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46_

Estar con Adam era un completo sueño. El resto de esa noche nos dedicamos a bailar las canciones que le siguieron a la nuestra, pedimos tragos a Lorenzo y a pesar de que necesitaba buscar las fotos de Adam en aquel muro para burlarme de él, no pude conseguirlo. Nos fuimos de aquel bar ya cerca del amanecer, conducimos de vuelta al hotel pero, al dejar el auto ahí, decidimos irnos caminando en dirección a la playa.

— ¡Ven! —comencé.

— ¡Estás loca! —se rió.

— ¡¿Quién no se ha metido en el mar a las cinco y media de la mañana antes!? —me quejé entre risas.

Solamente éramos nosotros dos en la playa, había muy pocas personas a nuestro alrededor pero la mayoría de ellas pasaban corriendo ya que hacía ejercicio o nos miraban mal al tener olor a alcohol y la ropa de ayer a la noche.

— ¡¿Qué!? ¡¿Al niño rico le da miedo algo de agua?! —lo reté.

— ¡Ya verás!

Adam sonrió y se levantó agitando la arena de sus pantalones y quitándose sus zapatos. Los dejó al lado de los míos para venir corriendo a una gran velocidad hacia mí. Por mi parte, intenté correr pero dentro del agua era malditamente difícil, así que bordeé parte de la orilla y, cuando vi que me estaba alcanzando, me metí más al mar haciendo que este me llegara hasta las rodillas.

Solté un chillido y reí fuerte cuando unos brazos me rodearon por la cintura y me elevaron para darme una vuelta que hizo marearme y que mis pies tiraran agua en todas las direcciones. Adam, aun elevándome, caminó un par de pasos y me tiró hacia el agua. Si bien no estaba hondo, cuando me senté en la arena para acomodar el cabello que cubría mi rostro, el agua me llegaba hasta un poco más debajo de los hombros.

Adam, quien aún estaba parado, se reía de mí viendo mi estado. Le tiré agua y, aprovechando que estaba indefenso, tiré de su mano para traerlo conmigo. Como predije, Adam se resbaló y cayó casi encima de mí mientras estallábamos en risas.

Dejó un beso rápido y mojado en mis labios y hundió su cabeza para mojar su cabello y volvió a emerger del agua. Sacudió su cabeza cerca de mí ocasionando que el agua en su cabello salpicara mi cara y yo en respuesta utilicé mi mano para tirarle más agua.

Gracias a que no habíamos tomado tanto y, que con el pasar de las horas ya la borrachera se nos había ido, decidimos quedarnos un rato más sentados allí ignorando por completo el hecho de que nos encontrábamos con el agua hasta los hombros, con la ropa puesta y el agua estaba jodidamente helada.

Suspiré y apoyé mis manos en la arena, hundiendo un poco mis dedos para sentir esta, mientras levantaba mi cabeza hacia el cielo viendo cómo iba amaneciendo lentamente.

— ¿Sabías que hay más granos de arena en la tierra que estrellas en el cielo? —comenzó Adam.

— ¿En serio? —pregunté.

—Sí, lo leí hace mucho en alguna página con esos datos que no son necesarios —explicó Adam aun con la vista en el cielo.

— ¿Cuántas estrellas habrá en el cielo?

— ¿Cuántos aliens habrá en el cielo? —respondió Adam mi pregunta con otra.

—Seguramente hay alguna estrella de la muerte por ahí.

Adam bajó la vista para verme.

— ¿Viste Star wars? —cuestionó.

—Por supuesto, todas hasta ahora —confesé.

Comencé viendo la primera película con Aaron porque nadie quería verla con él y terminé amando la franquicia completa, tiempo después se unió Alexei y ahora los tres somos fieles warsies.

— ¿Y cuál es el maldito orden de esas cosas?

—Una pregunta mejor ¿qué hacen a las seis de la mañana metidos en el mar de una playa que está cerrada?

Ambos nos volteamos de golpe a ver al guardia de seguridad que estaba parado en la orilla del mar, con los brazos cruzados y una mirada severa y compartimos una mirada culpable. Nos levantamos bajo la atenta mirada del guardia y traté de contener la risa mientras veía como Adam se sonrojaba de la vergüenza mientras yo intentaba ignorar el calor debajo de mi oreja.

