10_
Bajé del auto y, luego de dejarle las llaves al que se encargaba de los coches en la entrada, caminé con paso seguro hacia la entrada del hotel.
El paradaisu fue uno de los primeros hoteles en crearse luego de la segunda guerra. Comenzó como una buena acción de mi bisabuelo quién acogía a las personas heridas y repatriadas víctimas de la guerra en la mansión del clan Yamagi, la cual se encontraba en la cima de una montaña y rodeada de verde. Con el tiempo, aquellas personas agradecidas con la familia empezaron a comentar a sus familias y amigos de cómo salieron del que consideraban un infierno para llegar a lo que sería el "paraíso". Años más tarde, y con la ayuda de varios inversionistas interesados en este "paraíso sobre la tierra", mi bisabuelo creó el hotel paradaisu a las afueras de Tokio. Obviamente el valor significativo, más las comodidades que ofrecía el lugar, se hicieron bastantes conocidas y se extendieron, primero por Asia y luego por el resto del mundo.
De ahí los Yamagi, quienes ya tenían algo de poder gracias a su apellido, ahora lo tenía por la cadena hotelera.
Entré al gran vestíbulo. Por este pasaban varias personas, tanto trabajadores del lugar como gente importante que se venían a hospedar. Políticos, famosos, gente adinerada que se cree mejor que los demás, en fin, el pan de cada día. Atravesé el lugar mirando con cariño las decoraciones, por supuesto que sería una decoración moderna, pero también tenían pequeños adornos y cuadros que representaban la cultura de Japón. Incluso en Tokio, la sede de los hoteles y donde alguna vez fue la mansión del clan Yamagi, hay reliquias reales que han estado en la familia por años.
Un sentimiento de nostalgia me creció en el estómago mientras observaba el lugar. Siempre amé el paradaisu, una de mis metas era ser parte de esta empresa desde que era niña ya que, por más que viajáramos mucho, los hoteles siempre me recordaban a mi casa.
Y ahora había perdido todo eso.
Me acerqué a la mesa de entrada y le regalé una sonrisa a la secretaria.
-Hola... -saludé.
Y sinceramente me detuve a mitad de la frase porque, incluso después de tantos años, ni recordaba su nombre. Bajé la vista disimuladamente a la placa de su uniforme para ver que se llamaba Candance. La mujer me observó algo sorprendida pero aun así una sonrisa fue creciendo en cuanto me iba acercando.
-Señorita Yamagi, es un gusto verla por aquí -comenzó.
-Hace bastante que no vengo -acepté ladeando la cabeza de un lado al otro-. Sabes si mi padre está, dijo que quería verme.
La ahora llamada Candance asintió.
-Sí, me pidió que le avisara que la está esperando en su oficina -anunció.
Asentí y hablé cuando noté que iba a agregar algo más.
-Perfecto, gracias -contesté y me fui directo hacia el ascensor.
No es que me llevara mal con los empleados, únicamente no tenemos tanta relación como para entablar una conversación fuera de la parte laboral y prefería que siguiera así. Mientras ellos hagan su trabajo ya está, no es que tengamos que compartir pijamadas y hacernos trenzas mientras nos contamos nuestros problemas. Además, como si ninguno de este lugar no estuviera enterado de todo lo que ocurrió con lo chismosos que son.
El ascensor no tardó en llevarme hasta el último piso donde se encontraba la parte administrativa y, sobre todo, la oficina de mi padre. Caminé a lo largo del piso asintiendo algunas veces con la cabeza en forma de saludo hacia algunos del cuerpo administrativo hasta que llegué a la oficina de mi padre, toqué dos veces la puerta cuando me avisó que podría entrar.
-Kira -saludó papá.
-Padre -saludé inclinándome inconscientemente.
Con mi padre aún mantenía algunas tradiciones de la familia, en cambio, con mi madre ya hace años había dejado de hacerlas porque no tenía sentido, a pesar de todos mis esfuerzos ella le gustaba dejarme en ridículo diciendo que había olvidado por completo las costumbres de mi país.
-Por favor, siéntate hija -comenzó invitándome a sentar en la silla al frente de su escritorio.
Asentí y me senté.
-Así que, mamá ya decidió que era una mala decisión el casarme a la fuerza y quiere pedir disculpas -comencé diciendo lo más razonable.
-En realidad no... -comenzó algo dudoso y mi expresión cambió-. Ella sigue pensando lo mismo, pero quería hablar contigo a ver si podíamos buscar una vía más razonable.
-Padre, la vía razonable hubiera sido no haberme puesto en ridículo con los Stevenson -hablé.
-Lo sé, pero si tal vez... -Papá cortó el que sería un discurso y se tapó la boca para toser.
Arrugué el ceño confundida. Papá siempre había sido un hombre que gozaba de buena salud, el verlo así ahora me extrañaba bastante.
-¿Todo en orden, pa? -pregunté.
Él asintió y me regaló una sonrisa.
-Lo lamento, todo está bien -aseguró-. Como seguía, tal vez si pudieras razonar con tu madre... Drew no es un hombre malo, nos conocemos desde hace años, siempre fue amable y muy educado con la familia y...
-Ay no papá ¿tú también me vendrás con eso? -me quejé.
-Solo piénsalo, es un pequeño precio a algo que deseaste toda tu vida...
-No, no y ¡no! Te equivocas ahí, padre, no es algo que deseé toda mi vida, es algo por lo que trabajé toda mi vida -corregí al instante-, y no es un precio, es una ofensa hacia mi persona el que creas que necesito más condiciones por algo para lo que trabajé para conseguir.
-Ya sé todo lo que trabajaste para conseguirlo, pero Kira, ya eres mayor de edad y ya terminaste tus estudios, ¿qué dirá la familia si te ven aun sin marido?
Me quedé congelada sin poder dar crédito a lo que estaba escuchando, incluso sentía que la mandíbula se me descolgaría en cualquier momento. De todas las personas en este mundo, nunca esperé que papá fuera a decir tal semejante cosa. Ante lo que yo creía, me reí a carcajadas sin saber que decir. Negué con la cabeza y me levanté de mi asiento.
No me quedaría aquí a escuchar esta barbaridad de cosas y menos de quién más confié.
-No puede ser... ¡No puede ser! -exclamé-. Eres igual a mamá, al fin y al cabo, o tal vez ella ya te consumió la cabeza, pero si algo es seguro es que no me quedaré a escuchar todo esto.
-No es así, Kira, simplemente soy un padre que se preocupa por su hija -comenzó.
-¡No es así! -exclamé-, ¡Tú ni siquiera podrías considerarte padre!
-No me faltes el respeto, Kira.
-¡Entonces tú no me lo faltes a mí!
Ambos nos quedamos en un silencio tenso. Me crucé de brazos y reafirmé el agarre en mi bolso.
-Será mejor que me vaya, no se puede razonar contigo -comencé con el tono de voz más calmado.
Acto seguido, hizo una pregunta que no me esperaba.
-¿Te estás quedando en algún lado? -preguntó.
-Sí, me estoy quedando con los Jones que son más padres míos de los que pudieron ser mi madre y tú -respondí.
Mi padre no respondió nada, en su lugar solo se acomodó un poco en su asiento y bajó un poco la mirada ahogando la tos. Era prácticamente lo que hacía siempre, quedarse callado y bajar la mirada. No me haría más problema por esto. Salí de la oficina sabiendo que él no contestaría nada más y, sin encontrarme a nadie en mi camino, por suerte, salí del hotel y me subí a mi auto.
Una vez que arranqué, suspiré silenciosamente. Ahora tendría que ir a mi nuevo trabajo.
Por lo menos esperaba que esto me sirviera como un nuevo comienzo.
***
No fue difícil encontrar la sede de los hoteles Hamilton. Estacioné en el estacionamiento y cuando me bajé tomé mi bolso y observé la entrada.
No la vayas a cagar, Kira, no lo hagas, me repetía con cada paso que daba al interior.
