12_
Pasamos a través de los pasillos llenos de cuadros que iban desde los renacentistas hasta los más contemporáneos. Al centro de este pasillo, había una larga hilera de esculturas de distintas formas, ya sea de personas sin extremidades a cosas totalmente abstractas. Caminamos en total silencio ya que la galería se encontraba totalmente vacía.
—Ya dejen de babear sobre las pinturas —me quejé.
—Tú deja de no tomarlas como lo que son, magníficas —comenzó Jov quien estaba setenta por ciento segura de que tendría un colapso.
—Es cierto —concedió Alex mirando a su alrededor—. Están bonitas.
—Bonitas, magníficas, hilarantes, yo prefiero decirle provocadoras —comenzó una voz detrás de nosotros.
Los tres nos volteamos sobresaltados y nos encontramos con Farad, quién se encontraba acostado encima de una de las esculturas que tenía un cartel que decía claramente que no tocaran la escultura. Se encontraba con un kimono totalmente amarillo oscuro atado en su cintura, descalzo y con sus típicos lentes de montura rojos en su cabeza, escondido en su cabello bien arreglado. Porque sí, Farad podía vestirse cual vagabundo, pero por algún motivo su cabello siempre se vería bien arreglado y a la moda.
—Ah... señor, creo que no puede estar ahí arriba —comenzó Jov.
Farad se volteó a verlo de golpe y le regaló una sonrisa.
—Mis mejores inspiraciones vinieron recostándome en esa escultura, cosa uno —explicó.
Alex abrió los ojos en sorpresa y ladeó la cabeza hacia un costado. Farad, por su parte, miró detrás de los gemelos hacia mí y su sonrisa creció achicando sus ojos. Se bajó de un salto de la escultura haciendo que esta se tambaleara, caminó con parsimonia hacia mí abriendo los brazos en el camino y me encerró en un fuerte abrazo que me elevó un par de centímetros encima del suelo. Su aroma a madera y pintura llegó hasta mis fosas nasales y quedó ahí incluso después de que nos separáramos.
—¡Kira, mi flor de loto! —exclamó.
—Es un gusto verte, Farad, veo que la galería va de maravilla —comencé.
—¡El gusto también es mío mi flor de loto! ¿A qué se debe tu maravillosa presencia aquí? —preguntó ignorando por completo a los gemelos detrás de él.
Farad y yo no es que tuviéramos una relación tan cercana, pero nos tenemos cariño mutuo ya que desde que llegamos a California, Farad se convirtió en el mejor amigo de Shawn. Él viene de una familia pomposamente adinerada, por lo que nos conocimos en las fiestas elegantes entre nuestras familias, digamos que Shawn y él conectaron al instante por su sentido de independencia que compartían. Incluso Farad es la única persona además de mí que aún seguía en contacto con mi hermano.
—Bueno, venía aquí porque te tengo la mejor oportunidad que tomarás en tu vida —comencé.
—¿Mejor que cuándo decidí comer aquel pancito en mal estado? —preguntó.
—Mucho mejor —concedí y su sonrisa creció mientras sus ojos brillaban y daba pequeños saltitos cual niño—. Tengo un aprendiz para ti.
Sus saltitos se detuvieron y su sonrisa desapareció mientras ladeaba la cabeza hacia un costado.
—¿Un qué? —preguntó.
—Un aprendiz, alguien que quiere entrar en el mundo del arte y ¿quién mejor que tú para guiarlo? —comencé con mi manipulación pasiva.
Farad abrió la boca en sorpresa y, tal como esperé, una sonrisa esperanzadora comenzó a crecer en sus labios.
—¡Lo tomó! Necesito algo de carne fresca para poder apoyarme —habló rápidamente y miró a su alrededor—. ¿Dónde está?
Hice un gesto con mi mano en el aire en dirección hacia Jov.
—Detrás de ti —comencé y Farad se volteó al instante a enfrentar a los gemelos—. Él es Jov Jones, Jov, él es Farad, artista y dueño de esta galería.
Jov levantó la mano en la dirección de Farad aun sin salir de su sorpresa. Tanto Jov como su gemelo observaban a Farad con algo de precaución y atónitos ante las reacciones del artista. Supongo que la cara de espanto de Jov se debía a que hace unos segundos atrás le pidió que se bajara de una de sus obras. Por otro lado, Farad tomó la mano de Jov y la agitó animadamente.
—¡Así que tú eres el artista prometedor, Cosa uno! Es un gusto, tengo muchos planes para nosotros —exclamó. Luego, se volteó a Alex y tomó su mano para también estrecharla—. ¡Hola a ti también, Cosa dos!
—Miren, hasta ya les puso apodos, se nota que les cayeron bien —comencé con una sonrisa.
Los gemelos, al ver la transparencia y carisma de Farad, sonrieron al instante.
—Es un gusto, gracias por querer ser mi mentor —comenzó Jov.
—Por supuesto, seré tu mentor, guía espiritual y masajista de viernes a domingos —contestó Farad.
Mi teléfono vibró en mi mano y bajé la vista hacia este para ver como brillaba las palabras "número privado" en la pantalla. Levanté la vista hacia el trío que ya estaba empezando a hacer buenas migas y hablé.
—Yo ya vengo, conózcanse —anuncié.
Me alejé del grupo hasta llegar casi a la puerta y atendí.
—¿Cómo está la nueva jefa de hoteles Paradaisu? —comenzó la voz del otro lado de la línea.
Un pequeño nudo creció en mi pecho y sonreí forzadamente por más que mi hermano no estuviera al frente de mí.
—Bien, Shawn, justo estoy aquí con Farad —anuncié—, pero ya no estoy en hoteles Paradaisu.
—¡¿Qué?! Pero ¿por qué? —exclamó Shawn.
—Oh, porque quería ayudar a un amigo que quería entrar en el mundo del arte y pensé al instante en él...
—No hablo de eso, Kira, me refiero al Paradaisu —Me cortó.
Suspiré pesadamente mientras rodaba los ojos y apreté los labios. Miré detrás de mí para ver como ya Farad y los gemelos se dirigían a la oficina de este primero seguramente para hablar mejor de lo que haría Jov aquí. Comencé a contarle de manera medianamente resumida todo lo que sucedió desde la cena con los Stevenson hasta el día de hoy. Cuando terminé con mi relato, Shawn suspiró con pesadumbre.
—Eso es una mierda, Kira, mis padres no tendrían que haberte hecho eso —comenzó—. ¿Quieres que hable con nuestros abuelos? Puedo pedirles que hagan algo.
Shawn había cortado todo contacto con la familia, pero aún seguía en contacto con nuestro abuelo paterno. A decir verdad él nos tiene un gran cariño a ambos, incluso por sobre sus otros nietos.
—¿Qué? No...
—Podría hablar directamente con el abuelo, sabes que él te ama...
—No, Shawn —lo corté—. Haré las cosas por mi cuenta, no necesito ayuda de los abuelos. Seré yo la que les demuestre a mis padres del error que cometieron.
—¿Trabajando para los Hamilton? —cuestionó.
—Por supuesto —concedí—. Amalia me cae bien y el trabajo no es malo.
La risa de Shawn se escuchó del otro lado de la línea, pero no era una de burla, sino de ánimos.
—Solamente tú harías algo como eso, Kira —contestó—. Confiaré en ti entonces.
—¿Qué acaso no lo hacías antes? —reproché con una sonrisa burlona.
—Ya, siempre lo hice —se rió—. Igual, sabes que si me necesitas estaré ahí.
Tenía demasiadas ganas de decirle que sí, que lo necesitaba aquí únicamente para que pudiera venir de donde se supone que esté y poder verlo de nuevo luego de tantos años, pero me mordí fuerte la lengua y respondí.
—Lo sé.
***
Parecía cliché, pero ir de compras era una de mis actividades favoritas. No compras de ropa, sino de objetos inútiles pero que tendrían algún tipo de vida útil en algún momento. Como por ejemplo el rallador de zanahoria con forma de sacapuntas que en estos momentos Thalía veía con algo de confusión, pero aun así volvía a meterlo en el carrito con las demás cosas.
Era sábado y, como la familia Jones había decidido irse a pasar un fin de semana en una cabaña, estaba sola así que le hablé a Thalía para buscarla a la salida del trabajo. Por ello, ahora nos encontrábamos recorriendo los pasillos del bazar en el centro comercial mientras buscaba alguna bonita mini fuente con formas extrañas. En el camino, encontré una porta sahumerios con forma de búho el cual decidí llevarlo de regalo para la castaña.
—¿No crees que ya es demasiado? —comenzó Thalía.
Me volteé a verla.
—Nunca es suficiente —contesté con voz tétrica mientras dejaba los tuppers en la canasta—. Además, no quieras obviar el tema, dime que no es verdad eso de que irás a pasar unos días a la casa del desgraciado aquel.
Volví a verla con una mirada de muerte y la castaña se removió algo incómoda. Mantuvimos la mirada durante unos largos segundos hasta que ella terminó suspirando y encogiéndose de hombros mientras asentía.
—Sí... es que dijo que prometió cambiar —informó.
—Sí, claro, ¿hasta cuándo seguirá cambiando hasta mutar en súper saiyayin? —cuestioné con pesadez.
—Solo serán tres días —se excusó.
—No necesitas darme explicaciones, nerd —la corté. Intenté tratar este tema de una manera más suave, pero mi lengua tuvo que actuar—. Pero simplemente me pregunto hasta cuando seguirás con aquel ciclo de toxicidad sin fin antes de darte cuenta de que es un idiota imbécil que no salió de esos libros que lees y que si te engaña no es por su pasado oscuro sino porque sabe que estarás ahí por más que te haga daño.
—No es así... —Su voz se fue esfumando para luego suspirar y negar con la cabeza—. Cambiemos de tema ¿Cómo te va en un nuevo trabajo?
Ladeé la cabeza de un lado para el otro haciendo una mueca de desagrado mientras mi vista se encontraba perdida en las estatuillas de vidrio con forma de gatito. Thalía salía con el imbécil tóxico de Ashton desde la secundaria, su relación era prácticamente terminar, volver, terminar para luego volver, siempre fueron así. Era mi amiga y me preocupaba, obviamente, pero a estas alturas ya dejaba pasar si quería obviar la conversación número mil que Nova y yo le hacíamos sobre dejarlo. Pareciera que le entra por una oreja y le sale por la otra.
—Bien... —comencé.
Bien para la mierda.
Hoy ya se cumple mi primera semana de trabajo y agradezco al cielo que me hayan dado un día de descanso. Springer es oficialmente el peor jefe del mundo, me hace trabajar horas extras sin pagar, se roba mis informes para dárselos a Amalia como si fueran suyos y siempre anda con esa maldita cara de rata a la que todo le da asco.
Juro que golpearía esa maldita cara si pudiera.
Thalía ladeó la cabeza hacia un costado regalándome la típica mirada de "ya, cuéntame que sé que mientes" y yo bufé.
—Es un infierno —comencé—. No digo que no esté agradecida con Amalia porque sí lo estoy, pero el hecho de tener que soportar a Springer olfateándome cerca con esa maldita cara de rata que tiene me va a obligar a un día pararme, tomar el puto pisapapeles y...
Recién noté que había hecho una representación gráfica con las manos de lo que haría cuando la castaña las tomó para intentar calmarme.
—Creo que lo entendí —dijo mi amiga divertida—. Descuida, ya te acostumbrarás.
—Pero yo no estoy acostumbrada a recibir órdenes, estoy acostumbrada a darlas —dije apartándome de su agarre— y más si se trata de imbéciles que quieren creerse más.
—Bueno, pues —Thalía se encogió de hombros con una sonrisa mientras llegábamos a la caja—, bienvenida a la vida del trabajador promedio.
—Pf, sí claro —siseé.
Saludamos con una sonrisa a la chica que atendía la caja y le fui entregando las cosas del carrito. Eran fácilmente unas quince cosas que, para cualquiera eran inútiles o solo decoración, pero que a mí me fascinaban.
El problema vino recién cuando la chica terminó de pasar mis cosas, yo le di mi tarjeta y ella dijo algo incómoda.
—Señorita, su tarjeta no estaría pasando... —comenzó dudosa—. Si acaso tiene otra para probar...
Giré mi cabeza bruscamente hacia ella con el ceño arrugado.
—¿Qué? Debe de ser un error... —Mantén la calma Kira, mantén la maldita calma— ¿Podrías probar de nuevo?
La chica de la caja negó con la cabeza algo incómoda.
—Ya la pasé como tres veces señorita...
—Pues... —Sentía que se me cortaría la lengua de tanto que me la mordía. Saqué mi billetera y saqué otra tarjeta—. Prueba con esta.
La chica asintió y la pasó.
Y así comenzamos el juego en el que, yo le daba una tarjeta y ella me la rechazaba. Ya en la quinta tarjeta mis nervios me estaban poniendo al borde del colapso mientras mi confusión iba pasando gradualmente hacia la furia al saber que era lo que había detrás de esto.
—Esta también no me deja pasarla, señorita —dijo la cajera devolviéndome la tarjeta.
La guardé en mi billetera y, al notar que ya era la última, levanté la cabeza de vuelta para verla.
—Debe de ser un jodido error —maldije.
—Lo siento señorita, tal vez si puede abonar en efectivo... —
—¡Por supuesto que no tengo efectivo, carajo! —exclamé.
—¿Por qué no hacemos esto? —comenzó Thalía deteniendo mi verborrea—. Mi amiga aquí buscará efectivo y volverá luego.
La cajera asintió algo intimidada al ver mi cambio drástico de humor mientras me volteaba a ver a Thalía con una mirada dura. Volví a ver a la cajera.
—No, no y no. Ahora pienso ir y encarar a las mierdas culpables de esta situación, devuelvo todo esto al fin y al cabo ¡¿Para qué carajos quiero un magic clic con la forma de charmander?! —exploté y miré a la cajera—. Disculpe por hacerla perder el tiempo, no tiene la culpa.
La cajera asintió, luego de eso ni siquiera le hice caso. No le hice caso a nadie en general, ni siquiera a la pobre Thalía quién me seguía detrás en nuestro camino de salida de la tienda. Llegué hasta el pasillo que juntaba todos los locales dentro del centro comercial y no pude evitar gruñir con enojo mientras pisoteaba el suelo con mis tacones imaginando que era la cara de mi madre y soltaba una sarta de insultos en japonés.
No puede ser que me hayan hecho esto. Ni siquiera tenían el derecho, ese dinero era totalmente mío, yo me lo gané gracias a que seguía siendo una de las accionistas mayoritarias del Paradaisu, así como también se me confería una generosa suma de dinero ya que era parte de la rama principal del clan Yamagi, una cosa absurda y tradicionalista por parte de mis abuelos, pero, ¡¿Hasta eso me iban a quitar mis padres?!
—Esto no es justo ¡Para nada justo! ¡Es hasta ilegal, no pueden retener mi puto dinero así! —exclamé seguida de otra tanda de insultos—. Ah no, pero ya van a ver cuando inicie malditas acciones legales contra esas dos malditas larvas de piso, traicioneras y ¡malos padres! Van a tener que venir a mí de rodillas y pedirme perdón postrados en el piso hasta que decida cuándo deben de pararse ¡Ya van a ver!
Unas manos me tomaron por los hombros para detenerme en mi camino, así como en mi verborrea. Thalía me observaba escandalizada, pero, al ver que me había calmado, sus facciones se aliviaron y comenzó a hablar.
—Kira, cálmate —mandó—. No solucionarás nada poniéndote así, es más, le estás haciendo un favor haciendo este escándalo.
—¿Y qué quieres que haga? ¿Qué me quede de brazos cruzados mientras veo como me roban mi dinero? —cuestioné.
Thalía se apartó y negó con la cabeza.
—No, creo que tal vez debes ir a hablar con tus padres calmada, que noten que no te importa, y así podrás hacer que razonen y te devuelvan el dinero. Pero lo que sí, no reacciones como ellos esperan que hagas —aconsejó.
Asentí dándole la razón mientras que mi mente se iba despejando. La castaña tenía razón, debía de demostrarles con buenos argumentos que no podían sacarme lo que me confería por derecho, y más si se trataba de mi madre.
—Tienes razón, tengo que ir a hablar con ellos —comencé reafirmando el agarre en mi bolso.
—Espera ¿Irás ahora? —comenzó.
—¿Cuándo entonces? —cuestioné.
Thalía ladeó la cabeza dándome la razón.
—Tienes razón —concedió—. Además, ya no creo que vayas a invitarme la hamburguesa del almuerzo ¿no?
Achiqué los ojos mientras veía como la castaña se reía ante su broma.
—Maldita nerd interesada —siseé.
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Hoooola estrellitas
*Proceden a tirarle cosas*
Estuve muy desaparecida, sí, lo admito por muchísimos temas personales, pero ya estamos de vuelta y obviamente no iba a dejar esta historia tirada a la mitad, hay demasiado que contar todavía de Kira y Aaron.
Espero que les haya gustado el capítulo y pido disculpas por el larguísimo tiempo que estuve fuera. Pero bueno, a ponernos al día se ha dicho.
Obviamente no puedo prometer un capítulo semanalmente pero que voy a intentar ser constante subiendo sí jiji
En fin, sin más que decirles, los quiero estrellitas y muchas gracias por volver a leer.
Dhalia fuera.
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