Sé que no hay que auto diagnosticarse. También se que desde hace mucho tiempo mi cerebro hace que un pequeño dolor de brazo sea algo más grande.
Tiene un nombre, aunque ahorita no lo recuerdo bien.
Y aunque sé que la mayoría de veces me auto diagnostico algo que nada que ver.
No puedo evitar pensar en la lista de cosas, que un psicólogo me diría si le dijera todo lo que tantos años no le he podido ni decir a la almohada.
Puede que sea parte del mismo juego mental, pero es que cualquiera que viera, escuchara o leyera todo lo que mi corazón está tan desesperado por esconder, tal vez no pensara que fuera tan descabellado.
De hecho, cualquiera que prestara un poco (solo un poco) de atención , podrían saberlo sin problema.
Pero tal vez es más fácil ignorarlo, de hecho, yo misma lo he ignorado cuando alguien más, ha reunido el suficiente valor para decírmelo.
¿Pero como podría tratar de salvar a alguien más cuando apenas me sostengo de pie?
Estoy mejor. De alguna manera sé que después de tantos años estoy mejor ahora. Y, aunque cualquier cosa, comentario o fotógrafo podría llegarme a hacer caer de nuevo, soy más indiferente a todo eso, más indiferente de lo que he sido en meses.
Y no, no es por la voluntad de cambiar o mejorar. Es por que estoy tan cansada de pelear, de objetar, de argumentar. Cuando lo que la gente menos quiere es argumentos (válidos) ellos solo quieren hablar, criticar, juzgar y que los dejen hacerlo sin pelear.
Así que deje de hacerlo. Deje de pelear, guardándome todas las palabras junto a todas las otras que me ahogan poco a poco. Después de un tiempo, ya no siento nada, cuando las mismas palabras de siempre se estallan en mi pecho.
Pero aún así, el recuerdo de lo que era antes regresa. Por un comentario, una foto o una mangoneaba.
Hace poco salí con mi abuela. Fue la primera salida nosotras solas después de tantos meses. Antes era normal salir junta, íbamos a pasear, a comprar cosas, íbamos solo por que si. Hasta que alguien sintió celos de nuestras constantes salidas e hizo un comentario que me alejo de ella. Sé que ella sintió el cambio cuando yo no lograba encontrar excusas válidas a mis negativas de salir.
Es hasta ahora, luego de tanto tiempo, que entendí que eso solo fue el comienzo de lo que nos alejó tanto.
Pero, tal vez por qué yo era la única ahí, o porque realmente ella no quería ir sola que me invitó a acompañarla a esa salida. Y me compró una mangoneaba.
Era un congelado de mango con mango rayado arriba. Una delicia total.
Cuando vi el envase mi mente se fue a unos años atrás. Cuando había pasado casi 2 semanas sin consumir nada de harinas ni azúcares. Ese día, por más impulso que deseo, me compré esa misma mangoneaba. Me la comí con gusto, convenciéndome mientras la saboreaba que como era mango no tenía azúcar añadidas.
Pero mi mente daba vueltas y vueltas. Sin poder ser engañada. Sabiendo perfectamente que no era posible que el congelado de abajo fuera tan dulce de forma natural.
Solo podía pensar en las dos semanas. Dos semanas enteras donde me negué a tantas cosas solo para que ese día, yo haya decidió que todo se iba a la basura por una mangoneada .
Ahora, al comérmela, me la como con mucho gusto. Con tristeza al recordar años atrás. Con tristeza al pensar en todo lo que pensé en ese momento. Con tristeza al pensar qué tal vez, en un futuro pueda volver a pasar.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro