🍁Epílogo🍁
La casa de campo de la familia So se encontraba en una colina, por la ventana se podían ver los extensos campos de hierba corta, de un verde intenso, que combinaba perfectamente con el celeste brillante del cielo despejado.
El hijo mayor de Yi Jeong y Ga Eul estaba mirando por la ventana como su madre cuidaba del jardín. Las flores de botón azul pronto brotarían de las macetas y debían ser trasplantadas antes de que eso suceda.
Al hijo mayor de los So, Ya Jeong le encantaba dibujar, aunque había heredado el talento de la alfarería de su padre, el pequeño príncipe So también disfrutaba de todos los tipos de artes, pues así le había enseñado su madre Ga Eul. Ya Jeong disfrutaba mucho más las visitas a su casa de campo desde entonces, pues tenía la oportunidad perfecta para retratar las flores del jardín de su madre en el cuaderno de dibujo que le dieron por su cumpleaños.
Mientras tanto su padre permanecía en la sala junto a su hermana pequeña. La princesa So, tenía apenas unos meses de edad y ya era muy curiosa por el mundo que la rodeaba.
Las manos de la pequeña Na Eul jugaban con el dobladillo de la camisa de su padre, Yi Jeong tenía que soltar las pequeñas manos de su hija del cuello de su camisa varias veces al día, pero sin duda disfrutaba cada momento que pasaba junto a sus hijos jugando con ellos.
Na Eul solía tirar del cabello de Yi Jeong cuando él la cargaba y también del cabello de su hermano mayor Ya Jeong, ese día en especial lo hizo porque Ya Jeong quería llevarla fuera de la casa, para ver el jardín de flores que cuidaba su madre, más de cerca.
—Papá, quiero ir afuera con mi hermana —aviso Ya Jeong en lugar de pedir permiso.
—Bien, pero yo la llevaré. —Yi Jeong que solo se descuido un segundo para cambiarse de ropa, tuvo que volver con ellos rápidamente y tomar a Na Eul en sus brazos antes de que Ya Jeong perdiera el equilibrio.
El hijo mayor de Ga Eul y Yi Jeong tenía siete años, era alto para su edad y eso lo hacía parecer maduro, aunque en realidad era muy travieso y también había heredado la personalidad refrescante de su padre que lo hacía un chico encantador en todo sentido.
La hija menor Na Eul, tenía siete meses de edad y apenas empezaba a demostrar su personalidad que parecía ser igual a la de su padre, aunque en físico se parecía más a su madre. Na Eul era una bebé muy encantadora y adorada por su familia, en especial por su hermano mayor que siempre cuidaba de ella, aunque a veces podía ser un poco impulsivo.
—Ya Jeong, Yi Jeong trae a Na Eul y vengan por aquí —pidió Ga Eul para mostrarles el jardín a sus hijos.
La mansión de verano de los So estaba rodeada por un extenso terreno fértil, donde Ga Eul plantó junto a Yi Jeong varios tipos de flores. Sus favoritas definitivamente eran los tulipanes blancos que Yi Jeong una vez le regaló en su pedida de matrimonio, pero también habían en su jardín flores de todo tipo, tamaños y colores. Incluso una flor que le traía recuerdos agradables de vez en cuando.
—Mamá como se llaman estas flores —señaló Ya Jeong pues el pequeño no recordaba haberlas visto antes florecer.
—Tienen un nombre muy lindo, se llaman nomeolvides —mencionó sonriendo al recordar a una persona que no veía hace un tiempo.
—¿Qué significa su nombre? —preguntó el príncipe So intrigado.
—Simboliza el amor eterno y la memoria de ese sentimiento —le contó su padre Yi Jeong interviniendo en la conversación observó a Ga Eul, mientras decía esas palabras.
—Así es, aunque a veces se dice que no hay nada que duré para siempre. Esta flor simboliza una promesa eterna que próspera en el corazón, donde no existen límites —añadió Ga Eul.
—Ahora quiero dibujarlas aún más, ¿cuándo florecerán? —preguntó Ya Jeong.
—Ya falta poco, ¿ves su capullo? —indicó Ga Eul—. Pronto brotaran flores azules con un centro amarillo, son muy pequeñas, pero a la vez realmente hermosas.
—Son como mi hermana Na Eul, no puedo esperar a que crezcan ¡Ya quiero verlas! —exclamó Ya Jeong emocionado.
—Na Eul también debe crecer para que vea lo genial que es su hermano mayor. —Ga Eul tomó a la bebé en sus brazos dejando libre a Yi Jeong para que este levantará a su hijo en sus hombros.
—Sí, quiero que diga primero mi nombre. Vamos Na Eul, di Ya Jeong o mejor hermano mayor —pidió él mientras su padre lo tomaba en brazos.
—Nada de eso, primero me llamará papá —decretó Yi Jeong celoso por obtener las primeras palabras de su hija.
—Sigan soñando chicos, porque mi bebé dirá primero mamá, ¿verdad mi princesa? —Ga Eul jugaba con su hija en brazos y la acunaba suavemente, mientras besaba con delicadeza sus mejillas para hacerla reír.
La familia se veía muy feliz, en los momentos que pasaban juntos cada recuerdo era valioso y preciado. Desde caminar juntos durante los paseos a lugares hermosos, picnics al aire libre cuando el clima era bueno, hasta los días lluviosos cuando se quedaban dentro de casa junto a los niños, se divertían leyendo libros o con algún juego de mesa, mientras tomaban una bebida caliente y dulce que a sus hijos les encantaba. Los días pasarían quizá rápidos cuando se divertían y lentos cuando habían problemas, pero entre estaciones cálidas y frías, la primavera siempre llegaba hasta la familia So.
Durante su estación favorita existía la promesa de siempre estar juntos y reunirse si estaban lejos. Incluso cuando sus hijos crecieron y formaron sus propias familias, esa promesa nunca se rompió. El tiempo pasó y quienes iniciaron aquella promesa desaparecieron de aquel mundo, pero sus descendientes aún recordarían la calidez de sus actos y la enseñanza que les dejaron. Al parecer lo que solía decir Ga Eul, era verdad, aunque muchos digan que nada es para siempre, existen las promesas que se vuelven eternas si se guardan en los corazones, y es que ese es el único lugar en el que jamás existieran los límites.
🍁🍁🍁
—¿No hay límites para el amor? —preguntó Yi Jeong, mientras estaban sentados a la sombra de un árbol viendo a sus hijos jugar juntos corriendo por el campo.
Ya Jeong y Na Eul ya tenían catorce y siete años respectivamente. Ambos hermanos eran revoltosos como cualquier niño y como niños les gustaba correr libremente. Pronto ellos tomarían sus propios caminos y vivirían sus propias historias, lejos del armonioso hogar de sus padres. Mentirían si sus padres dijeran, que no les preocupaban los problemas y los obstáculos a los que se enfrentarían sus hijos en el futuro, pero confiaban lo suficiente en ambos como para dejarlos experimentar sus propios caminos. Además, tanto Ga Eul como Yi Jeong estaban seguros de que sus hijos sabían, que siempre tendrían un lugar al cual regresar si las cosas se complicaban, podían descansar nuevamente a su lado recuperando energías en cualquier momento, para volver a salir al mundo y enfrentarlo con más fuerza que antes.
—Por supuesto que no, el amor siempre gana. No tiene límites. Espero que no lo olvides —replicó Ga Eul afirmando lo que creía con seguridad.
—Ya veo, jamás podría olvidarlo, lo prometo. —Yi Jeong tomó la mano de su esposa con delicadeza y entrelazo sus dedos como de costumbre, en un gesto que solo ella podía recibir, besó el dorso de su mano en señal del amor y la lealtad que le tenía.
—Seré mejor que recuerdes tu promesa y que te amo —respondió Ga Eul para acercarse a los labios de su esposo y besarlo.
🍁Fin.🍁
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