Capítulo 4. La promesa
Hace 14 años.
Nunca creí que llegaría a tener un estudio propio para pintar con tranquilidad.
Aún cuando Holly decía que siempre fuera en busca de metas altas, buscar un estudio de arte no estaba en mis planes, al menos en mis planes cercanos. Por ahora es suficiente para mí dibujar en cualquier rincón que encuentre y hacer pinturas para los concursos de la escuela. En estos momentos mi meta más importante es la escuela de arte. Luego, me imagino teniendo una de esas galerías elegantes que, como segundo piso, tienen un estudio donde yo pueda trabajar.
Pero el regalo de Holly es mil veces mejor, principalmente porque viene de ella, porque cree tanto en mí que busca los medios para hacerme crecer. Al parecer su promesa de ayudarme con los obstáculos llegan a este punto.
El lugar en cuestión es un pequeño edificio que ya se nota que tiene varios años sin usar y, que durante algún tiempo, fue usado como almacén. Con sus paredes de ladrillo rojo, altas columnas que sostienen el techo y la pared de cristal que da a la calle, crean un ambiente confortante. Pero lo mejor de todo es que todo esto ahora es mío.
Ya me imagino dibujando, creando mis historias a través de los colores y experimentando cosas nuevas sin que nadie me moleste.
-¿Te gusta?- pregunta Holly al notar mi silencio-. Lo compre a mi nombre, pero el piso es todo tuyo.
-Es...es perfecto.- respondo, aún asombrada con lo que me rodea.
Me imagino ese momento donde los rayos del sol bañan todo el estudio mientras pinto sentada en el medio del salón. Nada puede ser mejor que eso.
-Tan perfecto que estás babeando de todo lo que te imaginas que harás aquí- Luca, quién está detrás de Holly, se burla de mí-. Quítate la baba que se te cae. Mira, aquí- dice señalando un punto debajo de mi labio inferior.
Holly comienza a reír al conocer los intercambios que tenemos cada vez que nos vemos, al fin y al cabo los años no pasan por gusto. Los insultos y malos chistes ya están preparados para este tipo de ocasión, cuando a Luca le gusta molestarme con las cosas que me emocionan. Yo sé que esa es su manera de sentirse orgulloso de mí; pero si él quiere jugar a molestarme, yo puedo devolverle la pelota con facilidad. Luca y yo somos como un par de perro y gato que se llevan bien. Vivimos intercambiando insultos, pero en el fondo nos queremos y cuidamos del otro.
Quedándome con el insulto a medio camino lo miro, entrecerrando los ojos, advirtiéndole que se comporte en silencio. Hoy es el día de Holly, hoy tenemos que comportarnos con ella. Después de todo, había trabajado para darme este regalo.
-¿Quién dice que ambos tienen quince años?- la burla de Holly detuvo nuestro intercambio de miradas-. Si todavía son dos niños cuando se trata de demostrar amor- con su bastón, nos señala a ambos, con un brillo pícaro en los ojos-. Escuchen bien mis palabras. Ustedes terminarán juntos.
-¡Holly, qué cosas dices!
Abrir los ojos y avergonzarme de sus palabras es la única reacción lógica existente. ¿Luca y yo, juntos? Si de milagro nos soportamos.
Yo sigo diciéndole a Holly que aquello es imposible, mientras que ella se sigue riendo cómo quien está segura de lo que dice. Aquello es imposible, sigo pensando sin importar cuantas razones aporte Holly sobre el tema, pero cuando miro a Luca su mirada no se aparta de la mía y me doy cuenta de que no ha dicho una palabra sobre la locura que Holly ha anunciado.
En cualquier otro momento Luca hubiera dicho algo completamente ingenioso, se hubiera burlado de sus palabras y diría que nunca estaría con alguien como yo; pero ahora sus ojos siguen mirándome con intensidad como si el fondo de su alma supiera que las palabras de Holly son ciertas. Sin embargo, algo como eso no es posible. Es un milagro el hecho de que nos soportamos. Es cierto que no podemos estar separados y que siempre nos cuidamos el uno con el otro, pero es debido a que estamos solos; no tenemos a nadie más y el paso de los años nos ha unido. Es...supervivencia.
El sonido del golpe del bastón resuena en todo el lugar haciendo que nuestras miradas se vuelvan a separar y, mientras Luca planta una pequeña sonrisa en su rostro, yo doy un salto en el lugar, asustada.
-Niño, busca en el auto lo que te pedí que trajeras.- Holly se dirige a Luca, pero me mira a mí.
-Sí, señora.- dice Luca y, con una última mirada, se marcha a buscar lo que sea que haya pedido Holly.
Mientras tanto vuelvo a recorrer el lugar. Esto es un sueño para todos los artistas. Tener su propio espacio para poder pintar con calma, un lugar donde guardar sus pinturas. En el medio está la mesa donde iría todos los materiales que necesito y junto a la ventana podré poner el lienzo para ver el paisaje mientras pinto. Siempre he tenido la costumbre de observar a ratos el cielo y la naturaleza mientras trabajo.
-Es un buen chico.- Holly llama mi atención.
-¿Eh?
-Luca, es un buen chico.- repite como si no hubiese entendido la primera vez.
-Sabes que solo somos amigos, abuela Holly.
-Ese siempre es el comienzo.
-No es...- comienzo a decir, pero un sonido brusco me interrumpe y cuando miro detrás de mí Luca ha puesto una mochila bastante llena en la mesa.
-¡Oye, que no había notado lo mucho que esto pesa!- Luca sonríe y ahora caigo en cuenta de que él sabía de esta sorpresa.
-Los lienzos los tendrás que traer tú poco a poco, solo pudimos traer tu cuaderno de dibujo; pero todo lo demás está en esa mochila- me informa holly-. Utiliza ya el estudio y regálame una nueva pintura de agradecimiento. Me voy a casa a ver mi novela. ¡Se comportan, niños!
Se marcha con sus piernas cortar, lo que la hacer ver cómo si estuviera corriendo. Siempre me ha parecido gracioso verla así.
-¿Otro dibujo de flores?- pregunta Luca en cuando Holly desaparece por la puerta.
-A ella le gusta los nomeolvides. Claro que otro dibujo de flores.
El hecho de que Holly y yo tengamos las mismas flores favoritas me hace sentir más cercana a ella.
-Ustedes de verdad parecen abuela y nieta. Nunca entenderé esa relación entre las dos.
Sonrío mientras busco todo lo necesario para la pintura que tengo en mente. Lo que tenemos Holly y yo solo lo entendemos nosotras.
[...]
Hace 11 años.
He escuchado mucho sobre esta enfermedad, es algo común en las personas que se encargan de la creatividad, pero nunca pensé que a mis 18 años iba a tener mi primer síntoma de bloqueo creativo. Esa enfermedad donde no importa cuántas veces me siente frente al lienzo, no puedo plasmar las ideas, no encuentro el color perfecto para cierta pintura. Nada me gusta o está bien. Llevo pintando durante tanto tiempo que no pensé que algo así fuera a ocurrir.
Ni siquiera pintar en el estudio que Holly me había regalado hace unos años ayuda; ni la iluminación o el paisaje que se ve desde la pared de cristal y siempre me ha inspirado disímiles de obras, ni los procesos creativos que hago en busca de inspiración sentada en el piso. Nada. Solo una inmensa frustración al no poder encontrar el color perfecto para la pintura en la que llevo meses trabajando.
Un ruido me hace levantar la vista del lienzo con colores indefinidos y veo a Luca en la puerta con una mirada decidida.
-¡Ahora mismo te estás levantando de ese taburete incómodo y buscando tu kit básico de pintura! ¡Nos vamos!- Los gritos de Luca es algo que, al parecer, nunca va a cambiar. Siempre aparece y comienza a gritar, dejando de lado todo el silencio que había antes de él; solo se mantiene en silencio cuando quiere molestarme desde que notó que su energía nunca me ha molestado.
Sus ojos siguen con ese brillo de picardía que tanto lo identifica desde que lo conocí y su pelo castaño permanece corto desde que se decidió que ingresaría en el cuerpo de policía en cuanto tuviera la oportunidad. Así es él, espontáneo y en busca de aventuras.
-¿A dónde vamos?- pregunto, aún con el pincel en el aire, a medio camino del lienzo.
-Ya sabrás. Sólo has lo que te digo- se cruza de brazos-. ¿O te atreves a cuestionar mis perfectas decisiones?
Con un suspiro busco todo lo necesario y salimos a las calles del pueblo. Siempre me ha gustado la unidad entre los vecinos y el cariño con el que los ancianos nos trata a nosotros los jóvenes, y en esta zona es algo que se ve donde sea que mires.
Salimos del barrio donde se encuentra el estudio y Luca me dirige al límite más cercano del pueblo. Yo sigo preguntándome qué diablos tiene él en la cabeza. Con Luca se puede esperar cualquier cosa, desde un picnic en medio de una avenida hasta una fiesta en los almacenes viejos que están en las afueras de la ciudad -cosas que hemos hecho en uno de sus ataques de "ideas perfectas"-, aunque desde que decidió que va a ser policía esas ideas se pueden limitar a actos legales.
-He comenzado a leer sobre leyes y otras cositas necesarias para cuando sea poli. ¡No sabes la ilusión que me da!- La alegría de Luca es contagiosa y de verdad me siento orgullosa de él, por haber logrado encontrar aquello que tanto le apasiona, no olvido de decírselo cada vez que hablamos del tema; sin embargo, sigo con la idea de lo peligrosa que es esta profesión, tal vez no aquí, en este pueblo tranquilo y sin incidentes, pero puede mudarse a una gran comisaría en la ciudad para hacer cosas de policías geniales, como dice él.
Quiero que sea feliz, pero no quiero que le pase nada a mi mejor amigo.
-Comienza a leer también sobre defensa personal y a correr todas las mañanas. No quieres que tu primer criminal te gane en una persecución, ¿o sí?- me burlo.
-¡Ja, desearías eso! Ya verás como te haré sentir orgulloso, manchas, pero mientras sigue caminando que nos queda un poco de camino.
-¿Cuánto es "un poco"?- pregunto.
-Un poco, manchas, ya casi llegamos. No empieces a protestar.
Con un resoplido decido que es mejor callar y esperar a dónde decide llevarme, pero al cabo de un rato seguimos caminando y Luca no tiene intenciones de parar, lo que hace que me empiece a desesperar.
-¿A donde vamos, Luca?- la pregunta sale de mis labios en un tono molesto.
Él sabe cuanto odio las sorpresas; esa sensación de incertidumbre al no saber a dónde voy y qué esperar, aunque yo sé que él hace todo esto porque disfruta molestarme en el proceso. El resultado siempre saca sonrisas y me da momentos para recordar toda la vida, pero él quiere ceños fruncidos, brazos cruzados y preguntas molestas mientras logra su objetivo.
Este es el tipo de momentos en el que pienso que tengo al peor de los amigos.
-Ya verás, no seas tan impaciente.- se ríe, satisfecho con mi molestia. A veces odio lo bien que me conoce; sin embargo, nueve años de amistad tienen que servir de algo.
Seguimos caminando por un campo y ha pasado tanto tiempo que las casas ya no se ven y ya no hay personas que pasen por aquí. Solo se puede ver tierra, plantas y árboles aislados acompañados de un cielo tan azul que muero por dibujar.
-¿Y como va ese dibujo en el que estás estancada desde hace un tiempo? No me lo has mostrado aún.- dice y comienzo a sonreír, pero de inmediato la sonrisa se me borra del rostro.
Él sabe cuanto me gusta la pintura, es el único que se interesa por eso y me deja hablarle hasta el cansancio sobre el tema; pero esta es una pintura que no he podido terminar y nunca me había pasado eso.
-Nada, sigo sin encontrar el color perfecto.- suspiro.
-Recuerda que no existen las cosas perfectas, manchas- me mira como si buscara algo en mi rostro y sonríe-. Ya casi llegamos.
-Eso dijiste hace una hora.- me quejo.
-No seas dramática- se burla y luego señala un punto frente a nosotros-. Mira, ya casi llegamos.- repite, pero esta vez no protesto, en cambio, me quedo sin palabras.
Estoy viendo el mismo árbol, el mismo banco; estoy yendo al mismo sitio al que mi mamá me traía de pequeña, donde pasábamos nuestras tardes de chicas. Nunca creí que volvería a este lugar, ni siquiera quise volver a pensar en él. Mis tardes de chicas con mi madre se fueron con ella, cuando me abandonó a los ocho años.
Pero aquí me encuentro de nuevo y con todo lo que me imaginaba que iba a sentir, estoy bastante bien aunque las emociones son muchas. Por un lado, siento nostalgia de volver a un sitio que fue parte de mi infancia y que me marcó para toda la vida; pero por otro lado, tengo una alegría en el pecho por la que ni siquiera puedo describir todo mi agradecimiento hacia Luca.
Porque ya sé qué dibujar.
Porque ya tengo la imagen perfecta para la pintura que estoy haciendo, aunque la tenga que reconstruir un poco porque, como dijo Luca, las cosas perfectas no existen.
Pero pintaré mi pasado, cerraré ese ciclo de esperar por una persona que jamás volverá y cuando termine con la pintura la colgaré en el medio de la pared del estudio en el que guardo mis obras más preciadas. Esta pintura estará en el medio porque será la más personal, será esa en la que pintaré con el corazón en la mano. Será esa pintura en la que diré "está soy yo y me siento orgullosa de ello".
-Luca...yo...- susurro con las palabras estancadas a medio camino porque me doy cuenta que esta es la relación entre los dos. No importa cuánto nos moleste la actitud del otro, siempre estamos para ayudar cuando haga falta. Él siempre está para ayudarme.
-Cuando decías que sentías que faltaba algo, pensé que te haría mucho bien venir a este lugar. Después de lo que te pasó hace unos meses, de que tu padre te hizo vivir una situación que no querías vivir... Eso hizo que te bloquearas en el pasado, Ember, aunque no te dieras cuenta.
Luca hablaba del fallecimiento de mi abuela materna. Nunca había tenido una relación estrecha con ella, pero en las tres reuniones anuales que teníamos siempre preguntaba y se interesaba por mí, que es algo más de lo que mi padre hace por mí. Mi padre, John, me obligó a ir a su funeral y no es que no haya querido despedirme de un familiar que se sentía como un desconocido para mí, pero es que no quería ir a un lugar donde mi madre había crecido y sabía que no la iba a encontrar ahí. Esa semana fue una de las peores de mi vida, mi familia materna me miraba con lástima y hablaban de cómo mi madre me había abandonado cuando creían que yo no estaba cerca. Mientras tanto, mi padre fingió que no se daba cuenta y ni siquiera me preguntaba cómo estaba.
Esa semana no tuve a nadie y cuando volví de aquel lugar no podía hacer una pintura decente, pero ahora mis dedos me pican de lo mucho que quiero hacer esa pintura que me llegó a la mente en cuanto ví el árbol y el banco.
-Ven, vamos a sentarnos - me dice Luca al notar mi entusiasmo.
-Tienes razón.- digo mientras nos sentamos.
-¿Se podría saber en qué tengo razón? Aunque déjame decirte que siempre la tengo.
-Mira que eres engreído -resoplo-, pero un engreído que encontró la solución a mi problema creativo.
-Claro, todo gracias a mí, así que ve sacando las hojas y ponte manos a la obra. ¡Vamos, vamos!
Mientras organizo los colores por tonalidades a mi lado en el banco, como siempre hago, Luca se levanta a buscar algo detrás de nosotros. Estoy sacando la tabla de apoyo con las hojas cuando se vuelve a sentar a mi lado.
-Ember, esto es para ti.- su tono serio llama mi atención y con rapidez miro lo que tiene en las manos. Por segunda vez en menos de una hora me quedo sin palabras.
Una cesta pequeña llena de las flores no me olvides. Mis favoritas.
-Luca...
-Te perdiste la etapa de cuando florecen porque tuviste que ausentarte esa semana. Sé cuánto amas verlas florecer y sé que no es lo mismo comprarlas en la florería y dartelas en una cesta, pero sabía que tenía que hacerlo. No te podías perder tanto azul junto.
-Sé que odias el color, pero no hables así de mis flores.
Luca se ríe y deja la cesta en medio de nosotros.
Comienzo a dibujar trazos al azar. Este es solo un boceto, cuando llegue al estudio sé que comenzaré a trabajar bien en él, buscando la perfección que tanto dice Luca que no existe.
-Hay una historia, ¿sabes? Sobre estás florecitas.- mi atención vuelve a Luca cuando comienza a hablar, interesada por saber que bobería soltará ahora.
-¿De qué historia hablas?
-Sobre el nombre de esta flor- abre los ojos con énfasis, gesto que hace cuando quiere aclarar un hecho-. Era una pareja de amigos que iban caminando hasta que uno de ellos tropezó con una piedra que tenía sembrado un no me olvides. El chico le regala la flor a la amiga para que no olvidara esa caída y el nombre se quedó. ¡Épico!
-El cuento no es así, ¿sabes?- me burlo.
-Pero no puedes negar que mi historia es mucho mejor- responde como si hubiera redactado una novela merecedora de premio Nobel -. Además, ¿qué tiene de divertido un caballero que se cae al río y le tira a su amada un ramo de flores pidiéndole que no le olvide? Un poco egoísta.
-Claro, tú siempre tienes que ser el mejor en todo, ¿no?- reclamo -. Pero esa historia no se trata de diversión, Luca. Se trata de amar aún después de la muerte, de no olvidar los buenos momentos juntos.
Luca se queda un momento en silencio, analizando mis palabras, y antes de que pueda volver al boceto, vuelve a hablar.
-Yo quiero que tú y yo seamos como esa historia, que siempre estemos juntos, pero si algún día nos tenemos que separar no nos olvidemos -Luca ríe al tener una idea y por el brillo de sus ojos ya sé que es una idea que no me gustará -. Ya lo veo. Cuando esté en mis últimos suspiros de vida pensaré en ti y susurraré "No me olvides". ¿Lo imaginas?
En ese momento sonreí, me pareció que simplemente estaba haciendo una broma debido al enfoque que le daba siempre a la historia, siempre me gustaba ver el amor donde sea que mirara y él se burlaría de ello. Pero ahora, mirando al pasado puedo decir que fue una promesa un poco irónica...pero una promesa que cumplió.
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