❈•≪37.Espectáculo≫•❈
Hongjoong seguía sin saber cuán profundamente meloso o afectivo podía ser su pelirrojo, vamos, que tener la certeza de algo tan inexacto y casi abstracto como aquello, era imposible.
Pero, se hacía una vaga idea.
Ocupando su habitual mesa y completamente desatendido de aquella enérgica conversación que su castaño amigo y su dongsaeng estaban llevando a cabo, el pelinegro rememoró las actitudes, quizá peculiares que el alto a su derecha, había tenido los días anteriores a ese jueves.
Y la primera, o varias de ellas, tuvieron inicio el día siguiente a su recreativa y tal vez, descarada travesura en los baños. Con más claridad, se refería al martes.
Apenas el pelinegro llegó a donde su menor yacía, éste, sin vacilo alguno, se inclinó sobre su persona y con destacable suavidad, besó su mejilla derecha mientras una igual de suave y casi ligera sonrisa, exornaba sus regordetes belfos segundos después.
Accionar que, desconcertó ligeramente al mayor allí. Que un beso era una muestra de afecto banal, sí, pero aún así, su rostro ardió en un sutil pero visible rosa.
Y más desconcertado se mostró cuando, tímidamente, Mingi extendió su mano izquierda, con su palma abierta mientras, su rostro ladeaba y sus rasgados orbes brillaban, expectantes.
Esta vez, no le costó entender. Quería tomar su mano.
Una vez su anterior emoción se disipó lo suficiente, él concedió dicho pedido no expresado con palabras. Si con una ordinaria acción podía contentar al contrario, ¿por qué no hacerlo?
No pensó demasiado y cuando el primer receso de ese día llegó, nada extraño pasó. Bueno, la mano de su menor, tal vez, estuvo un poco suelta. Jugando con sus oscuras hebras o, simplemente descansando en su rodilla con aparente distracción.
Nada muy llamativo.
En el tercer receso, la mano de su menor estuvo inquieta, más que suelta. Dedicándose a delinear con sus finos y largos dedos, el apenas notorio hueso de su mandíbula. Era suave en ello y parecía absorto también, aunque sus facciones parecieran relajadas, su semblante se mantenía arrugado con ligereza. Pensando en algo, muy seguramente.
Park le miró con una sugerente chispa centelleando en sus orbes, pero él le ignoró y le continuó hablando sin prestar demasiada atención a las caricias, probablemente inconscientes en su rostro.
A la hora de la salida, había sido recibido por un risueño pelirrojo que, sin medir palabras, había vuelto a estirar su mano y a ladear, tiernamente su rostro. Seonghwa se había reído de su atónita expresión, palmeado su hombro con cierta rudeza y comentado que la casi infantil expresión del menor allí, era encantadora. Además dijo, textualmente; «No seas un cobarde y toma su maldita mano, se la caerá el brazo».
Avergonzado, con su rostro brillando de un intenso granate y casi a regañadientes, el pelinegro obedeció y su pequeña mano se enlazó con la impropia. Su calidez fue tan reconfortante como la sonrisa que obtuvo después.
Y aunque más de uno reparó en sus manos, él los ignoró y conversó, entre murmullos tímidos, con su burlón amigo.
Ese martes había estado cargado de pequeñas sorpresas e infartos a su débil corazón. Desgraciadamente o no, el miércoles no fue distinto.
Sus manos volvieron a entrelazarse de camino a clases, su alegre pelirrojo había conversado de las trivialidades más predecibles que a su mente llegaron y, antes de soltarse, éste había expresado lo lindo que lucía.
Se había sonrojado ante ello porque, como ya se dijo tiempo atrás, no sabía cómo lidiar con cumplidos tan espontáneos como esos. Aún sí, agradeció. Aunque, mentalmente se dijo que, sólo portaba su uniforme ¿cómo se vería lindo con algo tan ordinario y poco individualista?
Al llegar el segundo receso, Mingi había ocupado su usual asiento junto a él en su habitual mesa, inesperadamente para los mayores allí, éste se había inclinado lo suficiente como para que, sus voluminosos labios, chocasen con su blanca mejilla. A modo de saludo, claro. Eso no evitó que el corazón del más bajo, se desbocara y detuviera por una fracción de segundo. Incrédulo miró al moreno y éste simplemente le sonrió para, sosegadamente, saludar al castaño.
Y el interior de Hongjoong se derritió como desordenó por completo, aunque intentó conversar, apropiadamente con Seonghwa, su estropeado cerebro sólo le recordaba el gesto cariñoso y más que cálido de Song. Incluso su apetito se había esfumado a causa de la emoción emergiendo en su pecho.
Le había fascinado, por supuesto. Pero también cohibido.
Él no sabía tratar con esas cosas tampoco, ni él ni Park tenían esa clase de trato con el contrario. Por lo que, era incómodamente agradable.
Al culminar su horario ese día, Mingi había vuelto a enlazar sus manos luego de, fugazmente, besar sus labios con destacable castidad.
Eso no sólo le pasmó, por lo inesperado que fue, sino porque, estaba seguro, más de uno pudo presenciar con perfecta nitidez, el tocar de sus labios.
Y su mente se mantuvo en blanco y más que vacía todo el trayecto a su casa. Volvió a funcionar, pero de manera incorrecta y acelerada, tan pronto fue rodeado por aquellos fuertes brazos y besado con propiedad. Profunda e intensamente. Corresponder, nunca antes, le había sido tan difícil como en ese momento.
Fue tan torpe y arrítmico que no dudó en apartarse un minuto después. Apenado. A cambio, recibió una brillante como encantadora sonrisa. Mingi había curvado sus labios con amplitud, mostrando su más que bonita dentadura y ocasionado que sus pequeños orbes, se hicieran más pequeños aún y curvaran de una cautivante forma. Pareciendo así, delgadas media lunas a punto de desaparecer.
Vamos que él había visto sonrisas lindas o atrayentes antes, pero sin dudas, esa era una sonrisa más que hermosa. Una eye smile digna de elogiar.
Y lo había hecho. Inconscientemente.
Ya que, su índice derecho se había alzado y pinchado, la mejilla izquierda de Song, mientras que de sus rosas y delgados labios, escapaba un susurrado pero honesto; «lindo».
Referente a su sonrisa, claro.
Al ser consciente de su accionar, apartó al contrario y huyó a la seguridad de su casa, confundiendo como sobresaltando a su castaña progenitora ante su brusca llegada. Sonhee ni siquiera pudo cuestionar nada puesto a que, tan pronto separó sus labios, su adolescente hijo había corrido a su habitación.
Claro como el más cristalino mar fue que, el bajo chico no pudo conciliar su sueño. Su cautivado corazón estaba más que despierto y exaltado como para hacerlo. Le fue imposible.
Hongjoong sintió el calentar de sus mejillas una vez volvió a estar presente en su bulliciosa actualidad y cuando también, las memorias con respecto a su dongsaeng inesperadamente cariñoso, acabaron.
Meneó su cabeza con ligereza y, dubitativo, ladeó su rostro como alzó sus ojos, viendo al comunicativo chico a su lado.
Como ya se dijo, Mingi se encontraba hablando de manera entusiasta con Seonghwa, de algo que el más bajo allí, no tenía idea y, sinceramente, no le interesaba tenerla. Su menor se veía relajado y contento, moviendo sus grandes manos en ademanes enfáticos y poco gráciles. Mientras que Seonghwa mantenía una expresión, sosegadamente entusiasta y más cuidada. Prestando verdadera atención a lo qué sea que estuviera saliendo fuera de los pomposos labios del pelirrojo.
Hongjoong sonrió y con su pensamiento concordó. Él honesta como profundamente quería a Song Mingi.
—¿Hongjoong?— exclamó Park. El nombrado le miró y se sobresaltó tan pronto sintió la mano de Song descansar en su nuca y acariciar la misma—. Te estaba hablando.
—Oh, lo siento. No estaba prestando atención.— murmuró Kim, honesto. Sacudiendo sus hombros.
—Lo noté.— concedió el castaño, entrecerrando sus ojos—. Estás muy callado.
—Pensaba en...
—¿Cuánto quieres a Mingi?— interrumpió Seonghwa, expandiendo sus labios en una juguetona sonrisa—. Lo mirabas tan fijo que, no lo sé, ¿me equivoqué?— cuestionó con fingida inocencia.
—Sí.— masculló el pelinegro, mirando mal a su menor tan pronto éste se rió—. ¿Por qué te ríes?
—Mentir no es bueno.— respondió Mingi, deslizando sus largos dedos por aquella suave y blanca mejilla—. Te volverás Pinocho.— agregó una vez sus dedos y mano en sí, apartó.
—Cállate. No estaba pensando en eso.— farfulló entre dientes, cruzando sus brazos y viendo mal a ambos chicos.
«Vamos que lo estaba haciendo, pero, ¿podrían fingir que me creen al menos, no? Bastardos».
—Encantador.— canturreó su alegre menor.
—Sólo admítelo.— animó Seonghwa, sacudiendo su mano en un indiferente ademán—. Le causarás un infarto a Mingi y tendré con qué molestarte por unos días.
Kim resopló, harto—. Antes de todo este absurdo sin sentido, ¿querías decirme algo?
—No realmente. Estabas tan absorto viéndolo— musitó señalando al pelirrojo con su mentón—, que simplemente quería molestarte.— admitió con suavidad—. Hace mucho no lo hago.
—Eres increíble.— expresó tras volver a resoplar.
—Lo soy.— aseguró Park, elevando su mentón con ligereza—. Pero ahora que lo pienso, hace mucho no veo a Lee por aquí, ¿discutieron?
«¿Discutir?, en lo absoluto. Sólo se comportó como el idiota resentido que es y comentó de mi lo qué sea con Mingi a media clase, me acosaron, me intimidaron y lo siguen haciendo, verbalmente al menos».
Hongjoong se regañó mentalmente tan pronto aquella cruda respuesta sonó en su cabeza. Era demasiado franca y, valga la redundancia, cruda.
No podía decirle eso a Seonghwa.
Realmente se enojaría con él por ocultarle semejante hechos, mataría a Lee y tal vez, a Mingi también. Y no podía permitir el suceder de ninguna de ellas.
Su amigo era comprensivo y amable, sí. Sin dudas lo era. Pero como él o Mingi, o cómo cualquier persona existente en ese vasto mundo, tenía un limite. Y si bien no era fácil de quebrantar, tampoco era muy difícil.
—Lee se comportó..., ya sabes, algo mal y bueno, prefiero mantener distancia. Hasta que se disculpe al menos y las cosas entre nosotros sean..., menos tensas.— logró decir entre endebles e ininteligibles balbuceos.
—¿Qué hizo?— inquirió un confundido Park, ladeando su rostro y frunciendo su ceño.
—Fue algo más que un imbécil.— masculló Mingi, recibiendo un golpe por parte de su bajo mayor y una inquisitiva mirada del otro frente a él—. Es la verdad.
—¿No me lo dirás, cierto?— Seonghwa posó sus orbes en los de su amigo y éste negó.
«¿Qué sentido tenía ahora?», pensó. Unos pocos días más y serían tres semanas desde que todo pasó y, básicamente, Lee lo jodió. Contando cosas que no le aludían en lo más mínimo.
—No fue la gran cosa.—minimizó Kim, recibiendo una centelleante mirada por parte de su chico, la cual ignoró—. No reaccionó de la mejor forma al, ya sabes, enterarse de lo qué sea Mingi y yo tengamos.
El castaño asintió, dubitativo—. Le gustabas, era de esperarse, supongo.
—¿Cómo lo sabes?— Hongjoong no disfrazó su asombro, y es que vamos, ¿cuán despistado, realmente podía llegar a ser?
—No era alguien obvio.— concedió Park, sacudiendo sus hombros, desinteresado—. Pero su interés por saber cosas no tan superficiales de ti, me lo hicieron sospechar. Cuando Mingi apareció y te monopolizó con facilidad, lo di por sentado.
—¿También lo sabías?— cuestionó Kim hacia el bronceado chico a su lado, éste asintió—. ¿Cómo?
—Su mirada era algo... insinuante.
—Cómo sea. Me iré ahora— expresó tras suspirar y su casi vacía bandeja, tomar—, olvidé mi libro de matemáticas en casa y pediré prestado uno en la biblioteca.— informó ante la curiosa mirada de su amigo de exóticos rasgos.
Y apenas se levantó, unos dedos se enredador en su brazo, deteniéndolo. Resopló y sus ojos clavó en Mingi.
—¿Me das un beso?— preguntó en un bajo y casi suave tono. De no saber que estaba murmurando, Hongjoong creería que estaba siendo tímido.
—Estamos en la cafetería.
Kim nunca antes fue tan consciente de sus compañeros pero, distraídamente, había descubierto que, mucho de ellos. Un porcentaje no muy grande, la verdad. Almorzaba en mesas aledañas a la suya.
Y no le importaba, pero desde que Lee había aflojado sus resentidos labios, lo hacía. Sólo un poco, pero es que, no quería darle a esos imbéciles de qué hablar. A nadie, de hecho. Su lo qué sea era de él, privado y de nadie más.
Y si bien, nadie parecía prestar especialmente atención en ellos, él no tenía buena suerte. Lo comprobó en varias situaciones.
No quería montar un espectáculo tampoco.
Honestamente, muchas de esas cuestiones eran excusas baratas que su mente estaba inventado sobre la marcha porque, él quería estampar sus finos labios con aquellos más gruesos. No se habían besado en, probablemente, todo ese día.
Y él no tenía adicciones, pero los labios de su dongsaeng, bien podrían ser una.
—Nadie les está prestando atención.— expresó Seonghwa, bebiendo de su agua.
—Te estás volviendo excesivamente cariñoso.— musitó un rendido Hongjoong, dejando la bandeja sobre la mesa y volviendo a ocupar su asiento.
Mingi torció sus labios en una juguetona y complacida sonrisa—. ¿Tú crees?— Kim asintió—, pues eso no es nada, dulzura. Sólo una miserable parte.
El pelinegro rodó sus ojos e ignoró sus desatados nervios, relamió sus labios y apuntó con su pequeño dedo al chico a su derecha—. Sé rápido o te mataré, ¿entendido?
La sonrisa de su menor se torció aún más, volviéndose gatuna y maliciosa. Tan usual en él. Era aquella sonrisa que, tiempo atrás, conseguía espantarle por no saber a qué temer cuando se mostraba y aquellos labios exornaba.
Mingi estiró su mano, tomándolo por la nuca y acercando sus rostros de manera cuidada. Sus labios chocaron de manera grácil y milésima de segundos después, los más gruesos allí, se apoderaron, demandantes, de los más delgados.
Hongjoong jadeó ante la sorpresa, sus manos se apoyaron en el pecho ajeno y tan pronto hizo el amague de apartarse, su belfo inferior fue mordido. Inconsciente como automáticamente, sus labios se separaron y le dieron, sin quejas y gustosos, acceso a la intrépida lengua del pelirrojo. Consciente, su lengua se enredó con la recién llegada.
Jadeando por lo bajo, Hongjoong se acercó un poco más a Mingi, buscando profundizar el beso y que el reconfortante y familiar calor de su cuerpo, le envuelva.
El de cabellera negra gimió tan pronto la mano que, él no sabía y en su muslo yacía, se apretó entorno al mismo con destacable saña. Enviando una cosquilleante y placentera corriente por toda su anatomía. Mientras la zona sujetada se calentaba, ardiendo al igual que todo su cuerpo comenzaba a arder.
Sofocado, Kim se apartó. Su rostro ardió en un más que vivo carmín tan pronto su mirada chocó con la pasmada de su amigo.
No había sido un beso vulgar, sí uno descarado. Pero eso no evitó que el más bajo allí se hundiera en su asiento y cubriera su colorido rostro. Abochornado.
No quería brindar un espectáculo y eso brindó. De puta madre.
—Eso fue... caliente.— dijo Seonghwa, aún pasmado.
Hongjoong lloriqueó y su rostro destapó, golpeando a su chico en el pecho con algo de fuerza, borrando, momentáneamente, su orgullosa sonrisa.
—Voy a matarte luego, imbécil.— masculló al volver a tomar su bandeja y levantarse.
Mingi simplemente inclinó su rostro a un lado, ensanchando su orgullosa sonrisa de manera lenta, casi seductora.
—También te quiero, Hongjoong.
«Ay mierda».
Con su corazón palpitando de manera exagerada, Kim se giró sobre sus talones y, torpemente, se alejó de aquel chico.
«No lo dijo en serio, fue jugando. No seas idiota».
Se repitió al salir del, repentinamente sofocante y amplio lugar. Mientras su rostro se incendiaba de un granate delator con cada paso que daba, a la vez que su corazón retumbaba en su pecho y oídos.
Estaba asquerosamente enamorado. Lo aceptaba.
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—Hongjoong-hyung.— el susodicho detuvo sus pasos y miró por sobre su hombro izquierdo. San, elegantemente, se acercó a él—. Hola, ¿su horario terminó?
—Hola. Terminó, sí.— respondió una vez asintió—. Supongo que el tuyo también.— agregó al ver una azulada mochila colgando de su hombro derecho.
La sonrisa en San, se torció—. No realmente. En cambio, el horario de Wooyoung, sí.
—¿Me estás diciendo que, te estás saltando clases por él?— inquirió cuando una de sus cejas, alzó. Choi rió y no respondió—. Está bien, supongo. No serás el último adolescente enamorado en hacerlo.— musitó con suavidad, encogiéndose de hombros.
—¿Tú no lo has hecho antes?— inquirió, curioso. Ladeando su rostro y viendo con mayor interés al contrario.
—Por supuesto que no. Es ridículo— respondió con inmediatez—, sin ofender.— agregó ante el fruncido ceño del rubio—. Puedes decirle que te esperé, o verse luego. ¿Por qué saltarse clases?
—No lo haré esperar dos horas por mí.— expresó al sacudir su cabeza, negando fuertemente—. Además, sus padres no estarán y no quiere quedarse solo... deja de verme de esa forma.— pronunció ante la sugerente mirada obtenida—. No tendremos sexo. Lo tuvimos ayer.
Hongjoong enrojeció y su ladina sonrisa se torció en una mueca, no es algo de lo que quisiera tener conocimiento. De ninguna manera, no.
—Eso estuvo de más, San.
—Mingi ha de decirte cosas peores.— objetó indiferente.
—No es lo mis...
—Además, no eres un virgen que no sepa nada de sexo.— interrumpió al, confiadamente, palmear su hombro—. No te avergüences.
—Te golpearé, San. Cállate.— advirtió al entrecerrar sus ojos. Demasiado irreflexivo y confiado para su gusto.
—Pero... Mingi, tu chico no tiene sentido del humor alguno.— acusó Choi, fingidamente ofendido una vez llegaron junto al susodicho.
Mingi sonrió y la blanca mejilla de Hongjoong acarició—. Tú sólo eres mal humorista, San.— pronunció al ver a su bajo amigo con diversión—. Mi chico, de hecho, es bastante risueño.
«Mierda, mierda, mierda. ¡No te emociones!».
—Cómo digas.— farfulló San, rodando sus ojos.
—¿Tendrán sexo?— cuestionó el pelirrojo una vez Jung apareció y sus pequeños labios, en su novio posó.
—¡No! ¿Qué estás diciendo?— el de hebras violetas, chilló, enrojeció y con grandes ojos miró a su alto amigo.
—Siempre que San se salta sus clases es porque tendrán sexo— recordó sin malicia alguna, suave y, podría decirse que, casi inocente.
—¡¿Te contó?!
—Nop. Siempre que los veo al día siguiente brillan, como si se hubieran acostado.— respondió tras sacudir sus hombros.
—Tu novio es un imbécil.— exclamó un sonrosado Wooyoung una vez cruzaron el enverjado.
—No es mi novio.— contradijo Hongjoong, enredando, inconscientemente, su pequeña mano con la contraria.
—Da igual, tu chico, ¡lo qué sea!— expresó mientras su mano sacudía—. Es un imbécil.
Kim simplemente rió y para cuando la melosa pareja se fue, el silencio, agradablemente, se cernió entorno a ellos.
Puesto a que, habían veces y situaciones, en las que, cruzar palabras, no era necesario.
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