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13 - El niño de ojos negros.


Joel cayó enfermo al día siguiente.

El domingo llamó a casa del pecoso, diciéndole sobre la terrible calamidad que se avecinaba: No iría a clases hasta el martes si todo iba bien. El moreno tenia la garganta inflamada, los mocos amenazando con salir de sus fosas nasales cada medio minuto y una terrible tos de perro viejo qué Alan sospechaba sería capaz de traspasar el auricular y enfermarlo.

—¿No qué no te enfermabas? —Preguntó el pecoso, en tono burlón, escuchando el terrible ataque de tos que le dio a su amigo —Suenas pésimo.

—Sueno, me veo y me siento pésimo. —Corroboró Joel, cortando cuadros de papel higiénico. —Perdona, espero poder ir el martes a la escuela.

—¿Qué? ¡No! ¿¡Para qué te quiero allá!?— Bromeó, esperando que Joel entendiera qué era solo eso. Una broma.

—¡¿Cómo qué para "qué"?! ¡Para hacer tus días felices! ¡Claro!

—¡Ya mejor vete a descansar, estas alucinando!

Joel dejó escapar una risa genuina pero ahogada en un ataque de tos. Después de 15 minutos, ambos colgaron cuando la madre de Joel apareció al otro lado de la linea y regañó a su hijo por estar fuera de la cama y sin zapatos.

—¡Qué bobo!...— Dijo Alan, riendo y meneando la cabeza mientras miraba su diario. Era domingo y se estaba poniendo al corriente con el día anterior, ya qué cuando llegó a casa, estaba medio dormido. De alguna forma, mientras miraba una película en casa de Joel, después de tomar todo el chocolate caliente que quiso y comer el pan qué mas le gustaba, ambos cayeron dormidos antes de que la película finalizara.

Para cuando Rosario, la madre de Joel llegó de su reunión sabatina con las vecinas, los vio dormir plácidamente en el sillón de la sala. Con Joel desparramado a lo largo del sillon y Alan recostado a su lado, babeándolo sin piedad.


Terminó de hacer algunos dibujos en las páginas de su diario, cuando de repente Liliana lo llamó desde la planta baja.

Al llegar a ella, la vio secándose el sudor que perlaba su frente; estaba en el patio, llena de tierra y con cara de resignación, ya que debía terminar lo que inició. Liliana se giró hacia él cuando lo escuchó llegar. Estaba en cuclillas frente a una maseta de barro enorme pero muy bonita, con la imagen grabada de una flor qué Alan reconoció como un girasol.

—¿Te gusta? —Preguntó Lily, mirando las plantas que tenia en masetas más pequeñas. — Le falta algo de vida a nuestra casa, ¡Y qué mejor que las plantas para avivarla un poco!

—¡Son muy bonitas! — Señaló Alan, buscando el motivo por el cual su tía lo llamó.

—Oh, mira mi niño, necesito que me traigas el mandado. Esto me llevará un poco más de tiempo y no alcanzaré a ir al mercado a este paso. Trae con qué anotar y te dicto lo que necesito.

Alan atendió la petición y pronto se vio a si mismo yendo al mercado a buscar las cosas que le pidieron. Como Miguel había salido con Raúl y Juan, el era el único que podía apoyar a su tía con esa encomienda ya que los mellizos eran aun muy pequeños para andar en la calle solos.

Cuando había comprado la mayoría de cosas, Alan echó un vistazo a su lista para ver que era lo que le faltaba por llevar: aguacate, jitomate, cebolla, cilantro, tortillas...solo faltaba pasar a la carnicería. Sin embargo, mientras se dirigía hacia el ultimo puesto que le faltaba, no podía evitar sentirse vigilado. Como si alguien siguiera sus pasos de cerca. Era una sensación incomoda, que lo obligaba a girarse cada cierto tiempo desde que llegó al mercado. Sin embargo, no había nadie sospechoso a la vista.