Entré al gran vestíbulo. Este era totalmente diferente al del Paradaisu. Tenía una gran recepción donde a un costado se encontraba el recibidor en forma circular y, al frente de este, había varios sillones modernos con mesas que ofrecían pequeños aperitivos y, al fondo del gran salón, había dos puertas dobles enfrentadas entre ellas y, al centro, cuatro puertas de ascensores más la quinta que era para los del servicio.
Todo en el lugar derrochaba lujo y modernidad. También noté que, al igual que el Paradaisu llegaba demasiada gente, ya sean famosos, gente adinerada, así como también gente que venía a pasar las vacaciones aquí en el hotel que no necesariamente tenían un alto poder adquisitivo.
Me acerqué al recibidor cuando me vio una chica al instante con una sonrisa.
-Hola, buenos días y bienvenida al Hamilton, ¿en qué puedo servirte? -comenzó con una sonrisa.
-Hola, soy Kira Yamagi, vengo por...
-¡Ah, sí, Kira Yamagi! -me cortó la chica mientras su sonrisa crecía-. La señora Hamilton dijo que apenas llegara se dirigiera al noveno piso y fuera directamente a su oficina.
Bien, por lo menos ahí podríamos hablar bien acerca de los últimos detalles de mi puesto.
-Bien, ahí voy entonces -aseguré.
La chica asintió con una sonrisa y yo me separé del recibidor para encaminarme directamente hacia los ascensores. Por suerte uno estaba abierto y totalmente vacío así que entré y marqué el piso al que tenía que ir. Mi viaje hubiera sido perfecto si no fuera porque, antes de que se cerraran las puertas, una familia de dos adultos y tres niños entraron seguidos de una chica. La familia se quedó al frente de mí intentando controlar a los tres niños gritones y la chica se vino al fondo para pararse a mi lado.
Las puertas por fin se cerraron y el ascensor comenzó a subir, la suave música del ascensor quedaba en segundo plano ante los tres niños chillones. Uno se encontraba llorando abrazado a su padre mientras que otro se quejaba y gritaba que el tercero le estaba pegando mientras su madre intentaba separarlos.
Sin dudas creo que no hay mejor imagen anticonceptiva que esta.
Aun no entiendo cómo es que hay gente que puede soportar eso. No es que odie a los niños, pero no tendría tanta paciencia como la pobre madre al frente mío que intentaba, obviamente sin resultados, calmarlos.
Hay veces en las que me imagino como carajos es que hicieron Juls y el señor Jones para mantener a raya a seis a la vez y más con el carácter particular de cada uno de los hermanos. Literalmente los triplicaban en número.
Magia negra será, supongo.
Para alivio de mis oídos, la familia se bajó en el cuarto piso y la segunda parte de mi viaje incómodo comenzó cuando las únicas que estábamos en el ascensor éramos aquella chica que parecía más o menos de mí edad, y yo. Al ver los botones del ascensor me dejó saber que íbamos al mismo piso, por lo que hacía mucho más incómodo que se me haya quedado viendo fijo.
Las puertas volvieron a abrirse y yo salí disparada caminando a un paso acelerado para no seguir en aquella situación. El noveno piso era el lugar donde se encontraba la parte administrativa, las oficinas de los jefes de secciones estaban atadas a las paredes en largas filas hasta llegar a la última que abarcaba toda la pared que estaba paralela a los ascensores, que supuse que era la de Amalia. Todas estas oficinas tenían una división de cristal por lo que podía verse el interior de todas. El resto del lugar se distribuía con varios cubículos donde se encontraban los asistentes y algunos otros cargos menores. Por último, al centro del salón, había un gran juego de sillones parecido al de la entrada.
Caminé en línea recta hasta la oficina de Amalia, cuando, en mi camino, me detuvo un hombre de la edad de mi padre, de la misma estatura que yo, cara de rata y lentes cuadrados. Este me miró de arriba abajo y me regaló una sonrisa desdeñosa.
-Tú debes de ser Kira Yamagi ¿no? -comenzó con un tono parecido al despectivo.
Podría simplemente ignorarlo o peor, decirle que se quite de mi maldito camino, pero me había autoprometido no cagarla hoy. Me crucé de brazos y levanté el mentón dejándole saber que no me rebajaría tan fácil y asentí.
-La misma, ¿y usted es...?
Puedo asegurar que aquel tipo se rió cual villano de película. Lo juro. Se rió y me observó con ternura sin dejar de lado su aire despectivo.
-Daniel Springer, niña, gerente de ventas del hotel y tu jefe -anunció.
Arrugué el ceño confundida al momento en el que Amalia llegaba con una sonrisa dulce.
-Kira, qué bueno que pudiste venir, ven hablemos en mi oficina de tu contrato -comenzó.
-Por supuesto -accedí.
Pasé por el lado del chiflado del tal Springer y seguí a Amalia hasta su oficina. Una vez que llegamos a esta, pude notar que Springer nos seguía de cerca e ingresó al lugar con nosotras. Amalia me hizo un gesto amable para que tomara asiento a lo que yo accedí. Ella se sentó en su sillón y Springer se sentó en la silla a mi lado.
-Para comenzar, Amalia, ¿quién es este y por qué dice ser mi jefe? -comencé.
Amalia miró al tipo a mi lado para luego voltear a verme.
-Porque en sí será tu jefe -comenzó. Admito que la noticia me cayó como un balde de agua helada, pero intenté disimularlo lo mejor que pude-. El puesto que te ofrezco es para ejecutiva en ventas.
-¿Escuchaste, niña? Ejecutiva en ventas y eso dentro de la jerarquía está por debajo del gerente de ventas, o sea, yo -se metió el tal Springer, ahora mi jefe. Luego se rió grotescamente y se volteó a ver a Amalia-. ¿Puedes creerlo, Amalia? La niña creía que sería jefa de algo en su primer día.
-Oh, no es así... -comenzó Amalia.
Yo no pude hacer más que reírme con él mientras digería el trago amargo de saber que aquel imbécil tenía razón. Antes de que pudiera detenerme, mi lengua y ego se soltaron al mismo tiempo.
-Por supuesto que no fue eso -comencé con un tono afable pero condescendiente-. Simplemente me sorprendió que en mi primer día un extraño me detuviera a mitad del pasillo con un aire personal a decirme como si fuéramos amigos de toda la vida, que ahora sería mi jefe cuando ni siquiera he hablado con Amalia bien acerca de los detalles del puesto. ¿Tenía la guardia baja? Culpable, ahora si necesitaba llegar para saber la condición de mi puesto de trabajo ¿A quién me dirigiría? Por supuesto que a Amalia que es la dueña del hotel y vieja amiga y no a alguien a quién acabo de conocer.
Vete al carajo y deja a los grandes hablar, Springer. En otras palabras.
-Es cierto, en eso habíamos quedado, Kira -me secundó Amalia con una sonrisa mientras abría el cajón de su escritorio-. Así que ¿Qué te parece si comenzamos a tratar las condiciones de tu contrato?
-Me parece perfecto, Amalia -accedí con una sonrisa.
Miré de reojo como Springer miraba de Amalia hacia mí sorprendido por la confidencialidad que había entre ambas y se quedaba callado en su lugar.
Si pensó que podría meterse conmigo en ese vago intento de asustarme estaba bastante equivocado. Sí, tal vez no estaba en mis planes el entrar en algún puesto de asistente y más con mi potencial, pero no por eso me echaría para atrás, porque si lo hacía eso le daría la razón, no solo al idiota de Springer sino que también a mis padres. Primero muerta antes que tirar la toalla y, si alguien tenía que darse cuenta de algún error, esos eran mis padres. Les demostraría que era útil en cualquier puesto sola y desde cero.
Además, mientras Amalia me platicaba acerca de los detalles de mi trabajo, un nuevo impulso iba creciendo en mi cabeza.
No solo les demostraría a mis padres que puedo ascender sola sin la necesidad de mi apellido, también le demostraría a Springer que con Kira Yamagi nadie se mete y que esta asistente subiría de puesto únicamente para quitarle el suyo y embarrarle en la cara que era él quien estaba por debajo de mí.
Bien, supongo que puedo con esto.
.
.
.
.
.
.
.
.
Heh
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro