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14 - "El niño maravilla"

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Este capitulo puede contener lenguaje, escenas, insinuaciones, o situaciones incomodas para cierto público. Además, los personajes mencionados aquí son totalmente ficticios, y cualquier parecido a la realidad es mera coincidencia.

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—¡Ey, morro!

Lo llamarón, haciendo que volviera sobre sus pasos. —Chompi, se me hace tarde ¿qué quieres ahora?

   —Pues...ya te la sabes. ¿No tienes más talco? ¿Algo que traigas y te sobre?

   —No...sabes bien que el pago es de a grapa. No tengo nada de sobra —Dijo, alternando su vista entre ese hombre y el camino que debía tomar—.¿Algo más? Me están esperando.

   —¡Bah! ¡Enano mentiroso! ¡Sé que tienes hasta de sobra, pero no quieres mocharte! —Escupió con desdén, haciendo una grotesca mueca en la que mostraba sus únicos tres dientes existentes; amarillos y picados.

El Chompi era un hombre mayor, delgado, moreno y quemado por el sol. Con harapos por ropa y cabello canoso de color acero. Era uno de esos hombres a los que la sociedad rechazaba sin reparo alguno y al qué los niños temían. Incluso algunos padres aprovechaban la situación y educaban a sus hijos diciendo que el Chompi iría por ellos si no hacían sus deberes.

Sin embargo, para Álvaro, no era más que una presencia indeseablemente molesta. No había día o noche que no lo esperara en esa esquina apestosa donde la mayoría de vecinos acumulaban sus bolsas de basura durante días en lo que el camión recolector pasaba a recogerla. Siempre esperando qué Álvaro, le diera un poco de talco gratis.

   —¡No soy mentiroso! —Mintió el morenito—. Y aunque lo fuera...sabes bien qué debo entregar cuentas a los de arriba. ¡No puedo ir regalándolo así como así! ¡Mejor consigue más dinero para la otra puntita! — Exclamó, tomando carrera mientras se acomodaba su mochila.

Las vacaciones Decembrinas ya habían comenzado. Cuando para todos sus compañeros era una época de descanso y felicidad, para el morenito, era una temporada algo ajetreada.

Mirando su reloj, hizo acopio de fuerzas y corrió colina arriba abandonando así su colonia. Escuchando el fluir del rio que durante la noche, había aumentado su tamaño debido a las lluvias. Al llegar arriba, debía ir derecho, siguiendo en todo tiempo el canal, si lo hacía así, no había pierde. El río siempre fungía de guía.

En su andar, fue dejando la fila de casas tras de sí, hasta qué la reja que impedía caer al rio, justo a su derecha, se llenaba de enredaderas y en algunos casos, flores, conforme avanzaba.

Así, hasta qué llegó a la casa chueca de Joel, donde sus ventanas oscuras y las cortinas corridas anunciaban que sus habitantes aun dormían. ¡Le hubiese encantado poder llegar de una con Joel! Pero no era ni la hora, ni el día.

Aceleró el paso y faltando 3 minutos a las seis, llegó corriendo a su destino, dejando el frío de esa mañana de lado, habiendo entrado ya en calor.

   —¡Alby! ¡Dos minutos más y te pongo retardo! ¡Apura, apura! ¡Hay cosas que hacer! —Diciendo esto, un hombre alto y regordete le entregó una bolsa hecha con la lona de algún antiguo partido político, repleta de periódico del día. Le tendió una hoja con las direcciones a las que debía entregar, donde solo 3 nombres estaban tachados.

   —Esos son los que no han pagado, no les dejes nada.

Álvaro asintió y como pudo, el morenito colgó la bolsa en la parrilla de la bicicleta que el señor le confiaba para hacer sus repartos. Y trastabillando, pedaleó. Iniciando su ruta, la cual consistía en dejar en cada casa anotada en dicho papelito, una copia del periódico que los habitantes de dicha casa habían contratado.

Llevaba meses en ese trabajo, así que para él era pan comido. Conocía absolutamente cada rincón de Montesinos, cada cara y cada fachada.

A medida que avanzaba, el trabajo se le facilitaba, ya que perdía peso conforme entregaba el periódico. Por lo que el camino a las últimas casas ni lo sintió.

《Me gusta este trabajo: lanzar cosas me relaja...》

Pensaba, lanzando un rollo bien pesado de periódico dentro de una de las casas más bonitas grandes y vistosas del pueblo. Su puntería siempre había sido buena, pero en ese trabajo, se había agudizado tanto que él mismo se sorprendía de su precisión.

Lo que no le agradaba era qué habia veces en qué los perros lo correteaban, cosa que, o lo atrasaba o hacia aventajar en sus entregas ya qué pedaleaba como un loco; pero siempre, sin falta, sus ladridos y sus hocicos babeantes lo aterraban.

Cuando terminó de repartir, volvió por el canal, pasando nuevamente por la casa de Joel, de la cual brotaba música muy alegre y rítmica que parecía ser de su madre. Eran las 7:26 a.m. y con el volumen así de alto, Joel ya debería de estar despierto aunque fuese contra su voluntad.

《¿Y si paso a saludar? 》
Pensaba, sacudiendo su cabeza y alejando esa idea al instante.

《No, hay que trabajar...además es muy temprano.》

Nada más llegando con el señor del periódico, le dejó la bolsa de lona, recibió su paga, exceptuando treinta pesos de está, ya que el señor le rentaba la bicicleta durante el día.

Álvaro se dirigió hacia la tienda de don Cuco, con quien siempre dejaba dos cajas de plástico dispuestas en un rincón de su tienda. Por lo tanto esperó unos minutos en la banqueta, en lo que el señor llegaba a abrir. Siempre, sin falta, lo veía llegar a las 7:30 a.m. jugando con el manojo de llaves que solo dios sabia que tanto abrían.

   —¡Buen día don Cuco! —Saludó el pequeño cuando apareció el señor, a quien ayudó a sacar los enormes tambos donde exhibía una variedad muy pobre de escobas multicolor y trapeadores.

Seguido de eso lo ayudó a barrer la calle y trapear el local, además de acomodar las hieleras en la entrada del local. Ahí, Álvaro se ganó unos pesos más por su labor y amarrando sus cajas de plástico en la parte delantera y otra en la parte trasera de la bici, se dirigió a la casa de doña Elvia.
Una señora mayor que todos los sábados surtía su despensa pero que, por cuestiones de edad y movilidad, contrataba el servicio de Álvaro.

Este se había hecho publicidad con volantes hechos a mano meses atrás, y se dedicó a propagarlos por el pueblo haciendo que su servicio se hiciera de cierta fama, sobre todo entre la gente mayor.

Al llegar, la señora lo saludó y le dio una lista y dinero para hacer las compras, seguido de una bolsa de plástico con transparencias. En la lista especificaba el tipo de carne, corte y porción por bolsa; además de dónde debía comprarla y el por qué de esto, muy a pesar de que Álvaro llevaba varios meses surtiendo su lista.

Así pasó a 3 casas más donde recogió el dinero y la lista del mercado; saliendo disparado a comprar todo lo necesario para llevarlo a su respectivo dueño.

A las 10:15 a.m. volvió con don Cuco, compró el mandado y llegó a su casa.
Abrió las ventanas, encendió la radio y despertó a sus 4 hermanas menores, que ni siquiera se habian dado cuenta de su ausencia. Preparó el desayunó mientras mandó a Susana, la más grande entre sus hermanas ya que contaba con nueve años, a poner la mesa.

Todas, despeinadas, con sueño y hambre devoraron el contenido de sus platos, lo cual era un huevo revuelto con jitomate cebolla y chorizo.

   —¡Qué bien cocinas! —Dijo Emilia, de cinco años.

   —¡Sí, mejor que papá! —Exclamó Ana, de siete años y con una cabecita repleta de chinos negros.

   —¡Pero nunca mejor qué mamá! —añadió Miranda riendo y golpeando la mesa con su tenedor. Ella, tenia ocho años y su sonrisa le creaba unos bellos hoyuelos en las mejillas.

   —¡Yo digo que deberías ser chef! —La mayor de las cuatro, lo alentó.

   —¿Qué? ¡Pero si solo hice un huevo revuelto con varias cosas! ¡No es para tanto!

   —¡Pero todo lo que haces te queda muy rico! ¡Además te gusta cocinar! —replicó ella.


   —Cocino porque soy el único que sabe hacerlo. Desde que Maricela se fue, quedé al mando de la cocina. Además...¿sabes lo que cuesta ser chef? ¡Jamás podría pagarlo!

   —¡Pero mamá y papá pueden apoyarte!

   —Susy...apenas y tenemos para pagar los servicios y la comida —Dijo con un tono serio—. ¡No podemos pagar algo tan caro! ¡Es más, ponte a comer qué se enfría!—Ordenó, señalando su plato mientras con un pedazo de su tortilla tomaba un bocado más de comida.

   —¿Hoy viene mamá? —Preguntó Miranda.

   —Sip, lo mejor es que sus vacaciones inician la semana que entra. ¡Así qué la tendremos dos semanas aquí en la casa!

Todas celebraron, emocionadas.

   —¿Y papá? —Preguntó Emilia.

   —El hasta el martes. Eso si no lo hacen quedarse hasta el jueves.

La familia de Álvaro eran sin duda alguna, de las más pobres del pueblo. Su padre trabajaba de carpintero e instalaba cocinas en Vallarta; si bien la paga no era mala, el hombre tenia un sin fin de deudas con medio mundo gracias a su aparentemente, recién superado vicio. Las apuestas.
Su madre, por otro lado, tuvo que conseguir empleo en casa de una acaudalada mujer que tenia una hacienda a 5 horas de ahí y le daba descanso los sábados por la tarde y domingos.

Necesitaban dinero más que nunca. Además, habian sido descuidados y formaron una familia numerosa y hasta después de tener a Emilia, fue qué su madre se operó para ya no tener hijos.

Así, con sus padres fuera de casa todo el tiempo, los 5 vivían con el dinero que les enviaban y pagaban los servicios con este.
Al menos, hasta que las cosas comenzaron a aumentar su precio con el reciente aumento de la población. Lo que causó qué Álvaro, al ser el "hombre" de la casa y el mayor, se dedicara a buscar trabajo para apoyarse un poco más. Por ende, tenia varios trabajos ya de "planta" y uno que otro emergente.

En las mañanas, al menos los sábados y domingos, iba al periódico, hacia mandados, y más tarde, después de la una, iba a la tortillería por la tanda de tortillas que dejaria en las tiendas, para después, dirigirse a la panadería, preparar y repartir los costales de birote de las 4:00 p.m. y el de las 8:00 de la noche.

《Trabajo, trabajo, trabajo.》

Era todo en lo qué podía pensar el pequeño morenito. Y su eslogan, tanto de sus volantes como al presentarse a trabajar, era siempre el mismo:

"¡Busco trabajo de lo qué sea!"

-Barro su calle, saco a pasear a su perro. Soy niñero. Plancho su ropa. ¡Limpio su casa!

Le traigo el mandado.
¡Podo sus árboles!
Puedo servir de chalán.
¡Hasta pego sus volantes..!
¿Es emprendedor?
¡Puedo vender su producto...!

¡¿Me pagará eso?!

¡Claro qué puedo!...

¿Qué si puedo ser discreto?

¡Si puedo!

...Si.

Puedo...

Un golpe lo tumbó al suelo, mientras en el proceso le arrancaban la mochila.

Había risas e incluso le escupieron a un lado cuando de su mochila sacaron lo que tanto deseaban. Ese polvo blanco que alegraba la miseria de sus días.

   —¡No! ¡No! —Chillaba el pequeño, levantándose velozmente y tratando de detener a esos dos hombres con todas sus fuerzas. —.¡Por favor, Chompi! ¡No lo hagas! ¡Si el Huichol se entera pondrás a toda mi familia en peligro!

   —¡Cállate mocoso miado! ¡Ese no es mi problema! —Se burló, empujando al pequeño nuevamente al suelo.

El pánico lo carcomía lenta y dolorosamente. ¡No podría pagar el costo de toda esa mercancía! No al menos con dinero. Y eso era lo que más le aterraba.
Álvaro se arrodilló, suplicando y haciendo de lado su orgullo. Viendo todo el mal que se desataría si ese anciano asqueroso no le devolvía sus cosas.

El viejo le lanzó la mochila en la cara y seguido de eso, le escupió justo en la cabeza.

   —¡Pinche mocoso mentiroso! ¡Dijiste que no tenias más nieve!

   —Pero es que...¡debes pagar por eso! Solo pagaste por unas cuantas grapas...

   —¡Cállate! —Ordenó, propinándole una fuerte bofetada y tumbándolo de nuevo al suelo —. Mejor vete antes de que te dé la chinga de tu vida.

Escupió el Chompi, mirando el botín que llevaba en mano con codicia.

Mientras tanto, la codicia de su silencioso compañero, un hombre grotescamente gordo y más perverso que el propio Chompi, se dirigía más al pequeño niño moreno tumbado ante él. En su mirada lasciva, la imagen de Álvaro se le antojaba apetitosa y mientras se tambaleaba de un lado a otro con una sardónica sonrisa afeando su rostro, paseaba sus manos, tentativas sobre su propio cinturón que de cuando en cuando, se paseaban sobre su sexo despertándolo de apoco.

   —¡Deja al camellito en paz Cochi! —Ordenó el Chompi.—, ¡O no te daré ni madres pinche cerdo.

Y con un fuerte empujón y esa amenaza ligera pero lo suficientemente poderosa, consiguió que ese asqueroso botijon dejará de lado sus intenciones.

Álvaro, aterrado ante lo que podría haberle pasado, los vio marcharse mientras él, se quedó ahí tumbado en el suelo de ese callejoncillo oscuro, donde siempre citaba a sus mejores compradores. Tenia el estomágo revuelto. Quería vomitar, llorar, gritar, golpear patear y llorar de nuevo hasta morir.

¿Qué les diría? O peor...¡¿Qué haría?!

Era un cordero dentro de una manda de lobos hambrientos. Al no recibir la nieve, los lobos podrían ponerse más agresivos qué el mismo Chompi. No sabía con exactitud cuanto más podría ser eso, ya que hasta entonces, solo había lidiado con tipos que al querer merca de más, comenzaban a ponerse irritables y algo agresivos con sus palabras. Sin embargo bastaba con mencionarles al Huichol para qué le bajaran a sus humos. Tanto respeto y miedo les generaba ese nombre.

Sin embargo, la situación se tornaba pesada, ya que al no tener lo que querían, además de una muy posible golpiza, podían quejarse con uno de los altos mandos y condenarlo al peor de los castigos por haber perdido tanta plata en cuestión de nada.

Mirando el cielo que se debatía entre el cálido naranja y el azul oscuro, el frío aumentó. Y el viento trajo consigo un tenue aroma a tierra mojada.

《Lloverá》

Pensó, tratando de hacer que su cuerpo respondiera. Pero el miedo de moverse de ese sitio era más grande.

El morenito se volvió un ovillo, aguantando las ganas de llorar mientras deseaba que la tierra se abriera y lo engullera entre sus fauces, sus piedras, y lo atrapará en sus raíces hasta que su cuerpo podrido sirviera de abono a está misma.

   —¿Qué voy a hacer? —Se preguntó con un hilito de voz, ronco y tembloroso.

Los minutos pasaron y un par de gotas comenzaron a caer sobre él. De repente, como si el cielo llorara su pena, las nubes cubrieron el techo celeste augurando su llanto desgarrador. Pronto llovería y él sabía qué debía levantarse e ir a casa. Su madre posiblemente estaba a nada de llegar.

《Mamá...》
Pensó, a punto de quebrarse.

Todo lo había hecho para ayudarla. Nunca pensó que en cuestión de dos minutos su condena llegaría en manos de ese par de ancianos apestosos y usureros.

《Debo decirle...antes de qué el Huichol se entere. Chance logramos irnos de aquí...chance...》

La lluvia se soltó sobre su yaciente cuerpo delgado. El frío seria insoportable una vez empapado por lo qué trató de levantarse nuevamente. Pero las ganas fundirse y desaparecer eran mayores.

Sabía muy bien lo que el Huichol era capaz de hacer, y si no hacia algo ya, aplicaría su crueldad desmedida contra su familia. Su padre...¡Su madre!... sus hermanas...

Había querido salirse de ese embrollo al mes de haber trabajado con ese hombre que solo las personas de los barrios bajos conocían bien. Cuando se enteró que los paquetes de le hacían llevar contenían sustancias ilícitas, hizo todo por dejarlo. No era un niño malo...el solo quería trabajo y con ello, ingresos para ayudar a su madre...a sus hermanas. Incluso al inútil de su padre que los hundió en esa miseria. Pero, cuando trató de siquiera insinuar qué ya no trabajaría ahí, las amenazas no tardaron en llegar. Estaba atascado. Atrapado cual mosca mutilada en la tela de una venenosa araña hambrienta.

   —¿Estás bien amiguito? —Le preguntó una simpática voz.

Alzando la vista, entre la delgada capa de lágrimas que se formó en sus oscuros ojos, se topó con una mirada conciliadora que le sonreía abiertamente mientras esa persona le extendía su mano. Llevaba un paraguas negro y no dudó en cubrirlo con él mientras esperaba su reacción. Sin embargo, llevaba una sudadera y un cubrebocas tapaba la mayor parte de su rostro.

   —¡Déjame solo! —pidió, hundiéndose en su miseria.

   —Lo haría, pero después de ver lo qué ví...es difícil. ¿Porque te golpearon esos viejos? Podemos denunciar...

   —¡No!...no seria bueno. —Respondió Álvaro, notando que aún le extendía su mano. Por no dejarlo esperar, el morenito la tomó y el extraño muchacho lo ayudó a incorporarse.

   —¿Por qué? ¡Te golpearon y robaron!

   —Créeme. No sería nada bueno hacer eso.

   —¿Es por las drogas? —Dijo de golpe, exaltando a Álvaro y haciéndolo empalidecer. —No te asustes. No diré nada. Pero conozco la jerga que usan. Además de que ese viejo chimuelo iba casí aspirando la bolsa como un perro.

   —¿En serio? —Preguntó, hasta cierto punto, aliviado. Él muchacho asintió, dándole seguridad.

   —Puedo ayudarte, si quieres...

   —Eso seria bueno, pero no creo que tengas el dinero para pagar todo lo que me robó...

   —No...no tengo dinero. Pero...tengo mis métodos. Y sobre todo, la gente. Puedo ayudarte. ¿Cuando debes entregar cuentas?

   —Mañana temprano.

   —Mmm, creo que puedo con eso.

   —¿Qué haras según tú? Y sobre todo ¿qué ganaras por ayudarme? —Preguntó, menguando su emoción. Hasta ese punto de su corta vida, aprendió por la mala que nada era gratis en la vida y qué debía pagar por los favores recibidos si o sí.

   —Solo quiero ayudar a un colega —Dijo, encogiéndose de hombros y cantando esas palabras con tono melodioso—, Nada más. Además, quien sabe. En un futuro, puede que me ayudes si es que llego a necesitarlo...es lo que haría un amigo ¿no?

Álvaro lo miró de pies a cabeza. Era más alto qué él y posiblemente tendría aproximadamente su edad. Pero su aura, le daba la impresión de hablar con alguien de más edad, mientras tanto, él lo miraba con complacencia. No parecía ser alguien malo.

   —Entonces...¿Si puedes ayudarme? —Preguntó, indeciso. El muchacho le extendió la mano mientras sus ojos le sonreían.

   —¿Trato? —Preguntó en cambio.

Álvaro dudó. Pero no podía permitir qué su familia saliera herida y si ese extraño encapuchado podía salvarlos, estaba dispuesto a pagar su deuda. Tragó saliva y sin pensarlo más, estrechó aquella fría mano.

Abrió la boca con dificultad y articulo su respuesta.—Trato...

Álvaro asintió, con timidez. Notando el frío gris de aquella mirada serena.

El muchacho le indicó que fuese a casa. Qué a partir de ahí, el se encargaría de todo. El morenito chistó. ¿Cómo se iría a dormir plácidamente así como así?

   —Descuida. Puedes estar tranquilo...¡confía en mi!

***

Es noche, Álvaro no pudo dormir.

El cielo golpeaba con fuerza a la tierra. Y la lluvia se había convertido en una furiosa tempestad. Cerró sus ojos, y pidió al cielo que calmará su corazón, que hacia más ruido que los truenos partiendo el cielo con rigor.

El cielo se había limpiado después del diluvio que los atormento durante el noche.

Y Álvaro, atraído por sutil ruido ajeno al silencio que lo rodeaba, despertó de un mal sueño que apenas y consiguió sostener unas cuantas horas, percibiendo más claramente un golpeteo en la ventana de la sala, donde dormía desde que cumplió los 10 años.

Levantándose con cuidado de no despertar a nadie, se acercó a esta, deslizando la cortina con temor. No había nadie, pero ante él, una caja emplayada lo esperaba. Y en ella, una nota bailaba por el suave viento de la mañana que lo saludaba con el trino de las aves:

Álvaro respiró de nuevo al ver que en la caja estaba toda la merca, aparentemente completa. Además, había otra nota donde venían escritos los nombres de tres personas y la cantidad de grapas que había llevado cada uno, más el dinero de la compra. ¿En verdad podía existir alguien tan bueno? Se preguntó, abrazando el paquete mientras leía una y otra vez las palabras de esa pequeña nota con una enorme sonrisa en su rostro.

-¡El chico maravilla! ¡Qué genial! ¡Es como un súper héroe!-Susurró emocionado, sintiendo que su alma regresaba a su cuerpo.

Sin embargo, mientras él entregaba lo que le restó de mercancía, más el dinero de lo que se vendió la noche pasada, la policía identificaba el cuerpo sin vida de Ernesto Rivera, alias "El chompi" y el de Mauricio Bernader, alias el "Cochi" tirados en las orillas del río.

Ambos, presentando muestras de tortura, mutilación y violación, antes de haberles partido la cabeza con una piedra.










¡Hola! Hice este apartado para aclarar ciertas cositas:

En este capitulo utilice ciertas palabras que suelen emplearse como códigos al momento de vender este tipo de sustancias: lo comento más que nada porque al momento de leer, puede causar cierta gracia o confusión en algunos casos. Quizas ya los escucharon por ahí y los conozcan, o quizas no. Pero por si las dudas, les dejo un pequeñisimo glosario de algunas palabritas...

▪️Talco y Nieve| Ambas hacen referencia a la coca, perico etc. Al igual que las siguientes palabras qué más adelante pueden llegar a emplearse en está historia.

▪️Dama blanca.
▪️Azuquitar.
▪️Cremita.

▪️Grapas o grapa| Hacen referencia a los gramos al igual qué...
▪️Mugra o mogra.

Puntita| Dosis.
Piquito| Cantidad minima.
Camello| Traficante de droga.

Estas palabras, al menos, suelen usarse por mis rumbos. Pero la jerga de estas personitas sin duda es muy basta y se renueva cada que puede.

Este capitulo, está inspirado en todas esas pequeñas almas perdidas que desde muy chicos, se ven envueltos en un pequeño infierno que a medida que avanzan, crece y los consume.

Sé que hoy dia, hay tantas cosas malas allá afuera, que por desgracia, ya no nos sorprende. Sin embargo, es un tema que siempre he querido tocar y que por desgracia, ví frente a mí de inicio a fin, sin poder hacer nada para evitarlo.

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Sé que tarde un poco mucho más en actualizar, es por eso que no pongo fecha para esto porque soy pésima para las entregas a tiempo. Sin embargo, el siguiente capitulo auguro estará listo en dos días a lo sumo. (Espero sea así)

PD: La advertencia de arriba espero no haya estado de más. Pero al contener la escena de un anciano verde sabroseandose a un morro, consideré que debia ponerlo. Al igual que lo de los personajes ficticios, ya qué hay apodos que muy posiblemente existen allá a fuera y no quiero que haya algun problema o relación indirecta con dichas personas.

Muchas gracias por la espera. Y por amar tanto a mis adorados niños. En verdad lo aprecio como no tienen una idea.

Le mando un fuerte abrazo del corazón, que tengan lindo dia/noche.

Así, sin más qué decir por el momento...

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