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Capítulo 11. (R)

―Oye enano. ―exclamó Nick, llamando la atención del ratón, evitando que jalara finalmente el gatillo que me apuntaba―. ¿Puedo decirle algo a ella? Ya sabes, antes de... ― ¿Qué rayos estaba haciendo?

―Bueno ―dudó moviendo el arma―. Teniendo en cuenta que vas a morir también, si, ¿Por qué no? ―se giró hacia a mí y me miró directamente a los ojos. Pero me guiñó el que el ratón no podía ver, algo me decía que habría peores problemas.

―Lo único que quería decir es... ¡Ahora! ―al grito, él me atrapó entre sus brazos y noté a tres panteras saltar contra el rinoceronte y cerdo, haciendo que soltaran al ratón malvado. Nick volvió a levantarse rápidamente y atrapó con agilidad al roedor antes de que saliera corriendo.

―Suéltame polizonte. ―protestó tratando de salir de las patas de Nick.

―No lo creo ―reprimió Nick con más fuerza―. Estas arrestado. ―sentenció.

― ¿Con que eso crees? ―no sé lo que sucedió en esos momentos, pero lo único que vi fue a Nick gritar de dolor mientras se agarraba la pata izquierda y el ratón salir corriendo tras sus patas hasta subir a unos escombros que estabas a la altura de Nick.

―A mí jamás me atraparan porque esto recién empieza. ―después de esa frase volvió a cargar el arma y esta vez apunto a la cara de Nick. Él se encontraba arrodillado frente al ratón que parecía ya listo para dispararle, tenía que hacer algo ya.

Lo va a matar. Sin importar nada, corro hacia ellos para tratar de evitar lo peor.

***

El mamífero haló el gatillo, Nick cerró los ojos con gran temor para esperar su triste final, mas no había sentido dolor alguno, ningún hoyo o al menos, no se sentía muerto. Abrió los ojos con lentitud, buscando al ratón, que ya no estaba frente a él. Pero eso no dejaba de quitar la escena que debía mirar más detenidamente, observó el suelo donde yacía una Judy inconsciente y con un pequeño impacto de bala a un costado de la espalda, seguramente cerca de donde se encontraba el corazón.

Una mancha roja pequeña, como si de una puñalada se tratase, empezaba a manchar la ropa de Judy y haciéndola oler a la esencia metálica que tiene la sangre.

Nick estaba en shock al verla así, no sabía qué hacer. Desesperadamente la puso boca arriba para revisarle el pulso el cual aún seguía activo pero la coneja no respondía, no parecía respirar demasiado bien.

Por más dolor que tuviera en la pata, o si tuviera una herida igual a la de ella, la tomó entre sus brazos y con igual pesadez pero más con preocupación, la llevó rápidamente a la enfermería de la comisaria que se encontraba a un lado de la sala de conferencias.

La acostó boca abajo sin tiempo que perder, en la camilla mediana al centro del lugar, tomó tijeras y le retiró la camisa morada para presionar en la herida de la espalda. Aunque era pequeña, de ella salía un hilo de sangre constantemente que podría dejarla más débil aún. Dejo de presionar un momento para buscar gasas, vendas, dos pares de pinzas y un recipiente donde dejar la bala incrustada.

Volvió a presionar con fuerza y se detuvo por segundos el sangrado. Aprovechó este pequeño lapso de tiempo y tomó las pinzas para hacer un poco más grande la herida, metió las otras pinzas, estas para tratar de retirar la bala.

Lo intentaba una y otra vez pero no veía la bala y el dolor en la pata que también le sangraba no ayudaba. Al poco tiempo, las pinzas y toda su pata ya estaban llenas de sangre y el olor metálico lo mareaba. La sangre volvía a salir de la herida de Judy, y Nick se desesperaba y enojaba por no poder curar a su amada.

Odiaba que las cosas no salieran como él. Trato una vez más, buscó y buscó en lo más profundo del omóplato hasta que sintió algo duro chocar contra las pinzas de metal dentro del pulmón. Tomó la bala con cuidado, la sacó rápidamente y la dejó sobre una mesa, quitó las otras pinzas de la herida que seguía sangrando ahora más que antes, y presionó nuevamente para evitar que se desangre más.

Pasaron veinte horribles, y tortuosos minutos hasta que paró el sangrado finalmente. Tomó hilo y aguja e hizo la sutura necesaria para cerrar la herida. La puso boca arriba para revisar el pulso de Judy que seguía aun activo pero débil, una mala señal para él. Una pequeña brisa salía y entraba de la pequeña abertura que tenían los labios de Judy, eso lo tranquilizaba en parte. Aún seguía respirando.

Nick se sorprendió de que fuera ya no se escuchaba alboroto ni grito alguno por parte de sus compañeros de trabajo. Al parecer habían detenido ya a los atacantes. Ese ratón las pagara muy caro, se dijo molesto. Volvió a ver a su amada coneja que ahora parecía abrir los ojos con lentitud y debilidad.

― ¿Ni... Nick? ―susurró débilmente, se veía pálida y sus orejas estaban gachas su color gris se veía más claro que antes―. ¿Qué sucedió?

Nick se sentía alegre de que no haya pasado a mayores el problema pero le daba tristeza verla en ese estado deplorable. Realmente el ratón las pagaría caro con el zorro. No debió meterse con él.

―Nada. ―sonrió con dulzura, aunque una mueca se hizo ver de su cara por el dolor de la pata―. Ese maldito escapo pero ya todo está bien. Ella notó aquello ya que trató de levantarse para ver la herida, pero Nick no se lo permitió con su pata buena, y la mantuvo acostada.

―Siento como si... me hubieran sacado un... pulmón. ―trato de levantarse nuevamente a lo que fue fallido, esta vez, por el dolor intenso que ella sentía. Nick se acercó para acomodarla nuevamente en la camilla.

―Ese idiota... se suponía que me iba a disparar a mí pero tú... tú me salvaste y gracias a eso casi mueres y casi muero yo también. ―reclamó un poco molesto―. Pero ya estás bien, yo estoy bien, afuera las cosas ya se tranquilizaron y... ―la coneja puso débilmente su pata en la pata de él, deteniéndolo.

―Nick... Yo... Lo siento, perdón por haberte puesto en una situación tan... ―no pudo terminar de disculparse, unos labios suaves de un hocico naranja la callaron de inmediato. El zorro no quería escuchar que ella se echaba la culpa de aquello, ya que no lo era. Nada de aquello era la culpa de nadie, solo el ratón era el culpable de todo.

Un beso que duro unos diez segundos, diez únicos segundos de tranquilidad de los cuales no habían tenido en todo el día y noche. Al terminar; Nick la miró a los ojos con fijeza, ternura y amor. Sintió algo que ya había sentido antes pero parecía ser como si fuera la primera vez, otra vez.

―Querida, no fue tu culpa ―dijo suave, acariciando su mejilla―. Si ese desgraciado no hubiera llegado, nada de esto hubiera pasado. No fue tu culpa... ―hizo una pausa para volverla a besar―. Lo encontraré, lo encontraré y lo encerraré para siempre en un agujero peor que la cárcel, nadie que te haya hecho daño debe vivir en paz.

»Él te hizo esto y lo haré pagar por todo este daño atroz. ―su voz se escuchaba segura y muy decidida, Nick no permitiría que le hagan esto otra vez a su nueva familia. Si ese enano estará en su vida entonces Nick tendrá que tomar riendas en el asunto. No lo permitiría de nuevo, no jamás.


V.Judy:

Han pasado dos días desde ese encuentro desagradable con ese ratón malvado. No lo hemos vuelto a ver ni a saber de él, pero algo me dice que lo haremos. Nick a estado más alerta desde ayer y ha estado buscando en todos los registros del cuarto de archivos, para saber quién era ese ratón pero, por lo que me ha contado con gran molestia, no está ahí. Me contaba que tampoco ha habido "ayuda" por parte de los secuaces: rinoceronte y cerdo que no quieren decir nada.

Y en cuanto a mí, mi pulmón sigue aún herido pero recuperándose. Estoy en reposo en casa durante unas dos semanas, por lo que no tendré acción por unos días, je. Quisiera estar, por lo menos, en parquímetros.

Las vendas tienen que estar todo el día en mi pecho y espalda para evitar algún sangrado improvisto, y no debo hacer demasiados movimientos bruscos o de demasiada fuerza. Si no, sucede lo que dije. Por lo que estaré aquí por un tiempo.

― ¿Qué haré durante dos semanas aquí? ―me pregunté aburrida en la cama de la habitación―. Tal vez debería bajar a desayunar primero. ―trate de levantarme, con mucho dolor en toda la espalda y hasta con problemas para respirar, pero lo logre al final. No me vencerá una herida chiquita, Judy Hopps nunca se rinde. Me puse una camisa de tirantes con un estampado de bolas de colores y un calentador azul, casi igual que mi uniforme y bajé suavemente las escaleras y me dirigí a la cocina.

Abrí la nevera, buscando algo para comer. A lo que finalmente retiré un cartón de leche de soya, tomé unas tostadas integrales que tenía en la panera para luego ponerlas en la tostadora, y me hice un jugo de naranja. Listo. Un desayuno perfecto a la orden. No estoy tan débil como creía, aunque el dolor en el pecho y la espalda es algo molesto también, es soportable en cierto punto. Fui a por mí IPod para escuchar música ya que estoy en demasiado silencio para estar sola. Reproduje "Carrots by the sea" de RBIT para pasar el rato hasta terminar de desayunar.

Algo así necesitaba. Una mañana tranquila con música, comida y el sol entrando por la ventana. Esto sí que es tranquilad. El timbre sonó un poco insistente, me levante irritada por tantas veces que tocaban. ¿Quién podría ser a estas horas? Ni si quiera los Testigos de Jheorafá son madrugadores. Con el mismo dolor casi soportable, me dirigí hasta la puerta y la abrí.

―Hola Judy.

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