Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 1: No volveré a beber.

—¡Maldita sea! —gruñí, incluso antes de abrir los ojos.

Reconocí la resaca enseguida, apenas fui consciente de mí misma. El fuerte dolor de cabeza, la boca seca y las ganas de vomitar eran solo consecuencias del desastre de noche que había tenido.

No volvería a beber.

Sabía que era una promesa en vano, pero al menos debía intentarlo. El alcohol y sus consecuencias no eran agradables, sobre todo al sentir tanta nauseas por las mañanas.

Me moví ligeramente en la cama, intentando buscar algo de comodidad. Sentía un calor envolvente que no tenía idea de dónde había salido. Me pregunté qué rayos había pasado la noche anterior. Recordaba haber bailado como nunca en mi vida, divirtiéndome como pocas veces. No era usual en mí que me perdiera tanto en una noche, jamás me pasaba de copas y no solía bailar por tantas horas, pero mi cuerpo había necesitado descargar toda la frustración y enojo de los días anteriores.

Había utilizado el alcohol como un escudo para mis emociones, sin recordar que eso no funcionaba a la mañana siguiente. Ahora no solo me sentía como en la mierda físicamente, sino que además seguía siendo un desastre emocional.

Me giré, intentando encontrar un poco de frescura en mi cama cuando lo sentí.

Había alguien más aquí.

De inmediato mis alarmas se dispararon. Me levanté de la cama, enredándome con la sábana, impulsándome hacia el suelo.

Juré que besaría apasionadamente el piso cuando unos fuertes brazos me atraparon en el aire, salvándome el trasero, justo antes de oír un profundo gruñido.

Un par de ojos grises me miraban, me intimidaban. Sus facciones eran un poco toscas, pero en conjunto se veía bastante bien. Sus ojos eran llamativos, enmarcados con unas pestañas que serían la envidia femenina. Sus cejas eran pobladas y su nariz era un poco grande. Sus labios carnosos y sensuales me invitaban a cometer todo tipo de pecados.

El apuesto desconocido me dejó sobre la cama. Se pasó una mano por su cabello castaño, en un gesto de frustración que me tomó por sorpresa.

—¿Siempre eres tan escandalosa por las mañanas? —gruñó, lo que me sacó de mis pensamientos.

Sólo entonces me dio por bajar la vista hasta mi cuerpo.

Estaba desnuda, muy muy desnuda. Grité por la sorpresa y me lancé hacia la sábana, dispuesta a cubrirme.

Al parecer la tomé con demasiada fuerza, porque la sábana que antes cubría el cuerpo del desconocido se deslizó de más, dejándome ver un musculoso y desnudo cuerpo masculino.

—¿Puedes parar de gritar? Harás que mi cabeza explote.

—¿Quién eres? —grité, presa del pánico— ¿Por qué estás desnudo? ¿Qué fue lo que pasó ayer?

Me dejé caer abatida en la cama, suspirando. No podía creerlo, no podía aceptar la idea de que había perdido mi virginidad en una noche loca con un desconocido.

Intenté controlar mi pánico. De nada me servía enloquecer, ya no podría cambiar el pasado. Por cosas como estas, no se debía beber hasta perder la conciencia de uno mismo.

—¿No recuerdas nada? —preguntó el tipo. Vi como buscaba cubrirse con la sábana, aunque pareció rendirse y sólo se levantó, con confianza hacia su desnudez y se dirigió hacia el armario.

Quité la mirada, avergonzada. Este hombre no tenía pudor alguno.

Tenía un buen cuerpo, pero no quería que me tildara de pervertida. Era modelo, sabía apreciar la belleza masculina. Admitía que tenía unos buenos músculos, unas piernas tonificadas...

No, no debía seguir ese hilo.

—No —susurré. Dirigí la mirada hacia mis manos, como si fueran la cosa más interesante del mundo.

—Pues, tu y yo nos conocimos anoche, en la discoteca. Bailamos juntos un par de horas y terminamos aquí —explicó con tranquilidad. Su voz era profunda y ronca, suave y armoniosa.

—¿Y ya? —pregunté con incredulidad— Te aprovechaste de una chica borracha que viste en una discoteca y ya.

Debí suponer que mi comentario lo haría molestar. De inmediato dejó lo que sea que estuviera haciendo y se colocó frente a mí. Al menos ya tenía puesto un pantalón de mezclilla, pero podía ver sus abdominales. Seis, conté satisfecha. Su ceño se encontraba fruncido, sus manos crispadas. No me causó miedo, sin embargo, me sentía intimidada.

—No me aproveché de ti. Estaba igual o más borracho que tú, no es mi culpa que sólo yo recuerde lo que pasó anoche, Hannah.

—Lo siento —susurré.

Realmente lo sentía, no quería que se enfadara conmigo, no quería pagarla con él por mis errores.

El desconocido, por más que mi primera impresión sobre él estando sobria no fue la mejor, se notaba a leguas que era una persona de moral intachable, era lógico que se molestaría.

—Lo hecho, hecho está —refutó, alborotándome el cabello como si fuera un crío—. Deja de atormentarte con lo que ocurrió anoche. ¿Por qué no te vistes y vienes a desayunar conmigo?

Él sonreía. Era definitivamente una persona amable que lograba tener un efecto calmante en mí. Con lentitud, asentí con la cabeza.

Sí, podía aceptar un desayuno. Digo, ya había compartido con él mi cuerpo. ¿Qué diferencia hacía un desayuno?

—Perfecto, estaré en la cocina. No tardes.

Y se retiró.

El dolor de cabeza por la resaca y la incertidumbre iban a terminar conmigo, pero más me atormentaba no recordar nada de lo que había ocurrido entre él y yo.

No me importaba la idea del sexo casual, no tenía nada de malo. Si dos adultos responsables se sentían atraídos el uno por el otro, no veía porque no podrían consumir su deseo.

El problema es que yo no me sentía una adulta responsable.

Tenía pensado tener mi primera vez con alguien a quien amara. No era como si estuviera reservándome para el casamiento ni nada parecido, pero al menos esperaba hacerlo especial, no una noche de sexo casual con un desconocido, por más amable que fuera este.

Esperaba hacerlo con una persona con la que sintiera confianza. No quería solo entregar mi cuerpo, quería entregar mi corazón.

No todo puede salir de la manera en la que esperábamos, pero me sentí un poco decepcionada de mi misma.

Me resigné.

Ya no podía regresar el tiempo atrás, por más que lo deseara. Busqué mi ropa por la habitación. La noche pareció ser más salvaje de lo que pensaba, pues apenas me moví, sentí un ligero dolor en mi parte íntima.

Salvajes, pensé. Éramos un par de salvajes.

Mi ropa estaba regada por la habitación, pero era lo único que estaba desordenado. Tal parecía que el desconocido era un adicto a la limpieza y el orden.

Con pasos dubitativos, me acerqué a la cocina, pasando a través de la sala. Era un apartamento espacioso y elegante, pegaba por completo con lo poco que había visto de su propietario. Las paredes eran de un elegante gris, mientras los muebles variaban entre negro y blanco.

Lo encontré revolviendo algo en un sartén. Se había colocado una camiseta, entorpeciendo mi vista de sus abdominales. Había disfrutado el espectáculo de él con solo el pantalón de mezclilla. Lucía cómodo y seguro mientras se movía en la cocina.

—¿Puedo ayudarte en algo?

—Ya estoy terminando, puedes sentarte por aquí —me señaló hacia el taburete.

Me senté, mientras lo observaba servir los huevos revueltos en los platos. Mi estómago rugió del hambre. No había comido nada la noche anterior, quizás por eso la bebida me había afectado de más.

—Espero que te guste, no soy muy bueno cocinando, pero me defiendo.

Ambos empezamos a desayunar en un silencio un poco incómodo. La comida estaba deliciosa, sin embargo, no tenía demasiado apetito. Quería irme de allí y no volver a verlo jamás. No era de mala forma, incluso podía decir que me caía bien, pero era un constante recordatorio de que no había hecho las cosas bien.

—¿Cuántos años tienes, Hannah?

—¿Perdón? —había estado perdida en mis pensamientos, pero volví a la realidad al escuchar su pregunta.

—¿Cuántos años tienes? —repitió, con una paciencia que me sorprendió. Normalmente la gente se enfadaba conmigo por no prestarles atención, pero él se veía relajado.

—Tengo diecinueve años. ¿Qué hay de ti?

—Eres sólo una niña —frunció el ceño, ignorando mi pregunta.

—Pues ayer no te parecía tan niña.

—No tienes el cuerpo de una —dijo con voz ronca, repasándome con la mirada.

—¿Cómo te llamas? —pregunté con vergüenza.

—Así que eso también lo olvidaste. Me llamo Adam.

—¿Y a qué te dedicas, Adam?

—Soy doctor. Pero cuéntame de ti, Hannah.

—Pues —dudé un poco, no era muy buena hablando de mí misma—. Soy estudiante de administración de empresas.

—¿Ah, sí? ¿Y cómo te va? ¿Te gusta? — él parecía sinceramente interesado en saber de mí.

Eso fue diferente. No esperaba que él se viera tan sincero mientras me preguntaba sobre mi carrera. No era la primera vez que me lo preguntaban, pero Joseph ni siquiera había esperado mi respuesta antes de cambiar el tema.

—Me va muy bien, pero no siento que sea lo que realmente quiero. No me veo todo el día en una oficina —le confesé. No le había dicho a nadie, pero sentía tanta confianza con él.

—Entonces no veo por qué sigues estudiando eso.

—Por mis padres. Ellos quieren que me haga cargo de todo.

Me arrepentí apenas lo dije, no quería que nadie supiera quién era yo. Por más confianza que tuviera, seguía siendo un desconocido. No podría estar segura de que apenas supiera con quien estaba tratando realmente, no se convertiría en alguien peligroso y enamorado del dinero.

En el mundo del modelaje se había visto de todo, por lo que siempre había que andarse con cuidado. De hecho, debería mandarle un mensaje a mi hermano para avisarle que estaba en un lugar desconocido, pero no quería angustiarlo.

—Pues que contraten a alguien más. No tienes que hacer algo que no te gusta sólo porque ellos así lo quieren —dijo, para mi sorpresa.

Adam rompía mis esquemas. No era la persona que esperaba. No era el típico chico malo que se aprovechaba de la tonta e ingenua rubia.

—Tienes razón. ¿Qué hay de tu trabajo? ¿Cómo es la experiencia real de ser un doctor?

—Es extenuante. La vida de otra persona depende de tus decisiones, de tus acciones. Y lo peor es saber que no siempre podrás salvarlos a todos.

Nunca había pensado en ello. Esperaba que él respondiera sobre lo genial que se sentía salvar una vida, no que se lamentara por las vidas que no podría salvar.

Observé su rostro como si lo viera por primera vez. Se veía cansado, agotado, sin embargo, se había levantado a hacerme el desayuno, se había encargado hacerme sentir bien a pesar de todo.

Me levanté del taburete, el plato tenía más de la mitad de la comida, pero ya no tenía hambre. Me acerqué a donde él estaba y lo obligué a mirarme a los ojos.

—No pienses en lo que no puedes hacer, enfócate en todas las personas a las que has ayudado y las que ayudaras. Se necesita mucha fortaleza para tu profesión, pero creo que la tienes.

Me sentí orgullosa de mí misma cuando lo noté sonreír. Su sonrisa entibió mi corazón, incluso hizo que latiera mucho más rápido, como si el sólo hecho de estar cerca el uno del otro fuera suficiente para alterar mis sentidos.

Nos quedamos viendo a los ojos por unos segundos que se sintieron eternos.

—Eres muy hermosa.

Me sonrojé un poco. No era la primera vez que me decían hermosa, mucho menos al ser una de las modelos más reconocidas del país. Era una suerte que Adam no supiera quién era yo.

—Gracias.

Iba a decir algo más, cuando su teléfono sonó. Como si un balde de agua fría le fuese caído encima en ese momento, Adam se levantó corriendo. Tuvo lo que parecía una especie de discusión con la persona al otro lado del teléfono, incluso parecía nervioso.

Quizás tuviera novia.

Ese pensamiento me hizo sentir peor. Existía la posibilidad de que me hubiera convertido en la amante, en la otra.

La sola idea me dio asco.

Yo respetaba las relaciones. Sabía que no era una buena persona, pero yo respetaba a las personas casadas. Por supuesto que yo no lo sabía al momento de acostarme con él, pero de seguro se enojarían conmigo.

Y eso era un poco absurdo, si debía admitirlo. Él que debía fidelidad -en caso de que Adam estuviera en una relación- era él. Solo él. ¿Tenía yo la culpa? No, porque era una información que me faltaba al momento de hacerlo. Cada quién podía verlo como quisiera. Ser la amante no debía ser un pecado, no cuando no tienes conocimiento de que están engañando a alguien más contigo. No cuando tú eres una víctima más en ese juego.

Pero me juzgarían a mí. No a él.

A mí.

Él volvió al comedor, apenas me dirigió una mirada antes de decirme que podría dejarme donde fuera que me quedara, pero que tenía que salir.

Su reacción me confundió, habíamos estado pasándola bien, habíamos conversado y creí que incluso podríamos quedar en buenos términos.

Algo al estilo "¡Hey! Me acosté contigo, pero podemos ser buenos amigos".

Reí en mi mente al pensar en esa situación. No, sin duda no podríamos mantenernos cerca el uno del otro.

No dije nada mientras recogía las pocas cosas que tenía en su departamento y luego se metía en su habitación a cambiarse de ropa. Podía reconocer cuando alguien no me quería cerca. Al menos se ofreció a llevarme de vuelta al hotel donde me quedaba.

Al menos no era tan capullo.

O eso creía. 


¡Y así, empezamos esta historia! Estoy probando algunas cosas, pero creo que este estilo me gusta más. 

¿Qué les pareció? Hannah no es tan mala y Adam no es tan bueno. Estoy tan entusiasmada con esta historia. 

Los amo. 


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro