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No habremos estado ahí más de media hora que la entrevista ya había finalizado. A pesar de lo que dijo Adam, la entrevista no fue lo peor del mundo, es más, me divertí al estar con el abuelo Jack quien criticaba cualquier cosa que se le cruzara y hablamos de lo idiota que era esta entrevista. Más bien él hablaba y yo escuchaba y asentía. En fin, me gustó pasar tiempo con él.

El entrevistador se retiró y Adam, su padre y Lilith se acercaron a saludarme.

—Ivanova, muchas gracias por venir a este viaje —me saludó el padre de Adam.

—El gusto es completamente mío —contesté con una sonrisa.

—Pensamos que te habías perdido —comentó Lilith—, ya sabes, este hotel es bastante grande.

—No, solamente me quedé dormida —bromeé.

—Sí, maldito bastardo en vez de llamarla Cenicienta deberías de decirle bella durmiente —se quejó el abuelo Jack detrás soltando una risotada.

—Lindo momento, nos vamos ¿Te parece? —comenzó Adam tomando mi mano—. Te invito a almorzar y después podemos ir a pasear por la playa.

Asentí con una sonrisa.

—Me encantaría —comencé.

— ¡Los acompaño! —comenzó Lilith.

—Ay, déjalos irse solos, niña castrosa —se quejó el abuelo.

—Acompáñanos si quieres —la invité.

No me molestaría que viniera con nosotros. Así también podríamos pasar más tiempo juntas.

—Ya les cagaste los planes —reprochó Jack detrás de mí.

—Ellos quieren ir conmigo, abue —dijo Lilith y le sacó la lengua infantil.

El abuelo se le burló y, antes de decir algo, Adam lo cortó.

— ¿En serio no tienes algún lugar para ir a morir y dejarnos en paz?

—Ay Adam —me le quejé por lo bajo.

Por su parte, el abuelo Jack soltó una risotada.

—Bastardo desagradecido, te estoy asegurando el sexo de esta noche —soltó

Por mi parte, no pude evitar soltar una carcajada mientras el calor subía por debajo de mi oreja mientras que el rostro de Lilith se contraía un poco y el señor Becher jadeaba por los comentarios de su padre. En serio amaba los comentarios del abuelo Jack, me recordaba en cierta parte a Kira, con la diferencia de que Jack lo dice sin remordimiento.

Estoy bastante segura de que si esos dos se juntaran el universo explotaría.

— ¡Padre, por favor! Y tú, Lilith, no te escaparas de ir a probarte los vestidos con tu hermana —exclamó el señor Becher.

Lilith bufó y rodó los ojos haciendo un exagerado puchero con los labios. Por otro lado, el abuelo Jack se acomodó más en el sillón y contestó.

— ¿Acaso dije algo que no sea cierto? —cuestionó—, no hablo en nombre de la señorita de nombre raro, pero ¿En serio crees que tu bastardo llegará virgen al matrimonio?

— ¿Por qué no te emborrachas, abuelo? Ebrio nos caes mejor —comentó Adam recibiendo una mala mirada de su padre.

—Descuida, bastardo, estoy en camino a eso —finalizó el abuelo Jack levantando en alto la botella de cerveza y dándole un largo trago.

—Vámonos antes de que diga algo más —comenzó Adam hacia mí.

—Recuerda que tienes que estar aquí a las seis, Adam —le recordó su padre.

—Sí, sí, lo estaré —aseguró Adam tirando de mi mano para irnos.

—Nos vemos —me despedí.

Caminamos hacia la recepción aún tomados de la mano y salimos por las grandes puertas dobles hacia la calle. Una vez ya fuera, me dirigí hacia Adam.

— ¿Qué tienen que hacer a las seis? —comencé.

Adam se encogió de hombros y se giró a verme.

—No lo sé, porque no volveremos a las seis —determinó con una sonrisa.

Rodé los ojos. No entiendo por qué a Adam no le gusta pasar tiempo con su familia. Por lo menos para mí, a excepción de Adela todos son agradables e incluso divertidos. Las primeras veces que me habló de ellos los dejaba ver como las personas más molestas del mundo.

Lo detuve y nos movimos a un costado de la acera para dejar pasar a las personas. Él se giró a verme y yo hablé.

— ¿Por qué no? No debe de ser tan malo —comencé.

Adam suspiró y pasó sus manos por mi cintura.

—Porque quiero pasar tiempo contigo, no con mi familia.

— ¿Entonces para qué vinimos a tu viaje familiar? —cuestioné y, ante su silencio, proseguí—. Pasaremos tiempo juntos, pero estaré menos que enojada si pasas tiempo también con ellos. Hasta lo que sé, son buena gente, puedes soportar una o dos entrevistas.

Adam bufó y se quedó un largo rato viéndome.

—Se supone que vendrías como mi apoyo —comenzó.

—Y como tu apoyo quiero lo mejor para ti y sé que dentro tuyo quieres pasar tiempo con tu familia porque más que soportarlos, los quieres —le contesté acunando su cara con mi mano—. Hagamos esto, si pasa el casamiento de tu hermana y tú aún piensas así, entonces creemos cualquier excusa y vámonos a Las Vegas.

Adam se rió y beso la palma de mi mano para apartarse.

—Me parece una excelente idea —afirmó.

Se inclinó hacia mí y dejó un beso suave y cariñoso en mis labios. Presionó durante unos largos segundos para luego apartarse pero quedar a poca distancia.

—Buenos días, Cenicienta —habló.

Sonreí bajo su mirada y contesté.

—Buenos días, acosador.

***

Luego de comer en un restaurante cerca de la playa, decidimos acercarnos a esta donde, a unos metros sobre la arena, había una pequeña feria donde los puestos vendían distintas cosas.

Generé mi amor a este tipo de ferias gracias a mi abuela. Siempre que estábamos de vacaciones con ella nos llevaba a estos lugares y compraba anillos, collares o esencias aromáticas así como regalos de recordatorios. Me gustaba ir con ella ya que volvía con las muñecas llenas de pulseras.

Le pagué al señor del puesto de piedras energéticas y tomé la bolsa con el collar. Tomé la pulsera con pequeñas bolitas de aguamarina y se la entregué mientras seguíamos caminando por los puestos.

— ¿Es para mí? —preguntó con una sonrisa asomándose en su rostro.

Por mi parte, asentí con una sonrisa.

—Sí, es mi regalo. Es una piedra energética muy buena —comencé. Ayudé a ponérsela en su muñeca derecha y él la sacudió un poco para verla mejor bajo el rayo del sol—. Según mi abuela, esta piedra es del chacra de la garganta; despierta la calma y aporta valentía y ánimo. Además estimula el sistema inmunológico.

Adam arrugó el ceño aún con una sonrisa y levantó la mano en alto para ver la pulsera.

—Excelente, ¿Por qué estudiar años de medicina si podemos confiar en las piedras y los chacras? —bromeó.

Abrí mi boca ofendida causando que él se riera y me crucé de brazos. Extendí mi mano hacia él y hablé.

—Entonces devuélvemelo —me quejé ofendida.

—Estaba bromeando —comenzó Adam.

—Me molesta que bromees con eso, más cuando te lo di de buena gana —me quejé.

Los puestos ya se habían terminado por lo que nos encontrábamos caminando en la arena a través de la playa.

—No te lo daré —comenzó poniéndose al frente mío para cortarme el paso—. Primero, porque es un regalo tuyo y ya de por sí es valioso; segundo, porque me recuerda al lindo color de tus ojos.

Se inclinó hacia mí con una sonrisa para reafirmar lo que acababa de decir. Por mi parte, me crucé de brazos apretando los labios para reprimir, sin éxito, la sonrisa bobalicona que se formó en mi rostro mientras sentía el calor debajo de mi oreja.

— ¿Cómo logras ser meloso y ofensivo al mismo tiempo?

Adam se rió y pasó sus brazos por mi cintura suavemente para acercarme.

—Si fui ofensivo, me disculpo; ya a lo meloso sabes que solamente me sale cuando estás cerca, Cenicienta —contestó.

Sonreí abiertamente esta vez y corté la distancia entre nosotros para besarnos. Adam afirmó más su agarre y me atrajo más hacia él para profundizar el beso. Era un beso tierno pero profundo, calmado pero necesitado, lento y al mismo tiempo frenético. Me daba seguridad y al mismo tiempo esa sensación de caer a mil metros de altura. Eso generaba Adam en mí, un conjunto de sensaciones opuestas que, al mezclarse, formaban algo maravilloso.

Pasamos gran parte de la tarde caminando por la playa, charlando y bromeando. Las horas volaron y ya para cerca de las cinco nos sentamos en la playa, con nuestros pies rozando el mar y comiendo helado. Era una tarde perfecta, hace bastante tiempo que no sentía la paz y tranquilidad que sentí hoy junto con Adam.

Me reí por las anécdotas de Adam en su viaje con su abuelo.

—Tu abuelo me cae bien —determiné.

—Eres la primera —bromeó Adam.

—En serio —me reí—. Es divertido.

—No se lo vayas a decir porque si no se le subirá a la cabeza —se rió.

Raspé con mi cuchara el vaso para sacar lo último de mi helado de cereza y enterré mis dedos un poco más dentro de la arena mojada. Miré la hora en mi teléfono y lo guardé en mi pequeña mochila para voltearme a Adam, quien había dejado su vaso vacío a un costado suyo en la arena y apoyó sus manos detrás de él para reclinarse un poco y ver el mar.

—Ya serán las seis —le recordé.

Adam, aun con la vista fija en el mar, soltó un suspiro pesado.

— ¿No podemos comenzar mañana con eso de ser buen familiar? —preguntó medio en broma y medio en serio. Me reí por lo bajo y él volvió a hablar—. La estamos pasando bien y, si nos quedamos un rato más, puedo invitarte a una cena en un yate.

Elevó y bajo las cejas repetidas veces con una mirada pícara y yo ladeé la cabeza de un lado al otro tentada a hacerlo. Luego recordé que vine como apoyo así que me volteé a verlo con una sonrisa.

—Bien, entonces ¿qué haremos? ¿Cena en el yate o pasar tiempo con tu familia? —cuestioné.

Mantuvimos la mirada durante unos largos segundos y él terminó suspirando mascullando algo por lo bajo. Se levantó y me extendió una mano para ayudarme.

—Vamos antes de que me arrepienta —comenzó.

Sonreí. Tomé nuestros conos para agarrar su mano y levantarme.

—Ese es un buen primer paso —concedí.

—Sí, lo que digas —esquivó el tema.

Tomamos el resto de nuestras cosas y empezamos a alejarnos de la playa en dirección de vuelta al hotel. Mientras caminábamos, no pude evitar hacer una mueca de dolor. Al caminar todo el día, y tener la calidad física de una babosa, mis piernas latian del cansancio.

Adam, al notar esto, se rió.

—No me digas que te duelen las piernas —comenzó.

—Juro que me las cortaría —bromeé apoyándome en su brazo.

Adam rió por lo bajo, se adelantó al frente mío y flexionó las piernas un poco mostrándome su espalda.

—Sube —dijo.

—Aw, ¿Me llevarás hasta el hotel? —comencé con ternura.

—No, pero hasta donde llegue contigo encima —me corrigió.

—Oh... aún así eres dulce —contesté.

Puse mis manos en sus hombros y, de un salto, me impulsé para quedar en su espalda, con mis piernas rodeándolo y mis brazos aferrados a sus hombros.

— ¡Camina, corcel! —exclamé.

La espalda de Adam vibró cuando rió y empezó a caminar.

—Que no se te haga costumbre —se quejó.

—Cállate y ve más rápido —mandé.

— ¿Qué me viste cara de taxi? —se rió Adam.

—Admite que el amarillo y negro te quedarían bien —me reí.

De repente me tapé la boca antes de soltar un grito cuando Adam empezó a dar vueltas. Me aferré más que nunca a su cuello mientras que, entre risas, ambos perdimos el equilibrio y caímos de culo en la arena. A pesar de que varios nos observaban, nosotros estallamos a carcajadas mientras ahora, no solo me dolían las piernas, sino que el trasero también. 

— ¿Y ahora quién me levanta de aquí, dime? —me quejé entre risas.

Adam se rió y se inclinó hasta llegar a mí y dejar un pequeño beso en mis labios. Nos quedamos unos largos segundos en silencio, simplemente viéndonos con el sonido del mar y el bullicio de las personas a nuestro alrededor de fondo. No sé cuánto tiempo pasó, lo único en lo que podía concentrarme era en él, en la paz que me transmitía su mirada y pensaba en todo lo que había cambiado hace un año. Hace un año simplemente deseaba pasar mis días apegada a mi soltería, teniendo algún que otro ligue pero nada formal, y he ahora aquí, totalmente enamorada de alguien que me ama con la misma intensidad que la mía.

Una sombra se proyectó encima de nosotros causando que volteáramos a ver a quien nos tapaba el sol.

De repente la sangre bajó hasta mis pies causando que, cuando me parara de golpe, me mareara un poco frente a Jordan Clark, el hermano menor de Tyler. Este pasó su vista curiosa de Adam a mí. Esta vez venía solo, vestido únicamente con unos pantaloncillos y el cabello mojado. Creció bastante con los años; si mis cálculos no fallaban, él ya debería de estar en su último año.

—Nova... que sorpresa verte aquí —comenzó.

A mí no me sorprendía, la familia de la madrasta de Tyler, madre de Jordan, tenía una casa aquí en los ángeles para venir a vacacionar.

—Jordan... hola —saludé algo incómoda.

De todos los hermanos de Tyler, Jordan fue el único que vino a visitarme cuando tuvimos el accidente. Yo le caía bien, él idolatraba a su hermano por lo que yo le caí bien al instante ya que me veía a través de los ojos de Tyler. Hasta el día de hoy nunca supe que pensó de su muerte, ni tampoco el que me hubieran puesto por dos años enteros una orden de alejamiento hacia la tumba de Tyler. No me tenía resentimiento, pero estoy segura de que tampoco era su persona favorita.

Tardé unos segundos en acordarme que Adam se encontraba ahí, viendo la situación confundido.

—Ah, Adam, él es Jordan —comencé.

Adam sonrió por educación.

—Es un gusto —respondió.

—El gusto es mío —respondió Jordan y se dirigió a mí—. ¿Y cómo estás?

—Bien, bien... de vacaciones con su familia —comenté.

—Ah, sí, los Becher. Vi de eso en las noticias —contestó—. Bueno, fue un gusto volver a verte.

—Lo mismo digo —hablé y tragué seco.

Me regaló una sonrisa y, luego de un asentimiento cortés, se alejó en dirección al mar. Por mi parte, suspiré soltando todo el aire que no sabía que estaba conteniendo en mis pulmones. Acomodé mi cabello para usar las manos para algo en vez de dejarlas a mi lado temblando.

No mentiría, al verlo en la misma edad en la que murió Tyler, y más parecido a su hermano que nunca antes, causaba un pequeño retorcijón dentro de mi pecho.

Sentí la mano de Adam tomar la mía y levanté la vista hacia él saliendo por fin de mi ensoñación.

— ¿Todo bien? —preguntó.

En su rostro se veía una preocupación sincera, por lo que sonreí y asentí.

—Sí... solamente hace mucho que no veía a Jordan —expliqué.

Sin notarlo, me aferré a su mano a la hora de empezar a caminar tranquilamente de regreso hacia el hotel.

— ¿De dónde se conocen? —preguntó.

Suspiré pensando en si decirle o no. Me volteé a verlo y le regalé una sonrisa acompañado de un encogimiento de hombros.

—Nadie especial, era el hermano menor de Tyler.

—Ah... —soltó Adam asintiendo lentamente como si acabara de entender todo.

Volví a mirar hacia el frente tragando en seco pero ya más calmada. Parecía ser hace milenios que le había contado a Adam acerca de Tyler, del accidente y de todo lo que le vino después. Al igual que esa vez, noté de reojo que Adam me regaló una ligera sonrisa y me dio un pequeño apretón en mi mano.

—Debe de haber sido raro —tanteó.

—Lo fue, bastante —aseguré—. Pero estaré bien, en serio.

— ¿Segura? —preguntó Adam.

—Muy segura. Jordan formó parte del pasado bastante tormentoso que no quiero recordar, y aun así, no le tengo recelo ni a él ni a ese pasado —hablé—; sé que si le sigo guardando rencor no voy a poder seguir adelante y concentrarme en lo bueno que tengo ahora. Y en serio quiero poner toda mi atención en esas cosas buenas.

Lo miré con una sonrisa y él besó mi frente de manera dulce.

—Me gusta que pienses así —comenzó con una sonrisa—, es una de las muchas cosas que me gustan y por las que te admiro, Cenicienta.

—También hay muchas cosas que me gustan de ti —contesté.

Así como también existían muchas cosas que me gustaban de mí y que ni siquiera había notado. No era por sonar engreída, pero me sentía muy orgullosa de mí misma por lo que había madurado y cambiado, no solo en el ámbito romántico, sino en varios aspectos de mi vida.

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Estrellitaas 🌟🌟

Hasta acá el capítulo de hoy, espero que les haya gustado y ya saben, si lo hizo denle mucho amogggg ❤️❤️

Tenía pensado subir este capítulo ayer pero colgué ahr

No importa.

Pregunta random de hoy:

¿Ustedes creen en todas esas cosas de los chacras y las piedras energéticas?

Ya saben dónde buscarme:

Instagram: dhalia_s.g

Twitter: xDhaliaS

En feeen, sin más que decirles, los quiero estrellitaas 🌟❤️. Dhalia fuera.

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