Ya de regreso a casa, se dispuso a caminar rápido, girando hacia la izquierda, luego a la derecha y así sucesivamente cada qué llegaba a una esquina, aumentando cada que podía la velocidad. Giró un total de 4 veces con el único objetivo de rodear lo más que se pudiese. Sin duda alguna, alguien lo estaba persiguiendo. Para cuando giró en la quinta esquina, se escondió rápidamente detrás de un arbusto bastante espeso que bordeaba la banqueta, y ahí, oculto entre las ramas, vio a un niño con gorra azul, delgado, moreno y mucho más bajito qué él.

Parecía asombrado y miraba por todos lados, como si buscara a alguien. Si bien podía ser una coincidencia, el niño de repente habló: —¿A dónde fue? — Preguntó a la nada, en un susurro apenas audible.

—Sí, si giró por aquí ¿no? O me equivoqué.

Alan analizó la situación y tomó aire; pensando en qué lo mejor y más sensato era dejarlo ir, que se adelantará para él, poder regresar a casa. 《Sí...sería lo mejor. No puedo simplemente dejar que me gane mi mal humor...además es solo un niño. 》

—¡Ese niño tonto! —chistó el extraño —¡Dudo que se diera cuenta de que lo estaba siguiendo! No se ve que sea muy listo que diga...— Ni siquiera pudo terminar la frase cuando de repente, una mano salió de la nada empujando con violencia su cabeza hacia la lisa pared e inmovilizando sus brazos.

—¡¿A quien le dices tonto!? ¿Y por qué me estás siguiendo desde hace ya rato?

El niño se retorcía, mientras trataba de zafarse del agarre de aquel fúrico niño de cabeza azabache y ojos verdes.

—Ok,ok ¡Ahí muere! —Exclamó, dejando de forcejar. —¡Te explicaré todo! ¡En serio! ¡pero no me lastimes!—Alan, desconfiado, aflojó su agarre un poco, reacio a soltarlo por completo.

—¡Soy Álvaro! Voy en primero de secundaria. En el A. Turno matutino.

—Lo mucho que me importa...¿Qué hacías siguiéndome?

—¡Nada malo, en serio! Solo quería... ¡Solo quería acercarme y hablar contigo!

—¿Para qué o qué?

—Es qué...conoces a Joel ¿no?

Escuchar el nombre de su amigo lo alteró un poco. Seguramente era uno más de tantos que querían acercarse a él para advertirle sobre el moreno y que se alejara de él.《¡Otro tonto! No tengo ganas de lidiar con gente así...》 Pensó el pecoso, soltando su agarre y con ello, un suspiro.

—Si vienes a querer convencerme de que no debo juntarme con Joel, mejor vete. No pierdas tu tiempo.

—¿¡Qué?! ¡No! ¡Si lo que yo quiero es unirme a su banda! — Explicó.

—¿B-banda?—Alan estaba confundido— Oye, mocoso, ¿Dónde nos viste las guitarras y las maracas? ¡No tenemos una banda!

—¡Eres chistoso! ¡Pero chistoso de extraño! No de gracioso. ¡Yo habló de su pandilla! ¡Quiero entrar a la pandilla de "Joel el terrible"! ¡Quiero unirme!

—Ok, mira niño...la verdad es que cada vez estas más perdido.— Respondió Alan, llevándose las manos a la cintura y meneando la cabeza.

—¡Oye, pueden confiar en mí! ¡No diré nada! ¿Qué tengo que hacer para qué me acepten? ¡Díganme! ¡Haré lo que sea! ¡Soy de confianza!

—Desaparece...—Escupió Alan, hastiado mientras recogía las bolsas del mandado que había dejado en el suelo para enfrentar a ese niño tan raro.

—¡Vamos! ¡No seas así!—Suplicó Álvaro.

—¡Déjame en paz!

Alan emprendió caminó hacia su casa, soportando durante todo el camino las suplicas incesantes de Álvaro. Para cuando el pecoso llegó a su cuadra, se topó con su primo, quien parecía bastante molesto. Sea lo que fuere, ambos estaban teniendo un día desagradable.

—¿Vienes del mandado? —Preguntó Miguel, acercándose al pecoso y tomando un par de bolsas de su mano.

—¿Vienes de con esos tontos?

Miguel asintió—¿Quién es ese? —Preguntó en cambio, mirando al niño moreno que venia tras Alan.

Alan lo señaló con su dedo pulgar, sin siquiera molestarse en girarse para verlo.—¿Ese? ¿Sigue ahí?... Ignóralo. Está loquito.

—¡No estoy loco! Ya te dije: ¡Solo quiero que me acepten en su pandilla!

—¿En nuestra pandi qué? — Miguel estaba cansado, había tenido una mala tarde con sus "amigos" y no estaba de humor para aguantar nada que perturbara su paz.

—¡Pan-di-lla! —Dijo Álvaro, dando saltos con cada silaba.

Ambos primos se miraron, comprendiendo que ese niño estaba más qué perdido al pensar que eran una padilla e insistir tanto en ser aceptado.

El lunes llegó.
Y los 3 miraban el horizonte, aburridos.

En las canchas, durante el receso, no había mucho que ver más allá de un grupo de estudiantes aficionados al voleibol cuyos tiros cada cierto tiempo lograban golpear a algún descuidado que anduviera por ahí, ajeno a un balón lanzado cual bala hacia la cabeza de un incauto. Samuel suspiró, Alan bostezó y Miguel estornudó. Sin Joel ahí, el recreo se veía aburrido y sin chiste alguno, aunque al menos, no estaban solos para presenciarlo.

—¿Crees que mañana si venga Joel? —Preguntó Samy al pecoso.

—No creo. Sonaba muy mal. Si acaso, hasta el miércoles.

—¡Eso si le va bien! —Añadió Miguel.

—Si...¡oye! a todo esto, ¿Qué haces aquí? —Preguntó Alan a su primo, muy intrigado; si bien su relación había mejorado, en la escuela, seguían manteniendo su distancia. Sin embargo, ese día, Miguel estaba ahí sentado, aburriéndose con ellos.

—Servicio social— Respondió el castaño—Para qué no estén tan solos y causen pena sentados aquí.

—Ey, si, ajá, así le ponemos — Dijo el pecoso, mirándolo con los ojos entrecerrados.

Pasaron 3 minutos de contemplación, donde solo se reían al ver como la pelota impactaba en la cabeza de algún despistado, cuando de repente, escucharon unos pasos que se acercaban a toda velocidad. En lo que dirigían la vista hacia el sitio de donde provenía el ruido, Álvaro, enérgico e insistente, se detuvo ante ellos. —¡Los encontré! —Exclamó el morenito sumamente feliz. 

—¡Ay no! Lo que faltaba—Dijo Alan, irritado y cubriéndose los ojos — ¿Ahora que quieres niño?

—Lo mismo que te dije ayer: ¡acéptenme!

—¿Quién es? — Preguntó Samy, sin entender porque ese niño tenia que gritar.

—¡No te aceptaremos, porque no hay tal cosa! ¡Entiende! — Alan fue directo. Grosero, sin duda, pero no planeaba perder la poca amabilidad y buen animo que tenia en alguien extraño y latoso.

—¡Vamos! ¿Por qué dicen que no? ¿Dónde esta Joel? ¡Déjenme hablar con él!

—No vino hoy — Anunció Miguel.

—¡Y aunque estuviera aquí te diría lo mismo qué yo!...

—¿Quiere juntarse con nosotros?—Preguntó Samuel, aun más confundido.

—No tanto así...—Respondió Miguel. —Lo que pasa es qué este niño cree que tenemos una pandilla de vándalos o algo así...y quiere unírsenos.

—¡Oh! Pues...estas muy equivocado pequeño.

—¿Cómo me llamaste? ¿Pequeño? — Álvaro saltó a defenderse, sin embargo, Samuel se levantó de su asiento ya que planeaba ir a la cooperativa, eso, sumándosele que además, sus piernas estaban entumecidas. El pequeño niño morenito vio asombrado el descomunal tamaño de Samy, y no perdió oportunidad en alabar su gran altura, tomándolo del brazo y dando pequeños saltos de alegría: como si hubiese encontrado un coloso oculto en las ruinas de una Grecia devastada y perdida.

—¡Ey, ey, déjalo en paz! ¡No lo manosees! —Ordenó Alan manoteando la mano de Álvaro, y con eso, rescatando a Samuel de una situación que le resultaba incomoda; nunca habían alabado su altura ¿Y ahora de repente, un niño lo manoseaba y trataba de colgársele mientras gritaba a los cuatro vientos lo genial que era su altura?

—Lo qué pasa es que Samy no está muy acostumbrado...—Añadió Miguel, levantándose para calmar a su primo, quien estaba bastante molesto con la presencia e insistencia de Álvaro. —Mira, no tenemos algo como una pandilla. Solo somos cuatro personas que se juntan y pasan el rato. Como todos. Pero si quieres...mañana que venga Joel.

—¡Si no muere por una pulmonía!—Interrumpió el pecoso alzando la voz.

—...Él mismo te lo dirá...por lo pronto, si quieres, quédate con nosotros. Solo... deja a Samy en paz. No lo atosigues. Hay qué respetar el espacio personal.

Álvaro asintió, emocionado. En su mente, todo aquello había sido una prueba para ver que tanto quería pertenecer a su pandilla y para él, había pasado la primer prueba. Pasaron ese receso tratando de comprender la hiperactividad de Álvaro, quien hablaba y hablaba sin parar. Al parecer, había encontrado un gran oyente en Samuel, quien lo miraba con atención, asentía y daba un mordisco a su lonche mientras volvía a asentir, sin mostrar muchas ganas de hablar.

—Tiene mucha...energía. —comentó Miguel en voz baja, robándole una fritura a Alan.

—Demasiada...no me agrada. ¿Para que lo invitaste?

—No nos iba a dejar en paz, Alan. Además, no tiene nada de malo.

—Si tu lo dices...—Respondió, introduciendo un puñado de frituras en su boca.

《Este niño no me inspira confianza.》 Pensaba, mirándolo fijamente, como si con eso pudiese llegar a revelar los secretos de ese niño. Ante la verde mirada de Alan, este percibía algo raro en Álvaro. Sus ojos pequeños, rasgados y negros, tenían algo que lo perturbaba demasiado. No eran como los ojos grises de Joel que si bien llegaban a ser inquietantes, te brindaban confianza y valor, además de demostrar una transparencia abrumadora. Tampoco eran como los ojos color miel de Samuel, que llevaban consigo la amabilidad por estandarte, la dulzura y timidez. O incluso como los ojos marrones de su primo; qué tenían un aire maternal de protección e inteligencia revuelta con algo de temor. 

Todos, mostraban algo en su mirada. Algo tangible que veías reflejado en su forma de actuar. Pero Álvaro... el tenia algo extraño; era como una sombra oscura, sin forma, sin identidad y repleta de secretos. Y sus ojos negros, eran un abismo silencioso que le erizaba la piel.

《Me da algo de miedo.》

Pensó el pecoso, sorprendido de qué un pequeño niño como ese, de menor estatura que la suya, pudiese inspirarle miedo. Álvaro seguía hablando con Samuel, pero al ver la mirada verde del pecoso instalada sobre él, toda su atención se volcó en Alan, a quien le sostuvo la mirada sin decir palabra, provocándole un escalofrío terrible.

《No me gusta.》

Joel los esperó fuera de su casa el jueves  listo para presentarse a clases.

Se miraba algo delgado pero con la misma energía de siempre. Los había llamado sin previo aviso con un silbido que Alan conocía muy bien. Asomó su cabeza azabache por la puerta, buscando al moreno, quien lo esperaba recargado bajo el árbol de buganvilia. 

Los primos contuvieron su alegría al verlo y pronto iniciaron el camino hacia la secundaria. El moreno les contaba con entusiasmo como casi moría por una pulmonía salvaje y cruel, tosiendo de cuando en cuando a pesar de que estaba mucho mejor. —¿Cómo les fue en mi ausencia? —Preguntó, colocándose entre ellos y abrazándolos a ambos. Si bien había adelgazado, su fuerza era la misma de siempre.

Miguel y Alan se miraron, ligeramente preocupados. Debian decirle sobre el pequeño y extraño niño que insistía en verlo para hablar con el. Miguel asintió con la cabeza, y fue quien sacó el tema. —Bueno...Joel, verás...hay un niño. Se llama Álvaro, dijo que iba en 1°A...y bueno, él te ha estado buscando como un loco.

—¡Sí! ¡El domingo me persiguió por todo el  mercado como un demente! Insiste en que lo dejemos unirse a nuestra pandilla.

—¿Pandilla? —Preguntó Joel, confundido.— Pero no tenemos eso...

—¡Exacto! ¡Le dijimos eso muchas veces, pero no, nada más no quiere creernos! Está medio chiflis, si me preguntas a mi. —Admitió el pecoso, esperando qué Joel fuese capaz de rechazar a ese niño tan raro.

Pero, desgraciadamente para el pecoso, cuando Álvaro se presentó ante Joel ambos parecieron caerse bien al instante. El entusiasmo del morenito parecía agradar a Joel, quien le sonreía abiertamente y de muy buena gana. Sin embargo, lo que nadie sabia, era que Álvaro era un ávido seguidor nato, que iría tras el moreno sin chistar y haría lo que fuese necesario para darle gusto a Joel ''el terrible''

—¿Entonces puedo unirme a su pandilla? —Preguntó por vigésima vez. 

Joel meneó la cabeza y se limitó a explicarle al pequeño entusiasta.

—Mira...lo qué ellos te dijeron era cierto. No somos una pandilla. Solo somos 4 niños que son amigos y pasan el tiempo juntos. No sé si a eso le llames pandilla, pero para mi y estoy seguro que para ellos también, ¡no hay nada más lejos de la realidad!

—Pero... ¿qué hay de los rumores? ¡Todos dicen que Joel "el terrible" está formando una pandilla del terror! ¡Además, te deshiciste del apestoso de Rubén y del inútil de su primo! ¡Les diste una putiza que nunca olvidaran! La verdad...desde un inicio me has inspirado. Siempre quise acercarme a ti, pero no me animaba porque siempre estabas solo. Pero, en cuanto vi que estabas reclutando gente... ¡supe que era mi momento!

Joel lo miraba entre conmovido, pero sobre todo confundido. —Mira...primero: no me llames así. Quítale el terrible a mi nombre. Segundo...no estoy reclutando gente. Ellos son mis amigos. Y tercero...no tenemos una banda, pandilla, grupo delictivo...¡nada! Y no planeamos hacer algo al respecto. Lo que sí podemos hacer... es invitarte a juntarte con nosotros, si quieres. 

Alan, quien hasta entonces lo había estado mirando con petulancia mientras Joel corregía toda la basura que decía ese niño, perdió su sonrisa burlona. ¡Le hubiera encantado que Joel lo mandara a volar! Sin embargo, había olvidado que la naturaleza de Joel era distinta a la suya y por lo tanto, no dudó en invitarlo a juntarse con ellos y ser uno mas del grupo.

Por otra parte la mirada de Álvaro se había iluminado. Si bien ya lo habían invitado los demás a juntarse con ellos en el receso, el que lo hiciera Joel ''el terrible'' lo llenaba de una dicha indescriptible, la cual, no dudó en externar, saltando hacia el moreno y abrazándolo con fuerza.

—¡Álvaro, recuerda el espacio personal!—le recordó Miguel.

—¡Ey, suéltalo, no lo toques! —Exclamó Alan, irritado, viendo al confianzudo de Álvaro aferrado a Joel.

《No lo soporto...》 

Pensó Alan, desviando la vista. Sintiendo como su sangre comenzaba a hervir.

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