariz -indico cuando ya estamos cerca de la piscina.
Saltamos en bomba dentro del agua y comenzamos a nadar lejos del borde. Tenko va mucho más rápido que yo. Los demás -o la mayoría- ya habrán entendido por qué hemos hecho esto. Saltan también dispuestos a cogernos.
-¡Te pillé! -me dice Kaito y me sumerge bajo el agua sin dejarme tiempo para coger aire. Hacen lo mismo con Tenko.
-¿A qué ha venido esto? -pregunta Maki casi sonriendo.
-Quizás luego os lo explique. -Guiño un ojo-. Ahora, ¡a divertirse!
Me subo sobre los hombros de Gonta para hacer una pelea contra Suichi y Kaede. Suichi mantiene en equilibrio a la pianista con un sonrojo enorme en la cara. No soy la única que se da cuenta y reímos por ello algunos más. Durante bastante tiempo estamos así hasta que por fin nos cansamos y salimos del agua.
[...]
Cojo otro trozo de pizza al terminarme el que tenía en las manos.
-Entonces, ¿por qué hiciste esto, Cath? -pregunta Kaede.
-¡Eso, escúpelo! -le sigue Miu. Algunos más también proponen lo mismo. Supongo que tengo que hacerlo.
-Bueno, pues os diré. -Respiro profundamente antes de seguir hablando-. Estos días estuve pensando en lo que pasará cuando salgamos de aquí. He considerado la posibilidad de que una guerra contra Junko nos espere fuera, pero eso en el mejor de los casos. ¿Y si nuestras vidas ya no vuelven a ser como antes? Podríamos volver a la desesperación o quizás no, pero está claro que nos tomaría tiempo retomar nuestras vidas y devolverlas a la completa normalidad. Y entonces pensé que en ese caso pasaría algo de tiempo hasta que pudiéramos pasarlo bien los diecisiete juntos, así que se me ocurrió esto. -Dedico una sonrisa a todos al terminar.
-¡Eres genial, Catherine! -dice Kaede.
-Sí, eres una verdadera amiga. -También Suichi.
-¡Poppins haciendo de Poppins, qué cosas! -ríe Miu con su vozarrón.
-¡Qué monaaaaaa! Creo que voy a llorar y todo -exclama Kokichi irónicamente secándose una falsa lágrima.
Todos me elogian y me sonrojo. De verdad que les aprecio mucho. Si algo llegara a pasarle a alguien, sería terrible. Seguro que los demás opinan igual.
-Bueno, ¿ahora qué hacemos? -pregunta Kaito posando su cabeza sobre su mano.
-¿Un juego? -propone Ryoma.
-¡El "Yo Nunca"! -trona Miu-. Empiezo. ¡Yo nunca he fantaseado eróticamente con alguien de nosotros!
Suben la mano ella, Maki, Kaito, Suichi, Rantaro y Kokichi. Yo también la subo. Es cierto que hace varios días tuve un sueño algo húmedo con el de los ojos verdes. Algo de lo que no me arrepiento pero de lo que a la vez siento lache.
-¡Venga! Ahora tú, Kaito.
-Está bien... -Este se rasca su perilla-. Yo nunca he pensado en matar a alguien de aquí. -Mira a Maki sin ningún reparo. Esta se enrojece.
Levantan la mano Miu, Maki, Kokichi, Rantaro de nuevo y Tsumugi. ¿Rantaro? ¿A quién habrá pensado en matar él? Me recorre un escalofrío de tan solo pensarlo.
-Yo nunca he sentido algo por alguien de aquí.
Levanto la mano yo, tímidamente. Miro al suelo pero siento de sobra la mirada del susodicho sobre mi frente. Con ese pronombre me refiero, obviamente, a él.
-Esto cada vez se pone más picante... Nishishishishi... -Maldigo internamente a Kokichi.
Hacemos más rondas hasta que al fin nos hartamos de este juego.
-¿Jugamos a las confesiones? -propone Keebo.
-¡Sí, sí, sí! -chilla Angie.
-Kiyo -le llama Kaede-. ¿Cuándo desarrollaste el trastorno de la personalidad múltiple?
-Dos meses después del fallecimiento de mi hermana, me lo diagnosticaron. Pero creo que empezó antes -explica.
-¿Con cuántas personas has tenido sexo, Miu? -pregunto yo. Estoy dispuesta a fastidiarla, ya que sé que ella hizo la primera pregunta y propuso "Verdad o Reto" para picarme.
Lo sé de sobra porque me lo ha repetido hasta que me he tapado los oídos pero quiero que lo diga en alto para avergonzarla y que así se enfade. Miu enfadada es la bomba.
-Pues con... -Cuenta con sus dedos-. ¡Diecisiete!
-¿No es algo extraño que coincida con el número de los que somos? -inquiere Himiko.
-¡Vaya, Miu! No sabía que eras una puerca tan guarrilla. ¡Sería un honor para mí que me enseñaras lo que sabes hacer! -Otra vez, Kokichi.
No es que él quiera tener nada con Miu, pero le gusta ver como se pone nerviosa y le grita mientras se pone roja de vergüenza. Me echo una mano en la cabeza y niego al ver la estúpida escena.
Pasan otras rondas más y me preguntan a mí.
-Catherine -me pregunta Kokichi. Oh, genial. Nada bueno puede salir de este-. ¿Por qué tus ojos son de un color tan... radiactivo?
Genial. Esperaba de todo menos eso. Habría sido más normal que me preguntara Rantaro que quién me gustaba, pero eso era algo en lo que no había pensado. Hablar de mi pasado con mis compañeros... digo, con mis amigos, es algo incómodo pero entre nosotros ya no hay prácticamente secretos. Los que pudiera haber posiblemente estén siendo desvelados. Se trata de una experiencia bastante dolorosa para mí. Si actúo con la frialdad justa seguramente pueda hablar sin llorar.
-¿Catherine? -inquiere Suichi. No me había dado cuenta de que me había quedado petrificada mirando al suelo.
-Pues... -Juego con mis manos incómoda-. Todo comenzó cuando yo tenía siete años. Para ser directa, soy huérfana. -Siento a unos cuantos carraspear-. Mis padres me querían, o eso creo. No me consideraban una hija mala, pero lo que querían es que fuera una hija perfecta, algo imposible. Quizás me hubieran tratado como a una hija si hubiera nacido como ellos querían. Ellos querían una niña con los ojos rosas, como los de mi madre. Sin embargo, yo nací con heterocromía. Les parecía asqueroso y quisieron cambiarme el color de estos. -Trago grueso-. Me llevaron a un doctor privado que no aprobaba la operación. Le sobornaron... Después de la operación ellos decidieron darme en adopción. Había sido un fracaso. Mis ojos eran de un color radiactivo y ellos lo querían pálido... Durante el estado de recuperación, mi padre me arrancó las vendas y bueno, me... -No puedo terminar la frase. Dejo el significado en el aire, más que claro-. Lloré tanto que contraje conjuntivitis y como mis ojos aún no habían guardado suficiente reposo el color se hizo algo menos intenso. De no haber sido así, posiblemente brillarían en la oscuridad, ya puestos. -Terminé como si me hubiera liberado de una carga aunque con los ojos ardiendo y un nudo en la garganta. Me preocupaban sus reacciones.
Todos se compadecieron de mí y me abrazaron. Ignoré el hecho de que Rantaro también me abrazara. Miré hacia otro lado aunque creo que igualmente me ruboricé.
-Oye -inquiere Miu-. ¿Y qué pasó al final? Es decir, no nos habéis contado qué pasó al final. -Se refiere a los tres supervivientes-. No sabemos quién era la mente maestra ni por qué Catherine despertó después de nosotros.
Me estremezco de tan solo pensarlo.
-Tienes razón -afirma Maki-. Al final no os lo contamos.
-La mente maestra era Tsumugi -dice sin reparos Himiko-. Estaba enfermita, como los demás, así que no os pongáis a la defensiva con ella.
-Yo se supone que iba a morir en la ejecución de Monokuma pero al final fue por el virus que tenía -explica Kaito.
-¡Yo morí aplastado! -dice Kokichi felizmente.
-Y la razón por la que Catherine tardó más en desconectarse de la simulación es porque no admitía que los jugadores la terminaran por su cuenta y ella fue la única que lo hizo. Pagó las consecuencias -dice Maki indiferente.
-¿Que acabó el juego por sí misma? -pregunta Ryoma.
-Sí. Después del juicio de Gonta por el asesinato de Miu perdió el control y se ahorcó -finaliza solemnemente.
Menuda frialdad la suya para decir todo eso tan tranquilamente.
Por unos breves instantes no se oye nada. Todos se callan. Ya saben de mí bastante más que hace unos minutos. Ahora conocen ese lado mío que durante tanto tiempo había estado oculto. Ese lado que se ve y es triste.
-¿Que ella... qué? -inquiere Miu aterrorizada.
-¿Después del juicio de Gonta...? -dice Gonta también.
Todos preguntan sin parar y yo no quiero oírles. No puedo soportar que hablen de ese tema que aún me duele.
Sin pensarlo dos veces me levanto y me voy.
-Dejadme sola.
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