Pedimos miles de disculpas y salimos de ahí a buscar nuestras cosas. Por suerte el tipo no nos hizo una multa, pero dijo que estaría vigilándonos.

Cuando me puse mis sandalias y recogí mi teléfono el cual estaba tapado con la chaqueta de Adam. Prendí el teléfono y arrugué el ceño al ver que tenía el aviso de una llamada perdida. Apreté la notificación algo nerviosa de que fuera alguna llamada importante de mis padres o de mis amigas, pero mi confusión no hizo más que aumentar cuando me di con que no era una, eran dos llamadas perdidas y de un número desconocido.

Adam llegó hasta mí tomando sus cosas y se percató de mi mirada extrañada hacia el aparato.

— ¿Todo en orden? —preguntó.

Me encogí de hombros, apagué mi teléfono y me volteé a verlo para asentir con una sonrisa.

—Llamada de un número desconocido, nada malo —informé restándole importancia.

Adam asintió y empezamos a caminar para salir de la playa en dirección al hotel. En el camino me auto convencía de que solo era eso, un número que llamó por equivocación dos veces, o alguna compañía de celulares. Pero dentro de mí sentía que conocía ese número de teléfono de algún lado.

***

No sé a qué hora nos habremos levantado, pero era tarde seguro. Apenas llegamos a la habitación ambos caímos rendidos en la cama con lo que teníamos puesto. Me desperté un par de horas después con la baba seca llegando casi a mi barbilla, un mal aliento terrible, demasiado calor y terriblemente sofocada. Me senté en la cama apartando mi cabello que estaba algo húmedo y súper enredado y miré a mí alrededor.

Adam seguía dormido a mi lado, con la cabeza metida en las almohadas como si no sufriera en lo más mínimo del calor. Encendí el aire acondicionado mientras soltaba un gran bostezo.

Mi teléfono se encontraba en algún lugar de la sala, pero era el menor de mis intereses. Tomé una toalla limpia y me metí al baño para darme una ducha rápida que terminara con el calor que sentía. No duré tanto tiempo dentro del baño, me apliqué algo de champú y mucho acondicionador para quitar los nudos y, luego de disfrutar la sensación del agua fresca cayendo por mi cuerpo, salí.

Caminé a través de la pequeña sala de la suite con un remerón negro desgastado con el escudo de mi antigua secundaria, solamente unas bragas debajo y más fresca gracias al aire acondicionado. Miré por primera vez como el sol se colaba entre las cortinas de los ventanales y tomé una botella de agua de la mini heladera.

—Buenos días, Cenicienta —dijo Adam dejando un beso fugaz en mi mejilla.

No reaccioné al instante por el sueño, pero me percaté de que Adam ya estaba despierto cuando pasó por mi lado y también sacó una botella pero él de jugo, de la mini heladera.

—Buenos días, ¿cuándo te despertaste? —pregunté sentándome en uno de los sofás.

Adam se apoyó en la mini heladera y lo pensó unos segundos, aun adormilado, antes de contestar.

—Como hace unos cinco minutos.

Asentí en silencio y me recosté a lo largo del sofá para luego observarlo mejor. Tenía el cabello alborotado, un ligero rastro de barba, ojeras adornando sus ojos y la ropa de ayer arrugada.

—Te ves fatal —solté adormilada.

—Tú no te quedas atrás —contestó dejando un beso en mi frente y dirigiéndose al baño—. Me iré a bañar y cuando salga, no sé qué hora es, pero podemos almorzar.

—Me gusta esa idea —contesté estirándome.

Adam entró al baño y solo bastaron unos segundos para que se escuchara el ruido de la ducha. Suspiré y cerré los ojos unos segundos cuando sentí que algo vibraba en mi espalda. Me removí molesta y tanteé con mis manos lo que causaba la vibración. Saqué mi teléfono y lo prendí para ver qué era.

Arrugué el ceño cuando vi la notificación de otra llamada perdida del mismo número.

Tal vez sea del trabajo y yo aquí sin tomarle importancia, o es del número de algún teléfono que le prestaron a alguno de mis hermanos para decirme que había una emergencia, o que papá estaba en el hospital...

Apreté al instante el número desconocido para devolver la llamada. El timbre sonó tres veces cuando me anunció que la llamada se cortó; intenté una vez más y esta vez sí atendieron.

— ¿Hola? —hablé ante el silencio.

Una respiración pesada se escuchaba del otro lado de la línea, lo que me daba una mala espina y hasta algo de pánico.

— ¿Hola? ¿Quién habla? —Exigí saber con mi mejor voz demandante.

Tú... es verdad.

Me paralicé cuando alguien habló del otro lado de la línea. Respiré una, dos y tres veces intentando calmar mi corazón y ordenar mis pensamientos para intentar reconocer, sin éxito, quien hablaba. Parece que la otra persona de la línea volvió a respirar con dificultad y terminó por colgar. Miré la pantalla de mi teléfono como si este pudiera decirme quién era la persona detrás de la otra línea y lo apagué al instante.

No creo que vuelva a llamar. Mi respiración se iba calmando mientras más segundos pasaba en silencio; por lo menos ya me quedó tranquila sabiendo que no era una llamada de emergencia del trabajo o de alguno de mis hermanos.

Negué con la cabeza quitándome el mal momento y dejé el teléfono en la mesita ratonera para después llevar mis manos a mis ojos en busca de oscuridad.

No era nadie, no tenía por qué preocuparme.

***

Puse la última maleta en la cajuela del auto de Adam caminé hacia mi novio quien se estaba despidiendo de su familia. Me acerqué a ellos para escuchar como el abuelo Jack aseguraba que, una vez que dejara al padre de Adam en Sacramento se iría a apostar todo el patrimonio de Lilith a un casino en Las Vegas.

—Padre, llegaremos a Sacramento y tú irás a descansar —comenzó el señor Becher.

—Sí, sobre todo del hígado, los del bar están agradeciendo que te vas —bromeó Adam.

—Ja, ja, ja, ni siquiera diste gracia, bastardo —se quejó Jack y se volteó a verme—. Ya no lo soporto, nos vemos en Sacramento, nombre raro.

—Nos vemos, señor Jack —me despedí.

—Dale mis saludos a Cora.

El abuelo de Adam se despidió de nosotros con un vago gesto con la mano y se fue camino al coche negro.

—Gracias por venir a este viaje, Nova, espero que lo hayas pasado bien —comenzó el señor Becher con una sonrisa.

—La pasé excelente, muchas gracias a usted señor Becher —contesté con una sonrisa y dejé un beso en su mejilla.

—Esperamos verte más seguido en casa, cariño —comentó Miranda.

—Esperemos que sí —contesté y la saludé de igual manera que a su esposo.

Con Lilith fue distinto, ella apenas llegó hasta mí se colgó de mi cuello para darme un gran abrazo. Le devolví el abrazo gustosa y, cuando nos separamos, ella dejó sus manos en mis hombros para contestar con una sonrisa.

—¡Me encantó pasarla contigo, tenemos que hacer algún viaje así de nuevo en el futuro! —exclamó.

—Yo también la pasé muy bien contigo, Lili, tenemos que volver algún día a esa tienda de helados —contesté con una sonrisa que ella me contagió.

—¡Por supuesto que lo haremos! —aseguró.

Luego de las despedidas correspondientes, Adam y yo nos subimos al auto y ellos al suyo. El padre de Adam primero haría una parada rápida en San Francisco por lo que se iban en el Jet privado y nosotros nos íbamos en el auto de Adam porque nos habíamos decidido por visitar rápidamente algunos lugares antes de llegar a Sacramento.

Nos subimos al auto y Adam se giró a verme con una sonrisa.

—¿Llevas todo? —preguntó y asentí con una sonrisa. Él dejó un corto beso en mis labios y arrancó el auto.

***

Pasamos varias horas del viaje charlando animadamente, escuchando música, comiendo dulces y parando en algunos lugares para tomar fotos. Ya, luego de nuestra última parada donde merendamos en una linda cafetería rústica, emprendimos el viaje directo hacia Sacramento.

Le avisé a mi madre que ya habíamos llegado a Sacramento y, luego de cerrar el chat, busqué la galería para ver algunas fotos y borrar las que estuvieran borrosas.

— ¿Hay alguna buena? —preguntó Adam riéndose al ver mi concentración.

—Varias, sobre todo en las que salgo yo —contesté riendo—. Mira esta.

Era una foto en uno de los lugares de recuerdo dónde paramos, Adam se le dió por tomar las cosas más raras y usarlas en el lugar. En la foto se lo veía con un sombrero de playa Verde neón con unos lentes de corazón y una alcancía en forma de burro como si fuera mascota.

—Oh no, ¡Borra eso! —exclamó riéndose.

— ¡Por supuesto que no! —exclamé alejando el teléfono de él—. Me servirá en el futuro.

Nos reímos cuando el teléfono de Adam comenzó a sonar. Bajamos la vista curiosos y Adam, al ver que era su padre, paró el auto a un costado de la calle y atendió.

La llamada estaba llena de palabras cortas por parte de Adam, quién iba arrugando el ceño a medida que la llamada avanzaba.

— ¡Está bien, cálmate! Iremos para allá —se quejó.

Cortó el teléfono sin más y, luego de dejarlo en el espacio entre los asientos, se volteó a verme.

—¿Te molesta si paramos en la casa de mi padre? —preguntó a lo que yo negué con la cabeza.

Adam volvió a arrancar el auto rápido en dirección hacia el barrio de los ricos. Me volteé a verlo confundida.

— ¿Por qué te llamaron? ¿Sucedió algo? —pregunté.

—No lo sé, mi padre me llamó diciéndome que fuéramos ya a casa, que era urgente pero no me explicó más —comentó con algo de nerviosismo en su voz—. Cuando habló lo noté muy... serio, más de lo normal.

Llevé mi mano a su brazo que se encontraba tensionado y lo acaricié buscando tranquilizarlo.

—Descuida, no debe de ser nada grave —lo tranquilicé.

Adam ladeó la cabeza de un lado al otro y me regaló una sonrisa. Por mi parte, volví a mirar al frente esperando creer en mis propias palabras. Intentaba imaginar algún escenario en mi cabeza para darle una respuesta a lo que estaba ocurriendo pero ninguna idea se me cruzaba. Los nervios se me alojaron en el estómago ante la mínima idea de que algo malo les hubiera ocurrido a alguno. No escuché hablar al señor Becher, pero por el lenguaje corporal de Adam podía notar que este estaba igual o incluso más nervioso que yo.

Anduvimos con un silencio tenso por las calles del centro, ninguno se atrevía a decir nada más. En cuestión de segundos ya habíamos entrado al barrio de los ricos y nos encontrábamos en la entrada de la casa de Adam. Bajamos del auto y entramos a la casa la cual tenía la puerta sin cerradura.

Seguí a Adam por el pasillo que llevaba a lo que parecía ser la sala de estar y, cuando él llegó, se detuvo de golpe causando que yo chocara contra su espalda. Se quedó helado y yo arrugué el ceño confundida. Me puse a su lado ya con los nervios golpeando en mis sienes.

— ¿Qué...?

Y en ese instante, todo se detuvo. Trastabillé y me tuve que apoyar en el marco de la puerta para no caer ante la persona al frente de mí. Se encontraba ahí, en el centro de la habitación con Lilith, el señor Becher y el abuelo Jack viendo toda la situación severamente. Por su parte, esta persona miraba de Adam a mí como si fuera un fantasma.

Un fantasma del pasado.

Parecía como si el aire de la habitación hubiera decidido irse de repente, dejando un ambiente tenso que explotaría en cualquier momento. Los nervios crecieron y para peor, cayendo como piedras duras junto con toda mi sangre en mis pies, dejando mi cuerpo inmóvil, casi debilitado y sin fuerzas.

Un montón de imágenes se cruzaron rápidamente por mi cabeza, recopilándose en cada momento, cada lágrima y cada vez que me sentía vacía; también imágenes de esa noche las imágenes que iban en cada hueco de mis recuerdo por fin volvió. Todas las razones de su presencia se volvieron negativas en cuanto las pensaba.

Pero el verdadero knock out final llegó cuando por fin vi, al final de su brazo, entre los dedos de su mano, una cadena plateada con un dije de luna. Aquel dije que encajaba a la perfección con el dije de sol que Adam encontró aquella noche.

—Creo que hay varias cosas que debes explicar, nombre raro —comenzó el abuelo Jack.

No se veía feliz, ni siquiera altivo como se expresaba normalmente, se lo veía con una mirada severa, pero sus palabras salieron en un tono desesperanzado.

—No entiendo... —comenzó Adam a mi lado.

Yo si entendía todo, todo lo que antes dudaba y esa pesadilla que pensaba mil veces se había hecho realidad. Cada pieza del rompecabezas por fin encajó en su lugar y, para mi poca suerte, yo no era parte de aquel rompecabezas.

Podría explicarle todo eso a Adam, pero no podía ni mirarlo a la cara.

—Adam... hola —comenzó aquella persona con una sonrisa.

Tenía ganas de vomitar, de llorar y de dormir pensando que mi almohada sería una máquina del tiempo que me devolvería hace un año atrás. Al ver como lo miraba, mis ganas de devolver toda la cena aumentaron.

— ¿Nos conocemos? —preguntó Adam.

— ¿Se conocen, Nova? —La voz indecisa de Lilith fueron como dagas a todo mi cuerpo.

Miré de reojo como Adam se volteó a verme confundido y bajé la vista al suelo sin poder verlo a los ojos con un ligero temblor en mis manos. Sin poder ver a ninguno, y así decidía que fuera sabiendo el único resultado de esta noche.

—Ella es Camille Clark, la hermana de Tyler.

Hice una pausa para tragar en seco ahogando un sollozo y proseguí:

—Ella es Cenicienta.

El silencio reinó en toda la sala luego de mi confesión. No me animaba a verlo, pero de reojo podía notar que se había quedado paralizado. En si no me animaba a ver a nadie en aquella habitación, incluso a Camille.

Las imágenes de aquella noche hace dos años llegaban a mi cabeza como si fuera una tormenta de recuerdos que lo único que conseguían eran machacarme cada vez más.

No era Cenicienta, no lo era, solamente fingía serlo. Adam no me amaba realmente tampoco, todas esas palabras hermosas, esos sentimientos, todo era real, y eso era lo peor de todo, porque ni siquiera eran para mí.

Adam nunca me amó, solamente amaba la idea de Cenicienta y aquella Cenicienta era Camille.

—Esto debe de ser raro… —comenzó Camille.

«Vete, estás de sobra» me gritaba mi cabeza «Recoge la poca dignidad que te queda y vete»

—Debo salir de aquí —solté rápidamente.

Me di vuelta y caminé rápidamente hacia la salida. Abrí la puerta y di grandes zancadas para salir del gran jardín y llegar hasta la calle, tomar un taxi y llegar a casa para hacerme una bolita y desaparecer.

Mis pies tocaron el camino de grava cuando rodé los ojos y deseaba desaparecer aún más cuando me volví y tuve que frenar al instante ya que Adam venía detrás de mí.

—Nova, por favor dime que lo que pasó ahí dentro no es verdad —pidió.

Y ¡Carajo! Desearía que no lo fuera, me rompía el corazón en mil pedazos el verlo así. Tenía los ojos oscurecidos, pero no eran de irá, era de decepción y su tono de voz parecía disperso.

—Necesito mi equipaje, Adam —comencé.

—Yo te llevo a casa, hablaremos en el camino…

¿De qué mierda hablaríamos? ¿De como nada de lo que vivimos era correspondido?

—No. Me iré sola —dije en tono seco.

— ¿Tú sabías de esto…?

Su pregunta quedó flotando en el aire. Me crucé de brazos para calmar el temblor en mis manos y miré hacia el auto deseando que mágicamente se abriera y dejara sacar mis cosas para irme.

—Tenía mis dudas cuando me diste ese collar —comencé con un hilo de voz—. No es mío, en ningún momento recordé haberlo tenido puesto...

Adam asintió mirando al cielo y bajó la vista de nuevo a mí pero con una mirada más severa. El brillo de sus ojos era duro sobre el mío, estaban algo oscurecidos por las penumbras del solitario jardín delantero.

A pesar de ser verano yo estaba temblando, sentía el frío recorrer mi espina dorsal, un nudo asfixiante en atorado en mi garganta, la presión bajaba en mi pecho y sentía que mis piernas cederían en cualquier momento. Me derrumbaría, eso lo sé, pero no quería hacerlo aquí, no con Adam al frente.

—Y si tenías dudas ¿Por qué no me dijiste? —dijo con un poco de reproche pero en un tono bajo, como si no se lo creyera aún.

—Quiero irme a casa, Adam, y necesito mis cosas.

— ¿Me estuviste mintiendo todo este tiempo?

—Adam…

— ¿Por qué? Nova, ¿Por qué mentirme así? —Su voz se fue rompiendo al igual que la mía—. Quiero entender que mierda está pasando.

— ¡Quiero irme a casa, eso es lo que pasa!

Mi voz se rompió por completo y unas lágrimas nublaron mi vista, pero nos las dejaría caer. Por fin me digné a verlo a la cara para notar que él también tenía lágrimas reprimidas en sus ojos.

Bajó un poco la mirada y de mordió el labio para terminar asintiendo. Fue en un silencio ensordecedor hasta la baulera del auto, la abrió y yo saqué mis cosas en total silencio con la tensión en el aire ejerciendo una gran distancia entre nosotros a pesar de encontrarnos a menos de un metro. Adam hizo un amague con las manos para ayudarme con mis cosas pero yo retrocedí dándole a entender que no quería ayudar.

—Cuando te dije te amo anoche no fue mentira —solté sin siquiera mirarlo. Al no tener una respuesta de su parte volví a hablar—. Me voy.

—Será lo mejor —finalizó él.

Me di vuelta y, con cada paso que daba, escuchando únicamente los grillos de fondo y la grava crujiendo debajo de mis pies, las lágrimas caían libres por mis mejillas.

Mi cabeza recapitulaba momentos que pasé con Adam, desde la desconfianza que le tenía apenas lo conocí hasta todo lo que me hizo sentir hace sólo una noche atrás. Esos momentos se repetían una y otra vez, como si mi cerebro se burlara de mí diciendo “Mira lo que pensabas que tenías y ahora perdiste”.

Paré un taxi que justo pasaba por ahí y, apenas paró, subí con todo al asiento trasero. Cerré la puerta y recién ahí di la dirección de mi casa y me digné a mirar detrás, encontrándome con Adam aún fuera de la casa, pero no estaba solo, hablaba con Camille.

¿De qué? No lo sé, pero ya no era mi problema.

El taxi arrancó en silencio, mientras más se alejaba de la casa el nudo crecía en mi pecho.

Ya no es mi problema.

Ya no es mi problema.

Ya no es mi problema.

«Tú causaste este problema en primer lugar» una voz apareció en mi mente, aquella que le gustaba llevarme hasta lo más hondo. Otras no tardaron en aparecer.

«¿Qué se siente que nunca te hayan amado en serio?»

—Basta —siseé.

«¿Qué se siente el amar a alguien que no te correspondía?»

«Dime, Ivanova ¿Qué se siente saber que ni siquiera podías competir contra ella?»

—Por favor…

«¿Que todo el amor que le diste ni siquiera sirvió para que se quedara contigo en vez de Cenicienta?»

—¡Basta! —Sin pensarlo estallé en lágrimas.

El taxi se detuvo de golpe y el taxista se volteó a verme preocupado.

—¿Estás bien niña?

No, no lo estoy.

Asentí aclarando mi garganta y secando las lágrimas en mis mejillas.

—Lo siento, sí, estoy bien —contesté.

El taxista me miró con desconfianza pero aún así asintió y siguió conduciendo. Por mi parte, aspiré una larga bocanada de aire pero esta se convirtió en un sollozo y más lágrimas se escaparon de mis ojos, con mi cuerpo tembloroso y muchas ganas de desaparecer.

Las voces en mi cabeza se habían detenido, pero no se fueron sin antes dejar un mensaje grabado en lo mente.

«Ya lo perdiste»

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Fin


...

Ahre que no xd

Ustedes saben que su tía Dhalita los quiere mucho jeje

Quédense porque todavía hay mucho que esclarecer en el próximo capítulo: El Final del Cuento

El cual, explico, no es el final de esta historia ya que todavía hay mucho que contar, pero es un capítulo bastante especial.

¿Cómo reaccionaría Camille al saber que la ex novia de su hermano estaba tomando su lugar?

¿Por qué creen que Adam le pidió a Nova que se fuera?

¿Nova está bien? A eso se los respondo: No.

Eso y mucho, muucho más en esta historia. Sin más que decirles, los quiero estrellitaas ✨❤️.

Dhalia fuera.
















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