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Llegué a la casa de mis padres y aparqué el auto de tal manera que los neumáticos chillaron contra el asfalto. Salí de este y pegué un portazo para luego detenerme, inhalar y exhalar repetidas veces buscando calmarme y haciéndole caso a las palabras de Thalía. No verían que esto me afectaba porque era eso lo que ellos querían.
Una vez que logré calmarme, caminé hacia el porche, subí los escalones y estaba por tocar la puerta cuando recordé que aún tenía las llaves de casa. Entré a esta y todo parecía como si nada hubiera cambiado, era como si todo siguiera igual, como si la casa fuera totalmente ajena a la mierda que hacían los que vivían en ella.
Una de las mucamas me vio y estaba por detenerme cuando escuché risas en el patio. Pasé por su lado ignorando sus avisos de que esperara a mi madre en la sala y me dirigí hacia el exterior. Una vez que salí, mis pies volvieron a quedarse congelados.
Dos cabezas se voltearon a verme, una me daba una mirada dura, como si yo tuviera la culpa de haber inmiscuido en la casa, esa era mi madre. La otra cabeza me regaló una sonrisa que aparentaba ser de amabilidad, pero derrochaba por todos lados el veneno que tenía dentro suyo. Porque así era mi prima, Karen-Mei, era una total serpiente vestida de conejito rosa, que esperaba a que le diera la espalda para poder atacar. Por lo menos eso la separaba de toda la otra calaña de mis primos, que por lo menos ella era más analítica que ellos, sabía jugar muy bien sus cartas. Y estoy cien por ciento segura de que, el estar aquí con mi madre cuando yo ya no parecía estar en el plano, era una de sus jugadas.
—Kira, podrías haber tocado la puerta —me reprendió mi madre.
—Hola Kira —saludó Karen.
—Y tú podrías no haberme cortado mis tarjetas —reproché ignorando a mi prima—. Y, por otro lado, ¿qué hace esta aquí?
—No trates a tu prima así Kira, a diferencia tuya, Karen vio nuestra situación y decidió venir a ayudar a la familia —Claro, ayudar, pensé—. Y si, corté tus tarjetas porque tú misma dijiste aquella noche que renunciabas a todo tu patrimonio. ¿Quieres independizarte? Entonces hazlo como se debe y sin la ayuda económica que te estuvimos dando tu padre y yo todo este tiempo.
—¿Ayuda económica? ¡¿Ayuda económica?! —Perdón Thalía por explotar, pero fue más fuerte que yo—. ¡De que ayuda económica me hablas, si ustedes me empezaron a dar dinero recién cuando comencé a trabajar en el hotel! ¡¿O qué?! ¡¿Acaso te olvidas que con quince años pasaba noches enteras haciendo informes con mi padre?! ¡Por favor, aprendí a hacer créditos de pago antes de los doce, madre! ¡¿De qué carajos me estás hablando?!
—No voy a permitir que vengas a mi casa a insultar —declaró mi madre levantándose por fin de su asiento y enfrentándome.
Aun así, siempre con el aire de elegancia que derrochaba.
—Entonces tú deja de insultarme a mí des validando todo el trabajo que hice por ti y por papá —contesté.
—Vete de mi casa, Kira —advirtió mi madre cruzándose de brazos.
—Por supuesto que pienso irme —determiné.
—Bien, antes de que salgas puedes dejar las llaves del auto en la mesita de la entrada —finalizó.
Estaba dispuesta a marcharme cuando mi cabeza giró de golpe para verla.
—¿Disculpa?
—Lo que escuchaste, Kira. Ese auto te lo compró tu padre cuando tú perdiste el otro por una infantilidad tuya —determinó mi madre.
—Al auto anterior me lo robaron —le recordé.
—Sí, mientras estabas borracha en algún bar —reprochó mi madre—. Sigue siendo tu culpa.
Si bien mi sangre ya hervía de rabia, sobrepasó el límite humanamente posible cuando Karen-Mei con su carita de mosquita muerta llegó hasta nosotras posando suavemente su mano sobre el hombro de mamá.
—Descuida, tía, ¿qué te parece si yo hablo con Kira? Estás demasiado estresada como para tener que tratar con ella ahora —propuso con una voz suave.
—Gracias Karen, eres la única que piensa en el bien de esta familia —contestó mi madre sólo para Karen-Mei y luego, sin siquiera verme, se entró a la casa.
—No necesito que vengas a hacerte la santa, Karen, así que si vas a darme algún sermón puedes ir guardándolo por donde no te da...
—En realidad vine a decirte que estoy a favor tuyo —contestó con simplicidad mientras se encogía de hombros.
Mi discurso se detuvo de repente cuando la vi en silencio y congelada ante su reacción. Karen y yo nunca nos hemos llevado bien, a decir verdad, nunca me llevé bien con ninguno de mis primos ya que nuestros padres siempre fomentaron la competencia entre ellos y yo. Sobre todo, porque mis tíos siempre tuvieron recelo de que mis abuelos mantuvieran a día de hoy aquella diferencia conservadora entre la rama principal, o sea nosotros, y la rama secundaria, que eran ellos, dentro de la familia.
Karen-Mei siempre fue la que resaltó más que los demás. Entre todos nuestros primos, según toda la familia Karen era la única que podría llegar a compararse justamente conmigo en varios ámbitos. Cosa que creía improbable, ya que obviamente yo siempre resalté y ella no, pero esto le ayudó a subirle el ego.
—¿Eh? —dije sin creerle palabra alguna.
—Que te apoyo, es totalmente entendible lo que hiciste, hasta casi se veía venir —repitió.
—¿A qué te refieres con...?
—Porque era obvio que siempre fuiste más... visceral, eso sumado al hecho de que siempre te auto saboteas sola, era de esperarse que en un momento como este donde pudiste llegar a tenerlo todo lo terminaras cagando, porque siempre fue así, es algo natural en ti —dijo con una pequeña sonrisa que parecía compasiva—. Hasta ni tuve que mover un dedo para hacer que te rindieras.
—Te das cuenta de que me querían casar con un extraño ¿no? —contesté aun incrédula por sus palabras.
Karen-Mei se encogió de hombros haciendo una mueca para quitarle importancia.
—Es un pequeño precio que pagar para recibirlo todo. ¿O qué? ¿Creíste que alguno de nuestros padres se casó por amor? —Se rio Karen como si fuera una buena broma—. En fin, pudiste ser el magnate más joven de Estados Unidos, pero tú solita te echaste para atrás en el momento decisivo ¿Me sorprende? Para nada, era esperable ya que tú dejas de tomar las cosas en serio cuando el riesgo es más grande, así como la recompensa también.
Me reí histérica y, sin quedarme atrás, me volteé para contraatacar. Sabía que detrás de toda ese falsa dulzura y comprensión se encontraba el veneno de serpiente venenosa suya.
—¿Sabes qué? Es mejor lo que yo hice en vez de cruzar medio mundo solo para venir a recoger mis sobras cual buitre carroñero que eres —escupí—. Porque, seamos sinceras, quedas patética recibiendo algo que solo obtuviste porque yo estoy fuera del plano y pensar que ganaste. No ganaste querida, me retiré que es distinto.
Karen-Mei levantó el mentón cruzándose de brazos como si pensara mis palabras y terminó encogiéndose de hombros regalándome una sonrisa, esta vez sí una bien amarga y cargada de veneno.
—Yo lo veo igual, y es que me quedé con tu puesto soñadito sin mover ni un dedo —finalizó.
—No pienso seguir gastando mi tiempo contigo, así que vete al carajo —determiné.
Antes de que pudiera decirme algo más, me adentré a la casa y, dando grandes zancadas, salí de aquel lugar.
—Suerte para irte sin auto —canturreó Karen a lo lejos y yo me quedé parada en mi lugar.
Cierto.
Ahora no tenía auto, así como tampoco tenía dinero, entonces ¿Cómo carajo me volvería a la casa de los Jones?
Tendrá que ser caminando, pensé.
Bufé siseando insultos en japonés, pero aun así salí de aquel lugar con la cabeza en alto. No importaba cuantas piedras en el camino me quisieran poner mis padres, no me echaría para atrás en mi decisión, es más, me daban más ganas de demostrarle que podría hacerlo sola. Y más si ahora estaría la tarada de Karen-Mei al mando más placer me daría machacarlos a todos.
Aun así, tendré que cruzar media ciudad caminando, me recordé.
—Mierda —siseé para mí.
***
Ya ni sé por cuánto tiempo he estado caminando, lo único que sé es que me duelen las piernas como si hubiera corrido en una maratón. Me sorprende, debería de estar en mejor estado físico que esto, pero no pensé que en serio la casa de los Jones quedara tan lejos como para atravesar casi media ciudad.
Llegué a la casa de los Jones en cuestión de unas tres horas después. Entré a la casa y, mientras mi boca me gritaba que comiera o tomara algo, decidí mejor hacerles caso a mis piernas y me tiré en el primer sofá que encontré soltando un quejido gutural cuando el alivio azotó mis pies. Suspiré con cansancio cuando mi estómago rugió. Miré escaleras arriba y recordé que aún tenía algo de dinero guardado en efectivo así que tomé mi teléfono y pedí comida a domicilio. Me haría yo misma de comer, pero tenía demasiado cansancio como para caminar hacia la cocina.
El silencio me estaba aturdiendo así que decidí encender la televisión para que hubiera algo de ruido de fondo, me saqué las zapatillas y las dejé en el suelo, las miré por un largo rato y, suspirando, me levanté, caminé hasta el primer piso para mojarme la cara por el calor y ponerme algo de ropa más cómoda mientras de paso buscaba el dinero para pagar la pizza que pedí, en mi camino, admito que puede que me haya acostado unos largos minutos en la cama.
Ni sé cuánto tiempo estuve acostada, sólo se que, luego de mirar el techo hacia el infinito, tomé impulso para volver a levantarme y volver a planta baja. Volví a prender mi teléfono cuando este vibró. Miré por las notificaciones que Thalía me había mandado un mensaje.
Thalía: Cómo te fue con tus padres???
Dejé el teléfono sobre la mesita cuando tocaron la puerta anunciando la pizza. Le pagué al del delivery y preparé todo para comer en la sala viendo la tele sin que nada se ensuciara, pero en el camino me terminé ensuciando yo.
Volví a tomar el teléfono mientras comía de mi pizza y, prestando más atención en qué película vería en vez de enfocarme en el teléfono, contesté.
Kira: Quiero asesinar a mis padres
Kira: Me arrinconaron a caminar por media ciudad de vuelta a casa de los Jones
Kira: Además trajeron a mi prima así que necesitaré una tercera tumba
Dejé el teléfono sobre la mesita ratonera y comencé a comer la pizza en paz mientras me había decidido por la primera película que había encontrado. Ya cuando iba por mi tercera porción, el teléfono volvió a sonar. Lo tomé y prendí la pantalla cuando, al ver quién había contestado, se me quedó atragantada el pedazo de pizza a mitad de la garganta.
Aaron: Si necesitas cavar tres tumbas sabes que eres libre de usar el jardín trasero de casa.
Ay, me lleva la...
Contrólate, carajo.
Piensa Kira, piensa como la adulta razonable que eres y dile que te equivocaste de chat.
Tecleé un par de palabras y, sin pensarlo, lo mandé. Porque, así como era de idiota para hablar, más lo era a la hora de enviar mensajes.
Kira: Ni siquiera sé si podré traerlos si ni tengo auto
Kira: A menos a que los traiga por partes
Kira: Piensa Aaron piensa
Puse varios emojis de caritas pensando y mandé el mensaje para seguir comiendo de mi pizza con un extraño sentimiento en el estómago. Sé que tengo que poner mi distancia, pero por lo menos una conversación por teléfono no le haría daño a nadie.
Aaron: Alquila un auto, llévalos por partes, compra cal, bolsas, dos palas y espérame ahí.
Dejé la pizza en la caja y me reí acomodándome más en el sofá para contestar.
Kira: Me vas a ayudar a enterrarlos?
Aaron: Obvio.
Aaron: Necesitas un cómplice.
Kira: Y si nos descubren?
Aaron: Necesitamos a alguien a quien culpar.
Aaron: Culpamos a Jarek y ya está.
Kira: JAJAJAJAJAJA
Kira: Lo que necesitamos es dejar de ver series y documentales policiales.
Aaron: Eso jamás.
Aaron: Se aprenden buenas cosas viendo La ley y el orden.
No pude evitar reírme como una idiota. Si había algo que compartía con Aaron es que nos encantaban todo lo que fueran series y películas policiales.
Kira: Ya
Kira: No es que estabas en un viaje familiar?? Pues ve a pasar tiempo en familia.
Aaron: Es que me gusta hablar contigo, aunque sea por mensaje.
Suspiré. ¿Por qué carajos tenía que mandar cosas como estas? Me apoyé en el respaldar del sofá mirando hacia el techo en busca de una buena respuesta a ese mensaje.
Mantén tu distancia Kira, la maldita distancia, pensé.
Kira: En serio me estás diciendo que te gusta hablar sobre cometer un crimen?
Aaron: Si es contigo si.
Dejé el teléfono sobre la mesa como si se estuviera quemando mientras intentaba respirar y mi cabeza iba a mil por hora. Yo intentaba poner de mi parte, pero este maldito y sexy idiota no ayudaba en nada.
Suspiré para darme cuenta de que tenía aire contenido en mis pulmones mientras intentaba calmarme.
Salí del chat y dejé el teléfono a un costado de la mesita para seguir comiendo la pizza, pero esta vez con una extraña sensación en mi pecho.
Me gusta hablar con él, me gusta Aaron directamente y me acababa de dar cuenta de que estos sentimientos no desaparecieron nunca, sino que los estuve reprimiendo y encerrándolos en mi propia cajita. Lo que no predije es que aquella cajita en algún momento llegaría a desbordarse y pasando cosas como estas.
Y cuando hablo de cosas me refiero a estar así de nerviosa, emocionada y expectante por cruzar algunas palabras con él.
Era patético, esto me pasa porque no lo terminé de reprimir bien.
El ocultarlo y el que desaparezca eran dos cosas totalmente distintas, y esa maldita diferencia me estaba torturando lentamente.
Siempre te terminas auto saboreando sola.
Recordé las palabras de Karen-Mei y bufé con desagrado.
—No necesito pensar en esa estúpida en estos momentos —farfullé mientras comía otra porción de pizza.
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Estrellitaaas
Yo sé que no se esperaban otro capítulo, pero acá estamos.
Esta soy yo demostrandoles mí amor sincero.
Sin más preámbulos, ¿Qué les pareció el capítulo? ¿Qué les pareció Karen-Mei? Un amor de persona ya sé.
Ya saben que pueden seguirme en instagram que salgo como xdhalia_sgx donde siempre aviso cuando subo capítulo y subo cosas cuando estoy aburrida.
En fin, los quiero estrellitaaaas.
Dhalia fuera.
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