A mover el esqueleto
Editora: VaniSisters
La sombra que antes me había hablado ahora se levantaba del suelo, era alta y para nada robusta. La luz del farol apenas alumbraba el cabello lacio y negro de Francis. Él usaba una camisa azul de manga corta y unos pantalones negros, sin olvidar sus jodidas botas militares.
Cuando al fin se dejó ver en la luz, el chico me sonrió con melancolía. Era casi como si se alegrara de verme, pero a la vez sus ojos estaban ausentes. Se acercó a mí y suspiró recostandose en la barra de metal sin hablar.
—No pensé encontrarte aquí… —le dije mirándolo de reojo.
—Yo tampoco verte a ti. —De sus labios se escapó una pequeña sonrisa, pero no volvió a mirarme —. ¿Las chicas buenas también salen de casa? —preguntó girándose hacia mí.
No puede evitar reírme porque me sentía extrañamente ridícula. ¡Ja! Podría hasta decir que era una gordita sonrojada. «Controla la cuca, Tara» gritaba la top model que tenía dentro de mí.
—Créeme que soy de todo menos buena. —Me encogí de hombros, mirando a lo lejos los carros que parecían hormiguitas—. No creo que las chicas buenas se acuesten con hombres casados… —me burlé de mí misma.
Lo bueno de estar en aquella azotea era que ninguno de los dos teníamos que gritar, porque la música no salía a interrumpir nuestra charla.
Bajé la mirada avergonzada de lo que acababa de decir, ¿y saben por qué? Porque era la primera vez que lo decía alto, ahí me di cuenta de que estaba siendo una zorra mala, no una zorra buena. Me había convertido en Federico; un rompe matrimonios, un destruye hogares. Algo que me hacía sentir menos “puta” era que Eduardo y Alexandra no se habían separado.
—Siento mucho haberte hecho sentir mal la vez pasada, Tara —se disculpó Francis después de unos segundos de silencio.
—No pasa nada… —mentí para que él no se sintiera culpable de tener una boca suelta.
Me preguntaba si ya sabía lo de Eva, pero yo no le diría, jamás sería una habladora. Además de no saber qué tanto el pelinegro quería a la rubia.
Los dos nos quedamos en silencio escuchando a Coldplay con A Sky Full Of Stars que salía del bar.
Me tomé el atrevimiento de ver a chico de reojo; pude notar que tenía una cicatriz en su brazo izquierdo, como si le hubiesen dado un tiro o algo que había perforado su pálida piel. Mis ojos subieron hasta llegar a los hombros ajenos y pude ver que tenía miles de pecas, así como un banano de varios días. Sonreí de mi propia comparación y él lo notó.
—¿De qué te burlas? —interrogó levantando una ceja—. Sí, ya sé que tengo la nariz como un tucán, pero no es para que te burles, Walker —vaciló, fingiendo tristeza.
No puede evitar reírme. ¡Coño! No le estaba viendo ni la nariz y ese tonto me sale con ese comentario. Allí entendí que hasta los chicos tienen sus inseguridades.
—No estaba mirando tu nariz —confesé.
—¿Entonces qué mirabas? —El muchacho ahora se dio la vuelta y dio la espalda al panorama para verme a mi.
Estaba lista para decirle que miraba, pero él continuó:
—¿Estabas viendo la cara de estúpido que tenía sin saber que Eva me estaba poniendo los cachos? —Esta vez no sonrió ni un poco.
Tragué grueso y no supe que decir. Me estaba tomando desprevenida.
—No sabia que tan en serio iban —me defendí después de unos segundos en silencio.
—Sí, claro. Pero se suponía que eras amiga de mi hermana, ¿no? —resopló bajando la mirada.
—Lo soy… solo que en ese tiempo Eva era más amiga mía que Miranda.
No me importaba cómo se había dado cuenta en estos momentos.
—Como sea, Tara —respondió sin siquiera levantar la mirada—. De alguna u otra manera siempre me gustan las chicas complicadas.
—Lo siento, Francis. —Me acerqué más a él para que notara que de verdad sentía empatía por él—. Creo que todos estamos engañados en esta vida.
Al fin levantó sus ojos verdes que se clavaron en los míos.
—No pasa nada, Tara. —Pasa la mano por su rostro y grita obstinado—. ¿Sabes quién es el papá de ese bebé?
«Claro que lo sé, Tucán. Es nada más, ni nada menos, que el idiota de William, tu amigui». Eso era lo que deseaba decirle, pero Francis no merecía sufrir más por esa perra. Con solo verle esos ojos se notaban que estaban desvelados.
—Te juro que estoy igual de sorprendida que tú. —Hice una pausa para agregar—. Digo, sabía que ella tenía muchos hombres. —El pelinegro abrió los orbes incrédulos—. Es decir…
—No hace falta que sigas, ¿vale? —Se rascó la nuca como si tomara un impulso—. Vamos a bailar.
¿Qué?
—No, Francis. —Negué con la cabeza—. Yo no sé bailar. Seguro bailo y me verán como una ballena cuando está muriendo.
—Entonces seremos un maldito circo, mi niña —suspiró tomándome de la mano con fuerza —. Porque nunca en la puta vida han visto a un tucán bailando con una ballena. —Me guiñó antes de meterme con él al bar.
Pov Miranda
Eran las once de la noche, no paraba de moverme en mi cama. No podía dormir. Sentía ansiedad de levantarme y llamar por duodécima vez a Julián, aún sabiendo que él no me iba a contestar. Quería escuchar su voz, que me dijera ‘buenas noches”, pero mi novio no quería hablar conmigo desde hace cuatro noches.
Odiaba ser tan apegada a él, pero es que con Julián había pasado los días más malos de mi vida; desde perder a mis padres hasta el día en que perdimos la casa por la hipoteca.
Miraba mi celular, anhelando recibir una llamada, pero nada. Intenté meterme a su perfil en Facebook, pero aparecía que desde hace 23 hrs no se conectaba. Haciendo cálculos, eso quería decir que ayer a media noche estaba en Facebook. Sentía ganas de vomitar y de llorar por todas las cosas que pasaban por mi mente, pero opte por distraerme viendo memes.
Alexander Beckford te ha enviado un mensaje.
¿Pudiste coser tu bolso?
Fruncí el ceño sin saber quién era el chico que me escribía.
Miranda Lemart ha enviado un mensaje.
Perdona… Creo que te confundiste 😊
Alexander Beckford está escribiendo...
No lo creo. Eres la chica que se le cayó la toalla.
¡Cielos santo! Es el mismo chico idiota de la vez pasada. ¡Ahg!
Miranda Lemart ha enviado un mensaje.
Definitivamente estas confundido. Buenas noches.
Envié rápidamente el mensaje y me salí del App. Lancé el móvil lejos de mí pero el vibrar de una notificación me hizo ir por él otra vez. «Tenía que ser Julian» pensé, pero no era él.
Alexander Beckford te ha enviado un mensaje.
No lo creo, Miranda. Porque te he buscado por todas las redes sociales, y creeme que esa sonrisa no se olvida así por así. Igual veo que eres medio amargada, entonces buenas noches.
¿Y este troglodita que se creía? ¡Pff! Hombres necesitados de atención que su madre nunca les dio. Chicos de baja autoestima que se humillan solo para caer bien. Ridículos.
Me levanté de la cama para ir por un vaso con agua y de una vez darle las gracias a Francis por cuidarme, pero cuando abrí su habitación no lo encontré. ¿Habrá salido con William?
No tomé importancia y regresé a dormir; seguro mañana sería un mejor día.
POV Tara
No entendía la causa para estar ahora tan arrebatado. Francis movía sus manos de un lado para otro, sus pies tenían la peor coordinación de este mundo.
Por otro lado, yo le seguía en todo lo que hacía. Era curioso que me estuviera divirtiendo tanto con alguien que no fuera un amigo tan cercano.
Les juro que no estábamos borrachos, parecíamos estar incluso hasta drogados, pero nah. La música de Years & years- Shine, nos puso a saltar a los dos. El pelinegro tomó mi mano y comenzó a darme vueltas, moviendo su cabeza como una gallina
—Deberías de relajarte Tara —gritó el de tez blanca que sudaba haciendo su cabello pegarse a su frente y mejillas—. De todos modos, nadie te conoce. ¡Ajuaaa! —Sin verlo venir, Fran comenzó a dar brincos.
No paraba de reírme con aquellas ridiculeces. Quizá no éramos tan diferentes en estos momentos.
*****
Salimos a las tres de madrugada de aquel bar en el que dejé por lo menos unos ochenta kilos. Nunca había sudado tanto como el día de hoy.
Francis y yo habíamos llegado a mi casa. Los dos hablamos de la chica que se había resbalado con su propio vómito y no podíamos parar de reírnos.
—No olvides que la amiga se orino de la risa —dije entre carcajadas, ocultando mi vientre.
—Cállate que tu mamá te va a descubrir. —Estiró su mano y me cubrió la boca—. Si sigues, creo que yo también me orinaré en mis pantalones.
Después de unas cuantas risas, nos pusimos serios. Yo por entrar a mi casa y él porque el recuerdo de Eva volvía a su mente.
No sabía si decirle o no lo de William, pero después de lo bien que la pasamos, no me gustaría que por mi culpa se sienta más traicionado. Estaba lista para decirle la verdad de la rubia.
—Fran… —aclaré mi garganta.
—¿Sí?
—William no es un buen amigo. —Mordí mi lengua, arrepentida de haber hablado.
—¿Por qué lo dices? —Se nota su preocupación.
—Él…—aclaré mi garganta, apretando con fuerza mis puños.
—Habla, Tara. — Suplicó el chico con necesidad.
—Él es el chico que se ha estado cogiendo a Eva desde hace tres años.
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