V
Era pequeña. Rozaba los siete años. Estaba acostumbrada a que cuando mamá y papá entraban en mi habitación fuera para reprenderme por cualquier tontería. Aquella vez fue diferente. Entraron sonriendo y hasta me ofrecieron que agarrara sus manos para llevarme por los aires de vez en cuando. Hacía mucho ya desde que no hacían eso. En general, empezaron a comportarse diferentemente conmigo pasados los cuatro años. Me daban cualquier cosa que pedía, pero nunca un beso o un abrazo. Habría cambiado todas las muñecas que me regalaron por una muestra de cariño, por pequeña que fuera. Veía más familias pasear por el parque. No eran como la nuestra. Se divertían y se querían. Mis padres ya no me daban esa sensación. Me hablaban de que querían que fuera una cirujana. Por aquel entonces no tenía claro lo que era. Me ponían cientos de documentales sangrientos de doctores realizando intervenciones quirúrgicas, en aquel entonces yo lo llamaba: "señores con batas blancas que cortan a pobres niños". Tuve pesadillas con esas imágenes durante años, pero finalmente cuando tuve conciencia de lo que aquello era, empezó a apasionarme más y más. Mis padres eran doctores muy populares por haber descubierto juntos la quimioterapia. Querían el mismo éxito para mí, solo que más grande. Querían que fuera la primera niña en realizar un trasplante y la primera en hacer todas esas complicadas intervenciones para las que eran necesarios muchos años de preparación y de estudio. Ellos querían que fuera la cirujana definitiva y lo consiguieron. Eso es lo único bueno que me puedo llevar de mis padres. Gracias a ellos descubrí lo que más me apasiona, eso es lo único que les debo.
El día que todo explotó, me llevaron de la mano a una clínica. Había un señor que al mirarme repetía lo mismo con desaprobación: "Tiene unos ojos preciosos". Después de eso me llevaron a una habitación en la que me tumbaron y me durmieron. Mis antiguos padres sobornaron a aquel doctor para poder modificarme como se les antojara.
Gracias a los recuerdos que he recuperado, he logrado saber cómo eran mis ojos antes. Eran de colores. Uno era de color negro carbón y el otro de un azul turquesa muy claro. Ya no tengo los ojos de esos colores. Ahora son de un rosa radiactivamente enfermizo a la vista. Me cuesta mirarme al espejo directamente a los ojos. Siempre miro hacia abajo mientras me peino, pero me es imposible no mirarme fijamente cuando me maquillo los ojos. Aunque intento ver mis ojos lo menos posible, tampoco los odio. Al fin y al cabo, son parte de mí como lo es el resto de mi cuerpo.
[...]
Me despierto gritando y sudando. También empiezo a llorar y me abrazo. Otra vez la misma pesadilla de ese día en el que mis padres me arruinaron la vida. La he tenido desde hace varios días. Creo que es porque todos los días oigo conversaciones de los demás comentando las ganas que tienen de volver a ver a sus familias y eso me recuerda a que yo...
-¿Q-qué haces aquí?
-Yo... te oí gritar.
Es Miu. Nuestras habitaciones están cerca, aunque no tanto como otras. No es la primera vez que viene tras oírme chillar.
-Ah. -Doy una palmada en el colchón para que se siente.
Miu está en su pijama rosa y con escotes allá dónde mires, muy de su estilo. Tiene el pelo más revuelto de lo habitual. Me río viendo sus ojos cansados pero enseguida se me pasa al darme cuenta de que está cansada por mí. Miu, la que tiene más energía que nadie, está cansada por mí.
-¿Otra vez el mismo sueño? -Asiento. Suspira-. ¿Por qué no me dices de qué va esa estúpida pesadilla?
-Porque no lo recuerdo, ya te lo he dicho más veces... -resoplo cansada yo también.
-Entonces creo que tendría que irme ya. Tengo sueño... -Se levanta.
-¡Espera! -La cojo de la mano-. ¿Podrías quedarte a dormir conmigo? Solo por hoy...
-Eso no se pregunta, Poppins. Bueno en este caso sí, porque somos amigas. Cuando alguien me dice "quédate a dormir" suele ser un chico que casualmente lo único que no quiere hacer es dormir. -Me carcajeo divertida por su pervertido humor.
-¿Y nunca te has quedado a casa de una amiga a dormir? -pregunto mientras se acomoda en la cama.
-No recuerdo haber tenido ningún amigo nunca. Nada más entrar en la adolescencia empecé a tener sexo con todos los chicos que me parecían atractivos. Tuve el desarrollo prematuro de mi parte.
-¿Y cuándo cambió tu idea sobre eso?
-Cuando te conocí. Supongo que por muy inteligente que me crea, siempre tendré algo que aprender. Tú me has demostrado eso con tu simple existencia. -Se apoya en un brazo para mirarme.
-Wow, no sabía que tenía tanta influencia sobre la genialísima Miu Iruma -bromeo apoyándome en mi brazo también.
-¿Sabes? Eso es algo que solamente tienes tú. Has cambiado la vida de todos nosotros y seguramente de más personas. Eres una de esas personas con "magia". -Se sonroja. Resalta a la vista que Miu nunca le ha contado a un amigo sus sentimientos. Apostaría lo que fuera a que tampoco ha querido a ningún chico fuera del tema sexual.
-¿A qué te refieres?
-Antes de conocerte yo no quería saber nada de la amistad y de alguna manera has cambiado mi manera de ver las cosas. Al entrar aquí no me importaba si salía o no con vida excepto por mis padres. -Carraspea y tuerce una sonrisa-. Ahora quiero conocer el mundo de nuevo. Quiero conocerlo todo contigo.
Me enternece ver así a Miu. No me lo demuestra demasiado, pero la importo. Me acerco a ella y la abrazo. Terminamos por dormirnos acurrucadas la una junto a la otra.
[...]
-Agh. Ese puto oso me está machacando la cabeza a martillazos -remolonea al despertarse. Tan agradable como siempre.
Yo sigo algo adormilada. Me doy la vuelta para seguir durmiendo. Con lo mal que he dormido estos días me cuesta más levantarme por las mañanas. Y aunque Miu duerma un par de horas por la noche solamente, es capaz de despertarse con su impulsividad de siempre. Esta no es la excepción. Se levanta de la cama y tira de mis pies para hacer que me caiga de la cama.
-¡Miu, no! ¡¡Jodeeeer!! -grito cuando mi cara se estampa contra el suelo-. Te voy a matar. Te recomiendo que corras -Me levanto y la persigo hasta que terminamos saliendo de mi habitación.
Como la suya no está pegada a la mía, tengo la oportunidad de vengarme.
-Es increíble que con lo que me pesan las tetas una tabla como tú no me pueda pillar. ¡Plancha! -repite para vacilarme.
"Estúpida zorra..."
¡Maldita sea! Se ha encerrado en su habitación justo cuando iba a pillarla. ¡Casi me da con la puerta en las narices!
Algunos madrugadores salen ya de sus cuartos y me miran algo extrañados. Y entre esos madrugadores está Rantaro. Para no llamar más la atención -porque si seguía aporreando la puerta de Miu esto no iba a ir a ninguna parte, de todas formas- me escabullo hasta entrar de nuevo a mi habitación. La puerta seguía abierta gracias a la fugaz persecución.
Me preparo rápidamente y bajo las escaleras. Por el camino me topo con Kokichi. Oh, sí, genial. Seguro que ya está planeando como mofarse de mí. Mi decadente humor extorsionado por el sueño no está por la labor en este maravilloso día en el que seguimos encerrados.
-¿Qué estabais haciendo en la misma habitación esta mañana, par de tortilleras? -pregunta con una de sus miradas escalofriantes-. Seguro que estuvisteis haciéndolo hasta muy, muy tarde. ¡Mira qué ojeras!
-¿Q-qué? Agh, ¡Kokichi! ¡No digas bobadas! Yo simplemente no podía dormir y ella vino porque tuvo un mal sueño... ¡Nada más, enfermo!
He dicho una pequeña mentira. No quiero que nadie sepa que tengo pesadillas.
-Sí, claro, ya... Nihihi... -ríe mientras acelera el paso.
Miu le asfixiará como se le ocurra pregonar por toda la escuela sus estúpidas ocurrencias.
Yo suspiro agotada. Si tan solo ha comenzado el día y ya me han tirado de la cama y vacilado... Definitivamente no parece que este vaya a ser un buen día.
En esta última semana hemos logrado conseguir otras siete llaves/claves. Faltan pocas para llegar hasta el número veinticinco. En la lista está marcado más que los demás, aunque no tanto como el final. Supuestamente algo tiene que pasar cuando lleguemos hasta ese número. Eso es lo único intrigante por el momento, exceptuando que soy incapaz de mirar a Rantaro a los ojos. No puede ser buena la vulnerabilidad que muestro cuando él está cerca mío.
Al llegar al comedor, Miu está con todos los demás riendo fuertemente. Me acerco sigilosamente hacia ella y la agarro de las orejas. Sus malditos gemidos me están cortando el rollo.
-¡Nhgn...! ¡Su-suéltame! -gimotea febrilmente como cada vez que alguien le ofrece un trato que no es de su agrado.
"Menuda idiota."
-Te debo una por tirarme de la cama, zorrita -la recuerdo malévolamente.
-¡Joder, Catherine! -se queja-. ¡No voy a volver a ir a tu habitación a consolarte cuando llores porque tienes pesadillas, enferma! -grita lo suficientemente alto para que todos los oigan.
Me quedo de piedra. Todos me están mirando. He soltado a Miu y solamente miro al suelo. Todos están murmurando. Se estarán preguntada cómo es que yo, que parezco tan feliz y contenta todo el rato, pueda tener la conciencia manchada si supuestamente todos nuestros traumas han sido curados ya. Pues no siempre es así, hay heridas que nada puede curar, ni siquiera el tiempo. Esas son las heridas con las que convives diariamente, justo como hago yo. Esas heridas que maquillas y haces pasar por cicatrices. Y no puedo creer que Miu se haya atrevido a revelar algo así. Menos mal que no le conté de qué trataban mis pesadillas. No creo que lo haya hecho con el fin de molestarme, sino que ha sido algo más puntual, pero aún así eso no va a evitar que me moleste con ella.
No soporto cuando las personas ejercen presión sobre mí mientras me miran. Es algo que hace que mis piernas se conviertan en gelatina. ¡Me largo! Tan rápido como puedo salgo del comedor y corro hacia otro lugar. Subo las escaleras, no voy a mi habitación, eso sería tan fácil que cualquiera me encontraría allí. Voy hasta el jardín, en el quinto piso. A veces cuando en mis investigaciones me bloqueo, voy hasta allí para aclararme un poco las ideas. De todo el edificio, ese es el lugar más parecido al exterior a pesar de que también esté tapiado.
He montado todo un numerito, soy consciente. No era mi intención, es algo que simplemente no he podido evitar. ¿Estoy exagerando? Posiblemente. ¿Soy incapaz de superar mi pasado? También. Me molesta que ahora todos sepan que mi pésimo humor se debe a que aunque parezca lo contrario, lo paso mal por las noches. Debo bastante a Miu por lograr que no me quede en vela encogida en una esquina hasta el amanecer, pero ella me debe a mí una disculpa, aunque en realidad todo sea porque yo soy una niña débil y llorica que no puede superar sus traumas infantiles.
De repente, oigo unos pasos que se acercan hacia donde estoy.
-Por fin te encontré -dice la voz de alguien que conozco a la perfección.
Por mucho que me cueste, yo sigo sin levantar la cabeza.
Él se sienta a mi lado y toca mi hombro. Ni siquiera le he mirado y mi corazón ya está a mil.
Durante lo que me parecen siglos -en realidad minutos- solo hay silencio. Sigue acariciando mi hombro, mi brazo y a veces mi cuello. Si estuviéramos en otra situación -y con situación me refiero a otra habitación- posiblemente me estaría excitando, pero mis emociones ahora mismo están en otro mundo. No entiendo por qué está aquí. Podría haber pensado que necesitaba tiempo sola como es el caso. O igual podría no habérsele ocurrido seguirme. ¿Por qué ha venido?
-...
-Catherine, yo... -Su voz tiembla un poco y rectifica. Le escucho pasarse la mano por el pelo-. Estoy aquí para lo que necesites. Aunque solo sea un abrazo. -Está apenado.
Me despego de mis piernas con las lágrimas aún resbalando de mis ojos rojos. Él me quita cariñosamente algunos de los mechones de pelo que se han pegado a mis mejillas y masajea mi nuca. Le doy lo que quiere: un abrazo. No lo hago porque en el fondo yo necesite uno también (ironía). Dejo caer mi cabeza en su pecho y rápidamente envuelve mi pequeño cuerpo entre sus brazos. Pone su mentón sobre mi cabeza mientras pasa sus manos de arriba a abajo en mi espalda. Me siento reconfortada no solo por su presencia, es como si sí que le preocupara cómo estoy. Como si dándome su cariño realmente pudiera sentirme mejor. Morfina. Rantaro es como morfina para mí. Me siento pequeña con su cuerpo pegado al mío. Hace todos mis problemas más pequeños. Así está bien. Me quedaré durante más tiempo así si es necesario. Es agradable el olor que desprende su cuello y como dije antes, si no fuera por la situación en la que estamos, me estaría excitando. ¿Rantaro me excita? Creo que sí y me gustaría corroborarlo en un futuro, pero por ahora prefiero preocuparme de el presente. Tenemos toda la vida por delante, ni más ni menos.
Hace tiempo que mis ojos se han secado y mi respiración ya se ha estabilizado. Si no fuera porque él ha venido a consolarme, habría tardado más en hacerlo. Es gracias a Rantaro. Me hace bien estar con él. Ojalá pudiéramos estar así eternamente, pero no creo que él quiera seguir así. Me separo lentamente. Sé que me mira, yo no lo hago y quiere que le mire, por eso me coge del mentón. Enrojezco al ver la poca distancia que hay entre nosotros. Sus ojos me analizan seriamente pero con algo de pesar. ¿Tanto le afecta cómo esté yo?
-N-no tienes que hacer esto... -digo en voz baja.
-¿Hacer qué? -pregunta curioso.
-Consolarme por pena. E-es decir, no quiero que te veas obligado a hacerlo. -Muevo mi cara de modo que pueda mirar otra vez al suelo.
-No, Catherine... -me dice entre dientes. Está molesto-. Por favor, mírame. -Hago lo que dice-. Hago esto porque quiero, porque me importas.
Todo pasa muy despacio, lo suficiente como para poder saborearlo bien. Su mirada pasa de mis ojos a mis labios. Se acerca poco a poco a mí. Nuestras narices están a pocos milímetros, igual que nuestras bocas. Nuestros alientos chocan y se mezclan. Mi excitación crece por milisegundos y hasta veo sus ojos verdes más oscuros, pero termina por separarse de mí.
Me siento como si me hubieran arrancado algo esencial, como si me hubieran arrebatado el corazón. Sus ojos miran al suelo. Ahora soy yo la que busca su mirada con ansias. ¿Acaso he hecho algo mal?
-¿Rantaro...? -pregunto en un hilo de voz con las lágrimas acumulándose otra vez en mis ojos.
-Lo... lo siento. -Y se va mirando al suelo.
Doy vueltas sobre mí misma intentando buscar algo. Compruebo mi olor. Abro la cámara de mi teléfono para verme. Nada. No encuentro nada que le pueda haber espantado. Entonces, ¿qué hice mal? Perfecto, ahora necesito escapar de mi escondite hacia otro escondite nuevo. Estar aquí ahora me causa malestar. ¡Agh!, necesito escapar de la maldita realidad. No me drogaré con medicamentos que haya por ahí -como quiso hacer Miu en una ocasión-, ya lo hice alguna vez antes y sé que eso solamente empeorará mi estado. Termino yendo hasta mi habitación. Hoy es sábado y acordamos que si lo deseábamos podríamos pasar los fines de semana sin hacer nada, aunque la mayoría tiene tanta necesidad de salir -al igual que yo- que prefieren no perder el tiempo. Me dormiré. Tengo sueño acumulado y dormir durante bastantes horas me hará ver las cosas de otro modo, o eso espero, contando con las pesadillas que tengo. Me da igual, prefiero revivir mi podrido pasado antes que tener que afrontar ahora mismo lo que me preocupa. Estoy demasiado agotada como para eso, ¡no aguanto más! Necesito un respiro de tantas estúpidas emociones.
Y es que aunque la simulación no haya tenido el efecto completo que tendría que haber tenido, tengo claro que no soy ni seré la de antes nunca más. Tengo que encontrar la estabilidad que me falta yo sola, no hay otra solución.
Me tumbo en mi cama boca arriba. Veo borroso por culpa de las lágrimas que no han dejado de salir en todo este tiempo. Tuve suerte de no encontrarme a nadie mientras venía, no me habría apetecido tener que dar explicaciones encima con lo que pasó antes... ¡Esto es solo un mal día! No me deprimiré por tan poca cosa. Ahora tengo que descansar..., o intentarlo, al menos. ¡Mañana será otro día!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro