19 - El libro de los sueños
Joel despertó con la suave melodía de una canción que conocía muy bien.
Esta, sonaba por todo el apartamento con alegría y fluidez, coloreando esa fría mañana decembrina. Las ventanas retumbaban ligeramente, y el reloj marcaba las 9:11 a.m. Una mañana así de movida solo podía ser obra de su hermano mayor, quien cantaba a todo pulmón en la cocina en lo que era la proclamación de su anhelada venganza contra aquellos vecinos que no lo dejaron dormir gracias al ruido de una fiesta de último momento que se les ocurrió hacer a dos días de la fiesta mayor de año nuevo. Lo peor, y el colmo para ellos, había sido cuando una banda de norteño llegó a ambientar y animar la fiesta.
Los gritos, el alcohol, la música y la convivencia, habían sido un infierno para el resto de la cuadra, mientras a los anfitriones, les importaba muy poco las molestias que causaban a sus vecinos.
Rosario, quien había salido a comprar algunas cosas para la comida, se dirigió al mercadito que estaba a un par de cuadras del apartamento de Jaime, no sin antes reprenderlo por el volumen tan alto ya que molestaría a los demás vecinos que eran inocentes y al igual que ellos, no habían podido dormir. Aunque la verdad, era que tampoco le dio especial atención. Después de todo, tampoco la habían dejado dormir y en el fondo, ese regaño solo había sido para no perder las buenas costumbres. Al fin y al cabo, eran los vecinos de Jaime, y éste ya estaba muy grandecito para tomar sus propias decisiones.
—I, I will be king —Cantaba Jaime—... And you, you will be queen.
Esa era la parte favorita de Jaime. Podía imaginarlo sin problema alguno bailando y batiendo lo que parecían ser unos cuantos huevos vertidos en un bol, mientras cantaba aquel himno.
—We can be Heroes, just for one day...
We can be us, just for one day...
Joel suspiró. La voz de su hermano mayor siempre le había gustado. Era clara, fuerte, afinada y tenía un vibrato que él quiso imitar muchas veces con la misma soltura y maestría. El moreno cerró los ojos, sentado al filo de la cama para apreciar aquella amada canción a voz de su hermano mayor. ¡Como extrañaba esas mañanas!
Cuando su madre se iba al trabajo, ponían música a todo volumen y se dividían los quehaceres de la casa mientras cantaban y jugaban; entonces, las escobas se convertían en micrófonos y la sala, en su escenario. La casa quedaba limpia y ellos, pasaban un grato y divertido momento.
Desde que tenía memoria, su hermano, era esa figura de grandeza a la que aspiraba en su totalidad. Un hombre grande, gentil, inteligente y capaz de romperte la cara si te metías con los suyos. Tenía muchísimos amigos. Casi todos en su anterior pueblo lo conocían y junto a su nombre, solo cosas buenas se decían. Incluso cuando se fueron a Montesinos, las cosas no cambiaron ni un poco. Al contrario, solo aumentó el número de sus amistades.
Joel, siendo el menor, estaba hambriento de conocimiento y tan sediento de aventura, que siempre quería ir con él a dónde fuese; sin embargo, Jaime no lo llevaba siempre consigo por diversos motivos. Pero cuando lograba acompañarlo, se deleitaba con lo que veía.
¡Como se divertían! Con lo que tenían a mano, creaban un juego tras otro, hasta qué en una temporada, entre sus amigos, crearon un carro de madera.
Era hermoso, sencillo pero funcional. Todos, hasta Joel, subieron en dicho carro; uno lo empujaba y tenía que correr para treparse al carro y no quedarse atrás, bajando esas empinadas colinas que subían con agilidad y emoción, listos para otra vuelta.
Jaime, riendo y jugando, sin saberlo, le mostró a Joel lo qué eran las verdaderas amistades; el juego real y libre, dónde la creatividad y el apoyo eran esenciales.
《Cuando sea grande quiero ser como tú.》 pensaba Joel.
Mirando el perfil de su hermano con orgullo. No tenía a su papá, pero sí a Jaime y eso, valía mucho más qué un hombre que los abandonó.
Joel se asomó por el filo de la puerta, viendo a su hermano hacer ridiculez y media mientras empezaba la siguiente cancion. Había cambiado mucho en poco tiempo.
Naturalmente, se había estirado un poco más: llevaba gafas y su negro cabello un poco por debajo de los hombros. Su vestimenta ya no era la misma, su estilo era totalmente diferente al que utilizaba en el pueblo. Pasó de llevar los ropajes de la rebeldía a llevar ropa cómoda y monocromática. En ese momento, el único color y el que más resaltaba, era el de esa bata de franjas naranjas con rojo y marrón que llevaba puestas durante las mañanas al despertar.
—¡Morochito! ¡Ya despertaste! —lo saludó, abrazándolo mientras comenzaba otra canción.
El suave aroma a Pancakes inundaba el ambiente, abriendo el apetito del moreno.
Habían sido días maravillosos en familia. Conocieron una parte de la ciudad, la Universidad de Jaime al menos por fuera; la casa de éste, y sus nuevas costumbres citadinas. Ahora, esperaban la llegada del año nuevo donde, entre todos, prepararían la cena y algunos amigos foráneos de Jaime, asistirían para pasar esa fecha en compañía.
—¿Entonces van seguido al fuerte? —preguntó Jaime más tarde, cuando Rosario estaba muy ocupada viendo su novela.
Joel asintió varias veces. A esas alturas, en los pocos días que llevaba ahí, le había contado prácticamente todo a su hermano. De como conoció a Alan, y como a partir de ahí, fue creando y consolidando nuevas amistades. Habló del carácter de cada uno, sus gustos y sus miedos. Incluso, habló sobre aquella tarde en el bosque, donde unos niños de su edad los persiguieron, esto claro, omitiendo la parte de las flechas y esa donde al parecer, alguien gritaba a lo lejos. Si bien, Jaime apoyaba la idea de que un niño se aventurara a recorrer los senderos de la naturaleza en busca de sus propias vivencias, al enterarse del peligro que había de por medio, se pondría aún más histérico que Miguel y Liliana juntos.
Joel, en un momento de la conversación y los juegos repentinos, miró el librero de su hermano. La mayoría de su contenido era sobre medicina. Había algunas figuras de acción que Joel reconocía y una pequeña selección de los grandes filósofos recopilados en enormes tomos.
Joel tomó aire, dudando.
—Jaime...Oye, ¿Todavía tienes el libro ese que hablaba de los sueños?
Jaime lo miró con curiosidad, esbozando una suave sonrisa ladeada y después se acarició la barbilla, arrancándose un par de pelos que apenas brotaban de su apenas existente barba.
—¿Tuviste un sueño raro o algo? —preguntó en cambio.
—Si...varios, de hecho. Quería ver si algo podía sacar de ese libro.
"El libro de los sueños" era un libro muy viejo que Jaime había conseguido en un bazar a mitad de precio. Era muy grande y tenía muchos dibujos raros y muchísimas letras. A su hermano, en una temporada donde comenzó a interesarse por el esoterismo, los horóscopos, la metafísica y el poder de la mente humana, ese libro le había llamado la atención como ningún otro: sin duda era un libro envuelto en misterio por su fachada negra difuminada en un vaho azulado y letras doradas y disparejas.
Su contenido era extenso, y no era como cualquier diccionario de sueños cutres explicados de la manera más superficial y menos sustancial. Esté, contrario a todos, parecía hablar de los sueños no solo como un idioma del subconsciente que acalla esos miedos que no quieres aceptar, si no que también, te hablaba del espíritu mismo.
En él, además de los sueños, hablaba mucho de la simbología de los animales, las flores, lo árboles...todo. En él, Joel debía ser capaz de encontrarle algún significado a esas pesadillas recurrentes, crear su propio esquema de sueños, y enlazar los significados a su propia situación. Esperando así, aliviar aquella angustia que quejaba su mente.
Jaime lo buscó entre sus pertenencias. Por algun motivo, aunque se hizo más al lado de la lógica y la ciencia, ese libro, siempre lo llevaba consigo. Lo desempolvó y con un aire solemne se lo entregó a su hermano menor.
—Parece que esos sueños que has tenido te tienen algo asustado, morochito —observó Jaime—. Debes saber que tener ese "tipo" de sueños, es bastante normal a tu edad. No tiene porque darte pena. Y mucho menos miedo.
El rostro de Joel se coloreó de inmediato.
—¡No! N-no son esa clase de sueños —se defendió, bajando la voz y arrebatándole una gran risa a su hermano.
A su oído, las carcajadas de su hermano no tenían igual. Eran tan claras como su voz al cantar, además, de que siempre que reia, rodeaba su panza con ambas manos e incluso, si la risa era más explosiva, con los brazos, se volvía un ovillo de carcajadas.
—¡No tiene nada de malo Joel, es normal! —explicó, adentrándose en una conversación que Joel quería evitar a toda costa cubriéndose los oídos y gritando el viejo: "No oigo, no oigo soy de palo."
—¡Algún día tendremos está plática morochito, nuestra señora madre ya me asignó está contienda!
—¡Pero no será hoy, bobo! —Joel corrió hasta las escaleras que daban a la azotea. Y allí, en el área de los lavabos, se sentó bajo la sombra, dandose un tiempo a solas para ordenar sus pensamientos y urgar en ese dichoso libro en busca de respuestas.
Acarició la tapa del libro con suavidad antes de abrirlo y, con cuidado, comenzó a hojearlo de apoco. El libro, era aun más terrorifico de lo que recordaba. Los dibujos, la letra, y algunas palabras escritas a mano en total cursiva cuyo idioma desconocía por completo, le erizaron la piel. Comenzó a buscar el simbolismo de cada objeto que apareció en su sueño. Desde el pequeño valle, las flores, cada pequeña piedra...hasta llegar a la sombra.
Leía con avidez, perdiéndose entre sus páginas, grabándose cada pequeño detalle con ahínco.
Tanto fue su ensimismamiento, qué Rosario tuvo que ir a buscarlo mientras gritaba su nombre por toda la casa. Joel, presa de un miedo que tenía nombre y cara, cerró el libro con rapidez. A su madre no le gustaba que leyeran esas cosas. Y según ella, ese libro ya ni siquiera existía.
Joel se sentó sobre él y cuando llegó Rosario a su encuentro, se mantuvo lo más casual y natural posible, mientras el corazón golpeaba su pecho con violencia.
Beep...
Beep...
Sonaba al otro lado del auricular.
En todas las vacaciones, no había logrado hablar con sus amigos. La llamada nunca entraba y cuando lo hacía y alguien respondía el teléfono había interferencia y no lograba siquiera distinguir a su interlocutor.
Pronto volvería a Montesinos, y al menos, quería avisarles que pronto estaría con ellos. Moría de ganas de saber cómo estaban. Con qué se divirtieron durante su ausencia y como habían pasado su navidad y año nuevo.
Joel empacó sus cosas el 3 de Enero del nuevo año. Esa sería su ultima noche junto a Jaime, así que entre Rosario y Joel prepararon su platillo favorito, para que no extrañara el sazón de mamá al menos por unos días.
—Ey, morochito —lo llamó su hermano entre la penumbra de la noche—, Me dejaste con la intriga. ¿Qué clase de sueño has tenido si no es aquello en lo que pienso. ¿Es muy malo?
Joel, quien dormía en la cama de su hermano se giró hacía él. -No, no es malo. Solo qué me sacó de onda qué fuese muy recurrente...es todo.
—Entonces...¿El libro te sirvió?
—Mucho.
—Que bueno...porque estaba pensando en dartelo.
Joel lo miró boquiabierto ya qué sabía que ese libro era un preciado tesoro para Jaime, tanto así, que cuando Rosario lo tiró a la basura, corrió trás el camión recolector y lo buscó entre toda la pestilencía.
—¿Y eso?
—No lo sé, creo que te servirá más a tí que a mi. Además, mi roomie se burla de mi por tener ese libro. Dice que son cosas de tontos.
Pero no lo son. En verdad, esas páginas guardan verdades que no podemos ver a simple vista. En serio, quédatelo.
Joel asintió, emocionado.
Esa noche, conversaron un poco de los sueños y de algunas inquietudes que el moreno tenía con respecto al libro y esos apuntes tan raros. Jaime solo se limitó a explicarle sobre lo poco que sabía, lo cual era básicamente nada.
—Solo sé qué la persona que entregó ese libro al dueño del bazar era un extranjero que iba de paso. Nada más.
—Entiendo.
—No le des importancia. Solo no lo leas en voz alta. No te vaya saliendo el chamuco y te lleva a su ejercito de niños feos allá en el inframundo —Jaime comenzó un ataqué de cosquillas que Joel, no podria evitar tan fácilmente.
《Te voy a extrañar mucho...》 pensaba Joel,
con tristeza al saber que al salir el sol, el volveria a Montesinos, dejando a su hermano solo en la ciudad.
Joel iba incómodo.
Tal vez era por los ronquidos de la señora del asiento de atrás, o por el llanto de un bebé molesto con la vida y consigo mismo que no paraba de llorar más que para mamar y defecar. Igual, podría ser por el molesto hombre de enfrente quien reclinó su asiento sin consideración alguna, apresando sus largas piernas y provocando que el síndrome de las piernas locas se activará en él causándole una gran necesidad de extenderse a sus anchas para así apaciguar aquella aborrecible sensación.
Además, el horrible aroma que había allí dentro no ayudaba mucho a su malestar; el aliento mañanero era fácil de evitar, pero no el peculiar y fragante olor de axila mezclada con cebolla, oculta bajo una suave pizca floral del desodorante qué insistía en mezclarse con la pestilencia en lugar de cubrirla; esto claro, sin contar el pañal sucio que la madre del bebé, había guardado en una bolsa y colocado en el suelo, permitiéndole unirse a ese coctel de aromas avinagrados y choquillosos. Con esto, la nariz tan sensible del moreno, agonizaba lenta y dolorosamente mientras el pobre, trataba de abrir una de las ventanas a como diera lugar.
Iban en el camión que los llevaría a Montesinos, el cual hizo un par de paradas en el camino, subiendo a más pasajeros en ciertas zonas marcadas y permitiéndoles con esto, estirar las piernas un rato a los pasajeros ya entumecidos por el viaje. Joel no desperdiciaba ni una sola oportunidad, aprovechándolas al máximo para así correr al baño y comprar un par de chucherías ya de camino al bus. En la segunda parada, se giró sobre su asiento, hablándole a su madre, qué era esa vecina de esplendidos ronquidos que atormentaba sus oídos.
—Ey, ma...¿No vas a ir al baño? —preguntó, moviéndola ligeramente.
Ella solo respondió vagamente con un conciso ''no'', al que le precedió un gran ronquido que hizo a más de uno voltear. El moreno, que conocía muy bien a su madre, ya no insistió para evitar que fuese enojada en lo que restaba del viaje. Joel, dejó su mochila sobre su asiento, marcando así su lugar y bajó del camión, feliz de extender sus miembros al menos por un rato.
Estaban cada vez más cerca de su hogar y la idea de ver a sus amigos y de que hubiera alguien que lo esperara, era algo que lo llenaba de emoción.
《No pude avisarles qué me iría》 pensó en más de una ocasión con gran tristeza.
De haber tenido más tiempo, lo habría hecho sin dudar. Pero todo había sido tan abrupto, qué apenas y pudo avisarle al pecoso.
《Espero que no estén muy enojados conmigo. No fue a propósito. 》
El tiempo le pasó volando mientras miraba por la ventana como los paisajes cuadrados, ruidosos y caoticos iban quedando atrás dejando así, a los lares verdes, salvajes y vivos, reinar ante sus sentidos anhelantes por algo de paz y silencio.
《La ciudad ya quedó atrás... 》pensó el moreno, feliz, acurrucándose en su asiento.
—Te entiendo chiquillo —hablaron de repente a su lado. Una voz temblorosa y sabía, mayor pero con un tono divertido —. A mí tampoco me gusta el ruido de la ciudad. Altera mis pobres nervios.
Joel, asustado, se giró hacia la dueña de aquella voz, quien lo miraba con ojos sonrientes llenos de una chispa de alegría imposible de ignorar y olvidar. Su corazón se enterneció al verla. Tierna, delgada y temblorosa, continuó la mujer:
—Espero no te moleste. Quería escapar un poco del griterío que hay allá atrás y vi este asiento desocupado —señaló, refiriéndose al llanto del bebé.
—Ah...Me disculpo, no la había visto...buena tarde. Y no se preocupe madame. Con confianza —respondió Joel, haciendo un ademán con la cabeza para reforzar sus palabras.
—¡Qué niño tan dulce! No eres citadino, por lo que veo -Joel negó con la cabeza—. Se te nota bastante.
—Y no se equivoca madame, vivo en uno de los pueblos de por aquí ...le diría cual, pero me han enseñado a no mostrar mi ubicación a extraños.
La anciana soltó una carcajada. Estaba muy divertida con el tono que aquel jovencito empleaba para dirigirse a ella.
—¡Además de que eres muy listo!
—Me halaga —el moreno fingió un tono de madurez excesiva.
Durante los 30 minutos de camino que les quedaba por recorrer, ambos entablaron con facilidad una inesperada amistad. La mujer era muy divertida y alegre, rasgos que ayudaron a que las carcajadas afloraran durante el trayecto sin tanta demora. Joel le contó del carro de madera y de sus amigos, destacando entre ellos al pecoso mientras ella, escuchaba atenta, asintiendo con la cabeza, mirándolo con ojos soñadores. Como si a través de sus relatos reviviera su propia infancia.
—Ese muchachito, Alan...veo que es muy importante para ti — señaló.
—¡Si! Fue el primero que confío en mi...además, es muy divertido, aunque no lo parezca. Nos llevamos muy bien.
—Entonces...confías en él.
—Absolutamente. Sin problema, dejaría mi vida en sus manos —respondió sin dudar.
—¡Maravilloso! —la anciana lo miraba con cierto cariño, dejando brotar un suspiro—. Es bueno tener en quien confiar...en mi caso, por desgracia, el único en que confiaba era mi esposo...pero bueno, el falleció hace unos meses...
—Lo siento mucho, madame... —dijo Joel, con una triste expresión, apretando sus labios y desviando la mirada.
Ella sonrió, negando con la cabeza mientras sus ojos lacrimosos, buscaban contener las lágrimas.
—No hay porque disculparte, niño. Lamentablemente, todos tenemos el tiempo contado. Ni los jóvenes tienen garantizada la vida solo por ser jóvenes, ni los ancianos, pactados a la pronta muerte, solo por los años de más y los achaques que nos aquejan.
La anciana lo miró; Joel estaba muy atento a sus palabras, haciéndola recapacitar en el tema tan lúgubre que había iniciado.
—¡Qué bonita pulsera! —comentó para cambiar el tema, señalando la pulsera del moreno—. Muy artesanal.
—¡Si! Y le cuento algo... yo merito la hice-Confesó—. Hice dos. Una para mí y la otra se la di a Alan... Bonita, ¿no? Son únicas en su especie.
—¡Sumamente bella! Ha sido un gran detalle de tu parte.
Mientras tanto, con la habilidad adquirida de despertar poco antes de llegar a su destino, Rosario, la madre de Joel, despertó repentinamente; buscando a Joel, azorada por una de tantas pesadillas que llegaba a tener sobre perder a uno de sus hijos o correr tras el camión de la basura en un camino infinito donde no podía deshacerse de la pestilente basura.
El moreno, percatándose de que su madre estaba despierta, se hincó en su asiento girándose hacia ella.
—¿Me perdiste otra vez o perseguías el camión? —preguntó el moreno, divertido.
Rosario solo hizo un gesto negativo con la cabeza y con esto, Joel, sin perder más tiempo, presentó a la señora cuyo nombre tuvo que preguntarle después de varios minutos de amena platica:
—Me llamo Renata, niño —se presentó de buen ánimo—. Señora, su hijo es un encanto. Tendrá muchas muchachitas tras él sin duda. Pero eso sí, se le olvida lo primordial: preguntarle el nombre a la dama. En todo el camino, ni me preguntó cómo me llamaba, pero para el chisme, bien puesto que está.
Ambas parecieron llevarse bien al instante. Y mientras iniciaban una conversación corta y amena, Joel se dedicó a escuchar y mirar el paisaje. Sintiendo a los nervios revolotear en su estómago mientras miraba la pulsera en su muñeca.
《Ya pronto estaré con ustedes...》
Pensaba mientras un mal augurio terminaba de instalarse en su cabeza y su corazón.
¡Hola! Espero estes muy bien querid@ lector.
Esta pequeña nota es más que nada para pedir disculpas por la tardanza con este capitulo. Lo publicaría según yo éste sábado 20 de Abril. Pero por desgracía, sufrí un accidente de moto que me dejó algo maltrecha, con una herida en la planta del pie que necesitó sutura, eso sin contar los enguinces, con esta tragedía, les soy sincera: esta situación me ha dejado sin muchas ganas de leer y escribir mientras sobrevivo a mis dolencias.
Pero aquí andamos 🍀⚘💖
Terminé el capitulo de a poco, y pido disculpas si tiene algunos errores. Lo tuve que escribir desde el celular y eso me entorpece enormemente. Lo corregiré ya cuando pueda utilizar la computadora.
Solo queria comentar eso y pedir disculpas por la demora.
Si bien, está historia ya está terminada en mi cabeza desde hace más de 5 años y plasmada en muchos guiones y dibujos qué creé cuando la idea de convertirla en historieta imperaba en mi cabeza...lo cierto es qué en general, debo dar forma a todos esos guiones y storyboards que necesitan menos palabras y más elementos gráficos, y convertirlos en palabras, quitar cosas que no aportarian a la trama y demás.
(Porque sí, nada en está historia está puesto al azar. Aunque parezca relleno, cada cosa tiene su motivo de estár y los simbolismos, ocultos a la vista de todos, están ahí más que como un elemento decorativo) ✨
Y bueno, sin más, espero hayan disfrutado el capitulo y nos leemos proximamente.
¡Cuidense mucho!🌺🌹
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro