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4

¡Odio, odio, odio, odio! Eso sentía. Oh, ¿no sabes que siento? ODIO.

Despertaba a las 4 de la madrugada, si, ¡a las putas 4 de la madrugada! Y luego debía ir a trotar y continuar con los ejercicios. Luego de terminar debía ir a la cafetería, y ya saben todo lo demás.

Kim Nam Joon no parecía el mayor idiota del mundo, pero si lo estaba siendo conmigo. Era como si no le importara la explotación hacia mi persona. Se supone que es el que está al mando, ¡que demuestre que tiene corazón!

Relajate, Eun, no puede subirte la presión o te regañarán también por eso.

Miré el avión que estaba frente a toda la tropa y fruncí el entrecejo. Nos encontrábamos en la pista de aterrizaje de las aeronaves. No comprendo que sucede.

—Obviamente esto se lo deben haber enseñado en la academia, pero debemos practicar y ver quien es el más inútil de todos—habla Min paseándose frente a nosotros—. Hoy veremos como es su aterrizaje en paracaídas—me congelé en mi lugar. Éste es el peor ejercicio para mí, le tengo miedo a las alturas. Algo estupido ya que quiero ser piloto...¡no me juzguen!

—Tomen el traje y entren al avión—habla firme el General.

—¡Si, señor!—gritamos todos y comienzan a correr hacia los equipos que estaban tirados en el suelo. Fui en busca de uno. Dios, ayúdame a no estrellarme la cara contra el suelo. Subimos al avión y tomamos asiento unos al lado del otro, luego subieron el sargento y el capitán.

—Se irán lanzando de tres en tres. El que tenga rasguños y sangre tendrá que repetir el ejercicio hasta que le salga perfecto—habla el sargento y trago saliva.

No tengo tiempo para esto. Si me sale mal no tengo tiempo para repetir el ejercicio. ¡Debo fregar!

El avión emprendió vuelo, con una mano me sujeté del cinturón de seguridad y con la otra abrazaba la mochila que luego me libraría de una muerte horrible, o eso espero. Luego de unos minutos la compuerta se abrió y el aire comenzó a despeinarme, gran día para tener pelo largo.

—¡Comiencen!—grita Nam y así se hizo. Sólo faltaba uno para que me tocara. ¿Qué hice para merecer esto? Cierto, ser una Ri. Toda la fuerza que tenía antes de llegar a este lugar se había ido por la taza del váter—. ¡Ri, le toca!—mierda. Solté el cinturón de seguridad y me puse la mochila para luego ponerme el cinturón de ella. Caminé con paso para nada firme hacia la "salida" y tragué saliva.

—¡¿Qué espera Ri?!—esta vez fue Min. Al menos quiero creer que gritan para que pueda escucharlos y no porque me están regañando.

—¡Muevase!—maldito Kim.

—Mierda—susurré y lo que sucedió después es que odiaba un poquito más al capitán general por empujarme al abismo—. ¡Ah!—estaba gritando y moviendo los pies como loca, pero recordé que era un soldado y estaba entrenada para esto, para sobrevivir. Cuando estuve a una distancia prudente del suelo jalé del hilo y sentí un tirón que me hizo saber que el paracaídas se había abierto. Lo manejé como toda una profesional hasta que vi el suelo bajo mis pies y caí de boca a este—. ¡Me partí un diente!—grito lloriqueando. Llevé una mano a mi boca y tenía sangre—. ¡Tengo sangre!

Luego de un pequeño ataque de pánico por creer que me había quedado sin dentadura, me separé de todo el equipo que debía protegerme y con la brújula que debíamos traer me guié hasta la base central. Como sospeché, fui la última en llegar. Todos estaban firmes en hileras escuchando algo que decía Yoongi. Cuando estuve más cerca de ellos Kim me miró como si fuera un demonio. Divisé a JungKook y me regaló una mirada de tristeza y vergüenza ajena, era de esperarse. Tae Hyung abrió mucho los ojos y procedió a acercarse a mí, pero Nam lo tomó de su brazo interrumpiendo su caminata.

—Finalmente llegó la princesa—dice con burla.

—No me llames princesa—murmuré no lo suficientemente alto para que me escuchara.

—¿Tiene sangre en la cara?—pregunta el sargento Min. Luego de revisarme como podía llegué a la conclusión de que solo me había partido el labio, gracias al cielo, tanto por fuera como por dentro, estaba destrozado, por fuera fue producto del suelo, y dentro por los dientes. Agacho un poco la cabeza por la vergüenza que estaba pasando. ¿Por qué no me sale nada bien?

—Repetirás el ejercicio, lo sabes, ¿verdad?—asentí como respuesta—. ¡No te escucho!

—¡Si señor!—grito de vuelta con dificultad. Dolía, no voy a negarlo.

—Todos pueden retirarse—los presentes se miran entre ellos sin saber que hacer—. ¡Que se vayan!—comenzaron a correr sin decir nada y JungKook me dio una última mirada antes de desaparecer por una puerta. Yoongi habló un poco más con Nam Joon y luego se fue junto a Tae. El más alto camina hacia mí cruzado de brazos—. ¡¿No te enseñaron a controlar un paracaídas?—asentí—. Quiero que me respondas—dice cada una de sus palabras lentamente para que lo entendiera mejor.

—Si lo hicieron señor—duele como la jodida mierda, mis ojos comenzaron a cristalizarse, creo que también puede que me haya hecho aogunas heridas en los brazos y piernas.

—Te lanzarás nuevamente—camina hacia el avión y lo miré con odio.

—Señor me duele todo—hablo en susurros y se gira para verme a los ojos.

—¿En medio de una batalla le dirás a tu enemigo que no te mate porque te duele todo?

—No señor.

—Eso creí. Ahora sube al avión, yo pilotaré—caminé tras de él y volví nuevamente al asiento que estuve hace unas pocas horas.

Cada parte de mi cuerpo estaba dándome punzadas que podían doblarme del dolor. Mi boca apesar de haber dejado de soltar sangre ardía como los mil demonios. Y mis piernas temblaban del miedo que tenía a volver a caer y esta vez si morir.

La voz de Kim Nam Joon se escuchó en todo el lugar, al parecer estaba usando el altavoz.

—Tu error fue demorarte en activar el paracaídas. Calculaste demasiado mal la distancia. ¿Lista?—asentí aunque no pudiera verme. La compuerta comenzó a abrirse y solté un suspiro.

Volví a repetir todo, solo que esta vez no cometí el error dicho por mi superior. Esta vez si pude aterrizar sobre mis piernas, lástima que estaba tan débil que no pude soportar mucho mi peso. Dejé a un lado todo y pude divisar la central sin necesidad de la brújula, estaba vez no había caído tan apartado de ella.

Arrastrando mis piernas finalmente llegué, demoré más de lo necesario en esa corta distancia. Nuevamente me encontraba en la pista de aterrizaje cuando mi pelo comenzó a volar como loco. Miré al causante de eso y era la aeronave aterrizando. Kim Nam Joon bajó de esta y caminó hacia mí.

—¿Ves?, solo era cuestión de distancia.

—Gracias señor—digo en susurros y vuelvo a arrastrar mis pies para caminar hacia la puerta que me llevaría a donde están las habitaciones. Alguien corrió a mi lado y se detuvo frente a mí, fruncí el entrecejo cuando lo vi ponerse de espalda y agacharse.

—Sube—pide y busqué a alguien a mi alrededor, tal vez no era conmigo—. ¿Qué esperas? Sube.

Con un poco de miedo de que cuando estuviera encima de él me lanzara al suelo, subí a su espalda. Creí que me llevaría hacia mi "habitación", me llevé una gran sorpresa cuando pude darme cuenta que íbamos hacia la suya. No podía creerme que él estuviera haciendo algo así por mí.

Una vez en la habitación me dejó sobre su cama.

—Tengo un kit de primeros auxilios aquí—informa cuando comienza a buscarlo en algunas gavetas.

—Podías dejarme simplemente en la enfermería, no tenía que hace esto—me atrevo a decir.

—Con un simple gracias me bastaba—coloca una silla frente a mí y se sienta en ella. Saca unos cuantos algodones y los moja con alcohol—. Debo limpiar el labio, puede que se infecte—asentí con miedo y acerqué mi rostro a su mano.

Tembloroso acercó el algodón a mi labio y cuando fue tocado aguanté el grito desgarrador que amenazaba con salir. Cuando estaba segura de que no dolería más él viene a hacer esto. Iba a volver a limpiar y como acto reflejo para no sufrir más, sujeto su brazo para apartarlo de mí. Me miró a los ojos en busca de mi aprobación. Pasé la lengua por mi labio inferior y apesar de sentir un pequeño dolor lo ignoré. Me acerqué poco a poco a su rostro y él hizo lo mismo.

Cuando estaban a punto de impactar nuestros labios la puerta se abrió de repente y me aparté lo más rápido posible. ¿Qué coño iba a hacer? Vi a la chica en la puerta y portaba una gran sonrisa, es la misma que vi la otra vez afuera de su oficina.

—Perdón por interrumpir—dice con una mueca.

—Descuida, yo ya me iba—me levanto de la cama y comienzo a caminar hacia la puerta como una vieja de 90 años que necesita un bastón. Escuché una pequeña risa y me giré para mirarlo mal.

—No me dejaste curarte—muestra el algodón que aún tenía en su mano.

—La enfermera lo hará mejor—me enderezo y con la poca dignidad que me quedaba salgo de ahí como si no me sucediera nada. Ya sé como se siente caminar sobre clavos.

Mierda, debo fregar.

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