❈•≪07. 30 segundos≫•❈
El de oscuras hebras suspiró como su cuerpo entero relajó, echando su cabeza hacia atrás mientras el excesivo calor envolvía su cuerpo de una placentera forma.
Extendió su pequeña mano hasta que la misma rodeó aquel blanco pomo que solía usar, lo destapó y dejó que, el también blanco contenido cayera en su palma, llevándolo hasta su cabeza y procediendo a expandirlo con ligeros movimientos y suaves presiones.
Acción que repitió dos veces.
Una vez satisfecho con el resultado, lavó diligentemente su creciente y oscura cabellera. Estuvo varios minutos bajo la caliente cascada hasta que se hartó y notó como la piel de sus dedos comenzaba a arrugarse. Cerró la llave y salió, sus pies conectaron con el frío suelo y rápidamente procedió a tomar una toalla, envolviéndola alrededor de su cintura.
Caminó hasta el lavado y se miró en el espejo de éste, se veía más relajado y sereno, su cabello estaba mojado y reluciente por el lavado, asintió ante su resolución interna y tomó otra toalla más diminuta, llevándola a su cabeza y procediendo a secar sus hebras. Mientras salía de aquel baño, camino a su habitación.
El tramo no era largo ni extremadamente corto, el necesario como para que pudiera tararear las primeras partes de una canción, al llegar a su destino fue directo a su armario, buscando qué cómodas prendas colocarse y aunque sintió una intensa mirada en su persona, la ignoró. Y cuando creyó haber visto, de soslayo, una silueta sobre su cama, se asustó.
Lentamente y como si en una extraña película de terror estuviese, se volteó, temiendo que un peculiar psicópata se haya metido, no sólo a su casa sino a su habitación, con vaya a saber uno qué intensiones.
Las prendas que sus manos sostenían, volaron. Trastabilló y un agudo grito de su estrangulada garganta salió, su palidez desapareció y hasta las orejas enrojeció. Un granate color le decoraba notoriamente. El supuesto psicópata no era más que su indeseable verdugo; Song Mingi.
El cual estaba sentado en su cama como si fuera propia, de piernas cruzadas y con la uña de su dedo pulgar atrapada entre sus dientes, mordisqueando la misma con aparente indiferencia mientras sus oscuros ojo estaban sobre su persona entera. Se sentía invadido y, repentinamente, abrumado.
—¿Qué haces aquí?— cuestionó una vez sus ojos conectaron, Mingi liberó su uña y sonrió de una manera torcida y amplia. Hongjoong se estremeció.
—Tú madre me dijo que no había problema con que te esperara en tu habitación.— informó mientras sus orbes descendían de los contrarios—. Dijo también que no tardabas nada en salir de la ducha y que no me preocupara, somos chicos. No vería nada que no haya visto ya.— agregó y sus ojos volvieron a estar fijos en los contrarios, brillantes. Sus labios relamió y una sonrisa en estos posó. Indescifrable.
Hongjoong cerró sus ojos y afianzó el agarre de su mano en el borde de la toalla, estaba temblando y excesivamente nervioso, no dejaría que su único escudo protector se cayera y revelara su desnudez. Eso jamás, nunca.
—Por favor, sal un momento.— pidió firmemente mientras hacía lo imposible por ignorar sus granates mejillas y la avasallante mirada contraria.
—Pero...
—Quiero vestirme, Mingi, por favor.— claramente rogó y no era su intensión, él quería sonar autoritario.
El susodicho suspiró y sus largas piernas estiró, levantándose y asintiendo—. En menos de treinta segundos volveré a entrar.
Apenas el contrario dejó su habitación y su puerta cerró, el de oscuras hebras procedió a quitarse la toalla y colocarse su ropa interior, torpemente consiguió meter sus piernas por los oscuros tejanos que tomó y casi rasga su remera de cortas mangas al intentar, de manera hosca, pasar sus brazos por los orificios de ésta.
Cuando la suave voz en su mente pronunció «28», sintió como la puerta tras su persona era abierta y como el alto volvía a ingresar, Kim chasqueó su lengua y recogió sus dos toallas, tirándolas al cesto de ropa sucia que tenía en un rincón cerca de su armario.
—Dijiste treinta, bastardo mentiroso.
Mingi sonrió y sus alargados ojos, expandió. Asombrado y, ligeramente, incrédulo—. ¿Contaste?
—Por supuesto que lo hice, no confío en ti.— respondió y sus brazos cruzó, observando al alto reír genuinamente, hasta que sus ojos fueran dos finas medias lunas al punto de desaparecer y sus blancos dientes se mostraran. «Es...»—. ¿A qué has venido?
—Estudiar, me ayudarás con inglés.— respondió una vez su risa apaciguó y con su dedo apuntó detrás de su espalda, Hongjoong viró y su escritorio observó, una mochila que no era suya estaba allí—. Seonghwa-hyung dijo que eras bueno.
—¿Por qué no simplemente me obligas a hacerla?
Y es verdad, el alto simplemente podía decirle que debía hacer su tarea, que no tenía otra opción al menos que sí quisiera que le delatara con el profesor y los directivos, lo que claramente no quería.
¿Por qué pedirle ayuda?, eso no tenía sentido para él.
—¿Cómo aprenderé si tú la haces?— cuestionó con simpleza, yendo al escritorio y sentándose en la cómoda silla del mayor—. Son las ocho y es viernes, al menos que me invites a cenar mueve tu trasero hasta aquí y comencemos.
Hongjoong suspiró y sus pies arrastró, ocupando la otra silla, la cual era de madera y ni un cojín tenía, pues solía usarla para colocar libros que ya no usaba y no quería tirar. Por suerte y los había organizado y puesto en otro sitio.
—Bien, ¿qué tienes que hacer?— preguntó mientras veía al alto sacar un libro y el cuaderno, que él suponía, utilizaba para la materia. Bufó al verlo tardar en buscar su lápiz y una goma.
—Un resumen de la película "Pandora" más una opinión personal.— respondió mientras centrabas sus ojos en el bajo—. Es para el lunes, no tenemos porque ha...
—No te preocupes, terminaremos hoy.— interrumpió mientras le arrebataba su cuaderno—. ¿Sólo has puesto el título? ¿es lo único que has hecho?— inquirió notoriamente indignado.
Mingi se escogió de hombros—. Te dije que no tendríamos porqué hacer todo hoy, tampoco lo conseguiríamos.
—Deja y lo hago yo, vuelve el domingo o el lunes más temprano de lo usual.
El alto negó, volviendo a tomar su cuaderno—. Tengo que comprender lo que aquí se plasme y ser capaz de leerlo de la manera menos desastrosa posible.
—Sí, pero...
—Además, es una opinión personal.— interrumpió con una ligera sonrisa.
«Mierda, tiene razón».
—Vayamos a ello entonces.
⇜✫⇝✫⇜✫⇝✫⇜✫⇝✫⇜✫⇝✫
Hongjoong masajeó sus sienes y suspiró, cerró sus ojos y, mentalmente, comenzó a contar hasta cien de diez en diez. Llevaban una hora con el dichoso resumen y no habían hecho más que cuatro mugrosos renglones, el pelinegro enloquecería.
Tras que el alto no hacía más que cuestionar el porqué de dichas palabras puestas, porqué no sonaba tan bien la frase entera cuando la leía y porqué iba una palabra antes que la otra.
Definitivamente enloquecería.
—Te dije que no hicieras eso.
Gruñó el de grandes ojos y blanquecina tez a la vez que alzaba su cabeza y volteaba a ver al alto, el cual estaba inclinado cerca de él mientras que de sus pomposos labios soplaba aire en su cuello.
Se estremeció y con su mano lo empujó, Mingi sonrió y hábilmente, sus largos dedos envolvieron su muñeca con firmeza. Tras el desesperado forcejeo ajeno, lo liberó minutos después. Apoyando su codo derecho sobre la superficie del escritorio y en su abierta palma, reposaba su mejilla. Viéndole así, de una forma ladeaba.
—En serio que eres detestable.
Song sonrió y negó—. Puedo ser peor.
—¿Sí?, bueno yo...— y sus palabras quedaron a medio salir a causa del mentolado viento que, esta vez, chocó con su rostro y no su cuello—, para ya, es molesto.
Apenas sus ojos volvieron a conectar con los contrarios, los suyos se abrieron de una exagerada forma. Parecían a punto de salir de sus cuencas y rodar en el suelo, donde probablemente irían a parar.
Y todo a causa del imprevisto accionar contrario, uno que, claramente no se esperaba. Fue completa y absolutamente inesperado.
Hongjoong estaba estático, su cuerpo entero tenso y los vellos de su nuca, alzados. Erizados. Su cerebro y las manecillas de éste como sus engranes se detuvieron bruscamente, cualquier funcionamiento que estuvieran haciendo, paró. Su sangre dejó de circular y su corazón de bombear.
Esto le alteró, pero que, su corazón, retomara su martillar con mayor intensidad y ferocidad, le descolocó.
Cuando algo húmedo lamió suavemente sus labios, reaccionó. Sus manos alzó y las posó en los hombros del pelirrojo, empujándolo lejos de su persona. Veloz como torpemente se enderezó.
—Vete.
—Pero...
—Mingi, fuera. Ahora.
El nombrado asintió y tranquilamente tomó sus cosas, las guardó y tras darle una última mirada al temblante bajo, salió. Cerrando la puerta tras de sí.
«No puede ser esto jodidamente cierto. No, no y no».
Hongjoong resopló y el suelo bajo sus descalzos pies, golpeó. Varias veces. Frustrado y excesivamente sobrecogido. Sus pequeñas manos cubrieron su rostro para segundos después restregarlo, iba a maldecir cuando el ruido de su móvil le sobresaltó.
Lo tomó y el mensaje abrió, esta vez sí supo quién lo mandó.
Minky^^
Volveré el domingo, al mediodía.
Espero ver un plato para mí, no te estoy preguntando. Nos vemos, Hongjoong~.
21:45 pm.
Por quién sabe qué vez, el pelinegro volvió a resoplar y claramente no respondió. No lo haría y tampoco quería, el no hacerlo le confortaba.
Cerró sus ojos y no dudó en dejarse caer hacia atrás, chocando con su mullido y suave colchón. El cual le abrazó y le envió una agradable sensación.
«No soy gay, maldición».
💜~
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro