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IV

Han pasado unos seis días desde que yo también comencé la búsqueda por todo el recinto. He conseguido acumular un total de dos llaves. Junto con las del resto, son siete. Hemos calculado que con el ritmo que llevamos tardaremos un mes aproximadamente en superar todas las pruebas y salir. No sería una idea tan desagradable si al menos pudiéramos ver el cielo azul. Por lo demás no nos podemos quejar: Hay comida para alimentar una nación entera, maneras para preservar nuestra higiene y entretenernos. Suena bastante positivo, pero ya tengo ganas de ver el mundo exterior, saber cómo están mis amigos... Me pregunto que será de ellos. ¿Cómo estarán? ¿Irá todo bien? Tenemos clara la posibilidad de que Junko haya hecho de nuestra ciudad, país y quién sabe si mundo, su reino de la desesperanza. O puede que no. No tenemos pistas sobre nada de lo que ocurre ahí fuera, pero espero y deseo que todo esté bien y si por algún casual Junko tiene algo en mente deseo -como todos- frenarla en seco y vengarnos.

Es curioso como soy un símbolo de la esperanza habiendo tenido una historia tan referente a su opuesto. Y Junko, que ha tenido una vida llena de comodidades desde siempre -y una hermana en la que apoyarse por si todo salía mal- es la villana con motivaciones de pura diversión. Creo que ni aunque lo intentara, jamás comprendería que hay ahí dentro, en su cerebro.

Todo se ha tornado muy distinto desde que volvimos a la realidad. Nuestras relaciones han cambiado. ¡Hasta el negativo Ryoma está más alegre! Ya sabemos que no quiere acabar con su vida como antes, cosa que me alegra. Kokichi y Miu ya no se llevan como antes. Es decir, sí que se siguen tirando pullitas -más bien que Kokichi se las tira a Miu-, lo que pasa es que lo hacen de buena fé. O sea que su relación es buena pero se basa en reírse del otro -o quizás es que es Kokichi el que se ríe de Miu-. Y lo mejor de todo es que ya nadie detesta a Kokichi -vamos, que ya no quieren matarle-, aunque él sigue con su humor negro y perturbado. Se podría decir que, ¡sí!, ¡somos un equipo! A pesar de nuestras condiciones, me siento feliz de estar con ellos. Siento que la esperanza brota de mí y seguro que los demás se sienten igual porque somos como uno solo.

Es de noche. Acabo de terminar por hoy. Me he podido traer una llave conmigo al menos. En breve será la cena. Me daré una ducha para refrescarme.

Voy hacia el baño. Me desvisto. Tiro la ropa al cesto de la ropa sucia. Abro el grifo del agua y ajusto la temperatura. Mientras espero a que la bañera se llene, vuelvo a la habitación. Cojo del armario mi conjunto de siempre y lo dejo sobre la cama extendido. Me siento frente al tocador. Cojo el cepillo y lo paso por mi cabello. Desenredo las puntas primero, después doy largas pasadas desde las raíces. Por último, arreglo mi flequillo. Regreso al baño donde el agua ya supera el nivel medio de la bañera. Como tenemos calefacción y agua de sobra, podemos gastar tanto como queramos, por eso siempre aprovecho a darme baños con el agua casi por el borde. Siempre hacía eso siempre en mi casa. Mamá llenaba la bañera mientras yo cogía mis juguetes. Todo eso fue hasta que..., bueno, lo que ocurrió conmigo y mi vida de ensueño.

Me sumerjo en el agua hasta el fondo, así mi pelo también se moja. Al salir, me froto la cabeza con el dulce olor de cerezas del champú, mi favorito. Puede que los que nos metieran aquí supieran bastantes cosas sobre todos nosotros, pero saber hasta sobre nuestros gustos me parece algo ya preocupante, aunque tampoco es que me vaya a quejar de ello. Podría estar lavándome todos los días con jabón que oliera a algo asqueroso como la canela.

Cuando veo que faltan quince minutos para la hora acordada de la cena, me salgo y me seco. Siempre intento ser puntual aunque la mayoría de las veces me salga mal. Me peino y me visto lo más rápido posible. Me dejo el pelo suelto. Me echo algo de colonia y salgo pitando. ¡Ay, no! ¡Si no me he calzado! Retrocedo sobre mis pasos y corro otra vez hasta mi armario. Solamente tengo tres pares de botas, todas iguales. ¡Ahora sí! Salgo corriendo más rápido. ¡Siempre llevo el tiempo pegado al culo!

