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49. Lo que nunca te dije

Alex



¿Solae me recordaba...?

Por alguna razón, no lograba convencerme de que esta no se tratara de otra manipulación de Anton. Si no, ¿Por qué devolverle sus recuerdos...? Y lo de la foto...

—Solae, sobre lo que pasó con Trinidad...

—Olvídalo Alex. Lo que tú hagas o dejes de hacer con ella no me interesa.

—¡Pero si te juro que es un malentendido! Ella solo estaba despidiéndose de mí, pero...

—Despidiéndose —resopló con una risa burlona—. Pues ahora yo también estoy despidiéndome de ti, Alex, aunque definitivamente no voy a correr a besarte para hacerlo. —añadió, hiriente—. Anton ya me lo contó todo. Acerca de cuánto deseabas alejarme de ti, de cuánto te agobiaba estar conmigo—. Quise interrumpirla, pero Solae no me lo permitió—. Y también recordé cómo me tratabas, cómo me ignorabas y todas las cosas que te aguanté. ¡Así que felicitaciones, Alex, eres libre de mi presencia!

—¡No Solae! No lo entiendes...

—¿Lo vas a negar? —me interrumpió, acongojada.

—No, pero...

—¿Pero sabes qué? Fue gracias a tu indiferencia y a todo este dolor que me provocaste, que por fin siento que ahora sí todo va a estar bien —Solae fijó su mirada en mí para asegurarse que la estuviera escuchando—. Yo solo quería olvidarte y fue gracias a eso... fue gracias a ti que conocí a Anton y que por primera vez me siento correspondida.

Sentí cómo mi corazón se fragmentó de solo oír aquello. Sabía que no había sido ni el mejor amigo ni la mejor persona con Solae, pero...

—¿Tú... pediste olvidarme? —pregunté, casi con un hilo de voz, rogando internamente que lo negara.

Solae me miró con los ojos humedecidos. Luego de una pausa y como si también le costara hablar, me respondió:

—Y aún lo deseo, Alex.

Sentí mi corazón encogerse y dejé de respirar.

Todo este tiempo pensando que lo que ocurría había sido por culpa de haber deseado alejarla de mi lado, y ahora comprendía que el daño era aún mucho mayor. Que el sufrimiento que le había causado a Solae había provocado que ella también deseara sacarme de su vida para siempre.

Las miradas de todos se encontraban clavadas sobre nosotros, particularmente sobre mí, mientras sentía cómo mi garganta se apretaba. Intenté tomar aire, pero el oxígeno no era suficiente, no había nada que pudiera llenar el vacío que iba creciendo dentro de mí.

La estaba perdiendo y no por obra de Anton. La culpa era totalmente mía.

—¿Tanto me odias que deseas volver a olvidarme...? —pregunté, no muy seguro de querer oír su respuesta.

—Yo era tu amiga, Alex, pero ni siquiera como amiga me sentía correspondida por ti. ¿Era mucho pedirte que al menos me trataras bien, que me apreciaras? No sé cómo diablos fue que a pesar de todo eso, igual me fui enamorando de ti, pero me daba cuenta que aquello no iba a terminar en nada bueno...

«¿Enamorándose de mí...?»

Tuve que aislar mi mente un instante para procesarlo. Muy en el fondo, era algo que sabía y que Solae había intentado decirme en más de una ocasión, pero solo ahora se volvía real. Ahora me daba cuenta cuánto lo había estado negando, al igual que había estado negando mis propios sentimientos solo por el estúpido miedo a que las cosas cambiaran entre nosotros.

—Hasta que apareció Anton. —continuó Solae, ahora volteando su mirada hacia él y lo cogió de la mano.

Hasta ese instante Anton había permanecido callado y en segundo plano, pero sin siquiera intervenir ya me había puesto en mi lugar. Tal y como lo había prometido, me la estaba quitando.

Solae no parecía estar actuando, y aunque quería convencerme de que Anton podría estar controlando lo que decía, en el fondo sabía que aquello no era necesario, ya que todo lo que ella me reprochaba era verdad. Nada de lo que había hecho por ella me hacía merecerla, mientras que Anton en tan solo unas pocas semanas la había hecho sentir querida y feliz.

