❈•≪02. Ratero Kim≫•❈
—¿Estás bien?, te ves pálido.
Hongjoong brincó en su asiento y alzó sus orbes a los de su madre, la cual se encontraba a su lado y con su perfecta y bien depilada ceja derecha, alzada. Viéndole con inquisición.
—Lo estoy, estresado por los estudios.
La mujer asintió—. ¿Se está poniendo difícil?
—Más de lo que quisiera.— murmuró y una sonrisa forzó, viendo su recién depositado desayuno.
—Es tu último año, no te preocupes tanto.— dijo la mujer de castañas hebras mientras sonreía. Amena.
—Lo intentaré.
La mujer asintió y precedió a terminar su empezado desayuno, mientras que su hijo no hacía más que tantear el suyo, bebiendo con una exasperante lentitud su zumo de naranja.
Claramente no tenía apetito y todo se debía a causa de aquel desconocido chico, éste le había dicho que no le delataría, que no se preocupara y confiara. Pero ¿cómo hacía eso?, era más que imposible.
Es decir, no conocía al chico, nunca lo había visto, no sabía su nombre ni su edad, mucho menos a la clase que iba. Desconocía todo de su persona y lo que estuviese relacionado con su estudios. ¿Qué le aseguraba que no le diría a todos que, él, había hurtado aquellas hojas? ¿su palabra? ¿y cuánto se supone que la misma valía?
—Me iré yendo.— pronunció el pelinegro mientras se hacía hacia atrás y se levantaba.
—¿Ya?— asombrada su progenitora le vio—. Apenas y has comido, ¿seguro estás bien?
Hongjoong asintió, no podía decirle a su madre que, su repentina falta de apetito se debía a causa de un chico que no conocía, principalmente porque, dicho de esa forma, sonaba demasiado extraño.
—Quedé con Seonghwa más temprano.— mintió con una suave sonrisa en sus labios.
—Salúdalo de mi parte.
—Seguro.
Rápidamente movió sus piernas y caminó hasta la entrada, tomando asiento en la misma y colocándose sus zapatillas, una vez finalizó y se aseguró de tener todo. Se enderezó y salió fuera.
El frescor mañanero golpeó con ligereza su rostro, despertándolo. Sin prestar atención a su entorno y al escenario que aquel viernes se montaba ante él, comenzó su distraído caminar.
Tan escaso era su apetito como sus ganas de ir a clases, realmente quería hacer muchas y diferentes cosas menos cruzar aquel enverjado metálico. Sentía que, al cruzarlo, estaría sentenciándose a sí mismo a un oscuro e incierto destino. Lo que le aterraba.
No quería aquello.
Honestamente no esperaba salir impune de su fechoría, aunque internamente es lo que más quisiera, anhelaba aquello más que nada en el mundo. Pero de todos aquellos posibles desenlaces que su mente creó, ese mismo que frente a él se estaba planteando, el ser descubierto de la manera más ñoña y estúpida, jamás fue visualizado.
¿Y qué se supone que quería aquel chico a cambio de su silencio?
Hongjoong estaba dispuesto a lo que fuera, bueno, tampoco sería tan extremista. Estaba dispuesto a realizar ciertas cosas, ¿le obligará a hacer su tarea en lo que acaba este semestre? ¿o durante todo el año, tal vez?, no se quejaría ni rechistaría. Siempre y cuando fuera lenguas, inglés, historia y filosofía. Las restantes y las que conllevaban números, sencillamente apestaba. Era más que malo, pésimo.
¿Y si le pedía su dinero?, habían veces que su madre le daba para que se compre el almuerzo y eso sucedía cuando ella no tenía tiempo como para hacerle uno. ¿Se lo pediría?
¿Le obligaría a realizar actos humillantes?, de ser así ¿cuáles?
Bueno, quizás Hongjoong no estaba dispuesto a muchas cosas...
—¿Te ibas sin mí?
Apenas aquella grave y burlona voz, escuchó. Hongjoong se giró sobre sus talones y retuvo las ganas de gritar que, la aparición de aquella repentina figura, le causó.
—¿Qué haces aquí?— cuestionó con un quebrado tono. Nervioso.
—Te dije que te estaría esperando, ¿lo olvidaste?— el pelinegro arrugó su ceño, con lo preocupado que estaba y lo nublada que su mente estaba por los nervios y la ansiedad, poco y nada recordaba del día anterior—. Lo tomaré como un sí, ten, sostén mi mochila.
Antes de que pudiese negarse o reaccionar de alguna otra forma, una negra y algo pesada mochila aterrizó en sus brazos, de casualidad que la atrapó.
—Pero...
—Mi espalda duele y pesa demasiado.— respondió como explicó y, tranquilamente, comenzó a andar.
Hongjoong abultó sus labios y se abrazó, fuertemente, a aquella mochila. Aquel chico no parecía mentir, o era muy bueno engañando (lo que no descartaba), pero su serena expresión y sus brillantes pero apaciguados ojos, le convencieron lo suficiente como para hacerlo. Después de todo, sólo estaba cargando una mochila.
No tenía porque exagerar.
—Hongjoong. Kim Hongjoong.— pronunció el de oscuras hebras luego de un tendido y silencioso minuto, en el cual fue observado de soslayo.
El de intensas hebras rojizas sonrió y su mano tendió—. Ratero Kim, soy Song Mingi.
El más bajo allí chasqueó su lengua y se negó a aceptar la mano contraria, todavía que tenía la educación suficiente para presentarse y el contrario le molestaba de aquella forma. De no estar en contra de la violencia, ya le hubiese soltado un buen puñetazo.
—Dime, Hongjoong, ¿clase?
—6-2— murmuró con su mandíbula tensada—. ¿Qué es lo gracioso?— cuestionó y sus ojos clavó en aquel carcajeante perfil.
—Creo que debería llamarte "hyung".— pronunció una vez su risa serenó, observando libremente la confusa expresión ajena—. Mi clase es 5-4.
Y el mayor allí, se detuvo.
Procediendo a analizar aquellas palabras, las dormidas y relajadas manecillas y engranes que a su cerebro componían, despertaron y frenéticamente comenzaron a trabajar. Sin ser consciente de la divertida mirada que escaneaba su rostro.
Si aquel chico, del cual ahora conocía su nombre, apellido, grado y clase a la que pertenecía, decía estar en quinto año división cuatro, significaba que era su menor. Su dongsaeng.
¡Estaba siendo extorsionado por un maldito adolescente que se encontraba cursando su segundo y ante-último año de bachillerato!
Hongjoong terminaría estrellando su pulcro puño en aquel rostro, lo podía sentir.
—No deberías extorsionarme de esa forma, soy tu hyung y es muy bajo.— expresó mientras inhalaba, ruidosamente, por sus fosas.
Mingi rió—. No deberías robar, hyung. Eso es bajo, penoso y poco ejemplar.— musitó falsamente indignado. Creyendo haber visto como su cabeza humeaba.
—Te mataré...
—¿Hongjoong?— el susodicho, por segunda vez, se giró sobre sus talones y vio el repentino aparecer de la silueta de su castaño amigo—. Hola, sabía que eras tú.
—Hola, Seonghwa.— desganado saludó y continuó con su flojo caminar.
—¿Por qué cargas esa mochila?— cuestionó, curioso, y a su lado izquierdo se colocó. El más bajo se escogió de hombros, ya no tenía hambre, ganas de ir a clases y de hablar. ¿Qué más le escasearía pronto? ¿sus ganas de respirar?—. Soy Seonghwa. Park Seonghwa.
—Song Mingi.— murmuró el más alto, sonriendo ampliamente.
—¿Se conocen?— inquirió el castaño.
—Estoy ayudando a hyung con matemáticas— aunque se tensó, Hongjoong continuó caminando—, es malísimo.
Seonghwa rió y asintió, palmeando el hombro del chico en cuestión—. No tiene caso, no hay forma de que entienda.
—Bueno, con la magistral ayuda que ha tenido en su examen— murmuró mientras sus filosos y maliciosos ojos se clavan en los amenazantes y ligeramente suplicantes del contrario—, creo que le ha ido de maravillas. Como si las respuestas hubiesen ido a él, ¿verdad?
—Verdad.
—Suena irreal.— replicó el castaño allí, con su vista al frente.
Mingi concordó y su mochila arrebató de los brazos ajenos—. Esperemos los resultados, tengo que irme. Gracias por cargar mi mochila, hyung.
Hongjoong no respondió, simplemente vio marchar a Mingi, cruzar el enverjado y saludar a un rubio y, aparentemente, bajo chico.
—¿Por qué cargabas su mochila?— reiteró y su completa atención, al pelinegro brindó.
—Le dolía la espalda.— farfulló y su correa derecha sujetó fuertemente.
—¿Ahora eres considerado?— inquirió con malicia y una enarcada ceja.
—Tal vez.— musitó y retomó su caminar.
«Soy un mentiroso descarado, un ladrón sinvergüenza y alguien considerado. Y pronto alguien agresivo. De puta madre».
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Hongjoong se dejó caer en su asiento, literalmente se desplomó en él como si ya no tuviera fuerzas que le sostuvieran. Para segundos después, cubrir su rostro con sus pequeñas y blancas manos, ahogando un frustrado grito.
Realmente ya no sabía qué era peor, que nadie descubriese su vil y repudiable fechoría o tener a ese alto chico y de nombre Mingi, rondando su persona. Temiendo que, sin él preverlo, le delate.
—No luces bien.
El pelinegro se sobresaltó y su rostro destapó, viendo a Lee ocupar el asiento a su lado izquierdo, sereno y apacible.
—No lo estoy.— murmuró, desganado.
—¿Por qué?
Y la frustración dentro de Kim, creció. Quería decirle a su compañero que, su tonta y fantasiosa conversación, le había pillado con la guardia baja y la desesperación a tope. Que había actuado sin conectar ninguna neurona de las ciento de miles que se supone tenía y que, cejado por su latente desesperación; robó.
Quería decirle también que, fue tan torpe como siempre y las incriminatorias pruebas, habían caído en las manos de la peor persona con la que pudo cruzarse, que aunque (todavía) no había sido delatado por ésta, no se fiaba de que no lo hiciera con el pasar de los días.
Pero no podía hacer aquello y eso le frustraba, le enojaba.
—El examen, supongo.
Lee sonrió y meneó su cabeza—. ¿Supones?
—No estoy siendo la persona más coherente esto días últimamente.— respondió con una suave sonrisa, una que cubría sus ganas de lloriquear—. Pero el examen de matemática me tiene..., sofocado.
—Te irá bien, relájate.
Hongjoong asintió, sabía eso pero no es lo que realmente le preocupaba.
—Al contrario de mí, tú luces excesivamente relajado.— señaló en un intento de cambiar el foco de la conversación, funcionando.
—Así soy naturalmente.— expresó y sus hombros escogió. Desinteresado—. No tiene sentido, para mí al menos, desesperarme por las cosas más pequeñas.
—Pero el examen es importante.
Lee asintió—. Aún así no tengo porqué deshacerme en inseguridades y miedos.
«Ojalá y fuera así de fácil».
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—Hongjoong, mira a quien me encontré por el camino.
El susodicho realmente esperaba que fuera aquel dongsaeng que siempre nombraba, aquel que sonaba genial e interesante, pero apenas se volteó en su asiento, su rostro (notoriamente) se desfiguró en una mueca.
Tal vez y era muy ingenuo, pero no se esperaba ver al chico de centelleantes hebras de pie y junto a su amigo, sonriente y aparentando quietud, como si no fuese una mala persona.
—¿Te lo topaste?— inquirió con una enarcada ceja, desconfiado.
Seonghwa asintió y procedió a tomar asiento frente a él—. Iba distraído por los pasillos y lo saludé, no tenía con quién almorzar y le dije que viniese con nosotros.
—Genial.— pronunció con un falso tono de emoción. Convenciendo a su amigo más no al chico sentado a su lado.
—No pareces muy feliz de verme— murmuró el alto, inclinándose, levemente, más cerca de él. Hasta el punto de que sus hombros se rozaron, fastidiado se apartó del contrario. «Bastardo».—, ¿es que has tenido un mal día?
«Descarado».
—Historia ha sido más densa de lo que recordaba.— murmuró y su almuerzo apartó, sin apetito. Otra vez.
—Matemáticas lo estragó.— señaló Seonghwa, siendo mirado, únicamente, por su bajo amigo más no por el alto—. De poder treparse por las paredes, lo hubiera hecho.
—¿En serio?— ligeramente asombrado, Mingi pronunció y con escases, al castaño miró. Volviendo a centrar sus ojos en el tensado perfil del bajo, cuando un asentimiento tuvo—. Así que, estaba muy desesperado ¿verdad?
—Recurrió a ti.— escueto, el castaño murmuró.
—Las personas cometemos locuras estando desesperadas.— musitó por lo bajo el pelinegro.
—Eso parece.
Sin dudas ese fue el almuerzo más tenso e irritante que Hongjoong tuvo en su vida, ni siquiera comió. Y eso no es lo que más le enojaba, no, sólo era una parte.
Lo que más le enojó fue ver que, su único y más preciado amigo; Park Seonghwa, congeniaba de maravillas con aquel farsante. Conversando largo y tendido al punto de ignorar su malhumorada presencia.
«Traición, eso es traición Park Seonghwa».
Para cuando el pelinegro llegó a su casa, fue directo a su habitación, lanzando su mochila por algún rincón de ésta y desplomándose en su cama, con brazos y piernas abiertas.
Estaba exhausto, afligido, irritado como ligeramente frustrado.
Honestamente ni él mismo sabía cuánto podría seguir aguantando las tonterías de su menor hasta estallar, y nadie quería que él estallara. Era poco agradable y cuerdo cuando eso pasaba, razones por las cuales se reprimía.
«Bastardo».
Hi, pregunta seria, ignorando el maquillaje y el blanqueo en fotos, ¿de qué color es la piel de Mingi?
Porque blanco como lo muestran, no. Estoy más que segura.
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