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Siempre fuimos de tapar las cagadas del otro entre nosotros, pero esta vez los gemelos la jodieron en grande. Según la llamada de Alexei, puede que se les haya ido de las manos la broma que han hecho, terminando así con varios vidrios rotos en la cafetería, fuegos artificiales, una puerta rota y casi queman el maldito salón de literatura.

No se si saldrán tan fácil de esta.

Lo que más me sorprendió de todo esto, es que cuando mi hermano me llamó anoche parecía preocupado y algo nervioso. Los gemelos siempre que hacen una broma, por mas mala que sea no se avergüenzan de ello.

Toque varias veces la puerta de la fraternidad de mis hermanos y, luego de unos minutos, Jarek fue quien abrió.

—Hermana, ¿qué sucede? —preguntó Jar dejándome entrar—. Estamos en medio de una partida.

Miré y, como dice mi hermano, Luka y un chico que no reconocí están sentados en el sofá mientras que Isaac está sentado del lado contrario muy sumergido en el partido.

—Alex me llamó anoche —anuncié.

Luka, quien no me estaba prestando atención, cuando terminé de decir aquello dejó su consola de lado y me vio preocupado.

—¿Pasó algo malo? —preguntó al instante.

—No, bueno, para ellos sí —aclaré.

Les conté todo lo que ocurrió con la escuela a lo que los dos me escuchaban atentos mientras intentaban ocultar la sonrisa. Sabían que es algo malo lo que está pasando pero aún así los idiotas se ríen. Una vez que terminé de contarles, se rieron.

—Están metidos en una buena —aceptó Jarek.

—Sí, por eso Luka necesitaría que te pongas algo decente y vamos —dije—. Según me dijo Alex, nuestros padres están de viaje y si no se enteraran sería mejor.

—Lo siento niña, no puedo ir —se negó Luka.

—¡Luka! —reproche.

—Sabes que no le caigo bien a la directora —me recordó.

—Nadie te mandó a meterte con su sobrina —se quejó Jarek.

—Cállate mocoso —dijo Luka.

Sabe que tenemos razón. Todos fuimos a la misma escuela, y digamos que ninguno de nosotros le caía tan bien que digamos. Solo había uno...

—¿Qué tal si se lo pides a Aaron? —preguntó Jar.

Miré a ambos justo en el momento en el que alguien salía de la habitación del susodicho. La metiche Moore bajaba las escaleras como si fuera la maldita miss universo con solo una camiseta de Aaron encima, nos miró a todos de arriba a abajo, nos dedicó una sonrisa, obviamente falsa, y fue directo a la cocina causando que me envenenara la sangre. Tengo ganas de tomarla de su estúpido cabello castaño y refregarla contra el barro. Detrás de ella salió Aaron, quien al vernos a los tres hablando, se detuvo.

—¿Qué sucede? —preguntó.

—Los gemelos la cagaron en grande —informó Luka.

—Puede que los expulsen —le secunde.

—Uh, ¿mamá sabe sobre esto? —preguntó mas interesado en el tema.

—No, ni tampoco sería lo ideal —dijo Jarek.

—Está en un viaje de descanso junto con papá y no es bueno que tenga disgustos a menos de un mes de salir del hospital —informé según me dijo Alexei—. No sería bueno para su salud.

—Y los gemelos van y la cagan —murmuró Aaron.

—Por eso tú irás junto con Nova a hablar con la directora —afirmó Luka.

Aaron asintió y se llevó la mano a la cara adormilado y luego se llevó la mano a la boca para ahogar un bostezo.

—Esta bien, iré a cambiarme —dijo.

Subió las escaleras y cuando desapareció en su habitación miré a Luka con reproche.

—Nova, por favor —fue lo único que dijo.

Hicimos un concurso de miradas que terminó ganando y yo suspiré cansada. Jarek no sabe de mi enfado con nuestro hermano así que solo se limitó a mirarnos confundido para luego encogerse de hombros e irse a sentar en el sofá para seguir su partida.

***

Luego de mandarle un mensaje a los gemelos informando que estamos saliendo para allá, Aaron bajaba de las escaleras.

—¿Vamos? —preguntó.

Asentí y pasé una mano acomodando mi cabello rubio.

Tendría que llamar en el camino a Thalia para decirle que no podría ir hoy a clases. Genial, segunda semana y ya empecé a faltar, los gemelos me deberán una grande.

Nos subimos al auto de Luka y, luego de darle una última mirada a la fraternidad, Aaron encendió el auto y partimos a casa. Todavía no sé como soportaré un viaje de una hora con Aaron hacia Sacramento, pero creo que el silencio con la música de fondo será mejor que los reproches. No es que esté totalmente enojada con él, pero un poco dolida sí, y a pesar de lo que me dijeron Luka, Adam y Kira, no podré tragar completamente bien el hecho de que mi idiota hermano sale con la persona que me hizo la vida imposible en la secundaria.

Paramos en una estación de servicio casi en la entrada de la ruta. Bajé y me encaminé hasta el interior a comprar algo para comer.

Salí con una bolsa de caramelos en la mano y refrescos en la otra, cuando me acerqué, pude notar que mi hermano tenía una acalorada conversación por teléfono.

Al verme su expresión se suavizó.

—Sabes, hablaremos después —dijo. Se quedó unos segundos en silencio y rodó los ojos—, ¡sí, después! Adiós.

Aaron cortó la llamada y tiró su teléfono en el asiento trasero del auto. Ante esa acción le pasé cautelosamente uno de los refrescos y él aceptó gustoso.

Me metí en el asiento del copiloto sin decir palabra alguna y él se sentó en el asiento del conductor. Cuando encendió el auto, en vez de irse en dirección a la ruta se detuvo en el estacionamiento.

—Vamos, suéltalo —se quejó.

—¿Qué tendría que soltar? —pregunté.

—Dime que no estás de acuerdo con mi relación con Lonnie.

Rodé los ojos y me recosté en mi asiento. Sabía que sacaría el tema, tarde o temprano.

—Puede que no haya estado de acuerdo al principio, pero lo estoy...

—Tolerando —terminó por mí.

—Además, es idiota esta discusión —me reí forzada—, si tú estás bien con ella lo acepto.

Aaron asintió y partimos a la ruta.

—En todo caso, ¿Qué le viste? —pregunté confundida.

Mi hermano sonrió y doblamos en una circunvalación. Nos adentramos a la ruta con una música suave de fondo y una bolsa de caramelos.

—No lo sé —pensó en alto. Me volteó a ver unos segundos para luego volver su vista a la ruta y agregar—. Eso si, te aseguro que ha cambiado.

—¿Cambió? —pregunté poco convencida.

—Sí, es mucho más madura de lo que era antes —afirmó mi hermano.

Asentí y ladee la cabeza de un lado al otro no tan convencida. No se si creerle o no, tendría que verlo por mis propios ojos para creerlo. Es como dicen, yerba mala nunca muere y la metiche Moore no era una santa que digamos.

Mi teléfono vibró alertando que tengo una llamada perdida de Adam. El teléfono volvió a cobrar vida y el identificador de llamadas anunció el nombre Adam.

Atendí y llevé el teléfono a mi oreja.

—Hola Adam —saludé.

Hola cenicienta —saludó Adam y rodé los ojos por su apodo, tengo que admitir que me puse en plan acosador y te busqué.

Maldito acosador —comenté y nos reímos— ¿se podría saber por qué?.

Solo salir.

Salimos anteayer —reproche.

Disculpa por necesitar tu compañía —dijo sarcástico.

Me reí y miré a Aaron quien miraba de a ratos a mi dirección con total atención en mi conversación con Adam con una sonrisa burlona. Le saqué la lengua mientras el modulaba con la boca "son novios" repetidas veces.

—No podré salir, estoy yendo a solucionar un problema familiar —expliqué.

No importa —dijo riendo—. Te acosaré luego.

—Esperaré eso con ansias —respondí con sarcasmo.

Adiós cenicienta.

—Adiós acosador.

Corté la llamada y dejé el teléfono en mi regazo. Sentí un carraspeo y levanté la cabeza para encontrar a Aaron viéndome. Miré al frente para asegurarme que estábamos en un semáforo rojo y volví a mirarlo.

—¿Qué? —pregunté.

—"salimis antiayir" —comenzó Aaron imitando mi voz.

Rodé los ojos y lo golpeé su hombro, por su parte, él se desternillaba de la risa.

Cuando Aaron se lo proponía, podía ser igual o mas insifrible que todos los demás juntos y, en estos momentos, lo que lo mueve es molestarme. Solo hice una llamada y el maldito metido ya se burla. Idiota.

—Eres un imbécil —me quejé.

—Ay, si solo vieras tu carita —comentó mi hermano.

—La tuya en un par de segundos tendrá un puño —dije y levanté mi mano—, especialmente el mío.

—Estas roja de vergüenza —se rió.

Me miré en el espejo retrovisor y, como dice mi hermano, tengo las mejillas coloradas. Algo raro en mí ya que nunca soy de ponerme roja.

—Debe ser por la calefacción —me encogí de hombros.

—Sí, seguro.

***

Luego de media hora de viaje, por fin llegamos a casa. Bajamos del auto y caminé directo a la entrada, cuando subí el escalón pude empezar a escuchar la música alta y el ruido. Obviamente eso no me sorprende, es más, esperaba cosas peores con mis hermanos encargándose de la casa.

Aaron llegó a mi lado en el momento en el que la puerta se abrió dejando ver el desastre que era la casa, y a Germaine viendo televisión sentada en el sofá encima de una montaña de ropa.

—¿Qué mierda hicieron con la casa? —espetó Aaron.

—Le hicimos una pequeña reforma —explicó Jov.

Se hizo a un lado dejándonos pasar y, luego de saludar a los gemelos, caminé hasta Germaine y la levanté entre mis brazos para luego dejar un sonoro beso en su mejilla regordeta. La niña balbuceo algunas palabras para luego sonreí mostrando sus pequeños dientes.

Se la pasé a Aaron quien gustoso tomó a mi hermana y la arrullo en sus brazos. Me volteé a ver a mis hermanos quienes se quedaron callados, como si volvieran a ser niños y yo fuera mamá echándoles una reprimenda.

—Alexei Jones, Jov Jones —comencé y me crucé de brazos— ¿qué se supone que hicieron ahora?.

—No fue nuestra culpa —se escudo Alexei.

—¿En serio irás con eso a hablar con la directora? —preguntó Jov.

Bajé la vista a mi atuendo y no le veo nada de malo, unos pantalones rasgados, una camiseta de alguna banda de rock y unas converse. Levanté la cabeza y volví a mirar a los gemelos.

—No tengo nada de malo —me quejé— y no estamos aquí para hablar sobre mi ropa, bola de imbéciles.

—Vocabulario —recordó Aaron con nuestra hermana en brazos.

Rodé los ojos y formulé un "lo siento" por lo bajo. Siempre que decimos algún insulto frente a Germaine el otro debe decir vocabulario, no dejaremos que nuestra hermana llegue a preescolar con un talonario de insultos en su lengua.

—En todo caso —comencé—, ¿cuándo hablaremos con la directora?.

—Lo antes posible mejor —pidió Jov.

—O mañana no nos dejarán entrar a la escuela —le secundó su gemelo.

—Me parece correcto —dijo Aaron dejando a Germaine al frente de la televisión—. Quisieron incendiar una escuela completa.

—No quisimos eso, solo —Alex rascó su nuca dudoso—...se nos fue de las manos.

—Será mejor que pidan disculpas porque no solo caerán ustedes, sino nosotros también —se quejó Aaron.

—Deja de ser tan paranoico hermano —me quejé y me volteé a verlo—, solo hablaremos con la vieja, los gemelos pedirán disculpas, nuestros padres no se enteran y todos felices.

—Así se habla Nova —felicitó Jov.

—Solo esperemos a que la vieja quiera recibirnos —dije.

Varios recuerdos de la secundaria vinieron a mi cabeza y dudé. No creo que, con todo lo que ocurrió, la vieja quiera admitirnos, pero dejaré que Aaron hable. Él es más convincente.

***

Media hora después entramos a la que había sido mi escuela en la adolescencia. Caminé por los pasillo con una sonrisa la cual se ensanchó al pasar al frente del que fue mi antiguo casillero. Un sentimiento nostálgico me invadió al recordar todas las idioteces que hacíamos aquí en los pasillos con Kira y Sam; las veces que nos escondíamos de los profesores, cuando hicimos una "rebelión" o simplemente las veces que nos echaban del salón y caminábamos por aquí.

Recorrimos el pasillo junto con Aaron y los gemelos en completo silencio. Si mal no creo, a éstas horas los demás deben de estar en clases. Llegamos hasta la puerta que tenía una placa en el centro de ella en la que se leía "dirección" y Aaron tocó la puerta.

Ophelia, la secretaria, abrió la puerta y abrió los ojos en sorpresa al vernos a nosotros cuatro. Miró detrás de ella y se acomodó las gafas antes de vernos a cada uno.

—Jones, ¿qué necesitan? —preguntó.

Los tres miramos a Aaron esperando que comenzara a hablar.

—Venimos a una reunión con la directora Martinez —anunció éste.

Ophelia asintió y pasó su mirada por cada uno para luego abrir la puerta por completo, hacerse a un lado y dejarnos pasar.

La dirección no había cambiado en nada. La secretaría se encontraba a la izquierda y las sillas de espera a la derecha y, al frente, se encontraba la puerta que daba a la oficina de la directora. Me sé todo el lugar de memoria, digamos que pasé mucho tiempo de calidad por aquí.

—¿Y su otro hermano? —preguntó Ophelia.

—No vino —informó Aaron.

—Ophi, ya sabes el historial que tiene Luka con la sobrina de Terry —explicó Alexei.

La secretaría hizo una mueca desaprobatoria al escuchar a uno de los gemelos decir el nombre de la directora como si fueran viejos amigos. A Ophelia no es que les caigamos mal, pero es obvio que siempre tirará al lado de la balanza de quien le pague dinero todos los meses.

—La directora Martinez justo está desocupada así que pueden pasar... —comenzó Ophelia.

Podría haber seguido, solo le hubieramos dicho un "gracias" de la manera más cortés posible y seguir nuestro camino, pero justo cuando terminó de hablar figura salió de la oficina y, al igual que yo, quedó paralizado al verme.

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