Llego algo tarde. Igualmente, todavía faltan algunos por llegar. Keebo, Kaede, Suichi, Maki y Rantaro ya están. El último está en la parte más apartada de la mesa. Está leyendo un libro. Qué irónico, me recuerda a cuando hace algunos días encontramos nuestros teléfonos. Pensamos que ya teníamos la vida solucionada, pero por haber no había ni señal. La mayoría solo usamos el teléfono para jugar a juegos que ya tendríamos de antes. El resto del tiempo que no empleamos en nuestra búsqueda lo utilizamos para leer, como Rantaro, o seguir explorando libremente todo nuestro entorno.

Keebo se sienta junto a Suichi y Kaede. Yo me siento frente a la parejita y al lado de Maki, poco habladora pero agradable si la conoces.

-¿Qué tal la búsqueda? -pregunta la rubia.

-He encontrado una llave. ¿Vosotros?

-Nada de nada -niega Suichi.

-Íbamos juntos. -Kaede se cruza de brazos.

-Yo he encontrado una -murmura Maki, que no había abierto la boca todavía.

-¡Yo he encontrado absolutamente nada! -Kaito, que acaba de llegar, está de buen humor, como siempre.

Se sienta al lado de la morena y tira de una de sus coletas juguetonamente. Maki se sonroja y le da un puñetazo en el brazo. Aunque trate de ocultarlo, todos sabemos que los dos sienten afecto por el otro.

El resto llegan poco a poco hasta que estamos todos. Me cambio de sitio y me quedo en frente de Miu. Está de mal humor. ¿Será que su búsqueda no tuvo buenos resultados? Prefiero no preguntarla.

-Bueno, habrá que usar todo lo que hayamos encontrado hoy -anuncia Keebo tímido.

Nos levantamos cinco solamente. Yo, Rantaro, Kiyo, Maki y Miu. ¿Miu?

-Creía que tenías mala cara porque no habías tenido suerte esta vez.

-¿Qué ladras de suerte? Todo está aquí, perra. -Me señala su sien con orgullo.

Miu tiene un bonito modo de mostrar su afecto hacia las personas. Me gustaría verla acariciando un gatito.

Cada uno introduce la llave en su correspondiente cerradura. ¡Ahora ya tenemos cinco probabilidades más de salir!

Al volver, empezamos a cenar.

Hay silencio. Todos pensamos en lo mismo: en las ganas que tenemos de salir por fin de este infierno. Estamos intrigados por conocer la situación exterior. Por volver a ver a nuestros seres queridos, si es que siguen vivos. Creo que tendría que haber accedido a ir acompañada de la que entonces era mi mejor amiga a clase, antes de que un montón de desconocidos nos secuestraran a todos y nos metieran aquí. Estaba tan paranoica por mi trastorno que evitaba cualquier contacto por pensar que moriría de alguna enfermedad. ¡Qué vergüenza me da pensar en eso!

Estoy charlando con Miu de lo que queremos hacer cuando salgamos. Ella tiene planeados un montón de inventos. Ya ha cambiado su idea de hacer un montón de máquinas -o trastos, como los llama ella ahora- que sirven para hacer algo mientras duermes. Parece tener en mente una idea para el primer prototipo de máquina del tiempo. Aquí no tiene el material que necesita, lo tiene en el estudio de su casa, así que no puede ocupar su tiempo en ese proyecto.

Rantaro lleva sin quitarme ojo de encima. Me inquieta lo que pueda estar pensando. No es que crea que él puede estar planeando torturarme, pero me parece algo atípico. Se ha sentado solo y es el más altruista de los que estamos aquí y puede que de los que haya en el resto del mundo. Tampoco le doy importancia excesiva y vuelvo a mi conversación con Miu.

-¿Qué hacías mirando al perroflauta? ¿Es que quieres rollo con él? -Claro, yo me he quedado mirándole a él y he dejado de escuchar a Miu, no me sorprende que suelte algo así.

-Pensaba que la única digna del mote de "perroflauta" era Angie -menciono evadiendo el tema.

-¡Nah! -responde peyorativamente-. Ella se merece el título de "lunática". Creo que la viene mejor. -Y pone una expresión digna de un monarca.

Creo que nunca creí que conocería a alguien como Miu. Todos mis amigos eran normales, por así decirlo. Aunque aquí todos sobresaltamos de lo ordinario, claro está.

-¿Y cuál es mi mote?

-La doctora Poppins -dice pensándolo bien.

-¿Poppins? ¿Eso viene a cuento de qué? -pregunto con una sonrisa inquisitiva.

-A cuento de que eres prácticamente perfecta en todo, como Mary Poppins -responde quitándole importancia. Sin evitarlo, me enrojezco. No estoy acostumbrada a los cumplidos y menos viniendo de alguien como Miu, que es más de criticar incluso sin conocerte.

Termino de cenar de las primeras. Realmente no tenía demasiada hambre. Antes de irme me sirvo un vaso grande de agua fría por si acaso en la noche me da sed.

-¡Catherine! -me llama alguien. Qué siniestro. Esa persona y yo estamos en el pasillo casi a oscuras.

Me doy la vuelta. ¿Rantaro? Al tenerle a unos dos metros, tan poca distancia, siento que mi corazón late con más fuerza. No puedo mantener su mirada que me atraviesa y miro hacia otro lado. A pesar de la poca iluminación noto cómo me sigue mirando.

-¿Qué qui-quieres? -Y ahora vuelvo a tartamudear, perfecto. Sé que todo es provocado por su presencia. No creo que ser tan vulnerable a él sea algo bueno.

-Te quería decir que... -Duda un momento y sacude la cabeza-. Emm... Es que te has dejado la llave de tu habitación.

¡Oh, mierda! Me apuesto el cuello a que me las dejé en la mesa y Miu le pidió "amablemente" que me las llevara a mí.

"Maldita Miu". Aunque no me importa que él haya venido hasta aquí.

-¡Ah! Qué despistada soy... -Me sonríe. Agh, no... Su sonrisa es tan... tan... perfecta. Creo que ya estoy roja otra vez-. A-a ver si adivino. Miu te p-pidió que vinieras -digo para intentar desincomodarme. Tiene el efecto contrario.

-Pues sí. ¿Es que no querías que viniera yo? -pregunta arqueando sus cejas.

-¿Q-qué? ¡Pues claro que no! -Me estoy dando cuenta de las estupideces que estoy diciendo. "¡Tierra trágame!". Un pequeño rubor también aparece en sus mejillas-. Qui... quiero decir..., que me parece b-bien que vengas.

Simplemente se echa a reír con una mano en la nuca. Yo le inquiero con la mirada entre confusa y abochornada porque no entiendo muy bien a qué viene eso. ¿Se estará riendo de mí?

Parece que se da cuenta de mi incomodidad y como si me hubiera leído la mente me dice:

-No me río de ti. ¡Es que eres adorable cuando te sonrojas! -Eso era lo único que hacía falta para que mi mente se abrumara del todo.

Me siento terriblemente fuera de lugar. Quiero irme ya a dormir. Igual es por eso por lo que no me puedo tomar las bromas como lo que son: ¡bromas! ¡Sí, tiene que ser eso!, porque yo suelo ser bastante divertida. No me suelo enfadar con las bromas de Kokichi o de Miu. Si Miu hubiera venido en lugar de Rantaro y también hubiera hecho de las suyas lo más probable es que la hubiera cortado el rollo. ¡No es nada más!

-¿Ra-Rantaro?

-¿Qué? -me pregunta inocentemente. No puedo ser ni un poco cortante con él...

-¿Me das las llaves de mi cuarto? Tengo sueño...

-¡Ah, por supuesto! -Y me las da-. Tener sueño es bueno. ¡Así dormirás bien!

-Sí, supongo que sí. -Me doy la vuelta y me empiezo a ir.

-...aunque no tan bien como si durmieras conmigo... -¿Que QUÉ?

-¿Q-qué d-dices? -Me he dado la vuelta bruscamente con toda mi cara de un tono carmín. Y la maldita iluminación no ayuda: Rantaro está a contraluz y solo puedo distinguir una sonrisa traviesa. Espero que no se vea mi cara de alucinación.

¿Una sonrisa traviesa? Eso es algo nuevo en él. Supongo que al fin y al cabo no lo sé todo sobre el verdadero Rantaro, no aún.

-Nada, nada... -Se da la vuelta y se va-. Buenas noche, Catherine. Y ten cuidado con las llaves para la próxima.

Me quedo estupefacta en mi sitio. Era yo la que se quería ir y dejarle a él con la palabra en la boca y finalmente ha sido al revés. ¡Qué ironía! No entiendo por qué ha dicho eso. Es como si quisiera que durmiera con él... Retuerzo mis piernas incomodada al pensar eso. Finalmente regreso a mi habitación, me pongo mi pijama, me meto en la cama y me duermo casi al momento. Tenía tanto sueño que ni siquiera mis pensamientos inquietantes me bloquean el paso al mundo de Morfeo.

[...]

Me despierto con ese estúpido comunicado que aunque ellos ya no estén, tiene las odiosas voces de los Monokubs. Son las siete de la mañana, tengo por delante un día lleno de quehaceres que solamente quiero terminar por todo lo que nos espera después, que puede que sea peor que todo esto.

Me desperezo. Me lavo la cara. Me visto. Bajo hasta el comedor. Ya han llegado algunos que han podido despejarse antes. Supongo que el resto irán llegando, como siempre. Me sirvo una taza de té, un vaso de zumo y un par de napolitanas. Me siento en una mesa de dos sola. Espero a que Miu por fin termine de maquillarse -porque ella siempre se levanta a la primera y con energía pero se le pasa el tiempo arreglándose- y aparezca por la puerta que no dejo de mirar. Algunas veces nos sentamos solas, a veces con los demás, pero siempre juntas. Sigue pareciéndome raro como alguien tan engreído como lo es ella ha querido ser mi mejor amiga. Da igual, porque los lazos que se forman en esta escuela son imposibles de romper, supongo que eso es una de las pocas cosas positivas de este escenario.

-Hey, tabla de planchar -me llama a gritos nada más verme al entrar por la puerta. Con las confianzas finalmente me ha apodado cariñosamente a su modo y de muchas maneras.

-Buenos días, Miu. -Yo, como siempre, saludo simpáticamente.

-¿Qué tal con el perroflauta? -pregunta maliciosamente-. ¿Te le follaste?

-¡Dios, Miu! ¡Pues claro que no! Que te quede constancia de que somos amigos. ¡Amigos! -increpo suficientemente alto para que se quede grabado en su cabeza. Quizás demasiado.

-Vaya, vaya... No te pongas agresiva, gatita. No te preocupes, no me volveré a meter con tu follamigo. ¡Palabra de mejor amiga! -me replica con aire chulesco.

Yo pongo mis ojos en blanco y me preocupo en terminar mi desayuno. Mientras Miu habla de todos los rollos de una noche que tuvo antes de entrar aquí, yo busco disimuladamente la mirada de alguien. Y ese alguien efectivamente está en el comedor. Y me está mirando de reojo disimuladamente también. ¡Mierda! ¿Habrá oído lo que hablábamos?

Nada más dejar mis residuos colocados, me largo antes de que a alguien se le ocurra pararme. Con alguien me refiero a Miu o a Rantaro.

-¡Catherine, espera! -Falsa alarma, es Kaede.

-Buenos días, Kaede. ¿Necesitas algo? -saludo con la mejor de mis sonrisas.

-¡Sí! Yo me preguntaba si querías hacer la búsqueda hoy conmigo.

En otras condiciones me habría negado. Creo que si todos buscamos individualmente saldremos antes, pero existe la posibilidad de que me encuentre a Rantaro y si estoy sola y me gasta otra broma como la de ayer no creo que me vaya a hacer mucha gracia, aunque ya no tenga sueño. Por el contrario, si voy con Kaede me ahorraré algo así.

-¡Pues claro! ¡Será divertido!

Quedamos en las escaleras. Antes tenemos que coger algunas cosas. Hemos acordado que íbamos a buscar el número quince de la lista, que es una clave en este caso.

De mi habitación cojo una linterna, algunas chuches para picotear después y un bolso pequeño para recoger las pistas. Vamos a estar ni más ni menos hasta casi la hora de la comida registrando toda la escuela. Propusimos dos opciones: o buscar desde la mañana hasta el mediodía o del mediodía hasta la noche. Yo dependiendo del día hago una de las dos, aunque suelo hacer cosas productivas durante la mañana para vaguear durante el resto de la tarde.

-¡En marcha! -me dice la rubia cuando por fin nos reunimos.

Este parece un día como otro cualquiera de los que nos esperan durante un mes, más o menos.

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