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❈•≪42. Suspensión≫•❈

—Debes comer tu almuerzo no revolverlo.

Hongjoong suspiró—. Lo sé.— murmuró tras asentir.

Seonghwa suspiró también, dejando su Tteokbokki a medio terminar de lado—. Desde que fuiste a hablar con Mingi has estado callado, ¿qué pasó?

—Me di cuenta que lo jodí, es todo.— respondió tras encogerse de hombros.

—Hablemos, anda. No puedes seguir así, decaído y jugando con tu comida.

El pelinegro volvió a suspirar, dejó sus palillos y se hundió en su asiento. Era apenas viernes, tampoco llevaba demasiado tiempo actuando de esa forma, sólo dos días. Seonghwa exageraba al igual que su madre.

Entendía la preocupación de su madre, vamos que apenas bebía de su zumo y comía dos tostadas, cualquier otra cosa que su madre preparase simplemente no podía digerirlo. Se sentía arrepentido de sus palabras, de su egoísta abstracción y de su brusca como descuidada actitud.

No era excusa, lo sabía. Pero él simplemente quería cortar con aquella discusión. No lastimar a su menor.

La culpa y el arrepentimiento por sus actos, le cerraron el estómago. San hizo que rememorara la expresión de Mingi y ahora no podía borrarla de su mente, genial. El arrepentimiento sólo era mayor gracias a ello.

Cómo el brillo en sus ojos se había apagado, al instante. Pasmado por sus palabras y dolido por ellas. La mueca en sus labios y su cabizbaja postura, lo había aplastado de una descuidada e inconsciente forma. Había sido un tonto por no decir algo más cruel de sí mismo y tal vez, acertado.

Gimoteó y su rostro cubrió con sus pequeñas manos, había vulnerado a Mingi sin mucho esfuerzo, que alguien le diera un premio y un golpe.

Y aunque su madre como Seonghwa quisieran que él compartiera sus pensamientos como sentimientos, no lo haría. No esta vez.

Él sabía que tendía a recurrir mucho a otros, para lo que fuera y constantemente. Lo tenía más que claro, pero no es porque fuera un inepto sin facultades racionales o cerebro. En lo absoluto. Simplemente, era inexperto y quería respuestas rápidas, concisas y claras. ¿Si tenía a quienes recurrir, porqué no hacerlo?

Él pedía por consejos porque los necesitaba, era ligeramente inseguro y vacilante cuando se trataba de sí mismo. Y más aún de relaciones. Aunque hubiera tenido dos con anterioridad, ni siquiera las podía catalogar como relaciones. Si pensaba seriamente en ellas, no lo habían sido.

En resumidas cuentas podía decirse que era alguien de caminos fáciles. No se enorgullecía pero tampoco se avergonzaba. Todos en algún punto habían sido similares a él.

Pero volviendo a la cuestión principal, desde que Mingi rechazó querer escucharlo, había pensado.

Primeramente en lo fatal que le había sentado su rechazo, su ánimo decayó y vamos que sus entrañas se apretaron. Sólo lo miró una vez y con destacable indiferencia que, aunque estuviera en todo su derecho y de alguna manera se lo hubiera ganado, le dolió.

Recordarlo no ayudaba a su ánimo.

Y lo segundo en lo que pensó con tendida seriedad fue en las palabras de San, el rubio había dicho muchas cosas, algunas más relevantes que otras. Pero de su mente no se iba una de esas tantas; Mingi estaba reflexionando con respecto a algo.

Y su dormida inseguridad, había despertado gracias a eso. Intranquilizando su corazón. Con exactitud, ¿qué estaba pensando?, intuía que los involucraba a ambos pero el desosiego en su persona le prohibía pensar en ello como algo bueno.

Teniendo en cuenta cómo estaban las cosas entre ambos, sería ridículo ver aquello como algo esperanzador. Había lastimado a Mingi con sus palabras, no tenía que olvidarlo. Por el momento al menos.

Había también reflexionado sobre sus sentimientos en esos cortos dos días, fuera necesario o no. Lo hizo. Reafirmando lo evidente; estaba malditamente enamorado del pelirrojo. Y ya, no había más.

Su mente se entretuvo bastante con ese pensamiento y cálido sentimiento la noche anterior para, extrañamente olvidarlo y centrarse en su cuarta como inesperada reflexión. Su inexperiencia.

Cuando en un pasado le dijo a Mingi, de manera fugaz que no tenía experiencia de ningún tipo, no mentía y literalmente a eso se refería. Sabía que tampoco era una excusa para su actitud, tal vez poco empática y quizás, ligeramente insensible pero, hace mucho él había dejado de preocuparse por cómo decir las cosas.

Mingi estaba muy al tanto de ello, de su inexperiencia, de su descuidado expresar y de sus fugaces pero persistentes inseguridades. Se suponía que sabía en qué se estaba metiendo, ¿cierto?

Y no buscaba pasar un poco de su culpa al contrario, simplemente ¿no merecía un poco más de comprensión?

Se equivocó y quiere redimirse, ¿pero tendría que atravesar un infierno de culpabilidad antes?, porque honestamente aquello no parecía justo. Aunque si se le permitía ser honesto por segunda vez, sólo una pequeña parte de él pensaba así.

Y tarde en la madrugada llegó su quinta reflexión. Mingi le había dado tanto y no se refería a lo material, sino a lo emocional. Insistía también en ignorar sus primeras interacciones, en ellas su menor no le había dado más que dolores de cabeza, estrés, incomodidades y algunas inseguridades.

Se refería a las que vinieron luego, aunque su actitud coqueta y maliciosa no desapareció por completo, fue amilanada. Mostró interés por él más allá del sexual, se preocupó cuando lo requería y la mayoría del tiempo, lo trató con gentileza. Tercamente se mantuvo a su lado y aunque siguiera diciéndole que era heterosexual, Mingi nunca flaqueó, se aburrió o hartó de oírlo. Pacientemente intentó más y consiguió colarse bajo sus prendas y piel.

Y a pesar de todo, se quedó.

«Posiblemente hallé un diamante y ahora no quiere verme, genial».

De manera llana, había pensado y reflexionado sobre muchas cosas desde sus infructuosos resultados el miércoles y la conclusión de todo aquello, momentáneamente no era ninguna.

Mingi parecía aún negado a verlo, obstruyendo sus posibilidades de disculparse y hacerle saber sobre sus sentimientos como pensamientos con respecto a ambos.

Era frustrante y no negaría tampoco que algo molesto.

—¿Hongjoong?

El nombrado parpadeó varias veces hasta centrarse en su castaño y ligeramente confundido amigo.

—Lo siento— murmuró tras fruncir sus labios—, y no te preocupes. No necesito hablar de nada.

—¿Seguro?— inquirió tras enarcar una ceja, dudoso.

El pelinegro sonrió—. Por supuesto, lo tengo resuelto.— «en mi mente al menos»—. Confía en mí y hablemos de algo más alegre— sugirió tras suavizar su semblante—. ¿Cómo está Yeosang?

—¿En general?— el contrario asintió—. Bien, más vivaz y tranquilo.

—Es bueno saberlo.

—Lo es.

—Si no dices algo más esta conversación no llegará a ningún lado.— replicó tras cruzar sus brazos, Seonghwa rió.

—No tengo más que decir, está bien, nos llevamos bastante bien y hay comodidad.

—¿Heridas sanadas?

—Sería muy descarado asegurar que sí, pero creo que está en camino.— susurró tras vacilar.

—Buenas noticias.

—Lo son.

Hongjoong rió y su cabeza meneó—. Sólo almorcemos en silencio.

—Me parece buena idea.

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Hongjoong cruzó sus brazos y tras suspirar, apoyó su espalda en la fría pared tras de sí. Observando con sus castaños ojos como todos salían de sus respectivos salones y, algunos más apresurados que otros, se dirigían hacia la cafetería.

Distraído comenzó a mover su pie y desinteresado bajó la mirada al poco reluciente suelo. Mientras aguardaba en aquella pared al costado de la escalera por la aparición de su huidizo dongsaeng. Su mente y una parte de su razón le habían aconsejado que mejor sería hablar con él el lunes, que le otorgase otros días para su íntima introspección. Pero a sí mismo, su otra parte le aconsejó que mejor hablase con él ahora. Ya era tiempo.

O eso quería él pensar.

Sólo le pediría hablar y si no quería hacerlo, que mínimo escuchase lo que tenía para decirle. Luego podía irse y responderle cuándo sintiera que debía hacerlo, ¿bastante justo, cierto?

—Hace días no te veo fundido en tu novio, ¿lo aburriste?

El pelinegro se sobresaltó y salió de su, recientemente habitual ensoñación. Frunció su ceño y ladeó su rostro hacia la derecha.

«Jodida sea mi suerte».

—No molestes, Kwang.

—No era más que una observación.— musitó el susodicho, sonriendo socarrón—. Y entonces, ¿sí lo aburriste?

—No es de tu interés.— respondió tras resoplar, volviendo a clavar su mirada en el suelo.

El rubio asintió sin ser visto y ensanchó su sonrisa—. Significa que sí, vaya, qué lástima.

—Creí advertirte que no te me acercaras.— farfulló entre dientes—. Deja de molestar y piérdete.— exclamó tras descruzar sus brazos y voltearse completamente hacia su compañero.

—Me dijiste que no volviera a tocarte— corrigió al enderezarse también—, y no te he tocado aún, ¿cierto?

Hongjoong enarcó una ceja y mentalmente se cuestionó qué rayos quería decir con «aún». Kwang nunca había dejado de molestarle, vamos que, aunque simplemente se limitara a soltar maliciosos comentarios en clases junto con otros compañeros suyos, nunca se le había vuelto a acercar. ¿Por qué ahora sí? ¿se debía a Mingi?

—Por si lo olvidaste, dije que te rompería la nariz si intentabas alguna idiotez parecida.— replicó tras tensar sus cerrados puños.

—Antes de que consigas hacer un misero movimiento te doblegaré contra esa pared.— amenazó sin perder la sonrisa falsamente amigable.

—¿Quién eres tú?

Kwang dejó de mirar al bajo pelinegro y curioso, alzó sus orbes y los clavó en aquellos más oscuros y serios. Enarcó una ceja y cuando reconoció de quién se trataba, sus labios se estiraron aún más.

—Su compañero, ¿y tú?— respondió tras ladear su rostro—. Si vienes a sacar turno también, me está atendiendo.

Mingi arrugó su expresión y Hongjoong se giró hacia el más alto, bien, San no le mintió. El pelirrojo salió de su salón en el tercer receso pero se supone que se lo toparía él únicamente, Kwang no debería estar allí, estorbando.

—Quería hablar con...

—Si me quieres molestar hazlo con algo creíble al menos.— pronunció el pelirrojo, interrumpiendo sus palabras. Hongjoong maldijo, no tenía que contestarle.

—¿Por qué no sería creíble?— inquirió el rubio—. Tiempo atrás quise intentarlo pero y al parecer, el público le incómoda.— Kwang no era muy listo y teniendo en cuenta que al día siguiente de los acontecimientos pasados, Lee no mostró ningún rasguño en su rostro, significa que el pelirrojo frente a él no era tan temible y amenazador como se mostraba y el castaño aseguró que era ¿cierto?—. Aunque las duchas podrían considerarse lo suficientemente privadas, ¿sabes?

Mingi arrugó más su expresión y su rostro inclinó, confundido y analítico. Sus engranes moviéndose lo más rápido que podía intentando descifrar qué significaban aquellas sañosas palabras con exactitud. Y su mente se iluminó como un ardiente faro cuando su mayor murmuró en un bajo gruñido «Kwang».

Cuando la mirada del pelirrojo dejó de ser confusa o reflexiva, Hongjoong se preocupó. Tomó al contrario por la muñeca y antes de que pudiese hacer un intento de arrastrarlo lejos de su compañero busca pleitos, Mingi se zafó y le soltó un inesperado puñetazo al rubio en la mejilla. Sorprendiéndolo, sus manos se aferraron al cuello de su camisa y sin cuidado alguno, lo estampó contra la pared. Por la mueca que sus labios hicieron y el quejido que de ellos salió, su cabeza debió golpear la superficie.

—Repite que quisiste propasarte con él en las duchas y te daré un motivo para que no vuelvas a molestarlo en tu vida.— sugirió con su rostro serio y amenazadoramente cerca del ajeno.

—¿Propasarme?— Kwang enarcó una ceja e ignorando la incomodidad en su mejilla, sonrió y no se doblegó—. Él quiso...

Sus palabras fueron calladas por el impacto de los nudillos contrarios sobre el centro de su rostro. Inmediatamente sangre salió de sus fosas nasales y los sorprendidos allí fueron tres.

Hongjoong ante la brutalidad y precisión que el pelirrojo empleó como para, tal vez, romperle el tabique al rubio. Kwang por el dolor en su nariz y la sangre que perdía. Y Mingi por lo acertado que había sido en puntería y fuerza.

Aún sin sentirse del todo satisfecho, quiso atestar un tercer puñetazo en el sangrante rostro ajeno, pero Hongjoong fue más rápido y lo tomó del brazo con la suficiente firmeza y fuerza como para detenerlo y apartarlo con un simple y único movimiento.

—¿Qué crees que haces?

—¿Tú qué te piensas que haces?— repreguntó el más bajo allí.

—Dándole una lección.— respondió con su ceño fruncido y voz ligeramente elevada.

—Como le cuente a...

—No es necesario que lo haga.— interrumpió una cuarta voz, gastada y censurante. Los tres adolescentes viraron sus rostros hacia el profesor que caminaba hacia ellos—. Kwang y Song, caminen.

—Pero...

—Kim, no se meta.— aseguró el adulto tras alzar su mano y verle con desinterés—. Caminen he dicho, hacia la oficina del director.

—No entiende, es una confusión. Mingi...

—Kim, cállese.— demandó el hombre, exasperado. Viendo a los dos más alto caminar—. Vaya a clases o con sus amigos, pero váyase o tendrá problemas también.

—Pero...

—Fuera.

Pronunció el hombre y sin inmutarse, alcanzó a los adelantados chicos. Hongjoong boqueó varias veces, aún pasmado. Había olvidado completamente que aquel profesor solía rondar aquellos pasillos, no era oficialmente monitor del director, tampoco es que hubiera uno, pero a ese hombre le exasperaban los alumnos conflictivos y ruidoso. Y en las escaleras siempre habían o unos u otros.

No sabría decir si su aparición había sido acertado o desacertada, teniendo en cuenta que, muy seguramente Mingi se metería en problemas.

—Mierda.

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—Tu inquietud me crispa, ¿qué pasó?

Hongjoong ignoró la pregunta de su amigo y continuó cambiando el peso de sus piernas, viendo con desesperados ojos a todos los chicos y chicas que cruzaban, serenos, aliviados y susurrantes el gran enverjado.

Esperando encontrar entre ellos, a Mingi. Lo que, claramente todavía no sucedía y si era honesto, dudaba en que sucedería.

—¿Se trata sobre Mingi?— cuestionó Seonghwa tras cruzar su brazos, el de oscuras hebras asintió—. ¿Es malo?

«¿Malo?, probablemente su historial de buena conducta ahora tenga un registro por agresión. Sin dudas aquello no era fantástico».

—Aguarda un momento.— pidió tras apresurado, sacar su móvil de su oscura sudadera. Luego de marcar los números correspondientes a Mingi, se llevó el aparato al oído—. Por favor.— susurró al oír un segundo tono, cerró sus ojos cuando escuchó el tercero y se desinfló cuando fue cortado y una grave como seca voz, le atendió—. Hola.

—¿Qué sucede?

—Y-yo n-no te vi salir.— murmuró entre dientes, vacilante y cohibido—. Quería saber qué pasó.— agregó ante la mudez contraria.

—Nos suspendieron.

Hongjoong suspiró, «lo sabía», pensó con aflicción.

—Y-Yo lo supuse y mi intensión era esperar para hablar contigo y, yo lo siento porque...

—Mi madre está enojada y se supone que no debo estar usando esto.— interrumpió el contrario, Hongjoong apretó sus labios, pensando si aquello era una excusa o no—. De hecho, debo...— «Song Mingi dame ese maldito aparato, no he terminado contigo»—. Hablaremos luego.

Cuando la línea al otro lado murió, el pelinegro guardó su móvil y exhaló con profundidad. Al menos hablarían luego, aunque no supiera cuán sería eso exactamente, podía permitirse respirar hasta entonces.

—Lo suspendieron.— informó al expectante castaño a su lado—. Golpeó a Kwang.— prosiguió ante su alzar de ceja.

—¿Qué hizo ese idiota ahora?

—Sólo estaba molestando y siendo un imbécil. El profesor Yu vio cuando Mingi le rompió el tabique de su nariz.

—¿Cuándo regresa?— Hongjoong se encogió de hombros, dudaba mucho que el lunes retomara sus clases con normalidad—. Respondió tu llamada.— señaló con afabilidad.

—Lo sé, dijo que luego hablaríamos.

—Eso es bueno.

—O puede ser lo contrario.— replicó tras despeinar sus hebras—. Tengo que ver las dos caras de esta moneda.— se defendió ante la censurante mirada obtenida.

—Lo sé, permítete pensar que no será tan malo ¿de acuerdo?

—De acuerdo.






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