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❈•≪03. Realmente no te gusto≫•❈

Apenas y había transcurrido una hora y de sus rosas como pomposos labios, varios suspiros se habían escapado ya.

Hongjoong estaba aburrido.

No tenía ganas de hacer su tarea y tampoco le preocupaba, apenas y era sábado por la tarde, aún le quedaba todo el domingo como para pensar en ello. Resoplando se enderezó en el largo sofá que ocupaba, despeinando su cabellera y cubriendo su boca tras el bostezo que de ella salió.

Su mano derecha coló en el bolsillo de su negra sudadera y su móvil, sacó. Encendiendo la pantalla al instante, 6:45 pm, con lo primero que sus orbes se toparon fue la hora. Pero ninguna atención le prestó, simplemente se deslizó en su pantalla y llevó, poco después, aquel aparato a su oído.

Sonó una vez, una segunda y una tercera. Hongjoong chasqueó su lengua y lo apartó, en un segundo intento como llamar, la secuencia se repitió. Claramente su único amigo no se encontraba disponible, lo que le hizo resoplar. Otra vez.

Aunque casi fueran las siete de la tarde, aunque ya no hubiesen rastros de la brillante y amarillenta estrella en el cielo y aunque fuese un mero impulso, algo imprevisto. Hongjoong quería salir, pasar tiempo con su amigo y olvidarse de aquella situación en la que él mismo se había metido. Pero al parecer, éste, o estaba ocupado o simplemente haciendo algo más interesante.

Aún así, no dejó que eso le desanimase. Se levantó y su móvil metió en su bolsillo, caminando hacia la entrada y tomando asiento en esta, calzándose.

—¿Saldrás?— Kim asintió sin voltear, sabía que era su madre ¿quién más sería y tendría el mismo tono de voz?—. He pedido pollo, llegará dentro de una hora...

—Intentaré no tardar mucho.— murmuró mientras se levantaba y le miraba.

La castaña mujer, rió—. Da lo mismo, más para mí.

El pelinegro volteó sus ojos y sonrió—. No haberme dicho, nos vemos.

—Vete con cuidado.

Una vez fuera, una fría y fuerte brisa, golpeó su rostro. Encogiéndose en su sudadera, comenzó a caminar, con parsimonia, fijándose en el oscuro manto que sobre su persona yacía. Asombrado de que aquella extensión pareciese tan cercana y palpable, cuando realmente era tan lejana como infinita. Intocable. 

Un ligero sonido escapó de su garganta, complacido. 

Aunque habían cosas que le estuviesen fastidiando esto últimos días, observar aquel basto como inacabable manto, le relajaba y alegraba notoriamente. No había nada mejor, no para él.

Y con sus castaños ojos aún en aquel celestial manto, tomó asiento en una vacía banca que, incrustada frente a un árbol, había. Tan perdido se encontraba en la infinitud del cielo que no se percató de haber caminado los suficientes minutos como para terminar en aquel parque al cual, cuando era más joven, solía visitar.

«Ojalá y mi vida fuera así de pacífica todos los malditos días».

—Hyung~.

Los escasos y cortos pelos que detrás de su nuca habían, se erizaron. Una extraña corriente se creó como nació en la parte superior de su columna, en el inicio de ésta y viajó a lo largo de la misma, de manera lenta y cosquilleante, fundiéndose como desapareciendo en el tramo final. 

Dejándole una peculiar y chispeante sensación.

La misma le obligó a encogerse en su sitio, a hundir su rostro en el orificio de su sudadera y a, inevitablemente, temblar. Sacudirse. Notoriamente su cuerpo entero tembló, se estremeció. 

«¿Qué...?».

—¿Qu-Qué haces aquí?— mentalmente el pelinegro se recriminó por tartamudear.

Mingi sonrió—. Compras— ante la desentendida y desconfiada imagen del contrario, alzó la blanca bolsa que sus largos dedos sostenían, a la misma vez que ocupaba el espacio vacío a su lado—, vivo enfrente y a dos calles. 

Hongjoong asintió y no respondió, no es como si le hubiese preguntado qué tan lejos vivía, pero ahora que lo sabía, su lengua chasqueó. Disgustado. Sus casas no quedaban tan lejos.

—Realmente no te gusto, ¿eh?

El más bajo le miró y su ceja enarcó, liberando su más fingida risa—. Te detesto.

—¿Por qué?— la mirada que recibió le respondió sin la necesidad de emplear palabras, no es que fuera tonto pero tampoco pensó demasiado en lo que preguntó, simplemente lo hizo. Claro que él sabía porqué—. Bueno, bueno, sé porqué pero tampoco he sido insufrible ¿verdad? Venga que he sido bastante suave.

—Eso no te hace menos detestable, podrías simplemente dejarlo.— farfulló y con brusquedad colocó sus manos dentro de los bolsillos de su sudadera, fastidiado.

—Podría— concordó el alto, estirando su libre mano y atrapando un hilo suelto de la prenda ajena. Enredándolo como retorciéndolo en su dedo—, pero no sería divertido.

—Pues vaya manera de divertirte tienes.— murmuró con sus dientes apretados.

Mingi alzó sus ojos y los clavó en el rígido perfil del contrario, viéndole con rapidez y detenimiento, sonriendo de manera fugaz y ladeada. Soltó aquel pequeño hilo y su mano extendió.

—Tu móvil.

Hongjoong arrugó su entrecejo—. No, ¿por qué te lo daría?

—Vamos, que sólo quiero ver algo.— insistió con sus labios apretados pero curvados.

—No.— reiteró, hosco.

—Estoy siendo amable, Hongjoong.— murmuró con un serio tono, uno de broma que el contrario no percibió.

—"Hongjoong-hyung"— pronunció y, toscamente, su móvil sacó y en la palma contraria depositó.

—Bueno, hyung— cantarín pronunció y su móvil sacó, encendiéndolo y digitando números o letras en la pantalla de bloqueo, el pelinegro no prestó demasiada atención, por lo que no sabía—, deberías ponerle una clave o algo a tu celular porque robártelo es más que fácil. Hurgar en él, ni que se diga.

—Nadie tendría porqué ver o hurgar nada en él.— replicó y se lo arrebató, frunciendo su ceño al percatarse de que, la ventana de contactos estaba abierta, y para ser más precisos, era la suya—. Y si lo roban, bueno, eso no pasará.

—No deberías confiarte tanto.— aseguró el contrario.

El de negras hebras, escogió sus hombros—. Da igual lo que pienses.

—Que grosero— el más bajo separó sus labios, listo para replicar vaya a saber uno qué, pero el de intensas hebras se adelantó y agregó—, pero me gusta.

Hongjoong maldijo por lo bajo cuando fue consciente de que, sus delgadas y blanquecinas mejillas, mutaron y se tiñeron de un suave pero aún así perceptible rosa. Avergonzado.

«Estúpido».

—Eres...

—Me voy que se hace tarde.— atropellado, Kim, pronunció. Levantándose con prisa de la banca, causando que la suave sonrisa del contrario, se ensanchara como acentuara.

—Tampoco tienes que huir, era sólo un halago.— divertido expresó, levantándose también.

—No quiero nada de ti, aparte de que desaparezcas.

Mingi rió y segundos después, su lengua chasqueó. Falsamente dolido—. No va a poder ser, lo siento y en serio que estoy siendo honesto.— Hongjoong resopló y sus brazos cruzó. Procediendo a expandir sus ovalados y castaños orbes cuando, la figura contraria, avanzó y acortó la distancia entre ellos. Rozando, por segunda vez, con sus abultados belfos su lóbulo derecho—. Ansiaré porque sea lunes, hyung. Nos vemos.

Cuando el contrario comenzó a caminar lejos de su cuerpo, Hongjoong enrojeció. Aquello era más de lo que podía soportar, estaba fastidiado y con el humor por lo suelos y, extrañamente, algo se revolvía en sus entrañas. Seguro estaba que era el malestar que Mingi le causó.

«Maldito lunático».

Asesinado el suelo bajo sus pies, Hongjoong caminó de regreso a su casa, no sabe él cómo, pero lo que él creía que habían sido minutos al lado de ese desesperante chico, en realidad fue casi media hora.

—Llegas a tiempo.— escuchó decir el pelinegro de su madre apenas a su lado llegó, yendo a la nevera y sacando su botella personal, bebiendo del frío agua con brusquedad—. ¿Te encuentras bien?

—Me topé con una persona un tanto exasperante.— respondió y volvió a guardar su botella—. Se me fue el apetito.

—Pero es pollo.— murmuró la mujer como si eso causase algo en su único hijo.

—Otro día será.

—¿No cenaras?

—No tengo apetito.— reiteró con desinterés.

—Ya, pero que sea la última vez que no tienes apetito.— pronunció y con su blanco dedo, le apuntó.

—De acuerdo, me iré a hacer tarea.— informó y sonrió.

—Anda, antes que te obligue a cenar conmigo.

Hongjoong sonrió y marchó.

«Tan bueno que estaba siendo mi sábado y aparece para arruinarlo. Bastardo».






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