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2- Decisiones.

El Primer día de clases de Alan fue bastante solitario.

Si bien, sus nuevos compañeros se arremolinaron a su alrededor haciéndole preguntas y demás, de a poco, se fueron alejando al ver que Alan no hablaba demasiado. Era como si vieran en él una entretención y al mismo tiempo una especie de premio a obtener; esto último, no porque la compañía de Alan fuese deseada por todos; en realidad, era una competencia silenciosa que habría servido con cualquiera, una dinámica donde se demostraba quienes tenían el carisma y la energía suficiente para añadir al nuevo compañero a su grupo de amigos con éxito, importando poco si era del agrado de todos o no.

Claro está, era una competencia no escrita, existente en el subconsciente colectivo de los jóvenes. Sin embargo, en esta ocasión el hermetismo de Alan fue suficiente para alejar a quien se motivaba a dirigirle la palabra. Lo que ellos pensaban eran aires de grandeza en su comportamiento, en realidad eran vapores de vergüenza desmedida; después de todo, el pecoso se sentía abrumado con tantos jóvenes de su edad atacándolo con preguntas y hablando al unisonó, a tal punto en que ni siquiera sabía a quién debía responderle qué cosa. Así que, cuando llegaba el profesor asignado a la clase, no podía evitar suspirar, aliviado.

     ꟷSon como buitres ꟷLe dijo un muchacho sentado a su lado, con una voz rasposa, pero tímida.

De un aspecto fantasmal debido a su piel blanca. Con unos enormes lentes que cubrían gran parte de su delgada cara, lo miraba con curiosidad.

     ꟷQue no te asusten. Es normal. Casi no hay gente nueva en este sitio. Para ellos ver una cara nueva es emocionante.

     ꟷ¿Para ti no? ꟷle preguntó Alan.

     ꟷYo llegué hace un año ꟷConfesó su compañeroꟷ, Así que para mí no es relevante. Me pasó justo lo mismo cuando llegué aquí, todos estaban interesados al inicio, pero después de que se termina la novedad, te vuelves uno con la manada.

     ꟷEso suena bien para mi ꟷsuspiró el pecoso, recargándose totalmente en su butaca.

Aquel delgado muchacho respondía al nombre de Ángel. Parecía ser muy amable y paciente. Además de que su apariencia frágil le recordaba mucho a su amigo de la infancia, con el que terminó botando todos los momentos compartidos a la basura cuando lo golpeó en la cara.

Durante las clases, él y Ángel intercambiaban diálogos algo prolongados, así que cualquiera que los viera, diría que se juntarían para compartir el receso a partir de ese día; sin embargo, a pesar de la cómoda conversación que tuvieron, al sonar el timbre de la libertad, el frágil muchacho se levantó y apresurado corrió a la puerta para reunirse con un grupo de amigos que lo esperaban impacientes al pie de la puerta.

A esas alturas, ya nadie parecía importarle la presencia de Alan, pensando que el flacucho cuatro ojos había ganado la contienda, mientras que el pecoso, sintiéndose como un extraño total, miraba a todos jugar, correr y conversar en el receso, identificando la gran ventaja que todos tenían y él no: el tiempo que llevaban de conocerse.

Su mañana pasó sin pena ni gloria. Durante clases hablaba con Ángel pero como sucedió con el primer receso, al sonar la campana que marcaba el inicio del segundo descanso este se marchó sin siquiera mirar atrás.

     ꟷEy, no puede quedarse en el salón durante el receso ꟷle dijo su profesora en turno.

Había tomado sus cosas y estaba dispuesta a abandonar el aula ya casi vacía, de no ser por el jovencito de cabeza azabache.

     ꟷEl primer día de clases es difícil, pero no encontrarás tu grupo de amigos quedándote solo aquí. Si no tienes con quien ir por el momento, ven, ayúdame con mis cosas ꟷEra su maestra de español.

Una mujer bajita, morena, de imagen pulcra y femenina no mayor a de los 40.

Alan atendió a su propuesta y cargó algunas de sus cosas, llevándolas hasta el salón de profesores el cual quedaba justo al lado de la dirección. Para entonces, le quedaban diez escasos minutos para rondar por los patios de la escuela. Pero hacer eso le resultaba penoso, por lo qué decidió pasar su tiempo sentado justo fuera de la dirección; en aquella banca donde se había sentado a conversar con aquel muchacho del turno vespertino.

«Que penosa existencia»
Pensaba viendo las flores que rodeaban el pino ante él.

«Pensándolo bien, siempre ha sido así. Todos se alejaban de mí. Me tenían miedo. Me respetaban. El único que estaba a mi lado era Omar. Pero al final, resulta que no era tan mi amigo como creí»

     ꟷ¡Que tontería! ¡¿Quién necesita amigos?! ꟷChistó, tratando de no darle importancia mientras los gritos y voces a su alrededor imperaban en cada espacio existente de la escuela.

Mas tarde, ya de camino a casa, sus pasos seguían lentamente a los de su primo, quien iba riendo y conversando con sus amigos varios pasos adelante del pecoso quien, a pesar de ir ensimismado en la música proveniente de sus auriculares, de cuando en cuando, podía ver cómo su primo lo buscaba de reojo y sin tapujo alguno, parecía burlarse de él en silencio. Entre ellos, no se necesitaban palabras para demostrarse lo mucho que se aborrecían, eso estaba claro. Alan, en su irritabilidad palpable, le sacó el dedo medio cuando Miguel se giró por tercera vez, lo que bastó para que sus cachetes de inflaran enrojecidos y no volviera a voltear.

«Esto será eterno» pensó el pecoso cuando llegó a casa y se tumbó sobre su cama.

El calor de un verano decadente penetraba en su habitación, humedeciendo sus poros y con ello la ligera sabana azul con la que cubría su cama. Si bien el calor habia disminuido considerablemente, el aire que entraba por la ventana de cuando en cuando, era bastante gratificante; era como una suave caricia que retiraba odiosas manos del pegajoso y odioso calor que no accedía a soltar tan fácil a aquel jovencito citadino acostumbrado al aire acondicionado de su antigua vivienda.

Los pájaros cantaban al pie de su ventana, después de todo, las ramas de un árbol estaban a pocos centímetros de crecimiento para cruzarla e invadir aquel cuarto casi vacío. Escuchó el retumbar de los pasos de Esteban y Estela, quienes, al parecer, habían llegado de algún lugar junto a su madre y muy a pesar del ruido que la llegada de este trio causaba, los sonidos de esa casa iban ahogándose de apoco, ya fuese por el tiempo que pasaba lentamente a la percepción de aquellos verdes y aletargados ojos, o por la tristeza solitaria que invadía su cabecita azabache.

«Bueno, si estoy solo...me será más fácil salir de aquí» pensaba, sintiéndose profundamente desdichado.

«Es lo mejor...no necesito a nadie».

Repentinamente recordó a su padre, y deseó profundamente el poder levantarse de esa cama, caminar hacia su despacho y observarlo ahí, sentado, dándole la espalda; mientras con su pincel, calculaba su siguiente pincelada. Con algo de suerte, Esther, estaría sentada a su derecha, leyendo lo aburridos documentos del nuevo caso en el que trabajaba mientras despeinaba sus cabellos negros.

Ese día y los que le siguieron, Alan fue aprendiendo algo valioso. La soledad te permite ver el mundo desde una perspectiva diferente. Entre el bullicio del salón, Alan podía percibir de apoco el susurro del agua que caía de una de las fuentes que tenían a un costado. Percibía el viento que golpeaba la copa de los árboles arrebatándoles un diálogo indescifrable para el oído humano. Y también, percibía el ligero cambio que había en el color y la luz del día, quien se envolvía con mantos de extrañeza que penetraba en sus sentidos y le era imposible descifrar.

Una semana corrió como el agua, y Alan, ya era capaz de abrazar ese futuro que se le ponía enfrente. Ese donde la paz del silencio imperaría hasta el día en que su madre fuese por él y lo arrancara de aquel yugo de indiferencia, donde nadie le temía, nadie lo aborrecía, pero nadie lo quería.

El lunes 25 de septiembre, Julián, el prefecto, tocó la puerta del salón, asomando su cabeza apenado por interrumpir la clase. Había un gesto de incomodidad en su rostro y una mueca confusa.

     ꟷBuen día Gabriel, al parecer, a este grupo se le sumará otro alumno, llega tarde porque estaba con el director ꟷ Y seguido de esto, le hizo una seña a alguien que iba acercándose con tranquilo andar.

Las exclamaciones se hicieron presentes y trajeron consigo un silencio sepulcral en el aula cuando dicha persona cruzó el umbral.

De pronto, todos se quedaron quietos. Como si temiesen respirar, hacer ruido, básicamente, existir para vivir ese momento. Con el cuello de la camisa desabotonado en su totalidad, sus cabellos marrones despeinados, y sus tenis rojos clamando la atención total, un joven alto y moreno, entró con una mueca en sus labios.

     ꟷLes presento a...

     ꟷYo me presento mejor ꟷdijo, interrumpiendo a Julián sin ninguna pizca de educación ꟷ. Hola a todos, mi nombre es Joel Alejandro, estaba en el turno de la tarde, pero ahora estoy aquí. Un gusto.

Joel, llenó de confianza, arrastró su mirada por encima de cada rostro ante él. En su voz, había un tono irreverente y engreído. Y en su mirada gris, un deje de frialdad se colocaba ante cada uno de los integrantes del grupo D, hasta que sus ojos se toparon y detuvieron en seco cuando divisó un rostro conocido que lo hizo sonreír genuinamente.

Lleno de una energía y un aura totalmente distinta, Joel exclamó mientras lo señalaba.

     ꟷ ¡Ey! ¡Alan! ¡Te encontré! ¡Acá estabas!

Cruzó el salón hasta el confundido niño pecoso que lo miraba incrédulo y apenado por ser el centro de atención después de tantos días siendo ignorado. Joel sujetó su hombro y le dio un par de palmadas, quitando a Ángel de su asiento con un simple ademan que no necesitó de palabras. Julián trató de reprenderlo, pero el profesor en turno lo detuvo con un gesto y le dio las gracias, dispuesto a continuar con su clase.

     ꟷNo esperaba esto ꟷLe susurró Joel, tomando asiento e instalándose cómodamente ꟷ, Planeaba buscarte en la entrada, pero pasaron cosas y se me hizo tarde...

     ꟷ¿Qué cosas te atrasan 30 minutos? ꟷ preguntó Alan, articulando con dificultad aquellas palabras.

     ꟷ¡Muchas! ꟷRespondió, sonriendo enigmáticamente mientras vigilaba al profesor que les daba la espaldaꟷ. Me alegra haberte encontrado sin esfuerzo. ¡Es agradable encontrar una cara conocida!

Alan solo asintió, encontrándose extrañamente cómodo con la presencia del muchacho raro. Al fin y al cabo, era una cara que le sonreía abiertamente. Sin embargo, no pudo evitar sentir el cambio abrupto en el ambiente desde la entrada de Joel. Se sentía pesado, como una oleada de miedo y desconfianza abordando el aula de repente. Nadie se giraba siquiera a mirar al nuevo. Todos parecían encogerse en sus butacas y solo murmullos se arrastraban vagamente por el aire.

«¿Qué les pasa?» Se preguntó extrañado alzando su cabeza y admirando el panorama.

     ꟷ¡No le des tantas vueltas! ꟷdijo Joel, como si le leyera la mente—. Estas cosas siempre pasan, al menos aquí.

La expresión de Joel parecía ligeramente triste al decirlo, pero pronto esa mueca fue reemplazada por una sonrisa.

El tan esperado timbre que anunciaba el receso sonó. Todos gritaron por la alegría y el suelo tembló por la multitud de hormonas que abandonaban sus aulas y se arremolinaban en los pasillos para bajar a la planta baja y asaltar lo antes posible la cooperativa. Pero, en el D, todos se alebrestaron, más no pudieron unirse al algarabío juvenil que los rodeaba. Frente a ellos, Gabriel, su maestro y tutor, los miraba atentamente con sus manos a la espalda. Era un hombre de 28 años, alto y bien parecido, su sola imagen emocionaba a todas las compañeras, arrebatándoles suspiros de ''amor'' sin embargo, era de los profesores más estrictos e incorruptibles de todos.

     ꟷMuy bien, cuando les diga, la primera fila se pondrá de pie, me traerán sus libros en orden. Y de ahí directo al receso. En cuanto el último de la fila me entregue, la siguiente fila puede traerme su trabajo.

Diciendo esto, se sentó con calma en su escritorio y los llamó. Todos estaban ansiosos por entregar su trabajo para poder marcharse. Para cuándo tocó la fila de Joel y este le entregó su libro, Gabriel lo detuvo antes de que se diera la vuelta.

     ꟷ¿Me puedes esperar un momento Joel?

     ꟷ¿Tengo de otra?

     ꟷMe temo que no. Toma asiento.

Joel hizo caso, alzando los ojos con hastió y tumbándose en la primera butaca de su fila ya vacía. Para cuando el pecoso entregó su trabajo, su muñeca fue sujetada rápidamente antes de irse.

     ꟷOh, Alan, te veo en las escaleras ꟷle dijo con una sonrisa llena de confianza, desubicando al pecoso por completo.

     ꟷNo tardes...no me gusta esperar ꟷDijo con dificultad, soltándose del agarre de Joel quién le respondió afirmativamente.

Abandonó el salón, sintiendo sus manos temblar. No esperaba que alguien quisiera pasar el tiempo con él durante el receso. De repente, se sintió lleno de un optimismo nuevo, que hacía mucho tiempo no sentía.

     ꟷ¿En serio vas a esperarlo?

Escuchó cuando llegó a la planta baja, justo después de ubicar un sitio donde podría sentarse y esperar. Era Ángel, quien, al parecer, había estado caminando tras él desde que abandonó el salón.

     ꟷAh, sí. Si no tarda tanto, claro.

     ꟷSi fuera tú, mejor me alejo de él. No es una buena compañía. Juntarte con él es igual a condenarte...

     ꟷ¿Qué tonterías dices?

     ꟷViste como el ambiente en el salón cambió cuando llegó Joel, ¿no? Y cuando se fue la maestra nadie se le acercó, ni siquiera lo miraban.

     ꟷBueno si, lo noté, pero...

     ꟷEso es porque nadie quiere a Joel ꟷ confesó abruptamente ꟷ. Es peligroso. Un buscapleitos. Golpea y roba a la gente. Nada que venga de él es bueno.

     ꟷ¡Qué exagerado!

     ꟷY aun así no le llega a la verdadera naturaleza de Joel. Te lo digo en serio. No te juntes con él. Si no, serás aislado como él. Mejor vete y que no vea que lo esperas. Porque eso sería firmar un pacto con el diablo. Lo digo por tu bien ꟷY sin decir nada más, Ángel se fue, dejando tras de sí una serie de preguntas sin formular.

Mientras tanto en el aula, Joel golpeteaba el suelo ansioso, mirando aquel rostro serio que revisaba con total calma los trabajos que le entregaron, ignorando la presencia del menor.

     ꟷ Oye, Gaby, ¿Puedes decirme para que me quieres aquí? ꟷrompió el silencio al cabo de dos minutos incomodos y sofocantes.

Gabriel dio un pequeño salto sobre su silla, alterado al escuchar la voz del menor dirigiéndose a él de esa forma.

     ꟷNo me llames así ꟷordenó Gabriel, retirándose sus lentes de montura dorada. ꟷ. Basta con que un solo alumno me llamé así para perder el respeto de los demás por el resto de mi estancia laboral en esta institución.

     ꟷ Si, si...como digas. Pero ya dime, ¿Qué quieres? El receso se acaba, tengo mucha hambre y a este paso no alcanzaré a comprar nada en la cooperativa.

     ꟷComo siempre, no trajiste tu almuerzo. ꟷsuspiró—. No te quitaré mucho tiempo: ¿eres consciente de lo mucho que costó que no te expulsaran verdad? Fue bastante difícil convencer al director de darte una oportunidad más. Así que, por favor, compórtate.

     ꟷ¿Es todo lo que tenías que decir? ¿Por esto me estoy perdiendo mi desayuno?

     ꟷ Es mejor eso a perder tu oportunidad de estudiar ¿no? Soy yo quien le dará el reporte al director sobre tu comportamiento general. Tanto en la hora de tutoría, como en las demás materias. Si tus maestros tienen una queja sobre ti, se la darán al prefecto y este me la dará a mí. Tendré tu archivo básicamente. Tu futuro cuelga en mis manos. Así que...

     ꟷ No sabía qué ser el mejor amigo de mi hermano te obligaba a ser mi vigilante.

     ꟷSi quieres verlo así, adelante. No te detengo. Pero debes saber que todo esto lo hago por el bien de tu educación. A Jaime no le gustaría ver que su hermano fue expulsado de la secundaria y vetado por mala conducta.

     ꟷ Ya sé. Hay muchas cosas que a Jaime no le gustaran saber...ꟷ Joel se miraba decepcionado, y algo preocupado.

Recordar a su hermano lo hacía sentir ansioso. Como si el tiempo se convirtiera en un monstruo y tratara de devorarlo de un solo bocado. Expectativas contra una cruda realidad, prejuicios y mentiras contra una sola verdad: 

«Debo hacer las cosas bien. Esta vez, no puedo permitirme fallar» pensó el joven, mirando el cielo a través de la ventana.

     ꟷPuedes retirarte. Te está esperando ese niño ¿No?

     ꟷNo tengo idea. Me gustaría creer que sí. Pero creo que, a estas alturas, ya lo convencieron de que no me hable.

     ꟷEso sería bueno, ¿no?

     ꟷ¿Qué tiene eso de bueno?

     ꟷSi alguien es tan tonto como para dejarse llevar por lo que dicen los demás sobre ti, no vale la pena tener a ese alguien como amigo... ¿No te parece? Todos merecemos una oportunidad.

      ꟷEn eso tienes razón ꟷrespondió Joel, de buena gana, levantándose de un salto. ꟷLa hora de la verdad se acerca. Ya te diré si logré o no hacer un amigo para que lo pongas en tu tonto archivo.

     ꟷAl menos trátame con el mismo respeto con el que tratarías a cualquier profesor de aquí.

     ꟷ¡Quisieras! ꟷJoel hizo un gesto con su mano, despidiendose y alejándose de su visión.

Con la mirada clavada en las baldosas rojas del suelo, se preguntaba si aquel niño pecoso lo esperaría al final de aquella escalera. No había nada que lo atará a él. Podía simplemente alejarse e ignorarlo como todos. Evitarlo por completo.

«Aunque eso sería un problema» pensaba, ya al filo del primer escalón para comenzar a descender. «Hice todo esto por ellos. Pero si él no está, no tiene sentido»

Bajó lentamente, mirando atentamente sus tenis rojos, tan llamativos y absurdos dentro de aquel edificio que luchaba por aniquilar cualquier rastro de individualidad y creatividad. Tarareando una canción que no existía, descendió despojándose de un manto lleno de expectativas.

Con la luz de la mañana aquel panorama le parecía totalmente diferente al que solía ver en los recesos de la tarde, donde las bolitas de jóvenes con aires de gladiador se empujaban y jugaban luchitas sin temor de ser reprendidos por los profesores, quienes, definitivamente, eran mucho más estrictos por las mañanas, como si en ellos viera el futuro de México mientras que, en el turno vespertino, la delincuencia que aquejaría al país. En ese horario, con el sueño dejado de lado, todos se miraban pulcros, limpios y frescos. Sin ese avasallante calor pegajoso de las tardes de verano aquejándolos en su faceta matutina de estudiantes.

Suspiró, mirando a su alrededor. Buscando aquella cara que le era familiar al tocar el suelo de la planta baja. Pero por mucho que aguzaba la vista, no había rastro del pecoso por ninguna parte.

«Bueno...tomó su decisión.» pensó, encaminándose a las bancas verdes que estaban alrededor de los bellos jardines frente a él.

Allí, un pequeño grupo de los de segundo año lo vieron acercarse, y sin dudarlo, se levantaron y dejaron el asiento totalmente libre.

«Las miradas, el trato de la gente, los mormullos, y la comodidad de esta banca...al menos son iguales tanto en la tarde como en la mañana.»

Llevó suavemente su cabeza hacia atrás, cerrando sus ojos y desparramándose en aquella banca con sus brazos apoyados en el respaldo. En sus parpados desplegados, vislumbraba una encantadora danza de colores, donde el rojo, el morado y el amarillo, imperaban en su totalidad.

     ꟷ¡Ey! ¿Qué haces ahí tumbado? ꟷLe hablaron de repente, arrancándolo de su dialogo interno ꟷ, Ten, alcancé un lonche para los dos. Pedí que lo partieran. Espero te guste el lonche de jamón, ya que es lo único que quedaba.

Joel alzó la vista, topándose con aquella mirada irreverente, carente de miedo, llena de confianza y repleta de un brillante color verde. El pecoso, plantado frente a él, le tendía su parte de lonche esperando impaciente. Sin saber qué decir, la aceptó, sintiéndose confundido y alegre al mismo tiempo. Alan retiró su brazo del respaldo con un manotazo contundente y se sentó junto a él.

     ꟷ¡Mejor di que te estorbo! —exclamó Joel sobando su mano exageradamente.

     ꟷOk, lo tendré en mente ꟷrespondió el pecoso, dándole un mordisco a su desayunoꟷ. ¡Moría de hambre! Tardabas un poco más y te dejaba sin comida. Tienes suerte.

     ꟷ¡Obvi, soy el gran Joel! ¡La suerte va de mi lado!

     ꟷ¿Para qué te quería el profe? ꟷ preguntó en cambio, ignorando a Joel.

     ꟷNada del otro mundo. Solo quería saber el motivo por el cual me cambiaron a la mañana. Nada más.

     ꟷJusto esa duda tengo. Cuando te conocí, parecía que la cosa iba en serio. Juraría que te habían expulsado por la situación tan tensa que había.

     ꟷPero no fue así. ¡Heme aquí! ꟷAlan lo miró detenidamente, con un gran símbolo de interrogación asomando por su cara, para al final, suspirar resignado.

     ꟷNo importa. Me alegra que no te hayan expulsado ꟷLa mirada de Alan era sincera, totalmente directa y sin titubeo alguno.

    ꟷ¡Claro que te alegra! ¡Te habrías perdido de mi maravillosa compañía! ꟷ Joel rodeó su cuello en un abrazo fraternal.

     ꟷ¡No hagas que me arrepienta! ꟷ exclamó Alan, tratando se zafarse de su agarre.

«Ey Gaby, al final de cuentas...si valió la pena»


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