¿Era ya demasiado tarde para decirle lo arrepentido que estaba? ¿Lo que sentía por ella? Porque por más que lo meditara, hacerlo bajo estas circunstancias y frente a todo el mundo, además de inútil, parecía suicida.

Solae y Anton, al ver que yo permanecía callado, dieron el asunto por concluido y comenzaron a rodearme para irse. Se hizo un gran silencio y me di cuenta que todos estaban atentos a mi reacción. Nadie debía comprender lo que estaba sucediendo, ya que ni yo mismo lo entendía del todo. Les debía parecer un loco patético, que además de intentar levantarle la novia a Anton, era suficientemente descarado para meterse con Trinidad. ¿Qué más bajo podía llegar a caer?

—¡Solae! —la llamé, viendo cómo se alejaban y estaban a punto de entrar juntos al salón. Mi grito solo consiguió que más gente se volteara hacia mí. Todos, menos Solae.

—¡Solae, espera por favor! —Corrí a buscarla nuevamente, mientras cada vez se reunía más gente alrededor de nosotros, y con determinación, me puse frente a ella.

—Sé que soy un idiota... —reconocí en voz alta, mientras Solae aún intentaba sobrepasarme. Dí un paso al costado para impedírselo—. Pero un idiota que no se irá hasta que lo escuches —continué, ahora posando mis manos sobre sus hombros. Nuevamente tenía su atención, junto con la de todos los demás presentes.

—¿Es que además de idiota, eres sordo, Alex? —intervino Anton—. Solae ya te dijo que no quiere saber nada más de ti. ¿Por qué no mejor vuelves a besuquearte con Trinidad y dejas de arruinarle la fiesta a los demás?

—Tienes todo el derecho a odiarme y a pensar lo peor de mí... —continué, ignorando a Anton.

—No quiero escucharlo. —respondió Solae, intentando librarse de mis manos.

—Yo también me odio por haberte tratado así, por haberte lastimado. —Buscaba los ojos de Solae, pero su mirada me evitaba, aunque su forcejeo parecía menos decidido—. Desde que me olvidaste, no hay día en que no me arrepienta de no haber sido más sincero. Conmigo mismo. Contigo. De no haberme dado cuenta de lo importante que siempre has sido para mí.

Solae se detuvo, pero aún así no me miró.

—Y es que yo siempre he sido un inútil entendiendo mis propios sentimientos, y aún peor expresándolos. ¿Recuerdas la vez me dijiste que yo no estaba con alguien porque tenía miedo a reconocer mis sentimientos, mostrarme vulnerable y ser rechazado? ¡Tenías razón Solae! Moría de miedo de darme cuenta de lo que sentía... por ti. —Solae finalmente levantó su mirada. Su expresión era indescifrable. Y continué—: Yo intentaba negar mis sentimientos por el terror que me daba perderte y que todo cambiara entre nosotros. No me daba cuenta que por engañarme a mí mismo también te estaba haciendo daño. Que ya te estaba perdiendo.

Inspiré una bocanada de aire y cerré con fuerza los ojos.

—Perdóname por haber tardado tanto en darme cuenta de que lo que siento por ti es mucho más fuerte que una simple amistad y de que en el fondo yo... yo siempre he estado enamorado de ti.

—Alex... —escuché su voz casi en un susurro, pero no la dejé responderme, ni tampoco abrí los ojos para mirarla. Aún no había terminado.

—Perdóname por no haber sabido cómo demostrártelo, haberme comportado como un imbécil, un egoísta. Por darte por sentada. Perdóname por ser tan necio y no darme cuenta que lo que más me molestaba de ti, era en realidad lo que más me gustaba... —bajé la cabeza, sintiendo que tenía que continuar, a pesar de lo mucho que me avergonzaba admitir todo esto—. Y es que me encanta la forma en que te abrazabas a mí cada vez que caminábamos juntos. Adoro cómo solo con tu sonrisa eres capaz de desafiar mi mal humor y terminar siempre por mitigarlo. Encuentro increíble tu don de nunca estresarte por las cosas poco importantes y que, aunque no te preocupe llegar atrasada, igual programaras más de diez alarmas solo para poder acompañarme cada mañana sin retrasarme.

» Me fascina cómo siempre le encuentras el lado positivo hasta al peor de los problemas, cómo consigues rescatar lo mejor de la gente. Amo el aroma de tu cabello húmedo cada mañana, el de tu perfume frutal. Me encanta tu voz cada vez que te pones a cantar en público, pero especialmente amo cuando lo haces solo para mí. Me encanta oír tus pasos acercarse por detrás de mí para sorprenderme, porque lo cierto es que siempre fui capaz de distinguirlos.

» Adoro cómo pones tu corazón en cada cosa que te propones, aunque no te sientas capacitada para hacerlo bien o te desagrade; como las veces que me cocinaste galletas porque sabías cuánto me encantaban, a pesar de lo que odias cocinar...  —No podía detenerme, había acumulado demasiado y, aunque no sabía si ya era demasiado tarde, necesitaba soltar todo lo que había estado reprimido dentro de mí.

Ya no me importaba que todos nos estuvieran escuchando, mirando, que varios me estuvieran grabando con sus móviles. Solo quería que ella lo supiera, que todo el mundo lo supiera.

—Alex...

—¡Amo todo sobre ti! Tu sonrisa, tu cabello recogido o suelto, que le pongas nombre a todo lo que existe. Solae, tú eres lo bueno dentro de todo lo malo, eres la razón por la que vale la pena levantarse cada mañana y por la que deseo convertirme en alguien mejor. —sentí como apretaba mis puños, aún con los ojos cerrados. Tenía que terminar de soltarlo todo—. Hace unas semanas me dijiste que tú podías hacerme feliz... aunque sé que quizás me tardé bastante en responderte, quiero que sepas que ya desde hace mucho tiempo llevas haciéndome feliz. Que no fue tu culpa que yo no supiera demostrarlo. —respiré profundo—. Deseo convertirme en esa persona de la cual te enamoraste alguna vez. Solae. Ahora quiero ser yo quien te haga feliz.

Se hizo un silencio general y con temor, volví a abrir los ojos para volver a contemplarla.

Solae permanecía callada frente a mí. Pasaron segundos eternos hasta que finalmente separó sus labios. Hasta que finalmente me respondió:

—No sabes cuantas veces soñé con que me dijeras algo así, Alex... —dijo, haciendo luego una ligera pausa—. Pero, lo siento. Ya es demasiado tarde.

Sin poder comprender, pestañeé varias veces en un intento por evitar que las lágrimas acumuladas comenzaran a salir sin control. Me di cuenta cómo a la distancia, Joto y Amelia me miraban afligidos. Ya no me quedaba voz para replicar.

—Quizás alguna vez te quise, Alex, pero ahora ya no siento nada por ti. —se disculpó, con voz queda—. Eso corresponde al pasado, a otra vida, realidad alternativa o como prefieras llamarle.

Estaba hecho. Ya lo había dado todo y sentí mi cuerpo ceder ante la resignación. Lo único que me quedaba por hacer, era aceptar lo que Solae me estaba pidiendo.

—¿Olvidarte de mí te haría feliz? —pregunté tomando su mano, mientras aún me aferraba tercamente a la ínfima esperanza de que estuviera actuando.

Coloqué su pulgar sobre la palma de mi mano, rogando internamente que la presionara. Que con eso me dijera que todo era mentira, que ella también me quería...

«Por favor, Solae, dime que todo esto es solo una pesadilla»

—Alex. Yo ahora amo a Anton y esta nueva realidad junto con él. Si en verdad me quieres. Si es cierto que me amas tanto como acabas de decirme, por favor déjame ser feliz a su lado.

No hubo presión en mi palma, solo sentí cómo su mano se iba deslizando, lentamente escabulléndose de la mía.

Fuera de mi alcance.




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Próximo capítulo narra Solae.








Canciones que a mí me recuerdan este capítulo (en la playlist de NMC)


- The Great Divide - Rebecca Black

- Así fue - Playa Limbo

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