❈•≪24. Sólo quería verte≫•❈
—¿Estás nervioso por algo en particular?
El chico de oscuras hebras, brincó en su asiento y desconcertado alzó su vista, clavando sus grandes ojos en los más pequeños de su castaña madre, la cual le miraba con inquisición. Expectante.
—¿Por qué lo dices?— cuestionó a la vez que su cabeza ladeaba con ligereza.
—Apenas has comido tu desayuno y te ves nervioso.— murmuró a la vez que realizaba un vago ademán con su mano derecha, aparentemente desinteresada—. Además, no has dejado de mover tu pierna desde que te has sentado.
Hongjoong frunció su ceño y miró hacia sus piernas, la derecha se movía de manera enérgica, el talón de su pie cubierto por una media, golpeteaba insistente contra el suelo, desquitándose con éste por vaya a saber él qué.
Al notarlo, paró.
—No lo había notado.— murmuró volviendo a centrar su vista en la mujer frente a él, la cual sonrió.
—Luces demasiado inmerso en algo, ¿en qué?
—Sobre mi cabello.— mintió sobrio, escogiéndose de hombros con indiferencia y sonriendo de manera, falsamente confiada. No le diría en quién pensaba. La mujer arrugó su ceño, desentendida y él sonrió más amplio—. Sobre si debería de hacerle algo o no, ¿qué piensas?
—¿Hacerle algo?— reiteró como cuestionó, aún más confundida, el pelinegro asintió. Procediendo a beber de su jugo con un disimulado gozo que la contraria no notó—. ¿Te refieres al estilo del peinado?
—Al color.— corrigió suavemente, pocas veces, realmente escasas veces, mentir se le daba bien. O de manera apropiada, pensaba en ese instante en el que, su castaña progenitora, creía en sus inventadas palabras con facilidad—. Día con día mi cabello se hace más largo y eso no me molesta, a lo que me refiero es, el negro comienza a aburrirme, ¿debería teñirme?
La mujer no cambió su confundida expresión en ningún momento, su hijo jamás, nunca, le había pedido su opinión en algo como aquello, estaba segura porque de haberlo hecho, lo recordaría con afán. Ya que para su hijo, su apariencia y cabello, eran cosas importantes.
Pero no por cuestiones estéticas e impuestas por la sociedad que les rodeaba, sino porque, simple y llanamente, le gustaba experimentar con ambas cosas.
Jugar con su cabello y vestimentas.
Le gustaba probarse prendas que jamás usaría y ver qué tal le quedaban, de no convencerse de ellas, las modificaría y les daría su toque personal, y ella lo había visto hacerlo un par de veces, y se le daba más que bien. Era hábil, talentoso y lo suficientemente creativo como para crear prendas muy llamativas.
En cuanto a su cabello, como ya dijo, le gustaba experimentar, en colores o cortes y formas de peinarse, no se limitaba.
Aquellas cosas eran significativas para su hijo, por lo que, le sorprendía que ahora, luego de llevar tanto tiempo haciéndolo, pidiera por su opinión.
Era sorprendente, confuso y extraño. Demasiado extraño.
—No sé de esas cosas.— terminó diciendo luego de pensar todo seriamente, se encogió de hombros y tomó su bolso, buscando no sabe Hongjoong qué en él—. Además, nunca has pedido por mi opinión y mucho menos por mi permiso— recordó al darle una filosa y rápida mirada—, por lo que me extraña que ahora sí lo hagas.
—Considero que, ahora, es bueno tener segundas opiniones al respecto.
Sonhee sonrió y sacó el móvil de su bolso, meneando su cabeza con ligereza. Divertida—. Tú no eres de los que piden por segundas opiniones. No quieres decirme en lo qué realmente piensas, ¿cierto?
Hongjoong sonrió también pero más disimuladamente, había sido atrapado pero no confesaría, su madre era más lista de lo que siempre pensaba y aún así, él se empeñaba en intentar engañarla.
Y siempre fallaba o ésta se terminaba dando cuenta, más tarde o más pronto, pero siempre era igual.
—Considero que ahora es buen momento para ser más accesible.— respondió suavemente.
—No sé de esas cosas.— reiteró y sonrió ampliamente, maliciosa pero su hijo no le veía por lo que, no lo notó—. Pregúntale a Mingi, parece tener buen gusto.
Y el de oscuras hebras se ahogó con el poco líquido que se encontraba bajando por su garganta, tosió y una de sus pequeñas manos llevó a su pecho, queriendo calmarse mientras que, su no muy alta madre, reía libremente. Jocosa.
Las mejillas del chico ardieron y su corazón se desbocó, su madre había sonado demasiado sugerente, de algo que él no entendía pero sin dudas lo fue, y aquella pequeña frase contenía un doble sentido del que él no era consciente tampoco.
—¿Por qué le preguntaría a él?
—Tiene buen gusto.— reiteró con suavidad sin disimular su sonrisa—. Su cabello se ve sano y el color le sienta bien, debió de pensarlo con seriedad antes de hacerlo, parece tener experiencia. Capaz pueda ayudarte.
«¿Por qué mierda toda la parte final de aquella frase se oye tan mal en mi cabeza?, maldito y pervertido Mingi, ¡él me lo contagió!».
—Sí..., cómo sea. Sólo es una idea.— murmuró mientras se levantaba, su madre rió por lo bajo y miró su móvil—. Me iré ahora.
—Lo sé.— replicó sardónica, sin verle—. Huye com... digo, que te vaya bien.
—Nos vemos.
Rápidamente el chico se dirigió hacia la puerta y una vez se calzó y su mochila colgó sobre un hombro sólo, salió de su casa, agradeciendo la fresca ventisca que golpeó su ardiente rostro, resfrescándole y apagando su, probable y no concretado incendio.
Suspiró y comenzó a andar, lento y parsimonioso. Viendo su silencioso y apenas despertado entorno con desinterés.
A medida que se iba acercando a donde siempre solía estar el alto, esperando por él, sus nervios anteriores volvieron y lo azotaron con mayor ímpetu. Mordisqueó su labio inferior e intentó de calmarse, pero su corazón no hacía más que latir, frenético. Furioso.
Ansiando ver al alto, sólo que su corazón lo reconocía y él no..., bueno, lo hacía, pero no tan enfáticamente.
Bastante tenía con haberse dado cuenta de que le gustaba y aunque lo supiera y aceptara, no había hablado de ello con su amigo, no apropiadamente al menos.
¿Cómo debía de comportarse ahora? ¿qué debía de hacer? ¿cómo debía de actuar?
Y aunque todas las cuestiones fueran similares entre sí, no dejaban de rondar su mente, parecían no cansarse y empeñadas en aumentar sus nervios y torpeza. Lo que le frustraba, porque a él, muchas cosas la frustraban.
Honestamente.
Pero todas esas cosas pasaron a un segundo y oscuro plano cuando, finalmente, se encontró junto al pelirrojo. El cual le sonrió con coquetería y no dudó, ni una milésima, en acercarse a él para que, sus largos y fuertes brazos, le rodeasen por la cintura y confiadamente, acercase sus anatomías.
Sus cuerpos realmente chocaron con el otro, no había brisa que pudiese pasar entre ellos. No en ese momento y estando así de pegados.
Hongjoong abrió sus ojos como su boca, sorprendido por su accionar y porque, ¡estaban en la vía pública!, pero más se asombró cuando el contrario, tras verle con escases y detenimiento, no dudó en acercar su rostro y besarle.
Sus gruesos labios se apoderaron de los suyos con entusiasmo y ferocidad, y no se quejó, aunque se sorprendió, aún así correspondió, porque le gustaba aquello. Le gustaban los labios del contrario y la forma en que le besaba, sea cuál sea, siempre era como estar en lo más alto de un edificio.
En el cielo más celestial y en el infierno más ardiente.
Era todo y tan inefable que le enloquecía, a él y a su corazón.
A pesar de que se encontrara correspondiendo y el momento como el beso fueran tan embriagantes que podría derretirse como perder la inexistente cordura que le quedaba, su chillona y moral como temerosa voz, apareció. Recordándole qué estaban haciendo y dónde.
¡Se estaban besando a plena luz del día y en una transitada calle!
Reticente y gimoteando, internamente, Hongjoong se apartó con suavidad, no queriendo ser muy brusco y agradecía que sus respiraciones comenzaran a fallar, así no sería muy notorio el porqué se estaba apartando.
—Buenos días.— murmuró el chico de rojas hebras, ronco y bajo. Hongjoong pensó en lo más asqueroso que pudo en ese momento para poder así, reprimir el gemido que de su garganta quiso salir. Aquella voz era tan excitante cuando sonaba así.
—Sí mmm, buenos días.— murmuró y se apartó, carraspeando y viendo a sus lados, no había nadie, por lo que suspiró—. ¿De qué te ríes?— cuestionó cuando posó sus ojos en los contrarios al oírle reír por lo bajo, entre dientes.
—De ti.— respondió con franqueza, acercándose a su rostro de manera intimidante, viendo a sus ojos, fijamente. Hongjoong se encogió y no se movió, paralizado—. Eres tan encantador, dulzura.— exclamó y sus dedos se deslizaron, suavemente, por la línea de su mandíbula. Acariciándola de manera superficial, y aún así, el pelinegro se estremeció—. Viendo a los lados atemorizado. Tranquilo, de saber que alguien nos vería, no te hubiera besado Sé que no te gusta.
Hongjoong se sorprendió, ¿Mingi estaba siendo considerado con él? ¿amable tal vez? ¿por qué?
—No es que no me guste...— murmuró, indeciso. Tímido—. Me incómoda que...
—Que te incomode y no te guste, es lo mismo.— interrumpió con desinterés, apartándose y tendiéndole su mochila con una torcida sonrisa—. Vamos tarde a clases.
—¡¿Seguiré llevando tu mochila?!— cuestionó con asombro e indignación, Mingi asintió, riendo cuando el contrario la cogió con rudeza de sus manos—. Pero..., yo creí que..., ¿sabes qué?, una vez en clase y por el resto del día, no quiero ver tu cara o patearé tu trasero.
—¿Hablas en serio?— preguntó con diversión.
—Por supuesto y créeme que te golpearé si te veo acercarte a mí.
—Estás en contra de la violencia.— le recordó con sorna.
—Haré una excepción por ti.— replicó con firmeza.
⇜✫⇝✫⇜✫⇝✫⇜✫⇝✫⇜✫⇝✫
—Buenos días.
Hongjoong sonrió de manera incómoda y ocupó su asiento de siempre—. Buenos días.
Lee rió y su rostro ladeó, viéndole con diversión y un brillo en sus ojos que no supo identificar—. No tienes qué comportarte de esa forma, me confesé, sí. Pero me rechazaste y lo entiendo, relájate.
—Lo siento, pero no hablé de ello con Seonghwa y no sé..., yo lo siento.— susurró apenado, viendo reír al contrario, ¿enternecido?
—¿Hablas todo con Seonghwa, cierto?
Kim asintió—. Es mi mejor amigo.— recordó con orgullo.
—Ya, si no hablas con él, ¿no sabes cómo comportarte?— cuestionó sardónico, Hongjoong arrugó su ceño, fue una burla inocente pero él la encontró ofensiva.
—Es más centrado y analítico que yo, aparte de tener experiencia.— señaló con seques, procediendo a sacar, de su mochila, lo necesario para la primera hora—. Yo tiendo a ser exagerado y a pensar en cosas irrelevantes, como a cuestionar hasta el más mínimo detalle de todo y a mortificarme por ello. Y al no tener experiencia, acrecentó los hechos y mis actuares torpes. Por eso, Seonghwa es necesario en mi vida, es equilibrado y compuesto.
—Pero salías con chicas antes, ¿no?. Tienes experiencia.
—Chicas y sólo fueron dos, nada serio tampoco. Mingi no es precisamente una chica. Es un chico.— recordó tras resoplar, comenzando a hartarse de la conversación, ¿motivo? Lee estaba siendo muy inquisitivo para su gusto.
—Aún así, siendo él un chico, no te ha supuesto un martirio ceder a sus "encantos".
Hongjoong profundizó el arrugar de su entrecejo y el fruncir de sus labios, o él estaba interpretando todo de una manera inadecuada, sumamente errónea. O Lee, realmente le estaba juzgando o recriminando por eso.
Por haber caído ante Mingi.
—¿Por qué siento que estás ofendido por ello?— murmuró dubitativo. Ciertamente desconcertado.
Lee se encogió de hombros, queriendo restarle importancia a sus palabras y a las contrarias—. Simplemente hice un señalamiento, nada más.
—Tu "simple" señalamiento, sonó a reproche.— replicó ferviente, insistente y disgustado.
—No tengo porqué recriminarte nada.— murmuró con seques, chasqueando su lengua—. Aún así, admitiré que estoy ofendido, con ligereza pero lo estoy, ¿siquiera piensas que Mingi es un buen partido?
—¿Qué más da eso?
—Te gusta y todo eso, lo sé, ¿pero cómo sabes qué él te corresponde? ¿cómo sabes que no está jugando contigo?— expresó con cierto y notorio ímpetu—. Simplemente puede estar matando su tiempo contigo, haciéndote hacer esto y lo otro.
Hongjoong no tenía cómo saber aquello pero, a pesar de que, en un principio Mingi le pareció la persona más detestable del mundo, odiosa y realmente arrogante.
Actualmente no piensa diferente, le sigue pareciendo odioso cuando se burla de él descaradamente, le sigue pareciendo arrogante por ser consciente del poder que tiene sobre él y sobre su cuerpo, y lo encuentra aún más arrogante cuando se lo hace saber y decide manejarlo a su antojo, pero no de mala manera. Y además, está el hecho de que, también lo encuentra irritante.
Mucho de eso no ha cambiado y duda en que cambie pronto. No si se tiene en cuenta las distintas y chocantes personalidades de ellos.
Aún así y a pesar de todo lo señalado con anterioridad, Hongjoong está seguro de una cosa; Mingi no es capaz de hacer algo como eso. Ni a él, ni a nadie.
Y no piensa de esa forma porque le guste y atraiga fuertemente, definitivamente no es por ello. Si bien hay malicia en los afilados ojos de su menor y en sus sardónicas palabras, es, dentro de todo, inocente. Inofensiva.
Una malicia juguetona, como la de un niño.
Porque si de otra cosa Hongjoong está seguro, es de que, Mingi es una buena persona. No la mejor de todas ni la más ejemplar, nadie lo es. Eso es imposible. Pero sin dudas, es un buen chico.
De lo contrario, Seonghwa se lo habría dicho. Sin reparos o dudas, le habría dicho que ese chico no le cae bien y que algo en él no le convence, pero no lo hizo. Porque como él, sabe que no hay maldad en Mingi, no esa que sugiere Lee.
Porque de tener esa clase de maldad, esa que es destructiva, tóxica e, intencionalmente cruel y disfrazada para encantar y luego destrozar, Seonghwa lo habría notado.
Por que, por más buen actor o farsante que alguien sea, Park puede leerlos, es bueno en ello.
Además, estaba su madre también, a ésta le agradaba el chico y era muy buena juzgando a las personas, y no le agradaba por ese fingido afán que tenía con respecto a que, su hijo, fuera más sociable y tuviera más personas a su alrededor, porque como se dijo, era fingido y realmente no le importaba cuántas personas rodeasen a su hijo, sólo le molestaba con ello.
A ella le agradaba Mingi porque realmente veía algo bueno en él. Algo sincero.
Por todos esos factores, Hongjoong afirmaba lo que afirmaba. Él tampoco era tonto y si bien no era habilidoso como su alto amigo o su burlona pero amable madre, reitero, tampoco era tonto.
—No tengo cómo saberlo.— respondió poco después, acomodando sus cosas para verle fijo a sus ojos, firme y honesto—. Podrá gustarme locamente, pero él no es un mal chico ni mucho menos una mala persona.— aseveró con fervor en su voz—. Y tampoco me obliga a hacer nada que no quiera, todo lo que hagamos es porque ambos queremos y si es Mingi, sé que estará bien. Que yo lo estaré.
—No era necesario que dijeras todo eso.— murmuró en un bajo tono, con un sentimiento o emoción que fue imposible de leer para el pelinegro.
—Por supuesto que lo era, lo innecesario aquí fue tu reproche y querer tachar a Mingi de algo sin siquiera conocerlo.— masculló crispado, sumando un motivo más a su lista de porqué Lee no le agradaba.
—Tampoco lo conoces demasiado.— replicó el castaño, impetuoso, Hongjoong no encontró necesario responder y sabía que su compañero tenía razón, además, éste no pareció terminar por lo que calló—. Y he oído cosas de él, nada más, como de su amigo también. Pero de San son más positivas que las de tu dongsaeng.
—También he oído cosas de ti y aún así no me he negado a ser tu compañero de asiento.— murmuró con indiferencia e irritación, querer señalar a una persona por lo que se decía a espaldas de ésta, era tan bajo y grotesco, no había cosa que Kim odiara más que eso—. Y todas eran negativas, la única positiva que alguna vez oí decir de alguien sobre ti, que tienes un lindo rostro y buenas aptitudes escolares.
—Eso...
—Tienes compañeros y amigos a los que le agradas.— señaló como interrumpió, rápidamente—. Y créeme, me agradas, algunas veces y ahora, precisamente, no. Pero tienes más cualidades buenas que esas, las he notado, pero muchas de las cosas negativas que se decían de ti, eran ciertas también. Las he comprobado y visto.
—¿Y cuáles son?, dilas y yo te digo las de él.
Hongjoong resopló, incrédulo e irritado, negando con levedad—. Creo estar seguro de que sabes cuáles son tus desperfectos, Lee, ¿qué estás pidiendo?
Un tenso silencio se formó entre ellos, como si un transparente manto fuese, se alzó y con firmeza y saña los rodeó, sus miradas fijas y penetrantes, sus bocas selladas y negadas a decir algo que pudiese estropear su cordial relación.
Pero de ambos, el castaño y más alto, sucumbió.
—Como hay cosas que te molestan de mí, yo tengo una que me molesta de ti.— murmuró con seques, viéndole de manera, supuestamente intimidante—. Que no sepas mi nombre, y es una tontería pero aún así me indigna.
El de oscuras hebras expandió sus orbes y, momentáneamente, perdió el respirar. Su compañero tenía razón, no sabía su nombre, realmente no tenía idea de cuál era o con qué letra empezaba.
Lo desconocía genuinamente.
—Lee Myung, es mi nombre. Hongjoong.
El nombrado no dijo más, no tenía porqué hacerlo ni quería, además un malhumorado profesor hizo su ingreso pidiendo orden, por lo cual, calló.
Mientras, internamente, se daba cuenta y reconocía con honestidad lo poco que su compañero le interesaba.
⇜✫⇝✫⇜✫⇝✫⇜✫⇝✫⇜✫⇝✫
Era el cuarto receso cuando Hongjoong se decidió, iría a ver a su dongsaeng.
En los anteriores recesos había estado solo, su amigo no había aparecido en ningún momento y eso le sorprendía como le preocupaba, no era de pasar tantos recesos con su dongsaeng pelirosa, uno únicamente y escasas veces, dos.
Pero no más.
Por lo que, inevitablemente, su repentina desaparición le había llamado la atención, incluso le mandó mensajes, los cuales no fueron respondidos y le llamó, no obteniendo respuestas. Todo eso sólo le preocupó aún más, como aumentó su curiosidad.
Seonghwa era un excelente alumno con buena reputación, no podía haber faltado a clases ¿verdad?, y de ser así, ¿por qué?
Tan inmerso en sus pensamientos y conclusiones estaba Hongjoong que, obvio, chocó con alguien, rápidamente alzó la vista como se disculpó, sorprendiéndose de ver al chico de rosas hebras frente a él.
—Tanto tiempo sin verte, Yeosang.
El susodicho sonrió, débilmente y asintió con desgano—. Lo mismo digo, siento chocarlo.
El pelinegro aseguró que aquello no había sido su culpa, sino la de él por ir pensando en tonterías con la cabeza gacha sin ver al frente, hasta que recordó qué clases de tonterías pasaban por su cabeza y habló;
—No he visto a Seonghwa y tampoco responde mis mensajes o llamadas.— murmuró distraído, viendo a ningún lado en específico—. Cuando está contigo suele ser así, ¿lo has visto o han estado juntos?
—No, es imposible ahora.
Hongjoong ladeó su rostro y mostró su más confusa expresión, la amarga y escasa respuesta del contrario, llamaron su atención como le confundieron. Por lo que, se decidió por verle más detenidamente.
Tenía ojeras, no eran la gran cosa pero sí notorias, sus ojos enrojecidos y su sereno y amable semblante, no estaba. En su lugar había una arrugado ceño y amargado temple.
Sus manecillas y engranes se pusieron en marcha, furiosos reactivaron sus actividades y desesperados comenzaron a unir cabos, encajasen o no. Trabajaron tan duramente que, una vez la comprensión le golpeó, fuerte y sentida. Sus orbes se expandieron y el aire en sus pulmones se extinguió, murió.
Momentáneamente.
«Puedo estar equivocado, malinterpretando todo pero... Por todos los santos que no sea eso, no eso».
Que Seonghwa no hubiera almorzado con él y tampoco se lo hubiese encontrado por ningún lado, en ningún momento, que no respondiese a sus mensajes ni a sus llamadas, que Yeosang se viera tan perdido, tan falto de..., todo.
—¿Te rechazó, verdad?— rápido los claros orbes contrarios se clavaron en los suyos, asombrados y curiosos.
—Tú..., ¿cómo que él... m-me gu-gusta?— inquirió con asombro en su voz y ligera timidez—. ¿Te contó?
Hongjoong negó y lo primero que de sus labios quiso salir fue, aquello que con Mingi conversó hace tiempo atrás, y lo que éste mismo le había dicho.
Que según su mejor amigo San, o bueno, el chico con él cual éste salía, le había asegurado que Yeosang estaba más que colado por Seonghwa.
Pero él no dijo nada de eso. Lo pensó mejor y concluyó que, aquello no era ni apropiado ni correcto. El chico con el cual San salía, era el mejor amigo del chico que tenía ante él, no podía decirle aquello. .
Rotundamente no.
Por lo que, simplemente se basó en lo que hace tiempo atrás vio, en la firme corazonada que tuvo ante una imagen que podría, para muchos, no ser nada, pero ante sus ojos, fue demasiado reveladora.
—Simplemente lo sé.— murmuró con suavidad, queriendo trasmitir confianza—. Una vez los vi, bueno, a ti más concretamente y tus reacciones y tu forma de verlo..., eran diferentes.
El de llamativas y suaves hebras, enrojeció y su mirada esquivó, avergonzado e intimidado. Mayormente inseguro.
—Todos vemos de formas diferentes.— murmuró de manera ahogada.
Hongjoong rió, sin burla o sorna, fue algo sutil. Ameno—. Lo sé, pero como tú mirabas a Seonghwa aquella vez, yo jamás lo he mirado así en mi vida.— Yeosang separó sus labios, dispuesto a replicar, pero el pelinegro no se lo permitió y apresurado agregó—. Era amor, puro y honesto. Lo sé y lo sabes.
Yeosang bajó su cabeza y entrelazó sus dedos, cohibido y repentinamente, aplastado. Su corazón brincó, pero no positivamente, todo lo contrario. Fue como si hubiese sollozado y la sensación fue tan incómoda que sus labios se torcieron en una mueca, un grotesco nudo nació en su garganta y sus ojos ardieron, como si sus contenidas lágrimas quemasen.
Tembló y se negó a desbordarse, no frente al mejor amigo de su hyung, no estando en un largo receso, no estando en un pasillo con personas viéndole con interés.
No permitiría algo como aquello.
Por lo que, se reprimió tan duramente que toda la amargura y el dolor en su corazón, se trasladó a su rostro, su expresión entera se desfiguró, sus ojos se cristalizaron y sus labios temblaron.
Todo su mirar, su expresión en sí, era más que el de una persona dolida o rota, era el de alguien agonizando.
Y el corazón de Hongjoong se retorció.
«Mierda, santísima mierda».
—Se supone que Wooyoung me hizo jurarle que no lloraría.— murmuró con su voz sofocada y rota.
—Pero no lo estás haciendo.— señaló el contrario, abatido y confundido.
Yeosang sonrió, débil y sin ganas—. Mi corazón está llorando y mi alma le acompaña en gritos.
—¿Quieres hablar?, puedo escucharte.
—No sería correcto, eres el mejor amigo de Seonghwa-hyung.
—Eso no es relevante, eres su dongsaeng más preciado, el único al que sinceramente valora y no en...— Hongjoong calló y su mirada apartó, consciente de qué saldría de sus labios, decirle aquello, sólo le daría ilusiones y le destruiría más, no podía hacerlo. Suspiró y una suave sonrisa posó en sus labios, viéndole con sosiego—. Soy alguien muy objetivo y considero que Seonghwa está siendo un imbécil, pero, si en algún momento quieres hablar conmigo. Hazlo.
—Gracias.— musitó con ligereza, sonriéndole de la manera más honesta que pudo—. Wooyoung me espera.
Kim vio marchar al chico de rosadas hebras con desgano y cabizbajo, suspirando con pesadumbre ante el sonar de la campana.
⇜✫⇝✫⇜✫⇝✫⇜✫⇝✫⇜✫⇝✫
El pelirrojo se sobresaltó cuando la puerta de su salón fue cerrada con demasiada brusquedad, o con más fuerza de la requerida, rápidamente alzó la vista de su libro y la centró en el causante de aquel pequeño alboroto.
Sus pequeños y afilados ojos se agrandaron, escasamente, asombrados de ver a quién veía frente a él y con el rostro ardiendo de manera notoria y dulce, sus manos cruzadas tras su espalda y su vista gacha, evadiendo la suya.
—Creí que no querías verme.— murmuró con sorna, cerrando su libro y girando su cuerpo como cruzando sus brazos, viéndole con mayor amplitud.
Su mayor carraspeó su garganta y no levantó la vista, aunque en aquel salón no hubiese nadie, ni un alma. Sólo ellos dos. Aún así estaba cohibido y avergonzado.
Había asegurado, fervientemente que, por todo ese día lunes, no quería ver al alto cerca de su persona, pero allí estaba, en su salón, 5-4. Porque quería verle.
Las palabras de Lee seguían en su mente, revoloteando y brincando de un lado a otro, burlescas.
Ya había aceptado que Mingi le atraía, que le gustaba locamente también, pero aún así se sentía tan vacío, puesto a que no sabía nada de él, nada que fuera relevante o significativo.
Sólo su edad, su nombre, su puesto en el ranking de su salón y la ubicación de éste.
Pero, ¿qué era todo eso?, nada. Basura.
Realmente no tenía ningún valor o significado, eran cosas que cualquiera podría saber y eso le frustraba consigo mismo, como también se frustraba ante sus fervientes ganas de querer conocer más íntimamente al alto, y no en el ámbito carnal, eso ya había sucedido.
Se refería a lo personal, a sus gustos, sus padres, qué música escuchaba y más cosas.
«Me estoy volviendo idiota, no hay otra explicación para esto».
—¿Necesitas algo, Hongjoong?
Su grave voz pronunciando su nombre de manera tan aterciopelada, era fascinante.
No podía confesar que se sentía solo ante la ausencia de su amigo, tampoco ante la suya, aunque él le haya demandado no cruzarse por su camino y, sorprendentemente, éste le haya obedecido. Tampoco podía confesar que las palabras de su compañero de asiento le habían hecho, o mejor dicho, impulsado a ir a verle.
¿Por qué?
No estaba muy seguro, pero quizá, para confirmar que, si bien su gusto podía no ser correspondido, la atracción sí, porque claramente era mutua. No era ciego ni tonto, su dongsaeng le deseaba y, extrañamente, algo de él le atraía.
—Sólo quería verte.
«Mierda, Hongjoong, estúpido eso no. ¡Idiota, eso no!».
Sus palabras habían sonado muy bajas y ahogadas, debido a la timidez, pero ante el sofocante silencio en aquel vacío salón, fueron perfectamente audibles para el alto. Quien contuvo su respiración y se mantuvo inexpresivo por varios segundos, hasta que largó todo el contenido aire por su nariz, ruidoso.
—Acércate, anda. No puedes estar parado allí para siempre, ven.
Con su rostro centellando de un intenso carmín, el mayor allí, obedeció. Caminando torpe como sumisamente hasta el asiento de su menor, el cual se encontraba en la fila contigua a la ventana y en el tercer asiento.
—Siéntate.— y lo hizo, sólo que en las fornidas piernas del pelirrojo, no en el asiento vacío a su lado. Sorprendiendo a ambos por su actuar, de no estar quemándose, uno pensaría que era otra persona—. Así que, ¿querías verme?— cuestionó una vez sus grandes manos se posaron en la pequeña cintura impropia. Kim asintió, paralizado—. ¿Alguna razón en particular?
Hongjoong negó y sumamente avergonzado apoyó su frente en el pecho contrario, ocultándose de su inquisitiva como intensa mirada.
Sus funciones comenzaban a estragarse, su corazón no hacía más que retumbar salvaje en su pecho y su sangre bombeaba enérgica en sus oídos, ensordeciéndolo.
—Hace unos segundos quería tomarte sobre este escritorio— murmuró Mingi, ronco. Inclinándose hasta que sus voluminosos labios rozasen, mínimamente, la oreja derecha del chico sobre sus piernas, sonriendo al notar el temblor que le ocasionó—. Pero ya no quiero, dulzura. Eres tan encantador.
Y el de blanca tez se sorprendió como, interna y ampliamente, se complació cuando los fuertes y largos brazos del contrario le rodearon, abrazándole y pagando más, firmemente, su figura a la contraria.
Aunque no lo pareciera, aquello estaba siendo tan íntimo y cálido que Hongjoong lo estaba disfrutando demasiado. Aunque no fuera más que un espontaneo abrazo.
Él, literal y honestamente, se estaba derritiendo en aquellos bronceados brazos que le rodeaban.
Suspiró y con su rostro ardiendo en intensas y abrasadoras llamaradas, salió de aquel cálido escondite, aún con aquellos brazos, firmemente sujetos entorno a su cuerpo, tímido miró al pelirrojo, quien correspondió su mirada con una más intensa y brillante.
«Me gustas».
—¿Cuál es tu color favorito?— formuló tras unos silenciosos segundos, los cuales fueron llenados por la suave y ronca risa de su menor—. Deja de reírte.— pidió avergonzado, golpeando su pecho sin esfuerzo o saña.
—Es que, en serio, tú.... ¿viniste hasta aquí para saber eso?— inquirió con suavidad, divertido. El bochorno de Hongjoong aumentó pero aún así asintió—. ¿Por qué?
—No nos conocemos demasiado.— murmuró entre dientes, cohibido, alzando su mano derecha para trazar irregulares garabatos en el pecho del alto—. No nos conocemos nada.
Mingi frunció sus labios hasta que estos formaran una fina y recta línea, suprimiendo así, la amplia y brillante sonrisa que surcaría, descarada, sus abultados labios a causa de lo enternecido que se encontraba por su mayor.
Principalmente por el mohín exornando sus labios y su encogida postura. Tan tímido y pequeño.
Su corazón comenzaba a enloquecerse, taladrando desquiciado contra las paredes de su pecho, queriendo hacerse oír. Queriendo, desesperadamente, ser notado.
Song afianzó su agarre en el bajo y ladeó su rostro—. Yo sé muchas cosas de ti.
—Pero yo no sé absolutamente nada de ti.— replicó disgustado, enlazando sus miradas.
—Eso se puede solucionar, ¿por qué no vienes a mi casa saliendo de clases?— sugirió con suavidad, escrutando su rostro lentamente—, el viernes.— agregó ante la mudez contraria.
«Quiero pero, ¿debo? ¿es conveniente?.... ¿siquiera hablaremos?».
Hongjoong mordisqueó su labio inferior y poco después, asintió—. De acuerdo, el viernes.
—Bien, no tengo color favorito.— murmuró y el pelinegro brilló, complacido—. ¿Puedo besarte ahora?, la campana no tardará en sonar.
El más bajo asintió con timidez y de la misma forma, acercó sus labios a los contrarios. Conectándolos con extremada suavidad y duda, lo que, internamente, fascinó al más alto.
Literalmente su corazón dio un vuelco, festivo, y su cuerpo entero pareció ablandarse, como si se estuviera fundiendo.
Por lo que, por segunda vez, le dejó, momentáneamente, llevar el beso.
El cual fue tan lento como vacilante, como si fuese la primera vez que besaran o que ellos lo hicieran entre sí, cuando no. Eso no hizo al beso incómodo, frustraste o molesto, al contrario, ambos quedaron embelesados.
Era tan lento, cálido y dulce. Cariñoso.
No habían lenguas que luchasen entre sí, intentando doblegar a la contraria, ni desespero o hambre por devorarse fervientemente, no había lujuria ni pasión carnal. No había desenfreno ni ansias.
Sólo calma y casta entrega.
Aquello les fascinó, realmente les encantó. De hecho, sus corazones, comenzaron a latir como nunca, más que desesperados o enloquecidos, estaban desquiciados, rabiosos y a nada de explotar por el agobiante y caliente júbilo en ellos.
Desbordándolos.
Hongjoong llevó sus brazos entorno al cuello del bronceado chico, acercando así, más sus figuras. Por lo que también, inevitablemente, su beso se profundizó y tornó más demandante.
Viéndose, ahora, alteradas sus respiraciones. Siendo éstas más pesadas y trabajosas a causa de la exigencia que ambos chicos estaban reclamando del contrario. Sus pulmones comenzaban a arder y gritar por oxigeno y piedad, pero ellos no cedían. Se negaban a hacerlo.
Impetuosos devoraban sus labios, abriendo sus bocas tan hábilmente como enlazando sus lenguas con tal destreza, que parecían expertos en ello. Aunque uno lo fuera más que el otro.
Acalorado y con su temperatura corporal por las estrellas, Hongjoong exigió más, no en el beso, éste ya estaba siendo demasiado asfixiante, literalmente, sus pulmones se estaban marchitando por la falta de oxigeno.
Él quería más del alto, más atención en su cuerpo.
Por lo que, consciente como no tanto, sus brazos se desenredaron de aquel cuello y sus manos, lentas como vacilantes, bajaron por sus grandes hombros, deslizándose por sus firmes pectorales, hasta descender a su fuerte y marcado como cubierto abdomen, allí, sus diminutas palmas ardieron, por el calor que su cuerpo emanaba y por la ansiedad de querer tocar su colorida piel.
Pero sin el uniforme que la cubría.
Indeciso, se atrevió a colar, tímidamente, sus manos bajo la camisa del pelirrojo, gimiendo ante lo realmente caliente que su piel estaba y, para ser honestos, también por la firmeza de su marcado abdomen.
Mingi se apartó de sus labios, asombrado y exhausto, de haber seguido con su boca sobre la contraria, se habría desmayado. Estaba seguro, completamente.
Respirando de manera sonora y costosa, fijó sus oscurecidos ojos en los contrarios, éste le miraba con la misma intensidad, brillante. Deseoso. Aún acariciando su piel y provocando que los vellos de su nuca se ericen.
—Mingi...— musitó de manera sofocada, suplicante. De la garganta del aludido escapó un gutural sonido mientras sus largos dedos se cernían, fuertemente, en la cubierta piel de las caderas del bajo. El cual jadeó, más complacido que adolorido—. Por favor...
—No podemos.— recordó, grave. Excitado. Apretando, aún más rudamente las caderas del contrario, ya que éste había hecho el amago de moverlas, en busca de fricción probablemente—. No aquí.— reiteró más autoritario, Hongjoong gimoteó e intentó volver a balancear sus caderas, frustrándose por no conseguir nada—. Que no, Hongjoong.
—Pero...
—No.— repitió, meneando su cabeza con firmeza. El mayor chasqueó su lengua y quitó sus manos del cuerpo ajeno, cruzando sus brazos, resignado. Mingi suspiró y curioso, bajó su mirada—. ¿Te has puesto así por un beso?
—Como si tú no estuvieras igual.— replicó con seques, negándose a bajar su mirada y ver el bulto ajeno, lo sentía y por esa razón no tenía porqué verlo—. Además, no fue por el beso..., me refiero, sí, en parte pero..., no del todo.
Mingi enarcó su ceja y relamió sus labios, ladeando su rostro—. ¿Tus reprimidas hormonas?— inquirió con sorna, ganándose una mala mirada.
«También podría ser eso», pensó y después negó.
—¿Me dirás o no?, honestamente estoy curioso por saber.— murmuró el pelirrojo mientras veía al contrario sopesar el si hablar o no, a la vez que sus dientes maltrataban sus rosados e hinchados labios.
«Sólo hazlo, Hongjoong».
—Tú...— murmuró en un susurro apenas audible o entendible, más que tímido o avergonzado—. Tú me provocas esto, cuando me besas, por cómo me tratas y por el simple hecho de que seas tú; Song Mingi.
Tan pronto como confesó, sus manos se alzaron y su rostro enrojecido cubrieron, resguardándose de la atónita y penetrante mirada contraria, quiso chillar, que la campana sonara para levantarse de aquellas piernas y poder huir lejos, muy lejos.
Pero no lo hizo, no quiso, estaba paralizado y expectante por una respuesta, algo más que una simple y pasmada como perforante mirada.
Palabras, él quería oír que de sus pomposos labios saliese algo.
Lo qué sea, pero quería oír algo.
Temeroso, separó sus dedos y asomó sus grandes ojos por estos, queriendo averiguar si su menor seguía en el mismo estado y no, ya no estaba patidifuso. Su penetrante mirada seguía, sí, pero ahora brillaba de una forma que, sencillamente y como era de esperarse, el distraído y torpe de Hongjoong, no supo identificar.
Ni lo intentó demasiado tampoco, ¿qué caso tenía?, él no era bueno para esas cosas. Lo había aceptado hacía mucho tiempo.
También, una destellante sonrisa bailaba en sus labios, orgullosa exornaba a los mismos. Era tan amplia como sincera y sobre todo, afectiva. Como si estuviera complacido y conmovido.
Era una extraña fusión entre ambas, pero lo que más realzaba entre ellas, era el más auténtico y puro aprecio. El cariño más sincero y apabullante.
Tan abrasador como el sol mismo, o tal vez, lo era aún más.
Hongjoong quiso decir algo más pero sus manos fueron apartadas y sus labios besados de manera superficial y casta, fue un fugaz y apenas perceptible roce.
—Tú me provocas también, muchas cosas— susurró con sus labios aún rozándose y cosquilleando ante esto mismo—, por ejemplo, el que ahora mismo quiera desnudarte y empotrarte sobre mi escritorio.
Hongjoong abrió sus ojos a más no poder y con firmeza, golpeó el hombro del pelirrojo, chillando completamente escandalizado.
Aunque su interior se haya retorcido, excitado ante la idea.
—Eres un asqueroso pervertido.— exclamó con su rostro deformado, fingiendo asco.
Mingi asintió y sus manos descendieron hasta posarse sobre los carnosos y cubiertos muslos impropios—. Pero eso te encanta, de no ser así, niégalo. Venga, hazlo.
Hongjoong separó sus labios, pero lo que escapó de estos no fueron palabras o una replica, sino que, fue un bajo gemido. Mingi había apretado sus muslos y como su manos, o sus dedos eran largos y se encontraban posicionados hacia la parte interna de estos y cerca de su entrepierna, el apretón había enviado sensaciones imposibles de ignorar.
Al menos para él.
—Te odio.— pronunció entre dientes, levantándose como alejándose al oír el sonar del timbre y la burlona risa del contrario.
—Ambos sabemos que no.
—Jódete.
—Jódeme tú, dulzura.
«Ay, por todos los dioses. Me largo».
Y sus oídos percibieron la estruendosa risa de su menor a la perfección, a la vez que esquivaba los compañeros de éste, que le miraban interesados, nunca lo habían visto por allí y su descompuesta apariencia como granate rostro, llamaban la atención.
Sólo por ese instante al menos.
«Deberé comunicarme con Seonghwa más tarde, aún no me devolvió las llamadas».
💜~
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro