Lo que callamos.
La monotonía de su vida cambió a color y a pesar de que nada era perfecto, le gustaba cómo iba todo. Se encontró a sí misma preocupada por otras cosas que no fuesen su trabajo, e incluso su mejor amiga la felicitó por verla más feliz durante el último tiempo. Más allá de que muchos sospechaban que su alegría está relacionado a Liam, muchos confundían su relación, pero ya la había aclarado tantas veces sin resultado que ya se dio por vencida.
— ¿Me estás diciendo que estás a punto de abandonarme para irte con tu novio? —inquirió su amiga al verla meter sus cosas en la mochila.
— No es mi novio, Liam es un amigo que conozco desde hace tiempo. Él quiere cenar y mirar algunas películas —respondió restándole importancia. Las cejas de Mora se elevaron con gracia y una sonrisa llena de picardía se cruzó por sus labios.
— Te conozco desde los 9 años, ¿por qué no lo recuerdo antes? —preguntó, llamando al mozo para pedir la cuenta de la cafetería. Aria abrió la boca para replicar hasta que desistió.
— Además va a estar su hermano, esto no es nada romántico —se quejó. La risa de Mora se elevó en el aire.
— Entonces si no es él, es el hermano —exclamó su amiga entre risas divertidas. Aria enrojeció súbitamente, deseando callarla pero solo empeorando todo—. ¿Cómo se llama él? ¿Es lindo? Seguro que sí, siempre te gustaron altos, buen fisico, de pelo negro y ojos... —comenzó a decir, logrando que Aria contuviese las ganas de desaparecer, hasta que afortunadamente llegó el mozo con la cuenta a pagar.
— ¿Por qué me haces esto? —inquirió infantilmente Aria, oyendo el eco de la risa de Mora mientras intentaba distraerse pagando.
— No es que te odie, pero es divertido tener conversaciones contigo que no sean trabajo y salud... ya parecemos ancianas —respondió Mora una vez se fue el mozo—. Vamos, caminemos hasta la casa de él, quien dice tengo suerte y veo al dichoso hermano —murmuró divertida.
El aire húmedo y el cálido sol que desaparecía en el horizonte las acompañaron a través de las calles de la ciudad. Desde una distancia considerable reconoció el edificio en el que vivía Liam, y cuando estuvo en frente notó el auto de Ezio detenido a la distancia.
— Acá nos despedimos amiga, nos estamos hablando —canturreo Aria abrazando a su amiga.
— Disfruta de tu cita con tus dos chicos —susurró conteniendo la risa y escapando rápidamente para no ser atacada.
Aria rió de buen humor yendo hasta el departamento. Apenas tocó el timbre cuando la puerta se abrió y Ezio le dio la bienvenida. Él la recibió con una expresión suave y una sonrisa en sus labios. Y como cada vez que él la miraba, el corazón de Aria trastabillaba y algo en su interior colapsaba.
Le resultaba ridículo la forma en que mirarlo hacía que todo girara alrededor de él. Le gustaba verlo a él y cada cosa que hacía, podía permanecer minutos y horas admirando la forma en la que se concentraba para leer un libro o trabajar, o los gestos que hacía al sonreír o estar molesto.
Era ridículo sobre todo porque él se negaba a ser quien fue, y ella extrañaba a esa persona. No podía evitar estar triste al respecto. Aunque al menos, debía agradecer que la actitud de él cambió con el tiempo.
Pasó de no mirarla a los ojos o hablarle esporádicamente, a poder entablar una conversación sin necesidad de que uno salga huyendo, podían bromear e incluso sentirse más cómodos con el otro. Era como la actitud de cómplice enemistad que había entre Megan y Zander.
— Ya sé que estás cansado de verme, pero tu hermano me invitó —dijo cuando él le dio paso a la casa de Liam.
— A veces dudo si el mellizo de Liam eres tú o soy yo —comentó él viéndola pasar. La voz de Liam los encontró a medio camino de la sala, cuando abrazó a Aria como si fuese un peluche.
— Los celos se están mostrando hermano —canturreó Liam, guiñandole un ojo a Ezio quien ponía los ojos en blanco en su camino hacia la cocina—. Ezio nos va a cocinar... eso puede salir muy bien o muy mal —agregó abriendo sus ojos como platos.
— ¡Escuché eso! —el grito de Ezio los hizo reír.
Entre conversaciones, comida y películas el tiempo pasó rápido para los tres. Liam no paraba de hablar sobre el museo y todo lo que deseaba hacer durante el verano, Ezio se quejaba oponiéndose a cualquier cosa mientras que Aria luchaba por mediar entre dos partes opuestas.
— ¿No sería lindo que al menos vayamos un día a la playa cuando haya calor? —inquirió Liam entusiasmado, notando las dudas de Aria y la expresión de Ezio. Él estaba sentado holgazanamente en la silla, comiendo sin parar.
— Probablemente esté ocupado —comentó bebiendo vino. Tanto Liam como Aria lo miraron con poca paciencia y amenaza.
— No te niegues tanto porque sabemos que en el fondo disfrutas estar con nosotros —exclamó Aria apuntándole con el tenedor. Ezio le disparó con sus ojos llenos de desdén y diversión, con una mueca en sus labios que le costaba controlar.
— Tienes que admitirlo —agregó Liam, haciendo que Ezio riera sarcásticamente.
— Nunca —respondió llenándose la boca de comida para evitar tener que continuar hablando. Aria y Liam cruzaron miradas de desafío, porque era poco probable que se dieran por vencido tan fácilmente.
— ¿qué estás haciendo? —Ezio entró a la cocina, confundido de ver a Aria limpiando lo que quedaba tras la comida. Ella lució desorientada por un instante hasta notar que sus ojos estaban puestos en sus manos.
— Estoy limpiando —respondió como si no fuese evidente.
— Eres la invitada, no deberías estar limpiando sino sentada en el sillón comiendo helado —le respondió indignado, queriendo sacarla de allí pero ella se negó.
— Paso tanto tiempo acá como en mi casa, ya soy parte de la casa como el jarrón arriba de la mesa —exclamó, y señaló los platos limpios a un lado—. Si quieres ayudarme, deja de dar órdenes y seca eso así podremos estar pronto los dos comiendo helado —agregó con una sonrisa que hizo que Ezio desviara sus ojos de ella, no quería que ella notara cuanto le afectaba ese tipo de actos. Prácticamente sin meditarlo, él accedió a ayudarle en silencio y sin dejar de estar pendiente a lo que hacía.
Él percibía como tarareaba suavemente una canción, la forma en que movía su cabeza para que el flequillo en su rostro no le molestara o como mordisqueaba discretamente el interior de sus labios. Mientras que ella lo notaba tenso a su lado, un poco distraido, como si quisiera hablar pero sin animarse. Ambos estaban tan pendiente del otro que ni siquiera se dieron cuenta cuando terminaron de hacer todo.
— Te dije que sería fácil hacer esto en equipo —comentó sin ningún tipo de burla o provocación. Ezio sintió calor en su rostro al encontrarla nuevamente sonriendo con alegría y ojos brillantes. Por un momento, todo su mundo parecía girar alrededor de esa sonrisa, y no le importaba. Era increíble el poder que tenía sobre él y ella ni siquiera lo sospechaba.
— Si, tenías razón —dijo, aclarándose la garganta y queriendo evitar que ella encontrara la timidez que sentía o el rubor en sus mejillas— Creo que Liam me llama —murmuró torpemente, escapando de ella.
Aria lo vio irse, preguntándose qué pasaba por su mente y encontrándolo rodeado de interrogantes que quizás nunca tendrían respuesta.
Cuando estuvieron todos de nuevo en la sala, Liam y Aria se acomodaron en el sillón grande mientras que Ezio se apresuró a elegir el sillón individual. El ambiente se tornó más silencioso que antes, las voces de ellos apenas se oían. La penumbra los rodeó y solo se oía la película. Con el correr del tiempo, la pesadez del día se fue sintiendo cada vez más y sus ojos caían más pesados con cada parpadeo.
Aria estaba concentrada en la película cuando notó que Liam estaba completamente dormido al igual que Ezio. Había tapado al primero con una manta y se acercaba a Ezio cuando oyó algo que no esperó.
— Megan —su propia voz despertó a Ezio asustado, abrió sus ojos en la suave oscuridad que lo rodeaba solo para encontrar otra película siendo reproducida en la televisión.
Los ronquidos de Liam le dieron la bienvenida a la realidad, y se tensó casi horrorizado al notar que Aria estaba frente a él, mirándolo con sus grandes ojos oscuros con emociones que no pudo decodificar.
Se sentó en el sillón, completamente despierto y asustado por sus palabras.
— Yo... —quiso aclarar sin saber cuánto había oído ella. Aria negó con una sonrisa vacía, luchando para que su corazón dejara de enloquecer y su mente de confundirla.
— Está todo bien Ezio —murmuró queriendo restarle importancia.
— No sé porqué dije eso —dijo él torpemente, poniéndose de pie, notando que su hermano roncaba dormido en una incómoda postura.
Aria respiró hondo, acomodando su pelo, sin mirarlo. Estaba cansada de ocultar la realidad, de sentirse tonta al pensar en Ezio como Zander sabiendo que nunca serían la misma persona, y de parecer una tonta fácilmente de engañar por él.
— Ez, no es como si no supiera que eres Zander —le reprochó con un poco de amargura e impaciencia. Ezio quedó boquiabierta, perplejo y mareado por la nueva realidad—. Tu hermano no me dijo nada. Me di cuenta la primera vez... o más bien, la segunda vez que te vi —agregó.
Ezio quedó en silencio, sin procesar lo que ocurrió, sin saber qué hacer. La veía tranquila ante la verdad, como si no cambiara nada, y molesta porque él intentaba continuar negando la realidad.
Ella ocultó su rostro en sus manos, con su mente plegada de cosas, y respiró hondo hasta que volvió a mirarlo.
— Creo que necesitamos hablar de algunas cosas, ¿quieres dar un paseo? —preguntó dudosa hasta que lo vio asentir.
*************
Los pasos haciendo ecos a su alrededor. La ciudad estaba sumida en el sueño y no había nadie por donde caminaban. El cielo estaba oscurecido por las nubes y aunque quizás llovería, no sería pronto.
— ¿cómo te diste cuenta que era Zander? —la voz profunda pero suave de Ezio rompió el silencio que llevaba instalado entre ellos. Dudó de mirarla hasta que tomó coraje y se volteó para verla meditar cuidadosamente.
— La primera vez que te vi sentí algo, como si mi corazón se desgarraba y hubiese encontrado algo que no sabía que había perdido. Algo similar me había ocurrido con Liam cuando lo conocí. Creí que quizás estaba demasiado confundida por haberlo encontrado, pero volvió a ocurrir cuando volví a verte —explicó suavemente, su voz melódica le daba calma más allá de lo aterrado que estaba—. Y supongo que tu supiste que era Megan porque Liam te dijo —comentó con un encogimiento de hombros, mirando concentradamente las baldosas por las que caminaba como forma de distraerse de lo que le preocupaba.
— Si, pero no le creí —afirmó él meneando la cabeza, sus manos en sus bolsillos, acurrucándose en su abrigo—. Lo confirmé la primera vez que te vi, sentí algo muy similar a lo que sentiste tu —agregó, la culpa y el remordimiento se acumularon en su pecho—. Pero nunca estuve preparado para aceptar mi vida como Zander, siempre me resultó difícil pensar en ese tema. Lo que fue, hizo, lo que calló y como terminó, continúa siendo un tormento para mi todos los días —cerró los ojos ante las imágenes de Zander que odiaba tener.
La felicidad, la tristeza, la soledad.
Ezio se dio cuenta que Aria dejó de caminar, y se giró hacia ella con cierta preocupación. Se encontraba cabizbaja, con la mirada nublada y demasiado silenciosa.
— Entiendo que te sintieras así, Zander no tuvo una vida fácil y termino... solo —su voz era un susurro inestable, continuaba mirando sus pies y Ezio se acercó a ella.
— ¿Estás bien? —le preguntó, alerta. Ella se enpequeñeció sobre sí misma e intentó borrar las lagrimas que amenazaban con escurrirse por su rostro. Luchaba por no llorar, por no sentirse triste, por no pensar en el pasado.
— Te prometí que no te dejaría solo, pero te fallé —respondió con voz ahogada, queriendo huir de ahí pero Ezio le impidió seguir con su camino.
— Aria, está todo bien —la llamó pero ella negó.
— Perdón por fallarte —su llanto comenzó a inundar el silencio, encogiendo el corazón de Ezio y anudando su garganta. Se sentía impotente viéndola llorar sin saber qué hacer hasta que decidió no pensar demasiado, y la rodeó con sus brazos para atraerla a su cuerpo.
El abrazo la tomó desprevenida a Aria quien se tensó ante el inesperado contacto hasta que lo abrazó por la cintura, hundiendo su rostro en su cuello y sintiendo su angustia liberarse.
— No me fallaste —le aseguró, cerca de su oído, aferrándose a ella y sintiendo que su vacío cotidiano se hacía menos profundo—. Yo te fallé por negarme a reconocer a Zander, a Nico y a ti. Lo siento por ser tan cobarde —el dolor y la vergüenza quebraban su voz. Estaba asustado por decir todo en voz alta pero al mismo tiempo sentía alivio de poder quitarse ese peso de encima.
Llevaba años amargado y asustado, ya no quería vivir así porque estaba cansado y ya no sabía cómo vivir una vida donde Aria no estaba en ella.
El llanto de ella se profundizó al mismo tiempo que su abrazo se hacía más fuerte. Ella no quería soltarlo ni perderlo, sentía que había recuperado una parte de sí misma, y temía que si lo dejaba ir, él podría intentar volver a alejarse.
— Todo va a estar bien, te lo aseguro, esta vez voy a luchar porque no vuelva a repetirse el pasado —Ezio le aseguró con tono firme y la promesa inminente flotó en el aire. Él dejó un beso en la cima de la cabeza de Aria y ella se sintió cálida rodeada por él.
— ¿Eso significa que si quiero ser amiga tuya me vas a dejar? —su tono de voz era inseguro e inocente. Ezio posó sus labios sobre su pelo y sonrió.
— Ya somos amigos. A veces vuelvo a tener miedo a lo que respecta a Zander y no soy una persona fácil pero intentaré comportarme mejor de ahora en adelante —quiso alejarse de ella para mirarla a la cara mientras le decía eso, pero ella se negaba a soltarlo. El llanto había cesado pero una vez que podía tenerlo entre sus brazos, le resultaba difícil dejarlo ir.
— Dame cinco minutos más y te suelto, he querido hacer esto desde la primera vez que vi a Zander en un sueño —susurró, haciendo que Ezio sonrió aún más.
— Puedes tomarte tu tiempo, no me iré a ningún lado —sentenció, y Aria cerró los ojos acomodándose bajo él, dejándose intoxicar por el perfume de su piel y calidez, queriendo creerle que esta vez nada sería como antes.
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