❈•≪54. El encanto de la originalidad≫•❈
—¿Cuándo se harán novios?
Mingi sintió su garganta cerrarse y como su desayuno se estancaba a medio camino, ahogándolo. Con una mano cubrió sus labios mientras que, inevitablemente comenzaba a toser. Su padre rió por lo bajo y estirando su brazo, golpeó su espalda varias veces.
—¿Cómo?— inquirió el pelirrojo hacia su madre. Su voz sonando rasposa por el brusco tragar de los alimentos apenas masticados.
—Ya sabes, tú y Hongjoong.— musitó mientras bebía de su jugo de naranja—. ¿Cuántas citas han tenido ya?— cuestionó con suave curiosidad al ladear su rostro.
—Cinco.— respondió tras carraspear, su garganta dolía.
—¿Cinco?— su madre se mostró honestamente sorprendida. Abriendo sus medianos ojos—. Tu padre y yo tuvimos tres citas, sumamente genéricas antes de formalizar.
—¡Oye!
La mujer miró al hombre en cuestión y sonrió—. No te ofendas, querido. Es la verdad.— murmuró tras realizar un desinteresado ademán—. Me has hablado tanto de él y llevaban tanto tiempo juntos que es curioso.— murmuró al volverse a fijar en su alto hijo—. Además de peculiar.
—¿Peculiar?— inquirió el pelirrojo al ladear su rostro.
—Peculiar.— repitió afirmativa—. Y tal vez sea muy anticuada o quizás, prefiera lo genérico. Como las citas con tu padre.— bromeó consiguiendo un resoplido por parte de su esposo—. Pero llevaban conociéndose por... ¿seis meses?— Mingi negó y la corrigió, susurrando «siete»—. Se conocen hace siete meses, ¿por qué hasta ahora tienen citas?
Mingi sintió sus mejillas arder y bajó su mirada, jugando con su desayuno. Repentinamente cohibido.
Su madre no era muy curiosa y sólo preguntaba por aquello que llamara su atención, o por aquello que le preocupara con respecto a su juvenil vida. Un ejemplo claro era su tarea, realmente se aseguraba de que la hiciera. Porque como ella siempre le decía; «estoy criando a un chico responsable no a un vago mantenido». Sus notas eran buenas por lo que, no se preocupaba demasiado. Sólo lo necesario. Cuando su ánimo no era el mejor, buscaba animarlo. Y usualmente pedía hablar con San, para saber cómo estaba y qué tal iban sus notas, además de cuestionar si estaba comiendo con propiedad. Porque; «San, estás demasiado delgado cariño. Necesitas energía, ese club tuyo es muy exigente».
Así que, podría decirse que su madre se inmiscuía en su vida lo necesario. Menos en el aspecto romántico de ésta. En realidad, hasta el año anterior sí lo hacía, pero se desentendió tan pronto consiguió valor como para confesarle que también le atraían los chicos.
Fue un año tenso, no iba mentir pero tampoco a exagerar. Su relación no había cambiado demasiado, simplemente ya no compartía con ella nada que tuviera que ver con el chico con el cual salía en aquel entonces. Recurría a su relajado padre y para él estaba bien así. El hombre bromeaba demasiado la mayoría del tiempo pero tenía buenos consejos que brindarle y eso le servía. Viendo el lado positivo de la situación, su relación padre e hijo se fortaleció aún más. Al punto de que, por primera vez, su padre lo consoló apenas obtuvo su primera desilusión amorosa a manos de un lindo chico. Fue un día amargo pero memorable.
Y si su madre ahora volvía a mostrar interés por su vida amorosa, era porque en silencio, había roto con sus propias barreras mentales. O con la mayoría de ellas. Además, encontraba a Hongjoong demasiado lindo y se había hartado de escuchar sus murmullos con respecto al pelinegro y no comprender a qué se referían con exactitud.
—¿Mingi?
El nombrado parpadeó varias veces y alzó la mirada, confundido—. ¿Qué?
—Te hice una pregunta.
El pelirrojo se sonrojó y se disculpó con la mirada, no tendía a encerrarse demasiado en su mente. Bueno, si se comparaba con Hongjoong, claramente él pasaba más tiempo en la realidad que el pelinegro no presente.
—Seonghwa-hyung dice que lo convencional sólo se acopla con algunas personas y parejas.
—¿Y eso qué significa?
Mingi tenía claro que no podía decirle a su madre que, su relación había empezado de la forma, tal vez, menos acertada de todas. Porque vamos, la mujer se decepcionaría y no lo volvería a ver con los mismos ojos por quién sabe cuánto tiempo. Su padre se enojaría también.
Prácticamente había forzado sus interacciones al principio, usando como ventaja el hecho de que, descubrió lo que Hongjoong hizo. Gracias a la casualidad misma y a la torpeza propia del pelinegro. Asimismo, no lo había tratado muy bien y había tocado más que sus nervios. Como le dijera eso a sus padres, estaba muerto.
—Significa que, salirse de lo común de vez en cuando, también está bien.— respondió tras encogerse de hombros—. Además, hacer las cosas lentas pero bien, es mejor a hacerlas rápidas pero mal.
—Ese tal Seonghwa es bastante listo, ¿cierto?— cuestionó su padre con una ceja enarcada.
—Lo es.— murmuró tras asentir—. Y suele ser de mucha ayuda la mayoría del tiempo.
—¿Es un nuevo amigo?— inquirió su madre con curiosidad palpable.
Mingi negó—. Es amigo de Hongjoong.— pronunció al acabar con su café—. Un buen mejor amigo, lo aconseja bastante, es compresivo y sabe guiarlo cuando es necesario.— agregó ante la inquisitiva mirada de su progenitora.
—Oh, eso es bueno.— aseguró la mujer, serena y asintiendo para sí—. Espero que Hongjoong pueda guiarte a ti también.
El de intensas hebras y su padre compartieron una corta pero cómplice mirada, y sin poder evitarlo, rieron entre dientes. Confundiendo a la única mujer allí.
—Se siente como si yo lo guiara a él, pero está bien.— aclaró tras sacudir su mano.
—Oh, supongo que da igual.— expresó al sacudir sus hombros. Sus facciones brillaron y los hombres frente a ella supieron que una idea se había instalado en su mente—. Deberías invitarlo a cenar, la única vez que lo vi no cruzamos muchas palabras.
—Lo intentaré.
—¿Lo intentarás?
Mingi torció sus labios en una sonrisa—. Lo intentaré. Hongjoong no es fácil de convencer, ya sabes. Bueno, no lo sabes pero así es él.
—Tú sólo invítalo, estaría bien que viniera mañana.
—Seguro.
⇜✫⇝✫⇜✫⇝✫⇜✫⇝✫⇜✫⇝✫
—Debiste ser más suave, ¿sabes?
Mingi apartó la mirada del encogido pelinegro a su lado y miró al amigo castaño de éste. Seonghwa le sonreía mientras sus ojos brillaban con burla. Encontraba divertida la "agonía" de Hongjoong, eso no era un secreto. Mientras que él la encontraba encantadora.
—Simplemente le dije que a mi madre le gustaría que fuera a cenar.
—«Mi madre quiere que cenes con nosotros mañana, ¿qué dices?».— corrigió el pelinegro, su tono saliendo amortiguado por estar escondido entre sus delgados brazos—. Sin saludar, sólo te acercaste y lo soltaste.— masculló con mayor énfasis en la última parte—. De improvisto.
Seonghwa rió y meneó su cabeza, su amigo era fácil de tomar por sorpresa y si rememoraba en los archivos de su mente, éste ya había conocido a los padres del alto. En una situación un tanto comprometedora, por lo que, entendía su pequeña agonía. Seguramente había recordado la vergüenza que sintió en aquel entonces.
Mingi sonrió y sin pensarlo demasiado, porque no había algo que pensar. Se inclinó lo suficiente hasta que sus gruesos labios consiguieron besar la, ligeramente expuesta sien izquierda del más bajo.
—Hola cariño.— murmuró una vez se apartó, escuchando el resoplido del aludido—. A mi madre le gustaría que mañana cenaras con nosotros, pero está bien si no quieres ir. Entenderá.
Hongjoong bufó y se enderezó—. No es que no quiera ir.— farfulló entre dientes, cruzando sus brazos y sintiendo el calor de su rostro disminuir—. Sólo es... vergonzoso.
—Vamos, de seguro ya olvidaron aquello, ¿cierto?— inquirió el castaño, viendo al pelirrojo torcer sus labios.
Su padre no lo había visto, así que podía decir que sí. Porque nunca se enteró de nada. Pero su madre tenía muy buena memoria y siendo honestos, ¿quién podría olvidar que, en la cocina de su casa y oculto tras la espalda de su único hijo, había estado un chico semi desnudo?. Nadie. Había sido una primera impresión bastante llamativa.
—Seguro.— musitó luego de unos segundos en silencio.
El pelinegro chasqueó su lengua—. Que me mientan no hará que el bochorno se vaya.
—Sólo olvídalo.— expresó el segundo más alto, sacudiendo su mano con desinterés—. Si no vas mañana, seguramente volverás a ser invitado pronto. Y si vuelvas a rechazar la invitación, volverán a invitarte.— señaló como si no fuera obvio—. Y suponiendo que volvieras a decir que no, se crearan una mala imagen de ti.— finalizó tras encogerse de hombros.
—Tiene razón.— concordó el pelirrojo, recibiendo una mala mirada de su bajo mayor—. Excepto con la última parte.
—No mientas.
—No lo hago.— aseguró tras negar varias veces—. Saben que tienes tus tiempos, más mi padre que mi madre— murmuró tras ladear su rostro—, pero lo saben.— finalizó con un corto asentimiento.
—Lo mal acostumbras.— acusó Seonghwa—. Tiene que enfrentar las situaciones, no evadirlas.
—No lo hago.— refutó Mingi con ligereza—. Es la verdad, además, no hay nada que enfrentar. Si no se siente cómodo yendo, no irá.
—Sí iré.
Seonghwa sonrió y Mingi viró su rostro, observando al pequeño pelinegro de forma ladeada.
—Tienes tiempo para pensarlo.
Hongjoong negó, probablemente se estaba ahogando en un vaso de agua pero, se avergonzaba con facilidad y su mente tardaba en olvidar hechos de esa índole. Es más, la mayoría de ellos perduraban en su mente por años y nunca se iban. Este recuerdo parecía ser uno de esos tantos.
—Deja de preocuparte innecesariamente.— masculló al sentir sus mejillas enrojecer—. Diles que iré.
—Bien.
Mingi intentó, vagamente, ocultar su satisfecha sonrisa pero fracasó y se terminó mostrando. Orgullosa y enorme. Recibiendo un golpe por parte del pelinegro y una sutil burla por parte del castaño. Pero estaba bien con eso, su mayor cenaría con ellos mañana.
⇜✫⇝✫⇜✫⇝✫⇜✫⇝✫⇜✫⇝✫
Hongjoong no se esperaba que el día transcurriera con tanta rapidez, le tomó por sorpresa. Y más sorprendido se encontró cuando yació en su casa, duchado y con nuevas prendas mientras esperaba que los minutos pasaran para salir de su casa rumbo a la de su menor.
Se había sentido como parpadear, literalmente. Ni siquiera recordaba qué había hecho gran parte del día.
—Sólo irás a cenar, ¿por qué tan nervioso?— cuestionó su madre al dejarse caer junto a su hijo en aquel amplio sofá.
«Ojalá fuera sólo una cena».
—Porque será una "simple" cena con los padres de Mingi.
Respondió como si no fuera obvio, evitando decir que la primera impresión que causó en la madre de éste, le haría ganar un regaño de su parte. Y una burla también. Porque Sonhee adoraba molestar a su único hijo.
—Les caerás bien, tranquilo.— aseguró tras palmear su hombro con suavidad—. Eres un encanto y te eduqué bien. Causarás una primera impresión muy buena.— finalizó con una reconfortante sonrisa en sus delgados labios.
—Supongo que tienes razón.
—Por supuesto que la tengo.— afirmó tras resoplar con fastidio fingido—. Ahora levántate y vete. No querrás llegar tarde, la puntualidad es importante.
—No haces que me sienta menos nervioso, ¿sabes?— murmuró tras enarcar una ceja.
Sonhee sonrió—. Lo sé.
—Me iré yendo.— informó tras bufar, levantándose sin más.
—Ve con cuidado y saluda a Mingi por mí, ¿de acuerdo?
—Sí, cómo sea. Adiós.
Y sin esperar una respuesta, tomó sus llaves y se colocó su zapatillas, saliendo al frío exterior. Se estremeció y pensó que tal vez, debió tomar otra sudadera o una chaqueta de más como su madre le aconsejó apenas lo vio tirarse sobre el sofá. Pero era terco y según él, ya estaba bien con lo que vestía.
Una remera fina y blanca con cuello de tortuga, le mantenía cálido. Además, sobre ella portaba una remera negra, holgada pero no muy gruesa. Y a medida que caminaba, el otoñal frío se hacía más palpable. Pero no le dio mayor importancia, no tardaría mucho en llegar.
«El problema será cuando me vuela, debí hacerle caso a mi madre».
—Aunque podría pedirle prestada una sudadera a Mingi...
Susurró para sí y sintió su rostro calentarse ante la mirada que una mujer le dio al pasar por su lado. Estiró su cuello de tortuga lo suficiente como para tapar su boca con él, andaría en silencio o recibiría más miradas por andar murmurando cosas por lo bajo en completa soledad.
—Tampoco sería el primero...
Apretó sus labios y aceleró sus pasos, el frío comenzaba a helar sus neuronas y a irritarle. Y no quería llegar con mala cara. Aunque sabía que estaba frunciendo su ceño en demasía por su creciente irritación.
Y tan pronto se encontró frente a la puerta que debía, estiró su fría mano y tocó el timbre. Moviéndose inquietamente en su lugar mientras aguardaba.
—Cariño.
Hongjoong hubiera correspondido la sonrisa que recibió por parte de Mingi, si la incredulidad y la ligera, (no tan ligera) preocupación, le hubieran incentivado a avanzar los tres pasos que los separaban para golpear de manera seca y sentida el descubierto brazo de su contraparte.
—¿Por qué sólo llevas una remera?— inquirió en un agudo tono, arrugando con mayor profundidad su ceño—. ¿Pretendes enfermarte?— prosiguió ante la mudez contraria.
—Si sigues ahí afuera y yo aquí en la puerta, terminaré enfermando.— aseguró con indiferencia.
—Hazte a un lado, idiota irresponsable.— masculló tras chasquear su lengua.
Mingi obedeció y permitió que el mayor ingresara, cerrando la puerta al instante y evitando, sin conseguirlo, que un escalofrío recorriera su cuerpo.
Una vez se deshizo de sus zapatillas y se enderezó, miró ceñudo a su menor. No portaba más que una remera blanca, fina y de mangas cortas. ¡En otoño!, no podía creerlo. Apretó sus labios, descontento.
—¿Buscas enfermarte cuando los exámenes finales aún no acaban?— cuestionó tras cruzar sus brazos.
—No, simplemente no tengo frío.— respondió con sencillez, encogiéndose de hombros y recibiendo una censurante mirada en respuesta—. Vamos, cariño. No me enfermaré, además ¿no me veo lindo?
Sin poder evitarlo, Hongjoong observó mejor a su menor. Empezando por su cabellera, tenía más volumen y algunos mechones se encontraban ondulados. Su cuello se encontraba adornado por dos gargantillas marrones, eran de una tonalidad suave y realmente finas. La segunda no era más que un hilo apenas visible que, si no se equivocaba, se unía con la primera. Que su grosor, tal vez, era de un centímetro. Su cuerpo cubierto por aquella blanca remera y sus piernas, envueltas en un tejano negro.
Sencillo pero atractivo, para qué mentir.
—Al menos deberías colocarte una remera de mangas largas.— musitó tras resoplar—. Sí, también te ves lindo.— farfulló ante la persistente mirada contraria.
—Gracias, tú también.
—¡Si ya terminaste de regañarlo pueden venir a la cocina!
Mingi se rió por lo bajo ante la entusiasta exclamación de su madre mientras el pelinegro sentía su cara arder sin mutar a ningún color diferente.
—Andando dulzura.
—Podrías haberme dicho que tus padres estaban en la cocina.— masculló entre dientes, siguiendo al más alto.
—¿Y dónde más estarían?
Hongjoong no respondió porque sabía que su reclamo no tenía sentido. Simplemente descruzó sus brazos e intentó relajar sus facciones como de calmar sus burbujeantes nervios. Los cuales cobraron mayor vigor una vez cruzó el umbral de la cocina y fue observado al instante.
—Agradable volverte a ver.— pronunció la mujer tras sonreír con fugacidad—. Regañar a Mingi no tiene mucho sentido, tarde o temprano termina aprendiendo la lección por su cuenta.
El susodicho rió y moduló un «no es cierto» únicamente para él de manera exagerada.
—Quisiera decir que estaría bien si pasara, pero tampoco quiero que enferme.
—Probablemente termine sucediendo.— expresó el padre del pelirrojo, afable y cruzando sus brazos.
Mingi rodó sus ojos y tomó asiento en el que, Hongjoong suponía, solía ser su lugar de siempre en la mesa.
—No me enfermaré.— musitó con despreocupación, fijando sus ojos en el pelinegro—. Hongjoong es el invitado, él debería ser el centro de conversación.
El nombrado apretó sus labios con firmeza, evitando soltar un insulto. No tenía la confianza suficiente con aquellos adultos y quién sabe qué clase de impresión les causaría al insultar al idiota de su único hijo.
—No seas grosero.— pidió la mujer—. Toma asiento, Hongjoong. En unos segundos estaremos cenando.
Hongjoong agradeció y tras sonreírle de manera temblorosa a la contraria, caminó hasta el asiento vacío a la derecha de Mingi y lo ocupó sin más, aprovechando que no era observado para susurrarle un «idiota» al mismo e intentar pellizcar su muslo.
—La compostura cariño, no pierdas la compostura.— burló por lo bajo, acariciando la punta de su nariz con fugacidad.
—Púdrete.
Mingi rió y se tragó cualquier contestación que hubiera pensado tan pronto su padre ocupó la silla frente a él y le miró con una de sus cejas enarcada.
—Es bastante molesto cuando se lo propone, ¿cierto?— inquirió el hombre al fijarse en un ceñudo Hongjoong.
—¿Honestamente?— el adulto asintió, divertido—. Hay veces que quiero borrar su arrogante sonrisa de su rostro.
—Y yo lo entiendo a la perfección.— concedió el señor Song tras mostrar una sonrisa torcida—. No me enojaré si un día lo haces.
—Gracias.
El pelirrojo fingió molestarse, cruzando sus brazos y resoplando de manera exagerada y ruidosa. Obteniendo una rodada de ojos por parte de su padre pero una sonrisa por parte del pelirrojo. Lo que, inevitablemente le hizo sonreír también.
—Para quitarle el frío a tu cuerpo.
Murmuró la señora Song al acercarse y colocar en el centro de la mesa un amplio y humeante tazón con sundubu jjigae en él.
—Se ve delicioso.— farfulló con brillantes ojos, observando al señor Song servir con tranquilidad.
—Espera a probarlo.— replicó la mujer—. Mingi cortó la mayoría de verduras.
—¿Te gusta pavonearte, cierto?— preguntó tras observar al más alto de soslayo.
—Por supuesto.— le respondió éste tras elevar su mentón—. Pero no hice más que eso.— agregó tan pronto fue servido—. Todo el crédito se lo lleva papá.
—Lo hubiera dejado participar más.— exclamó el hombre al fijar sus ojos en su creación y tomar una cuchara—. Pero no se lleva bien con el fuego.
Mingi resopló y Hongjoong rió—. Puede hacer buenos pasteles.— elogió por lo bajo.
—Oh.— dijo la señora Song, sorprendida y obteniendo una mirada de súplica por parte de su hijo. La cual ignoró—. Ahora entiendo. Por eso me pediste que te enseñara algunas cosas básicas de cocina.
Hongjoong digirió un trozo de carne mientras miraba, abiertamente al chico a su lado. Su postura se había encorvado con sutileza mientras sus orejas ardían en un notorio sonroso. Avergonzado. La calidez en su pecho brotó a causa de la revelación, pero no hizo más que sonreír y decidir no molestar al pelirrojo.
Por unos minutos, no dijeron nada con respecto a ningún tema. Simplemente se dedicaron a comer lo que el hombre allí había hecho y lo elogiaron por ello, pero cuando la mujer tuvo suficiente de aquel agradable silencio, comenzó a preguntar algunas cosas que le interesaba saber con respecto a su baja visita.
Como era de esperarse, preguntó por sus notas y no mostró demasiada sorpresa o descontento al oír cuánto creía él que apestaba en aquellas que se relacionasen con los números o que se basaran únicamente en ellos y nada más. Suponía que Mingi ya le habría contado algo, por más escaso que hubiera sido. Sí se mostró más interesada cuando habló de su buena suerte para los idiomas y las letras, aunque Mingi le interrumpió y aseguró que no era suerte, sino que capacidad e inteligencia. Lo que, por supuesto, le hizo sonrojar y querer estrangularlo.
Habló de Seonghwa porque era su mejor amigo y se enorgullecía de él, aunque no dijo demasiado. Lo justo y necesario.
—No sabemos mucho de tus padres.— señaló la señora Song cuando acabó con su divague con respecto a su incierto futuro.
—Realmente no tengo idea qué está haciendo mi padre en la actualidad.— respondió tras ladear su rostro y bajar su cuchara, buscando entre sus cajas a qué, se supone su padre se dedicaba actualmente. Fallando con rapidez—. Pero mi madre trabaja en una empresa como asistente personal. Incluso su jefe la anotó en un curso para que aprenda algo más sobre finanzas.— pronunció con entusiasmo, enderezando su postura—. Cree que tiene potencial.
—Eso es fantástico.— aseguró el señor Song—. El mundo de las finanzas no es para todos y suele ser agotador la mayoría de veces.
—Puedo suponerlo.
Y realmente podía, su madre le había hablado de aquel curso algunas veces y su cabeza terminaba friéndose al no comprender mucho de lo que se le estaba diciendo. Pero su madre parecía entusiasmada y algo más que dedicada por lo que, esporádicamente le preguntaba sobre ello.
—Siento preguntar pero con respecto a tu padre....
—Mis padres están divorciados.— interrumpió al bajar su vaso de jugo—. No me molesta hablar de ello y tampoco es que tengamos una relación mala o tensa.— prosiguió atropelladamente—. Sólo estamos en diferentes páginas y así está bien para todos.
—Oh, lo siento.
Hongjoong evitó reír y en su lugar sonrió—. No debería, está bien.
⇜✫⇝✫⇜✫⇝✫⇜✫⇝✫⇜✫⇝✫
Hongjoong se ofreció a limpiar lo ensuciado pero, como se esperaba, la mujer se negó y ordenó a su único hijo que lo hiciera mientras seguía preguntando algunas cosas más banales con respecto a su día a día. Él respondió sin más mientras observaba a Mingi limpiar, no había un porqué, simplemente se veía concentrado y lindo.
Para sus adentros se rió pero por fuera siguió conversando con la serena mujer.
—Deberías quedarte a dormir.
El de oscuras hebras se atragantó con el oxigeno que se encontraba ingresando a sus pulmones cuando el señor Song sugirió aquello una vez volvió de la sala. Se sonrojó y miró hacia su alto dongsaeng.
—Son más de la diez y no sería prudente permitir que vuelvas.— apoyó la mujer, asintiendo cortamente—. Puedo llamar a tu madre.
—Ah... yo... está bien, vivo cerca y....
—Realmente no me sentaría bien dejándote marchar, no es una zona peligrosa y no me gusta correr riesgos que pueden evitarse.— interrumpió la mediana mujer, la comisura de sus labios arrugadas.
—No es necesario que usted la llame.— terminó diciendo a pesar de las formas de declinar la oferta que habían cruzado por su mente—. Esto... gracias.
La mujer sonrió por el hombre fue quien habló antes de bostezar, asegurando que no importaba y era lo más acertado. Luego se disculpó y volvió a irse de la cocina, esta vez para dormir. Comer le daba sueño, o eso había dicho tras reír.
—Yo también iré a dormir.— informó la mujer, reteniendo un bostezo—. Asegúrate de apagar las luces, Mingi. Un gusto volverte a ver, Hongjoong.
Ambos adolescentes se despidieron sobre el otro y cuando la mujer desapareció por el umbral, el mayor de ambos exhaló con profundidad.
—Quedarme a dormir no estaba entre mis planes.— murmuró cuando Mingi se secó sus manos y le miró.
—En los míos tampoco pero no me quejo.— Hongjoong rodó sus ojos pero la comisura izquierda de su labio se elevó, divertida—. Anda, llama a tu madre y vayamos a dormir.— pronunció mientras se dirigía hacia el umbral, apagando la luz cuando se aseguró de estar siendo seguido por el pelinegro.
—Creo que tiene el móvil apagado.— susurró cuando se encontraron en la sala.
—Vuelve a intentar y sino, déjale un mensaje.— aconsejó cuando encontró el interruptor y apagó las luces—. No queremos que te mate.
—A lo sumo me regañaría por no avisar.— farfulló cuando volvió a llamar y los tres tonos se oyeron—. Intentaré una vez más.— murmuró para sí, siguiendo al alto hasta su habitación—. A esta hora suele estar en la sala viendo uno de sus tantos programas que no dan gracia.
Mingi rió y cerró su puerta una vez se encontraron dentro de su habitación, observó que no estuviera muy desordenada y se dirigió a su armario.
—¿Dormirás con tu ropa puesta?
Hongjoong enarcó una ceja pero reprimió la malicia de su mente al querer malentender la pregunta contraria.
—Y probablemente amanezca sin sangre circulando entre mis piernas.— respondió al fijarse en sus tejanos, no eran muy justos pero tampoco demasiado sueltos como para dormir con ellos—. Si tienes un pantalón que puedas prestarme.
—Seguro.
Segundos después un pantalón gris se le fue tendido y sin demoras, lo tomó y se adentró al baño impropio. Con el móvil aún en su oreja procedió a cambiarse mientras esperaba por ser atendido, trastabilló y casi se va al suelo dos veces, pero consiguió colocarse la prenda y atar el cordón en ésta. Bufó cuando su madre no le atendió y se decidió por dejarle un mensaje de voz, recordando que solía apagar el móvil cuando miraba alguno de sus dramas.
Lavó su rostro y con prisa sus dientes, y al salir del baño se encontró con un Mingi que también portaba pantalones y la misma remera mientras le tendía una remera negra.
—Por si encuentras incómodo dormir con lo que traes.— respondió a su pregunta no formulada. Encaminándose hacia el baño sin más.
Mordió su labio inferior y tras sopesar el si quitarse sus prendas y colocarse aquella holgada remera o no, decidió que estaría más cómodo sin algo alrededor de su cuello. Se apresuró y se deshizo de sus remeras, colocándose la impropia. Segundos después, se tiró sobre la amplia cama ajena, disfrutando de su calidez y comodidad. Dialogar por casi dos horas lo había cansado.
Cerró sus ojos y ralentizó su respirar, hasta que sintió el peso de Mingi sobre su espalda y cómo era oprimido contra el colchón.
—Tienes que perder la maldita costumbre de aplastarme.— masculló entre dientes,
El más alto rió y rodó sobre él, arrebatándole un quejido y un insulto. Antes de que pudiera exclamar otro, fue tomado por los largos brazos contrarios y acomodado sobre aquellos cubiertos muslos de manera no tan hábil pero efectiva.
—Y tú tienes que perder la costumbre de insultar tanto.— replicó tras tomar sus pequeñas manos y entrelazar sus dedos—. O te castigaré por cada grosería que digas.
—No juegues, idiota.
Mingi torció sus gruesos labios en un ladina sonrisa y tiró de sus manos entrelazadas, acercándolo a su rostro y procediendo a rodear su cintura con firmeza.
—¿Quién está jugando?— preguntó con diversión, fijándose esporádicamente en sus rosados labios—. Usualmente hablo en serio.
—Usualmente.— señaló con sus entrañas revueltas por la cercanía y los nervios—. No la mayoría del tiempo.
Mingi ensanchó su sonrisa aún más y decidió no responder, para confusión del más bajo. Quien ladeó su rostro y se llevó, segundos después, una inopinada y cosquilleante sorpresa. Un fuerte azote en su trasero.
—¡Mingi!— chilló Hongjoong al enderezarse, sus ojos expandidos y su rostro colorido.
—Para que veas que no juego, cariño.
El de oscuras hebras apretó sus labios entre sí y reprimió su impulsiva contestación, la cual sería insultarlo. Frunció su semblante y cruzó sus brazos.
«Estúpido Mingi».
—Te saldrán arrugas.— Hongjoong rodó sus ojos pero dejó de fruncir su ceño—. Ayer mamá me hizo unas preguntas que me dejaron pensando.— murmuró al colocar sus manos en los muslos adversos—. Y luego de hablar con papá me decidí.
—¿Sobre qué?— inquirió al enarcar una ceja, curioso e inquisitivo. El pelirrojo sonrió.
—¿Quieres ser mi novio?
—¿Qué?
—¿Quieres ser mi novio?— repitió con suavidad y sus rasgados orbes brillando, expectantes.
El de blanca tez boqueó varias veces, sin saber qué decir o qué pensar. ¿Iba de en serio?, fue lo que su inconsciente y él mismo se cuestionaron con incredulidad sincera.
—¿Hablas en serio?— el de bronceada tez asintió, sosegado—. ¿Y me lo pides así?— preguntó con la incredulidad aún instalada cómodamente en su mente.
—¿No es encantadora mi originalidad?— preguntó en su lugar, sonriendo con su rostro ladeado.
Hongjoong cerró la boca. La última vez que se vieron se entusiasmó con la idea de pedirle ser novios, no tenía idea de cómo lo haría ni de cuándo, pero el mero pensamiento le hizo contentarse. Y el estúpido de su menor se lo pedía de la forma menos convencional posible.
—¿Por qué te ríes?— inquirió Mingi al enarcar una ceja, asombrado por la repentina risa de su mayor.
—Te debería patear por idiota.— respondió al serenarse y suspirar con profundidad—. Pero eres encantador así que, está bien. Supongo.
—¿Qué está bien?
—Todo tú.— musitó tras señalarlo con sus pequeñas manos—. Y el que seamos novios.— agregó al rodar sus ojos, sonriendo sin poder ocultarlo.
Mingi chilló, sorprendentemente agudo y tiró de él por segunda vez, abrazándolo hasta fundirlo en su pecho. No tenía sentido señalar cuán emocionado se encontraba, sus actos hablaban por sí solos. Desbordados y sinceros.
—Realmente te quiero, Hongjoong.
El nombrado buscó la forma de devolverle el abrazo, un tanto más torpe cabía señalar—. Lo sé, Mingi.— su voz se ahogó y tropezó con sus ansiosas palabras—. Yo... yo te quiero también.— correspondió por lo bajo, tímido pero audible.
—Lo sé, cariño.
Se mantuvieron abrazados varios minutos más, hasta que sus cuerpos se entumecieron sin pedir permiso y la posición comenzó a serle incómoda al mayor de ambos. Se apartaron y extrañamente avergonzado, Hongjoong besó castamente los belfos contrarios. Enrojeciendo en un delator carmín por su acción, se apresuró a situarse bajo las sábanas impropias. Buscando seguridad de la embelesada mirada que estaba recibiendo y que, sin el pelirrojo saberlo, alteraba el sosiego de su corazón.
❤~
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro