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Antes que nada
⚠️ÚLTIMO CAPÍTULO ⚠️
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Miré con tristeza la habitación, muchas cosas pasaron en estas cuatro paredes. Esta fue como mi segunda casa estos meses. Me dejé caer sobre la cama y me centré en las flores marchitas que estaban sobre la cómoda. Había olvidado desecharlas y no pienso hacerlo ahora.

Después de casi un mes había vuelto a la base. Si no es porque voy a renunciar, ahora mismo estaría recibiendo un castigo por desaparecer y dejar de lado mis deberes.

—Adiós, espero no tener que volver—hablo para mi misma. Cogí la maleta en la que había metido todas mis cosas y comencé a arrastrarla.

No tenía que despedirme de muchas personas, no es como que haya hecho muchos amigos aquí adentro. Por la hora supuse que JungKook ya estaría en la habituación que compartía con unos cinco chicos más. Al llegar toqué la puerta y esperé a que me abrieran.

El chico se pone firme saludándome con la mano en la frente. Sonreí porque al menos alguien me tiene respeto.

—Descanse soldado—dejó caer su brazo—. ¿JungKook está aquí?—señala las literas tras él y se mueve a un lado dejándome pasar. Caminé hacia mi amigo y sin que aún notara mi pretendía, me senté a un lado de sus piernas—. Hola—baja su celular y finalmente me ve. Frunció el entrecejo y se acomodó para poder verme mejor.

—¿Qué haces aquí? Nunca me visitas.

—Necesito darte una noticia.

—Malas supongo—sonreí al darme cuenta de lo rápido que el nota cuando tengo problemas.

—Voy a pedir la baja—susurro y abrió los ojos sin creerlo.

—¿Y esa decisión tan radical?

—Debo cambiar de ambiente—sonrío triste. JungKook entendió la expresión en mi rostro y se abalanzó sobre mí para abrazarme—. Por favor no dejes de ser mi amigo nunca—mis ojos comenzaron a aguarse. Él comenzó a pasar la mano por mi cabello.

—Jamás haría una locura así. Eres mi hermana mayor. Te amo. No pienso olvidarte.

—Te amo también—susurro aguantando las ganas de soltar las lágrimas.

—¿Volverás a vivir con tu madre?—asentí. Nos separamos para vernos a los ojos—. Sé que es por Kim, a mí no me mientes—sonríe limpiando las lagrimas que comenzaron a salir.

—Mi intensión nunca fue mentirte, solo me daba vergüenza contarte. Me dolía pensar que tú también me juzgarías—él también estaba a apunto de llorar—. No quería alejarte.

—Nunca debes tener miedo de alejarme. Nada en este mundo es lo suficientemente grande como para apartarme de ti.

—¡JungKook!—chillo y me lanzó hacia él para abrazarlo. Caímos acostados en su cama, yo encima de él.

—Dale, lárgate—reí por su cambio de actitud tan rápido.

—Iré a ver a Hoseok—nuestras caras quedan a centímetros ya que el me miró sorprendido por mis palabras.

—Muy bien—sonríe y niego con la cabeza una y otra vez. Me levanto lista para seguir con mi caminata de despedida.

—Nos vemos por ahí.

—Espero que no—reí y me fui de su habitación.

No tenía ni idea de donde podría estar ese chico, mi única opción era buscarlo en su habitación. Tomé una gran bocanada de aire antes de tocar a la puerta.

—¿Eun Yeong?—pregunta con una sonrisa.

—¿Puedo pasar?—se echa a un lado para darme espacio. Le veo fruncir el entrecejo al ver mi maleta. Parezco una loca llevándola a todos lados.

—¿Qué te trae por aquí?

—Despedirme—hablo incomoda—. Y pedirte una disculpa.

—No tienes...—le interrumpo.

—Te dejé hacerme la promesa de esperarme aun sabiendo que jamás te daría la oportunidad. Hoy me estoy arrepintiendo de no haberte conocido mejor.

—Aún estamos a tiempo—sonríe y niego lentamente. Él entendió—. Te vas a ir—asiento—. Y viniste a despedirte de mí—dice sorprendido.

—No pensaba irme sin darnos un último abrazo.

—¿Acaso piensas que no nos veremos nunca más?—subo los hombros dándole a entender que no estaba segura—. Bueno, fue un placer conocerte, cabo Ri Eun Yeong.

—El placer fue todo mío, sargento Jung Hoseok—me iba a acercar a él a darle un abrazo, pero me detuvieron sus palabras.

—Te voy a extrañar—susurra.

—Yo también—hago una mueca rara. No mentía, Hoseok era alguien demasiado bueno. Tal vez si nos hubiéramos conocido en otras circunstancias todo fuera diferente. Siempre me voy a reprochar no haberle dado la oportunidad que se merecía. Hoy entiendo que él me hacía bien.

Pero no puedo empezar una relación, no ahora. Debo aprender a amarme a mi misma antes de amar a alguien más. Debo estar sola por un tiempo. Cumplir mis sueños y dejar de pensar en que hubiera hecho sentirse orgulloso a mis familiares fallecidos.

—Debo seguir con mi camino, aún no he entregado mi expediente—él asiente y tomo mi maleta caminado hacia la puerta. Finalmente nos dimos ese abrazo por el que vine.

—Cuídate—susurra aún sujetándome entre sus brazos.

—Siempre—me separo lentamente y deja un delicado beso sobre mi mejilla. Se sintió cálido, como si tuviera miedo de lastimarme con su caricia.

Debía ir al edificio principal y hablar con él encargado de llevar mi proceso. Ya me había despedido y le había dicho a todos la decisión que había tomado, pero eso no significaba que estaba totalmente segura de lo que estaba haciendo. Una parte de mí me decía que dejara todos mis planes y luchara una vez más por él.

La pregunta es: ¿vale la pena seguir luchando?

Di unos toques a la puerta y entré una vez me lo permitieron. Miré al chico al que había venido a ver.

—Hola—saludo y camino hacia él.

—¿Eun Yeong?—una voz a mi lado me hizo girarme. La vida no puede odiarme más. Nam Joon estaba sentado en un asiento en la esquina de la habitación—. ¿Qué haces aquí?—frunce el entrecejo.

—Vine a darme de baja—hablo con la seguridad que no tenía en estos momentos. No quería verlo, nunca más si era posible. Ya basta de que cambiar mis ideas. Ya me cansé de que el derribara mis muros con solo palabras. Quiero ser fuerte como todos piensan que soy. Por una vez quiero hacer algo que me haga bien.

—¿Qué?—abrió los ojos como si estuviera loca. Lo ignoré y caminé hacia el chico que estaba tras un escritorio. Dejé mi expediente sobre una mesa.

—Tú sabrás que hacer. Ahí está mi número, me avisas cuando todo el trámite esté listo—tenía planeado conversar más con él, enterarme de como es el trámite y cuánto demoraba, pero con Nam Joon presente no tenía ánimos—. No me importa si no me dan de baja. No pienso volver a venir. Si me ven como un desertor, me da igual, estoy dispuesta a pasar los dos años de cárcel.

—Vale—solo eso respondió y lo tomé como la despedida. Salí de ahí y volví a coger el mango de mi maleta para irme finalmente de este lugar.

—¡Espera!—lo escuché gritar. Dudé si detenerme o seguir. No quería flaquear ahora. Me giré para verlo a los ojos—. ¿Por qué lo haces? ¿Para alejarte de mí?

—¿Quién te crees que eres?—pregunto con burla—. Esto ya no se trata sobre ti—en gran parte eso era cierto.

—Hablemos, por favor. Dame una oportunidad.

—¿Otra oportunidad? Lamento informarte que ya no pienso volver a llorar por ti. Y muchos menos vuelvo a confiar—me cruzo de brazos. Quería terminar con esta conversación, pero antes le dejaría claro que no hago esto por él. Que aunque lo siga amando y me duela lo que está sucediendo, estas decisiones las tomo para sentirme mejor, no para poner distancia entre nosotros como si no pudiera soportar su presencia cerca.

—Sabes que tenemos una conversación pendiente. No puedes huir de los problemas—rodé los ojos.

—Yo sé lo que quiero con mi vida, no estoy huyendo de nada. Dejaré el ejercito porque desde hace un tiempo me siento agotada de la misma rutina diaria. No me siento a gusto aquí adentro.

—¿Y por eso vas a dejar de luchar por lo nuestro?

—No soy yo la que está esperando un bebé de otra persona—aprieto mis labios aguantando las ganas de pegarle. Aún no puedo creer lo que me hizo, lo que nos hizo.

—Me separaré de ella, tú y yo podremos casarnos—se trata de acercar a mí—. Solo la veré para saber del bebé.

—Esto no se trata sobre que estes con ella, o sobre el bebé. Este distanciamiento—nos señalo para que sepa que lo quiero lejos tanto físicamente como sentimental—, es por tus mentiras. Por tus promesas incumplidas. Por las palabras vacías que me decías cada vez que estábamos solos. Es inevitable que nos separáramos.

—Siempre quise cumplir todo lo que prometí, solo no me diste la oportunidad de hacerlo—me cruzo de brazos abrazándome a mí misma.

—Te di más de una oportunidad. Te di todas las que pediste, e incluso sin que lo pidieras. Siempre tuve tantas expectativas puestas en lo nuestro. Duele cuando esas expectativas bajan.

—Déjame compensarlo—da otro paso hacia mí.

—Ya no sirve de nada. Adiós Capitán Kim—muerdo mi labio inferior y veo como sus ojos se llenan de lágrimas. Estaba luchando para no llorar. Cumpliría mi palabra de no derramar ni una sola lágrima más por él.

—Dime que este no es el adiós—suplica con la mirada—. Te necesito como no tienes idea. Te puedo dar tiempo para sanar, tiempo para que pienses en lo nuestro. Tal vez después te arrepientas de esta decisión. Yo te amo.

"Te amo", se repitió más de una vez esas palabras en mi mente. Yo también lo amaba, el amor que tenía por él era casi mas grande que a mis ganas de vivir, y por esa misma razón me alejaba de él. No estaba bien sentir que alguien estaba por encima de mí, y mucho menos alguien que me hacía daño.

Mis lágrimas pedían a gritos salir. No podía seguir soportando ese dolor en el pecho como si me faltara el aire, como si la vida se me estuviera escapando. Mis piernas amenazaban con flaquear. Mis brazos querían abrazarlo y jamás soltarlo.

Aprendí de la peor manera que una relación no solo se trata de que las dos personas se amen. Se trata de que ambas estén dispuestas a dar lo mismo y avanzar juntos. Esta es la vida real, muchos damos y damos mientras que el otro solo quiere algo más.

Y aunque él ahora esté dispuesto a dejar todo por mí, ya es tarde. Ya acabó con el amor incondicional que estaba dispuesta a darle. Ya no tiene derecho a pedirme otra oportunidad cuando desperdició todas las que le di.

—No necesito tiempo para pensar en lo nuestro, es más que obvio lo que quiero con respecto a esta relación. Y lo que quiero es tenerte lo más lejos posible—digo entre dientes lo último. Esta conversación me estaba matando lentamente y acabando con mi poca estabilidad emocional.

Me giré caminado hacia la puerta, podía escuchar sus pasos detrás de mí.

—Princesa, por favor. Dime que no será la última vez que nos veamos—me detuve pensando en que responder ante su pedido.

Ya no soy esa torpe niña que comenzó en el ejército para sentir que cumplía con su deber familiar. Ya no hago chistes tontos o me reprendo por cometer errores. He crecido sin darme cuenta y he comenzado a madurar, un poco tarde tal vez, pero finalmente lo hice.

Estos casi seis años fueron demasiados importantes para mi formación. Me hicieron ser feliz, llorar, amar, odiarme, pero lo más importante, me dieron una lección.

La respuesta a mi pregunta era clara, ya no vale la pena luchar por él.

Me giro dispuesta a encararlo por última vez en mi vida y digo con una sonrisa llena de tristeza algo que nunca pensé que volvería a decir:

—No me llames princesa.






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No tienen ni idea de lo mal que se sintió escribir ese "No me llames princesa" :,(

Aún debo publicar el epílogo.

Me despido con lágrimas en los ojos.

Dios es tan difícil darle a "publicar".

Pd:Estoy llorando aún más por el hecho de que ya terminaré con esta historia.

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