XI- Que le fascine Isabelle Lightwood.
Raphael estaba en su habitación sentado cerca de la ventana mientras tenía de fondo una canción suave para relajarse un poco. como sabía hacer todo sus días, y así no tener que seguir sus instintos de ir y buscar a Simón. Comenzó a tocar la ventana mientras dejaba que su dedo hiciera garabatos invisibles en ella, cuando la puerta fue tocada.
— Pase.
La puerta se abrió después de unos momentos haciendo que el mayor corriera la mirada y observará quién estaba entrando, sorprendiendo a ver a Simón en su vista, aún era de día como para llegar al hotel.
— Hola Raphael ¿Puedo hablar contigo?
El mayor apagó la música mientras se levantaba de donde estaba sentado y acomodaba su chaqueta.
— ¿Cómo llegaste hasta aquí?—Preguntó Raphael—Si... ¿Qué quieres?
Vio cómo Simón se adentraba a la habitación y se sentaba en la cama, el polluelo después de su segunda cita ya había dejado de aparecer y hasta lo creía muerto, doblemente muerto.
— Clarissa hizo un portal— dijo Simón— sucede que necesito un consejo.
Raphael arqueó las cejas mientras se sentaba a su lado.
— Dale, habla polluelo.
El chico parecía nervioso.
— Trata de una chica.
Al mayor ya no le gusto ¿Cuál de todas las chicas se trataba?
— ¿Quieres que te de consejos de chicas? Porque si lo has notado no estoy familiarizado con ello.
Simón lo miró molesto.
—Escúchame— dijo Simón— pasa que esta chica es grandiosa, tiene un cuerpo de infiernos, es hermosa y lucha como alguien de mucha experiencia.
Raphael cerró los ojos y colocó sus pulgares a cada lado de su nariz.
— Estás hablando de la Isabelle Lightwood ¿No?
Simón comenzó a asentir mientras se tiraba en la cama.
— Me encanta, me fascina, me tiene... Uf loco, loco— dijo Simón.
A Raphael no le gustaba lo que escuchaba.
— Pero la chica Lightwood está saliendo con una Seelie— dijo Raphael.
Vio cómo Simón se sentaba y gruñía molesto.
— Ya lo sé— dijo Simón— gracias por hacerme acordar de eso.
Y se levantó para irse sin antes agregar.
—Gracias por tu ayuda— dijo molesto.
Para irse por la puerta mientras que él se quedó ahí frunciendo el ceño y levantando los hombros mientras bufaba porque Simón era molesto, idiota y ahora lo había dejado en modo enojado.
Odiaba que el polluelo le fascinara aquella Nephilim.
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