❈•≪16. Salón 5≫•❈
Vagamente, Hongjoong dejó caer su mejilla sobre su palma izquierda. Un suave bostezo afloró de sus labios, desapercibido para sus compañeros y su pasional profesor de historia, el señor Yang.
El cual se encontraba caminando por toda la clase, explicando con fervor un tema que, sinceramente, no era de los más interesantes, ni para Kim ni para muchos otros. Los cuales bostezaban ampliamente, mostrando su más puro desinterés y hastío, otros pocos simulaban prestar atención y otro diminuto porcentaje, hacía garabatos en sus cuadernos o, hábilmente, usaban sus móviles.
Hongjoong optó por mover sus dedos, al ritmo de una canción que, alegremente, interpretaba. No conocía al cantante ni el nombre de la canción, pero fue lo suficientemente pegadiza y festiva como para que, de camino a clases, se le incrustara en su cerebro.
Un minuto después, el vibrar de su móvil sobre la mesada de su asiento, le detuvo. Arrugó su nariz, disgustado, apenas sus ojos alcanzaron a leer el nombre que allí aparecía. Minky^^.
Chasqueó su lengua e ignoró el mensaje, estaba en clase y aunque no estuviese prestando un mínimo de atención, no cometería una falta tan grande como aquella, aunque nadie había sido atrapado, quizá y él, sí lo era. No tenía la mejor de las suertes, lo había comprobado hacía tiempo.
Y aunque llegó a esa razonable y correcta conclusión, sus yemas hormiguearon, ansiosas por entrar en contacto con el aparato y curiosear, ver qué había recibido.
Resopló y lo tomó, discreto y rápido.
Minky^^
Ven a la segunda planta en el receso.
Salón número 5 del pasillo izquierdo.
9:45 am.
Las comisuras de sus labios se arrugaron, no se esperaba algo serio o relevante, no si provenía del pelirrojo, pero al menos esperaba algo más específico que un sitio. Además, ¿por qué iría a ese salón?, era obvio que allí estaría Song pero ¿para qué lo necesitaba?
No iría, definitivamente no.
Hongjoong
Ni lo sueñes, no iré.
Además, ¿por qué iría?, no perderé tiempo del receso más largo haciendo nada contigo. Y menos en un salón.
9:53 am.
Minky^^
En mis sueños no sólo irías...
No te arrepentirás si vas, venga, no seas así Hongjoong.
9:54 am.
«En mis sueños no sólo irías», palabras que no pasaron desapercibidas para el pelinegro, ¿cómo podrían?, y aunque no fuera la primera vez que hacía alusión a que, en sus sueños, él estaba presente. Y no haciendo nada precisamente, aún así se avergonzaba. Aún así sus mejillas y rostro ardían.
Hongjoong
No, te dije que no iré.
Deja de molestar que estoy en clases. Pesado.
10:00 am.
Minky^^
ㅠ_ㅠ
...Sé que irás, te estaré esperando.
10:02 am.
Hongjoong
Pues te decepcionarás tú mismo. Deja de molestar 😡
10:07 am.
Minky^^
Es "divertido" que te resistas. Venga, ven~
10:09 am.
Hongjoong
Basta, en serio.
10:12 am.
Minky^^
Venga, Hongjoong.
Hongjoong.
Hongjoong.
Hongjoong.
Hongjoong.
Hongjoong.
Hongjoong.
Hongjoong.
10:14 am.
El pelinegro bufó como, inconscientemente, sus comisuras se curvaron. Ligeras. Era molesto que fuese tan insistente, pero a su misma vez, divertido. Lo admitía.
Hongjoong
Bien, ya. Deja de molestar.
10:16 am.
Minky^^
¿Significa que vienes?
10:17 am.
Y no respondió, la campana sonó y su móvil guardó. Aunque lo sintió vibrar un par de veces más, no se fijó. Se concentró en guardar sus cosas, bajo la atenta mirada de su compañero, la cual ignoró también.
«¿Tendré algo? ¿querrá descifrar algo sólo viéndome?».
Resopló y se levantó, caminando fuera de su, casi desierta, clase. Lentamente caminó hasta las escaleras y esquivando aquellos cuerpos que aún bajaban, las subió. Sin apuros. Parsimonioso. Ya en la segunda planta, dobló en el pasillo izquierdo, notando lo desierto que estaba, apenas habían algunas personas fuera. Chicas en su mayoría.
Una vez frente al salón con un notorio 5 en aquel alto y diminuto cartel sobre su cabeza, abrió la puerta, disculpándose por la intromisión. Nadie había allí, bueno sí, Mingi, sentado en el vacío escritorio que los profesores usaban.
Ingresó, dubitativo y cerrando la puerta tras de sí.
—¿Por qué no hay nadie aquí?— cuestionó una vez llegó junto al alto y bronceado chico. Quien estaba cómodamente sentado en aquella silla, viéndole sosegadamente.
—Suele estar vacío a esta hora.— respondió con un ligero encogimiento de hombros—. Realmente creí que no vendrías, un poco más y caía.
Hongjoong sonrió, orgulloso de, casi, haber engañado al alto—. Bueno, la próxima vez sí, te aseguro no vendré.
Mingi sonrió y su cabeza meneó, haciendo a un lado sus piernas y señalando la mesada frente a él con su mentón—. Sube, anda.
—¿Que me suba? ¿por qué lo haría?— confundido inquirió, sinceramente no comprendía al contrario.
—Para que estés cómodo.
Podría haber replicado, expresando que, parado, ya estaba cómodo. Pero el alto era terco y sencillamente no tenía ganas, por lo que, caminó hasta la mesada y tras dar un pequeño brinco, consiguió subirse a ella. Bajó su mirada, sus piernas colgaban, demasiado, sonrió divertido. Realmente no era muy alto.
Las balanceó y miró en dirección del pelirrojo, tenía sus ojos fijos en él y su cabeza ladeada. Parecía sopesar algo hasta que, en sus abultados labios, se esparció una lobuna sonrisa. Poco después, se levantó y sus grandes manos se deslizaron sobre sus muslos, a la misma vez que él se deslizaba entre sus piernas.
La respiración de Hongjoong se paró, abrupta. Fuertemente cogió aire por sus fosas nasales mientras sus orbes se mantenían fijos en los movimientos del contrario.
En cómo sus palmas no hacían nada más que frotar sus cubiertos muslos con lentitud, en cómo los rasgados ojos del contrario brillaban y se oscurecían aún más.
Relamió sus labios y, consciente, llevó sus diminutas manos a los antebrazos ajenos. Sintiéndolos con sutileza mientras ascendía, eran firmes y se sentían fuertes, contuvo un suspiro y sin apartar sus ojos de los impropios. Continuó subiendo. Hasta que llegaron a sus hombros y sin dudar, los rodeó, acercando, aún más, la silueta contraria a la suya.
Seonghwa dijo que disfrutara, pues eso haría. Disfrutar.
Mingi pareció asombrado y motivos tenía, Hongjoong no era de tomar la iniciativa, en nada que a ellos respecte. Y aunque no pareciera la gran cosa, lo era. Para ambos.
Sin más demoras o pretextos, unieron sus labios.
Fue un beso lento y sensual, claramente dulce también. A lo que Hongjoong se había acostumbrado y a lo que sabía corresponder sin parecer un asno completo o un ridículo pez boqueando por un poco de oxigeno.
Sus bocas se acoplaban bien, sus labios se degustaban sin prisas y el ritmo era uno fácil de seguir y corresponder.
Pero Mingi no pareció conforme con sólo eso, por lo que, luego de un placentero minuto, decidió mordisquear el labio inferior del bajo, sin mucha fuerza. Sorprendiéndole y arrebatándole un suave quejido, su boca se abrió y la lengua del contrario en ella se coló.
Con su rostro de colores y el mismo ardiendo, Hongjoong correspondió al intenso beso. Más tímido y torpe que el contrario, pero lo hizo. Esforzándose por no estropearlo. Pero lastimosamente, debió acabar, sus pulmones comenzaban a fallar, a arder y sus respiraciones, a faltar.
Sus miradas conectaron por una escasa y miserable milésima de segundo, pero fue la suficiente como para que ambos notaran, en el otro, sus oscurecidas como dilatas miradas.
Fue imposible para Hongjoong no jadear, no cuando los hinchados y sedosos labios del alto atacaban tan lenta y dulcemente la curva de su cuello, aquella que era la unión con su hombro. Su camisa se estropeó, de hecho se bajó sólo un poco, pero al pelinegro poco le importó.
Su cuerpo tembló ante los húmedos besos que el pelirrojo iba dejando por su cuello, a medida que se iba acercando más y más a la cara interna de éste. Gimoteó cuando sus dientes tomaron un poco de su blanca piel y tiraron de la misma, sin causarle dolor, al contrario, placer. Se estremeció cuando sus manos se adentraron bajo su uniforme, palpando su piel. Sus manos estaban tibias en comparación a su caliente piel, era exquisito.
Sus codos se clavaron en la firme carne de los hombros del contrario, mientras que sus dedos se hundían en su frondosa y alborotada cabellera, a su misma vez, acercaba sus anatomías aún más. Absorto en las diversas sensaciones que le invadían.
Gimió, su rostro se coloreó, sus ojos abrió y su errática respiración, paró.
—N-No... ahí no.— en un entrecortado como bajo tono, pronunció. Meneando su cabeza, frenético. Nervioso.
Mingi ladeó su rostro y sonrió, pícaro—. ¿Prefieres ir a clases con eso en tus pantalones?
O él estaba demasiado susceptible y receptivo, o sus hormonas muy desatadas y elevadas. Porque no consideraba normal tener una erección por unas caricias, unas caricias que nunca antes había experimentado y que eran, ciertamente, sofocantes y placenteras. Electrizantes.
Bien, era sensible y las caricias del contrario el mismo paraíso. Hacía lo que podía.
—Mingi...— pronunció en un amenazante tono, cuando los dedos de éste, descaradamente rozaron su erección por sobre la tela de su pantalón. Colocó sus manos en su firme pecho, no haciendo mucha presión realmente—. De-Deja... ah... de ha-hacer...
Su cuerpo se sacudió, sus piernas se hicieron de gelatina y sus fuerzas le abandonaron. Cerró sus ojos fuertemente y apretó sus labios, reteniendo cualquier quejido que quisiera salir sin su consentimiento.
El chico de bronceada tez había conseguido desabotonar su pantalón y colar su mano dentro del mismo, desvergonzadamente había cogido su erección por sobre su ropa interior, y apretado la misma. Acabando con su juicio y sentido común y del espacio.
Ligeros espasmos sacudieron su cuerpo, una caliente bola comenzó a crecer en lo más profundo de su vientre y sus extremidades se volvieron flácidas.
Y creyó ver estrellas y diversos como exageradamente coloridos fuegos artificiales cuando, sin él esperarlo, el chico de brillantes y llamativas hebras, decidió tomar, apropiadamente su erección. Metiendo su mano dentro de su ropa interior. Llevó sus manos a los tensos antebrazos del contrario, aferrándose a ellos con fervor.
Su respiración era arrítmica, su pecho subía y bajaba de manera frenética, sus jadeos eran demasiados, molestos y notorios para él mismo. Pero poco reparó en eso, estaba siendo estimulado en su miembro tan hábil y placenteramente, como en su sensible cuello. Siendo éste besado, algunas veces mordisqueado y la mayoría del tiempo, succionado.
Dejó caer su cabeza en el hombro de Song, notando como sus espasmos eran más frecuentes, como una dulce y extremadamente caliente sensación recorría su cuerpo, como su mente se nublaba y sus extremidades se entumecían, se tensaban dulcemente.
La mano del alto, subiendo y bajando, con movimientos suaves e intensos, apretando cuando creía necesario y dónde creía necesario. Su pulgar estimulando su punta tortuosamente. Sus labios sobre la blanca y ahora maltratada piel de su cuello, succionando, insistentemente, su nuez de adán.
Afirmó su agarre en los antebrazos contrarios y mordió, fuertemente, su labio inferior. Hasta enrojecerlo con notoriedad. No se resistió, no se negó, simplemente dejó que su clímax arrasara con su persona. Que descompusiera su mente y causara estragos en su apariencia. Daba igual.
—Duraste más de lo que pensé.— murmuró en un ronco tono el pelirrojo, apartando su mano y sonriéndole al chico frente a él y de alborotada apariencia—. Felicidades.
Y el rostro de Hongjoong ardió, primero por ceder ante las necesidades de su cuerpo y segundo, por ver al contrario lamer sus dedos, ¡que se había corrido en su mano!
«¿No lo encontraba asqueroso?».
—Ca-Cállate.— cohibido rehuyó de su mirada, queriendo cerrar sus piernas pero con Song entre estas, le era imposible. Queriendo apartarlo pero no atreviéndose—. Apártate, quiero ir al baño.
—¿No acabas de co...?
—No lo digas.— demandó con rapidez, cubriendo los labios impropios con sus manos. Abochornado. Mingi rió y su lengua sacó, lamiendo la palma ajena con diversión—. Iugh, asqueroso.
—Sí, cómo sea.
Hongjoong lo apartó y de la mesada bajó, sus piernas le fallaron y por poco se desploma en el suelo, al parecer no se había recuperado en su totalidad, agradeció, internamente, al brazo del alto entorno a su cintura.
Igual lo apartó apenas se sintió recuperado.
Se asombró cuando no vio a nadie por los pasillos, aún así no le dio mayor relevancia, con el alargado chico tras él, ingresaron al baño. Pero sólo el mayor de ambos se encerró en un cubículo, se sentía incómodo y pegajoso, tenía que limpiarse, pero ni de broma quitarse la ropa interior como el pelirrojo le sugirió en el camino.
No pudo hacer mucho pero la incomodidad era menor. Salió y se topó con Mingi lavando su rostro, se relamió los labios al ver su llamativa cabellera desordenada, su camisa algo abierta, revelando su clavícula, pero sólo una pequeña parte.
Meneó su cabeza y se deshizo de aquellas intrusas ideas. Viéndose en el espejo. Gritó.
Su cabello era un desastre, estaba revuelto y sin forma, sus labios notoriamente hinchados como enrojecidos, pero eso no le provocó el grito.
Lo que le hizo gritar fue su desarreglada camisa, un botón se había desprendido, mostrando su clavícula y cuello descaradamente. Pero eso no era todo, marcas, ¡tenía marcas!. Desde la curva de su cuello hasta la parte interna de éste, cerca de su nuez de adán. Habían muchas y muy notorias, algunas de un suave rojo y otras oscuras, moradas.
Palideció y furibundo miró al chico apoyado en la pared, de brazos cruzados y orgullosa sonrisa. Quería golpearlo.
—¡Deja de sonreír! ¿cómo se supone que simularé esto?— espetó con sus puños tensos, estaba por tener un ataque—. Tú idiota, en serio que... ¡Agh!
—Relájate, anda.— exclamó afable, conteniendo su risa y natural burla. Acercándose al bajo y llevando sus manos a sus hebras, arreglándolas con delicadeza—. Nadie se fijará en eso, de seguro tienen cosas más importantes en las que pensar, no exageres.
Tal vez estaba exagerando, pero Seonghwa las notaría, Lee, también probablemente. ¡No estaba exagerando!
Abultó sus labios, afligido.
Mingi le miró y procedió a acomodar el cuello de su camisa, abotonar el travieso botón que se había soltado sin el consentimiento de nadie y alisó la parte baja de la tela, ajustando su arruinada corbata. Le sonrió fugazmente y palmeó su trasero con suavidad. Informándole que había terminado.
Su mayor le fulminó con la mirada y se vio en el espejo, se veía más compuesto y decente, pero las marcas seguían allí. Visibles. Orgullosas. En momentos así deseaba utilizar el maquillaje que su amigo le solía ofrecer algunas veces para cubrir sus ojeras.
—¿Por qué aún no suena la campana?— cuestionó tras bufar, lavando su rostro.
—Porque ya ha sonado, hace aproximadamente, diez minutos.
«Ya está, lo mato».
—¡Y encima me haces llegar tarde a clases!— ignoró las encantadoras risotadas del alto y corrió fuera, entraría tarde, con marcas que antes no tenía decorando su blanca piel y como si acabara de tener sexo fortuito—. ¡Deja de reírte y vete a clases!
—Nos vemos.— pronunció y rápido, se acercó al acelerado bajo, depositando, sutilmente, un beso en su cuello—. Invéntate algo creíble y no estúpido..., si puedes.
Estaba nervioso, cuatro minutos después y ya se encontraba frente a la puerta de su salón, sus palmas sudaban y su corazón galopaba exaltado en su pecho. Nunca antes había llegado tarde.
Sacudió su cabeza y alzó su puño, sus nudillos golpearon la fría puerta y su suerte fue echada.
Segundos después, la misma se abrió, mostrando a un no muy alto hombre de, probablemente, cuarenta años y con gafas en sus ojos. Le miró, luego a su cuello y volvió a centrarse en sus ojos.
—Siento la tardanza.— exclamó y una profunda venia realizó. Cohibido—. Es que... uhm eh yo... lo siento.
—Supongo que algo lo entretuvo demasiado.— masculló una vez su alumno se enderezó, viendo su rostro incendiarse—. Ya está aquí así que da igual, tome su asiento.
Cabizbajo ingresó, apresurado se dirigió a su asiento y torpemente, comenzó a sacar sus cosas.
Quizá, si no hubiese llegado casi quince minutos tarde, nadie hubiera reparado en su persona. Quizá, si no fuera alguien que siempre llegaba a tiempo, nadie se le hubiera quedado viendo tan fijamente. Quizá, si su profesor no hubiese hecho semejante comentario, nadie hubiese comenzado a susurrar cosas, curiosos.
Mingi habría tenido razón de no haber sido por esos factores.
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Claramente Hongjoong no esperaba que su amigo, simplemente ignorase las notorias marcas en su cuello, pero tampoco se esperaba que, apenas llegase a la mesa de siempre, comenzara a reír de aquella manera tan impropia y escandalosa.
Su bochorno, que nunca se fue, se acentuó y su rostro ardió. En grades llamaradas. Violentas.
—Yo... esto, no me lo puedo creer. ¿Tuvieron sexo?— divertido y ciertamente burlón, Seonghwa cuestionó. Limpiando aquella lágrima que por su ojo izquierdo, rodó.
Frenético su bajo amigo negó, por supuesto que no había tenido sexo, ¿estaba loco?, no tuvieron ni tendrían sexo.
Para ser honestos, es lo que parecía. Que hubiera tenido sexo fortuito con, vaya a saber uno, quién.
—N-No digas tonterías sólo...— su tono se apagó, no podía decirle que se había dejado tocar por el pelirrojo tan indecorosamente, en un salón vacío. Definitivamente no le contaría aquello—, nos excedimos.
—No te estoy juzgando. Sólo estoy sorprendido.
Hongjoong calló, un cuerpo había caído en el asiento a su lado, despreocupado. Mingi había llegado y clavado sus ojos en él, en sus marcas y, fingidamente, exclamó sorpresa.
—¿Pero que le pasó, hyung?— internamente el pelinegro estaba asesinando, una y otra vez como de diversas y tortuosas formas, al pelirrojo—. No sabía que fuera así de pasional y despreocupado.
—Cállate.
—No tiene que avergonzarse, es normal.
Seonghwa rió y su cabeza meneó, el teatro era innecesario, al menos para él—. Deja de fingir, sé que tú le hiciste eso.
—¿En serio?— tras el asentimiento recibido, sonrió, lobuno y divertido vio al mayor frente a él—. Es un alivio, aunque sea divertido engañarlo y fingir que no me interesa Hongjoong, a veces es aburrido.
—Tampoco es que seas muy bueno en el arte del engaño.— replicó con sorna.
—Lo soy.
—No lo eres.— insistió el castaño, cerrando su botella de agua—. Te he visto escanear su figura y cuando va por tu almuerzo, descaradamente le miras el trasero.
—¡¿Me miras el trasero?!— avergonzado y anonadado, Hongjoong dejó de almorzar para ver al chico de bronceada tez, quien sonreía sin atisbo de pena alguno.
—No es algo que se pueda evitar, no lo siento.— aunque recibió una serie de leves puñetazos, no dejó de sonreír—. Ya, ya, está bien. Dejaré de hacerlo.
—Mentiroso.— masculló llevándose una gran porción de carne a la boca.
Anteriormente, quien se había callado había sido Hongjoong, ahora fue turno de Mingi apenas vio llegar a Lee, quien ocupó el asiento junto a su hyung de extravagantes rasgos, siendo saludado por éste y el más bajo allí.
Resopló y comenzó a comer su almuerzo. Silencioso.
—No quiero parecer chismoso.— susurró el recién llegado, recibiendo una mirada atenta de quien yacía a su lado y una molesta de quien estaba frente a él—. Pero no sabía que salieras con alguien, siempre estás con Seonghwa o Mingi-ah.
Kim bufó, habían veces que le agradaba Lee, luego recordaba algunas cosas, y su gusto por éste era menor.
—No tengo pareja.— afirmó, escueto. Confundiendo al castaño.
—Pero las marcas...
—Lee, Lee, querido Lee— interrumpió el mayor allí, afable y sosegado, colocando una mano en su hombro. Amistoso, y advirtiéndole que se callara—. No tiene que tener pareja para terminar de esa forma tan, ¿cómo decirle?..., ¿desastrosa?— pronunció con duda, riendo ante la crispada expresión de su amigo—. Con sólo estar viendo a alguien que le interese, es suficiente.
«Mingi no me interesa, estúpido Park».
—Pensé que era de los chicos que formalizaba, que le gustaban las cosas serias.
Hongjoong enarcó una ceja, ni él mismo sabía qué le gustaba y qué no, ¿cómo su castaño compañero pudo hacerse una idea de qué sí?
—Lee...— comenzó el pelinegro para luego sacudir su cabeza, rendido—, da igual, sólo almorzaré e ignoraré a todos.
—Lo siento.— apenado exclamó el castaño, torciendo sus labios en una pequeña mueca.
Seonghwa palmeó su espalda con suavidad—. Es así, deja de husmear tanto en su vida privada y será menos rudo contigo.
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