❈•≪14. Suficiente de él por hoy≫•❈
Hongjoong despeinó sus crecidas hebras y estiró su brazo, tomando una gran toalla con la cual cubrió su cintura, firmemente la aseguró. Dio dos pasos fuera de la ducha y sus pies terminaron sobre una verde y suave alfombra, bajó su vista para observar cómo las cortas cerdas se colaban entre sus dedos, inconscientemente los movió, sintiendo un ligero cosquilleo entre estos.
Sonrió y tomó otra toalla igual de grande que la anterior, comenzando a secar sus brazos, sin ejercer demasiada fuerza, la justa. Una vez finalizó con estos, procedió a secar su descubierto torso, subiendo hasta llegar a sus hombros y poco después, pasar a su cuello. Con estas áreas secas, procedió a, con un ligero movimiento, pasar la toalla por sobre sus hombros hasta que, gran parte de la tela, cubriese su espalda. Sin más demoras, la movió, de izquierda a derecha, subiendo y bajando por su lechosa piel, consiguiendo secar la misma con eficacia.
Accionares que también llevó a cabo en sus extremidades inferiores.
Se deshizo de ambas toallas y procedió a cubrir su cuerpo con aquellas ligeras prendas que había elegido sin demasiada dificultad o demora; ropa interior gris, una remera de cortas mangas y también gris, junto con un corto pantalón negro.
Vestido, seco y sin más que hacer allí, salió del baño. Caminando con despreocupados pasos, hacia su habitación, escuchando a su madre reír por lo que, él suponía, era algún programa de tantos que solía mirar.
Distraído abrió la puerta ante él y de la misma forma, la cerró. Cuando se volteó, su corazón se desbocó, martillando enérgicamente contra las paredes de su caja torácica, su rostro ardió y sus grandes orbes, se expandieron. Asombrados y, ligeramente, anonadados.
—Mierda, ¿qué haces tú aquí?— masculló mientras llevaba su pequeña mano derecha a su pecho, sintiendo sus alocadas palpitaciones.
Mingi ladeó su rostro y sonrió, de aquella forma tan suya y única—. No lo sé realmente, sólo quise venir, estaba aburrido si te soy honesto.
Hongjoong chasqueó su lengua y cruzó sus brazos, protectoramente—. Tienes amigos ¿verdad?, hubieses quedado con ellos.
—Eso sería aún más aburrido, de seguro tú me entretienes por un rato ¿verdad?
Kim no pudo responder, su garganta se había cerrado en un tenso nudo y sus nervios nublado su capacidad reflexiva. Se sentía descolocado y vulnerable. Era molesto y no le gustaba.
Tampoco le gustó la sugerente forma con la cual el alto se había expresado, su ensanchada y torcida sonrisa, como sus descarados y danzantes ojos, los cuales recorrían su silueta sin restricciones o inhibiciones.
Su temperatura comenzaba a elevarse.
—No soy payaso, así que anda, fuera.— pronunció y su cabeza movió, señalando la puerta. El contrario negó—. Por favor, no seas molesto y vete.
—Acabo de llegar.— replicó con fingida indignación, el bajo allí resopló viéndole estirar sus cruzadas piernas hasta que las plantas de sus pies, fácilmente, tocasen el suelo. Envidiaba aquello, lo reconocía—. No seas un mal anfitrión y acércate, anda que no muerdo.
Y Hongjoong obedeció, ¿por qué?, ni él mismo estaba seguro pero su cuerpo entero ardía, expectante. Sabía por qué y a causa de quién, aún así se negaba a quitar aquella, metafórica, venda de sus ojos.
Avanzó y cuando estuvo lo suficientemente cerca del alto, éste actuó. Estirando su brazo hasta que sus largos dedos envolviesen su muñeca y sin mucha fuerza, jaló. Mientras que su brazo derecho se enredaba y cernía entorno a su cintura, tontamente consiguió sentarse a horcajadas del pelirrojo. Con sus temblorosas manos sujetas a sus anchos hombros.
Inmediatamente, su rostro se tiñó de un excesivo y muy notorio rojo, igual de intenso que aquel que decoraba las hebras del contrario. La vergüenza le azotó y el arrepentimiento le inundó.
Quería apartarse, gritar y patear a Mingi fuera de su habitación y de su vida, pero sus temblorosas piernas se negaban a reaccionar, su garganta se negaba a exclamar gritos en contra del alto y su inconsciente se negaba a ceder ante su racional y supuesto, heterosexual lado.
Estaba jodido y por él mismo.
Separó sus labios, dispuesto a demandar ser soltado, pero antes de que su garganta se abriese y sus cuerdas funcionasen, los labios ajenos se habían estampado sobre los suyos.
Por escasos segundos, forcejeó y sus ojos expandió. Atónito.
Pero todo quedó en el olvido cuando Mingi comenzó a mover sus labios de aquella manera tan dulce que Hongjoong conocía, sus párpados cayeron y envolvieron sus ojos con suavidad, y otra vez, se dejó dominar, hacer y besar.
Suspiró sobre los belfos contrarios cuando su dueño succionó su labio inferior, fue dulce y tan o más embriagante como el sentir aquellos labios dominando y aplastando los suyos. Sensual y parsimonioso.
Un verdadero deleite.
El ritmo no era demasiado difícil de seguir, para suerte del bajo, por lo que, tímidamente, comenzó a mover sus labios. Intentando corresponder, de la manera más apropiada y eficiente que pudiese, los expertos movimientos ajenos.
Hongjoong chilló ante el improvisto accionar contrario, hábilmente, Mingi había girado y cambiado sus posiciones. Estando ahora él sobre Hongjoong y su silueta, mientras éste yacía sobre la cama y con la rodilla derecha del contrario, entre sus piernas. Separándolas.
Su mente y él mismo no repararon mucho ante el cambio de posiciones, simplemente se encargaron de recibir y corresponder aquellos labios que volvían a cernirse sobre los suyos. Por segunda vez, un extraño quejido escapó de sus labios cuando los largos dedos del contrario se apartaron de su cintura y, traviesamente, caminaron sobre sus descubiertos muslos.
Sus inexistentes e invisibles vellos se erizaron, su cuerpo entero tembló y su cordura, desapareció. Viajó lejos, muy lejos. Su mente daba vueltas, confundida y embriagada.
Los toque que Mingi le proporcionaba en sus descubiertos muslos eran sutiles, superficiales. Aún así, era consciente de ellos a la perfección. Y otro irreconocible quejido afloró de entre sus labios cuando la mano derecha de Song se abrió y suave como firmemente, se cerró arriba, muy arriba de su muslo izquierdo.
Cuando, insistente, la lengua de Mingi se pasó por sus labios, queriendo entrar a su boca, dubitativo y tímido, cedió. Se estremeció, el ligero roce de sus lenguas fue alucinante, apenas sus puntas se habían tocado y eso bastó para desarmar sus barreras.
Tras un segundo roce, Hongjoong pudo percibir más las sensaciones que abordaban y sacudían su cuerpo. Ambas lenguas se encontraban cálidas, húmedas y suaves. Un par de veces movió la propia, batallando y enredándose con la contraria, pero ésta era experta y sabía cómo moverse, por lo cual se dejó dominar sumisamente.
No sabía cómo moverla ni qué hacer, estaba bien con ser doblegado. No tenía porqué hacer algo, lo terminaría arruinando y es lo que menos quería.
Suspiró, extasiado. Sus ojos se mantenían cerrados con firmeza, el beso había acabado, su respiración era irregular y sonora, notando el frenético subir y bajar que su pecho se encontraba llevando a cabo.
Sus piernas temblaban, su cuerpo ardía y algo dentro de él se removía. Persistente, quemando sus entrañas. Sus párpados se alzaron, descubriendo sus ojos y visualizando los contrarios, brillantes y oscuros. Súbitamente, su respiración paró.
Mingi ladeó su rostro y relamió sus labios—. Delicioso.
Todas las sensaciones nombradas anteriormente se potenciaron; su rostro vivió en un intenso granate, sus palmas comenzaron a sudar y su corazón, a galopar efusivamente. Estaba avergonzado, algo desconcertado y excesivamente anonadado.
Empujó la silueta impropia lejos, cubrió su rostro y dobló su cuerpo, en forma de bola. De ovillo.
—Por favor, vete.— murmuró de una amortiguada forma.
El adolescente de bronceada tez, suspiró, sus hebras despeinó y segundos después, sonrió. Afable—. ¿Perderás la mala costumbre de echarme cada vez que no besemos o tengas una e...?
—¡No te atrevas a decirlo, Song Mingi!
El aludido meneó su cabeza, divertido y asintió, aunque no fue visto—. Está bien, está bien. Me iré.
—Largo.
Hongjoong, escasamente, sintió como su menor caminaba, sus pisadas podían oírse al chocar contra el suelo. Segundos después, cuando creyó que se había ido así no le haya escuchado abrir la puerta, se encontró dispuesto a destapar su rostro y huir a la seguridad de sus sábanas.
Pero se congeló.
Sin siquiera imaginarlo o preverlo, Mingi se había inclinado sobre su persona hasta que sus pomposos labios se posaron en el poco espacio libre de su mejilla derecha, besándola.
—Hasta mañana, Hongjoong.
Aquellos regordetes belfos rozando el lóbulo de su oreja, aquella grave voz arrastrando cada letra de su nombre con sensual lentitud y su mentolado aroma consiguiendo colarse por entre sus manos, las cuales cubrían también a sus fosas.
De un intenso granate, Hongjoong pasó a un escandaloso carmín. Ahogó un grito entre sus palmas y, efusivo, meneó su cabeza.
Se negaba rotundamente a reconocer y aceptar que su verdugo, Song Mingi, ¡un chico!, le había causado una erección en medio del beso. Definitivamente no, jamás. ¡Nunca!
«Mierda, mierda, mierda ¿qué es todo esto?».
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Hongjoong resopló, bufó y el lápiz entre sus dedos, apretó. Estaba mosqueado y algo desconcertado, hacía dos horas que estaban en inglés, recibiendo, aparentemente, una muy entretenida e innovadora lección. La cual consistía de una videoconferencia realizada por estudiantes también de secundario, ¿la finalidad?, los extranjeros, en este caso los americanos, hablarían con ellos sobre su país, costumbres e idioma pero en coreano. Mientras que ellos, le responderían y hablarían de las mismas cosas; costumbres, su idioma y comidas, en inglés.
Funcional o no, era más interesante que hablar con sus estrangulados compañeros. Eso sí, era entretenido.
Pero, lastimosamente, no pudo prestar atención a las conversaciones que se estaban llevando a cabo, no sabía ni de qué trataban. ¿El culpable?, su compañero.
Lee no había dejado de verle desde que ocupó su asiento, desde que le saludó y desde que, estrepitosamente, intentó participar de aquella inusual clase de inglés, su materia favorita. Pero no podía, no con tan perforante mirada sobre el perfil izquierdo de su rostro, ¡y ni siquiera era discreto!
«¿Qué rayos pasa con él?».
Intuía que algo quería saber o cuestionar, sus penetrantes ojos y su insistente mirada, lo hacía obvio. Demasiado notorio y transparente.
—¿Qué tanto me ves?— masculló una vez la campana sonó y la videoconferencia acabó, Lee se sobresaltó y, ligeramente, sus ojos expandió. Asombrado por tal rudeza. Y es que a su bajo compañero no le gustaba que se le quedasen viendo.
—Oh.. yo, eh... lo siento.— murmuró y su nuca rascó, ligeramente avergonzado. Aún así, Hongjoong no suavizó su expresión—. Esto, yo... ¿puedo preguntarte algo?
—Puedes, ¿qué es?— desinteresado, asintió.
—¿Eres gay?
Ahora sí que su rostro mutó, de una impasible expresión de ojos fríos, pasó a una desencajada expresión de temblorosos y ansiosos ojos. Perturbado y, notoriamente, asustado.
—¿Qu-Qué?— el de oscuras hebras quería creer, anhelaba, fervientemente, haber escuchado mal. Fatal.
—¿Que si eres gay?
—No....
—¿Seguro?— interrumpió al instante, desconfiado.
—Que no lo soy.
—¿Realmente no eres...?
—¡Que no soy gay!— interrumpió como gritó, alterado.
Bien, exclamar aquello fue mala idea. Algunos de sus compañeros, los cuales aún no salían y guardando sus cosas estaban, les miraron. Más a él que a Lee.
Masculló insultos para sí mismo y se hundió en su asiento, apoyando su descubierta frente en su fría mesada mientras sus brazos rodeaban su cabeza, cubriendo su rostro. Resguardándose de aquellas curiosas y confundidas miradas, Lee rió por lo bajo, apenado.
«¿Por qué me cuestionaba aquello? ¿acaso no encajaba en el estereotipo promedio y estúpido de heterosexual?».
—Siento eso.— pronunció su compañero, suave—. No era mi intensión ofenderte, sólo que... Olvídalo, fue una tontería mía...
—Y una mierda, ¿por qué piensas que soy gay?— inquirió mientras se erguía, intrigado.
Por segunda vez, su nuca rascó. Nervioso o inseguro, no sabía y no le interesaba saberlo—. ¿No tienes algo con Mingi?
Su ceño se arrugó, cuestionándose qué tenía que ver el menor allí—. No, ¿por qué piensas que tengo algo con él?
—Le cargas su mochila, algunos libros, dejas que te llame por tu nombre siendo menor a ti, los he visto estar, comprometedoramente, cerca el uno del otro.
Falsamente rió, queriendo aparentar que aquello no era la gran cosa, que aquello no era nada. Tonterías sin sentido, pero su falsa risa se oyó, ciertamente, nerviosa y endeble. Poco creíble.
—Sólo soy amable, déjate de tonterías y vete. Me has quitado el hambre y las ganas de salir.
Los labios de Lee se torcieron, apenado—. No quería ofenderte.
—Sí, da igual. Largo.
Cuando vio a su compañero marchar, pataleó y un grito ahogó. No había nadie en su salón más que él y su ansiedad, pasó las manos por su rostro y resopló, volviendo a su anterior posición. Su frente contra la fría superficie de madera, sus brazos rodeando su cabeza como inquebrantables barreras y sus ojos, fuertemente cerrados.
Entendía, vagamente, que su madre dudara de su sexualidad, puesto a que le había comentado que un chico le había besado, varias veces. Pero a Lee, no. No sabía que se dejaba besar por Mingi, dominar y doblegar por éste como si no tuviera raciocinio alguno, o voluntad siquiera.
Además, que le dejase llamarle por su nombre (lo cual, extrañamente, no le molestaba), que cargase su mochila y libros, o de vez en cuando, por despiste suyo, permitiese que el alto se acercase más de lo necesario a su anatomía. No eran motivos suficientes para concluir que era gay.
No para él al menos.
—Te dije que te fueras.— murmuró cuando sintió un cuerpo caer en el asiento vacío a su lado, sin abrir sus ojos o erguirse, ¿quién sería sino Lee?
Su cuerpo entero se sacudió, vibró con notoriedad y una caliente corriente le recorrió, desde la parte baja de su columna hasta el punto final y más alto en su nuca. Permaneciendo allí como si fuera una diminuta pero notoria bola hormigueante. Sus piernas temblaron y su rostro ardió, hasta las puntas de sus orejas debieron de colorearse.
Abrupto se enderezó, con su mano izquierda cubriendo aquella curva de su cuello. Mingi estaba a su lado, su rostro descansaba en su abierta palma izquierda, viéndole de manera ladea y centelleante. Su cuerpo girado hacia él y su mano derecha colgando del respaldo de su asiento, cómodo. Y en sus regordetes labios, una lobuna sonrisa se mostraba. Grande. Orgullosa.
Le había besado el cuello. Pero ¿qué carajos...?
—¿Qué haces aquí?
Su dongsaeng se relamió los labios y sacudió sus hombros—. Caminaba con San cuando te vimos, lucías asquerosamente mosqueado.
«¿San? ¿San? ¿San?, ¡ah!, Choi San».
—Ya que lo traes a colación, ¿por qué rayos le contaste lo que hice y hacemos?
Bien, mala elección de palabras en la segunda cuestión. Aquella torcida sonrisa que recibió, se lo hizo saber.
Quería golpearse.
—Nunca le dije qué hacemos— mintió descaradamente, claro que le había contado, superficialmente, qué tanto hacía con su hyung. Su rubio y bajo amigo era curioso y persistente, además, no es que Mingi se resistiese demasiado—, y hasta hace poco, si mal no recuerdo, te estaba forzando e invadiendo. ¿Cuándo pasó a ser algo que quieras hacer?
Ni él mismo sabía qué responder, ¿cuándo?, no tenía idea. Simplemente su cuerpo sucumbía, no podía evitarlo ni quería hacerlo tampoco.
—Formulé mal— susurró con su rostro, inconscientemente, aproximándose al impropio—. No me refería a eso.
—Entonces a qué.
—Ya no importa.
Y la distancia que les dividía, desapareció. Sus labios conectaron dulcemente, al principio. Lentamente comenzaron a moverlos, hasta que, el de menor estatura, se sintió confiado como para hacerlo.
Sus labios se acoplaban a la perfección, armoniosos se movían. Uno más experto que el otro, pero aún así no había una abismal discrepancia o irregularidad entre ellos. Eso sí, la posición no resultaba apropiada o del todo cómoda, sus cuellos comenzaban a doler.
Por lo que Hongjoong no protestó cuando Mingi alejó, unos pocos centímetros, las mesas de los asientos. No estaban conectados como otros, eran dos piezas separadas y, honestamente, agradecieron aquello. Como tampoco protestó o se resistió cuando el pelirrojo le tomó por la cintura, y como si fuese nada o si su peso se asemejase al de una miserable pluma, le alzó para posicionarlo a horcajadas en sus fornidas, carnosas y fuertes piernas.
Involuntariamente un quejido abandonó sus labios, extasiado. Complacido. Sus brazos alzó y los enredó entorno al cuello del contrario, pegando sus cuerpos más, buscando, sin darse cuenta, mayor cercanía y profundidad.
Las grandes manos de Mingi pasaron de estar inmóviles y firmemente sujetas en las caderas del pelinegro a, lentamente, ascender. Colándose bajo el uniforme de éste y sintiendo la cálida y tersa piel ajena, notando el ligero estremecimiento de éste ante el contacto.
Hongjoong se apartó, sus pulmones quemaban, desesperados rogaban por oxigeno. Además, su cordura volvió, abrupta, gritándole que se detuviera, que estaban en su salón y cualquier compañero suyo podía volver, inesperadamente ingresar y atraparlos de aquella forma.
Comprometedora, íntima y nada inocente.
No estaba bien, aquello no estaba nada bien.
Estaban en público, ¡en su centro de estudio!, podrían atraparlos aunque sólo estuvieran besándose y demasiado cerca, asquerosamente cerca a decir verdad.
Además, él no era gay. Le gustaban las chicas y con quien se estaba besando no era una linda y pequeña chica, en lo absoluto. Era un muy masculino, coqueto, descarado y nada pudoroso chico. Aparte de uno demasiado atractivo. Condenadamente atractivo.
Se sentía mareado y excesivamente conflictuado.
—Basta, n-no... nos verán.
—La puerta está cerrada y es el receso.
Que fuera el receso no significaba que nadie pasaría por allí o que nadie ingresaría, no era algo certero. Tampoco había cómo saberlo.
Aún así volteó su rostro, viendo hacia la puerta. Estaba cerrada, eso no le relajó, su cordura había vuelto y... A la mierda su cordura.
Se estremeció y una particularmente placentera sensación recorrió su cuerpo, fuertemente cerró sus ojos apenas los labios de Mingi se posaron en su descubierto cuello, besando el mismo con suavidad. Como si dudase en hacerlo, para luego mostrarse más firme y succionar su blanca piel por unas milésimas de segundos, no dejando marcas de su satisfactoria fechoría. Los dientes de éste rozaron aquella misma zona y aunque Hongjoong apretó sus labios, realmente intentó mantenerlos sellados. Aquel involuntario sonido escapó de entre estos, bajo y algo quebrado. Ahogado.
Todo su cuerpo se volvió endeble, flácido. Como si no tuviese huesos, como si fuese de gelatina.
Ladeó su cuello y le permitió al de brillantes hebras continuar, la sensación era extraña y difícil de poner en palabras, de describir, pero maldito sea su hormonal cuerpo que le gustó.
Y más le gustó cuando la lengua del alto se deslizó por la parte interna de su cuello, y se enloqueció completamente cuando éste succionó aquella impoluta piel cerca de su nuez de adán. Haciendo vibrar a la misma ante la cantidad de saliva que tragó y no sabía que tenía acumulada.
—Hongjoong.— el nombrado se estremeció, aquella grave voz arrastrando las letras de su nombre de tan aterciopelada forma. «Mierda» pensó o susurró, no sabía bien. Simplemente abrió sus ojos y le miró, sus castaños ojos y aquellos oscuros, brillantes y penetrantes orbes. Perdería la consciencia como siguiese aquella línea de pensamientos—. Yo encantado prosigo pero no tardará demasiado en sonar la campana.
El susodicho refunfuñó, sí, pero no sabe porqué y simplemente se levantó, algo tambaleante de las firmes piernas del contrario y volvió a sentarse en su frío y poco cómodo asiento. Acomodando las mesas a su posición inicial.
—T-Tú tienes qu-que dejar de asaltarme en cualquier lado y cuando se te plazca.— murmuró con sus brazos cruzados, su tono tembló y su mirada rehuyó de la contraria.
—No veo que te quejes en el momento.— replicó con sorna. Kim enrojeció, quejarse de nada le había servido, ni antes ni ahora y los pensamientos que le siguieron a ese le avergonzaron. Acentuando su rubor—. Tampoco ayuda que me provoques de esa forma.
«¿Provocarle? ¡¿Cómo se suponía que yo le provocaba?!».
—Mejor cállate y vete, anda. Largo.
Mingi rió y se acercó a la mejilla del bajo, acrecentando sus nervios mal disimulados, frotó su nariz en aquella suave zona y habló. Falsamente dulzón—. Ansiaré verte a la salida, Hongjoong.
Le besó la mejilla y se apartó, coqueto le guiñó un ojo y se levantó. Escuchando ambos el sonar de la campana, Song abrió la puerta y se fue. Hongjoong se desplomó en su mesada y lloriqueó.
Su interior era caótico, desconcertante y poco estable. Nada en él funcionaba de la forma en la que, se suponía, debía funcionar. Y aquello no le gustaba, ni un poco.
—¿Por qué tienes las prendas revueltas?— sobresaltado el de negras hebras alzó su rostro, Lee le miraba curioso y algo, un poco reprobatorio. Miró sus prendas, el cuello de su camisa levantado, la parte baja de la misma arrugada y algo levantada, se apresuró y las acomodó—. ¿Qué estuviste haciendo? ¿luchas con Seonghwa?
Rió, falso. Diciéndose que, aunque estuviera en contra de la violencia, sólo acabase con Mingi de una buena vez y se ahorraba más problemas.
—Me dormí.
Lee enarcó una ceja y poco después le sonrió, burlón—. Eres un desastre.
«Y uno enorme, exageradamente grande».
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Rápidamente avanzó por los pasillos, esquivando aquellos distraídos y también apurados cuerpos, su horario como el de muchos otros, había culminado. Al menos por ese día, por ese viernes.
Sus ojos brillaron, había encontrado a su objetivo y más, ansioso, caminó hasta este. Se encontraba estático y muy concentrado con lo que sea que estuviese sacando de su casillero y metiendo en su mochila.
—Iremos a casa juntos.— demandó con su respiración agitado, el castaño se sobresaltó y con una mueca le miró—. Lo siento.
—Saluda al menos.— recriminó tras un bufido.
Hongjoong se escogió de hombros, indiferente—. Nos hemos visto varias veces hoy, no es necesario.
Seonghwa le miró con su perfectamente delineada y bien hecha ceja castaña, enarcada. Incrédulo—. Que grosero te has vuelto estos días.— «Tengo motivos» se dijo para sí, asintiendo—. En cuanto a ir contigo a casa, ¿recuerdas que vivo a dos horas y en la dirección contraria, cierto?
Sus labios se torcieron pero, rápidos, se curvaron. Resuelto—. Camina conmigo hasta la parada de la calle frente a ese pequeño negocio de lotería, tomas el transporte y te vuelves.
Park negó—. Le dije a Yeosang que le acompañaría a casa, lo siento.
—Llámale y dile que no, que otro día será.— sugirió sin más, escueto—. Hace mucho no volvemos juntos.— agregó ante su disgustada mirada.
—¿Por qué?, Mingi-ah y tú viven en la misma dirección, vuelve con él.
«Eso es lo que quiero evitar, traidor. Volver a casa con ese pervertido».
—Park Seonghwa, soy tu mejor amigo.
El aludido rió, cerrando su casillero—. No es argumento suficiente para convencerme. Lo siento.
Indignado le miró, ¿qué clase de mejor amigo tenía?—. Vamos Hwa, nos conocemos hace años...— el castaño meneó su cabeza, negado. Hongjoong resopló—. Te compraré el almuerzo por tres días, lo que quieras.
—Como no volvería a casa con mi buen amigo, andando.— respondió con una complacida sonrisa, hurgando en el bolsillo de su tejano. Sacando su móvil—. Aún así, confesaré que me genera curiosidad y se me es, extremadamente, sospechoso que rehuyas de volver solo con Mingi.
—Creo que ya tuve suficiente de él por hoy.— masculló una vez salieron, divisando la distraída silueta del sujeto en cuestión, ¿hablando con un ave?—. No lo puedo creer.
Seonghwa rió y su móvil llevó a su oreja—. Creo que es lindo. Luce aún más inocente, ¿cierto?— Hongjoong no respondió, ¿inocente?, en su mente se burló. Podría verse y aparentar serlo, pero definitivamente no lo era. No cuando estaban juntos, su rostro ardió y se recriminó por pensar en eso—. Kang, ¿sigues en clases?... sí, ya. ¿Te miraron feo?, ja, divertido.— el bajo miró a su amigo, su temple relajado y sus comisuras alzadas, en una especie de sonrisa divertida y dulce. Se estremeció asqueado, «¿desde cuándo tiene ese tipo de expresiones?» pensó con fugacidad—. ¿Dentro de una hora?, te espero... qu... No, oye, no, en serio no es problema. ¿Me estás escuchando?... Kang, ya cállate, esperaré.
—¿Le has colgado?— cuestionó con obviedad al ver como el alto guardaba su móvil.
—Es molesto cuando contradice por todo.— respondió con un sacudir de hombros, ligero—. Y cuando se comporta de manera considerada.
—Tú tiendes a ser excesivamente amable con todos.— señaló como si fueran iguales.
—Da igual eso. Hola Mingi-ah.— saludó una vez llegaron al alto, quien les sonrió y burlón miró al bajo.
—Astuto.— susurró con su rostro inclinado. Divertido.
—Cállate y vámonos.— farfulló, continuando su caminar—. ¿Su horario aún no acaba?— expresó hacia su amigo, quien asintió—. ¿Volverás?
—Le dije que volvería con él.— murmuró con simpleza, pasando sus largos dedos por su sedosa y castaña cabellera—. Sólo es una hora, además, en lo que voy con ustedes y vuelvo, se reducirá considerablemente.
—¿Tiene amigos?— Seonghwa le miró, inquisitivo ante el notorio interés de su amigo—. Curiosidad.— agregó al obtener mudez en vez de respuestas.
—Uno.
—Podría almorzar con nosotros, si tan solitario es.
—Tímido.— corrigió al instante, viendo a su amigo y al, descomunalmente, alto chico a su lado, negando con ligereza—. Ni siquiera somos tan cercanos.
«Sí, claro. Y Mingi es un inocente ángel de intensiones puras».
El pelinegro allí rememoró las cosas que, sabía su amigo hacía con o por el chico; le ayudaba con su japonés y gratis, sin remuneraciones de por medio. Algunas veces iba y pasaba ciertos y escasos recesos con él, y además, le acompañaba a casa.
¿Si no eran cercanos entonces qué? ¿lástima?, su amigo era demasiado amable como para hacerlo por lástima.
—Deja de sobre-analizar mis palabras.— expresó Park, alzando su mano para con, su dedo índice, mover su cabeza con suavidad—. En verdad no somos tan cercanos como piensas.
—Parecen congeniar bien.— expresó el más alto de ese trío, viéndole con una, aparente, suave sonrisa.
—Supongo, tal vez. No lo sé.— desinteresado murmuró.
Una conversación más sosa y trivial se instaló, hasta que Mingi se fue, hasta que Seonghwa también se fue y Hongjoong llegó a su casa.
Aún revuelto y agobiado.
Esta escena como toda la canción fue épica, magistral. Una excelsa obra de arte que me dejó pero vuelta loca, me voló la peluca al vacío desierto de Yeosang y es que, éste bebé tuvo más líneas... ¿sólo me pareció a mí? O.o
Leí tantas teorías que se desmentían entre sí o se confirmaban en ciertos puntos que, honestamente, terminé con más dudas de las que ya tenía y con pocas respuestas. ¿Creen realmente que este es el final de la era TREASURE?, porque ese final.... mmmm.
No se olviden de hacer stream de manera apropiada y correcta, estamos a poco de las 5M de views, sigamos así Atiny.
Psdta: Amé todo pero el dúo/combinación de Min y Joongie en el minuto 3:11 a mí, lo que grité, se complementan tan bien en el rap ✊😫
Psdta 2: Este capítulo es de mis favoritos.
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