No mendigues amistades...
Pov Francis
Los labios de la chica se juntaban con los míos. No podía evitarlo, necesitaba acariciar las piernas de la rubia, acariciar sus pechos, y su cintura, para tirarla hacia mí y hacerle sentir lo mismo que yo sentía.
Fue cuando llegue a su cuello, ella jadeo fuerte, y eso me animó a seguir, recorriendo con mi lengua desde la oreja hasta su cuello suave. Con una lenta succión, introduje mis dedos bajo su ropa.
-¡Francis! -se removio encima de mí, tirando de mi cabello.
-¡Shh! No hagas tanto ruido que Miranda está en la cocina. -le advertí bajando ahora su enagua.
Ella asintió con la cabeza, me tomó del dedo pulgar y comenzó a succionarlo con fuerza. ¡Joder! Estaba tocando el cielo. Todo se me ponía más fuerte, más grande y palpitante.
-Oye, idiota. ¿Sabes dónde está la mayon...?-Era la voz de Miranda- ¡PERO QUE COJONES! ¡Qué está pasando! -Fue la puerta que se abrió de par en par, dejando ver a Miranda cubriéndose los ojos.
Lance de una patada en el pecho a Eva, tirándola de inmediato al suelo, ella gritó del golpe. Rápidamente me puse boca abajo, escuchando a la rubia maldecirme por el golpe.
-¡Te he dicho miles de veces que toques la puerta! -grité sumergiendo mi cabeza en la almohada.
"¡A veces te odio!" pensé acomodando mi bragueta.
-Sí... vale, lo siento. -La pelinegra suelta el mango de puerta para levantar la mano. Con una se cubría y con la otra se disculpaba.
-¿Qué estas esperando? -dije irritado porque no se marchaba.
-Que me digas donde está la mayonesa. -Se detuvo -Pensándolo bien, mejor no me digas que ya no quiero mayonesa. -Su tono de voz ahora parecía desagradable.
La chica cerró la puerta con fuerza. Mujeres
-Eres un idiota, Francis. -Eva había tomado su bolso rosado.
Tenía toda la razón de estar furiosa conmigo.
Me levanté para agarrarle del brazo, pero ella solo me empujó con el ceño fruncido.
-Cuando seas un hombre de verdad y sepas cerrar bien la puerta. Me buscas, pedazo de imbécil.
Cerró la puerta tan fuerte que mi cuarto retumbo.
-Maldita sea-susurré estirando mis mejillas. Correría detrás de ella, pero no quería salir con mi pantalón marcado.
Me tumbé en la cama, aun con la erección al medio tope, era incómodo acostarse así, pero era la única manera en poder relajarme un poco.
Tomé el móvil y tenía un mensaje de texto de Tara.
Tara: Hola, Francis... ¿Cómo estás? :) ¿Crees que nos podamos ver ahora en la noche?
El reloj marcaba las cinco y veinte. Suspire ahora ya más relajado y contesté con el típico emoticon del pulgar arriba.
Francis: Nos vemos dentro de una hora. Yo voy a tu casa. ;) Trae abrigo que parece que quiere llover.
Envié el mensaje. Cerré mis ojos y pensé en el cuerpo de Eva encima mío.
-¡Te odio Miranda Lemart! ¡Ahh!
Necesitaba una ducha de agua fría para calmar estos jodidos calores.
******
Pov Tara
Los carros pasaban despacio frente mi casa. Se escuchaba el perro de mi vecina Susan ladrándole a las motocicletas y la música Tango que venía de mi casa.
La noche estaba fría y algo nublada. Las luces del farol apenas se veían nítidas. Era el colmo que en diciembre se pusiera tan helado.
Estaba nerviosa, mis manos estaban sudadas y mis pies no paraban de moverse de un lado para el otro.
-Francis. Fue un error haberte besado. De verdad fui una idiota. -practicaba torpemente mi discurso antes de que llegara al narizón.
Cuando Fran llegó, él me sonrió de medio lado; estaba igual de apenado que yo. Los dos nos miramos a los ojos y por un milisegundo mi corazón se detuvo.
-Hola, Ty. -No podía ser perfecto. Si solo así mi llamaba la perra de Eva y el traidor de mi papá.
-Hola, Francis. Podrías decirme solo Tara..., es que solo dos personas me llaman así. -arrugue mi nariz apartando la mirada.
El chico de tez blanca asiente con una sonrisa.
-Dime... ¿Quieres ir a caminar o prefieres quedarte aquí? -miró hacia nuestro alrededor, metiendo sus manos a su abrigo azul.
-Vamos a caminar. -me encogí de hombros comenzando a andar.
Los dos caminábamos en silencio, en serio no sabía cómo diablos comenzar. No quería que pensara que me gustara o que pensara que quería pedirle perdón, bueno si, pero lo le voy a decir.
Respire profundo para tomar el valor para enfrentarlo y pedirle disculpas frente a frente. Pero mi timidez y vergüenza me lo impidan.
-Es extraño caminar con una chica que tenga mí misma estatura. -habló el chico, girando para verme.
-No me gusta ser alta... me siento como un elefante. -bromee un poco, aunque fuera pura realidad.
-Los elefantes son lindos, Tara. Eso quiere decir que eres linda porque eres como un elefante... -frunzo el ceño. -Es decir-titubea. -que eres... así, bueno eres normal, no te tienes porque decirte así.
Lo miro a los labios y veo como se muerde la lengua. Suelta una risilla de burla y niego un par de veces.
-No hace falta que te muerdas la lengua. Hay muchas personas que ni se la muerden cuando me dicen cosas peores.
-Pero es que son personas idiotas. -Se detuvo para rodear una banca cerca de la parada del autobús. -¿Crees que soy idiota? -Se mordio el labio inferior y se sentó en el borde de la banca.
Me cruce de brazos, ocultando mis lonjas y sonríe mirándolo a sus ojos.
-¿Con llamarme elefante como hace unos segundos...? -Subí mi mano para acariciar mi barbilla. -creo que si-comencé a reír y me senté junto al pelinegro.
-Francis...-susurré bajando mi mirada hacia mis manos que eran gordas. -Siento mucho lo del beso... Yo no sé por qué actúe de esa manera, de verdad. Yo no quiero que le cuentes a Miranda que te bese. -Mis orejas se ponen calientes y mi estómago grita del susto.
-No pasa nada, Tara...-Se encogió de hombros, restándole importancia a mis palabras.
Me sentí más relajada.
-Lo que no entiendo es por qué lo hiciste... -Se abrazó así mismo por el frio que golpea nuestros cuerpos. - ¿Ese tipo es... era tu novio o cómo?
Bajé la mirada para evitar los ojos pequeños de Francis. Sentía vergüenza de aceptar que me había acostado con Eduardo.
-Sí... éramos... -Hice caso omiso y suspiré. -él no era para mi ni yo para él...-subí mis manos hasta mi rostro y jadee cansada de llorar. -Pero yo no quiero hablar de él... Yo te cite para pedirte disculpas y no para...
-Eva me contó que tú y él eran amantes. -me interrumpió el chico.
¿VEN LO PERRA CHISMOSA QUE ES ESA RUBIA OXIDADA?
-¿Qué? ¿Y tú apuesto le contaste que te bese como una gorda acosadora?
-¡Hey! No. -se exaltó el chico, poniéndose de pie. -Lo nuestro nadie lo sabe.
-Lo nuestro...-Reí irónica, mientras aplaudía sin parar. -Esa bruja me la va a pagar.
-¿A dónde vas? -me preguntó Francis cuando me vio caminando en busca de un jodido taxi.
Hoy iría a hacer algo que nunca en mi vida pensé hacer. Romperle la nariz a Eva Smith.
Escuchó el paso rápido del pelinegro detrás de mí.
-¡Tara! ¿Qué vas a hacer? -El muchacho me agarra del brazo y me acerca a él. -No merece la pena... Déjalo ya ¿Vale?
Respiré tan hondo que sentí que mi nariz inhalo todo el aire del universo. Hoy no necesitaba contar hasta diez porque mi rabia había llegado hasta el mil. Estaba harta de siempre agentar los maltratos de una simple chica que no es más que yo, ni yo más que ella.
-No me vuelvas agarrar así. -Me zafe. -Tú por defenderla a ella me ruegas para que no le vaya a romper el trasero. Y cuando ella ha hablado mal de mi -Levanté mis cejas esperando a que hable, pero continúo hablando. -¿Tú le has rogado para que deje de hablar mí? -Francis no responde. -¿Ves? Por eso le quiero romper su hocico de perra. Porque a mí nadie me defiende como a ella.
El carro amarillo se detiene frente a nosotros, y Francis solo se sonroja avergonzado por todo lo que acaba de decir.
-Buenas noches, Y perdón por el beso. Te juro que nunca más volverá a pasar. -Me subí al carro llena de adrenalina.
No sabía que me pasaba, pero me sentía por primera vez segura de mí misma. Estaba confiando en mí. No sé si era porque las palabras de Miranda que retumban en mi cabeza. Donde me decía "Debes de dejar de mendigar amistades donde solo encuentras traición"
Y era verdad. Con Eva solo recibía malos tratos, puras mentiras y traiciones. Si yo quería un oso panda, ella también quería el jodido oso panda. No les quiero mentir a ustedes, pero yo en ciertos momentos la llegue a envidiar porque ella cumplía mis sueños.
No solo por el dinero que tenía sino también por la vida, cuerpo y actitud perfecta. Pero hoy 22 de diciembre, no habrá más idiota para el 2019.
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