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•IV•

El sol había hecho paso por la ventana del hospital y, al hacerlo iluminó el rostro de Myke, este al ver esto puso su mano en su rostro usando esta como escudo «¡maldición! ¿que hacía allí?» Pensó.

Se levantó del lugar en donde estaba sentado u dormido y, se estiró a tal punto que la camisa que tenía por dentro saliera logrando hacer ver a la chica que lo miraba hace una hora con atención ver el tatuaje que estaba en la parte baja de su abdomen. Un rayo había allí pero esta vez con algo escrito al lado. Él se percató de la mirada de ella y se dió paso a sonreír, una sonrisa coqueta y amigable la cual no era frecuente de su parte.

-Buenos días, Lizzie.

-Buenos días, y mi nombre es Elizabeth. -Eso había bastado para hacerlo enojar, nadie, absolutamente nadie tenía el poder de contradecir lo que decía.

-Para mí eres, Lizzie ¿algún problema con ello? -Esta de inmediato negó, su figura hacía que cualquier persona se volviese sumisa, aunque acostumbrada ya estaba así que no era nada nuevo.

-¿Quién eres?¿qué haces aquí?¿acaso te conozco? -Una sonrisa se posó sobre sus labios, y luego de ello la miró con atención.

-Yo soy todo lo que quieras que sea.

Ella se sorprendió por su respuesta aunque esperaba una en general: ¿qué hacía allí?

-Yo... Muchas gracias por esto, por quedarte. -Tras esas palabras se trató de incorporar pero fue en vano, un jadeo lleno de dolor salió de sus labios haciendo que los ojos de ella se pusieran como el cristal limpio, transparente; ella bajó la mirada y eso hizo que las lágrimas cayeran como cascadas por sus mejillas «¡duele!¡duele mucho!» pensó. Trató de sonreír pero al hacerlo solo pudo salir una mueca, todo su rostro dolía... Ella debía alejarse sinceramente de Connie.

-No hagas esfuerzo. -Y esas fueron las últimas palabras que pronunció, luego de ello sólo salió de la habitación.

Ella miró alrededor de esta y se dió cuenta que era un hospital privado, no sabía cómo iba a pagar eso, pasarían diez meses donde trabajaba y solo así podría pagar ello; vergüenza, eso sentía. Era una chica sin nadie que la pudiese ayudar, no quería llamar a sus padres, eso podría ser una muestra de que no le estaba yendo bien, con Connie había cortado -eso creía- no sabía que hacer, no tenía donde caerse muerta... Ella lograba dar pena.

Vió enfrente su abrigo, en el cual había guardado su teléfono la noche anterior. Se levantó con el dolor de su alma, de su cuerpo. Tomó el abrigo en sus manos y desde que logró conseguir el teléfono marcó el número de su padre.

Llamada telefónica

-Papá.

-Hola, mi niña ¿qué pasa? -El padre de Liz no había tomado desapercibido el sonido de su voz, estaba apagada, lastimera.

-Necesito tu ayuda papá.

-Claro mi niña ¿qué necesitas? -Un granito de esperanza se había instalado en su pecho. Pensó en una excusa rápida y creíble para que así no hubiesen tantas preguntas.

-Yo... Estoy en un hospital, tuve un accidente... En el auto en que venía... Ehm... chocamos contra otro auto... Yo iba atrás por eso no me afectó tanto... -Un jadeo salió de los labios de su madre, el teléfono estaba en voz alta.

-Hija, yo... -«¡no, no, papá! No me hagas esto ahora, te necesito, necesito a mi papá» pensó.

-Ya entendí papá, no te preocupes.

-Hija lo siento, pero tuvimos que pagarle algo a tu hermana... Ella necesita más dinero, cariño, más que tú... -Eso que escuchaba no podía ser cierto, no, no, eso no podía ser posible ¿como es capaz de decirle un padre eso a un hijo? Tenía tantas ganas de odiarlo, de faltarle el respeto, pero no. No podía, era su papá, era su primer amor.

-Adiós, señor Mcgrahan.

Fin de la llamada telefónica

•⚡️•

Había salido de la habitación de la chica, tenía cosas que hacer: ya había perdido tiempo en una chica tan insignificante.

Caminó hasta la recepción del hospital para saldar la deuda de los gastos. Las chicas se le quedaron mirando descaradas y el solo las pudo mirar de una manera fría y distante; no tenía ganas de ligar. Al terminar se dirigió a uno de los baños del hospital y se lavó la cara, se miró en el espejo y luego de decir "te odio" se retiró. Ya era costumbre hacer eso.

Al subir las escaleras pasó por la cafetería del hospital y de inmediato tomó algo lo cual fuera digno de comer.

Al conseguir algo decente, caminó hasta la habitación de la chica. Tenía asuntos demasiado importantes que resolver, no sabía que hacía aún ahí.

Se detuvo abruptamente y al hacerlo se detuvo a examinar el cuerpo de la chica el cual estaba doblado por el dolor, lloraba a montones y vió que una de sus manos estaba con un teléfono, allí dedujo que había conseguido hablar con alguien y que al parecer ese alguien pudo lograr hacer que un dolor creciera en su interior. Su mano con el teléfono temblaba y su cuerpo también, el veía como el cuerpo de ella comenzaba a convulsionar y de inmediato se dirigió hacía ella, no sin antes desocupar sus manos de la comida.

Al llegar hasta su cuerpo este se estremeció y, las manos de Myke se sintieron quemar literalmente. La emoción que sintió Liz, al sentir alrededor de su cuerpo las manos del chico fue increíblemente indescriptible, estaba completamente sorprendida por lo que sintió «solo sientes una ilusión» pensó, fue imposible no pensar ello cuando recién se conocían y el ni siquiera la había visto de una manera más detallada, ella era de las chicas que pensaban que los chicos sólo se fijaban en el físico ¿a quién le iba a mentir? Su cuerpo era pequeño al igual que ella, aunque tenía en su cuerpo lo que era considerable. No se quejaba de su cuerpo, pero si de su vida.

-Tranquila, Lizzie.

-Suéltame por favor, no me conoces, no me toques. -El puso los ojos en blanco ¿como era posible que ella no lo conociera? ¡todos lo conocían! Sentía molestia por ello y tuvo que apretar su mandíbula para poder tragarse el enojo que sentía.

-Solo callate. -Al decir aquello sin querer apretó su agarre haciendo que un grito lleno de dolor salieran de los labios de la chica, este por la impresión del grito y la magnitud del agarre de las manos de ella la soltó haciendo que esta cayera al piso.

«¡Mierda, Myke! ¿qué carajos te está pasando?»

De inmediato la volvió a tomar como si fuese un bebé y la subió hasta la camilla acomodando su cuerpo de manera cómoda en el acto, al terminar añadió: - Lo siento.

-No, no lo sientes. Esto duele mucho y tú solo sin conocerme estás aquí... Te agradezco pero quiero que te vayas por favor, has estado mucho tiempo aquí y de seguro tienes cosas que hacer. -Las palabras habían salido de sus labios y no fueron ofensivas, fueron calmadas, relajadas y amables.

El suspiró, la miró detalladamente y se fijó especialmente en sus ojos cafés, su cabello castaño aún seguía como la noche anterior: maltratado y entre nudos en las puntas. Al volver su cuerpo hasta la puerta su dulce voz había sonado en la estancia.

-¿Como te llamas? -Sus músculos se pusieron tiesos.

-Llámame rayo. -una mueca extraña fue mostrada por la chica al escuchar el apodo extraño.

-¿Por qué rayo?

-Porque en el momento en que trates de luchar contra mi, morirás. -Su boca formó una perfecta 'o' y, el chico volteó a medias su rostro, lado en el cual estaba su tatuaje; vió por el rabillo del ojo su expresión y de manera ladina sonrió saliendo de la habitación.

•⚡️•

-Lucas.

-¿Si, señor? -Si, así era, el debía respetar a Myke después de que estuviesen tras las puertas de ese despacho. Una casa u fortaleza más bien era en la que vivía Myke, sólo. Completamente solo.

-Necesito que vayas al hospital privado, no es necesario el nombre porque sabes cual es. En el camino compra ropa para una chica pequeña y que las tallas no sean tan grandes, ella es pequeña. La acompañas a su casa y luego de que vengas pegas tu trasero a la silla y investigas todo de ella. -El chico se sorprendió un poco pero luego de ello sólo asintió y salió de la estancia y se fue directamente hasta una tienda.

Se subió a su auto, manejó hasta una tienda más cercana y compró ropa. De inmediato se fue directamente hasta el hospital, y al estar allí recordó que el número de la habitación no se lo había dicho; un suspiro salió de sus labios y marcó el número de su jefe.

-Jefe.

-¿Qué quieres, Lucas? Estoy demasiado ocupado. -Sus ojos se colocaron en blanco y una carcajada sin humor salió desde lo más profundo de su garganta.

-El num...

-403, Adiós. -Y así cortó la llamada y lo que antiguamente iba a decir ¡cuanto lo enojaba eso! Pero solo se lograba molestar poco porque luego ese enojo se iba disipando. Myke era más que su jefe, era su amigo y hermano aunque ningún lazo sanguíneo los uniera, Lucas cuando conoció a rayo no estaba en lo correcto, se sorprendió en el momento en que el le estaba robando y este le sonrió y solo supo pronunciar un "trabajarás para mí".

Caminó hasta la habitación de la chica y tocó la puerta, no recibió respuestas así que entró sin permiso. En la habitación no había nadie así que examinó todo, al percatarse de que la habitación estaba completamente vacía se sentó en uno de los muebles.

Un sonido se escuchó y alguien se dió paso a ser parte de la estancia, esta estaba más bien en el baño de la misma habitación sólo que el no se dió cuenta. Al él verla de píe y examinar todo en lo que portaba una mueca se había apoderado de su rostro «¡ja! ¿por eso había dejado a las dos mujeres la noche anterior? Esa chica no tenía nada que ofrecer, su cuerpo parecía el de una niña» pensó.

Ella al percatarse de su mirada se decepcionó, era como todos. No dijo ni una palabra y caminó hasta la camilla de la habitación, al estar estirada completamente suspiró y miró al chico.

-Aquí traigo ropa, rayo la mandó para ti, mi labor está hecha aquí por ello daré paso a retirarme.

Y sin más, salió.


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