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54_ (Parte 1)

Acomodé mi cabello por millonésima vez usando la pantalla oscura del teléfono como espejo mientras caminaba hacia la cocina.

No me veía tan mal, decidí hacerles ondas a mi cabello y hacer que cayera por mi hombro derecho así dejaba ver la espalda descubierta de mi vestido color azul marino. Este era básico pero aun así elegante, de tiras finas que se cruzaban en mi espalda, escote recto, que pronunciaba mi cintura y de esta caía la falda simple con un corte que comenzaba a la altura de mi muslo.

Me gustaba y lo había visto en oferta en el centro comercial, no podía no comprarlo para esta ocasión.

El sábado había llegado rápido y la casa hasta hace media hora era un caos total al momento en el que todos empezamos a prepararnos para ir a esta dichosa reunión por el tío de papá.

Por suerte el lugar había vuelto a estar en calma y la paz y el silencio gobernaban otra vez. O por lo menos la paz habitual.

Llegué a la cocina y me apoyé en el umbral de la puerta para sonreír divertida ante la escena. Papá se estaba quejando mientras mamá intentaba hacerle la corbata.

—Ya Juls, me vas a ahorcar —se quejó papá.

—Sólo te la estoy acomodando Jones, deja de llorar —se quejó mamá de vuelta mientras acomodaba el nudo.

La gran mayoría de los niños cuando son pequeños quieren una historia de amor como la de sus padres, y en cierta parte yo no era la excepción. Ellos se amaban y apoyaban como si fuera el primer día y eso que ya llevan más de veinte años juntos.

No pude evitar reírme mientras veía como papá intentaba zafarse del agarre de mamá. Gracias a que me reí, ambos notaron mi presencia y papá logró apartarse llevándose una mala mirada de mamá.

—Cariño, estás hermosa, iré a acomodar las cosas de Germaine para dárselas a tu tía Jayleen —comenzó mamá con una sonrisa, luego se volteó a papá con una mirada amenazante y agregó—. Y más te vale que cuando vuelva esa corbata siga en su lugar, Jones.

—Seguirá ahí, yo seré el que esté en el piso por falta de aire —reprochó.

—Ni que la hubiese apretado tanto —masculló mamá retirándose de la cocina.

Esperamos en silencio a que mamá desapareciera y, una vez que lo hizo, papá se desajustó la corbata y dio un suspiro pesado. Por mi parte, observé sus movimientos en total silencio. Desde que se enteró de la muerte de este tío estuvo bastante raro, parecía desorientado la gran mayoría del tiempo por más que quisiera aparentar todo lo contrario.

—Te ves bien, pa —comencé.

— ¿Tú crees cariño? —Preguntó removiéndose y acomodando su ropa con incomodidad—. La última vez que usé traje fue para la boda de tu tío.

Ladeé la cabeza de un lado al otro, supongo que ninguno se terminaba de acostumbrar a la idea de ir a esta dichosa fiesta. Atravesé la cocina y me apoyé en la isla mientras veía a papá servirse un vaso de agua.

—Sí... yo tampoco estoy tan acostumbrada a llevar vestido —dije con una sonrisa—. Unos por falta de costumbre y otros por haber dejado la práctica, supongo.

Papá se rió por lo bajo mientras asentía dándome la razón.

—Recuerdo que hubo un tiempo en el que todos los fines de semana había una fiesta elegante y en cada una de ellas llevaba religiosamente un traje distinto —comentó nostálgico y con la vista perdida—. Tenía la misma edad que tú en ese entonces.

— ¿En serio? Que pretencioso —me reí.

—En un mundo que se basa en la imagen pública las pretensiones eran el pan de todos los días —aseguró—. Igual, yo era bastante superficial también.

—Te habían criado de esa forma...

—Sí, lo sé... —Papá se quedó pensando unos largos segundos hasta que contestó— ¿Sabes? Mi tío siempre me decía algo.

— ¿Qué decía? —pregunté curiosa.

—Que las máscaras de cartón siempre eran las primeras en pudrirse —Me quedé en silencio ante sus palabras por lo que él prosiguió—. Fue una de las últimas cosas de las tantas que me enseñó.

—Le tenías mucho cariño, ¿o no? —tanteé.

—Fue más padre de lo que fue mi propio padre —aseguró—. Él nunca se casó ni tuvo hijos, por lo que siempre decía que mis hermanos y yo éramos como los hijos que nunca tuvo.

Sonreí débilmente. Papá no tuvo de las mejores infancias que digamos, pero el saber que siempre tuvo a alguien ahí para él que pudiera apoyarlo, que tuviera una figura dominante a la cual pudiera considerar un padre, me hacía sentir bien. Nunca estuvo solo por completo.

—Lamento lo que le pasó.

—Yo no —Quedé descolocada por la respuesta de papá. Por su parte, solo se encogió de hombros y siguió hablando—. Me hubiera gustado que ustedes lo hubieran conocido, así como también creo que debería de haber pasado más tiempo con él en estos últimos años, pero no lamento nada. Él vivió bien y no lo digo por el dinero, lo digo porque siempre vivió como quiso, sin deberle nada a nadie y sin tener que fingir ser alguien que no quería. Me duele su muerte, pero, conociéndolo, sé que si me viera me golpearía con ese diario de viajes que siempre llevaba por verme mal.

«Me siento tranquilo de saber que por lo menos en algo le hice caso y todos ustedes crecieron con la libertad de decidir quienes prefieren ser y que nunca se sintieron forzados de esconder lo que querían o sentían, es más, hasta defienden sus creencias con orgullo, o por lo menos eso creo y estoy orgulloso de eso.

Un sentimiento lindo se alojó dentro de mí al escuchar eso. Rodeé la isla y llegué a abrazarlo. Papá me devolvió el abrazo al instante mientras hacía equilibrio con la puntas de mis pies y apoyaba mi cabeza en su hombro. El abrazo duró unos largos segundos en los que me encargaba de absorber el olor de su colonia y él acariciaba mi cabello.

—Somos tus hijos, por supuesto que siempre tendremos la cabeza en alto —determiné.

—Eso espero, cariño, eso espero —finalizó papá.

***

Sabía que la mansión de la familia de papá era grande, además de que ya estuve en otras casas del barrio de los ricos antes, pero nunca había visto una casa tan grande como esta. Incluso contaba con su propio parque al frente que seguía un camino de piedra que rodeaba toda la casa en subida y bordeaba el camino de agua del frente. ¡Carajo, hasta parecía mucho más grande que la mismísima casa blanca!

Por lo casi poco que pude saber gracias a mamá, el tío de papá era el verdadero magnate de la familia, sin esposa ni hijos solamente era él en esta gigantesca casa de quince habitaciones, ocho baños y dos piscinas, una interna y otra en el exterior.

Nos dividimos en dos autos, los gemelos y mis padres iban en uno y Luka, Aaron, Jarek y yo en otro. Una vez que mis hermanos y yo nos bajamos del auto, nos unimos a los demás y empezamos a caminar por el camino de grava, cosa de las que mis tacones no estaban tan de acuerdo. No había tantos lugares disponibles a lo largo de la calle de grava, así que estábamos algo alejados de la casa.

¿Que si estábamos algo expectados con el hecho de entrar en la casa? Por supuesto ¿Esas expectativas se cumplieron? No, se superaron.

Apenas se abrieron las puertas, nos encontramos con el recibidor que a los costados tenía varias columnas que creaban una especie de galería interior que rodeaba todo el lugar hasta llegar a las escaleras anchas que se separaban en dos direcciones al final de esta así como también había otra puerta doble. Pero lo que llamó mi atención por completo fue el techo en forma de cúpula que era totalmente digno de ser uno de esos techos de iglesia, todo pintado con imágenes hermosas de ángeles y colores pasteles.

—Alfred, me comentaron que vendrías —comenzó el tipo con cierto tono despectivo.

—Y te debes de estar retorciendo por eso ¿no? —contestó papá con una sonrisa obviamente falsa.

—Tal vez no lo suficiente —finalizó y apuntó hacia las puertas al final de la escalera—. Los demás invitados lo aguardan en la sala de fiestas norte.

—Gracias, sé cómo llegar —contestó papá con el mismo tono cortante.

Comenzamos bien, pensé.

El tipo vestido como un pingüino con guantes blancos rodó abiertamente los ojos y, a pesar de que papá le dio una clara señal para que no lo guiara, el tipo nos seguía por detrás. Mamá y papá se adelantaron un poco mientras que mis hermanos y yo nos quedamos detrás viendo el lugar.

Luka soltó un silbido mientras observaba el lugar con una calma extrema.

—Vaya que el tiíto era bastante excéntrico —comentó mi hermano mayor mientras observaba hacia arriba.

—Excéntrico o no, ¡miren la hermosura de esa cúpula! —exclamó Jov en un susurro.

Asentí dándole la razón. No me sorprendía que alguien con la sensibilidad artística de Jov no quedara extasiado por el lugar lleno de cuadros bajo la cúpula.

—No lo sé... me parece algo exagerado —comenzó Jarek pensativo mirando también al techo.

—Es cierto, esa pintura queda descolocada para ser una casa —le secundó Alex.

—No es para nada exagerado ni queda descolocado, aquella cúpula es una obra de arte renacentista digna de admirar y conocida por la más alta élite. A diferencia de ustedes, el señor Iker sabía lo que era la elegancia y el estandarte.

Seis cabezas giraron a ver hacia el tipo con traje de pingüino que nos miraba con desdén y desagrado luego de su estúpido discurso. Miré de reojo como Alex arrugaba el ceño, Jov se sorprendía y Luka se reía como si el tipo hubiera hecho una broma divertida. Aaron se encontraba al final de todos nosotros con una cara de pocos amigos y noté a mi lado como Jarek se encogía un poco mientras el sonrojo debajo de su oreja empezaba a crecer.

— ¿Y a ti quién te invitó a hablar? —me quejé.

Y tal vez haya quedado como una maleducada pero no me importaba, ese imbécil les habló con desprecio a mis hermanos, rebajándonos únicamente porque no nos pusimos a besarle el culo a la querida pintura del finado.

—Solo me encargo de educarlos acerca de lo básico de etiqueta —soltó el pingüino.

— ¿No le parece que ya estamos algo grandecitos para que nos intente educar, Kowalski? —preguntó Luka sin perder el brillo de diversión en sus ojos.

Maldije en mi cabeza al cortar mi seriedad soltando una pequeña risita gracias al apodo que Luka le dio. Por lo menos me sentía acompañada al saber que a los gemelos también le pareció gracioso.

—No me sorprende que su padre no les haya enseñado lo básico de etiqueta que su tío y yo le enseñamos —contestó el tipo vestido de pingüino en un tono airoso.

—Pues, resulta que a una persona no le sirve tanta elegancia si tiene tan poca educación para meterse en conversaciones ajenas ¿no le parece? —habló Aaron por primera vez.

El tipo apretó los labios con desagrado y, mientras todos lo veíamos expectantes de si se atrevía a contestarle a Aaron.

—Los invitados los esperan en la sala de fiesta norte —finalizó, dio media vuelta y volvió hacia la puerta.

Todos nos quedamos en un interminable silencio mientras observábamos como el tipo desaparecía por la puerta delantera de la casa. Una vez que la puerta se cerró, Aaron se encogió de hombros como si no hubiera sido la gran cosa, por otro lado, Luka llegó sorpresivamente hasta él pasando un brazo por sus hombros y habló.

—Bien, ¿quién más tiene hambre? Vayamos ya al dichoso salón —habló con naturalidad.

Y, sin más que hacer parados ahí en ese enorme recibidor, subimos las escaleras y las puertas dobles se abrieron.

***

Desde que conocí a Adam hace un año que él me llamada repetidas veces como la princesa de los cuentos de hadas, pero a decir verdad nunca me había sentido una princesa hasta el día de hoy. Apenas entramos al salón noté al instante que este era el más grande de toda la casa y era digno de ser el salón de fiestas de los castillos en los cuentos de hadas, lo segundo que noté es que la mayoría de las personas en el lugar se voltearon a vernos apenas entramos, pero eso se debía a que ya todos estaban sentados en sus respectivas mesas y es difícil pasar desapercibido cuando llegas tarde a un lugar.

Bajamos las escaleras que nos guiaban hasta el gran salón. Mientras bajamos localicé a mamá al instante que hablaba con una chica castaña.

Al pasar entre las mesas el murmullo generalizado disminuía un poco, pero era difícil el evitar sentir las miradas sobre nosotros. Cualquiera se incomodaría o se intimidaría por esto, pero en el caso de mis hermanos y yo no sucedía esto. Toda nuestra adolescencia vivíamos bajo el foco de varios en la escuela, por lo que el que nos miren algunos mientras pasábamos por las mesas no era más que algo natural.

Pero Luka ya se abusaba de esto. Mientras nosotros íbamos en silencio, el caminaba encabezando el grupo con el paso desenfadado y saludando con efusividad a los que nos miraban, lo que hacía que las personas voltearan a otro lado para no quedar expuestos.

En cierta parte agradecía esto ya que volvía la situación menos incomoda. Y Luka no tenía problema en hacerlo, hasta en cierto punto él disfrutaba de la atención, por lo que la usaba a su favor.

No hubo problema en llegar hasta donde estaban nuestros padres ya que esta era la mesa principal. Esta era una mesa larga en la que sólo se encontraban por el momento mi padre, Sigmund y otras cuatro personas más.

—Se tardaron, ¿Todo en orden? —preguntó papá.

—Todo bien, nos tardamos porque encontramos un pingüino que se escapó del zoológico en la entrada —contestó Luka con una sonrisa inocente.

Papá no tardó en entender la referencia y aceptó sin querer ahondar en el tema.

— ¡Querida familia! ¿Cómo les va tanto tiempo? —comenzó Luka hacia la mesa y, por la cara de papá, ya veía que se estaba lamentando—. Tiíto, te ves mejor sin el pasto en el traje.

—El gusto es mío, Luka. Gracias por venir —comenzó tío Sigmund regalándonos una sonrisa a todos.

No pude evitar sonreírle devuelta mientras el debate interno volvía a crecer en mí.

Sigmund era el único que nos sonreía en sí. El bastardo de Tyron Jones sentado en la punta de la mesa nos observaba como si nos estuviera analizando, el hombre al lado de Sigmund, a pesar de que parecía estar rondando casi sus cuarenta le saldrían arrugas de tanto que miraba de papá a nosotros con el ceño arrugado y el chico y la chica que parecían de nuestra edad nos miraban curiosos.

—Espero que se sientan cómodos, ya sabemos que no están acostumbrados a estos tipos de lugares —comenzó el chico que rondaba nuestra edad con tono pomposo.

Tensé una sonrisa y asentí al notar algo de desagrado en el comentario, no en sí en lo que dijo, sino en como lo dijo.

—Nos amoldamos —retomó Luka la conversación—. Obviamente este sitio es bastante pequeño para nuestro estandarte pero entendemos que quisieron hacer algo más… modesto.

Tuve que mirar hacia atrás disimulada para que no se me escapara una carcajada justo en el lugar y me crucé con la expresión de Jarek quién apretaba sus dientes contra su labio inferior para no reír. Aaron pasó una mano por su rostro también para tapar la sonrisa y al mismo tiempo mirar a nuestro hermano con reproche.

El chico de nuestra edad abrió un poco los labios sin saber que responder y tratando de ocultar su sorpresa.

Busqué a los gemelos con la mirada pero se habían detenido a hablar con mamá y con su acompañante. Mejor, porque estaba segura de que si escucharan la conversación serían peor que Luka.

—Ellos son sus primos, Meilin y Camenbert —presentó papá al chico y a la chica de nuestra edad.

El chico nos regaló una sonrisa más sumisa luego de su encuentro con Luka y la chica nos sonrió abiertamente. Era bonita, de tez pálida, rasgos finos, con ojos azules y el cabello castaño que llegaba a sus hombros y que sacó directamente de los genes Jones era un poco más baja que yo y a simple vista parecía frágil, por otra parte, Camenbert tenía rasgos duros parecidos a los de Sigmund y parecía mas alto y corpulento.

—Y él es su… mi hermano menor, Breiden —terminó papá hacia el hombre al lado de Sigmund—. Ellos son mis hijos, Luka, Aaron, Jarek y Nova.

Breiden nos observó uno a uno. Los genes corrían por su sangre, por lo que tenía ojos azules gélidos y el cabello castaño claro, casi como un rubio oscuro, algo largo pero bien acomodado. Nos observó en silencio hasta que suspiró aburrido.

—Yei, más sobrinos —dijo sin una gota de emoción.

Una risa melodiosa llegó hasta nosotros.

—Tú siempre tío pero nunca padre ¿Cierto Breiden?

Una mujer con un hermoso vestido negro se acercó a la mesa con una sonrisa confidencial. No había que ser inteligente para saber quién era, la mujer era la mismísima Verónica Le Brun, la dueña de su propia marca de maquillaje y ex modelo.

Por lo que supe sacándole información a mamá, Verónica estuvo casada con Sigmund pero se divorciaron hace años. También decían por el mundo de la farándula que es una mujer implacable así como algo cruel.

Breiden la observó durante unos largos segundos apretando los labios con mezcla de desagrado e incomodidad para terminar encogiéndose de hombros sin darle importancia al tema.

— ¿Qué tal si vamos a nuestros lugares así pueden servir los platos? —invitó Verónica con su mejor sonrisa.

Asentí en silencio y fuimos a los lugares que estaban asignados con un cartel en la mesa y una caligrafía hermosa.

—No fue nada mal para un primer encuentro —confirmé con Jarek.

—Siento que se vienen cosas peores, en realidad —contestó Jarek por lo bajo.

—Ay tú y tu negatividad —Fue lo último que dije antes de ir a nuestros lugares.

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...

Esperenme un ratito que ya vengo ah

















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