❈•≪33. ¿Me extrañaste?≫•❈
—¿Cuándo me presentarás a Mingi?
Apenas Hongjoong ocupó su asiento de siempre en la mesa de la cocina, su ceñó se arrugó y sus castaños y algo cansados orbes, se alzaron y clavaron en los contrarios de su madre.
—¿Cómo?— cuestionó, ligeramente desconcertado.
—¿Cuándo me presentarás a Mingi?— reiteró con suavidad, ladeando su rostro. Expectante.
—Ya lo conoces.— farfulló aún confundido.
Sonhee rió y su cabeza meneó—. Me refiero a apropiadamente.
«¿Apropiadamente...?».
El pelinegro arrugó aún más su ceño y, arduamente, puso a trabajar cada pequeña parte de su cerebro, aunque fuera temprano por aquella mañana de lunes, quería comprender a qué se refería su madre con exactitud.
Y para su suerte, su cerebro estaba más despierto de lo que pensaba, porque no le llevó más de un minuto comprender.
—Mamá...
—Realmente me agrada Mingi, Hongjoong.— interrumpió la castaña.
El aludido suspiró, a él también le agradaba..., bueno, más que eso. Pero, como ya había dicho y varias veces, no eran nada serio. Se llevaban bien, tenían buenos ratos juntos, compartían risas y momentos que le robaban el alma y encendían su corazón, sí. Era consciente de eso como era consciente de que, su "relación", no era más que sexo.
Y, en su tiempo, dijo estar bien con ello pero quizá, y tal vez ahora, no lo estaba. En lo absoluto. Pero tampoco es como si fuera a hacer algo.
¿Qué podría hacer?
—No pasará, mamá.
—¿Quieres ayuda?— cuestionó la mujer, ¿esperanzada?
Hongjoong resopló y negó—. Estoy bien así, no.
—¿Seguro?
«¡NO!».
—Sí, mamá. Me iré ahora.— informó tras levantarse de su asiento y mirar su apenas tocado desayuno—. Y no estoy huyendo, ¿de acuerdo?
—Cómo digas, ve con cuidado.
Tras rodar sus ojos, Hongjoong tomó la mochila a su lado y, en vez de doblar a la izquierda e ir a la puerta, se encaminó a su habitación. Una vez dentro, rápidamente fue hasta el buró junto a su cama y tomó el pequeño y rosado adorno que yacía allí desde hacía días.
Lo miró y sus mejillas ardieron, era asquerosamente llamativo y no por su tamaño, sino por su color. Aún así, sacó su juego de llaves decorado por algún que otro artefacto y, sin duda alguna, lo colocó en él.
Sacudió su cabeza y se deshizo de algunas repentinas como tontas ideas, suspiró y salió de su habitación para, esta vez, sí encaminarse a la puerta y salir por esta una vez se colocó sus zapatillas.
Inspiró hondo y tras que, ligeramente, su rostro se helara por la fresca ventisca mañanera, comenzó a andar. Su entorno se encontraba quieto y desolado, apenas y pasaban dos o tres personas por su lado. Normal siendo tan temprano por la mañana.
El sosiego en su persona disminuyó y, parsimoniosos, los nervios comenzaron a colarse en su sistema. Insistentes y palpables. Y es que, estaba a pocos pasos de llegar donde, comúnmente (y la mayoría de veces), su menor estaba. Aguardando por él.
Su interior se revolvió y antes de que pudiera alzar su vista y asegurarse de que allí estaba el pelirrojo, alguien le tomó por el tirante suelto de su mochila, haciéndole trastabillar. Arrugó su ceño, preso de la confusión y cuando una mano le sujetó, momentáneamente, por su hombro izquierdo, no dudó en voltearse dispuesto a confrontar a quién había sido.
Pero su ligera confusión y crispación, quedaron en el olvido al toparse con aquella torcida y juguetona sonrisa que bien conocía y tanto le gustaba.
Su corazón se agitó y ferviente, comenzó a retumbar en las paredes de su pecho. Desesperado y ensordecedor. Era el efecto que Mingi tenía en su persona.
—Buen... ¡¿Q-Qué haces?!— Hongjoong expandió sus orbes y enrojeció tan pronto los largos y firmes brazos del menor, se enredaron en su cintura y lo acercaron, confiadamente, a su alta anatomía. Pegando sus cuerpos sofocantemente—. Mi-Mingi...
—No pudimos vernos el sábado.— murmuró mientras ladeaba su rostro y su juguetona sonrisa, se tornaba más afable, suave y simpática.
Hongjoong sintió como su cerebro se detenía, abrupto, y como su respiración se cortaba. Se sentía mareado y dudaba que el apenas haber desayunado tuviera algo que ver.
—Teníamos mucha tarea.— respondió en un endeble pero aún así claro tono.
Y era verdad, al final, no pudieron verse el sábado. Hongjoong tenía que terminar más tarea de la que pensó y Mingi..., él tuvo que hacer toda su tarea. Puesto a que se había olvidado, completamente, de su existencia.
Para cuando acabaron, ya habían pasado varios días y llegado el siguiente domingo y con él, el fin de sus vacaciones. Por lo que, hoy lunes, es la primera vez que se volvían a ver luego del pequeño desliz que el pelinegro tuvo por mensaje.
Y con sólo recordarlo, su rostro ardió más. Estaba muy seguro que, pronto, no tardaría en incendiarse por completo. Llamativa y notorio, como usualmente solía suceder.
—Aún así te extrañé.— murmuró el pelirrojo y el corazón del pelinegro, se paró y luego brincó, encantado.
—Eso...
Mingi afianzó su agarre entorno a su cintura y, fugazmente, miró sus labios para luego relamerse los propios. Ensanchando su sonrisa.
—Así que, ¿lastimosamente te gusto?— inquirió como interrumpió, divertido y, sutilmente, curioso. Interesado por una respuesta.
«Diablos, sabía que lo mencionaría».
Hongjoong le miró con fijeza e intentó curvar sus tambaleantes labios en una sonrisa, pero no consiguió más que una nerviosa mueca.
Apoyó sus, igual de tambaleantes manos, en el firme pecho del alto que le sostenía, mientras su cerebro pensaba si debía ser honesto y admitir que, en efecto, le gustaba..., bueno, que estaba enamorado de él. Al parecer.
«¡No puedes decirle eso, imbécil!».
Sacudió su cabeza y se deshizo de esa idea, claramente no podía admitir que, en realidad, estaba enamorado, eso sería... ¿demasiado?, no estaba muy seguro. Pero sí podía admitir que le gustaba, ya lo había hecho en alguna ocasión, tiempo atrás.
¿Qué sentido tenía seguir negándoselo?
Tragó el tenso nudo que en su garganta se había formado y asintió, vacilante—. La-Lastimosamente.
—En mi caso, esa palabra está de más.— murmuró a medida que su rostro acercaba—. Sobra.
Hongjoong quiso inquerir a qué se refería, pero antes de que una palabra saliera de sus labios, estos fueron atrapados por los pomposos de su menor.
Fue un simple y superficial toque, al principio y por unos pocos segundos, porque luego, Mingi no dudó en comenzar a mover sus belfos con destreza y notorio ahínco. Hongjoong no dudó en corresponderle y mover los suyos, un poco más torpe y arrítmico.
Un débil quejido escapó de los labios del pelinegro apenas sintió los dientes del contrario clavarse en la tierna carne de su belfo inferior, jadeó cuando sus cuerpos parecieron unirse aún más y no rechistó cuando la caliente e invasiva lengua del pelirrojo, se introdujo en su húmeda cavidad.
Al contrario, le fascinó y no dudó en usar la suya para saludarle.
Se enredaron apenas tuvieron el mínimo de contacto y batallaron tan pronto quisieron más del otro. La temperatura de sus cuerpos comenzaba a elevarse de la misma forma que sus pulmones comenzaban a sofocarse y quemar por el oxigeno que no llegaba a ellos.
Y su abrasadora burbuja no duró más, dos factores les hicieron apartarse. El primero, la falta de oxigeno que ya no podía ser negada o evadida. El segundo, el hosco empujón como apartar del bajo.
Quien había recordado, tardío, dónde estaban besándose.
—Y-Yo..., l-lo siento por eso.— murmuró Kim, cohibido y con un incendió expandiéndose por todo su rostro.
Mingi suspiró y le mostró su más apacible sonrisa—. No te preocupes, entiendo. Mi culpa.— pronunció y, hábilmente, ignoró el pequeño y amargo revoltijo en su interior—. Se me olvidó que estábamos en la calle.
—Yo...
—Está bien, vayamos a clases o llegaremos tarde.
Hongjoong suspiró y le vio pasar por su lado como si nada, indiferente. Aunque le pareció percibir como, su apacible sonrisa, flaqueaba.
«Ideas tuyas, Kim. No le des más importancia y muévete».
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—Me sorprende no haber visto a Mingi aún.— murmuró Seonghwa una vez acabó con su almuerzo y se hizo hacia atrás en su asiento, viendo la apagada expresión de su amigo—. ¿Todo bien?
—Así es, ¿por qué lo preguntas?— respondió una vez alzó su rostro y acabó con su jugo de naranja.
—Luces.., ¿ido?— pronunció vacilante, ladeando su rostro—. No lo sé, quizá te falta Mingi, ¿dónde está?
—No estoy ido.— replicó tras chasquear su lengua—. Y no lo sé, con sus amigos. Tiene amigos, Seonghwa.
—O quizá se aburrió de ti.— canturreó con diversión.
Y lastimosamente, esa diversión no alcanzó a su bajo amigo puesto a que, tan pronto la frase llegó a sus oídos y su cerebro la procesó, sus labios se torcieron en una mueca y su corazón palpitó, adolorido.
Era el cuarto receso y Mingi no se había aparecido por allí en ningún momento, Hongjoong no había dejado de pensar en ello y en la convincente sonrisa que le brindó hace horas, ¿por qué?, no tenía idea, honestamente.
Pudo ver mal, pero aquella sonrisa flaqueó y él estaba convencido de ello.
Y ahora, la broma de su amigo le había disgustado y traído a flote sus durmientes inseguridades que, por más que las metiera en diversos cajones, pequeños o grandes, éstas insistían en reaparecer. Más notorias y sañosas que antes.
—Estaba bromeando.— exclamó Seonghwa al notar la expresión de su amigo—. Hongjoong...
—Sí, ya sé, sólo..., estaba pensando en algo.
El alto no le creyó pero aún así, no insistió. El pelinegro se había vuelto a desconectar y a pensar en ideas de las que él, no tenía conocimiento.
Sin apetito y extrañamente inquieto, Hongjoong apartó la bandeja con su poco almuerzo en ella, cruzó sus brazos y buscando distraerse, recorrió la tumultuosa cafetería con sus desganados orbes.
Reconoció a varios de sus compañeros a la lejanía, más alegres y animados que él, desinteresado, siguió viendo. Y sus orbes dieron con una persona que, sin dudas, conocía.
O bueno, tuvo la ¿fortuna? ¿desgracia?, o lo qué sea de haber visto una vez.
San.
El rubio y para nada alto chico, estaba sentado en una lejana mesa mientras conversaba con otros chicos y chicas, sonreía de manera amplia y, ciertamente encantadora. Se notaba animado y, relevante o no, su cabellera lucía un poco más abundante. Larga.
Se veía bien.
Para cuando quiso apartar la mirada de aquel enérgico chico, algo llamó su atención; otro chico. Éste poseía hebras finas y de un sutil pero agradable violeta..., ¿o lavanda?, no estaba seguro pero sí sabía que el chico era lindo y el color le sentaba. Muy bien, de hecho.
Pero su, aparentemente, baja estatura y bonitas facciones como bronceada tez, no le llamaron especialmente la atención, para nada. Lo que llamó su atención fue ver cómo, sin titubeos y de manera confiada, ese desconocido chico, alzaba sus brazos y rodeaba el cuello de San, a la vez que, ameno, juntaba sus anatomías un poco más.
Hongjoong estaba pasmado.
Sabía que San salía con el mejor amigo de Yeosang, suponiendo que ese lo fuera, pero jamás pensó que fueran de esa forma tan..., ¿empalagosa?, libre y poco discreta. Sus ojos se expandieron de la sorpresa.
Y nadie parecía estarlos juzgando en aquella mesa.
Intrigado, se dispuso a recorrer los rostros de quienes le hacían compañía y en efecto, nadie los juzgaba. Eso concluyó luego de analizar cinco rostros; tres chicas y dos chicos. Hubiera continuado con los dos restantes pero, al llegar al sexto. Su asombro, aumentó.
Mingi estaba allí, en la punta de aquella mesa y casi oculto por cuerpos de otras mesas aledañas.
Parecía desinteresado aunque su expresión lucía sosegada y, cada tanto, sus labios se movían, claramente hablando. Su interior se calentó y su mirada se negó a ser apartada, el pelirrojo traía las abundantes hebras de su cabellera, desordenadas, y la camisa de su uniforme, considerablemente abierta.
Dos botones estaban sueltos y dejaban a la vista su bronceada piel y clavícula izquierda, su respiración se extinguió y sus labios se resecaron. Aquella era una imagen provocativa para alguien como él.
Alguien quien fácilmente perdía la cordura.
Meneó su cabeza y siguió la vista de su menor luego de que, San, le hubiese dicho algo y señalado con su mentón, la mesa frente a ellos. Sus ojos no tardaron en toparse con una linda y no muy alta chica, la misma se encontraba sonrosada mientras sus dos amigas la codeaban y murmuraban cosas. Hongjoong no tardó en comprender el porqué de aquello, puesto a que, tan pronto Mingi la notó, las dos chicas (sin disimulo alguno), chillaron. Mientras que la rubia de corta cabellera, enrojecía y apartaba la mirada.
Inquieto como ansioso, el de blanca tez dirigió su vista al rostro de su dongsaeng, éste miró a su rubio amigo y movió sus labios, diciéndole no sabe él qué, para luego, encogerse de hombros y menear su cabeza, indiferente.
—¡Hongjoong!
El aludido se sobresaltó y rápidamente, vio a su castaño amigo, confundido—. ¿Qué? ¿por qué gritas?
—Te estaba hablando.— masculló mientras sus brazos cruzaba, indignado—. ¿Qué estabas haciendo o viendo?
El pelinegro ocultó su rostro tras sus pequeñas manos y se disculpó, entre dientes—. Creo que estoy celoso.
—¿Porque Yeosang me saludó en el pasillo?— inquirió un desconcertado Park.
—¿Yeosang te saludó?— el contrario asintió—. No te escuché, lo siento..., otra vez. Me refería a Mingi.
—¿Sí pasó algo entre ustedes?— cuestionó con una de sus cejas enarcadas, interesado. Hongjoong descubrió su rostro y negó—. ¿Entonces?
—Creo que le gusta a una chica.
Seonghwa sonrió con suavidad y reprimió sus ganas de burlarlo—. No tiene un club de fans, pero he notado como un par de chicas se le quedan viendo.— expresó, afable—. Es atractivo y simpático, ¿no lo habías notado?
—Claro que no, no es algo que me interese saber o notar.— masculló y las comisuras de sus labios se fruncieron.
—No tienes algo de lo que preocuparte, tranquilo.
—No me estaba preocupando por ello.— mintió y el contrario rodó sus ojos.
—Deja de mentirte.
—No lo estaba haciendo.
—Cómo sea y tú prefieras.— musitó, rendido.
—Pero...
La campana sonó y el pelinegro calló, al parecer el universo no quería oír su inmadura replica, pues no sería otra cosa. Además, ambos sabían que en su ser se había instalado una ligera molestia o preocupación por, recién ahora, ser consciente de que habían un par de personas interesadas en el alto que no estaba con ellos.
¿Y cómo no las habría?, el chico era atractivo, llamativo y simpático.
«No tiene sentido pensar en ello, déjalo estar».
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Para cuando su horario terminó, Hongjoong no se encontraba con el mejor estado de ánimo posible. Al contrario, su semblante estaba arrugado y él mismo, sumamente irritable. Seonghwa había cuestionado el porqué de su actitud tan arisca y cortante, pero él se había limitado a decir que no se debía a nada en especial y que sus intensas clases de matemáticas, lo habían puesto de mal humor.
Lo que, obviamente, no era cierto.
No había visto al pelirrojo por todo ese día, sus inseguridades seguían palpables como en la superficie más alta de su organismo y además, tenía la extraña idea de que, de alguna forma, había mosqueado alto.
La sensación era incómoda y comprimía su corazón de una forma poco agradable.
Y podía también estar, como siempre, exagerando la situación y malinterpretándolo todo. Era tan viable como probable. Eso sí, la única certeza que en ese momento tenía, era que extrañaba a Mingi.
Ante el ferviente hecho, Hongjoong sacudió su cabeza y cerró su casillero, frustrado. ¿Cómo era posible que se sintiera de esa forma?, ¡lo había visto hacía seis horas!..., pero hablaron por última vez hacía diez. Bufó y se colgó su mochila en su hombro derecho, definitivamente no lo comprendía por lo que, decidió dejar de pensar en eso.
¿Qué sentido tenía?
Tras convencerse de que estaba siendo infantil y sumamente caprichoso, se puso en marcha, caminando por el tumultuoso mar de gente que le rodeaba mientras que, en su mano izquierda y en su dedo índice, su juego de llave personal, giraba. Buscando con eso, distraerse.
Desinteresado y sin prestarle atención a nadie en particular, continuó andando, notando como el frescor mañanero se había intensificado y era ahora, más notorio y sentido. Según él y su efímero pensamiento, eso era señal de que, parsimonioso, el otoño comenzaba a despertar.
—Lindo adorno.— Hongjoong se sobresaltó y, brusco, detuvo su andar. Viró su rostro hacia la izquierda y sus orbes se toparon con los afilados y oscuros de su menor—. Me decepciona notar que te estabas yendo sin mí.
—Yo no te vi en todo el día.— replicó una vez su estupor pasó y su caminata, retomó.
«Mierda, eso no y además ¡¿qué tiene que ver?!».
Mingi reprimió su fugaz sonrisa y asintió, aunque no fuera visto—. Estaba pensando y analizando algunas cuestiones con San, a veces puede ser centrado y serio.
—Espero que te haya ayudado.
—Lo suficiente.— aseveró con suavidad. Sin poder o querer evitarlo, el alto estiró su brazo hasta que su mano derecha se posó en las oscuras hebras de su mayor, las acarició y al instante, obtuvo tanto su mirada como atención—. ¿Me extrañaste?— inquirió tras que sus labios se curvaran en una dulce sonrisa. Hongjoong se sonrosó y no respondió, volviendo su vista al frente—. Lo tomaré como un sí.
El silencio los envolvió y continuaron andando de esa forma; Hongjoong sonrosado y con la mano de su menor sobre su cabeza. Mientras que éste, arrítmicamente, tarareaba una canción que sólo él conocía.
Y sorprendentemente, el de menor estatura, no encontró esto incómodo. Le gustó, por eso mismo y cuando el pelirrojo apartó su mano y se despidió, sus labios se abultaron con ligereza, contrariado. Pero esto quedó en el olvido cuando, inopinadamente, Mingi se acercó y le arrebató un fugaz como apenas perceptible beso.
Kim enrojeció y se giró sobre sus talones, caminando rápidamente a la seguridad de su casa, mientras fingía que su rostro no se encontraba ardiendo y que su interior, no se había revuelto.
«Estoy perdido, enterrado en lo más profundo..., ¡jodido!».
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