❈•≪Special 2. Unexpected meeting≫•❈
Seonghwa guardó su móvil mientras una suave y cálida sonrisa se mantenía surcando sus labios libremente. Su cabeza meneó y continuó caminando.
Adoraba a su bajo amigo, realmente era especial para él y lo quería, demasiado. Pero su descompuesta y caótica persona, le era divertida y difícil de no molestar.
Sin dudas su pasatiempo favorito era ese; molestarlo. Era demasiado fácil y entretenido.
Dejando eso de lado, haberle llamado fue festivo aparte de interesante. Hablar con Hongjoong siempre era una mezcla entre la primera y la segunda, como también, la frustración y la desesperación se irían colando, lentamente, entre ellos. Haciendo la interacción más ¿dinámica?
No estaba muy seguro, pero así es como las cosas eran y estaban bien con eso.
«Ay tonto, ciego y bajo Hongjoong. ¿Qué deberíamos hacer contigo?».
El castaño revolvió sus hebras y esquivó un par de distraídos como alegres chicos, pensando en el pelinegro y lo, ridículamente compleja que hacía su vida, o aquella parte que involucrara a su dongsaeng.
Entendía, era primerizo en cosas como el romance y los chicos, pero aún así, ¿por qué no actuar como en verdad quería hacerlo? ¿por qué reprimirse como enredarse en pequeñas cuestiones que no eran, realmente importantes?
«Miedo» fue la respuesta que su cerebro le murmuró gentilmente.
Su amigo temía fallar, temía ser rechazado por el alto chico de dorada tez como también, temía espantarlo o algo parecido. Lo que era simplemente estúpido, como a su misma vez, reforzaba la idiotez de Kim y la poca capacidad intuitiva que el mismo poseía.
Park meneó su cabeza y sus ojos rodó, ¿es que su amigo no lo notaba? ¿realmente no se daba cuenta de cómo Song lo miraba, de la particular forma en que lo trataba o de cuán al pendiente estaba de su persona?
«Estúpido. Sin dudas Hongjoong es un auténtico estúpido».
Tras suspirar profundamente, Seonghwa detuvo sus pasos frente a un cruce peatonal, a lo lejos una brillante y rojiza luz le negaba a él y a otras personas el avanzar.
En su mente, el alto y blanco castaño pensó en el dongsaeng de su amigo y si bien éste había hecho el 70% de todo lo que involucrase a ambos, ¿por qué no hacer más y ser más crudamente directo?, su amigo era lento o tal vez despistado, daba igual y era lo mismo. Por lo que, claramente, tardaría aún más en avanzar y exigir, valga la redundancia, más.
Aunque también comprendía que el menor no podía hacerlo todo ¿cierto?, es decir, Hongjoong también tenía que poner de su parte y actuar como realmente quería hacerlo y pedir aquello que quería.
«Ambos son unos estúpidos».
Seonghwa asintió para sí ante su conclusión y avanzó, la luz era ahora verde y hubiera seguido analizando la situación del pelinegro y el pelirrojo, porque nada más interesante surcaba su mente, de no ser por la apresurada, cabizbaja como dubitativa figura que a su lado pasó y con su vista en lo que, escasamente, pudo ver e identificar como un móvil.
Curioso y con su interior revuelto, avanzó, siguiendo a la figura de interés con incertidumbre y nerviosismo en él. Su corazón cobró vida y resonó en su pecho tan pronto el chico se detuvo y su rostro viró, viendo hacia la izquierda.
En ese mismo perfil y cerca de su ojo, una rectangular como, a su misma vez, irregular marca yacía. Distintiva e inconfundible. Única.
—Yeosang...
Inconscientemente, el nombre escapó de sus labios, en un murmullo claro como entendible, atrayendo la mirada del adolescente que yacía parado y confundido a unos pocos pasos de él, tal vez a unos seis o siete.
Su corazón se desbocó y casi estalló del asombro, unos avellanados y medianos orbes le observaban, atónitos e incrédulos.
Yeosang estaba allí, pasmado y en una especie de trance. Seonghwa no podía creerlo y eso que lo estaba viendo. Y es que, ¿qué hacía su menor allí, en Jinju? ¿y dónde diablos habían quedado sus claras y gastadas hebras rosadas?
—Te ves bien.
Su dongsaeng parpadeó varias veces y pareció volver a la realidad, puesto a que sus mejillas ardieron en un leve rosa como sus avellanados orbes rehuyeron de los suyos, clavándose en el suelo.
—Gracias..., supongo.
Y no se refería a las lindas prendas que vestía o a su nuevo y castaño tinte, para nada.
Se refería a su saludable apariencia. Sus preocupantes y negras ojeras, ya no estaban. Sólo había un sutil gris en su lugar, el cansancio en sus ojos parecía ya no estar al igual que la pesadumbre arrugando como decorando, su semblante.
Parecía sano y compuesto, eso le alegró como le alivió. Y que no huyera de él, también.
—¿Qué haces aquí?— cuestionó el castaño mayor, ladeando su rostro y avanzando unos cuatro pasos más cerca de su menor.
Yeosang alzó su vista y, torpemente, su móvil guardó—. Visitando los alrededores de mi ciudad natal.
—¿Y eres de...?
—Pohang.
«¿Pohang?... ¿Pohang?».
—¿Queda en Gyeongsang del Norte, cierto?— se aventuró, dubitativo. Y su menor asintió de manera corta y vaga—. Vaya, esto es inesperado como sorprendente.
—Ciertamente lo es.— concordó tras volver a asentir, suave pero firme.
—¿Ibas a un lugar en particular?— cuestionó Seonghwa, disfrazando su desbordante interés en un afable tono como en una apacible mirada—. Lucías confundido.
El contrario ardió y su sonroso volvió—. Se supone que a una pequeña feria pero fue ayer y confundí los días y...— sus labios se torcieron en una pequeña mueca como su mano derecha fue a parar a su brazo izquierdo, el cual pellizcó suavemente por los nervios—, y mi bien planeado día se fue por la borda.
Seonghwa asintió y no lo pensó, su preciado dongsaeng estaba ante él luego de no haberlo visto por, ¿tres semanas?, seguramente.
El hablarle, verle o simplemente estar con él fueron necesidades que eclipsaron, completamente, su auto-encargada tarea de realizar las compras. En ese momento, y para él, no había nada que imperase más que Yeosang.
—¿Qué te parece si te llevó a ciertos lugares?— propuso tras ladear su rostro y suavizar su mirada y facciones—. Conozco el lugar, aquí nací y viví por unos años.
Yeosang apretó sus labios y se negó a pronunciar aquella inmediata y automática respuesta que a su persona había llegado tras la propuesta de su mayor.
«Lo sé», descarada afirmación que quiso huir fuera de sus delgados y brillantes labios sin su consentimiento. Y es que, el ahora castaño, sabía aquello puesto a que, pocas semanas después de haberlo visto la primera vez y hace meses atrás, el impulso de querer saber algo sobre él, brotó. Insistente e irrefrenable.
Por lo que, tras conversar de manera casual con su mejor amigo y tras persuadirlo de manera convincente, consiguió que hablase con algunas personas y conocidos. Días después, obtuvo su nombre y edad, una semana después de eso, su materia favorita y muchos días después, que provenía de Gyeongsang del Sur. Más precisamente, de Jinju.
Kang no era un acosador ni nada parecido, simplemente y tiempo atrás, su mayor realmente le obnubiló. Lo encantó con una sencillez alucinante y, naturalmente y al ser tímido como alguien que se negase a interactuar con personas a las que no conocía de nada, buscó ayuda en su bajo mejor amigo. Y sí que le ayudó.
—¿Yeosang?
El nombrado parpadeó y miró al chico que, extrañamente, parecía estar más cerca que antes. Sacudió su cabeza y pensó, rápidamente, en su propuesta.
Luego de que su corazón hubiera sido despedazado y su alma descuartizada en infinitos como irreconocibles pedazos, su alimentación como sueño se vieron perturbados por dos semanas. Atroces, cabe señalar.
Y no es que se negara a comer, simplemente tenía poco apetito o, muchas veces, no tenía nada y aunque se forzara a comer, aquello ingerido terminaba haciéndole mal. Fatal. Con su sueño no era diferente, podría estar agotado y podría querer dormir, pero algo dentro de él se negaba a ceder, el dolor en su pecho era insoportable y la culpa en el mismo por haberse confesado, sumamente sofocante.
La situación le agobiaba tanto que terminaba llorando, culpándose y regañándose por haber hecho lo que no debió; sincerarse con su preciado hyung. Consecuente a eso, pronunciadas y oscuras ojeras aparecieron bajo sus cansados y, casi siempre, irritados ojos.
Tras hablar con Hongjoong, su culpa disminuyó y comprendió que, la ausencia de Seonghwa no se debía a él precisamente, ni a su declaración. Sino al castaño mismo, quien tenía cosas que asimilar y otras que analizar.
Los reclamos de Wooyoung y sus dulces palabras como constantes ánimos, le ayudaron a entender que, no tenía porqué recriminarse algo ni mucho menos regañarse por cómo se desenvolvió la situación. Pasó de la forma que debió pasar y ninguno tenía la culpa de nada.
Las gentiles y suaves palabras del novio rubio de éste, le ayudaron también. Lo que le sorprendió, es decir, sus interacciones eran escasas y se habían visto un par de veces en contadas situaciones. Por lo que no esperó aquel entrañable gesto de su parte.
«No te diré que no llores, porque llorar está bien y eres un ser humano. Tienes que hacerlo porque te importa y, al final del día, es una forma de sanar. Es la forma que tu corazón encuentra de hablar ¿de acuerdo?. Estás enamorado y aunque no fuiste correspondido, no te rindas».
Apenas terminó de hablar, él lloró y el rubio que por nombre tenía San, se alarmó tanto que no supo cómo consolarlo. Minutos después y antes de que su mejor amigo llegara con los helados que había ido a comprar por su cuenta, se calmó y le agradeció. Gracias a sus palabras comprendió que, por más que doliese y fuese la sensación más desgarradora y mortificante que alguien pueda vivir, un corazón roto no es algo que pueda evitarse.
Era una experiencia que, aunque poco agradable, debía vivirse. Experimentarse en su esplendor más brillante. Además, nadie se moría por un corazón roto.
Seonghwa no tenía la culpa de eso ni él tampoco. No habían culpables.
Suspiró e ignoró el ligero saltó de su corazón como la amarga sensación que le acompañó. Entendió cosas y las aceptó, sí. Pero Seonghwa estaba ante él, siendo tan amable como dulce que dolía. Su enamoramiento de meses no se esfumó ni disminuyó, aún así, estaba más tranquilo y compuesto que días anteriores.
Lo que agradeció y le ayudó a afrontar la situación más apropiadamente.
—Sería tonto de mi parte no aceptar.— terminó diciendo mucho después, sonriendo de manera suave pero decidida—. Y volver sería aún más tonto.
Park sonrió y su interior se relajó, por un momento y ante la analítica como absorta apariencia del ahora castaño, pensó que su respuesta sería una negativa. Pero no lo fue y se alegró.
—Calle arriba hay un café, ¿desayunaste?— inquirió el más alto una vez comenzaron a caminar.
—De hacerlo habría estado aquí más tarde.
«Y no nos habríamos cruzado».
—Vayamos a que desayunes entonces.
Silenciosos y algo tensos, ambos chicos caminaron hasta dicho café y una vez en éste, notaron las pocas personas que allí habían a pesar de ser las diez de la mañana; dos mujeres en una mesa y tomando, aparentemente café mientras conversaban bastante animadas, un solitario hombre mayor leyendo el periódico y un grupo de cinco adolescentes.
El pequeño lugar tenía buena pinta; acogedor, muebles elegantes y cómodos y una decoración sutil pero también elegante como moderna.
—Deben tener panecillos y postres, tienes que comer algo también.
Yeosang le miró de soslayó y suspiró débilmente, su corazón había vuelto a brincar—. Tenemos que comer.
Seonghwa quiso objetar, expresar que ya había desayunado pero calló, al menor no le gustaba cuando solamente él comía y nadie le acompañaba y simplemente se le quedaban viendo, le era incomodo como molesto.
Razón para su ya mencionado silencio.
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Una hora después, ambos chicos habían terminado en una banca de una pequeña plaza y de no ser por los pequeños y ruidosos pero encantadores infantes que allí habían, jugando y saltando animadamente, tal vez estarían solos o no.
Imposible de saber a ciencia cierta.
Eso sí, de sus bocas no salían palabras, sólo bajos suspiros y es que ambos, individualmente, estaban enfrascados en sus propios y revueltos pensamientos.
—¿Qué tal tus clases de japonés?— inquirió Seonghwa tras siete desesperantes minutos.
Yeosang le miró fugazmente y sonrió para sí—. Mi pronunciación sigue siendo todo menos buena, tengo algunos fallos gramaticales y la escritura es lo único destacable.— respondió y resopló, se esforzaba pero los idiomas no eran su fuerte, honestamente.
—¿Sigues estudiando dos horas más aparte de las clases con tu profesora?— el chico a su izquierda, asintió—. ¿Tienes los consejos que te escribí?
—En la parte final de mi cuaderno.
—Bien, ¿sigues practicando tu habla antes de dormir?
—Diligentemente.— aseguró tras asentir.
—¿Qué tal tus clases?
—Nada ha cambiado.— murmuró entre dientes, viendo a los pequeños correr y perseguirse tan libre como alegremente, sonriendo con fugacidad—. Aunque la profesora de matemáticas ya acepta y reconoce que yo hago mis tareas, ejercicios y pruebas. No alguien más.
—Tardó.— masculló ligeramente fastidiado.
—No es importante.
Seonghwa miró a su ahora castaño dongsaeng y suspiró, aquello no era cierto, ambos lo sabían. ¿Cómo no sería importante?, ser acusado de pagarle a un compañero, supuestamente, más "calificado" que él para que le hiciese las tareas y aseverar, frente a el resto de compañeros, que tenía la certeza de que, sin lugar a dudas, hacía trampa en las pruebas.
Aquello era más que importante y, en cierto punto, también era humillante.
Y aunque en un pasado su menor le hubiese contado cuán divertido se le hacía oír a su paranoica profesora de avanzada edad decir aquello, ambos sabían que fingía y, realmente, le indignaba como le mosqueaba.
Ser acusado de semejantes actos frente a sus compañeros con la esperanza de tener razón, era ofensivo. El chico era listo, ¿por qué era tan difícil de creer?
—Se te formaran arrugas como sigas frunciendo el ceño tan insistentemente.— Seonghwa parpadeó y miró a su ameno dongsaeng sonreír con la vista al frente—. Ya no es importante, en serio.
—No te creo.— murmuró mientras sus brazos cruzaba, viendo al frente también—. Siempre le restas importancia a todo, aunque te afecte.
El contrario se encogió de hombros y le miró, tendido—. Puede que tengas razón, aún así, es como soy.
—Lo sé.— aseguró tras bufar—. Y por ello te regañaba.
Yeosang rió con suavidad y asintió—. Constantemente.— agregó tras el cesar de su risa—. Y solía pensar en ti como alguien irritante. ¿Cómo terminaste gustándome?
Seonghwa se tensó y posó sus ojos en Kang, éste se encontraba con su rostro virado en su dirección mientras sus ojos le veían también, sosegados y dulces mientras su expresión completa se mantenía apacible.
No era un reclamo, sino que, era un simpático comentario. Una pequeña y nada sañosa broma.
—¿Qué puedo decir?, soy bastante simpático.
—Simpáticamente molesto.— corrigió con suavidad para luego volver a reír, bajo y entre dientes ante la indignada mirada recibida—. Broma.
—Tus bromas siguen siendo muy malas.
—Wooyoung sigue siendo mi mejor amigo.— musitó Yeosang, suspirando y encogiéndose de hombros.
—No puedes echarle la culpa a quien no está.— replicó Park, meneando su cabeza sin dejar de verle.
—No se enterará.
Seonghwa sonrió y el interior de su pecho se calentó, una acogedora como alegre sensación le inundó e hizo que su sosegado corazón, brincara con suavidad y notoriedad.
Ese era su dongsaeng de siempre, el que conocía y con el cual había estado interactuando por largos meses.
Ese era su Yeosang y el que le gustaba ver.
—¿Cómo estás llevando la relación de Wooyoung con San?
—Mucho mejor, ya no soy tan inmaduro al respecto.
—Nunca lo fuiste.— objetó el castaño mayor, meneando su cabeza con ligereza—. Es tu mejor amigo y, sin él darse cuenta, te estaba haciendo a un lado para brindarle su completa atención a San.— agregó en un ameno tono—. Es normal que te sintieras desplazado y celoso.
—Y ahora lo entiendo y ya no tengo tantos conflictos y miedos.— aseguró y sus ojos movió a los brillantes de su mayor—. Además, San no es mal chico.
Seonghwa suavizó aún más sus facciones como dulcificó su mirada en sí, y es que, estando con Yeosang, no podía evitarlo. Él adoraba a ese chico en demasía y tan profundamente que, como ya se dijo, le era inevitable no ser de esa forma con él.
Alzó su mano y la llevó a la cabellera ajena, acariciando sus hebras cariñosamente—. Me alegra saberlo.
El corazón de Yeosang, brincó ante la caricia, contento. De la misma forma que se retorció, necesitado. Y sus martillantes palpitaciones se asemejaron a suplicantes gritos. Porque su corazón quería más del contrario.
Él mismo quería más de éste.
Sus mejillas se calentaron y se tornaron de un sutil pero aún así visible rosa, sus ignorados nervios aparecieron con mayor insistencia y fervor, desestabilizando todo en su interior y su bien construida compostura también. Tembló y avergonzado sonrió, apartándose con suavidad.
Queriendo no ser obvio pero consiguiendo serlo.
—Sí esto...., creo que debería volver.— murmuró, viendo la hora en su móvil, eran poco más de las doce. Y antes de que Seonghwa pudiera replicar, el móvil de su dongsaeng sonó, una llamada—. Hola..., sí eh, ¿te acuerdas de Seonghwa-hyung? sí, sí, sí. Estaré allí en..., ¿una hora?, tal vez. No se vayan sin mí, sí, nos vemos.
—¿Tu madre?— el menor asintió, guardando el aparato.
—Olvidé que iríamos por helados y a una feria.— informó, levantándose y siendo imitado por el contrario—. Fue agradable verte..., creo.— agregó y sus delgados y brillantes labios se torcieron en una pequeña y vacilante mueca.
Seonghwa sonrió—. ¿Quieres que te acompañe hasta...?
—No es necesario.— interrumpió y sus manos movió, negando con rapidez—. Soy capaz de volver por mi cuenta, recuerdo el camino y tengo mi celular.
—¿Seguro?— cuestionó con una de sus cejas enarcada, desconfiado.
—Seguro hyung, adiós.
El castaño no pudo hacer más que corresponder a la despedida contraria y verlo marchar con seguridad, sin ver atrás.
Suspiró y se dejó caer en la banca con pesadez, la calidez en su pecho había mutado y ya no era ni dulce ni, valga la redundancia, cálida. Acogedora y familiar, como siempre había sido. Ahora era fría y parecía quemar, lastimando como alterando el sosiego de su corazón.
La sensación no le gustó y una incómoda expresión realizó, sacudió sus hebras y se levantó, su móvil había comenzado a sonar, su padre le llamaba.
Y es que, se supone, él iba a realizar las compras, para eso le habían dado dinero. Pero como se dijo, se supone, porque había hecho muchas cosas, menos la que debía, pero no lo culpen. Llevaba semanas sin ver o hablar con Yeosang y, fuera interpretado de la forma que fuera, él lo había extrañado.
Francamente, había extrañado demasiado a Yeosang.
Aclaración, sea necesaria o no. Para librar de malos entendidos; siguen sin ser sentimientos románticos por parte de Seonghwa.
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