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❈•≪25. Lo agridulce de dos realidades≫•❈

Hongjoong mordisqueó la piel de su dedo pulgar, más ansioso que nervioso, mientras sus pies se movían llevándolo de un lado a otro en su habitación, giraba en círculos, iba hacia la derecha o hacia la izquierda, de manera vertical o en zigzag.

Así se mantuvo por varios y tendidos minutos, repetitivo.

Hasta que me contestas, maldición.— gruñó una vez, el repetitivo e irritante pitido que sonaba una vez se llamaba a alguien, cesó.

Deberías decir «hola» apenas alguien te coge la llamada.— regañó el chico al otro lado de la línea, indiferente.

La garganta de Hongjoong vibró, profiriendo un gruñido aún más sonoro que el anterior, como si fuese algún perro marcando territorio o un rabioso lobo.

¿Hola?— inquirió irónico, retomando su detenido "caminar", más enérgico. Crispado—. Llevas sin ir a clases una jodida semana, Seonghwa, hola nada.

Necesitaba pensar.— respondió con desgano, suspirando cansado.

¿Y dónde mierda has estado?, porque fui varias veces a tu casa y no estabas allí.

Por ahí, caminando.— respondió más que monótono, sin gracia o emoción alguna.

Hongjoong resopló y el puente de su nariz, masajeó. Queriendo disipar su creciente irritación—. ¿Por ahí? ¿dónde es "por ahí", exactamente?,

Por ahí, es por ahí.— reiteró tras encogerse de hombros, acción que obviamente, el pelinegro no percibió.

«Relájate y sé paciente, recuerda la situación. Respira, vamos, si has podido mantener la calma con Mingi puedes con el estúpido de Seonghwa, relájate».

Bien, entendí, has estado por ahí.— concedió impaciente, sentándose, bruscamente, en la silla giratoria de su escritorio—. ¿Por qué no respondiste a ninguno de mis mensajes?, diciéndome aunque sea que estabas bien.

Porque estaba pensando.

«Lo mataré, todos serán testigos de que lo haré».

Estás haciendo que pierda los nervios, Seonghwa, no he sabido de ti en siete malditos días, podrías, por favor, hablar de manera directa y menos..., misteriosa. Evasiva.— exclamó en un tono bajo pero rotundo, demandante.

Volveré a clases el lunes.— confesó en un bajo murmulló, vacilante.

Ya era hora— musitó mientras sus ojos rodaba, serenando sus latentes emociones negativas—. Honestamente, ¿estabas pensando o evadiendo a Yeosang?

Silencio, por varios minutos hubo un molesto y muy quieto silencio, en el cual el pelinegro hizo sus ejercicios de respiración, serenando su explosivo ser a la vez que se repetía que, lo más correcto, sería ser más comprensivo. Afable.

No importaba cuán preocupado y desesperado se había sentido ante la repentina desaparición de su amigo o ante su brusco desconectar, él no era la victima allí. Era un daño colateral provocado por una situación de la que ni siquiera formaba parte.

¿Por qué evadiría a Yeosang?— cuestionó, tras, nueve minutos contados de silencio.

Seonghwa— llamó con firmeza, advirtiéndole que parase con esa evasiva actitud suya porque estaba a nada de hacer que explotase—, sé que lo rechazaste, deja de comportarte de esa forma. Me topé con Yeosang, tres veces.

¿Está bien?— cuestionó con más emoción en su voz, interesado. Notoriamente preocupado.

Por supuesto que no lo está.— respondió sin pensar, algo hosco, disculpándose al notarlo—. Hablé con él esas tres veces que me lo topé, se siente culpable.

¿Por qué?

Porque llevas sin ir a clases una maldita semana y él piensa que es por su culpa.— respondió con saña, frustrado—. Porque se confesó y aunque lo rechazaste amablemente, él piensa que, por alguna extraña razón, te sientes enojado o defraudado.

Yo jamás me sentiría de esa forma con él, ¿por qué dijo eso?— incrédulo cuestionó, abriendo sus ojos con ligereza y frunciendo sus labios, ligeramente indignado.

No le pregunté, no voy a presionar al chico a contarme cosas que no quiere, apenas sí me conoce.— respondió con suavidad, suspirando profundamente e inclinando su cabeza hacia atrás, viendo su soso techo—. No lo digo para que te sientas mal pero, realmente destruiste al chico ¿sabes?, no fuiste su primer amor, le han gustado otros anteriormente. Pero si te soy sincero....

No estás haciendo que me sienta muy bien con tus palabras, precisamente.— masculló animoso.

Sólo te estoy poniendo al tanto del panorama y de cómo está él, tú preguntaste.— replicó con indiferencia, sacudiendo sus hombros y fijando su vista en los abiertos libros que tenía en su escritorio—. Y como decía, si te soy sincero, no le gustas a Yeosang.

¿Por qué se me confesó si no le gusto?

Porque lo que él siente es más que un simple gusto o encandilamiento por tu estúpida y ciega persona— aseveró con firmeza y ligero sosiego—, él está enamorado de ti.

Y el silencio volvió, más fuerte y pesado que la anterior vez, ninguno habló, simplemente se mantuvieron callados, aguardando pacientemente.

Si tú lo hubieras visto cuando se confesó aquella vez, se veía tan compuesto y seguro— murmuró repentinamente afligido, sorprendiendo a su bajo amigo—, habló tanto que no parecía él, nunca había dicho tantas palabras desde que lo conozco.— señaló con afabilidad, agobiado pero aún así, ligeramente cariñoso—. Pero la verdad es que se estaba conteniendo y lo hizo tan bien que cuando se derrumbó, me sentí tan impotente y apabullado por no ser capaz de decir algo que le consuele.

No había nada que pudieras decirle ¿sabes eso, no?

Lo sé, pero hay tanto pesar en mi corazón.— respondió y su rostro cubrió con su mano libre, acción que su bajo amigo no pudo ver—. Es realmente alguien tímido ¿sabes?, pero aún así siempre se esforzó por mantener una conversación "decente" o duradera conmigo, sonriendo escasamente o intentando hacer algún chiste para aliviar la incomodidad entre ambos.— Hongjoong no respondió, no sabía qué decir y su amigo, aparentemente, no había acabado—. Aunque eran pésimos y sólo aumentaban la incomodidad, nunca en mi vida lo había visto tan vulnerable, estaba más que abatido, parecía que lo hubiese despedazado sin siquiera tocarlo.

Kim suspiró y guardó silencio, por unos varios segundos—. Sé honesto conmigo, dijiste que estuviste pensando y no sé sobre qué exactamente, pero a lo que voy. Realmente, con una mano en tu corazón y por los años que llevamos conociéndonos; ¿Yeosang no te gusta?

Honestamente, no lo hace. No me gusta.

Y aunque la voz de su amigo se quebró y dolor en ella oyó, la honestidad fue lo que más reinó.

No le estaba mintiendo y lo sabía como le dolía, porque vio al chico de gastadas y rosas hebras, vio el sufrimiento más puro en él y aunque tuviese sólo dieciséis años y todo una vida por delante, lucía tan afectado y marcado.

El de oscuras hebras estaba más que seguro que, para Yeosang, Seonghwa era más que un fuerte enamoramiento juvenil o escolar. Del que se terminaría olvidando tarde o temprano con el pasar del tiempo o el llegar de otra persona.

Era más que eso y a la vez, tan inefable.

Los chicos con los que, anteriormente has salido, eran como Yeosang; lindos, más bajos que tú y tiernos.

Hay hechos y relaciones que están destinadas a suceder— murmuró una vez su garganta aclaró—, y otras que, sencillamente, no. Quizá no hoy ni mañana, y quizá en dos años tampoco.— procedió con firmeza, seguro—. Porque no es el momento indicado para que esos hechos sucedan o para que esas personas se unan, porque, probablemente y lo más seguro, es que no sea algo destinado a pasar. Ni ahora ni nunca.— en la garganta del pelinegro se formó un nudo y su estómago se revolvió, comenzando a sentirse agobiado. Triste. Aunque sus palabras fueran desalentadoras y tristes, eran ciertas, inevitables también—. Hay excepciones, sí. Por supuesto que las hay, pero son escasas.

Hongjoong carraspeó e ignoró las lágrimas que en sus ojos se aglomeraban, queriendo salir de sus ojos, extrañamente se sentía afectado y quizá, se debía a que era alguien empático y se vulneraba fácilmente.

O quizá, el disfrazado todo de angustia y desosiego de su amigo, le afectaron.

Aunque no lo pareciese ni lo pudiese ver tampoco, podía imaginar, perfectamente, el compungido y culpable rostro de su amigo. Aunque Seonghwa haya expresado y aseverado que no tenía un tipo ideal, eso era mentira. Una vil mentira.

Los chicos que solían gustarle, en los que se fija y con los que, anteriormente había salido, eran chicos como Yeosang. Todos lo sabían.

Quizá... Tal vez, en un futuro, más próximo o más lejano, Yeosang y tú puedan ser una excepción.— murmuró vacilante y bajo, notoriamente angustiado.

Amargo y seco, el castaño rió—. No lo veo factible, ¿sabes cuáles son las posibilidades de que, una vez me gradué y comience la universidad, vuelva mi camino a cruzarse con el de Yeosang?, nulas. Es imposible.

No tienes que culparte por el hecho de que no te guste ¿sabes?— susurró mientras jugaba con el lápiz que, desesperado, había tomado para distraerse y no pensar en las desalentadoras palabras de su amigo—. Estoy algo indignado y molesto contigo, porque realmente pienso que ese chico encaja muy bien contigo, se acoplan muy bien... asombrosamente.— exclamó con más emoción, suspirando desganado poco después—. No creo en esas cosas de personas destinadas a otras, lo sabes muy bien, pero con ustedes..., ustedes parecen estarlo.—musitó con pesar mientras soltaba el lápiz y despeinaba su cabellera, su corazón comenzaba a doler—. Pero como dijiste, hay cosas que deben pasar y cosas que, simplemente, jamás pasarán.

Seonghwa suspiró y asintió, guardando silencio. Realmente Yeosang era su tipo ideal en cuanto a chico, física y visualmente hablando. Chicos así no sólo le encantaban, le enloquecían pero con su adorable dongsaeng, no sucedía eso.

Le enternecía que fuera tímido, sí. Le parecía encantador de hecho. Se enorgullecía cada vez que acudía a él para mostrarle su buena calificación o desempeño, porque siempre sería al primero a quien iría, aunque su mejor amigo le riñera por ello y a él le mirara mal. Disfrutaba cada vez que se atrevía a ser más suelto con él, más confiado y juguetón.

Como también, se complacía cada vez que el pelirosa decía preferirlo a él antes que a su mejor amigo, buscando así, llamar la atención del bajo chico quien, inconscientemente, estaría más entretenido y al pendiente de su enérgico y rubio novio.

Lo que le generaría, al pelirosa, tanto conflictos como inseguridades. Quien, avergonzado, acudiría a su persona en busca de consuelo o consejos.

Pero sobre todo, su ser entero se tornaba cálido cuando le sonreía tan sincera y dulcemente, mostrándole su auténtico ser sin restricciones o inhibiciones. Lo cual había sucedido pocas veces. Pero las atesoraba, a todas, fuertemente.

Porque como su dongsaeng, aquellas eran memorias preciadas. Valiosas.

Considero que tú y Mingi serán una excepción.— murmuró poco después, sacudiendo su cabeza y tirando lejos, demasiado lejos cualquier pensamiento que se relacionase con su pelirosa—. Sin dudas lo serán.

Hongjoong enrojeció y negó, aunque no pudiera ser visto—. Déjate de tonterías, se aburrirá de mí tarde o temprano, soy demasiado inexperto, ambos lo sabemos.

Seonghwa rió, leve pero genuino—. Hablando de ciegos, si tú supieras.... Mi madre me llama, debo irme.

Bien, cómo sea.— murmuró con fingida indiferencia—. No te culpes por nada ni vuelvas a desaparecer, ¿de acuerdo?

De acuerdo.

Nos vemos.

Y la comunicación, murió.

Hongjoong tiró su celular sobre su escritorio y suspiró, cansado y desganado, eran apenas las cinco de la tarde y se supone que debería ir a casa de su dongsaeng, pero siendo honestos, es lo que menos quería hacer.

Además, no habían acordado hora alguna, se supone que sería al salir de clases pero ambos tenían tarea importante que hacer, por lo que fue pospuesto para esa misma tarde.

Con ese pensamiento en mente, se levantó de su asiento y caminó hasta su cama, tirándose en ésta, dormiría hasta hartarse, era viernes y la conversación con su amigo había aplastado su ánimo, aunque, sinceramente, esperaba que el castaño estuviese un poco mejor.

Y principalmente, dejara de mortificarse.

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Parpadeando, Hongjoong abrió sus ojos, bostezó y sus extremidades estiró. Para luego, pasar varios minutos con su vista clavada, sin ningún interés especial, en su aburrido techo.

Resopló y brusco se enderezó, inconscientemente, sus orbes se movieron hacia su escritorio, donde su vibrante móvil yacía, frunció el ceño y curioso se levantó, arrastrando sus pies hasta su objetivo.

Apenas lo sostuvo entre sus manos y la pantalla encendió, notó la hora que el aparato marcaba y el tiempo que había dormido, el cual no fue demasiado, realmente fue nada, pues apenas estaban por dar las seis.

Lo que significaba, que había dormido casi una hora. Eso le sorprendió, su sueño, comúnmente, tendía a ser más prolongado y pesado, si sus ojos se cerraban, permanecerían de esa forma por dos o tres horas.

Se escogió de hombros y vio el mensaje, pues ese fue el motivo del porqué había salido de su cama en un principio.

Minky^^
Mi tarea ha concluido..., al fin 😪
Ya comenzaba a hartarme, honestamente. ¿Y tú, has terminado la tuya?

17:56 pm.

Hongjoong dirigió una corta mirada a su no muy ordenado escritorio y recordó que, tan concentrado se encontró llamando a su amigo y suplicando por ser atendido que, cuando lo consiguió, dejó su tarea por la mitad.

Hongjoong
Gran parte de ella, sí.
¿Por qué la pregunta?

18:01 pm.

Minky^^
Porque se supone que vendrías a mi casa, ¿vendrás?

18:03 pm.

Y el de oscuras hebras tecleó un rápido y escueto «no». Uno bastante rotundo, seco también. Pero no lo mandó, simplemente frunció sus labios y sopesó la idea, mientras veía aquella negativa con insistencia.

Habían acordado de verse en la tarde, sí, pero si ambos terminaban sus respectivas tareas o gran parte de las más importantes.

Por lo que, si ahora él cancelaba aquel plan y mandaba aquella negativa con la excusa de que aún tenía mucho por hacer y que era realmente importante que lo hiciese hoy, su culpa no sería tan grande.

No existiría.

Pero la verdad es que no quería cancelar, de hecho, quería ir y verlo, conversar de algo significativo y ver cómo era su casa y dónde ésta quedaba. Su curiosidad había despertado junto con su corazón, por lo cual, borró aquella respuesta. Dando otra.

Hongjoong
En eso habíamos quedado ¿no?
Sólo debo ducharme y cambiarme, mándame tu dirección.

18:10 pm.

Con el mensaje mandado, el de blanca tez procedió a tirar su móvil sobre la cama y a correr (no realmente), hacia su armario, buscando allí alguna prenda que fuese linda o le hiciera ver lindo.

Segundos después, corrió (esta vez sí), hacia su cercano baño, encerrándose en el mismo y desvistiéndose con torpeza pero rapidez. La misma que empleó para colocarse bajo la ducha y abrir la llave de ésta, dejando caer sobre sí, una cascada de refrescante agua que, rápidamente, tornó más templada.

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—¿Irás a algún lado?

Hongjoong se sobresaltó y viró su rostro, de manera brusca, hacia el umbral de la cocina, su madre se había asomado por éste, sosteniendo un vaso con, probablemente, café en él.

Era su bebida favorita y lo que, frecuentemente, más bebía.

—Saldré un rato.— confirmó con un ligero asentir, masajeando su cuello.

—¿Llevas lo necesario?— inquirió la castaña, dando un sorbo a su bebida, mientras veía a su hijo acomodarse la blanca remera de cortas mangas hacia el interior de su azul tejano, de manera que la misma, quedase algo holgada.

—Por supuesto, mi móvil está cargado, no necesito dinero ni iré lejos.— informó una vez se encontró satisfecho y sus ojos clavó en su progenitora.

—¿No llevarás abrigo?— éste negó—. La brisa es más fría de lo que piensas, se acerca el otoño.

—No estaré en las calles, no es necesario.

—¿Volverás para dormir?— su hijo asintió—. ¿Llevas condones?

El pelinegro separó sus labios, dispuesto a responder vaya uno a saber qué, hasta que su cerebro procesó lo que Sonhee había cuestionado y, horrorizado, le miró.

Su expresión se había desencajado por completo, su mandíbula había caído en una mueca, sus orbes se expandieron asombrados y el blanco de su rostro, paso a ser un intenso granate. 

Mientras que, la expresión de su madre brillaba, complacida por la obvia reacción obtenida, y sus claros orbes destellaban, mofantes.

—¡Mamá!— exclamó, escandalizado, evitando su mirada—. Iré a la casa de Mingi.— informó con la intensión de borrar la mofa y malicia de su rostro, fallando.

—Oh, entonces él debe tener ¿verdad?— cuestionó y su rostro ladeó, "inocente"—. La protección es importante.— agregó poco después, expandiendo su sonrisa.

Enajenado, el único adolescente allí miró a su progenitora, no creyendo lo que ésta había pronunciado tan "casualmente".

«Sabe algo ¿verdad?, ¿por eso lo dice? ¡es porque sabe algo!».

¿Qu-Qué to-tonterías dices?— tartamudeó con su rostro aún ardiendo, avergonzado y nervioso.

—Dijiste que llevabas lo necesario, la protección es ne....

—¡Mamá, por favor, basta!— interrumpió mientras cubría su rostro, cuestionándose si su madre, realmente sabía algo o no. Tal vez, él sólo estaba malentendiendo todo—. Es Mingi.

—Lo sé, sé que es Mingi.— replicó ésta, dando otro sorbo a su bebida. Fingiendo indiferencia.

Hongjoong quiso decir algo, pues aquellas palabras significaban más, estaba seguro, pero el timbre sonó y eso supuso, para él, el universo dándole un respiro.

No quería seguir conversando con su madre del no presente chico o de cosas sexuales, definitivamente no.

Por lo que, apresurado y torpe, se dirigió hacia la puerta bajo la divertida mirada de su madre. Bruscamente, abrió la misma, sorprendiéndose ante quién yacía al otro lado, sonriente y despreocupado.

—¿Qué haces aquí?

—Venir por ti.— respondió el pelirrojo como si no fuera obvio.

—Dije que me mandarás tu dirección.

El contrario negó suavemente—. Eres medio tonto, te perderías.

Kim frunció sus labios—. Eso es ridículo, jamás me he....

—Mingi, cariño, ¿cómo estás?— el pelinegro se sobresaltó y, brusco, se volteó al oír la amable voz de su madre tras él.

—Muy bien, ¿usted?— respondió el de bronceada tez, cordial—. Luce casi tan bien como Hongjoong.

La mujer rió y el nombrado resopló, viendo a su menor con censura—. Gracias, supongo. Espero que se diviertan, ya le hacía falta salir.

—No se preocupe, nos divertiremos.— aseguró, torciendo su sonrisa.

—Puedo imaginarlo, cuídense.

Y ver al chico de pomposos labios separar los mismos, dispuesto a replicar, fue una señal para que el de baja estatura allí, actuara.

Murmuró un par de palabras, entre dientes, dirigidas hacia su madre y tras tomar sus llaves, empujó al contrario sin demasiada fuerza, la suficiente como para apartarlo de la puerta y para que él pudiera salir, cerrando la misma con demasiado saña.

—¿Podrías no ser un pervertido con mi madre?— pronunció una vez comenzaron a caminar, él crispado y el contrario sereno—. Ella es más lista de lo que crees, malinterpretara todo.

—Sé cuán lista es.— replicó con un ligero asentir—. Además, no iba a decir nada extraño.

—No mientas.— musitó por lo bajo, viéndole de soslayo y notando su burlona sonrisa—. Sé que ibas a decirle alguna perversión. Te conozco.

Mingi relamió sus labios, ensanchando su sonrisa y, sorpresivamente para el más bajo, los voluminosos labios de su menor se encontraban rozando su oreja, provocando un cosquilleo en la misma y causando que los vellos de su nuca se ericen involuntariamente.

—¿Cuál?

Hongjoong ardió y con otro empujón, apartó al contrario de su persona—. No molestes o me regresaré.

—Ambos sabemos que no lo harás~.— canturreó con sorna.

Kim arrugó sus labios y se obligó a callar, claramente no se regresaría, quería ver la casa del alto y pasar tiempo con éste, aunque se burlara de él y lo molestara.

Por lo que, mentalmente se repitió que todo saldría bien y que se calmara. Ya lo conocía, le gustaba enloquecerlo y acabar con su paciencia, parecía ser su misión en la vida, por lo que, no tenía que darle el gusto. Sólo tenía que ser más listo, más...

—¡¿Qué haces?!

El de oscuras hebras no pudo evitar chillar cuando, repentina como impredeciblemente, una gran mano de largos dedos, se enredó en la suya con firmeza.

Estaba pasmado, sus ojos a punto de estallar y su corazón, frenético por diversas cuestiones. La principal; ¡Mingi le estaba tomando de la mano!

Moriría ahí mismo.

—Para cruzar la calle— murmuró mientras su mano libre señalaba el lejano semáforo con su brillante luz roja encendida—, debes tomarle la mano a un adulto.— continuó y sus tomadas manos alzó, momentáneamente y para que el de blanca tez las apreciara mejor.

Hongjoong creyó que comenzaría a hiperventilar, separó su labios y los movió, intentando decir algo, pero no consiguió decir nada coherente o claro, sólo incomprensibles balbuceos que encantaron al de brillantes hebras rojas, pero éste reprimió su naciente como burbujeante risa, no quería ser malinterpretado y molestar al contrario.

Quien al parecer aún no asimilaba que sus manos estaban unidas, puesto a que, no había forcejeado o hecho intento alguno para soltarse.

Que, estando en sus sentidos, es lo que haría. Todos lo sabían.

—Pe-Pero e-el adulto aquí soy yo.— consiguió decir en un tímido susurro cuando la luz se tornó de un vivo verde y el de bronceada tez, caminó, llevándolo consigo por el paso peatonal.

—Por eso te he tomado de la mano.— respondió con más dulzura que suavidad.

Hongjoong no dijo nada, simplemente bajó su vista a sus tomadas manos y el vuelco que dio su corazón, le dolió.

Es como si hubiera saltado desde una gran altura y caído, intacto, sobre una dura superficie. Para después comenzar a correr a lo largo de ésta, más que desesperado o frenético. Exaltado. Sumamente rabioso por el júbilo.

Era indescriptible el cómo se estaba sintiendo por tan mínima e insignificante acción, realmente era inefable.

Su corazón estaba desquiciado, bombeando de manera dolorosa y ruidosa, como si no hubiera un mañana. Su alma revoloteaba en algún rincón dentro de su pecho, conmovida y excesivamente feliz. Su sangre circulaba a toda prisa, desesperada.

Mientras que él intentaba de mantener la compostura y no caer de rodillas al suelo, pues sus piernas temblaban y sus sentidos comenzaban a estragarse.

Estaba encantado, pero era más que eso, fascinado tal vez.

Su pequeña mano encajaba tan bien con la grande del alto, se acoplaba de una manera tan cálida y correcta que le gustaba, realmente le gustaba demasiado.

Estaba....

—Llegamos.

Hongjoong dejó de ver sus manos y de pensar en las cosas que azotaron, salvajemente su mente, y alzó la vista hacia su dongsaeng, quien le sonrió de manera fugaz pero suave para proceder a buscar, en los bolsillos de su tejano, las llaves.

Y fue ahí cuando Hongjoong le prestó atención a su apariencia, o prendas.

Su cabellera estaba revuelta pero de manera ordenada, calculada. Teniendo unas pequeñas y lindas ondas que exornaban la misma con exactitud, haciéndola lucir más abundante. Portaba una sudadera rosa y nada bajo ésta, la misma no era ni muy fina ni muy gruesa, de lana probablemente. No, seguro estaba que era de lana. Era bastante holgada también, quizá dos tallas más grandes de las que solía usar, puesto a que las mangas llegaban a cubrir la mano que le sostenía, casi por completo. La parte delantera de la sudadera estaba metida dentro de sus azules y sueltos tejanos.

Hongjoong se relamió los labios y volvió a ver el conjunto entero; las prendas y a Mingi, concluyendo que se veía más que bien, realmente, se veía más que atractivo. Guapo.

—Te ves muy bien.

Murmuró inconscientemente, enrojeciendo con rapidez cuando Song le miró, con sus pequeños y rasgados ojos, ligeramente abiertos. Asombrado por sus inesperadas palabras.

Complacido por ellas también.

—Tú te ves muy lindo también.

Replicó, sincero y la puerta abrió, jalándolo hacia el interior.

Hongjoong no dijo nada, él sólo portaba una remera sencilla, blanca, de cortas mangas y con un nombre en ella, probablemente del diseñador que la creó. Como el alto, él también la llevaba metida en el interior de su tejano, porque así lucía mejor y como su menor, sus tejanos también eran azules, sólo que de un tono más intenso y más ceñidos a sus piernas y trasero.

Comparándose con el alto y lo que éste portaba, él realmente lucía sencillo. Ordinario.

—Siéntete como en tu casa.

Murmuró Song con exagerada cordialidad, soltando su mano para extender sus brazos y girar, lentamente, sobre su eje, mostrándolo todo aquello que era visible y se encontraba alrededor de ambos. Una suave risa brotó de los labios del pelinegro e igual de suave, meneó su cabeza, divertido ante el comportamiento contrario.

La casa de Mingi no era muy diferente a la suya, apenas ingresabas te topabas con una sala muy ordenada y amplia, su decoración era un poco más distintiva; poseían un sofá largo de color azul marino como dos individuales del mismo color, una pequeña mesa de cristal en el cetro con pequeños adornos de madera y un mediano florero, vacío.

A unos metros y contra la pared, se encontraba un mueble enorme de madera, en la parte superior del mismo, yacían libros y películas dvd, o eso apreciaron sus ojos. En el medio estaba la televisión de pantalla plana, como en la que su casa había, misma marca. Bajo ésta había un pequeño y rectangular estante, donde se encontraba el reproductor dvd y bajo éste, un compartimento de, obviamente, el mismo material y con dos puertas. A los lados de ambas cosas, dos alargados estantes que eran ocupados por diferentes objetos. El de la derecha por una planta artificial y el de la izquierda, por pequeños jarrones.

El color del salón no era blanco como el de su casa, o como el de muchas otras, era de un suave beige. Le gustó.

Miró hacia abajo, a su derecha, y notó un pequeño mueble. En él habían tres portaretratos con diferentes tamaños y fotos en él, un cenicero y un recipiente con diversas llaves.

—Mi madre guarda los álbumes familiares ahí.— murmuró Mingi al notar el fruncido ceño de su mayor, inquisitivo.

—La mía tiene dos y yacen en una caja de zapatos, perdidos en algún rincón de su armario.— murmuró con diversión, viéndole escasamente.

—Creativa.

—Descuidada.— corrigió el pelinegro.

Alzó su vista del mueble, viendo más allá de éste, aún hacia la derecha y notó un extenso pasillo con, al parecer y lo que alcanzaba a apreciar, varias puertas. Ladeó su rostro, intrigado y preguntándose por la ubicación de la cocina.

—Ven.

Hongjoong miró a Mingi, desconcertado y aún más lo estuvo cuando sus dedos rodearon su muñeca, arrastrándolo consigo y llevándolo por aquel pasillo.

Apenas ingresas al extenso pasillo y mirabas hacia la derecha, te topabas con una blanca, puerta, en ella se encontraba una acogedora cocina, de tamaño medio, con algunos muebles, una encimera, un microondas en ésta, una mesa con cinco sillas, el refrigerador, un horno y todo lo que, se supone, una cocina tenía.

Si mirabas hacia la izquierda, te encontrabas con otro pasillo, pero más pequeño, de dos metros tal vez y con otra blanca puerta.

—La habitación de mis padres.— explicó indiferente, arrastrándolo más profundo en aquel iluminado pasillo sin decoración o adornos en él—. Y esta es mi habitación.

Una puerta azul, también de madera, fue abierta y Hongjoong ingresó a la habitación de su dongsaeng, la cual, claramente, era muy diferente a la suya.

Extrañamente, tenía una cama de dos plazas, la cual se encontraba hecha y cubierta por sábanas finas y negras con rayas blancas. Una almohada también blanca, larga y dos cojines grises y rectangulares, mullidos y aparentemente suaves. Un buró yacía a centímetros de su cama y al lado izquierdo de la misma.

Sobre la cama, había un alargado estante con tres libros y la parte sobrante, vacía.

Mirando hacia la derecha en aquella habitación, se encontraba una cerrada puerta de color blanco, y a centímetros de ésta, un armario no muy grande ni muy pequeño, mediano y de oscura madera. Negra. Y a calculados centímetros de aquel mueble y enfrente del mismo, se encontraba un pequeño y blanco escritorio, en el cual habían cuadernos apilados, un pequeño calendario, una portátil azul, un recipiente con diversos lapices de colores junto a un lámpara y un bloc de notas.

Sus orbes observaron las paredes, eran blancas pero el techo, gris. Aquello le sorprendió sin tener que hacerlo, pero el hecho de que combinasen tan bien ambos colores, fue el motivo de su sorpresa.

—Supongo que detrás de aquella puerta está el baño, ¿cierto?— cuestionó una vez sus orbes inspeccionaron todo el lugar y miraron al chico a su lado y de brazos cruzados.

—Acertaste.— aseguró y suspiró, tirándose sobre su cama—. No seas tímido, toma asiento.

—¿Dónde?— inquirió mientras su delgada ceja enarcaba—. Estás ocupando toda la cama y eso que es más grande que la mía.

—Puedes tomar asiento sobre mí.— musitó con picardía, sonriendo de manera torcida. Hongjoong enrojeció y sus brazos cruzó, negando—. Bien, ya, siéntate ahora.

—¿Tus padres?— cuestionó mientras tomaba asiento en la cama impropia, imitando a su contrario y cruzando sus piernas—. No los vi ni los oí, ¿están?

—No, para cuando terminé mi tarea ya no estaban.— respondió con sencillez, sacudiendo sus hombros.

—¿No te dejaron una nota?

Mingi negó—. Nunca las leo por eso no las dejan.

Hongjoong volteó sus ojos y volvió a mirar su entorno—. Creí que tendrías la habitación hecha un desastre.

—La ordené antes de ir a tu casa.— confesó en un murmullo, evitando la repentina atención que los orbes del pelinegro le otorgaron, incrédulos—. Tampoco soy un cerdo.

—Por supuesto que lo eres.— aseveró mientras reía, apoyando sus codos en sus muslos y su mentón, en el medio de ambas palmas abiertas—. Pero en otros ámbitos.— musitó juguetón, sorprendiendo al contrario—. En fin, no veo consolas, balones ni patinetas, ¿no te interesa nada de eso?— el pelirrojo negó—. ¿Cómo te diviertes?

—Molestándote a ti.— respondió con suavidad y una maliciosa sonrisa bailando en sus labios, haciendo resoplar al contrario—. Jugando en mi computadora, yendo al club de San o contigo.

«¿Se divierte conmigo?».

—Oí que tu amigo estaba en un club, ¿en cuál precisamente?

—El de baile.— respondió con simpleza—. Allí encontró a su, supuesta, alma gemela.— agregó y sus ojos rodó.

—¿Tampoco crees en esas cosas?— cuestionó con interés.

—No. Estamos en el siglo XXI.— respondió tras sacudir sus hombros.

—Si te gusta bailar, ¿por qué no te uniste al club con tu amigo?

—¿Por qué piensas que me gusta bailar?— replicó enarcando una ceja y recostándose en el cabecero de su cama.

—Vas a su club, si no es por el baile ¿por qué otra cosa sería?

—Para mirar a las chicas.— respondió sañoso.

Hongjoong arrugó su ceño y su interior se revolvió, asqueado—. Ya, entonces sí eres un pervertido y uno desagradable.

—Soy joven y fácil de tentar, no tengo excusas.— respondió y sus hombros sacudió, desinteresado. Viéndolo atentamente.

«¿Tendrá Lee razón?.... no, sólo me está molestando ¿verdad?».

—Supongo que es normal.— respondió con seques, volviendo a cruzar sus brazos, ahora defensivo.

Mingi relamió sus labios y reprimió una sonrisa—. ¿Nada más qué quieras saber de mí?

—No, ya no me interesa.— murmuró inexpresivo, viendo hacia la cerrada puerta con intensiones de salir por ella, su corazón se encogió, amargado.

—Pensé que querías hablar, conocernos.— insistió, intentando captar su atención, fallando.

—Creo que no tiene sentido.

—Entonces hablemos de ti.— propuso el menor allí.

—No hay nada interesante en mí.

—Todo tú es interesante para mí.— contradijo el de brillantes hebras, honesto y sonriendo sin ser visto.

«Mentiras».

—¿Te gusta el color de mi puerta?— inquirió con su ceño arrugado, recibiendo una mirada, vacía.

—Sí, y salir por ella aún más.— musitó Kim tras tomar su móvil y ver la hora—. Mejor me voy, se hace tarde.

—Mañana no hay clases.

—No me importa, me largo.

Hongjoong tuvo la intensión de irse, pero apenas sus pies tocaron el suelo y él consiguió levantarse, una mano entorno a su muñeca, lo detuvo. El jalón ejercido sobre la misma, lo hizo trastabillar y volver a caer sobre el suave colchón, encontrándose con su dongsaeng sobre él.

—¿Realmente te quieres ir?— preguntó con su delgada y recta ceja izquierda, alzada. Incrédulo.

—Por supuesto, apártate.— musitó volviendo a cruzar sus brazos y torciendo sus labios en una mueca cuando su menor, despreocupadamente, dejó caer todo su peso en sus piernas. Sentándose sobre éstas.

—¿Estás enojado por algo?— Hongjoong esquivó su mirada y negó—. Claramente estás enojado, ¿por qué?

—Sólo recordé algo que Lee me dijo y tal vez tenga razón, no me gusta cuando la gente tiene razón.— murmuró aún sin verle.

—¿Qué te dijo?

—Que probablemente no seas tan buena persona como asevero y que sólo te estás burlando de mí.

Mingi arrugó su ceño—. ¿Sabes que eso no es cierto, verdad?— no obtuvo respuesta sólo un encogimiento de hombros—. ¿Hongjoong?— el susodicho no le miró ni respondió, simplemente se concentró en tragarse su creciente amargura, «no son nada, puede gustarte, pero no son nada»—. Está bien, lo siento. Entiendo, mi culpa.

—¿El qué es tu culpa?— cuestionó, viéndole desentendido.

—Sólo bromeaba, lo de ir al club de San para ver chicas, era broma. Lo siento, en serio.

«Imbécil, es un maldito imbécil».

—Mis piernas se están entumeciendo, quítate.— pronunció en un bajo murmullo.

—¿Te irás?— tras una negativa, se quitó, tomando asiento más cerca de él—. Realmente me gusta bailar, pero aunque no lo parezca, los clubes son exigentes y cuando quise intentarlo, ya no aceptaban miembros.

Hongjoong carraspeó su garganta y le miró, curioso, intentando olvidar su amargura e irritación—. ¿Y cómo te dejan ingresar si no eres parte?

—Voy cuando ya no hay nadie, San suele cerrar y me deja practicar con él.

—Podrías intentar el siguiente año.— sugirió con suavidad, su menor negó—. ¿Por qué?

—Es el segundo año que me rechazan, no tiene sentido y además, es un tonto club.— murmuró y una sonrisa posó en sus labios—. Su única función es dar puntos extras y no los necesito.

—A veces eres demasiado arrogante.— señaló con disgusto.

—Aún así te enloquezco.— ronroneó mientras estiraba sus brazos y posaba sus palmas en sus muslos, acariciándolos superficialmente—. Te gusto así, no lo niegues.

—Preferiría que fueras menos imbécil y arrogante.

Mingi sonrió, ampliamente complacido—. No lo negaste, ¿sabes?

—¿El qué?— cuestionó confundido, hasta que su cerebro le recordó lo anteriormente dicho por el chico frente a él y su rostro ardió—. Te odio.

—Te gusto.— corrigió sin dejar de sonreír. Satisfecho.

—Cállate o me iré.

—Bien.— concedió, pacífico y sus labios miró—. ¿Puedo besarte?

—¿Por qué siempre lo preguntas?— inquirió seriamente interesado—. Las primeras veces sólo lo hiciste, me besaste a pesar de mis constantes negativas.— recordó sin censura o regaño alguno—. ¿Por qué ahora me preguntas?

—¿Realmente?, no lo sé.— respondió, y poco después, suspiró—. ¿Puedo?

Kim asintió—. Puedes.

Sus labios se posaron en los contrarios superficialmente, para segundos después, comenzar a moverse, lentos y hábiles.

Hongjoong alzó sus brazos y rodeó el cuello de Mingi con éstos, acercándose a su persona, mientras que su menor le imitaba, enredando sus brazos entorno a su cintura, al mismo tiempo, estiraba sus piernas y lo posicionaba sobre éstas, para que estuviera sentado, cómodamente, sobre su regazo.

Rápidamente, ambos fueron envueltos por el calor contrario. De manera sutil pero notoria.

Y el de blanca tez gimió cuando, sorpresivamente, la lengua del contrario se coló entre sus labios e invadió su cavidad bucal, buscando su lengua con desesperada habilidad y entrelazándose con una cálida rudeza.

El beso se intensificó y elevó tanto como la temperatura de sus cuerpos y de la habitación en sí. Sus bocas se devoraban con desmedida efusión y fervor, queriendo de la contraria todo, hasta lo que no tuviera.

Hongjoong jadeó cuando las manos de su menor se movieron, lentamente hacia al frente de su cuerpo, bajando por su cubierto torso hasta sacar su blanca remera de entre su tejano. Y sin vacilo alguno, las coló bajo la tela. Descaradas, acariciaron su caliente piel con suavidad, generándole cosquillas y ligeros temblores, como que todos sus pequeños y apenas visibles vellos, se ericen.

—Quítala.— pidió un jadeante pelinegro.

—¿Seguro?

—Por favor.

Y tras su ruego exclamado, su blanca remera fue quitada y lanzada por algún lado en la habitación. Mingi relamió sus húmedos labios mientras contemplaba el desnudo y casi pálido torso que tenía ante él.

Sus marcas ya no estaban, ninguna de ellas quedaba y eso fue un incentivo más para querer marcar todo lo que sus ojos se encontraban devorando.

—Realmente eres precioso, Hongjoong.

El nombrado acentuó el color en sus mejillas como lo extendió por todo su rostro, avergonzado y complacido por el inesperado y sincero cumplido.

—Gr-Gracias.

El pelirrojo rió y sus oscurecidos ojos clavó en los suyos—. Encantador también.

Hongjoong no le respondió, simplemente gimió cuando sus brillantes y pomposos labios se posaron en su piel, repartiendo húmedos besos por su esternón. Varias veces.

Un gemido más sonoro que el anterior escapó de su garganta cuando, los labios de Mingi mordisquearon la piel de su cuello y sus largos dedos se posaron en sus rosados botones, tirando de estos poco después. Se estremeció e, involuntario, sus caderas meció.

Buscando fricción.

Mordió sus labios, sañoso, cuando su menor succionó varias partes de su cuello hasta dejar marcas y tiró de sus pezones como los apretó, enviando placentera descargas a su erecto miembro.

Hongjoong estuvo al borde de la locura, sólo le faltaba un pie para caer en ella y perderse en la misma, pero su menor paró, dejó de mordisquear y succionar la piel de su cuello, como de jugar con sus sensibles y duros pezones.

Confundido y mosqueado, abrió sus ojos, viendo a su menor con un mohín en sus labios. Rápidamente fue besado, de manera fugaz y casta, como también recibió una pícara sonrisa, para segundos después, observar cómo su menor se quitaba su rosa sudadera y la tiraba, como a su remera, por algún lado en la habitación.

Su garganta se secó y sus pupilas se dilataron aún más. Sus castaños pero oscurecidos orbes observaron, gustosos, aquella bronceada tez y los abdominales en ella. Relamiendo sus labios y sin restricciones, sus pequeñas manos recorrieron aquella caliente piel. Tanteando su firmeza y calor. Suspiró, fascinado y complacido, alzando sus ojos a los del pelirrojo para, escasos segundos después, volver a conectar sus labios.

Devorándose ambos con el mismo ímpetu, ahínco y fervor.

Destruyendo sus labios sin cuidado alguno.

Necesitado, Hongjoong comenzó a mecer sus caderas, creando una ligera fricción entre ambos, una que terminó por enloquecerlos aún más y aumentar su deseo por el otro con notoriedad.

—Mi-Mingi...— pronunció ahogado, quebrado por la lujuria.

—¿Qué quieres, Hongjoong?— el nombrado gimió y no por los labios del contrario otra vez en la sensible piel de su cuello, si no por lo grave y excitada que había sonado su voz al ser nombrado. Aquello era su perdición. Su fascinación más pura—. Dime, Hongjoong.

El susodicho jadeó fuertemente, subiendo sus manos por el firme abdomen impropio, por sus pectorales y por sus grandes hombros, hasta hundirlas en su frondosa y roja mata, aferrándose a ella mientras volvía a mecer sus caderas, enloqueciendo a ambos.

—A ti, por favor.

La garganta de Mingi pronunció un gutural sonido que podía asemejarse con un excitado gruñido y procedió a llevar sus hábiles dedos hacia los tejanos del chico sobre él, desprendiendo el único botón en ellos y bajando su cremallera con lentitud. Intencionalmente, sus largos dedos rozaron aquel asfixiado bulto, observando como su mayor entero se estremecía y ahogaba un gemido.

Sonrió y la línea de su mandíbula mordisqueó, volviendo a mover sus dedos para que rozaran el bulto ajeno.

—Mingi.— pronunció con desespero, tirando de sus cabellos para que le viese—. Por favor.

El nombrado asintió y procedió a bajar el tejano ajeno, aprovechando a manosear, fugazmente, su trasero. Separó sus piernas y le indicó al más bajo que tomara asiento entre éstas, aturdido éste obedeció y así, sus tejanos desaparecieron, dejando sus carnosos y lechosos muslos a la vista del contrario.

Quien los acaricio de manera superficial y ascendente, cerniendo sus manos en sus caderas para, luego de ejercer un poco de fuerza, levantarlo y volver a cerrar sus piernas, teniéndolo otras vez sobre su regazo. Sólo que esta vez, en ropa interior.

Inmediatamente sus bocas se buscaron y devoraron, más hambrientas que antes y mucho más desesperadas.

Sus labios estaban tan hinchados como magullados, pero poco les importaba esto a ellos, sus bocas eran tan dulces y exquisitas que les era imposible mantenerse apartados por mucho tiempo.

Eran el manjar más exquisito que probaron alguna vez.

Cuando sus pulmones se incendiaron en busca de ayuda, fue cuando se apartaron, jadeando de manera ruidosa y moviendo sus pechos con frenesí, más que agitados.

—Quítamelo.— ordenó el menor en un tono extremadamente ronco, señalando con su mentón su tejano—. Anda, Hongjoong, quítalo.

El susodicho tembló y su vista bajó, centrando su mirada en aquel cubierto bulto, sus dientes apresaron su labio inferior y sus manos temblaron, ansiosas por hacerlo y nerviosas por no querer fallar en una tarea tan sencilla como aquella.

Vacilante, Hongjoong, llevó sus dedos hacia la prenda ajena, consiguiendo, torpemente, desprender los únicos dos botones en ella. Y más diestro, consiguió bajar su cremallera. Mingi alzó sus caderas y, arduamente, el pelinegro consiguió deshacerse de su holgado tejano.

Estando ahora, ambos en ropa interior.

El chico de castaños ojos, una vez volvió a estar a horcajadas de su menor, dirigió su vista hacia la entrepierna de éste. Su ropa interior era negra y tan apretada que marcaba a la perfección su erecto miembro como la longitud de éste.

Relamió sus labios y jadeó, sin ser tocado o estimulado, simplemente excitado ante lo que veía.

Débilmente confiado, estiró su mano derecha y cuando estuvo cerca de aquella asfixiada erección, pasó su dedo índice por ésta, desde la base hasta la punta. Alzando sus ojos rápidamente cuando oyó al contrario gemir por su inseguro toque, uno que, honestamente, fue realmente superficial.

Apenas perceptible.

Su interior se calentó y revolvió, incomodándole.

Claramente estaba excitado y complacido por haber conseguido una reacción tan escasa como mínima, pero aún así, positiva. Por lo que, se llenó de verdadero coraje y volvió a actuar.

Clavó sus dilatados y castaños ojos en los oscuros y contrarios, enlazando sus miradas mientras suspiraba con profundidad y se atrevía a, decidido, apretar la erección de su menor por sobre la ropa interior. Sintiéndose orgullo ante el estremecimiento que obtuvo de éste y el gemido más sonoro que liberó de su garganta.

Motivado por sus reacciones, se animó a acariciar el miembro impropio, claramente por sobre aquella ajustada y delgada prenda que le cubría. Suavemente y algo restringido por la prenda misma, movió su mano; arriba y abajo. Estimulándolo con un tímido esmero.

Aún así, el pelirrojo lucía complacido, puesto a que sus caderas no dejaban de moverse y acompañar los suaves movimientos de su pequeña e insegura mano, mientras que su garganta no dejaba de producir ahogados y graves jadeos.

Se mantuvieron de esa forma por varios minutos; Hongjoong estimulando con timidez el miembro de Mingi, mientras que éste disfrutaba genuinamente y luchaba por no perder la cordura en ese instante y tomar duramente a su mayor.

Desesperado y en su limite, Mingi apartó la mano contraria de su cubierto miembro y feroz, se apoderó de sus hinchados labios. Succionándolos y mordisqueándolos con brutalidad, dejando al pelinegro, sin aire.

Éste se apartó, acezado.

Estando aturdido como estaba, eso no evitó que Hongjoong se sorprendiera cuando su menor se estiró, fácilmente, sobre su cama hasta alcanzar el único cajón que tenía su buró y abrirlo, sin dificultades, para sacar de allí un pequeño frasco de plástico blanco y unos reconocibles preservativos.

—Siempre preparado, ¿eh?— cuestionó el de negras matas una vez el contrario se encontró frente a él, cara a cara.

—Contigo nunca se sabe.— respondió y una torcida sonrisa exornó sus rojos labios.

—¿Conmigo?

—Contigo, se supone que hablaríamos y mira cómo terminamos.— señaló con diversión.

—Otro día podemos hablar más.— replicó, ansioso. Aferrándose a los hombros impropios con firmeza, intentando no mover sus caderas. Estaba al limite y su erección dolía y lloraba en busca de liberación, como una parte de él palpitaba, queriendo atención.

—¿Necesitado?— inquirió con sorna, aunque él también lo estuviera.

Hongjoong asintió—. De ti.— y su pelvis balanceó, suspirando ante la placentera corriente que viajó por su cuerpo, electrizante.

El interior de Mingi se revolucionó como expandió, satisfecho.

—Vayamos a ello entonces.

Kim asintió y aunque se avergonzó, dejó que el menor se deshiciera de su ropa interior, siendo lanzada por algún rincón de aquellas cuatro paredes y aún estando avergonzado, sus ojos no pudieron apartarse ni ver hacia otro lado cuando el pelirrojo se quitó su oscura ropa interior y dejó a la vista su excelso miembro.

Jadeó y sus labios se resecaron, las ideas que estaban surcando su mente tan descaradamente le avergonzaron y excitaron de la misma forma.

—Agradezcamos a tu madre que nos recordó lo importante de la protección.— murmuró Song con malicia al romper el paquete del preservativo, Hongjoong ardió y su mirada apartó.

—No nombres a mi madre en esta situación, por favor.

—Bien, extiende tu mano izquierda.— obediente y curioso, el de oscuras hebras extendió su pedida mano, sorprendiéndose cuando un frío y trasparente líquido la bañó por completo.

—¿Qué es?— cuestionó con el asombro aún en su voz, viendo cómo aquel líquido se deslizaba por su mano y goteaba.

—Lubricante.— respondió, escueto y su garganta carraspeó—. Llevarás esa mano a tu entrada y te prepararás tú mismo, sé cuidado y empieza con un dedo, ¿de acuerdo?

Hongjoong expandió sus claros orbes, impresionado, comprendiendo la finalidad de aquel resbaladizo producto en su mano y lo que su dongsaeng le estaba pidiendo hacer.

Un intenso granate le envolvió y sus palabras se perdieron como su tono se quebró—. Pe-Pero... y-yo... no....

—Tú puedes, Hongjoong, anda.

¿Que él podía?, ¡claro que no podía!

Era tan vergonzoso y él tan inexperto, no podía, no, definitivamente aquello era mucho para él. Meter sus dedos ahí, él mismo, con los oscurecidos y penetrantes ojos de su menor viéndole tan hambrientamente, expectantes y excitados.

Por él.

Jadeó cuando el frío líquido en su dedo hizo contacto con su íntima entrada, y gimió cuando, fácilmente, el mismo dedo se deslizó dentro de él sin complicaciones.

—Muévelo.— ordenó su menor en un ronco y demandante tono, haciéndolo gemir sonoramente.

Hongjoong cerró sus ojos y echó la cabeza hacia atrás, en vez de obedecer, optó por introducir otro dedo y al hacerlo, sus piernas temblaron y una cosquilleante corriente viajó desde el punto más alto de su columna hasta la base de su miembro, poniéndolo aún más duro.

Inconsciente y dejándose arrastrar por la oscura y burbujeante lujuria dentro de sí, Hongjoong balanceó sus caderas en círculos, a la vez que sus dedos movía, expandiendo su entrada como recordaba que el alto había hecho hace una semana atrás.

Cuando introdujo un tercer dedo fue que sus ojos abrió y hacia el bronceado chico miró, sus ojos se encontraban tan dilatados como brillantes, fijos en su rostro, viéndole con sus facciones completamente tensas. 

Hongjoong separó sus labios y gimió, había dado en su punto tan débilmente. De hecho, apenas y lo había rozado. Sus dedos eran cortos, demasiados para aquel trabajo y no le satisfacían lo suficiente, no lo hacían directamente. Ni le llenaban como él anhelaba.

Como tan fervientemente imploraba en pequeños quejidos, pidiendo por Mingi con sus ojos.

—Po-Por favor... n-no pu-puedo.

Mingi dejó de atender su propio miembro, (hecho que Hongjoong no había notado), para tomar a su mayor por las caderas, diciéndole que quite sus dedos de su entrada y se levanté ligeramente. Dócil, el pelinegro acató.

Y tan pronto como lo hizo, sintió algo más grande que sus dedos presionar, suavemente, contra su entrada. Paciente y lento, el miembro de su menor se deslizó en su interior como le llenó, completamente.

Ambos gimieron y se mantuvieron, por unos escasos segundos, quietos. Tensos.

—Querías estar arriba ¿no?— grave y seductor, su menor habló, captando su atención al instante—. Muévete entonces, móntame.

Claramente Hongjoong no estaba en sus sentido ni su raciocinio existía, porque acataba cada orden que el pelirrojo pronunciaba... En realidad, acataba cada orden que el pelirrojo exigía con una impecable docilidad.

Tan sumisamente que no se reconocía.

Y no lo culpen, la excitada, ronca como grave voz de su dongsaeng era tan seductora y cautivante que no podía negarse. Tampoco quería hacerlo.

Le gustaba que le ordenara y más si empleaba un tono tan oscuro, ronco y demandante como ese.

Porque sin lugar a dudas, ese tono de voz, era su favorito. Tan fascinante como excitante.

Tímidamente, Hongjoong levantó sus caderas y bajó, suave. Varias veces repitió la misma acción, con sus manos en los grandes y rígidos hombros de su menor. A la vez que contenía sus gemidos, sentía a la perfección cómo el miembro impropio palpitaba dentro de él, necesitado. Caliente.

Cuando estuvo seguro de estarlo haciendo bien, conclusión a la que llegó por las reacciones de Mingi, decidió ser más osado. O confiado. Bajando y subiendo por su longitud con mayor ahínco, a la vez que se detenía para mecer sus caderas de manera circular.

Creando mayor placer en ambos, robándose el aliento a sí mismo y al contrario.

Sus jadeos comenzaron a ser arrítmicos y elevados cuando Mingi comenzó a moverse también, yendo a los encuentros de los movimientos de su mayor, dando en su punto con exactitud y maestría. Haciéndolo delirar, mientas que sus manos se mantenían clavadas, duramente, en la suave y tierna carne de sus caderas.

Enterrando sus dedos en ellas, furioso como insistentemente, probablemente marcando aquella blanca zona.

La temperatura de sus cuerpos era desmedida y la yaciente en la habitación, incomparable con nada existente. Un notorio como perlado sudor envolvía sus cuerpos y el silencio de la habitación, opacado por sus irregulares jadeos y sonoros gemidos, como por el melódico sonaR que sus pieles producían en cada ferviente encuentro.

Todo era tan vulgar y obsceno que les excitaba aún más.

Hongjoong se retorció sobre el menor cuando éste apretó unos de sus pezones y sus voluminosos labios, succionaron el otro como, ligero, lo mordieron.

Fue extraño, placentero y algo doloroso, aunque se supone, no era la primera vez que el pelirrojo hacía algo como eso. aún así, le gustó tanto que, más fervientemente, brincó sobre él.

Estaba en su limite.

El pelinegro estaba tan aturdido como sofocado por las diversas sensaciones que recorrían su persona, tanto externa como internamente, era más que un caos o un lío, era un completo y perfecto desastre. Uno que no dejaba de moverse y producir sonidos que encantaban a su amante.

Hongjoong miró la perlada y bronceada piel de su menor, relamiendo sus labios y conteniendo sus gemidos, llevaba soltándolos hace tanto que ya estaba cansado de oírse. Su cerebro y corazón sentían unas imperiosas ganas de marcar aquella impoluta piel a su alcance.

Lucía demasiado limpia. Pulcra, para su gusto.

Por lo que, dejándose guiar por aquello que él quería hacer, se inclinó y ocultó su rostro en la curva del cuello de Mingi, inspirando su masculino aroma y comenzando a, tímidamente, dejar pequeños besos allí. Al de intensas hebras rojas pareció gustarle aquello, pues con cada beso que dejaba, un suspiro escapaba de sus labios, bajo pero audible. Libre.

Su rostro ardió de un color más intenso que aquel que su menor portaba sobre su cabeza, repentinamente abochornado por su actuar, debido a que, según su cerebro, aquello era igual de íntimo que la conexión carnal y profunda que sus cuerpos estaban teniendo.

Aún así, no se detuvo y continuó besando aquella área sensible, hasta que anheló más y sus húmedos besos pasaron a ser vacilantes succiones a lo largo del cuello y en la parte interna del mismo. De sus labios escapó un pequeño quejido cuando los largos dedos de su menor se enterraron aún más en la piel de sus caderas, al parecer, aquello le gustaba.

Más solemne que al principio, continuó, succionando con mayor tesón aquella bronceada piel que tanto le gustaba. Asegurándose de que sus marcas prevalezcan por un tiempo considerable.

—Ho-Hongjoong... mi-mírame...

Agitado y ronco, el menor le llamó por lo que, el aludido, dejó de jugar en su cuello para verle. Apenas lo hizo, sus labios fueron atrapados con vehemencia, devorados con rudeza y magullados con saña.

Su aliento fue robado egoístamente al igual que sus ahogados gemidos.

Su cuerpo entero se entumeció cuando la mano izquierda de Mingi dejó su cadera para comenzar a bombear su erecto y desatendido miembro, de manera entusiasta y como siempre, diestra.

Sus piernas se durmieron poco después y todo Hongjoong se tensó cuando su liberación llegó, inadvertida y brusca. Convulsionó y más fuertemente cerró sus ojos, sintiendo como los fuegos artificiales explotaban bajo estos, cegándolo momentáneamente. Todo su caliente interior fue liberado y su roto gemido, acallado por los labios del pelirrojo.

Entre balbuceos ininteligibles exclamó el nombre de su menor, porque su nombre era digno de pronunciar luego de haberle destruido de aquella forma tan magnífica y casi artística.

Segundos después, Mingi se corrió también, gruñendo por lo bajo y, sorpresivamente, propinándole una firme como sonora nalgada con su mano abierta. Hongjoong aún estaba aturdido por su orgasmo, pero la sintió y un quejido/gemido le arrancó.

Le había tomado por sorpresa pero aún así, le había gustado. Demasiado. Y que poco después apretara como tirara de su golpeada nalga, sañoso. Le encantó.

De hecho, jadeó e inconsciente, sus caderas movió, aunque acabara de correrse. Aquello le había excitado demasiado. Desmesuradamente, podría decirse.

Kim abrió sus ojos cuando el menor besó sus labios con fugacidad, y cierta dulzura que le tomaron también por sorpresa. Pero de manera positiva.

—Estoy orgulloso de ti, has estado alucinante.

Aquello también le tomó por sorpresa. Rápidamente, un intenso rubor se adueñó de su rostro y en busca de un refugio, se ocultó en el adornado cuello del pelirrojo.

—Ca-Ca-Cállate.— pidió en un bajo murmullo, cohibido.

—Sólo te estoy halagando.— replicó y rió con suavidad, rodeando su desnudo cuerpo con sus brazos, acercándolo más así—. Mereces saber lo...

—Cállate.— reiteró un poco más firme.

—Sé que te gusta cuando te halago.— exclamó y asintió para sí, sonriendo de manera maliciosa—. Tanto como te ha gustado montarme. Y recordarlo sólo hará que me ponga duro de nuevo.

Hongjoong chilló, escandalizado y el pecho de su dongsaeng golpeó, suave pero firme—. Cállate, cállate y deja de decir esas cosas, tú, imbécil pervertido.

—Pero...

—¡Cállate!— interrumpió, sintiendo como un incendió se producía en su rostro, no habiendo agua que pudiese apagarlo—. No volveré a hacer algo como eso.

—Ambos sabemos que mientes.

Hongjoong se estremeció cuando el contrario susurró aquellas palabras tan cerca de su oído, para luego y sin descaro alguno, tomar el lóbulo de su oreja entre sus dientes y tirar de éste con suavidad, jadeó y se apartó.

En todos los sentidos.

Lo empujo lejos de su rostro como salió de su miembro, lo cual le provocó otro estremecimiento, sentándose a unos centímetros lejos del cuerpo contrario, llevó sus piernas a su pecho y se abrazó a éstas, protector.

Cubriendo su desnudez, avergonzado de ella.

Claramente que, lo anteriormente dicho, era mentira. Se había sentido tan imponente y seguro como deseado, de tener oportunidad, no dudaría ni dos segundos en volver a montar al pelirrojo.

—¿Puedo usar tu ducha?— preguntó con timidez, sintiendo sus mejillas arder.

—¿Te sientes sucio?— preguntó con sorna, quitándose sin vergüenza alguna el usado preservativo.

—No seas idiota— murmuró mientras miraba hacia sus contraídos pies—, estoy sudado y pegajoso, quiero ducharme.

—Es lo que sucede cuando se tiene sexo.— Hongjoong le miró mal y él alzó sus mano, conciliador—. ¿Quieres que te preste ropa interior también?

—Si no te supone una molestia....

Mingi asintió y con fingida tranquilidad fue hasta su armario, reprimiendo los infantiles gritos que deseaba exclamar, el tímido Hongjoong era uno de sus favoritos.

—Podemos ducharnos juntos y ahorrar agua.— propuso cuando llegó junto a él y le tendió una prenda interior que, probablemente, mejor le quedaría.

—No, y voltéate por favor.— el contrario separó sus labios, dispuesto a replicar pero él se adelantó—. Te pedí por favor, no seas un imbécil.

Y apenas el pelirrojo obedeció, él corrió hacia el baño, poniendo el pestillo al instante.

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—¿Te duchaste también?— cuestionó el pelinegro al ver la húmeda cabellera de su menor y que portaba ropa interior limpia.

—En el baño de mis padres.— respondió y abrió las sábanas de su amplia cama—. Ven, son más de las once, a dormir.

Hongjoong expandió sus orbes, incrédulo—. ¿Dormir?, mi casa no queda tan lejos, me iré...

—Tu madre sabe dónde estás y es tarde, no seas terco y ven a la cama.— interrumpió con firmeza pero sin ser una demanda o una orden. Sólo una efusiva exclamación.

—Pero...

—Estás cansado y yo también.— señaló mientras palmaba el espacio vacío a su lado—. Sólo dormiremos, ya tuvimos sexo, ven.

Hongjoong atrapó su labio inferior entre sus dientes, indeciso y pensativo.

Había tenido sexo con Mingi, sí y por tercera vez.

Se supone que, la segunda vez que lo hicieron, ambos se quedaron dormidos en su habitación y cama, pero él no lo notó por ser el primero en caer en los acogedores brazos de Morfeo y cuando despertó, su menor ni siquiera estaba allí.

Ahora era diferente, la situación era distinta. Muy distinta.

Ahora estaba consciente de que él y su dongsaeng compartirían un mismo espacio, que dormirían en una misma cama y su cerebro se estaba fundiendo ante esa realidad mientras que su corazón brincaba, enérgico.

Desbordado ante el desmedido júbilo en él. En sus venas.

—Hong...

—Con una condición— interrumpió a la vez que alzaba un dedo, enfático—, no me tocarás ni te me acercarás, quiero distancia y a ti lejos de mi persona.

Mingi sonrió y reprimió la maliciosa replica que, naturalmente, saldría de sus labios para molestar al contrario—. Bien, no abrazos ni mi cuerpo cerca del tuyo, entendido.

Una vez escuchó aquello, Hongjoong caminó hasta la cama ajena, volviéndose a subir y acostándose en el costado derecho. Viendo al chico que yacía en el costado izquierdo.

—La luz no se apagará sola.— señaló, incómodo ante su intensa mirada.

—Un aporte muy útil.— pronunció y de la cama salió, arrastrando sus pies hasta el interruptor, apagando las luces una vez llegó a él—. Buenas noches, dulzura.— murmuró una vez volvió a su sitio.

—Cállate y duerme.

Y él fue el primero en correr a los cálidos brazos de Mofreo, escuchando por última vez, la burlona y suave risa del chico a su lado.






Dato irrelevante que nadie pidió; el capítulo casi llega a las 10.000 palabras. Acaben conmigo. Por favor y gracias.

Y una hora me tomó corregirlo. Espero no haya pasado nada por alto, bye.

💜~

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