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❈•≪32. Innegable≫•❈

Hongjoong se sobresaltó y bruscamente se enderezó en su cama, agitado vio a todos lados y tras parpadear varias veces, cogió su ruidoso móvil. Sabía que era una llamada pero no sabía quién la estaba realizando y con lo poco despiertos que estaban él y su cerebro, era comprensible.

¿Quién habla?

Tienes tres contactos frecuentes, ¿quién podría ser, idiota?

Hongjoong arrugó su ceño y frunció sus labios, mosqueado—. Idiota tú, Seonghwa, ¿qué quieres?

Estoy a diez minutos de tu casa, te llamo porque no respondiste a ninguno de mis mensajes, ¿qué tanto hacías?— cuestionó tras suspirar.

Dormir.

Deja de hacerlo y levanta tu trasero de la cama.

El pelinegro separó sus labios, dispuesto a replicar y negarse a recibirlo, pero la comunicación fue finalizada al instante y él, dejado con la palabra en la boca. Arrugó su ceño y miró, indignado, al pequeño aparato que sostenía, como si éste tuviera la culpa.

Chasqueó su lengua y lanzó, suavemente, el aparato en su buró. Resopló y tras despeinar sus revueltas hebras, se dejó caer hacia atrás, hundiéndose en su mullida superficie y clavando, fugazmente, sus ojos en su ordinario techo puesto a que, cuando sintió algo a su lado removerse, se asustó.

Viró su rostro y su corazón se alteró, comenzando a palpitar desesperadamente en su interior, extraña como tontamente, había olvidado la existencia de su menor y es que, aún estaba algo dormido y sus funciones, también. Apenas y estaban comenzando a retomar su ritmo de siempre.

Sus mejillas ardieron sin explicación alguna y sus nervios, salvajemente, se desataron. Su interior se calentó como sus entrañas se revolvieron. El pelirrojo se veía, sumamente relajado durmiendo de aquella forma tan plácida y amena que, sus intensiones de despertarlo, fueron ignoradas y ocultadas en el primer cajón que encontró disponible en su mente.

Suspiró y con exagerada cautela, Hongjoong salió de su cama y caminó hacia su armario, tomó las primeras prendas que vio y, con la misma cautela, abrió la puerta de su habitación y salió de ésta, camino al baño. Tenía que ducharse y deshacerse de su incómoda como sucia prenda interior, apenas eran las siete con diez minutos de la tarde, y seguro estaba que, su amigo, no tardaría en llegar y llamar a su puerta.

Y no se equivocó, seis minutos después y cuando se encontraba secando sus hebras luego de haberse duchado como vestido, el conocido y poco distintivo timbre de su casa, resonó por el silencioso lugar. Dejando su actividad a medio terminar, se dirigió a la sala.

—¿Quieres algo de beber, idiota?— inquirió tan pronto la puerta abrió y sus ojos se encontraron con los de su amigo.

—Claro que sí, idiota.— replicó el contrario y sus labios se curvaron en una burlona sonrisa.

—Cierra la puerta al pasar.

Tras decir eso, se giró sobre sus talones y se dirigió hacia la cocina, una vez en ella, no tardó en coger dos vasos y llenarlos de jugo. Chasqueó su lengua apenas sintió el gruñir de su estómago y es que, llevaba sin comer desde temprano por la mañana, más precisamente, desde el desayuno.

Habían pasado nueve horas desde entonces.

Sin pensarlo demasiado se dirigió al último de los cuatro cajones de la alacena superior y como esperaba, allí encontró una bolsa de galletas saladas. Se paró de puntas y, a pesar de que, probablemente, llevara cinco días allí metida, la cogió. Para él, comida era comida.

Además, unos snacks no podían arruinarse en cinco días ¿cierto?

Se encogió de hombros y procedió a tomar asiento en la pequeña mesa que allí había, tras cuatro desastrosos intentos, abrió el paquete y se lo acercó a la nariz, su aroma no era malo y eso le convenció de comerlas.

—Este vaso estaba en la sala.— murmuró el castaño al cruzar el umbral y mostrar el sucio objeto en alto.

—Déjalo en la encimera, luego lo lavo.— farfulló con la boca llena para luego mirar la bolsa que se encontraba en su mano izquierda, las galletas no sabían mal pero tampoco bien, simplemente perdieron su frescura y crujiente textura—. Di por sentado que ya no te pasarías por aquí.

—Cambié de opinión.— replicó y sus hombros elevó, indiferente.

—¿Tan aburrido estabas?

—Lo suficiente.— aseguró y una maliciosa sonrisa, se posó, elegantemente, en sus llamativos labios.

—Mejor cuéntame de una vez qué tanto hiciste en tus vacaciones o te echaré a patadas de esta casa.— masculló al apartar sus snacks y cruzar sus brazos, crispado.

Seonghwa rió pero asintió—. Los primeros días no fueron realmente interesantes ¿sabes?

—¿Los primeros días serían...?

—No pasó nada interesante hasta el lunes.— aclaró como aseguró tras suspirar—. Aunque no sabría decir si, lo que el lunes pasó, fue interesante o..., ¿confuso?— murmuró, dubitativo y su rostro ladeó, indeciso—. Tal vez fue revelador.

—¿Revelador?— Hongjoong enarcó una ceja y su rostro también ladeó, desconcertado y curioso—. ¿En qué sentido?

—Me di cuente de un par de cosas..., bueno, no fueron un par.— se interrumpió y su cabeza sacudió con ligereza—. Sólo fue una.

—Ya veo, ¿pero, podrías, por favor decirme de qué, exactamente, estás hablando?— pidió y su amigo sonrió, suave.

—De Yeosang.

—¿Yeosang?— cuestionó confundido—. ¿Hablaste con él?

—No, algo mejor que eso. ¿Sabías que es de Pohang?— inquirió, ligeramente emocionado y el pelinegro negó. «¿Cómo podría?, apenas y sé lo más básico»—. Cómo sea, estaba recorriendo Jinju y nos topamos, bueno, me pareció familiar y lo seguí.

—Ya veo, entonces ¿hablaron?

—Sorprendentemente, sí.— Hongjoong asintió y dejó al castaño proseguir—. Creí que estaría más reticente a ello pero, a pesar de su ligera incomodidad y timidez, lo hizo.

—¿Por eso, cuando me llamaste al días siguiente, sonabas distraído?

—En parte.— concedió con suavidad.

—Ya, ¿hicieron algo más aparte de hablar?

—Le mostré algunos sitios que recordaba, eran agradables de ver.

—¿Cómo estaba él?

—Teniendo en cuenta las escasas veces que conseguí verlo días después de rechazarlo, mejor.— musitó con fingido sosiego mientras ignoraba el ligero pero sentido hundimiento de su corazón—. Sus ojeras eran menos profundas y sin dudas, lleva durmiendo con propiedad varios días. Una semana tal vez.

Internamente, el pelinegro se alegró, parecía ser que el dongsaeng de su amigo estaba sanando lentamente y eso no era más que bueno.

—Y tiene el cabello castaño.— pronunció Seonghwa al recordar el ligero cambio de su menor.

—Eso es algo positivo, ¿cierto?— el alto asintió, porque lo era ¿cierto?—. Ahora, dime, ¿de qué te diste cuenta con exactitud?

—Extrañé y extraño a Yeosang, demasiado tal vez.— confesó en un bajo y cohibido tono, Hongjoong expandió sus orbes, asombrado—. Considero que es normal, estuve varios meses junto a él y por muchas horas, sabes que lo aprecio y es lógico.— explicó con suavidad, encogiéndose de hombros—. Es lógico que lo extrañe.

—¿Consideras que, luego de ese encuentro, esté dispuesto a dialogar o volver a pasar tiempo contigo?

Seonghwa frunció su ceño, analítico, y tras el pasar de unos pocos segundos. Negó—. Si bien hablamos, bromeó y pasamos un grato rato juntos, no lo veo posible. Aún se ve... ¿afectado?— murmuró vacilante—. Dolido.— se corrigió poco después—. Considero que, mantenerme apartado, sigue siendo lo mejor.

El de oscuras hebras asintió y su labio inferior atrapó entre sus dientes, pensante. A pesar de las firmes palabras de su amigo y de su, aparentemente, decidida resolución. Éste se veía inquieto y, notoriamente, inconforme o disgustado con la idea de mantener el distanciamiento entre ambos.

Lo que, por muy obvias razones, le llamó la atención.

Como ya fue dicho, poseía un cerebro muy creativo y una mente muy activa y, algunas veces (si no es que la mayoría de ellas), tendía a exagerar algunos hechos como sobre-analizar algunos otros. Este fue uno de esas tantas veces.

«¿Realmente, Yeosang, no le gusta?».

Y es que, Hongjoong comprendía que su amigo apreciara al, ahora castaño porque, como ya le había dicho, habían compartido muchas cosas y estado juntos por, una gran y considerable cantidad de tiempo. Por lo que, encontraba lógico que le extrañara y, en cierta parte, le doliera mantener distancia.

Pero, ¿era lógico que su expresión se desencajara de esa forma ante el inevitable hecho? ¿era lógica su palpable amargura y disgusto?

Tal vez sí o tal vez no. No estaba muy seguro.

Y si bien su amigo era alguien amable y considerado, aquello excedía un limite. ¿O tal vez, él estaba analizando todo demasiado y, a pesar de decir que lo comprendía, no lo hacía realmente?

Eso, sinceramente, era más probable y certero que todo lo anterior.

«No pierdes nada con volver a preguntarle».

—¿Hongjoong?

El aludido enrojeció y sus entreabiertos labios, cerró. Ignorando la inquisitiva y, sumamente curiosa mirada de su amigo, viró su rostro y sus castaños orbes se clavaron en la recién llegada como adormilada figura de su menor.

Su corazón se exaltó y furioso, palpitó contra las paredes de su pecho. El color en su rostro se acentuó, su garganta se secó y sus pequeñas manos, sudaron con ligereza. Nervioso y, sutilmente emocionado por su presencia como encantadora apariencia.

Sus rojas hebras estaban revueltas en distintas direcciones, sus prendas estaban arrugadas, y sus filosos como pequeños ojos, hinchados al igual que su rostro, por su recién despertar.

Su interior se calentó ante la imagen, estaba más que encantado o fascinado. Desbordado, tal vez, no tenía idea. Pero seguro estaba de que, su alto y pelirrojo dongsaeng, era lo más encantador que alguna vez vio.

En ese momento al menos le parecía encantador.

—Oh, Seonghwa-hyung, no sabía que estabas aquí.— murmuró un Mingi más despierto y con su rostro inclinado a un lado al notar la castaña presencia.

—Lo mismo digo.— replicó el nombrado, una pequeña y divertida sonrisa se encontraba exornando sus labios.

—¿Quieres algo de comer?— cuestionó el pelinegro, cohibido y con su rostro aún quemándose de un intenso carmín. Mingi dudó pero terminó asintiendo, después de todo, despertó a causa del hambre—. Bien, siéntate.

Tambaleante, Hongjoong se levantó y se encaminó a su refrigerador, en su vida pensó que podría sentirse tan nervioso o incómodo, y eso que había estado en situaciones, según él, peores que esta.

Resopló por lo bajo y vio qué tanto tenía allí; frutas, jugo de naranja, agua, leche, verduras y un sellado recipiente de ramen ligeramente picante. Sin pensarlo demasiado, lo tomó. Tampoco le cocinaría algo a su menor.

—¿Llevas mucho aquí?— inquirió un interesado Seonghwa de brazos cruzados.

—Desde... ¿las tres y media?— respondió el chico de bronceada tez, sacudiendo sus hombros al no tener certeza de ello—. No lo sé, la verdad. ¿Qué tal tus vacaciones, hyung?

—Estuvieron bien.

Y el menor no dijo más, el de oscuras hebras le había entregado su comida, unos palillos de acero inoxidable y pronunciado que tuviera cuidado puesto a que los fideos eran, ligeramente picantes. Agradeció y se dispuso a comer, desentendiéndose de su entorno.

—Esto sí que es interesante.

—Cállate.— masculló el pelinegro, con su rostro aún quemándose.

—Pero...

—Dije que te callarás.

Seonghwa sonrió y suavemente, asintió. Otorgándole a su amigo, silencio. Mientras que éste intentaba sosegar su intenso y caliente rubor, el cual parecía dispuesto a no ceder y permanecer, insistente, en su blanca piel. Delator y notorio.

Resopló por lo bajo y con intensiones de huir de la divertida como inquisitiva mirada de su amigo, viró su rostro, fijando sus ojos en la relajada expresión del chico a su lado. Sus grandes y castaño orbes no tardaron en observarlo, por segunda vez, con verdadero interés y detenimiento.

Su corazón dio un vuelco y la calidez anteriormente experimentada, reapareció. Expandiéndose no sólo por su corazón sino también por todo su pecho, agobiándolo inexplicablemente. Avergonzado por sí mismo, dejó de verle, fijándose en Park y en la nueva mirada que en sus oscuros ojos brillaba; resuelta. Afirmativa.

Su ceño se arrugó y antes de que pudiese cuestionar por qué era observado de aquella forma, el bronceado chico a su lado, emitió un extraño sonido o prolongado quejido que podría atribuirse a la complacencia que los fideos le habían causado, ya sea por su sabor o por haber acabado con ellos.

—Eres de buen comer.— señaló Seonghwa, sonriendo afablemente al menor allí, éste asintió y como era de esperarse, sus rasgados ojos pasaron al pequeño chico a su lado—. Realmente estoy cur....

—¿Tienes que irte?— inquirió un falsamente sorprendido Hongjoong, alzando su rojo rostro a su dongsaeng—. Te acompaño a la puerta.

Seonghwa meneó su cabeza mientras que el, prácticamente echado chico, reía. Incrédulo como divertido. Despidiéndose del castaño con un ligero sacudir de su mano mientras seguía al pelinegro hasta la entrada.

—Realmente no eres discreto, ¿eh?— inquirió Mingi, cruzando sus brazos y ladeando su rostro.

—Es tarde.— replicó indiferente, sacudiendo sus hombros—. Largo.

—Bien, ¿nos veremos otro día?— cuestionó suave y con sus oscuros ojos brillando.

—Si te vas ahora, luego te diré.— expresó bajo y evasivo, sin querer afirmar lo que ambos sabían, pasaría.

Mingi meneó su cabeza y con una ligera sonrisa exornando sus pomposos y rosas labios, procedió a suspirar y tomar asiento en el suelo, colocándose sus zapatillas poco después.

—Estaré ansiando volverte a ver.— murmuró una vez se enderezó, y tras mostrarle una fugaz como dulce sonrisa, se inclinó lo suficiente como para que, sus voluminosos labios, se posaran casta y suavemente, en los impropios y más delgados—. Nos vemos, Hongjoong.

El nombrado no pudo hacer más que enrojecer y balbucear incomprensibles y sueltas palabras, pasmado y fascinado por tan inesperado como cariñoso beso. Por tercera vez, su corazón brincó y él, se derritió.

—Así que, ¿sólo dormías?— preguntó un malicioso Seonghwa al ver ingresar a su bajo y sonrosado amigo.

—Sí estaba durmiendo cuando me llamaste.— farfulló, volviendo a ocupar su asiento y evitar su mirada.

—¿Antes no?— inquirió y al verlo enrojecer con tanto salvajismo, carcajeó—. Okay, entiendo. Antes no.

Hongjoong cubrió su rostro y resopló, ¿por qué había echado a Mingi?, si estando él o no, Seonghwa preguntaría cualquier cosa que quisiera saber sin limitaciones o tacto alguno.

Había sido tonto e impulsivo. Por supuesto. Pero no se arrepentía..., del todo. El chico de seguro quería ducharse.

—No hablaré de eso.— sentenció cuando el ardor en su persona, cesó—. Deja de verme de esa extraña forma.— agregó con su ceño fruncido.

—¿Extraña?— inquirió el contrario, ladeando su rostro. Hongjoong asintió—. Es que no sé si decírtelo...— murmuró, ligeramente vacilante, sopesando si hacerlo o callar, puesto a que su amigo parecía no tener idea de cómo miraba al pelirrojo y del honesto destello que sus claros ojos poseían—. ¿Sabes qué?, lo diré. Eres tan despistado que tardarás más en notarlo, si lo haces, claro.

—No entiendo...

—Estás enamorado.— interrumpió al instante y, firmemente, exclamó.

Los orbes del pelinegro se expandieron y sus labios se torcieron en una mueca, confundido—. ¿Qué?

—Estás enamorado de Mingi.

Y el cerebro de Kim, hizo cortocircuito. Sus engranes perdieron aceite hasta, gradualmente, ralentizar su funcionamiento para detenerlo por completo. Sus manecillas, bruscamente se detuvieron y una de ellas cayó. Básicamente, sus funciones se averiaron tanto como su cerebro se fundió.

—¿Qué?

Seonghwa rodó sus ojos y no respondió, la patidifusa expresión de su amigo le advertía que no era consciente de su repetida cuestión y que, simplemente, había sido formulada de manera inconsciente.

«No estoy enamorado de Mingi, no. Definitivamente no».

Y a pesar de ese rápido y negativo pensamiento, Hongjoong no estaba seguro de que fuera del todo cierto, o que de siquiera lo fuera. Dudaba completamente de su veracidad y estaba muy dispuesto a desecharlo.

La anonadada expresión del pelinegro se perdió, dando paso a una brillante por la comprensión como por la aceptación, poco después, el bochorno le azotó y coloreó su rostro.

Odiaba que su amigo se equivocara pocas, realmente, escasas veces. Era molesto.

—Sí, bueno... eh...— su voz tembló y sonó excesivamente endeble por los nervios—. ¡No puedes culparme, ¿lo has visto?!— exclamó algo alterado como frustrado, la vergüenza le hacía actuar de formas peculiares.

Seonghwa rió y su mirada dulcificó—. No te estaba culpando ni juzgando. Es agradable ver que lo aceptes más rápidamente.

—¿Qué sentido tendría querer engañarme y hacerme creer que no?— cuestionó, hundiéndose en su asiento, rendido—. Seré el único perjudicado con ello.

—Temo decirte que no es cierto.

Hongjoong arrugó su ceño—. ¿A qué te refieres?

—A que eres despistado.— replicó con una enigmática sonrisa en sus labios.

—Seo...

—¡Seonghwa!, es agradable verte por aquí.— pronunció la recién llegada Sonhee—. ¿Cómo estuvieron tus vacaciones?

—Estuvieron bien.— respondió con suavidad—. Fue nostálgico volver, pero prefiero Seúl.

La castaña rió pero concordó—. Ignorando la exagerada cantidad de personas que hay, es agradable.

—Lo es.

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Y a eso de las diez, luego de haber cenado junto con su madre y amigo, y una vez, éste se fue a su casa, Hongjoong volvió, exhausto a su habitación. Tirándose sobre su cama con sus extremidades extendidas y sus orbes, como siempre, fijos en el techo sobre él.

Inexplicablemente, las palabras que su menor pronunció antes de irse (o de él correrlo), volvieron a su mente. Chasqueó su lengua y buscó su móvil, era una excusa pero una válida. O eso se dijo.

Hongjoong
Podemos vernos el sábado, si no tienes nada qué hacer.

22:08 pm.

Mandó el mensaje y suspiró, dispuesto a dejar el aparato en su buró cuando éste vibró.

Minky^^
Me aseguraré de estar completamente disponible ese día.

22:10 pm.

Hongjoong no tenía que emocionarse por algo como aquello, pero aún así, se emocionó tanto o más que su alegre corazón.

«Patético».

Hongjoong
Espera un momento.
¿Estás sólo en casa, cierto?

22:14 pm.

Minky^^
Así es, ¿por qué?
¿Quieres pasar la noche conmigo?

22:16 pm.

Y el rostro del pelinegro, vivió en intensos colores, avergonzado. Mascullando insultos para sí y para su no presente dongsaeng.

Hongjoong
Sólo recordé lo que me dijiste en la mañana, pervertido 😐

22:20 pm.

Minky^^
Y aún así te gusto, Hongjoong.

22:23 pm.

Hongjoong
Lastimosamente, así es.

22:24 pm.

Y al ser consciente de qué había enviado, sus nervios estallaron como su rostro se incendió tanto como él lo hizo. Tiró el móvil sobre su buró y tapó su rostro con sus manos, sintiéndose desfallecer. Lloriqueó y hecho un ovillo como estaba, pataleó.

Considerando, fugazmente, qué tan jodido podría estar a causa de su despiste.

«No revisaré ese maldito móvil a menos que sea necesario».






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