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0- Prólogo


Grises.

Grises eran aquellos ojos; de un extraño color frío que envolvía con una calidez aún más extraña cuan intachable al corazón herido. Un color que inesperadamente trajo a sus vidas monocromas, un sinfín de colores vibrantes que tiñeron cada recoveco existente en sus almas.

El nombre de ese niño de ojos grises poseía cuatro letras al igual que el suyo, compartiendo así mismo, el peso de llevar consigo una reputación podrida para unos niños de tan corta edad.


La primera vez que Alan vio a ese niño de ojos grises, fue justo el día en que se presentó con sus documentos en mano, listo para inscribirse en esa enorme secundaria donde llevaría a cabo sus estudios. Al menos, mientras su estancia en ese pequeño y bello pueblo se prolongaba.

El director, encargado de ambos turnos, era un viejo amigo de su tía, así que no tuvo mayor problema en guardar una vacante para el jovencito citadino que llevaba poco tiempo después viviendo en Montesinos.

Con las puertas de la institución abiertas para Alan, lo citó a las 5:15 de la tarde; dado que, en la mañana, el director debía asistir a una reunión sindical y no tendría el tiempo para atenderlo.

Así, amante de la puntualidad, el jovencito se encontraba a las 5:00 de la tarde, recorriendo los pasillos desolados y adoquinados de aquella estructura educativa.

El griterío de los habitantes del turno vespertino proveniente de los salones a su alrededor lo acompañaba en su andar mientras trataba de encontrar la dirección. Para su sorpresa, la secundaria era algo grande, en comparación a lo que aparentaba desde fuera.

Llena de aulas donde se llevaban a cabo las clases además de múltiples talleres de apoyo, contaba dos auditorios de tamaño meramente considerable, un gimnasio, una cantidad aceptable y bonita de áreas verdes, patios y una cancha de voleibol y otra de basquetbol.

Semanas más tarde, descubriría que el tamaño de la "secundaria", el cual le resultaba absurdo para una población básicamente pequeña, era porque ahí se llevaban a cabo las clases para los niños de primaria, secundaria y preparatoria divididos por secciones que, desde su ángulo, no lograba discernir.

Al haber accedido por la segunda puerta, por la que accedían los del turno vespertino, Alan quedó al otro lado de la escuela y, por ende, al otro lado del patio cívico donde debía estar la oficina de las secretarías y la dirección. Muy a pesar de que le indicaron el camino al entrar, no le fue muy difícil perderse en aquel laberinto de aulas gracias a su pésimo sentido de orientación. 

Al cabo de un rato, con las indicaciones de una muchacha de tercer grado, que iba camino al baño, fue que logró llegar a su destino.

   ꟷYa estas muy cerca, sigue por este pasillo y giras hacia la izquierda, es la segunda puerta.ꟷ le indicó de buena gana.

Siguiendo sus indicaciones, al girar, una ráfaga de luz crepuscular invadió su visión. Y ahí, fuera de lo que parecían ser las oficinas, se encontraba la silueta de un muchacho extraño; vistiendo el uniforme de manera salvaje, con un aire de total libertad y confort. 

Llevaba la camiseta amarilla del uniforme desfajada. El cuello de ésta, desordenado en su totalidad. Los pantalones arremangados dejaban al descubierto la mitad de sus chamorros y sus tenis, unos converse de imitación que destacaban por su color rojo vibrante sin pudor alguno. 

Por otra parte, su piel, ligeramente morena, resplandecía con un aura dorada mientras su cabello castaño y revuelto, daba la impresión de que su portador había librado una cruenta batalla de la cual salió victorioso de milagro.

Todo en él daba una fuerte primera impresión. 

Una donde pocas cosas podrían salir bien estando a su lado. Sin embargo, a pesar de su apariencia, lo que más captaba su atención era su mirada. Desde que giró por ese pasillo, pudo sentirla posada en él. Analizando cada uno de sus movimientos mientras, para su sorpresa, ese rostro le otorgaba una sonrisa sutil en lo que era un semblante lleno de confianza y cierta familiaridad que resultaba inquietante. 

Así mismo, sentado sobre su mochila, el sol de la tarde bañaba su perfil como si fuese un halo de divinidad. Un augurio misterioso, tocando su trompeta celestial; cuya melodía anunciaba el inicio de un destino por cumplir.

     ꟷLlegas tarde ꟷdijo sin abandonar su sonrisa. Su voz era suave, madura, y conciliadora.

     ꟷ¿Qué? ꟷ Alan trataba de enfocarlo, entrecerrando sus ojos y cubriendo con su mano parte de los rayos del sol que chocaban contra su rostro pecoso.

     ꟷLo siento, hay casa llena ꟷal decirlo, ese joven señaló la puerta junto a élꟷ. Toma asiento amiguito que esto va pa'largo.ꟷ Alan dudó, dando un pequeño vistazo a lo que parecía ser la oficina del director, la cual mantenía sus puertas cerradas. ꟷSi hubieses llegado 5 minutos antes, te habrías salvado de la eterna espera. ¿Vienes a inscribirte?

     ꟷSi. A traer mis papeles, más que nada. ꟷrespondió Alan, indeciso. Reconociendo en su propia voz un tono distinto al usual; casi tembloroso y tímido. Llevaba tiempo sin hablar con alguien que no fuese su recién conocida familia con los cuales, apenas y cruzaba palabra.

 ꟷUy, si fuera tú, mejor me pongo cómodo. ꟷla actitud de ese muchacho era bastante relajada y jovial, desfilando una actitud envidiable, repleta de confianza genuina. Ante su mirada clara y gris, Alan, no podía evitar sentirse desnudo.

El pecoso suspiró, resignado. ꟷ ¿Por qué estás tan seguro de que tardaran tanto?

     ꟷPorque de eso me aseguré hace un rato ꟷaseguró con una gran sonrisa mientras se señalaba el pecho, con cierto aire de orgulloꟷ. Esta vez, ya les di un motivo para considerar mi estancia en este sitio.

     ꟷ¿En serio? ¿Qué hiciste? ꟷ indagó el pecoso acercándose un poco más y tomando asiento en la banca que estaba junto a él. Preguntándose el por qué ese muchacho prefería estar sentado en el suelo.

El joven exclamó. ꟷ¡Uff, ¡que no hice!

Con estas palabras, un sin fin de escenarios aparecieron en la mente de Alan. Pelea, armas, sustancias ilícitas...fueron las primeras palabras que le vinieron a la mente. Él joven lo observó y agitó la mano en un gesto negativo, como si con eso disipara la nube de pensamientos en aquella cabecita azabache.

     ꟷ ¡No!, ¡no es nada de lo que te estás imaginando! Siendo sincero, en este lugar se me castiga por casi todo. Cada mínimo error.  Pareciera que solo buscan la excusa perfecta para echarme de aquí.

Alan lo miró, incrédulo. ꟷ¿Seguro? No creo que busquen cualquier pretexto para expulsar a un alumno...

     ꟷCuando se trata de mí, sí. ꟷAseguró, girándose hacia Alan, separando con ello su espalda de la pared. ꟷ ¿Buscas espacio en la tarde?

Alan negó con la cabeza. ꟷNo. En la mañana.

     ꟷEntiendo. Es lo mejor, la verdad. ꟷun par de segundos de silencio reinó a su alrededor, mientras el joven miraba a Alan de pies a cabeza.

 ꟷ¿Qué tanto me ves? ¿Te gusto o qué?  ꟷAlan atacó, incómodo por la insistencia de su mirada.

El joven soltó una carcajada. ꟷNo eres de por aquí ¿verdad? 

     ꟷ¿Tanto se nota? Vine a quedarme en casa de mi tía un tiempo, tal vez lo que queda del ciclo escolar; no lo sé muy bien.

     ꟷ¡Genial! ¡Siempre es bueno ver caras nuevas en un pueblo como este! ꟷexclamó sin ánimo de indagar mucho al respecto, algo que Alan, agradeció dentro de su silencio. No quería hablar del tema y del motivo que lo había llevado ahí en primer lugar; así que era grato no tener que hacerloꟷ. Vas para segundo grado, ¿no? 

Alan le regresó la cortesía y miró al joven de pies a cabeza. ꟷSi. No me digas que ese feo color de camisa es el de segundo.

     ꟷ¿No es encantador? ꟷ dijo el muchacho, con exagerado ánimo, extendiendo su camisetaꟷ, Es la última moda en uniformes llamativamente horribles. ¿Cómo te llamas, por cierto?

     ꟷAlan, ¿y tú?

El joven repitió su nombre, causando un escalofrío inexplicable en el pecoso. ꟷUn nombre bastante fácil de recordar, Alan. Un placer, yo me llamo... ꟷ el joven extendió su mano hacía Alan, y cuando estaba a punto de presentarse, la puerta de la dirección se abrió de golpe y una voz grave sonó a su lado.

     ꟷJoel, hazme el favor de pasar ꟷel dueño de esa voz era muy alto; vestía de manera casual y llevaba un delgado bigote apoyado sobre su delgado labio superior. 

Su mirada era fuerte y decidida. Infló el pecho mientras Joel se levantaba con gran tranquilidad, sacudiéndose el pantalón y colgando sobre su hombro la mochila roja.

     ꟷBueno, ¡Ese es mi nombre, un placer conocerte, Alan! —río Joel, divertido, importándole poco la presencia el hombre que lo esperaba impaciente. 

El hombre miró a Alan y sin cambiar el tono tan agresivo de su voz, preguntó. ꟷ ¿Eres el niño que Liliana mandó? ꟷel pecoso asintióꟷ. Dame los papeles, hay falta de personal hoy... ¿Si están completos?

     ꟷSi, señor.

     ꟷMuy bien, yo se los entregaré al director. Vuelve el martes de ser posible...y tú Joel ¿Qué esperas? ¿Una alfombra roja para que el rey pase o qué?

Joel se encogió de hombros. ꟷNo estaría mal. 

El joven le guiñó un ojo al pecoso, mientras con un ademán que simulaba el saludo de un cadete a su oficial al mando, se adentró en las profundidades de aquella oficina, donde un par de profesores, junto al director, lo esperaban. Sin embargo, Joel iba tan relajado y sonriente, que por un momento le dio la impresión de que estaba ahí para recibir un premio, más que ir directo a una expulsión inminente.

Desde entonces, su efímera relación parecía haber llegado a su fin. Siendo solo una conversación casual para matar el tiempo; donde dos extraños se hacen preguntas para conocerse, pero sin concretar nada importante o trascendente. 

Después de todo, aunque Joel no le había dicho gran cosa sobre los actos que lo llevaron a dicha situación, todo apuntaba a que esa misma tarde, Joel sería expulsado.

Así, los días pasaron. 

Alan fue aceptado a la semana siguiente de haber llevado sus papeles, y entró a la secundaria a unas semanas de haber comenzado el ciclo escolar. Dispuesto a mantener el perfil bajo, y cumplir con su condena de la mejor manera posible.

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