33
Soy una mujer adulta. Estoy capacitada para tomar decisiones serias y si mi decisión en ese momento fue tener relaciones sexuales con Hoseok en su auto, estuvieron bien tomadas.
Traté de no moverme demasiado para no despertar al chico debajo de mí. Estoy incomoda en esta posición, y quiero largarme de aquí. Con el poco espacio que tenía me levanté y agradecí estar vestida, tomé los zapatos y salí de la parte trasera del auto. La luz del sol me molestó unos segundos y cuando me adapté a ella cerré la puerta sin hacer el mínimo ruido.
Hice una locura, tuve sexo a metros del puerto que ahora está rodeado de personas. Mi auto no estaba lejos, subí a él y comencé a conducir tratando de no pensar en nada. Una tarea imposible, ¿cómo no iba a pensar sobre lo qué pasó hace unas horas? ¿Cómo miraré a Hoseok a la cara?
Mátame Dios.
Logré ignorarlo por tres días seguidos. Me sabía su horario, tenía todo perfectamente calculado para que no estuviéramos juntos en la misma habitación ni por 5 segundos. Mi consciencia me decía que hacía mal. Hoseok es mi amigo, bueno, espero que lo siga siendo, y le estoy evadiendo como si fuera la peor de las plagas.
También estaba ignorando a Nam Joon, pero eso no es nada nuevo. Había quedado en hablar con él, lo malo es que no estaba preparada para eso, y menos después de acostarme con otra persona que si me hizo sentir cosas.
No quiero una relación con Hoseok, no estoy preparada para una. Pero me gusta hablar con él, el contacto físico no se siente mal y es una buena persona. En mi cabeza no deja de pasarse la probabilidad de darle otra oportunidad.
—Odio mi vida—susurro dejando caer mi cabeza contra la mesa. La cafetería estaba llena, de podía decir que todo el personal estaba presente, hoy tendré una noche larga.
Estar en el ejercito ya no se sentía igual. Odiaba despertarme cada día con la presión de ser una buena superior y enseñar todo lo que sé. Odio tener que trabajar en la cocina hasta tarde. Las personas con las que convivo son lo único que sirve de mi vida. Me gusta lo que hago, pero no me gusta la responsabilidad tan grande que siento sobre mis hombros.
Desde pequeña escuché que estar en el ejercito sería una forma de honrar a mi país, de honrar a mi familia, y ahora lo único que siento es una gran carga en mi espalda. Tantas expectativas puestas en mí me desaniman. Desde hace unos meses, ser cabo no es mi prioridad y eso se nota en mis entrenamientos. En cualquier momento me llamarán la atención por mi mal desempeño y no podré justificarme.
Quiero volver a sentir la misma ilusión que cuando entré en este mundo. Quiero volver a estar en la misma base que mi mejor amiga. Quiero sentir que mi padre y mi hermano, donde quiera que estén, están orgullosos de mí.
El bolsillo de mi pantalón comenzó a vibrar y con pesar saqué mi celular de él. "Don Mandón", leí en la pantalla.
—Ahora no—le colgué al instante. Siguió insistiendo un par de veces hasta que contesté para ver si me dejaba en paz.
—Me quedé esperando a que me llamaras. Quería que lo hicieras tú. Pero no puedo seguir esperando, no tengo tanta paciencia—rodé los ojos sin poder evitarlo.
—Te llamaré cuando esté lista para hablar—dispuesta a colgar, me detuve cuando volví a escuchar su voz.
—No lo pospongas más, por favor ven a mi oficina y aclaremos todo de una vez—¿cuelgo o no?—. Por favor.
—Llego en cinco—apagué mi celular y me levanté de mi silla para comenzar a caminar hacia mi destino.
¿Estaba haciendo lo correcto? No lo creo, pero eso no me detendrá.
Entré a la aplicación de notas en mi celular e hice lo más tonto que podía hacer.
Cosas importantes que no deben suceder en los próximos 30 minutos:
1-No debo llorar.
2-No puedo perdonarle.
3-No debo creerle.
4-No besarle.
5-NO PUEDO PERDONARLE.
Seré positiva, ya bastantes cosas malas me han sucedido como para seguir con esa mala racha. Abrí la puerta de su oficina con una gran sonrisa, creyéndome la alegría fingida que estaba mostrándole al mundo, bueno, solo a él.
Él no estaba sonriendo, pero no escondió su sorpresa al verme entrar. Algo que me gustaba era notar lo mucho que me gustaba mi presencia, o al menos eso me hacía creer. Antes que nada tomé asiento en el sofá de la esquina y nos miramos fijamente.
—¿Quieres algo de tomar?—pregunta señalando las botellas que tenía sobre su mesa.
—Solo comienza a hablar, quiero escuchar tus excusas para poder largarme lo más rápido posible—asintió rápido y se sentó a mi lado a la velocidad de Flash.
—Primero que nada quiero que sepas que no la amo, te amo a ti.
—Eso me quedó más que claro el día que te casaste—dije con sarcasmo.
—Vale, esta charla será complicada.
—Solo si te complicas y no comienzas a hablar—me cruzo de brazos lista para escuchar todas las mentiras que saldrán de su boca.
—Entré al ejercito con 18 años. Mi padre me estuvo preparando toda mi vida para ese momento. A los 13 ya había ganado más de 10 medallas de oro en lucha libre y a los 16 había disparado por primera vez. Tomé clases de seguridad cibernética y a los 14 ya podía entrar en cualquier base de datos del país—fruncí el entrecejo, no entiendo porqué me cuenta esto.
~A los 20 ya me habían subido dos veces de rango. Fui el soldado más joven en llegar al cargo de subteniente. Pero ni así mi padre estaba orgulloso de mí. Siempre me exigía más sin importarle mis intereses. A los 25 me presentaron a Kyung Jiyu, me pareció una chica linda, pero nada más la vi como amiga. Al día siguiente me dijeron que debía casarme con ella. Me negué, muchas veces. Me obligaron a reunirme con ella y pasó lo inevitable, comenzamos a tener una relación solo sexual, nada de sentimientos. Mentiría si digo que no le tomé cariño en todos esos años—me removí incomoda, no quiero escucharlo hablar sobre sus sentimientos por ella.
~Cuando te vi desnuda en el baño de los hombres supe que tú no eras igual, que serías alguien interesante, al menos desde mi punto de vista. Comenzaste a retarme, cada cosa que te decía estaba mal y tú no pensabas quedarte callada. Nadie nunca había hecho algo así, soy un superior de alto rango, todos me temen.
—¿Solo te llamé la atención porqué te di en el orgullo?
—Eso fue lo de menos—sonríe—. He logrado muchas cosas en el campo militar a mis 30 años y lo único que no he podido conseguir es el respeto de mi padre. Acepté casarme, hacía todo lo que me pedía y casi muero más de una vez por querer cumplir con sus ordenes. Pero tú llegaste y por primera vez en mi vida creí tener derecho a tomar mis propias decisiones, a estar con la persona que yo escogiera, a disfrutar de cada momento.
—¿Entonces por qué escogiste a la persona que no te hace feliz?
—Por conseguir respeto, por tener poder. Casarme con ella me dio más posibilidades, no sólo aquí, tengo un nombre en Corea del Norte.
—Ya te respetaban—niega con la cabeza y me miró a los ojos.
—Mi padre me respeta—aclara y entendí lo que me está intentando decir desde el principio.
—Creo que debes arreglar tus problemas con tu padre.
—Pero ahora quiero arreglar mis problemas contigo—estira su mano para tomar la mía.
—¿Te vas a divorciar?
—No puedo.
—Entonces no podemos arreglar nada—alejo mi mano de él.
—Eun Yeong, por favor entiéndeme.
—Solo entiendo que estás tratando de conseguir respeto de la forma menos honorable.
—Por primera vez en mi vida me está mirando como el hombre que soy—se levanta rápido del sofá y yo imito su acción.
—¿Y estás dispuesto a vivir con un matrimonio sin amor para que él te siga tomando en serio?
—Es mi padre.
—¡Con más razón!—no me aguanto las ganas de gritar—. Debería respetarte solo por el simple hecho de ser su hijo.
—Ser el hijo de un presidente no es fácil.
—Ser la amante del hijo de un presidente tampoco. Así que no lo pienso ser más, lo siento—me giro dispuesta a dejarlo ahí. Dispuesta a acabar con toda nuestra historia. ¿Pero a quién le trato de mentir? Yo no quiero dejarlo ir.
—Por favor—susurra y me planteo la posibilidad de girarme y besarle. ¿Qué tendría de malo darme un gusto? No, tiene esposa—. Solo tienes que darme tiempo, podemos continuar con lo nuestro a escondidas y cuando me demuestre que no solo me respeta por casarme con una mujer, me divorciaré.
—¿Y si nunca lo demuestra?
—Entonces lo dejaré todo—lentamente giro mi cuerpo para verlo de frente.
—¿Estás dispuesto a hacerlo?
—No quiero seguir viviendo si no te tengo—ruedo los ojos por su frase cutre—. ¿Muy romántico?
—¿Cómo haces para siempre convencerme?
—¿Te convencí?—abre mucho los ojos y asiento con algo de tristeza—. ¡Gracias!—grita antes de correr a mí y apoderarse de mis labios.
No necesitaba nada más que las falsas ilusiones que me daban sus besos. Tenerlo así me hacía sentir llena y a la vez me sentía como la peor persona del mundo. Otra vez me estoy dejando llenar la cabeza de mentiras. Quiero ser feliz, sea con o sin él, pero lucharé todo lo que pueda para que sea junto a él.
Una vez más estaba llorando, no sé la verdadera razón. Sus besos me sabían a tristeza y perfección, una combinación algo extraña. Sin dejar de besarme comenzó a limpiar mis mejillas con sus manos, solo se separó unos segundos para susurrar sobre mis labios.
—Pase lo que pase, siempre ten presente que te amo—y sin soportarlo, las lágrimas aumentaron al igual que sus caricias.
Siempre pensé que si mi pareja me hacía daño, la dejaría sin siquiera pensarlo dos veces. Para mí si te hacía daño es que no era digno de tu amor ni tu confianza. Y veme aquí, lloré por una persona que jamás le dijo al mundo que me amaba y aún así, cuando me pidió otra oportunidad se la di sin pensarlo dos veces. Todos nos merecemos una oportunidad, o más de una, para mejorar, para remediar todo el mal. Dependiendo de la gravedad de lo hecho, obviamente.
A pesar de lo que había sufrido con Kim Nam Joon, los buenos momentos seguían destacándose. Tal vez me termine fallando una vez más, pero no quiero arrepentirme de no haberlo intentado una vez más. Arrepentirme de perder al amor de mi vida.
—Gracias por no mandarme al demonio, princesa —le reste importancia subiendo mis hombros.
—Todos cometemos errores.
—Y trataré toda mi vida de compensarte por el daño que te hice—besa mi mejilla con una sonrisa triste.
—Con el tiempo se superan las cosas.
—No me perdonaré nunca—en sus ojos noto sinceridad y arrepentimiento.
—Te dije que no me llamaras princesa—recordé como me dijo hace unos segundos. Solté una pequeña carcajada que él correspondió.
—Me encanta decirte así—ruedo los ojos.
—Yo lo odio—limpié la lágrima que recién había soltado.
Él estaba dispuesto a contestar y yo no tenía ganas de seguir escuchándolo, lo tomé del cuello y lo pegué a mí dándole el mejor beso de su vida.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro