Capítulo 4: Deseos.
Salí corriendo de la habitación. No tenía idea de dónde podía encontrarse Adam, pero impulsada por un instinto, me dirigí hasta su oficina. Sabía que bastaba con llamar a cualquier doctor, pero Alissa había sido específica, quería que fuera Adam quien la atendiera.
Mis pasos resonaron por el pasillo, más de una enfermera se me quedó viendo, quizás preguntándose quién era yo y que rayos estaba haciendo, pero nadie me detuvo. Quizás se debiera a que la mayoría estaba acostumbrada al ajetreo y movimiento del hospital.
Apenas llegué, toqué la puerta con desesperación. Los nervios me dominaron y no me importó en lo más mínimo lucir como una desquiciada.
El rostro alarmado de Adam me recibió, pero apenas y le di una mirada antes de explicarle, presa de los nervios, la situación. Más allá de lo que ambos habíamos pasado, mi hermana era lo que importaba.
Lo vi correr por los pasillos, desesperado por llegar a donde Alissa. Intenté seguirle al paso, pero fue en vano. Sus piernas eran mucho más largas que las mías. Me resigné a caminar lentamente, un poco cansada después de la larga carrera. No había prisa alguna, pues yo no era realmente necesaria.
Cuando llegué de vuelta, mi familia estaba en el pasillo, esperando respuestas de mi hermana. Mi madre lucía una sonrisa cínica que me preocupó, pero estaba tan concentrada en averiguar qué pasaba dentro de aquella habitación que apenas y reparé en ella. Sin embargo, hice una pequeña anotación mental de eso.
Mi madre me hizo señas de que me acercara, por lo que fui hasta un rincón apartado junto a ella. No quería hablar con ella. No quería estar cerca de ella. De hecho, lo que más deseaba en este momento era estar a miles de kilómetros de distancia de ella.
Era mi madre, pero sin duda no tenía buenas intenciones.
Y yo no quería ser participe de sus planes. No quería verme envuelta en una situación tan desagradable como la que seguro pensaba.
—Tienes que convencerla de querer venirse con nosotros, Hannah. Esta es nuestra oportunidad —susurró a mi lado.
Su voz me enfermó, sólo de pensar en lo que significaban sus palabras sentí arcadas. Había algo malicioso en su mirada, algo que me dejaba ver parte de sus planes. No eran precisamente unos buenos y mucho menos con una buena intención.
—No te atrevas a aprovecharte de ella —susurré de vuelta, intentando verla de manera amenazante.
Por dentro era una pequeña gelatina temerosa, una niña tonta que aún no sabía con quien se metía. Sentí sus asquerosas uñas clavarse en mi piel, al punto de hacerme sangrar ligeramente. Eso dejaría una marca.
—No interfieras en mis planes, y haz lo que te digo —su rostro se transformó en una fría máscara de furia, haciéndome temblar—. No quieres enfrentarte a mí, Hannah. Recuerda bien que soy.
Lo sabía, por supuesto que yo lo sabía.
Ella no podía acercarse demasiado a Alissa sin parecer sospechosa. Incluso sin recuerdos, Alissa se había mostrado recelosa con ella. Por eso necesitaba utilizarme a mí. Convertirme en un peón.
Luego de los peores minutos de mi vida, Adam salió. Su semblante no era el mismo que cuando fui a buscarlo, por supuesto que no, en ese momento, estaba viendo al doctor Scott. Lucía tan profesional y alto, como alguien inalcanzable.
Quizás lo fuera.
Al menos para mí, siempre lo sería.
—¿Cómo está? —pregunté apenas lo vi salir de la habitación.
Había estado tan atenta a la puerta que fui la primera en alcanzarlo, pero en pocos segundos toda mi familia lo tuvo rodeado.
—Su estado es delicado, pero está bien. Fue sólo un desmayo. Deben tener cuidado con las cosas que le dicen, su mente se encuentra muy frágil.
—¿Entonces no podemos contarle nada acerca de su pasado? —preguntó mi madre, luciendo una de sus sonrisas preocupadas. Falsas.
—Nada de aquello, es importante que ella recuerde por su cuenta.
—Está bien, doctor. Tendremos cuidado con ella —le dije, no pude evitar el tono ácido con el que salieron mis palabras. No sabía porque me molestaba tanto ver que se preocupaba por ella, pero lo hacía. Mucho.
Adam me dirigió una mirada matadora, con cansancio. No dijo nada, sólo nos quedamos mirando mutuamente hasta que él apartó la mirada. Vi como caminaba, alejándose de mí. No sé qué me impulsó, pero salí corriendo tras de él.
—Adam, espera —le pedí.
—¿Qué quieres ahora, Hannah? —lucía cansado, sus ojeras pronunciadas, su boca torcida.
—¿Estás bien?
—Sólo estoy cansado, necesito unas vacaciones —suspiró— ¿Qué necesitas?
—Creo que lo mejor sería que Alissa viniera con nosotros —dije rápido, aunque en realidad sólo era una excusa—. Pienso que sería buena idea que se mantuviera con su familia.
Adam me miró de arriba abajo, analizándome, juzgándome.
—¿Su familia? —soltó una risa sarcástica— ¿Estamos hablando de la misma familia que estuvo desaparecida por cinco años?
Apreté los dientes, intentando contener mi genio. A veces Adam se dejaba ver como un tierno corderito, pero eso no le quitaba todo el veneno que a veces derramaba.
—No hables de lo que no sabes —dije entre dientes.
—Tú no hables de lo que no sabes. Ni siquiera sabes si a ella le gustaría irse con ustedes.
—Somos su familia.
—Una que le dio la espalda.
Eso dolió más que una bofetada, pero intenté no demostrarle cuanto me había afectado.
—Si ella quiere venir con nosotros, nada ni nadie va a impedírselo.
—No la conoces —declaró con una sonrisa petulante.
—Oh, cariño —le puse una mano en el hombro, en un gesto de reconciliación—. Eres tú quien no conoce a Alissa.
Me largué de ese lugar, no tenía por qué seguir aguantando sus bobadas. Había sido mi error seguirlo en primer lugar. Solo tenía que enfocarme en mantenerme alejada de él. Adam no era ni por asomo, lo que me había imaginado.
—¡Hey, Al! —entré a la habitación con una sonrisa fingida, mientras mi hermana estaba en la camilla, sonriéndome de vuelta— ¿Cómo estás? ¿Ya no vas a desmayarte?
—No, Adam dice que sólo fue por un tonto recuerdo —bufó, pero no perdió la sonrisa— ¿Cómo estás tú?
La miré a los ojos, sintiendo por dentro que moría. No podía hacerlo, no podía jugar con su mente como si fuera cualquier cosa, además, no quería. La Alissa frente a mis ojos era inocente, no se merecía más sufrimiento, pero yo tenía que hacerlo.
Al menos hasta encontrar una solución.
—Bien, deseando regresar a mi ciudad.
—¿Tú ciudad? —me preguntó con inocencia, sonriendo.
—Sí, también es la tuya. No podemos irnos hasta que no estés realmente bien, ya sabes —me encogí de hombros, intentando actuar natural.
—Oh, lo siento por eso. No sabía que me iría con ustedes.
—Bueno, no puedes quedarte aquí sola. ¿Quién va a cuidar de ti? —vi la duda en sus ojos, poco a poco, estaba convenciéndola.
—Creí que lo haría Adam.
Sentí un ardor en la boca del estómago, pero no podía dejar que viera cuanto me habían afectado sus palabras.
—Estoy segura de que él lo haría con gusto, pero tiene un trabajo y otras responsabilidades aquí. No podrá cuidarte siempre.
—No lo había pensado... —dudó un segundo, pero luego agregó—. Entonces iré con ustedes a la ciudad. No me vendrá mal pasar un tiempo con mi hermana.
—¡Genial! Te prometo que no te arrepentirás —y por dentro, deseé que no lo hiciera—. Tendremos que buscar algunas cosas en tu apartamento. ¿Sabes dónde queda?
Ella me miró pensativa por lo que se sintió una eternidad, para luego negar con la cabeza. Era confuso, ver como alguien podía llegar a perder cada pequeña parte de su memoria. Su cabello estaba mucho más corto de lo que solía llevarlo, mientras el negro resaltaba lo blanca que su piel era.
Mi hermana era bellísima, pero por más que busqué, no logré encontrar ni una pizca de su personalidad. No se veía como la Alissa que yo tanto recordaba.
No podía ni imaginar lo que ella sentía.
—Hey, está bien. Seguro que ese doctor tuyo sabe dónde vives. Le preguntaré la dirección luego. No pasa nada —le sonreí, intentando tranquilizarla.
—Gracias, Hannah. Sé que también es raro para ti, pero haces que todo sea un poco más fácil.
Las lágrimas llamaron a mis ojos. La abracé con fuerza, mientras por dentro era yo quien me derrumbaba. Iba a hacerle daño, nuestra madre se encargaría de ello y yo estaba demasiado asustada como para evitarlo.
Esta Alissa no era en absoluto la misma chica. Era tan suave, tan amable... Mientras que yo siempre la recordé rebelde, altanera y contestona.
Estaría bien, yo me encargaría de arruinar los planes de mi madre, de una forma u otra. Alissa merecía ser feliz.
—Estaremos bien, Al.
Llamé a Adam por teléfono esta misma tarde, preguntándole la dirección del apartamento de mi hermana. No quiso darme una respuesta e insistió en acompañarme, por más que me negué.
Así que aquí nos encontrábamos, en un frío apartamento, carente de todo. Las paredes estaban pintadas de un sobrio color gris, mientras que los muebles eran blanco y negro.
Tenía estilo, pero era demasiado impersonal.
Era extraño no encontrar sus pinturas por todo el lugar, ver algo tan... carente de color. Alissa podía ser una amargada, pero sus colores eran algo admirable. Siempre pintaba todo a su alrededor, incluyendo nuestras vidas.
—No entiendo cómo es que la convenciste.
—Ella quiso venir —me limité a decir.
—Pues voy a convencerla de quedarse conmigo.
Me encogí de hombros, desinteresada. No me importaba lo que él hiciera, al menos eso quise decirme.
De hecho, nos convenía que se quedara aquí, lejos de las garras de mi madre. No pensaba desalentarlo.
—Sólo dime donde está su habitación —le pedí.
—La primera puerta a la derecha —me señaló, mientras miraba por el gran ventanal con aire ausente.
Siguiendo sus indicaciones, llegué a una habitación igual de fría que todo el apartamento. Al menos tenía una cama gigante, cubierta con elegantes y frías sábanas.
Metí gran parte de su armario en la pequeña maleta, tampoco es que tuviera mucha ropa en el armario. Era un apartamento para huir en cualquier momento, eso estaba claro.
Mientras rebuscaba entre sus zapatos, una caja llamó mi atención. Estaba tan al fondo, como si Alissa hubiera querido enterrarla allí y nunca encontrarla.
La curiosidad pudo conmigo. La saqué de su lugar y la abrí, con miedo de que Adam entrara y me consiguiera curioseando.
Era un álbum, uno que yo conocía muy bien.
Fotos de Max y Alissa me recibieron, con la misma sonrisa, los mismos desastres que yo recordaba. Muchas de esas fotos las había tomado yo, siempre estando detrás de ellos, huyendo de mamá.
Sentí mucha nostalgia. Eran buenos momentos que nunca volverían. Después de que mi hermana huyó, Max estuvo buscándola como un loco, fueron meses de desesperación y búsqueda. Yo lo acompañé tantas veces... hasta que se rindió.
Suspirando, metí el álbum en la maleta de Alissa. Si ella veía eso, quizás recordara algunas cosas. Quise aferrarme a esa esperanza.
—¿Terminaste? —me asustó la interrupción de Adam, había olvidado que estaba aquí.
Me llevé una mano al pecho, haciendo un gesto exagerado.
—¡Vas a matarme del susto! —dramaticé, lanzándome en la cama como si estuviera desmayándome.
Lo escuché reír desde la puerta. Sus pasos sonaron apresurados, segundos antes de que su rostro sonriente apareciera en mi campo de visión.
—Tendré entonces que darte primeros auxilios —susurró con voz ronca.
Sentí sus labios rozarme el cuello, mientras que sus manos recorrían mis curvas, apenas un roce suave. Mi respiración se entrecortó, el corazón parecía que se me iba a escapar del pecho. Solté un suspiro tembloroso, mientras le permitía recorrerme entera.
Sabía que estaba mal, sabía que no debía dejarme llevar por sus caricias, por sus leves besos. Él amaba a alguien más y yo debía ser fuerte, negarme,
Sin embargo, solo fui capaz de corresponderle, víctima de su hechizo seductor.
—Eres demasiado hermosa —dijo junto a mi oreja, dejando allí un pequeño beso—. Tan hermosa. Podría dedicarme horas enteras a venerar tu belleza.
Me aferré a sus hombros, presa de una lujuria que era más fuerte que yo. Estaba temblando de la ansiedad, de lo que sus caricias generaban en mí.
—Adam —gemí, sin pretenderlo.
—Dime —pidió mientras seguía con sus caricias.
Sentí mi piel erizarse bajo sus mimos, mi corazón acelerarse a cada segundo. Sentí el deseo consumirme, a pesar de que Adam apenas y me tocaba, sólo me rozaba con la punta de sus dedos.
Yo acaricié su espalda, me permití saborear sus labios, desesperada por sentirlo más cerca de mí. Rogué silenciosamente, apretujando sus músculos.
—Dime —exigió, apoyándose en sus brazos—. Dime qué es lo que quieres.
—A ti —susurré con necesidad.
Adam me besó con intensidad, arrancándome un gemido. Nos entregamos al deseo, a la lujuria, a un sentimiento mucho más allá.
La ropa nos estorbó. No me importó el sitio, ni el momento. Me dejé llevar, sintiéndome, por primera vez en mucho tiempo, querida, apreciada...
Bonita.
Adam me hacía sentir. No entendía muy bien que era lo que generaba en mí, pero me hacía sentir que todo estaría bien, que desearnos no era algo malo.
Y yo, en ese momento sólo necesitaba de alguien a quien le importara.
Hannah a caído víctima de Adam. ¿Se arrepentirá? ¿Creerá que valió la pena? Esta historia es un poco más candente que yo sí te recuerdo.
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