Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

❈•≪28. Hostigado y resentimientos≫•❈

El día de Hongjoong no había empezado de la mejor forma.

Primero, se había olvidado de, la noche anterior, colocar sus dos alarmas de siempre. Por si la primera era ignorada olímpicamente, la segunda cumpliría con su función y lo despertaría de manera eficaz.

Lo que significó una cosa; llegaría tarde, otra vez, a clases.

Segundo, para cuando fue consciente de esto, se levantó tan agitado como apresurado, tomando su uniforme con desespero y corriendo de la misma forma al baño que, cuando se encontró a nada de llegar a éste, su pie derecho piso de la peor forma que pudo y él cayó al suelo de inmediato, llevándose un gran golpe en su misma rodilla.

Estuvo varios minutos tendido en el suelo, gimoteando por el dolor y aguantando las lágrimas que en sus ojos se aglomeraban por el mismo, inspiró duro y se levantó. Sus labios se torcieron en una gran mueca y aún así, ingresó al baño, cojeando e insultando por lo bajo todo lo que viniese a su mente.

De manera tardía y compleja, consiguió bañarse como colocarse su uniforme.

En el lavado procedió a lavar su rostro de manera superficial, sus dientes con diligencia y en el cajón de primeros auxilios buscó un calmante, pero ya no habían lo que le hizo gruñir.

Cojeando y crispado salió del baño, volviendo a su habitación por sus cosas, una vez comprobó, dos veces, que nada le hacía falta ni nada olvidaba, salió. Yendo hasta la puerta principal y tomando el dinero que su madre le dejó en un mueble.

Lo tercero que hizo, sin dudas, el inicio de su día una miseria completa, fue el colocarse su zapato en su pie adolorido y, ligeramente, inflamado. Realmente soltó una lágrima cuando, hosco, se colocó su zapato derecho.

Y eso que se había esforzado por hacerlo de manera delicada, pero falló, sus dedos resbalaron y el zapato ingresó a su pie de la peor forma como él, casi se lleva un manotazo ante el resbalar de los mismos. Para suerte, no pasó.

Al parecer el universo no quería joderle tanto el inicio de su día, o eso pensó.

Por que, cuando salió a la calle, su travesía comenzó.

Con cada paso que daba su pie chillaba adolorido, mandando corrientes de verdadero dolor a través de su cuerpo, haciéndole gimotear, gruñir y que más lágrimas se formasen en sus castaños ojos, los cuales estaban cristalizados como escocían de tan duro que las estaba conteniendo.

Porque eso le faltaba, llorar en la calle y de camino a clases por un ligero malestar en su pie. O tobillo más precisamente.

Por lo que, y de la mejor manera que pudo, ignoró todas esas incómodas sensaciones y continuó con su camino, eran las nueve y llevaba media hora de retraso, de su segunda materia claro. Porque si se contaba el día entero, llevaba dos hora y media.

El cuarto acontecimiento que arruinó, definitivamente su día, fue el llegar a su salón, desesperado, ansiando ingresar y tomar asiento en su sitio para aligerar su malestar, por lo que, con el mismo desespero, llamó a la puerta y tan pronto como ésta fue abierta, supo que eso no sucedería.

Su profesora de edad avanzada le miró de manera despectiva y sin escuchar sus válidas justificaciones de porqué llegaba tan tarde, le informó que no ingresaría y que, por las dos horas restantes, se quedaría fuera.

Perdiéndose de todo lo que enseñase ese día.

Hongjoong sólo le miró con incredulidad, notoriamente pasmado y salió de ese pequeño shock cuando, rudamente, la puerta se cerró en su rostro. Sobresaltándole.

Su crispación pasó a ser enojo y frustración en ese preciso instante. Era buen estudiante, pocas veces había llegado tarde en su vida, a cualquier materia y a la suya, nunca, por lo que, o la mujer se había levantado con el pie izquierdo o sólo estaba amargada con la vida y tomando venganza con él.

Porque, definitivamente, no merecía aquello. No importaba que hubiera llegado media hora tarde, ¡era la primera vez que lo hacía en su materia!

Gruñendo y pisando fuerte, se dirigió a la cafetería y, aunque se causó dolor, no le importó.

⇜✫⇝✫⇜✫⇝✫⇜✫⇝✫⇜✫⇝✫

—¿Por qué luces tan amargado?— Hongjoong alzó sus ojos de la mesa que solía ocupar para almorzar y se encontró con los curiosos ojos de su amigo, el cual, grácilmente, tomó asiento frente a él—. ¿Todo bien?

—Sí, sí, todo bien.— murmuró, realizando un pequeño ademán, indiferente.

—Tu cara no dice lo mismo, ¿te pasó algo?

El pelinegro separó sus labios, dispuesto a contarle lo horrible que había sido su día, el comienzo, el transcurrir del mismo y el cómo, injustamente, había terminado allí sentado.

Pero no lo hizo.

Recordó que su amigo, probablemente, debía sentirse peor que él pero a nivel emocional y que, de momento, lo suyo no era nada grave como para montar un escándalo. Así que y de manera creíble, sonrió y su cabeza meneó, suavemente.

—Estoy bien.— repitió—. ¿Cómo estás tú?

Seonghwa hizo una mueca y comenzó a jugar con su almuerzo, vacilante y su compuesta como neutra apariencia, cayeron. Mostrando la verdadera, o la que, en ese momento al menos, podría considerarse como la verdadera.

Debido a que, era su estado anímico actual.

Sus ojos reflejaban cansancio puro, preocupación y ligera amargura. Sus labios estaban fruncidos, contrariados por algo y su temple siempre ameno, lucía turbado.

—¿Viste a Yeosang, cierto?— su amigo asintió, con su mirada aún gacha.

—Se veía asquerosamente mal.— murmuró, alzando sus ojos con fugacidad—. Sus ojeras eran..., realmente pareciera que no duerme hace meses y su apariencia estaba un poco descuidada.— procedió vacilante, apartando su almuerzo y haciéndose hacia atrás en su asiento—. Cuando me vio, palideció, quise acercarme y hablar con él...

—Mala idea.— interrumpió su amigo con suavidad.

—Lo noté cuando se volteó y a tropezones se alejó de mí.— aseguró tras asentir, amargado.

—No puedes culparlo...

—No lo hago.— replicó tras suspirar profundamente—. Realmente no se ve bien.

—Tú no te ves mejor.— señaló mientras ignoraba el dolor en su tobillo que, tras moverlo inconscientemente, se causó—. Tienes ojeras también, apenas perceptibles, pero las tienes.

—No puedo dormir.— respondió, viéndole con fijeza—. Nunca lo había visto así y yo...

—Deja de culparte.— interrumpió con firmeza—. Ninguno tiene la culpa. Tú lo aprecias, lo entiendo pero no puedes mortificarte por haberlo rechazado. No te gusta.

—Lo sé, pero aún así me siento tan aplastado.

—Se pondrá bien, tiene a su mejor amigo ¿no?— el castaño asintió, dudoso—. Él se encargará de animarlo, sólo necesita espacio.— aseguró con una tranquilizadora sonrisa en sus rosas labios.

—¿Crees que podamos volver a tener algún tipo de contacto pronto?— inquirió, ligeramente esperanzado. Esperanza que murió con la mueca que recibió.

—Depende de él únicamente, siendo honestos..., no lo veo probable en este momento.— susurró bajo, entre dientes, inseguro de sus palabras—. Pero no falta mucho para el inicio de las vacaciones— agregó rápidamente—, quizá al volver de ellas las cosas mejoren.

—Son sólo unas pocas semanas.— recordó con su ceño arrugado.

—En las que no se verán y él podrá pensar, animarse y distraerse.— musitó con entusiasmo, queriendo trasmitirle un poco del mismo al contrario—. Sólo sé paciente, ¿de acuerdo?

—Pero...

—No pretendo ser rudo, pero le rompiste el corazón.— señaló con pesadez, suspirando profundamente al notar la compungida expresión del alto—. Necesita tiempo para sí, sanar y si luego de hacerlo no quiere contacto contigo, simplemente sigue adelante. Entiéndelo, porque no hay algo que puedas o podrás hacer.

—Pensé que no pretendías ser rudo.— masculló, cogiendo su botella de agua con brusquedad.

—Sólo fui directo, muy franco tal vez.— concedió con ligereza, asintiendo suavemente—. Pero tienes que entender que no se trata de ti únicamente, sino de Yeosang también.

—Lo sé bien.

—Entonces anímate porque luciendo de esa forma no harás que él se sienta mejor.

—No es fácil.— objetó, cerrando su botella de agua sin verle. Apagando su voz y su expresión entera.

—Inténtalo al menos.— sugirió con suavidad.

Seonghwa asintió más para sí que para su bajo amigo—. No eres tan malo aconsejando, ¿sabes?— murmuró, sonriendo con levedad. Sardónico.

—Lo sé.

—Aunque no puedas aconsejarte a ti mismo.— replicó con malicia, recibiendo una mala mirada—. ¿Algo de lo que quieras hablar?

—No, sólo quiero verte comer, así que hazlo. Sonará la campana pronto, vamos, come, anda.— musitó con desinterés, haciendo ademanes con ambas manos, apurándolo.

—¿Por qué tú no compraste almuerzo?— inquirió volviendo a acercar su bandeja a sí.

—No tenía hambre.

«Y mi tobillo duele que parece a punto de estallar».

—Ya, ¿Mingi?— cuestionó, comiendo de su fruta.

—¿Qué pasa con él?

—¿Dónde está?— preguntó con verdadero interés.

Hongjoong se encogió de hombros—. Con sus amigos tal vez, haciendo alguna idiotez por ahí o en su salón, que sé yo.

—Pensé que...

—Dije que quería verte comer ¿cierto?, cállate y hazlo.— interrumpió con seques, cruzando sus brazos sobre su pecho, firme y demandante.

—¿Discutieron?— el pelinegro frunció su ceño y negó, sincero—. ¿Por qué no quieres hablar de él entonces?

—¿No acabo de decírtelo?— cuestionó con frustración, señalando el almuerzo de su amigo y luego a éste—. Porque quiero que comas no que hables.

Seonghwa rió, más animado y asintió—. Bien, entiendo, lo siento.

Hongjoong bufó con fingida molestia e, internamente, sonrió al verlo comer. Esperando también, fervientemente, que las cosas mejorasen para al alto y su dongsaeng.

⇜✫⇝✫⇜✫⇝✫⇜✫⇝✫⇜✫⇝✫

Hongjoong realmente creyó que los dioses y el infinito universo le habían concedido la paz, porque luego de haber almorzado con su amigo, las cosas se tornaron más soportables y, podría decirse que, "normales".

Prestó atención en clases, participó en estas como solía hacerlo; entusiasta, firme y pocas veces, asertivo. Eso sí, él y Lee no cruzaron palabras ni miradas, ambos estaban reticentes a hacerlo y tensos con la presencia del otro.

Por lo que, simplemente se ignoraron.

Pero, se equivocó y su aparente paz, no fue más que momentánea. Y con ese desacierto suyo, vino el quinto acontecimiento que realmente no arruinó su día de manera miserable, sino que lo destruyó magistralmente.

Lo hizo polvo.

Era una de sus últimas clases; educación física. Y no importó que su tobillo se viera un tanto mal, en lo absoluto. Su profesor le indicó que, obligatoriamente, tenía que realizar algunas actividades. Fútbol estaba entre ellas.

El pelinegro se sorprendió, él no era bueno en los deportes, principalmente en ese, estando en sus cincos sentidos e ileso. Apto. ¿Cómo lo sería con su tobillo enrojecido y punzando de aquella forma tan incómoda y sañosa?

Una compañera con la que tenía buen trato, intervino. Y le aconsejó al adulto, en ese momento responsable de ellos y de su jornada educativa, que sería mejor dejar ir a Kim a enfermería. Pero el hombre los ignoró con facilidad e hizo sonar su silbato.

Ambos se miraron y suspiraron. El hombre era terco y algo estricto, sus clases eran sagradas por lo que, no insistieron.

Y así fue que, Hongjoong, terminó corriendo, de manera torpe y terrible, tras un balón. Inútilmente hizo el intentó y serio esfuerzo, de arrebatar la redonda esfera de sus compañeros, pero apenas y sí llegaba a rozar la misma.

Así fue la primera mitad. Puesto a que, la segunda, fue la desconcertante para el bajo chico.

Cuando la segunda mitad del partido comenzó, sus compañeros arremetieron contra él, tuviera o no el balón entre sus piernas. Lo que, por obvias razones, le confundió. Dos chicos de su equipo y varios del contrario, no tuvieron sutileza o cuidado alguno a la hora de barrerlo o bloquear sus intentos de avance.

Y vamos, él sabía que el deporte era un tanto brusco y violento. Además, sus compañeros eran competitivos y se olvidaban que estaban jugando en un espacio cerrado y sobre una superficie áspera, dura y poco beneficiosa como la pulida madera podía serlo.

Comprendía aquello, no es la primera vez que jugaban fútbol pero, sí era la primera vez que se mostraban tan sañosos con respecto a quitarle la maldita pelota.

Y cuando terminó, siete veces, besando el suelo con su diminuto cuerpo. Su ya maltratado tobillo, pasó a segundo plano. Su enojo, al primero.

—Vamos, Kim. No pongas esa cara.— dijo uno de sus compañeros, burlón al ver su ceño más que fruncido y su costoso levantar—. Somos chicos ¿no?

El aludido no entendió para nada su comentario y lo ignoró. Pasando por su lado y chocando sus hombros.

«Resiste otros pocos minutos, vamos, sólo están más imbéciles de lo habitual. Tranquilo y respira».

Su pacífica resolución no fue de mucha ayuda, de ninguna realmente. Puesto a que, fue de bruces al suelo, tres veces más luego de ella. Su rodilla dolía de la misma forma en la que su tobillo lo hacía.

—¿Qué demonios pasa contigo, Kwang?— cuestionó un crispado pelinegro una vez se levantó y sus manos cerró en tensos puños, enfrentando al rubio en cuestión.

—Somos chicos jugando a cosas de chicos.— masculló una vez sus labios se torcieron en una sonrisa poco agradable. Hongjoong no comprendió—. He oído que juegas aún más rudo.

—Pero...

—Deberías estar acostumbrado.— murmuró otro.

Y sus réplicas se vieron acalladas por el sonar del silbato, la clase finalizó y su desconcierto se acentuó. Nunca antes sus compañeros lo habían tratado de tal forma, ni siquiera en ese tipo de situaciones. Por lo cual, su ligera turbación era entendible.

Y la misma se agravó al notar unas pocas y venenosas miradas sobre su persona. De compañeros como cuatro compañeras.

«¿Qué mierda se supone hice ahora?».

Para su desgracia, esa fue la punta de su iceberg. La introducción al, tal vez, el peor y más desastroso como repugnante día en su vida.

Porque, lo realmente grave y serio, no fue ese intercambio brusco y poco entendible. Sino los acontecimientos que vinieron minutos después, y en las duchas.

Mientras Hongjoong permanecía en los vestidores, sentado y revisando el estado de su tobillo y recién dañada rodilla. Algunos de sus compañeros, se encontraban a unos pasos de él, vistiéndose o "conversando". Su aparente conversación no era más que un ataque ligero y supuesto a ser ameno y cómico.

Balbuceaban, de manera perfecta y más que entendible, despectivos comentarios con respecto a las parejas del mismo sexo pero, principalmente, a chicos estando con otros chicos. Su ceño se frunció y su inflamado tobillo, volvió a ser poco relevante. Las grotescas bromas que vinieron después de dichos comentarios, le revolvieron el estómago.

Asqueado y sin ganas de querer escuchar más, se levantó. Dispuesto a tomar sus cosas e irse pero, se congeló. Inopinadamente, su cuerpo entero tembló, y no de manera positiva. Todo lo contrario, esa vibración le envió a su cerebro una señal de alerta como de repulsión.

Unos dedos, muy superficialmente, se habían deslizado por la cara de su glúteo derecho.

Brusco y conteniendo su respiración como primitivos instintos, Hongjoong se giró sobre su eje.

—Lindo trasero.— murmuró Kwang, sonrisa torcida y mirada vacía.

—¿Qué mierda crees que haces?— masculló por lo bajo, crispado y con sus castaños orbes, entrecerrados.

—Viendo la mercancía.— replicó con notoria burla—. Escuché de alguien por ahí, que sabes usarla bien.

—Pero qué...

—Aunque oí también, del mismo pájaro, que te atraen menores.— interrumpió el rubio, dando varios pasos, intimidantemente, más cerca del pelinegro—. ¿Te domina o tú a él?

Y Kim, al fin, comprendió la hostilidad de algunos de sus compañeros. Sus comentarios despectivos y venenosas como censurantes miradas.

—Apártate, Kwang y no molestes.— gruñó en respuesta.

—Ese pájaro comentó que te gustaba ser presionado y asechado, ¿acaso te prende?— Hongjoong retrocedió un paso cuando el contrario avanzó uno pero, para su desgracia, chocó con un cuerpo más grande que el suyo. Alzó la vista y se topó con un chico de negras hebras—. ¿Te gusta ser tomado a la fuerza también?

Kim tembló por segunda vez, asqueado y crispado, tan pronto el chico a su espalda se pegó a su cuerpo y, descaradamente, apoyó su entrepierna en su trasero. Repugnado se volteó y lo apartó de un fuerte empujón.

—Sus bromas de este tipo nunca fueron graciosas, imbéciles.

—Nadie estaba jugando, queríamos ver qué tan bueno eres chupándola.

Harto, cojeó lejos de su asfixiante encierro pero, apenas alcanzó a dar cuatro inestables pasos cuando fue sujetado por ambos brazos y, fácilmente arrastrado hacia las duchas.

Varios compañeros rieron, y otros observaron como poco después, se fueron. Ante esto, una caliente bola de ansiedad y desespero, explotó en su pecho.

Sus entrañas se revolvieron cuando, bruscamente, fue tirado contra una pared y eclipsado por aquellos dos imbéciles que tenía por compañeros. Siseó y su repulsión aumentó tan pronto sintió una mano colarse bajo su uniforme.

—Me gustan cuando se resisten, ¿sabes Hongjoong?— exclamó el rubio, acercándose a su rostro.

El nombrado reprimió una arcada tan pronto aquellos labios se posaron en la curva de su cuello y la lengua del mismo, se deslizó por este.

Bien, había tenido suficiente.

Tras forcejar por varios segundos y no conseguir apartar a Kwang de su cuerpo, lo golpeó. Alzó su cerrado puño derecho y de manera seca pero certera, atestó el mismo entre su mejilla y nariz. Mandándolo de manera hábil, al suelo.

Arregló sus prendas con fingida calma y le miró—. Vuelve a intentar acercarte a mí de esa forma, Kwang, y me aseguraré de no sólo romperte la nariz, ¿entendido?— masculló con sus dientes apretados, reteniendo su impulso de patearlo—. La amenaza es para ti también, Kang.

Cojeando y temblando, Hongjoong salió de aquel lugar, yendo por sus cosas. Una vez las tomó, fue camino a enfermería. Realmente su tobillo necesitaba atención, el dolor era más que insoportable y, honestamente, no quería ver a sus compañeros. A ninguno.

A medida que más cerca se encontraba del pequeño centro de cuidados, más inútiles se tornaban sus consuelos mentales. Incluso lágrimas comenzaban a arremolinarse en sus claros orbes.

Y es que, ¿cómo evitarlo?, que descaradamente, dos compañeros suyos lo hayan hostigado de aquella forma tan vil..., tan grotesca. Invadiendo su espacio tan arrogantemente, y que, con absolutas libertadas, hayan decidido tocar su cuerpo por debajo de su uniforme, importándole poco sus replicas y negativas.

Había sido demasiado.

Se sentía asqueado, la adrenalina del momento y la rabia del mismo ya no estaban, sólo él y su vulnerada persona, temblando y luchando por no quebrarse en un desenfrenado llanto. Con su corazón martillando fuertemente contra su pecho, acelerado. Asustado. Mientras su garganta se cerraba y le dificultaba el respirar, a la vez que, el aturdimiento en su persona aumentaba.

Él había visto a ese par comportarse de indeseadas formas con otros, menores e incluso mayores, no le sorprendía su comportamiento tan... vulgar. Pero diferente era observarlo a la distancia sin ser del todo participe y muy diferente era estar allí, experimentando lo que aquel inseparable par, tildaba como bromas pesadas o juegos de poder.

Y una mierda con eso, aquellos actos, perfectamente podían tacharse de acoso.

Apenas cruzó la puerta del dichoso lugar al cual ansiaba llegar, dejó sus lágrimas fluir. Eran una mezcla amarga de su desesperado y asfixiante sentir minutos atrás como del punzante dolor en su tobillo.

—¿Te encuentras bien?— Hongjoong miró a la enfermera de turno y negó. La realidad de qué había sucedido en las duchas le golpeó duramente—. ¿Qué te sucedió?, oye, tranquilo..., respira vamos. ¿Me escuchas?

La enfermera, ligeramente desesperada, lo guió hasta una camilla y allí le ayudó a controlar su naciente ataque de ansiedad. Le brindó agua y le encendió, en un bajo nivel, el pequeño ventilador que allí había.

Cuando se calmó y trascurrieron varios minutos, la enfermera insistió por saber qué le había pasado, el pelinegro no pudo articular palabra alguna por lo que, simplemente señaló sus zonas lesionadas.

—¿Terminó tu horario?— preguntó la adulta una vez inspeccionó sus heridas. Hongjoong negó—. Ya veo, ¿qué tanto falta para que suceda?

—Do-Dos ho-horas.

—Quédate aquí, hablaré con tus profesores, dime tu nombre y salón, por favor.

—Kim Hongjoong, último año. Salón 2.

—Bien, descansa, ¿quieres que llame a alguien para hacerte compañía?— negó, aunque sí quería ver a alguien, quería ver a Mingi y ante eso, irracionalmente sus lágrimas volvieron a aparecer como su labio inferior, sutilmente, tembló—. Tranquilízate, volveré para atender más apropiadamente tu tobillo en unos minutos.

Al irse la enfermera, el chico de blanca tez decidió acostarse en la camilla y clavar sus ojos en el techo sobre su diminuta persona.

«Voy a matar a Lee en cuanto lo vea».

⇜✫⇝✫⇜✫⇝✫⇜✫⇝✫⇜✫⇝✫

Lee ahogó un gritó cuando, inesperadamente y apenas se levantó de su asiento, dispuesto a irse de su vacío salón, unas manos se aferraron al cuello de la camisa de su uniforme y, rudamente, fue estampado contra la pared que detrás su persona había.

Sus ojos cerró ante el golpe, se quejó y, momentáneamente, su mente se nubló. Pues, la parte trasera de su cabeza, se había llevado un golpe también y eso, por unos pocos segundos, le había aturdido.

Cuando sus ojos abrió, aún quejándose por el golpe, tembló. Hongjoong era quien le sostenía, firmemente, por su prenda escolar y yacía a unos pocos centímetros de su rostro.

Sus castaños ojos brillaban, ligeramente incrédulos, traicionados y la gran parte restante correspondía a su contenida ira.

Realmente el castaño jamás pensó que su bajo compañero de asiento pudiera ser tan fuerte, o siquiera, capaz de mover a alguien de aquella forma.

—¿Ho-Hongjoong...?

—¿Por qué les dijiste?— interrumpió el nombrado en un bajo tono, viéndole intensamente a sus temblorosos orbes.

—Y-Yo n-no sé d-de qué hablas.— replicó aturdido y, claramente intimidado, nunca había visto a su compañero de esa forma.

—Kang y Kwang, ¿por qué les contaste?— reiteró entre dientes, afianzando su agarre en la prenda impropia, importándole poco las arrugas que estaba ocasionando en ella.

—Y-Yo n-no...

—Dijiste que estabas bien, bastardo, que entendías mi rechazo.— masculló con sus facciones tensas—. ¿Estás loco acaso?, ¡¿sabes lo desquiciado que Kwang está?!— inquirió una vez lo sacudió, brusco.

—Y-Yo... n-no lo pensé... y-yo

—¡Y una mierda!— interrumpió, empujándolo contra la pared y apartándose una vez lo oyó quejarse, más adolorido que antes—. Ese bastardo... pudo..., ¿es que tienes 15 años, Lee?— inquirió con su mirada entornada—. ¡Estás por graduarte, ¿cuán infantil puedes ser?! ¡Sigue adelante, maldición!

—¡Sólo le sugerí que te diera un pequeño escarmiento!— confesó, alterado, elevando sus brazos, enfático—. No que casi te violara en los vestidores, estaba molesto y simplemente no lo pensé.

—¿No lo pensaste?— cuestionó con su rostro ladeado, crispado y un tono de voz irónico—. ¡Mandó a un chico de su vecindario al hospital por, accidentalmente, golpear al estúpido de su amigo Kang con un balón en el ojo y dejárselo morado!— pronunció con ferocidad.

—Sólo... eramos un grupo grande y no teníamos mucho que decir. Comenté tu relación con Mingi por... ¡no lo sé!— masculló algo desorientado, despeinando su cabellera—. Simplemente escapó fuera de mis labios y le dije a Kwang lo encantado que estarías con que él te enseñara de qué va esto.— murmuró de manera torpe, apresurada y nerviosa—. Que te mostrara cómo realmente debes ser tratado.

—Tú...

—Voy a matarte.

Tanto Hongjoong como Lee se sobresaltaron cuando, bruscamente, la puerta de su salón fue abierta y un furibundo Mingi apareció tras ésta. Sus rasgados ojos centelleando, sus puños cerrados fuertemente y sus facciones, tensas.

Lucía más que molesto, realmente parecía un embravecido toro, uno dispuesto a matar y sin piedad cabe señalar.

Lee tembló y se encogió, intimidado como, honestamente, asustado. Cerró sus ojos y temió lo peor, el pelirrojo había ingresado con apresurados pasos, con sus ojos fijos en él.

Estaba jodido.

Pero para su suerte, Hongjoong le tenía la suficiente lástima como para interponerse entre ambos y evitar que su dongsaeng le lastimara o siquiera le rozara.

Además y siendo honestos, por más que quisiera que alguien golpeara a Lee, no dejaría que su dongsaeng lo hiciera. De alguien enterarse, éste sería sancionado y su historial de buena conducta, arruinado.

No podía permitir aquello, y esa fue la principal razón por la que se colocó frente al castaño, cubriendo su encogida figura con la suya, ocasionando que el pelirrojo se detuviera, abrupto y su ceño arrugara, confundido.

—Ni te atrevas a tocarlo.— exclamó el pelinegro, cruzando sus brazos, firmemente, sobre su pecho. Clavando sus castaños ojos en los alterados y oscurecidos del contrario—. No vale la pena y el único perjudicado serás tú, cálmate.

—Hongjoong, no me pidas que me calme cuando acabo de escuchar, claramente, como ese bastardo hizo que un chico...— no pudo terminar la frase, su sangre hervía de sólo pensarlo y sus puños apretó más fuertemente. Un chico acosando a su hyung, aquello era inaceptable—. Apártate y le enseñaré cómo, verdaderamente, debe y merece ser él tratado.

—No.— reiteró, meneando su cabeza y avanzando un paso hacia él—. Lee entendió que lo que hizo no estuvo bien.— musitó con firmeza y la garganta de su menor vibró, gruñendo hacia el nombrado, el cual había alzado su vista, aún temblando.

—Haré que lo entienda más firmemente, tanto él como el otro imbécil.— replicó, amenazante, viendo fijo, los asustados orbes del, aún, encogido castaño.

—De Kwang me encargué yo..., y-y-y, cr-creo que le rompí la nariz y entendió qu-que, acosar a alguien d-de esa forma n-no está bien, a-así sea para molestar o por-porque alguien l-lo incitó a ha-hacerlo y...— su voz se quebró, podría no haberle pasado la gran cosa para algunos, pero la impotencia que, por un escaso momento sintió al estar atrapado entre los brazos del rubio, aún le acongojaba—. Sólo vámonos, Mingi. Déjalo estar, por favor.— rogó al coger uno de los tensos puños del nombrado, consiguiendo su completa atención.

Había sido el peor día de su vida y sólo quería ir a su casa, descansar y olvidarlo.

Quería que su corazón dejara de sentirse tan adolorido, y que la impotencia que experimentó horas antes, desapareciese.

Los labios de Mingi se torcieron en una mueca al igual que sus furibundos ojos, se apagaron, brillando preocupados. Su temple se deformó también, angustiado.

Mientras que, dentro de su pecho, su corazón se encogía y retorcía de mil y una formas diferentes, llorando. Gritando.

Y así de fácil y ante aquella destrozada imagen, su ira se disipó.

—¿Qué le pasó a tu pie?— murmuró preocupado, notando la venda que le adornaba y cómo su mayor cojeaba hasta su asiento para guardar sus cosas.

—En casa, pisé mal.— respondió de manera ahogada, tragando el nudo de bilis que, inevitablemente, se había formado en su garganta.

—Dame tu mochila.— Hongjoong obedeció y se la tendió, ignorando sus nacientes lágrimas y confundiéndose al ver al menor quitarse su propia mochila y doblar, levemente, sus piernas—. Te cargaré, caminar te perjudica.— explicó con suavidad—. Sube dulzura. Venga, arriba.

Sin dudarlo el de baja estatura cojeó hasta su menor y con sus cortos brazos, rodeó, por detrás, su cuello. Poco después, el pelirrojo se enderezó.

—Será mejor que yo lleve las mochilas.— aseguró Hongjoong al notar que sería demasiado peso para su menor, aunque éste replicó, al final, se las terminó cediendo. Pasando a sujetar a su mayor por los muslos, evitando así que se deslice hacia abajo.

—Ten otro estúpido arrebato, Lee— murmuró Song al voltearse y clavar sus filosos y amenazantes ojos en los del susodicho—. Y me encargaré de golpearte hasta que mis nudillos sangren, y te aseguro que nadie estará allí para evitarlo.

Tras escupir, seria como fríamente sus palabras, el alto y con un chico en su espalda, se encaminó hacia la puerta, sin dificultades.

—¿Vendrás a clases mañana?— cuestionó el pelirrojo una vez salieron del edificio con alguna que otra mirada curiosa sobre ellos.

—Tengo que, mínimo, reposar un día.— respondió, bajo y su rostro ocultó en la curva del cuello ajeno—. Y honestamente, no quiero ver a nadie por un día, al menos.

—Me parece bien.— concordó su menor, asintiendo—. Tu tobillo tiene que sanar.

—¿Debería contarle a Seonghwa?— cuestionó tras unos silenciosos segundos—. Digo, él se llevaba bien con Lee y..., realmente no sé qué le diré pero ¿debo?

—Sí, pero si no quieres hacerlo, no lo hagas.— murmuró con ligereza, ignorando el sutil estremecimiento que sacudió a su cuerpo cuando, el de oscuras hebras, extraña como suavemente, frotó ambas mejillas entre sí. Una caricia tan dulce y fugaz que aún así, estragó su corazón por completo.

—¿Vendrás a verme?— inquirió en un tímido murmullo, curioso.

Mingi pensó en burlarse de él y recordarle sus anteriores palabras, sobre no querer ver a nadie, pero no lo hizo, era innecesario y su mayor se estaba comportando de manera tan dulce, tímida y podría decirse que, ¿cariñosa también?

No tenía porqué ser un imbécil y arruinar el momento.

—Tan pronto como mi horario acabe, dulzura.— aseveró, ameno.

⇜✫⇝✫⇜✫⇝✫⇜✫⇝✫⇜✫⇝✫

Tan pronto como el de oscuras hebras y su contrario, de claras y brillantes, llegaron a su destino, el primero sacó, del bolsillo trasero de su tejano, sus llaves de la casa y se las tendió a quien le cargaba.

Su madre no se encontraba en ella como para abrirles.

Apenas ingresaron y la puerta tras ellos cerraron, cuidadosamente, el pelirrojo se dispuso a bajar al dueño de la residencia de su espalda, dejándolo con extremada delicadeza, mantenerse por sí mismo. Para luego quitarle las mochilas de las manos y depositarlas en el suelo, le sonrió fugazmente y procedió a agacharse, tomándolo por sorpresa al, suavemente, quitarle sus zapatillas.

—No tienes porqué hacer esas cosas.— murmuró un Hongjoong de encendidas mejillas, rehuyendo de la mirada impropia.

—Lo sé.— aseguró con un leve asentimiento, enderezándose una vez se deshizo de sus zapatillas también—. ¿Quieres algo de beber? ¿comer algo tal vez?

Hongjoong rió entre dientes y atestó, sin fuerza alguna, su cerrado puño en el hombro de su menor—. Es mi casa, imbécil. Se supone que yo diga esas cosas.

—Ya, ¿quieres o no?— el pelinegro negó y sus orbes alzó, viendo los impropios con fijeza—. Pues yo tampoco, ¿tu madre tardará en venir?

—No lo sé, su horario es irregular.— respondió tras sacudir sus hombros—. En una hora, tal vez, no estoy muy seguro, vuelva.

—¿Seguro no quieres comer algo?

Hongjoong negó, realmente no tenía hambre—. Aguardaré a que mi madre venga.

—Bien, si eso es...

Las palabras de Mingi se debilitaron y se esfumaron en el instante que, su mayor avanzó dos pasos hacia él, apoyando su frente en su pecho mientras sus pequeños y no muy largos brazos, se alzaban y rodeaban su cintura con suavidad, para luego, afianzar su agarre en la misma con firmeza.

Claramente esta inesperada acción le sorprendió como le contentó, era, eso mismo. Inesperada.

Y tan pronto como sus largos brazos se movieron y le rodearon en respuesta, por sobre sus hombros, correspondiendo al imprevisto abrazo, lo sintió temblar con ligereza y aferrarse aún más a su cintura. A su cuerpo entero.

—Cuando Kwang m-me to-tocó, re-realmente me se-sentí a-asqueado.— confesó en un amortiguado tono, repentinamente angustiado—. Y cu-cuando m-m-me be-besó el cuello..., qu-quise llorar...— procedió con su voz rota—. El asco y l-la repulsión..., y-yo por u-un momento me sentí impotente, seriamente frustrado y aunque s-sólo qui-quisiera humillarme, burlarse y llevarme hasta mi limite...— se detuvo cuando sintió el humedecerse de sus cerrados ojos y, posible o no, se aferró aún más a su pelirrojo dongsaeng. Quería su calor, su consuelo—. É-Él n-no e-era tú.

Mingi afianzó su agarre en su bajo mayor mientras las facciones de su rostro se tensaban, él no era alguien agresivo o violento, mucho menos impulsivo, pero realmente tenía ganas de encontrar a ese chico y golpearlo hasta saciar su creciente enojo.

Hongjoong sonaba más que angustiado, apabullado tal vez. Su ahogado tono, la dificultad que tenía para hablar de lo sucedido y la forma en la que se sujetaba a su cuerpo mientras luchaba por no perder la compostura, era desgarrador.

Su alma se oprimía, adolorida, al igual que su corazón se retorcía, agonizando.

Y lo peor, es lo frustrado que se sentía por no saber qué decirle para animarlo o mínimo, sosegarlo.

—Estoy seguro que no volverá a cometer una estupidez como esa, no te preocupes.— musitó por lo bajo, cálido, acariciando su largas y oscuras hebras con delicadeza. Parsimonioso—. Sinceramente, no soy bueno consolando a las personas, apesto y siento eso. La asertividad de Seonghwa nos vendría bien en situaciones como esta.

Hongjoong rió de manera leve y con su rostro aún oculto—. Lo noté.

—Siento no ser Seonghwa.— murmuró con fingido pesar.

—Está bien, estoy bien.— replicó a la vez que su rostro apartaba y sus ojos alzaba, cohibido los clavó en los contrarios—. Tú eres Mingi.

Y sin explicación alguna, aquella afirmación, enloqueció como calentó el corazón del susodicho.

Suavemente, el de rojizo manto, depositó un fugaz beso en la desnuda frente ajena—. Y yo estoy bien contigo.— aseguró bajo. Dulce—. ¿Te llevo hasta tu habitación?

—Por favor.— respondió mientras elevaba sus brazos y rodeaba el cuello impropio con ellos.

Cuidadoso, Mingi, lo levantó del suelo, cargándolo en sus brazos con facilidad y de manera nupcial, con la misma facilidad abrió la puerta de su habitación y en su cama, lo dejó.

Procediendo a tomar asiento a su lado y a acariciar, suave, sus hebras—. Debo irme, ¿no quieres, realmente, nada antes de que eso suceda?, agua, comida o...

—Estoy bien, en serio.— interrumpió Hongjoong, adormilado y reprimiendo un bostezo. Tantas emociones lo habían estragado—. Vete a casa de una vez, anda, fuera.

—Bien, mañana vendré.— informó mientras apartaba su mano y, reticente, se levantaba.

—Lo sé, largo.

—Nos vemos.

Y tras pronunciar aquellas palabras, el pelirrojo se inclinó y sutil, ejerció una fugaz y apenas perceptible presión en la blanca mejilla del pelinegro, sonriéndole al apartarse y agitando su mano con ligereza antes de cruzar por su puerta e irse.

Las mejillas de Hongjoong se encendieron, rosas, al igual que, poco después, un ligero calor le envolvió y a su corazón también, el cual, por primera vez en todo su transcurrido día. Se agitó, sereno y contento.






Créanlo o no, esto es verídico. En ciertas partes y de cierta manera. Cuando iba a la escuela, hubieron casos so... that's it for now.

💜~

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro