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❈•≪30. Infructuosas vacaciones≫•❈

Hongjoong, suavemente, meneó su cabeza de un lado al otro, mientras su respiración se mantenía sosegada y sus ojos, cerrados. Poco después, su pierna izquierda comenzó a temblar, a sacudirse y acompañar con esto, la suave melodía que inundaba a sus oídos tan placenteramente.

Pero aquella cómoda y agradable situación, fue interrumpida bruscamente. Su auricular derecho se le había sido arrebatado y con el, la música del mismo, creando un desequilibro y una situación poco armoniosa para su gusto.

Sus ojos abrió al tiempo que su ceño arrugó, centrando sus castaños y consternados orbes en la parada mujer a unos pasos de su acostado cuerpo.

—¿Por qué hiciste eso?— inquirió hacia su progenitora, la cual había cruzado sus brazos con firmeza.

—Estaba hablándote y no me respondías.— masculló tras bufar y su temple, ligeramente, fruncir.

—Tenía los auriculares, ¿sabes qué significa cuando alguien los tiene puesto?— cuestionó mientras se quitaba el otro y apagaba la música, frunciendo sus labios y enderezándose—. Significa que no puede escucharte.

Sonhee masajeó el puente de su nariz mientras inspiraba de manera honda, cuestionándose realmente por qué no fue más estricta o limitante con su hijo, como su madre lo había sido con ella.

Luego recordaba, dulcemente, que poseía la personalidad de su padre. Un hombre despreocupado y bastante liberal, y que, lastimosamente o no, aquello no iba con ella y desistía. Rendida.

—Llevas tres días haciendo lo mismo, ¿no saldrás?— su hijo negó, haciéndose hacia atrás y volviendo a apoyar su espalda en el frío suelo bajo ésta—. ¿Seonghwa?

—Visitando a sus tíos.

—¿Y Mingi?

—En Incheon.

La castaña mujer, suspiró—. ¿Y seguirás desperdiciando tus vacaciones de esta forma?— insistió, incrédula.

Hongjoong negó—. No las estoy desperdiciando.

—No estás haciendo nada.— señaló la mujer, viendo la hora en su reloj de muñeca, eran apenas las nueve de la mañana—. Ya es lunes y te he visto hacer nada desde que tus vacaciones empezaron.

—Se supone que eso haces en vacaciones; nada.— replicó tras sacudir sus hombros.

—Al menos limpia o sal caminar, ¡toma aire!, pero ya haz algo.— expresó, exasperada e insistente—. Es agotador verte en ese suelo por horas.

Hongjoong no respondió y dejó que su madre marchara, aparentemente, camino a la cocina. Después de todo, debía de estar desayunando o terminando de hacerlo.

Entendía que su madre lo quisiera ver hacer algo más que; levantarse, desayunar, volver a su habitación por su móvil o portátil para, salir de ésta y sentarse, o simplemente, acostarse sobre el frío suelo de la sala.

Entendía aquello, eran sus vacaciones y no estaba haciendo nada, ni siquiera la tarea.

Pero, su madre tenía que entender que, él no tenía ganas o energías para hacer algo distinto. Este año, al menos, el verano se sentía diferente, más intenso y abrasador que años anteriores, y eso no le incitaba a nada más que no fuera estar de aquella forma; acostado en el frío suelo y portando prendas cortas que le ayudasen a combatir el caluroso y no muy duradero clima.

Además, ni su amigo ni su dongsaeng estaban en la ciudad, y no es que planeara hacer algo con ellos, pero tampoco es como si la idea no hubiera surcado su mente alguna vez, en algún momento de distracción suyo.

Porque lo había hecho.

El pelinegro suspiró y sus labios se abultaron en un pequeño mohín. Su mente y él mismo, se habían recordado al no presente pelirrojo.

Con el cual no tenía contacto alguno desde el viernes por la noche, cuando se quedó dormido entre sus brazos y con su rostro escondido en su firme pecho. Ante el recuerdo, su mohín se profundizó.

Y es que ni siquiera se había despedido de él, verbalmente, puesto a que, a penas despertó, solo y sin el cálido y fornido cuerpo de su menor entorno al suyo, inevitablemente, su estómago se hundió. Abandonado es como se sintió.

Y la sensación se aligeró, escasamente, cuando notó la pequeña carta que yacía en su buró.

Ante esa sensación, se obligó a no pensar en el contrario. El cual, en todos esos días pasados, no le había mandado ningún mensaje ni mucho menos le había llamado. Y no tenía porqué hacerlo, lo suyo no era algo serio, sólo un rollo poco definido o hablado. Uno en el que se divertían y compartían agradables como no tan agradables momentos juntos.

Momentos que, sin él esperarlo, le hicieron caer ante el pelirrojo.

«No lo extrañas, Kim, esas son tonterías tuyas».

Hongjoong sacudió su cabeza, queriendo deshacerse de esos pensamientos para luego asentir, convenciéndose de que, en efecto, no extrañaba a Mingi.

Aunque sí lo hiciera.

Él sí extrañaba a Song Mingi.

Y es que, tontamente, su inconsciente como su corazón esperaban, ansiosos, recibir un mensaje de éste o una llamada. Puesto a que, si estando en Seúl y viéndose, prácticamente todos los días, recibía un mensaje sin sentido o una llamada que no tenía ni pies ni cabeza.

¿Por qué, ahora que estaba lejos y llevaban sin verse tres días, no?

Él insistía, no tenía porqué hacerlo, pero maldición que sí quería que lo hiciera.

Claramente él no le escribiría ni mucho menos lo llamaría, le avergonzaba la sola idea de hacerlo y, si aún tenía un poco de orgullo o dignidad, tenía que protegerlos. Aferrarse a ellos antes de ya no tener nada y entregárselo todo a su menor.

Hongjoong era consciente de que, muy seguramente, estaba siendo algo caprichoso por una tontería pero, Mingi realmente le gustaba y como ya se dijo, lo extrañaba.

Además, ¿estaba pidiendo demasiado?

Por más que el pelirrojo no lo apreciara tanto como, quizá, alguna vez exclamó y por más que lo viera como alguien con quien, únicamente liberar el estrés, pasar el rato o tener sexo y nada más, a pesar de todo eso. ¿Estaba, él, Kim Hongjoong, pidiendo demasiado?

Sobresaltado y con su corazón latiendo fuertemente en su pecho, el de negras hebras tomó su sonante móvil y, como habitualmente hacía, respondió la entrante llamada sin ver quién la estaba realizando.

Dicen que, si se piensa mucho en algo, al final, se lo termina atrayendo ¿cierto?

¡Hongjoong!

Bien, para el susodicho, las cosas jamás serían de esa forma. Nunca.

Oh, Seonghwa, ¿qué tal estás?— sus labios se torcieron en una mueca y su estúpida como momentánea ilusión, se perdió. Se apagó, al instante.

¿Por qué suenas desilusionado?— cuestionó el castaño al otro lado de la línea, frunciendo su ceño—. ¿Esperabas por el llamado de alguien más?

Las mejillas del pelinegro, ardieron—. N-No... sólo, sólo me tomaste desprevenido, estaba pensando.

¿Pensando?— inquirió mientras una de sus cejas se alzaba, no creyéndole—. Tú sólo "piensas" con los ojos cerrados— agregó tras chasquear su lengua, ofendido—, no me mientas. Te conozco.

Pues te equivocas, sí estaba pensando.— aseveró tras rodar sus ojos y enderezarse, su cuerpo comenzaba a doler.

En Mingi probablemente.— murmuró tras también y sin ser visto, rodar sus ojos—. Tengo razón, ¿cierto?

Desde que se cruzó en mi maldito camino pienso en él, no te negaré una obviedad que ambos sabemos es cierta.— masculló, repentinamente crispado. ¿Por qué?, no había uno.

¿Qué tal la está pasando en Incheon?

Y su crispación, aumentó—. No tengo la menor idea y no me interesa tenerla.

Seonghwa arrugó sus ceño, apartó el móvil de su oreja y le miró, pasmado—. ¿Estás bien?

Perfectamente, ¿por qué?

No suena a que estás bien, ¿discutieron?— inquirió aún más confundido y, honestamente, interesado.

Para eso deberíamos de haber hablado.— replicó, alzando sus ojos a la curiosa mirada de su madre, la cual se había asomado por el marco de la cocina para verle o escucharle más atentamente—. Lo que no ha sucedido, claro está.

El castaño asintió, para sí, reprimiendo su natural pulla y burlona risa—. Ya veo, con que es eso, ¿no se ha comunicado contigo desde que se fue? ¿eso te tiene tan... irritado?

No estoy irritado. En lo absoluto.— aseveró con rapidez, meneando su cabeza aunque no fuese visto por nadie más que su interesada madre.

No suena a que estés de buen humor.— objetó con una media sonrisa danzando en sus labios, burlona y divertida—. Si quieres hablarle, hazlo. No lo pienses tanto, ya te lo he dicho.

Que no es eso...

No me mientas, no soy tonto.— interrumpió inmediatamente, levantándose del asiento que ocupaba—. Te conozco y eres algo predecible— murmuró mientras asentía y tomaba unas llaves—, aún así, es comprensible tu actitud, en cierto punto. Mingi realmente te gusta y además, eres primerizo en este tipo de cuestiones.

Hongjoong resopló—. Sí, cómo sea, ya me cansé de hablar de Mingi, ¿qué tal tus vacaciones?

Seonghwa rió y su cabeza meneó—. No hemos hablado mucho de él.

¿Qué tal tus vacaciones?

Eres increíble.— aseguró mientras su risa era más sonora y tendida—. Agradables, sin duda es cálido volver y se está cómodo con tan pocas personas.— expresó con suavidad, viendo a los transeúntes que, desinteresados, pasaban por su lado—. Pero Seúl es genial y me gusta más.

Es bueno oír que tus vacaciones están siendo agradables, en serio.— murmuró al alzar su mano y sacudirla, despidiendo a su madre—. ¿Cuántos días te quedarás allí?

Hasta el miércoles.

¿Sólo estarás cinco días?— cuestionó con ligera sorpresa.

Seonghwa asintió y recordó que no podía ser visto, riéndose ante eso—. Mis padres regresan a trabajar el jueves, además, cinco días son más que suficientes. No hay mucho que se pueda hacer por aquí.

Ya, lo importante es que lo estás disfrutando.

Son vacaciones, no tiene sentido no disfrutarlas ¿sabes?

Hongjoong concordó, aunque sus vacaciones no estuviesen siendo las más divertidas ni las más interesantes, lo que le hizo fruncir sus labios, disgustado.

Totalmente de acuerdo.

¿Qué tal están yendo tus vacaciones?

No estoy haciendo mucho, realmente nada.— reconoció en un bajo y estrangulado murmullo, comenzando a pensar que, en efecto, su madre tenía razón y él no estaba haciendo más que desperdiciar, miserablemente, sus días de libertad—. Pero el clima es todo menos alentador, honestamente, estamos arruinando este mundo y ni siquiera es nuestro.

Cierto, muy cierto, aún así, haz algo. Te quedan un par de días todavía, no los desperdicies.

Sí mamá, entiendo mamá.

Seonghwa rió y, otra vez, su cabeza meneó. Divertido—. Colgaré ahora, tengo cosas que comprar.

¿Te encargaron realizar las compras?

Me ofrecí, quería salir a caminar y aunque el sol no esté colaborando, es un día agradable y no hay muchas personas.— respondió con simpleza y, levemente distraído, deteniéndose frente a la vidriera de una pequeña tienda.

Ya veo, tan servicial como siempre.— pronunció tras rodar sus ojos.

Por supuesto, te llamaré mañana, para que no quieras matarme también.— dijo con suavidad y burla, disfrutando de la ahogada exclamación de su amigo.

No preguntaré a quién, supuestamente, quiero matar. Porque sé a quién te refieres y no quiero matarlo.

Seonghwa rió, entre dientes—. Cómo tú prefieras creer, adiós~.

Jódete tú también.

Y sin más, colgó. Resopló y su móvil dejó a su lado, volviéndose a acostar en el frío suelo, clavando sus grandes orbes en la plana e igual de sosa superficie que sobre él yacía y en su cuarto también había; el techo.

Sosegado y con su respiración yendo cada vez más lentamente, sus ojos cerró. Dispuesto a descansar su vista un momento, un pequeño momento para después, o al día siguiente, comenzar a realizar un poco de su basta tarea que aún no ojeaba.






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