10
—!Es hora de amarme!—fruncí el entrecejo viendo a JungKook. Cada día se vuelve mas loco, eso es seguro.
—¿Y se puede saber por qué?—preguntó mientras juego algo en mi celular. Estoy esperando a que todos terminen de almorzar para comenzar a limpiar.
—Porque el sargento Min me felicitó por mi buen rendimiento en los últimos entrenamientos—abrí mucho los ojos—. ¿Qué te parece?
—Que es un gran logro teniendo en cuenta lo irritable que es Min—reímos—. Felicidades.
—Soy así de especial—dice con superioridad y ruedo los ojos—. A Ji Woon también le va muy bien. Creo que sabe más de lo que dice. Es increíblemente genial con las armas.
—Tal vez solo es un don.
—Seguro entrena en las noches con algún superior—murmura pensativo.
—Su hermano también está aquí. Seguro solo les gusta y por tanto son buenos—me mira dudando de mis palabras.
—¿Cómo consiguieron estar los dos juntos? ¿Por qué están los dos juntos? ¿Por qué son tan buenos?...
—Deja de hacer complots imaginarios—lo interrumpo.
—Tengo que hacer algo para no aburrirme. Pero si es raro que sea tan increíble con un arma. Debería darme miedo—bufo cansada de esta conversación—. Como sea. ¿Cuándo vuelves al entrenamiento de Min?
—No creo que me permitan volver. El capitán se lo ha tomado muy enserio. Cada vez que termina el entrenamiento me deja media muerta en el suelo.
—Está buscando la mínima falla para hacerte caer—asiento de acuerdo con él—. Supongo que siempre es bueno tener un poco de presión de más.
—Esto no es un poco, ¡es mucha presión!—aumento mi tono de voz al final.
—¿Notas alguna mejoría?
—No puedo negarlo. Está haciendo un trabajo excelente. Mi cuerpo no es lo que era antes.
—Me alegra escucharlo—sonríe. Y hablando del Rey de Roma. Don Mandón estaba cruzando la puerta de la cafetería, se detuvo para dar un vistazo a su alrededor. Al coincidir su mirada con la mía sonríe triunfante, camina hacia nuestra mesa.
—Invocamos al diablo—susurró segundos antes de que se detuviera a mi lado.
—En el campo de tiro, ahora—habla con total seriedad, tanta que me asusto. Me levanto rápido de mi silla.
—Si señor—me pongo firme haciendo el saludo. Sin decir nada mas se marcha. Miro a JungKook buscando una explicación y solo levanta sus hombros, señal de que está igual o más confundido que yo.
No me despedí, simplemente comencé a correr en dirección al campo de tiro. ¿Para qué me necesita este hombre ahora?
Al llegar lo vi con una pistola en su mano mientras revisaba el cargador. Creo que este es el momento donde debería comenzar a correr. Me acerqué con...miedo, no mentiré, tengo miedo.
—Señor—llamo su atención sin saber qué más hacer o decir. Me sonríe y me apunta con la pistola—. ¡Le juro que no volveré a decir que su cuerpo no es interesante! ¡Eso fue una mentira! ¡Usted tiene el trasero más lindo que he visto en toda mi vida!—grito levantando las manos con miedo. Vi su rostro relajado y maldije, ¿será por otra cosa que dije sobre él?—. Vale—dimito—. Prometo no hablar mal a sus espaldas y mucho menos llamarlo "Don Mandón"—aprieto los ojos esperando el disparo. Luego de unos segundos de silencio los abrí. Ahora se ve más enojado. Aunque él siempre se ve enojado.
—¿Me dices "Don Mandón"?—pregunta con rabia.
—¿No?—dudo de mi respuesta mirando a los lados.
—No te voy a matar. ¿Crees que iría a la cárcel por ti?—suena a burla.
—¿Entonces para que me citó?—me atrevo a bajar las manos. Supongo que ya no estoy en peligro.
—Para que entrenes, das más pena ajena con un arma que desnuda—abrí mucho los ojos.
¿YO HALAGO SU TRASERO Y A CAMBIO ME TRATA ASÍ?
—¿Esa es su forma de decir que debo mejorar?
—Exactamente—sonríe entregándome el arma—. Muéstreme como coge el arma—la tomé como quiera y con mi mano izquierda abracé la derecha—. Primer error. Al disparar te haces daño por tener el dedo sobre el corredor o martillo. Este tirará hacia tras, te dañará el pulgar, dejarás caer la pistola cargada y dispararás a alguien inocente—abro mucho los ojos—. ¡Que alejes el dedo de ahí!—con desesperación quita mi dedo dejándolo extendido a un lado—. No sé cómo lo haces, pero logras extresarme en cuestión de segundos.
—Algunos dirían que es un don.
—No estoy para bromas—rueda los ojos—. El arma siempre apuntado el objetivo. No queremos que te dispares un pie por una equivocación—asentí apuntando al maniquí a unos cuantos metros de nosotros—. Se supone que esto lo deberías saber antes de ingresar al ejército—bufa.
—Cuando me hicieron las pruebas no estaban muy al tanto de si sabía disparar o no.
—Tampoco lo estuvieron cuando corrías, saltabas con paracaídas o de...—lo interrumpo.
—Me quedó claro, soy una inútil—centro mi vista en el frente.
—No nos sirve de nada que seas muy buena pilotando, pero no sepas defenderte.
—Pues haga su trabajo entrenándome y deje de criticarme—gruño.
—Recuerde que soy...—vuelvo a interrumpir.
—Mi superior, ya lo sé. Todos saben que eres alguien importante. No dejas de lucir tus poderes de manda más.
Que alguien me calle por favor. Este hombre hace poco me apuntaba con una pistola y yo me estoy haciendo la valiente al decirle estas cosas.
—Tal parece que a ti no te ha quedado muy claro aún—me quita el arma—. Ri Eun Yeong, deje de enfrentarse a mí. Le puede ir muy mal.
—Deje de amenazarme y haga algo de verdad.
—Estás jugando con fuego.
—Me gusta quemarme—me cruzo de brazos.
—No sabes cuánto me interesa sobrepasar ese muro que pones cada vez que hablas conmigo—se acerca a mí.
—Lamento decirte que no es solo contigo. Así soy, no es ningún muro.
—Quieres hacerte la fuerte, pero en el fondo solo eres una princesa asustada en su torre.
—Estoy aquí, te estoy diciéndote tus verdades a la cara. Creo que no estoy asustada—le reto con la mirada.
—Si fueras otro soldado tendría que sancionarte por tus faltas de respetos.
—¿Qué me diferencia de los otros soldados, señor?
—Que tú no eres un soldado—se gira y comienza a caminar para irse.
—¡Solo me dice soldado cuando le interesa! ¡Cuando sabe que le haré falta a su ejercito! !No creo que usted fuera tan increíble desde el primer momento en que entró aquí!—le grito—. ¡Solo eres importante por ser el hijo del presidente!—finalmente con esa oración detiene su paso—. ¿Qué? ¿Te molesta que te digan la verdad?—me deja ver su rostro, camina rápido hacia mí y sin dejarme reaccionar me toma fuerte del cuello. Levanto mi rostro y siento un poco de miedo por su mirada.
—No hables como si supieras. No hables como si supieras como llegué a ser tú superior. Solo eres una pequeña niña jugando a ser un soldado valiente. En un mes te irás llorando y le pedirás consuelo a tu madre por lo mal que te trataron. Si no eres fuerte aquí no lo serás allá afuera—me mira a los ojos—. Esto no es un juego de primaria, es la vida real, querida princesa—mis ojos comienzan a cristalizarse cuando su agarre se hace más fuerte, aún sin hacerme daño—. Compórtate. Hazle caso a tus superiores y así, tal vez, no mueras tan rápido—me suelta. Mi respiración es agitada, mi pecho sube de arriba abajo. Jamás lo había visto así. ¿Por qué le molestó tanto lo que dije? No fue la gran cosa ¿O si?
~Nada de entrenar en las mañanas. A partir de este momento entrenaremos cuando a mí me de la gana. ¿Tienes que bañarte? Me da igual. ¿Tienes que comer? Me importa aún menos—me señala—. Se acabó lo de dejarte pasar las cosas como si fueras mi hija. No tengo que protegerte y mucho menos tratarte bien. ¿Te quedó claro todo lo que dije o tengo que explicarte de otra forma para que tú cerebro de mosquito entienda?
—Si entendí señor—susurro.
—Nada de susurrar.
—Si entendí señor—volví a repetir esta vez más alto.
—Eso creí—me da unas palmadas en la mejilla y se va.
Dejo de aguantar las lagrimas, finalmente salen. No hago nada bien. No quedo bien con nada ni nadie. Soy una estúpida que no sabe aceptar cuál es su lugar y que debe sellar su boca.
Tiene razón. Joder, claro que tiene razón. Vine aquí creyendo que todo sería como las historias de papá. Que todo sería igual de emocionante que como lo contaba Joon Hae. Mamá siempre me preguntó si estaba segura sobre esta decisión, siempre respondí instantáneamente, si. Tal vez mi futuro si era trabajar en una tienda de comida y no portando un arma.
Saqué el celular de mi bolsillo para marcar el número de mamá. Sorbí mis mocos antes de que ella me respondiera.
—¡Hija!—grita al contestar la llamada—. Finalmente llamas—se escuchaba la emoción en su voz.
—Estuve ocupada—respondo con desgana. Me senté en el suelo. El sol estaba en la cima, era insoportable, pero ahora no le prestaba atención.
—¿Estás bien?—era obvio que se daría cuenta de mi estado de ánimo. En el fondo quería que se diera cuenta, por algo la llamé.
—¿Crees que pierdo el tiempo aquí?—pregunto sin darle más vueltas. Pueda que yo sea mayor de edad, pero ella es mi madre y si dice que estoy tirando mi vida por la borda tengo que hacerle caso.
—¿Qué sucedió?
—Resulta que nadie cree que tengo material para ser soldado—excluyo a Jin.
—¿Y qué pasó conmigo? ¿Soy invisible o qué?—reí.
—¿Crees en mí?
—Claro que si—dice rápido.
—Lo dices porque eres mi madre—aunque es lo que quería escuchar.
—Y aunque no lo fuera también lo diría. Eres fuerte, decidida y un poco loca. Tienes todo lo necesario para estar en un ejercito—volví a reír—. ¿Recuerdas cuando le decías a tu padre que querías estar en clases de defensa personal y él decía que eso no era para niñas?
—Imposible olvidarlo. Hacia un berrinche cada vez que llevaban a mi hermano a la suya—sonrío recordando esos momentos en donde aún éramos una familia.
—Resulta que si no lo hacía no era porque su machismo era más alto que un rascacielos. Era porque temía que su pequeña se hiciera tan valiente que no lo necesitara a él para protegerla—mis ojos vuelven a cristalizarse. ¿Por qué estoy tan sensible? ¿Estará al llegar mi periodo?
—Lo dices por decir—le resto importancia.
—Cariño, golpeabas a los niños cuando se metían contigo. Corrías detrás de Joon Hae enseñándole una rana. Te dabas golpes jugando, no llorabas y luego ni recordabas con qué fueron.
—Sexualizas a las chicas cuando dices que no es normal que sea así.
—Lo que quiero decir es que tu padre siempre veía a las niñas llorando en el parque y tú jamás fuiste a darle una queja sobre algo. No lo necesitabas para casi nada. Imagínate si te enseñaba a pelear—suelta una pequeña carcajada—. No quería ser innecesario para ti. Quería protegerte por siempre para que jamás salieras herida.
—Lo extraño—susurro, sé que me escuchó—. A los dos.
—Yo también. Cariño, tienes fuerza para esto y para más. Pero si estás en ese lugar para sentirte más cerca de tu padre y hermano, esa no es la manera.
—Lo hago por mí. Porque quiero estar aquí—digo segura.
—Entonces saca las garras y muéstrale al mundo que eres una Ri. Que jamás te rindes y que puedes ser más fuerte que los mejores soldados de ese maldito lugar—me levanto del suelo.
—Gracias mamá. Necesitaba esta charla.
—Para eso estoy. No importa que no recuerdes quien eres cuando yo estoy aquí para recordártelo y darte ánimos cada vez que caigas—ahora si una lágrima se me escapa.
—Te amo mamá—digo con una voz desgarradora por las ganas de llorar.
—Te amo cariño.
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