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XX-Que se quieran.

Lo bueno de los vampiros es que podían sanar rápido y eso pasó con Simón, después de unos días este ya andaba molestando por el hotel cómo la primera vez.

Había tenido visitas, todas las chicas con lo cual Simón había estado habían caído a la puerta, haciendo que Raphael se encerrará en una de la sala y les ordenara solo una hora de visita.

Y así había pasando ese día, la chica pelirroja ya se estaba yendo, o eso le había informado Lilit, espero poder la llegada de Simón hacia donde estaba el.

—Raphael.

Simón venía cantando su nombre para después cerrar las dos puertas detrás de él, este se paró para conseguir un trago.

—Simón ¿Qué necesitas?

Se dio vuelta para mirarlo mientras tomaba un sorbo, casi se le cae de la boca cuando vio cómo Simón estaba sentado, estaba apoyado en el sillón con las piernas un poco abiertas, este sonreía.

— ¿Puedes darme un poco?

El mayor comenzó a caminar hasta el mientras sentía su boca resecar, se sentó a su lado y le tendió el vaso, pero el menor solo abrió su boca esperando su siguiente paso. Raphael sabiendo que le estaba provocando, siguió su juego mientras llevaba el vaso a sus labios para hacer que un poco de sangre cayera por ellos, separó la copa y acercó su cara a la del menor para sacar la lengua y pasarla por donde estaba la sangre.

Los labios del menor se abrieron un poco para dejar escapar un jadeó y Raphael aprovechó para meter su lengua y comenzar a besarlo con fervor, dejando que la copa cayera al suelo mientras Simón comenzaba a subirse a sus piernas.

No había podido resistir a las provocaciones de Simón y lo odiaba por no tener autocontrol.

Raphael comenzó a acariciar bajo su remera mientras dejaba los labios del menor y bajaba a su cuello.

—Te odio Raphael ¿Por qué eres así? me provocas, no puedo.

Los dos se alejaron un poco y se miraron, Simón tenía los labios medios abiertos mientras que Raphael luchaba para mantenerse controlado.

— ¿Yo provocarte? Tú lo haces, siempre lo haces— dijo Raphael.

Mientras acariciaba la espalda del menor.

—Sabias que tú me atraía, y me dejabas salir con Clarissa, Isabelle y Maia, nunca hiciste nada.

Raphael lo miró sorprendido.

—Y no te pusiste celoso, y cuando estabas con aquella muchacha yo sí lo hice y te reíste de mí.

—Si lo hice, si me puse celoso, solo que tú eres ciego— interrumpió Raphael— Cállate y terminemos esto que tú empezaste.

Comenzó a dejar besos, primero en su cuello mientras subía a su oreja para besarla detrás de ella.

— ¿O tienes miedo polluelo?

Simón corrió la cara y buscó sus labios para comenzar a besarlo y comenzar el juego, la provocación siempre llevaba a algo, y eso estaba por llegar los dos.

La ropa comenzó a ser sacada, Raphael no le importaba que algunos de los vampiros entrarán, y Simón parecía que menos le importaba.

El mayor acomodó a Simón bajo él en el sillón, mientras comenzaba a bajar dejándoles besos en el abdomen para después bajar al miembro erecto, mirando al menor que este también le miraba metió el miembro en su boca llevándose hasta el fondo.

—Oh, Raphael— gimió Simón— cuando dijiste que no era de estar interactuando​ con chicas, ahora todo encaja.

Raphael comenzó a bajar y subir escuchando los jadeos por parte del menor. Después de unos minutos, sintiendo como las piernas de Simón temblaban este se detuvo mientras se arrodillaba en el sillón, el menor estaba quejándose de haber dejado su trabajo.

—Indirectas discretas— bromeó Raphael— ¿Estás preparado?

Simón asintió, después de un rato de caricias y preparación como Raphael acomodaba su miembro en la entrada del menor, subiendo las piernas de este para tener más comodidad.

—Ten cuidado, soy virgen, más virgen que... Ahh.

Raphael ya estaba entrando, sintiendo como la entrada de Simón era muy estrecha.

—Simón, cálmate, si quieres parar dilo.

— ¡¿Cómo puedo calmarme cuando tu pene está dentro de mí?!

—Tú quisiste esto.

—Bésame—susurró Simón.

Y este obedeció, comenzó a besarlo mientras sentía como Simón se suavizaba, comenzó a moverse mientras todo volvía a calentarse, no podía odiar a ese pequeño, irritable, charlatán del polluelo.

Raphael hizo lo posible para mantener la calma y hacer el amor al muchacho, a veces cambiaba de ritmo para solo escuchar los suspiros del polluelo.

— Es un placer inexplicable.

Los minutos pasaron, y los ritmos aumentaron haciéndole llegar al clímax, los dos dándole el fin a los últimos suspiro, Raphael se desplomó arriba de Simón sintiendo como este lo abrazaba.

—Raphael Santiago, yo, yo te quiero.

Raphael alzó un poco la mirada y sonrió.

—Yo te odio, por quererte.

Odiaba a Simón por quererlo tanto.

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