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Todo termina, todo empieza.

Era un día de verano más en Clemencia. El sol brillaba con fuerza, el aire era cálido y la sombra era un sitio que se buscaba con anhelo. El atardecer se acercaba y traia cierto alivio con él, y mientras la mayoría de las personas disfrutaban del agua y el calor, ellos se aislaban en el sitio más lejano del club para no ser molestados. Todo era verde y azul a su alrededor, y podían oír el sonido del arroyo cerca como una música calma.

Más allá de estar de vacaciones, disfrutar del aire libre y estar rodeado de amigos era algo raro para él, no podía decir que lo odiaba. Con el tiempo, aprendió a sentirse más cómodo con otras personas, con hablar y con demostrar cómo se sentía.

Si hace un año le preguntaban qué era lo que veía en su futuro, jamás hubiese respondido medianamente cerca a la realidad.

— ¿Crees que si tomo este curso sería bueno? Desde la empresa me ofrecieron un mejor puesto, pero quiero perfeccionarme —comentó Aria, recostada en el suelo, con la cabeza sobre la panza de él, quien estaba con los ojos cerrados, disfrutando de la calma.

— Eres buena en lo que haces pero nunca es malo ser mejor, estoy seguro que si te lo ofrecieron es porque esperan mucho de ti —respondió, abriendo un ojo para echarle un vistazo a la página que ella le mostraba desde su teléfono. Ella le sonrió, mostrándole otra página.

— ¿Y este? ¿quieres hacer un curso de pintura conmigo? —su pregunta sonó a súplica, y él sonrió.

— Haré lo que tu quieras, amor —respondió, satisfaciendo sus deseos de adentrarse en el arte como siempre había querido.

A unos pasos de ellos, se encontraban Simón y Mora jugando al voley contra Liam y Laurent. Ninguno de los dos sabía cuánto llevaban jugando pero por las expresiones, suponían que Liam y Laurent iban ganando. El dúo no paraba de mirarse entre sonrisas, chocando las manos y haciéndose señas, mientras que Simón y Mora los maldecían por ser tan malos ganadores.

— ¿Él te ha dicho algo? —inquirió Aria, mirando a Liam, luciendo más brillante que nunca.

— No —respondió Ezio—. Él sigue creyendo que no sé nada, pero solo estoy esperando el momento justo para que declare y deje de negarme que es no es un mentiroso o que Laurent no tenía preferencia —agregó, haciendo que Aria riera divertida por esa extraña competencia, en la que prácticamente todo el grupo sabía que Liam y Laurent salían pero se negaban admitirlo para no perder contra un Ezio que aseguraba que eran unos hipócritas por mentirosos y negar que siempre habían tenido preferencia.

— Son peores que niños compitiendo —declaró Aria, mirándolo con cariño. Ezio apoyó su cabeza sobre su brazo, sonriendo divertido, acariciando el pelo de ella con su mano libre.

Era feliz con ella y con los demás, y aunque a veces sus días no eran los mejores, encontraba más razones para sonreír y seguir.

— Prima, ¿podrías dejar de perder el tiempo en tu fase de luna de miel y venir a ayudarnos? Estamos perdiendo de forma vergonzosa —gritó Simón consternado y perdido.

Ezio y Aria se sentaron, notando la diferencia de ánimos, y aunque sabían que harían poca diferencias si se unieran, aún así lo hicieron.

— Tendríamos que habernos quedado con Ezio y no con ella —comentó Mora, luego de reiniciar la partida, dándose cuenta que Ezio era un mejor deportista más allá de lo buena que era Aria.

Ofendida, Aria miró mal a su amiga que le dedicaba corazones con sus manos, y Ezio rió girándose hacia su equipo para asegurarse que todos estuvieran de acuerdo que ganar era la única opción.

Era extraño y gratificante que la vida había hecho que todos se reunieran, Ezio podía sentir que estar rodeados de ellos era lo correcto y así siguieron pasando el día entre bromas, juegos y en compañia.

**

Para cuando la noche caía todos estaban agotados y de a poco se fueron yendo; primero Simón, luego Mora y más adelante Laurent con la promesa de cenar juntos.

La oscuridad nocturna los encontró a los tres juntos en la casa de Ezio, rodeados de la calma de la música y la soledad. Permanecieron meditabundos por unos minutos, acomodándose en la comodidad del sillón con la vista en la televisión pero sin prestar atención a ella.

— Hoy fue un buen día —dijo Liam suspirando pesadamente, con una suave sonrisa, cerrando sus ojos y apoyando su peso sobre Aria que se encontraba en medio de los dos.

— Fue divertido, creo que deberíamos pasar más momentos así —concordó Aria.

— Tengo que bañarme pero estoy demasiado cansado para levantarme —dijo Ezio bostezando y enlazando sus dedos con los de Aria.

Lentamente, los tres se fueron adentrando en un suave sueño sin imágenes de dioses, ni guerras ni muertes. Se fueron dando cuenta de a poco la forma en que esas imágenes se iban disolviendo cada vez que cerraban los ojos. El pasado que los sentenció, de alguna forma, fue quedando atrás, quedando como recuerdos de lo que fue. Una memoria que los uniría por siempre, y que era el motivo por el que ahora vivían más libremente.

A medio camino del sueño y la realidad, Ezio se vio a sí mismo en un espejo. Pero el reflejo que veía en el espejo era Zander. Un Zander viejo, solitario, corroído por el odio y el rencor, miserable por lo que perdió. Dudoso, Ezio se acercó un poco más, analizándolo con curiosidad, dándose cuenta que ese no era el destino que quería ni elegía. De a poco, las marcas de los años se fueron evaporando del rostro de Zander hasta llegar a una edad similar a la que tenía Ezio. Había un aura brillante y esperanzadora que lo rodeaba, muy diferente a la que vio primero. Lucía feliz, tranquilo, libre de remordimientos y odio.

Con un suspiro, Ezio sonrió con melancolía. Ese era el Zander que quería ver y por el que quería vivir feliz, quería hacerlo orgulloso de haber hecho lo correcto, de preferir vivir con lo positivo antes que quedarse con lo negativo, dejar de pensar en los demás y vivir por él.

— Prometiste que los encontrarías, y lo lograste —le dijo sonriendo, sintiendo silenciosas lágrimas caer por su rostro. Del otro lado del reflejo, Zander sonrió con felicidad. Una sonrisa que no siempre tenía pero cuando estaba, lo hacía ver tan brillante como el sol.

— Así es, supongo que ahora es tiempo de disfrutarlo —le respondió, plantando la duda en Ezio.

— ¿Qué va a suceder ahora? ¿Esto terminó? ¿Habrá más vidas? —preguntó, viendo como Zander se encogía de hombros.

— Eso no lo sabemos, solo resta esperar y ver qué sucede, pero supongo que si hay una o más vidas, siempre nos encontraremos pero esta vez liberados de nuestras maldiciones —le dijo—. Dile a ambos que los quiero —agregó justo en el momento en el que el espejo perdió su brillo, y Ezio comenzó a gritar su nombre para que volviera.

— Ezio, despierta —una suave voz lo trajo a la realidad, como una sirena que lo encantaba. Parpadeó, viéndose en la sala de su casa, enceguecido por las luces. Aria lo miró sonriente, acariciando su rostro con ternura. Le gustaba despertar así, y quería hacerlo el resto de su vida—. Laurent trajo comida, ¿vamos a cenar? —le preguntó con entusiasmo.

Acomodándose en el sillón, vio que Liam no estaba allí y que Aria había aprovechado el tiempo para bañarse en su ducha. Él quedó detenido, admirandola, perdido en sus sentimientos. Se acercó a ella para darle un breve beso en los labios y abrazándola, necesitando tenerla cerca.

— Te amo —susurró sobre la piel de su hombro. Sabía que era pronto, que quería tomarse las cosas con calma, pero llevaba guardando eso desde hacía años o millones de años—. Como Zander nunca tuve la oportunidad de decirtelo, como Ezio necesito que lo sepas... te ame en el pasado y te amaré en el futuro, no importa cuantas vidas pase, siempre serás mi amor —se aferró a ella, estremecido por un conjunto de emociones que no podía distinguir.

Aria se tensó al no esperar sus palabras, quedó boquiabierta hasta que su corazón comenzó a latir desenfrenado y procesó lo que ocurría. ¿Pensaba que era muy pronto? Si, pero al mismo tiempo era como si hubiera estado esperando cientos de vidas por esas palabras.

Lo abrazó con fuerza por el cuello, besando la cima de su cabeza y acariciando su pelo, sonriendo incontrolablemente.

— Yo también te ame, te amo y voy a amar, pase lo que pase —sonrió con los ojos con lágrimas acumuladas.

Los besos de Ezio se esparcieron desde su hombro hasta su cuello hasta llegar a su mejilla y labios. Podía estar así por horas, pero la realidad no era tan paciente con ellos.

— ¿Pueden dejar de besarse y venir a comer? —preguntó Liam sonando casi resignado. Aria y Ezio se separaron, él quitó las lágrimas de ella y le sonrió antes de dedicarle miradas venenosas a su hermano mientras se ponía de pie.

— Callate la boca que eres el menos indicado para hablar. Tú llegas tarde a todo seguramente por hacer lo mismo con Laurent —exclamó acusándolos abiertamente.

Liam quedó en blanco, boquiabierto, a medio camino de un reproche. Laurent por su parte, escupió la bebida que estaba tomando, y tosiendo para salir del ahogo.

— ¿Cómo?¿Desde cuándo lo sabes? —preguntó confundido Laurent, golpeándole el hombro a Liam para sacarlo de la pausa.

— Creo que nunca fueron demasiado sutiles, supongo que a la semana ya me di cuenta —respondió acercándose a ambos con mirada fría—. Y tú decías que no tienes favoritos —le siseó a su amigo.

— Yo no tengo... —Laurent comenzó a defenderse hasta que decidió darse por vencido, suspirando lentamente y pasando sus manos por su pelo—. No puedo evitarlo, nunca me fue fácil ignorarlo o decirle que no —se encogió de hombros con suavidad.

Ezio meneó la cabeza, posándose frente a su hermano que continuaba viéndolo en silencio y con la expresión en blanco. Ladeando su cabeza con una sonrisa gentil, Ezio posó su mano en su hombro.

— No puedo creer que me mintieras cuando te quejaste de mi por mi relación con Aria —murmuró simulando estar ofendido. Liam parpadeó y sonrió con tensión.

— Nunca supe que pensarias al respecto —susurró casi tímidamente. Ezio respiró hondo, queriendo golpearlo por ser tan reservado a veces, cuando muchas veces las cosas eran al revés.

— Siempre te voy a apoyar, sabes que te quiero por lo que eres y si eres feliz soy feliz —le dijo, haciendo que Liam respirara aliviado. El color volvió a sus mejillas y su sonrisa era de alivio.

— Aw, Ezio tiene sentimientos —canturreó Laurent recibiendo un golpe suave por parte de cada hermano—. Los odio —susurró alejándose de ambos y escondiéndose tras Aria, quien lucía divertida—. Por cierto... ¿si tu sabias todo este tiempo significa que ni Liam ni yo ganamos? Esto es una atrocidad —exclamó consternado.

— Después te quejas de que nosotros somos los competidores —comentó Liam meneando la cabeza.

Ezio miró a Aria con dulzura para luego sentarse juntos en la mesa, apoyando su brazo en el respaldar de su silla sin alejarse de ella. Liam le dio un beso a Laurent en los labios para callarlo y que deje de quejarse, antes de obligarlo a unirse a los demás para cenar.

— Supongo que esto ahora es una cita doble —canturreó Aria, viendo a Liam con diversión. Él le guiñó un ojo y levantó su copa.

— La primera de muchas —rió con picardía.

La primera de muchas; las palabras hicieron eco en Ezio, que se acomodó en su silla y levantó la copa. Un brindis por estar juntos, por la salud y el amor, un brindis por el futuro y por todo lo que estaba por empezar. 

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