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10_

Mis amigas se quedaron en silencio. El único ruido de fondo era la música suave que provenía del interior de la casa y los murmullos causados por el griterío de la gente.

—¿Qué? —preguntó Kira tan débilmente que ni siquiera la escuché.

—Lo que escuchaste, mira es él —dije apuntando a la pareja melosa.

—¡Maldita...! —comenzó Kira.

Si no fuera por Thalia que nos regaló una mirada de advertencia a las dos, Kira hubiera pegado un grito al cielo. Nos tomó a las dos por el codo y nos llevó a un lugar alejado.

—Escuchen —nos dijo—, no harán un número ahora, de seguro es lo que... ella quiere.

—Quiere acostarse con mi hermano para molestarme, eso es lo que quiere —dije y rodé los ojos frustrada—, y quien mejor que Aaron que también es un idiota.

—Si eso es lo que quiere entonces no le des el gusto de estar así —me reprochó la castaña.

—Juro que cuando ponga mis manos encima de ella... —comenzó Kira.

—¿Acaso estás celosa Kira? —preguntó Thalia.

Miré a la japonesa esperando la respuesta. Por su lado, mi amiga abrió los ojos en sorpresa y negó la cabeza sonriendo como si fuera un chiste malo. La verdad que creo que me molestaría menos si ella saliera con mi hermano en lugar de la metiche Moore, digo, muchas veces he pensado en esa posibilidad, al fin y al cabo los dos son unos malditos nerds.

—No —dijo a la defensiva—, nunca me fijaría en Aaron.

Thalia sacudió con la cabeza dejando el tema de lado y se concentró en la conversación original.

—En todo caso, ninguna de las dos vaya a hacer un número —nos advirtió—, ¿está bien?.

Compartí una mirada con Kira y terminé asintiendo. Ahora no haría un número, estoy en la fiesta de mis hermanos, en la bienvenida de Jarek, no la voy a joder de esa manera. Pero mañana Aaron no se salvará de tener una seria charla conmigo.

—Está bien —comencé—, pero prefiero comer mierda de elefante antes de llamar cuñada a la metiche Moore.

—Bueno, eso es un muy buen adelanto —pensó Thalia en voz alta.

—Gracias por ser la voz de la razón Thalia —dijo Kira.

—De nada, bebé —le respondió la castaña y le guiño un ojo.

Me reí débilmente y me separé de ellas para dirigirme al interior de la casa. En estos momentos el alcohol será mi mejor compañero.

Empezamos a caminar en dirección al interior de la casa. Creo que si sigo aquí vomitare ante la escena barata que está haciendo la metiche Moore con el idiota de Aaron. ¿Luka sabrá de esto?, debe ser por eso que no estuvo tan efusivo cuando llegamos, genial, él lo sabe y no me lo dijo. Al fin y al cabo el puto "lazo hermanal" se va directo a la mierda con ellos dos. Y que alguien me salve si Jarek también está enterado de esto. Él y yo somos cercanos, casi confidentes como para que no me contara, me sentiría muy ofendida por eso.

Una vez que entramos a la cocina, busqué rápidamente lo mas fuerte de la nevera que era una botella de vodka. La abrí y cuando estaba por darle el trago, alguien mas entró a la cocina.

—Cuidado Ivi, eso es fuerte —dijo una voz despreciable—. No te queremos borracha antes de las tres de la madrugada.

Me volteé a ver a la metiche Moore y, detrás de ella, Thalia me regaló una mirada de advertencia y hacía señas para que no saltara encima de la maldita bastarda. Bajé la mirada hasta donde su mano estaba entrelazada con la de mi hermano y tomé un largo trago.

Dejé la botella en la barra con un sonoro estruendo bajo la atenta mirada de la metiche Moore y la miré con una sonrisa falsa.

—No te preocupes Lonnie, porque sinceramente no me interesa tu opinión.

—Nova... —comenzó Aaron.

Pasé por su lado sin dirigirle la mirada. Estoy dolida con él, pero no es por un simple capricho. Aaron mas que nadie sabe todo lo que Lonnie nos ha hecho a mí y a mis amigas.

—Hablaré contigo mañana, Aaron —dije en voz neutra y salí de ahí.

***

Fijé mi vista en uno de los cuadros de la galería de arte, era hermoso, los colores combinaban muy bien y la mujer en blanco y negro sentada al medio del cuadro hacia un excelente contraste con la pintura.

Sé apreciar el arte cuando lo veo, aprendí a hacerlo cuando acompañaba a los gemelos a galerías como estas. Ellos son excelentes en todo lo que sea artístico, tienen distintas técnicas cada uno, pero hacen muy buenos cuadros y dibujos.

—Algo que no entiendo —comenzó Adam sacandome de mi ensoñación—, ¿te molesta que Aaron salga con la tal Lonnie o que ella salga con uno de tus hermanos?.

—¿Acaso hay diferencia en ello? —contesté.

Al día siguiente de la fiesta, sinceramente estaba en mis planes quedarme en la cama con mi pobre resaca de compañía mas un par de aspirinas. Mi curso empieza mañana porque una de las profesoras tuvo un contratiempo. El día prometía basarse en una larga siesta, hasta que Adam me llamó para ver si podíamos juntarnos. Podría haberle dicho fácilmente que no, pero con la pobre Thalia en casa de su tía y Kira en clases no tenía mucho que hacer y necesitaba hablar con alguien.

Me pareció extraño que quisiera acordar una cita en una galería de arte, pero acepté.

—Creo que demasiada —respondió y sonrió—. Aceptalo, eres celosa con tus hermanos. Yo también lo soy con Lilith.

—No soy tan celosa con ellos —me defendí.

—Pero lo eres.

Me quedé en silencio masticando las palabras. Una cosa es que lo admita yo, y otra que alguien me lo haga ver. Pero este caso es diferente.

—Pero no va al caso mis celos —aclaré—. El caso es que la metiche Moore quiere engatusar a mi hermano para molestarme.

—¿Y qué pasaría si se enamoró? —preguntó Adam—, o le gustó en su defecto.

—Alguien no se puede enamorar en solo una noche —admití.

Frenamos al frente de una escultura de una mujer sin brazos y Adam asintió lentamente, ahora es él quien mastica mis palabras unos segundos para luego responder:

—Touche.

—Oh vamos Adam, no creo en el amor a primera vista —me encogí de hombros.

Adam me miró unos segundos con un extraño brillo en los ojos. De la nada se me acercó y me pegó a él sosteniendo su brazo encerrado en mi espalda. Nos quedamos viendo fijo unos instantes.

—Adam —lo llamé.

Pero él no me hizo caso, se quedó viéndome fijo con esos ojos verdes y, de un momento a otro, empezó a acercarse más. Pasé la mirada de sus ojos a sus labios y de vuelta al primero. Podría alejarlo, estamos en público además de que podría empujarlo sin hacer un escándalo, pero algo me movía a no querer hacerlo.

Quería que él me besara.

Una vez que estuvimos a centímetros, cerré los ojos esperando el impacto. Mi corazón estaba acelerado y mi respiración dificultosa, pero, como si todo ocurriera en camara lenta, se desvío a último momento y beso mi frente. Podría notar ese gesto y mandarlo derechito a la mierda, pero por otro lado, ese gesto me gusto y decepcionó al mismo tiempo.

Una vez que se separó abrí los ojos al instante y miré hacía otro lado, en estos momentos me parece sumamente interesante la estatua.

—¿Ves?, te pusiste nerviosa —dijo sonriendo—. Eso es el efecto "amor a primera vista", Cenicienta.

—Bueno... —me niego a que eso sea cierto— nuestro caso es distinto. Y no me llames Cenicienta.

—Sigue creyendo eso, Cenicienta —dijo sonriendo y pasé por alto el énfasis que le puso a ese estúpido apodo.

Negué con la cabeza y sonreí con mofa. Es obvio que no es amor a primera vista, cualquiera se pone nerviosa si un chico se le acerca a besarla al frente de todos.

—Cambiemos el tema —dije.

—Está bien —respondió y miró la hora en su teléfono—. Vamos que llegaremos tarde.

Lo miré confundida y empecé a seguirlo dando grandes zancadas para alcanzarlo. Caminaba apurado y, una vez que llegamos a la puerta de la galería de arte, por fin se detuvo.

—¿A dónde vamos? —pregunté.

Adam sonrió como si fuera un niño y abrió la puerta haciendo un gesto para que saliera.

—Ya verás —respondió.

Salí de la galería y me detuve a la mitad de la calle para voltearme a verlo. Gracias a él ahora me carcome la curiosidad. Cuando hablamos dijo que iríamos a un lugar especial, yo pensé que era la galería.

—¿Te das cuenta de que odio las sorpresas? —dije—, ¿a dónde vamos?.

—Ya verás, no seas curiosa —dijo.

Se me acercó y tomó mi mano para empezar a caminar hacia la calle central. Un gesto pequeño pero que me gustó.

Caminamos durante unos minutos hablando de cualquier tema y, de a ratos, le preguntaba sobre a donde me llevaba pero él solo sonreía y cambiaba de tema.

—Llegamos.

Miré hacia donde apuntó y ahí había un gran edificio y al frente un estacionamiento que por alguna extraña razón estaba vacío, digamos que reconocí el lugar al instante. Volteé a ver a Adam y sonreí como si fuera una niña para luego dar saltitos y responder:

—Amo la pista de patinaje sobre hielo.

—¿Sabes patinar? —preguntó.

—No —respondí al instante.

Y es cierto. Siempre que eramos niños veníamos a este lugar una vez al mes, ya que mamá sabe patinaje. Ella siempre deseó que algunos de nosotros siguiéramos sus pasos, es mas, hubo un tiempo que lo intente y no resultó tanto que digamos ya que mi carácter no era de mucha ayuda tampoco, así que mi madre aceptó que no era necesario que siguiera sus pasos, pero siempre nos traía aquí por diversión. Según ella le había enseñado a papá a patinar y, de todos nosotros, solo Luka sabe como patinar sin caerse al hielo, incluso hubo un tiempo estuvo en el equipo de hockey masculino sobre hielo. Hace años que dejamos de venir, pero ahora que entré por la puerta todos los recuerdos buenos que tuve con mi familia vinieron a mí.

—¿Tú sabes patinar? —pregunté una vez en el interior del lugar.

—Sí, desde niño —dijo encogiéndose de hombros—. Pero admito que Lilith lo hace mejor que yo.

Buscamos nuestros patines y en el camino a la pista me fui haciendo una idea. Bien, solo tengo que entrar y hacer equilibrio, no creo que sea tan malo, además de que intentaré quedarme en el borde y aferrarme a él. Entramos y tomé a Adam por el brazo para disimular que no me estaba por caer. Bueno, eso es un comienzo. Él reprimió una sonrisa y pasó su brazo por mi cintura y me aferró a él.

—Solo toma mi brazo y deja que te lleve —dijo con una sonrisa.

Asentí y me aferré de él a la altura de su codo. Me llevó dando varias vueltas alrededor de la pista y en cierto modo me gustaba la cercanía que teníamos, además de que ayudaba que no hubiera nadie con quien hacer el ridículo. Él parece que sabe lo que hace, mientras que yo solo trato de imitarlo. Entre risas, nos detuvimos en uno de los bordes y me separé de Adam, quien me miró confundido.

—¿Ya te cansaste, abuela? —preguntó con mofa en su voz.

—Sí, además de que quiero verte patinar —dije apoyándome en el borde.

—¿En serio? —preguntó.

—Sí, quiero verte lucirte —admití riendo—, te daré puntos extras si haces un giro.

Adam me miró durante unos segundos y tomó impulso para acercarse más al centro de la pista con una sonrisa traviesa en su cara. Hice un movimiento con mi mano para decirle que comenzara y este agregó:

—Si doy un giro, ¿qué me darás a cambio? —preguntó.

Fingí pensarlo para luego mirarlo con una sonrisa y responder:

—Lo decidiré en el transcurso.

La sonrisa de Adam se ensanchó y empezó. Patinó varias veces alrededor de toda la pista como lo hizo conmigo pero mucho mas rápido y más ligero. Luego patinó en reversa hasta llegar al centro de la vista y girar en un salto. Cuando terminó, quedé anonadada con el hecho de que hizo ese salto y cuando cayó no se tropezó. En serio tiene dotes para esto y verlo patinar era como todo un espectáculo. Hizo una reverencia exagerada y yo aplaudí riendo.

—Eres muy bueno en esto —alegué.

—Gracias Cenicienta, ahora quiero mi premio —dijo sonriendo.

—¿Ahora? —pregunté y él asintió como si fuera un niño.

Por pura costumbre y olvido de tener unos patines puestos, me acerqué a él, pero esto solo quedó en un misero intento que, consistió en deslizarme un par de centímetros, tambalearme ridículamente primero me temblaron las piernas y luego me resbalé y, por último, caer de trasero al hielo. El dolor y frío vinieron al instante y Adam se acercó agachándose a mi altura. Me veía asustado y algo frenético.

—¿Estás bien? —preguntó a lo que asentí.

—Sí, solo se hizo un poco de daño mi orgullo —me reí.

Adam se rió y extendió los brazos para ayudarme a levantar, a pesar de mi escena de hace cinco segundos atrás, me levanté de golpe haciendo que me resbalara otra vez. Y esta vez caí y me llevé a Adam conmigo al suelo de hielo. Él estaba prácticamente encima mío, nuestros alientos chocaban y mi respiración se aceleró y no por las dos caídas.

Así que, como no soy buena para estos momentos, para cortar el momento dije:

—Y ahí fue todo mi orgullo.

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